1 Tema 9: El placer TEMA 9: EL PLACER. 9.1 – Acotando el término Los placeres o gozos son sentimientos agradables a consecuencia de un bien alcanzado. Según el bien conseguido pueden agruparse en dos tipos: Placeres corporales: satisfacen principalmente a alguno de los sentidos. Por ejemplo, la comodidad y los placeres sexuales van ligados al sentido del tacto; la música agrada al sentido del oído, etc. Placeres espirituales: son sentimientos de gozo ante bienes espirituales, o del alma. Por ejemplo, los descubrimientos científicos, los éxitos, las muestras de cariño o apoyo recibidas, la superación de obstáculos, la paz con Dios... Los placeres facilitan la búsqueda del bien, pues la esperanza de un gozo futuro ayuda a superar los obstáculos. Lo principal no es el placer sino el bien alcanzado; el placer es sólo una consecuencia. 9.2. ¿Son buenos los placeres? Más que buenos o malos los placeres son favorables o perjudiciales. Si la acción agradable es buena, el placer es favorable pues invita a repetir algo correcto. En cambio, si la acción placentera es mala, el placer es perjudicial pues invita a repetir algo malo. Por ejemplo, gozar por la posesión de un diamante será perjudicial si se obtuvo mediante el robo, pues ese placer impulsa a otros robos. En cambio, si fue un regalo del esposo, el mismo gozo por el diamante fomenta el amor. Los placeres sexuales en el matrimonio son favorables pues facilitan el gran bien de un nuevo hijo. En cambio, los mismos placeres en el adulterio son perjudiciales pues invitan a repetir esas malas acciones. El placer por un éxito profesional es correcto pues impulsa a seguir trabajando bien. Pero si el éxito se debe a un fraude, ese placer es perjudicial pues induce a seguir engañando. 2 Tema 9: El placer Hemos visto que los placeres son perjudiciales cuando la acción placentera es mala o está desordenada. Esta es la regla general que abarca los demás casos; pero hay más reglas para detectar cuándo un placer es perjudicial. Por ejemplo: o Cuando por obtener un placer se pierden bienes mejores. Normalmente el placer está próximo y el bien perdido futuro. Por ejemplo: el caso de quien goza con la diversión pero suspende el curso. o Cuando el placer domina al hombre, fomentando deseos excesivos o sin moderación. Por ejemplo, el placer sexual facilita la supervivencia de la especie, pero su uso desordenado puede volverse adictivo y hacer que el hombre se encierre en sí mismo dificultando que se realice dándose a los demás. Por esto conviene entrenarse en el dominio propio no sea que los gustos esclavicen al hombre (libertad). o Cuando se consigue el placer sin obtener el bien correspondiente. Esto es un engaño donde el placer obtenido oculta el bien perdido que deja de buscarse. Por ejemplo, quien alcanza caprichos sin esfuerzo es difícil que aprenda a esforzarse. Y ¿por qué es equivocado hacer todo lo que agrada? Porque a veces agradan cosas malvadas. No habría problemas si el hombre tuviera perfecto dominio sobre sus deseos, apeteciendo sólo lo bueno y en la medida correcta, sin embargo la experiencia nos demuestra que esto no es así. La mayoría de veces las cosas que más cuestan son las que aparentemente agradan menos, pero son las que nos permiten alcanzar mayores bienes, y por ende, experimentar un mayor placer. 9.3 - Protagonismo del placer. Ser animal racional supone escuchar simultáneamente dos llamadas: la del placer y la del deber. Ese protagonismo del placer en la conducta humana es patente, y su mejor análisis se realizó hace más de dos mil años Aristóteles. Decía que el placer se presenta íntimamente asociado a nuestra naturaleza; que la razón y el deseo son los dos caracteres por los que definimos lo que es natural; que todo el mundo persigue el 3 Tema 9: El placer placer y lo incluye dentro de la trama de la felicidad; y que no existen personas que no estimen los placeres, porque tal insensibilidad no es humana. Varias veces repite Aristóteles que el estatuto del placer es radicalmente natural: el hombre está hecho de tal manera que lo agradable le parece bueno, y lo penoso le parece malo. Por eso piensan algunos que el placer es el bien supremo, porque todos los seres aspiran a él, tanto los racionales como los irracionales. Pero no puede ser el bien supremo, pues también se observa que el placer esclaviza a muchos hombres. De ahí concluye Aristóteles que el placer no es malo ni bueno en sí mismo, y que es malo cuando «hace al hombre brutal o vicioso». Después comenta de pasada que «este peligro es mayor en la juventud, porque el crecimiento pone en ebullición la sensibilidad, y en algunos casos produce la tortura de los deseos violentos». Podemos añadir más razones de Aristóteles para guiarnos en el enmarañado bosque de los deseos. Si las acciones humanas pueden ser nobles, vergonzosas o indiferentes, lo mismo ocurrirá con los placeres correspondientes. Es decir, hay placeres que derivan de actividades nobles, y otros de vergonzoso origen. Y no debemos complacernos en lo vergonzoso, como nadie elegiría vivir con la inteligencia de un niño para disfrutar con lo que disfrutan los niños. De hecho, el hombre íntegro se complace en las acciones virtuosas y siente desagrado por las viciosas, lo mismo que el músico disfruta con las buenas melodías y no soporta las malas. Además, muchas de las cosas por las que merece la pena luchar, no son placenteras. Por tanto, ni el placer se identifica con el bien, ni todo placer se debe apetecer. 