Sub Tema 2: LA COSA JUZGADA PRESENTACIÓN La necesidad de que los procesos no sean eternos llevó a la ciencia procesal a concebir e! concepto de cosa juz g ada, el cual viene entendido como la calidad o autoridad que obtiene una sentencia, por lo general, en un momento determinado, luego del cual esta deviene en inatacable, distinguiendo a su vez la doctrina una cosa juzgada material de otra denominada formal. PREGUNTAS GUÍA: ¿Por qué existe la cosa juzgada? ¿Cuál es la eficacia de ésta? MONTERO AROCA, JUAN "LOS EFECTOS DEL PROCESO". EN: DERECHO JURISDICCIONAL, VOL. II, JOSÉ MARÍA BOSCH EDITOR, BARCELONA, 1995. LA COSA JUZGADA: CONCEPTO La función jurisdiccional se resuelve en la actuación del derecho objetivo en el caso concreto, lo que se hace además de modo irrevocable. Esta característica, que diferencia a la Jurisdicción de la Administración, lleva a cuestionarnos lo que sea la cosa juzgada, expresión con la que tradicionalmente se han denominado los efectos del proceso de declaración. Los puntos de partida para comprender lo que sea la cosa juzgada exige atender a que: Cuando una persona acude a un órgano jurisdiccional impetrando su tutela efectiva, lo hace normalmente porque ha surgido una situación de incertidumbre respecto de la existencia y/o contenido exacto de una relación jurídico material, esto es, porque se ha planteado un conflicto de intereses que debe resolverse de modo que la incertidumbre sea sustituida por la seguridad. Después de realizar toda la actividad jurisdiccional tiene que llegar un momento en el que se declare con certeza si la relación existe y cuál es su contenido. Se ha de pasar de la incertidumbre a la seguridad. 1.°) aquí, una vez más, ante la pugna del valor justicia con el valor seguridad jurídica. Al primero podría convenirle que en cualquier momento pudiera someterse de nuevo al conocimiento judicial el tema ya resuelto en un proceso anterior, con la esperanza de alcanzar un mayor nivel de adecuación a la legalidad, pero esa posibilidad significaría que las relaciones jurídico materiales estarían siempre sujetas a discusión, sin alcanzar nunca estabilidad. La seguridad jurídica impone que la discusión tenga un momento final, alcanzado el cual el resultado obtenido se convierta en irrevocable. _ 2.°) 'Estamos El fundamento de la cosa juzgada es, pues, la seguridad jurídica, y aquélla es la fuerza que el ordenamiento jurídico concede al resultado del proceso, es decir, a la sentencia que se dicta al final del mismo. Esa 363 fuerza atiende a un efecto del proceso, efecto que se resuelve en la irrevocabilidad de la decisión judicial. Esta irrevocabilidad no corresponde a las decisiones de todos los órganos del Estado, sino que se atribuye únicamente a las decisiones que provienen de los órganos jurisdiccionales. Sólo éstos deciden con cosa juzgada. La cosa juzgada puede considerarse de un modo estático y de una manera dinámica. En el primer sentido se toma en cuenta un estado jurídico en sí mismo, sin atender a nada fuera de él, y así se dice que respecto de una determinada cuestión existe cosa juzgada. En el segundo sentido, el dinámico, la cosa juzgada se refiere al efecto que produce una resolución judicial sobre un proceso que se inicia con posterioridad, lo que comporta la comparación entre los objetos de dos procesos diferentes, aquél en el que se formó la cosa juzgada y aquél otro en el que debe incidir; en este segundo sentido el efecto de !a cosa juzgada suele referirse a la sentencia final. Partiendo de lo anterior parece evidente que la cosa juzgada debería referirse únicamente a las sentencias que resuelven la cuestión de fondo planteada en el proceso por la pretensión, pues es en ellas donde se contiene la decisión jurisdiccional. Sin embargo, por la consideración de que la cosa juzgada significa inatacabilidad, tradicionalmente se viene distinguiendo entre cosa juzgada formal y cosa juzgada material. La inatacabilidad se refiere, primero, al mismo proceso en que se dicta la resolución, convirtiéndola en inimpugnable, y a ello se denomina cosa juzgada formal. Cuando la inatacabilidad se refiere a un proceso distinto, impidiendo que el tema se someta de nuevo a discusión, se habla de cosa juzgada material. La distinción parte de un error de base, pero la tradición nos obliga a plantearnos en primer lugar el tema de la denominada cosa juzgada formal. FIRMEZA (O COSA JUZGADA FORMAL) Tradicionalmente viene referida la cosa juzgada formal a la calidad de inimpugnable que alcanza una resolución judicial dentro del proceso en que se dicta, si bien a esa calidad en nuestro derecho positivo se denomina firmeza, palabra mucho más expresiva y menos llamada a equívocos. 