LA CONSIDERACIÓN COMO CODEUDOR SOLIDARIO DEL AGENTE DE ADUANAS: ¿UN ATAQUE AL PRINCIPIO DE CAPACIDAD ECONÓMICA? Núria Nicolau Reig y Ramón Gené Actualidad Jurídica Aranzadi, nº 872/2013 (24 octubre) Introducción En tiempos de crisis, la presión tributaria se incrementa. Las administraciones necesitan recaudar más y ello se palpa en nuestro día a día, como asesores y como contribuyentes. Las dependencias de Aduanas no quedan al margen de esta situación. No queremos entrar aquí a debatir acerca de la intensificación del control fiscal y aduanero que en muchas ocasiones puede ser justificado e incluso obligatorio en aras a la protección del bien común y del estado del bienestar. Sin embargo, queremos poner el foco en una determinada práctica que se viene observando en los últimos tiempos y que afecta a los agentes de aduanas que actúan en régimen de representación indirecta, es decir, en nombre propio y por cuenta del importador. Se trata de un problema nada baladí que estamos detectando: El riesgo latente, cual espada de Damocles, al que se encuentran sometidos los agentes de aduanas si, declarándose la importación de los bienes en base a los documentos proporcionados por el importador, se produce una posterior comprobación por la Administración de Aduanas, demostrando que los bienes eran otros, por error en la clasificación arancelaria, o incluso por falsedad de los documentos. En efecto, por una aplicación, a nuestro entender discutible, de la regulación contenida en el Reglamento (CEE) 2913/1992 del Consejo, de 12 de octubre, Código Aduanero Comunitario (en adelante, CAC), los agentes de aduanas que actúan como representantes indirectos, sin beneficiarse de la operación más que con el cobro de sus honorarios, pueden ver seriamente comprometido su patrimonio ante la exigencia de una deuda aduanera que puede alcanzar importantes magnitudes. La obligación solidaria del representante indirecto La consideración por la AEAT del agente de aduanas como codeudor solidario de la deuda aduanera liquidada se produce, como decimos, por mor de la institución de la representación indirecta y, más concretamente, por aplicación del Artículo 201.3 del CAC que dispone que en relación a la deuda aduanera derivada del despacho a libre práctica de una mercancía sujeta a derechos de importación “el deudor será el declarante. En caso de representación indirecta, será también deudora la persona por cuya cuenta se haga la declaración.” Debe notarse que el agente aduanero se sitúa en idéntica situación que el deudor principal y nos encontramos pues ante una verdadera obligación solidaria. Ello no debe confundirse con la responsabilidad solidaria que regula la Ley General Tributaria, que afecta a la fase recaudatoria de la deuda y que exige la tramitación de un procedimiento de derivación de responsabilidad. La cotitularidad en el hecho imponible acarrea una solidaridad global de la obligación, y no una solidaridad exclusivamente referida al pago. Pues bien, la consideración como codeudor del representante indirecto está siendo últimamente aplicada por la Hacienda pública para reclamar al agente la deuda aduanera liquidada con posterioridad consecuencia de análisis efectuados en los que se modifica la clasificación arancelaria. Incluso cuando, como sucede habitualmente, el agente de aduanas desconocía absolutamente la verdadera naturaleza de la citada mercancía, o cuando había una intención fraudulenta por parte del importador. No es infrecuente, por otro lado, que no puedan recuperarse las cantidades pagadas al fisco, por la vía del resarcimiento del importador, quien habrá disfrutado del beneficio económico de las operaciones realizadas, si entra en concurso de acreedores o desaparece. La reciente Consulta vinculante V2305-13 de la Dirección General de Tributos evacuada el pasado 11 de julio del presente reconocería esta postura, claramente pro administración, que convierte la de agente de aduanas en una profesión de alto riesgo. Trata adicionalmente la mencionada consulta de la diferenciación que debe hacerse entre la deuda aduanera y la deuda tributaria por IVA, y si resulta aplicable en estos casos el artículo 87 de la Ley reguladora de éste impuesto, aunque, ciertamente, éste no será sino otro problema más con el que, ante un eventual proceso, debería batallarse. Pero volviendo a la deuda aduanera, que es la que nos ocupa, no podemos dejar de citar la Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, de 3 de marzo de 2005, recaída en el Asunto C195-03, en que se dictamina que ante una introducción irregular de mercancías, son codeudores únicamente las personas que han realizado tal introducción irregular y todos aquellos que han colaborado con tal introducción conociendo o pudiendo conocer que se trataba de un fraude (artículo 202 CAC). El quid de la cuestión está en determinar si puede calificarse como introducción regular (y por lo tanto aplicable el artículo 201 CAC) unas mercancías que al entrar en el territorio aduanero de la Comunidad se designan con una denominación errónea. Si podemos sostener que tal introducción es irregular, tal como se mantiene en dicha sentencia, los deudores serían otros, es decir, los que hayan participado en tal introducción sabiendo de la irregularidad que se estaba cometiendo. Esta solución además sería acorde con los principios que rigen nuestro sistema tributario, en especial el de capacidad económica. No puede obviarse que la fijación por parte del legislador de quiénes son deudores u obligados tributarios va ligada a una determinada manifestación de riqueza. Incluso en los supuestos de responsabilidad solidaria establecidos por la normativa tributaria, se aprecia en todos ellos una participación o colaboración más o menos activa, aunque sea por mera negligencia, en el impago de la deuda. Que el agente de aduanas es deudor de la liquidación derivada del DUA presentado no ofrece lugar a dudas a la vista del artículo 201 CAC. Lo que no parece justo es que, en cumplimiento del deber constitucional de contribuir, se exija al agente de aduanas que se haga cargo, de manera automática, del pago de la deuda aduanera liquidada si lo declarado en el DUA se advera falso o erróneo, habiendo actuado el agente con total buena fe y en atención a los documentos aportados por el importador. Conclusión En definitiva, la actuación de la Administración de exigir a los agentes de aduanas, que actúan en representación indirecta, la deuda aduanera liquidada con posterioridad, sin que hubieran podido razonablemente saber que lo que estaba declarando era algo completamente distinto, va contra toda lógica tributaria, vulnerando además los más elementales principios constitucionalmente reconocidos, proporcionalidad y capacidad económica, entre otros. No quedará en este caso más remedio que acudir a los Tribunales de Justicia.