9.4. Carpe diem! (Hedonismo) El poeta Horacio resumió en dos palabras el programa de vida que busca el placer por encima de todo: carpe diem. Es la invitación a vivir al día, a exprimir el instante, a extraer de cada momento todo el placer que pueda contener. Un hombre desenfrenado no puede inspirar afecto ni a otro hombre ni a un dios, es insociable y cierra la puerta a la amistad. Sócrates La frase completa popularizada por Horacio, aseguran los historiadores, fue “carpe diem quam minimum credula postero”, que en español puede entenderse como el siguiente consejo: “aprovecha cada día, no te fíes del mañana”. 4 Tema 9: El placer La invitación de Horacio no era ninguna novedad. Placer se dice en griego hedoné, y el primer programa hedonista lo encontramos en tiempos de Platón, en boca de un sofista llamado Calicles. Éste decía: «Lo que es por naturaleza hermoso y justo es lo que con toda sinceridad voy a decirte: el que quiera vivir bien debe dejar que sus deseos alcancen la mayor intensidad, y no reprimirlos, sino poner todo su valor e inteligencia en satisfacerlos y saciarlos, por grandes que sean». Desde Calicles, la identificación del bien con el placer ha tenido seguidores en todas las épocas. El carpe diem! ha resultado mortal por carecer de dos matices: 1. Aprovechar el instante no significa absolutizarlo; 2. Llenar el tiempo no es amontonar intensidades placenteras sino formar un mosaico coherente. Una vida agitada por el placer no es lo mismo que una vida lograda, y que amontonar acciones no equivale a encontrar el sentido de la vida; más bien, el sentido es algo previo a la acción: es lo que escoge, orienta y coordina las acciones. 9.5. Control racional. Es fundamental integrar inteligentemente esas dos piezas esenciales de la estructura humana: la razón y el placer. Esa integración constituye el objetivo de la virtud de la templanza, con cuya fundamentación concluimos este tema. Todos experimentamos la inclinación natural hacia el placer sensible que se obtiene en la comida, en la bebida y en el deleite sexual. Ahí se manifiestan las fuerzas naturales más potentes que actúan en la conservación del hombre. Puestas para asegurar la existencia del individuo y de la especie, esas energías vitales dan las tres formas originales de placer, y al mismo tiempo sobrepasan a todas las demás energías en capacidad destructora cuando se desordenan. El Club de muertos. los poetas En esta interesante película, estrenada en 1990, se repite una leve y matizada invitación al hedonismo. La acción se desarrolla en un prestigioso colegio norteamericano. Keating, un original profesor de literatura, quiere salvar a sus alumnos del aburrimiento, de la monotonía, de la mediocridad. Y les propone echar la imaginación a volar, salir del montón y vivir con intensidad el instante. Para ello, recupera y repite el viejo carpe diem horaciano: «Aprovechad el momento, chicos; haced que vuestra vida sea extraordinaria, para que nadie llegue a la muerte y descubra que no ha vivido». No le falta razón. Su interpelación afecta de lleno a los muchachos y a los espectadores, precisamente porque la mediocridad y la ausencia de sentido son plantas bien abonadas en todas las latitudes. Pero las consecuencias de esa insinuación inconcreta se saldan con un suicidio: el más sensible de sus alumnos sueña con ser actor de teatro; su padre se opone frontalmente a esa afición, y el chico decide que no merece la pena seguir viviendo. Si Keating no explícito puede hacer alumnos corran a toda hacia ninguna parte, donde no deben. es más que sus velocidad o hacia 5 Tema 9: El placer Que la natural tendencia al placer puede llegar a actuar desordenadamente es evidente. Basta con echar una ojeada, cualquier día, a la página de sucesos de cualquier diario. Basta un poco de conocimiento propio, y no desconocer del todo las lecciones de la historia. Esa posibilidad real de rebelión por parte de las propias fuerzas vitales nos habla de la necesidad de regular los deseos. Eso es la templanza: el control racional de los deseos orgánicos, puestos al servicio de la plenitud humana. Aristóteles considera que la educación de los placeres mencionados reviste particular importancia, y que el descontrol en este terreno «se censura con razón, porque se da en nosotros no por lo que tenemos de hombres sino de animales. Así pues, complacerse en estas cosas y buscarlas por encima de todo es propio de bestias. Y si alguien viviera sólo para los placeres del alimento y del sexo, sería absolutamente servil, pues para él no habría ninguna diferencia entre haber nacido bestia u hombre». La falta de control «consiste en buscar el placer donde no se debe, o como no se debe. Y es evidente que el exceso en los placeres conduce al desenfreno y es censurable». Así las cosas, «lo mismo que el niño debe vivir de acuerdo con la dirección de sus educadores, los apetitos han de estar sujetos a la razón». La Templanza aparece como una mujer en el acto de escanciar agua en una copa de vino, con el fin de mitigar lo que es demasiado excitante. Esta imagen de la Templanza logró gran difusión en la cultura popular, entre otros medios a través de la baraja del Tarot.