364 Los arts. 369, V LEC y 245.3 LOPJ utilizan la palabra "firme" para expresar la condición de una resolución cuando contra ella no cabe recurso alguno, ni ordinario ni extraordinario, y esa palabra, y su derivada "firmeza", nos parece más adecuada para denominar el fenómeno. Es cierto que en alguna ocasión la LEC utiliza la expresión "cosa juzgada", en sentido sinónimo de "firmeza", (y así el art. 408), pero si luego la misma LEC en otros lugares (así arts. 544 ó 1.479) emplea la misma expresión para referirse a la cosa juzgada material parece más adecuado no utilizar la misma expresión con contenidos distintos. Preferimos por eso hablar de firmeza y de cosa juzgada para referirse a dos fenómenos diferentes y entre los que existen pocos elementos comunes. La firmeza es un efecto propio de todas las resoluciones judiciales, y no sólo de las sentencias, en cuanto todas pueden convertirse en firmes, esto es, en cuanto contra ellas puede no caber recurso alguno, ni ordinario ni extraordinario, ya sea por su propia naturaleza ya por haber sido "consentidas" por las partes. Nuestro proceso civil, en general, parte del principio de que todas las resoluciones pueden y deben adquirir la firmeza, único medio para que el proceso avance. Terminada la práctica de la prueba, o transcurrido el plazo para la práctica, el juzgador ordenará que se unan a los autos las piezas separadas formadas para la práctica de la prueba de cada una de las partes (arts. 576 y 667 LEC), dando por finalizada la fase probatoria; si la providencia correspondiente se convierte en firme, no puede ya practicarse prueba alguna, no puede reabrirse el período de práctica de prueba aunque ello a la larga pueda resultar antieconómico, pues puede ser necesario que se reciba el pleito a prueba en apelación (art. 862 LEC). Por lo tanto todas las resoluciones están llamadas a adquirir firmeza, aunque a veces pudiera parecer más acorde con la economía procesal que el juez tuviera la facultad de modificarlas de oficio en cualquier instante o bien que las partes pudieran impugnarlas en cualquier momento. En principio es más conveniente para el proceso, para su normal desarrollo, la producción de firmeza y la invariabilidad de las resoluciones. Asimismo la firmeza de una resolución es un efecto interno, en cuando se produce sólo con relación al proceso en el que se dicta la 365 resolución misma, y afecta únicamente a las partes. La firmeza debe distinguirse de la invariabilidad de las resoluciones, que afecta a los jueces y tribunales que las dictan. Todas las resoluciones, y no únicamente las sentencias como parece desprenderse del art. 363, 1 LEC (ni únicamente los autos definitivos a los que alude el art. 267.1 LOPJ), se convierten en invariables para los tribunales desde el momento de la firma, no pudiendo modificarlas de oficio. La modificación puede producirse únicamente a través de la interposición de los medios de impugnación por las partes. La aclaración de sentencias y autos definitivos, a la que se refieren los artículos citados, no suponen modificación (lección 40°), y caso completamente distinto es el de la nulidad de actuaciones. La firmeza de una resolución puede producirse atendiendo a dos órdenes de causas, a las que se refiere el art. 369, V LEC (el art. 245.3 LOPJ sólo alude a una de ellas): Cuando por la naturaleza de la resolución no quepa contra ella recurso alguno: Naturalmente no podemos realizar aquí una enumeración exhaustiva de las resoluciones que se encuentran en este caso, debiendo estarse a cada uno de los supuestos en concreto, pero algunas son evidentes: las sentencias del Tribunal Supremo. En ocasiones las resoluciones ordinatorias no son impugnables de modo independiente, acumulándose todas las impugnaciones contra la resolución final. Esta situación se produce de modo especial en los procedimientos orales y es la solución moderna en los procedimientos escritos, habiéndose introducido tanto en el art. 61 del D. de 21 de noviembre de 1952 para el juicio de cognición, como en el art. 703 LEC para el juicio de menor cuantía. Cuando la resolución haya sido 'consentida por las partes: Partimos aquí de que contra la resolución la ley concede algún recurso, pero la resolución adquiere firmeza porque: 1.°) Las partes dejan transcurrir los plazos para preparar o interponer el recurso sin haberlos utilizado. 2.°) Se produce el desistimiento del recurso interpuesto mediante la declaración de voluntad expresa del recurrente (arts. 409, 366 410, 846 a 848 y 1.726). 3.°) El recurrente incumple algún requisito y el recurso se declara desierto (arts. 840 y 1.704) o inadmisible (art. 1.710, 1.° 4° LEC). Los arts. 369, V y 408 LEC pueden dar la impresión de que la firmeza, cuando la ley concede recurso, depende de la voluntad de las partes; los artículos citados hablan de "consentida", la resolución. Se trata de una impresión errónea. La firmeza va unida al hecho objetivo del transcurso de los plazos, y por ello el art. 408 dice que no precisa de "declaración expresa"; pero sobre todo la firmeza proviene de la naturaleza de la resolución como acto jurisdiccional. Cuando la firmeza se refiere a la sentencia sobre el fondo hay que destacar dos aspectos concretos: Normalmente la sentencia firme abre el camino para la ejecución, pero no deben confundirse firmeza y ejecutabilidad. Existen sentencias no firmes que son ejecutables provisionalmente, lo que ahora tiene especial incidencia después de la reforma del art. 385 LEC por la ley de 6 de agosto de 1984 y del mantenimiento del sentido de los arts. 1.722 y 1.723; también existen casos en los que la sentencia firme no puede aspirar más que a una ejecución meramente provisional (caso de las sentencias dictadas en rebeldía, art. 787). La firmeza es paso previo y condición para que la sentencia sobre el fondo produzca cosa juzgada material. Mientras no se haya alcanzado sentencia firme, si se inicia un proceso posterior entre las mismas partes y con el mismo objeto, en éste no podrá alegarse la excepción de cosa juzgada, sino la de litispendencia (de donde resulta, una vez más, que entre litispendencia y cosa juzgada, como excepciones, existe únicamente una diferencia temporal). COSA JUZGADA MATERIAL La cosa juzgada material, la verdadera cosa juzgada, no la producen todas las resoluciones jurisdiccionales, sino, en principio, únicamente las sentencias sobre el fondo. La cosa juzgada parte de la irrevocabilidad que ostenta la decisión contenida en la sentencia y supone la vinculación, en otro proceso, al contenido de lo decidido en la sentencia, es decir, a la declaración de la existencia o inexistencia del 367 efecto jurídico pretendido. Los efectos de la cosa juzgada. pues, no tienen carácter interno. sino externo; no se reflejan en el proceso en que se produce la cosa juzgada, sino en otro posterior. Estos efectos externos pueden contemplarse desde un doble aspecto: Negativo o excluyente Aludido por toda la doctrina supone la exclusión de toda decisión jurisdiccional futura entre las mismas partes y sobre el mismo objeto. es decir, sobre la misma pretensión. Es el tradicional principio del non bis in ídem. Teóricamente este efecto negativo impediría la iniciación de un nuevo proceso sobre la misma pretensión, pero ello evidentemente es imposible de modo práctico, por lo que el efecto se limita a impedir que se dicte decisión sobre el fondo del asunto en el proceso posterior. La excepción de cosa juzgada no puede impedir la iniciación de un nuevo pleito, pues la fuerza de la misma no puede determinarse a priori pero sí se opone a que se dicte un nuevo fallo sobre el fondo. Se conozca de la excepción procesal de modo previo o junto con el fondo del asunto, la resolución a dictar será siempre meramente procesal (STC 12/1989, de 25 de enero). Positivo o prejudicial Este aspecto es consecuencia del anterior e implica el deber de ajustarse a lo juzgado cuando haya de decidirse sobre una relación de la que la sentencia anterior es condicionante o prejudicial. Aquí la cosa juzgada no opera corno excluyente de una decisión sobre el fondo en un proceso posterior, sino que le sirve de apoyo. Si un proceso se ha declarado que no existe una servidumbre de paso, en otro posterior en el que el dueño del predio no sirviente demandó al dueño del predio no dominante por los daños y perjuicios derivados del paso, se ha de partir necesariamente de la no existencia de la servidumbre; podrá discutirse ahora si existen o no los daños, pero el hecho de la no existencia de la servidumbre es indudable y operará como prejudicial respecto de la falta de derecho a seguir utilizando el camino, senda o cañada. 368 Si la cosa juzgada es uno de los elementos esenciales de la jurisdicción y si la vinculación que nace de ella se refiere fundamentalmente a los órganos jurisdiccionales, pues es a éstos a los que afecta el principio de non bis in ídem y su consecuencia el aspecto prejudicial, la conclusión lógica es que los efectos de la cosa juzgada deberían ser tenidos en cuenta de oficio por el juzgador, por cuanto debería ser tratada como un verdadero presupuesto procesal. No es esta la solución española, que la concibe como un impedimento procesal que debe ser alegado por las partes, subordinando los efectos a la alegación. Únicamente en el juicio de menor cuantía puede el juez considerar de oficio su concurrencia, dada la generalidad con que está redactado el nuevo art. 693, 3.a. Nuestra solución general no sólo es errónea, sino que conduce al absurdo. Si la cosa juzgada ha de ser necesariamente alegada por las partes, la consecuencia inevitable de ello es que uno de los elementos fundamentales de la jurisdicción está sujeto a la disposición de las partes. La decisión judicial será irrevocable sólo cuando las partes así lo decidan, pues si no oponen la excepción en el segundo proceso, el juzgador entrará en el fondo del asunto y puede resolver en contradicción con la cosa juzgada. El Tribunal Supremo ha pretendido matizar esta consecuencia absurda, considerando que aunque no se alegue la excepción de cosa juzgada, siempre constituye un precedente de gran fuerza en el juicio de valor de ulteriores decisiones judiciales, al comprobarse la concurrencia de igualdad de personas y materia litigiosa, pero no ha podido desconocer el principio de la necesidad de alegación de parte [...] [...] RESOLUCIONES SUSCEPTIBLES DE COSA JUZGADA Mientras la firmeza se produce en todo tipo de resoluciones, la cosa juzgada es exclusiva de !as sentencias. En efecto, la cosa juzgada sólo puede referirse a aquellas resoluciones en que el órgano jurisdiccional responde directamente a la tutela pedida en la pretensiónresistencia, a aquéllas en que se contiene la declaración de voluntad del Estado. Así se desprende del art. 1.252 CC. Es evidente que las providencias y los autos, en cuanto resoluciones meramente ordinatorias, no producen cosa juzgada, pero 369 el problema consiste en aclarar si ésta es producida por todas las sentencias. Más en concreto los p roblemas se refieren a: a) Sentencias de absolución de la instancia o procesales Las sentencias meramente procesales o de absolución de la instancia son aquéllas que no se pronuncian sobre la pretensión por faltar un presupuesto o impedimento procesal, y si respecto de las mismas viene sosteniéndose que no producen cosa juzgada, en nuestra opinión debe llegarse a la solución contraria, si bien distinguiendo entre: 1.°) Cuando la sentencia se ha dictado meramente procesal ante la falta de un presupuesto o impedimento procesal que tiene carácter insubsanable: Este sería el caso, por ejemplo, de la falta de competencia en el órgano judicial o de la falta de capacidad de alguna de las partes, y en ellos la sentencia sí debe producir cosa juzgada, si bien limitada al punto concreto sobre el que se resolvió, no respecto del tema de fondo que quedó imprejuzgado. No cabe defender que el demandante puede reiterar su demanda ante el mismo órgano, aprovechando que ha cambiado su juez titular, y que éste puede declararse competente. Argumentar con base en la libertad enjuiciadora, para defender que el segundo juez no queda vinculado por la decisión del primero, no es admisible, pues exactamente podría decirse lo mismo respecto del tema de fondo, sobre el que también podría hablarse de "libertad enjuiciadora". Otra cosa es la regulación de los conflictos de competencia entre órganos de distinto orden judicial, o el que entre superior e inferior no hay cuestiones de competencia. 2.°) Cuando la sentencia se ha dictado con la condición de procesal ante la falta de presupuesto o impedimento subsanable y que no fue subsanado ante la posibilidad que se concedió a la parte: Este sería el caso, por ejemplo, de la falta de acreditamiento de la representación legal de la parte persona física o de la condición de órgano de la persona jurídica, y también aquí hay que afirmar la producción de cosa juzgada. Para estos supuestos subsanables parece conveniente distinguir: 1") Si el segundo proceso se inicia en las mismas condiciones ;7n que el anterior, es decir, con la falta del mismo presupuesto o impedimento, podrá alegarse por el demandado, y deberá estimarse por el juez, la excepción de cosa juzgada en el punto relativo a dicho presupuesto o impedimento. 2") Si el segundo proceso se inicia con remoción del obstáculo procesal, esto es, concurriendo el presupuesto, en este segundo proceso no se estimará la excepción de cosa juzgada pero porque los hechos del primero y del segundo proceso serán diferentes. En este supuesto debe cuestionarse también si la cosa juzgada la producen, no sólo las sentencias, sino todas las resoluciones que se pronuncian sobre los presupuestos o impedimentos procesales de modo que impidan la continuación del proceso (por ejemplo, el auto de sobreseimiento del art. 693, 4.a LEC), y nuestra respuesta es también afirmativa, y en los mismos términos que hemos dicho antes para las sentencias. b) Sentencias constitutivas Se ha negado en ocasiones que estas sentencias produzcan cosa juzgada, estimando que no la necesitan porque la propia sentencia crea o constituye una nueva situación jurídica que no puede ser desconocida. Ahora bien, esta opinión tiene dos graves inconvenientes que obligan a mantener la conclusión contraria. En primer lugar esta opinión puede referirse únicamente a las sentencias que estimaron la pretensión constitutiva, no a las que la desestimaron, pues las segundas no producen cambio en la situación jurídica, con lo que la producción o no de la cosa juzgada dependería del contenido de la resolución. En segundo lugar, y sobre todo, si las sentencias constitutivas no tuvieran valor de cosa juzgada no podría excluirse un proceso posterior con el mismo objeto, con lo que la situación creada podría ser modificada en otro proceso; es decir, el aspecto positivo o prejudicial de la cosa juzgada puede no ser necesario en virtud del cambio producido por la propia sentencia, pero el aspecto negativo o excluyente no existiría sin cosa juzgada. 371 Resoluciones cautelares No hablamos aquí de sentencias porque las decisiones que se adoptan en este tipo de procesos no suelen adoptar esta forma. sino la de autos. En principio pudiera parecer que este mero hecho justificaría, teniendo en cuenta lo que hemos dicho anteriormente, la no producción de cosa juzgada. No podemos mantener esta conclusión. El proceso cautelar sólo en los últimos años está adquiriendo sustantividad como tertium genus entre los procesos declarativo y ejecutivo, y de ahí que las pretensiones cautelares no se resuelvan por sentencia, sino normalmente por auto. Además sería absurdo que cuando el embargo preventivo se acuerda por auto (arts. 1.403 y 1.412) no produjera cosa juzgada, y sí cuando se levanta o confirma por sentencia (art. 1.416 y su remisión al 758). El problema se presenta porque las resoluciones cautelares, como veremos en su momento, son variables según se modifiquen sus presupuestos, lo que ha conducido a negar que produzcan cosa juzgada. El proceso cautelar es instrumental con relación a otro proceso, del que tiende a garantizar sus resultados, y por tanto las medidas que en aquél se adoptan deben acomodarse a las circunstancias (con arreglo al principio rebus sic stantibus). Ahora bien, si las circunstancias existentes en el momento de adoptar la medida permanecen, la resolución es inalterable. Si los hechos permanecen, a la pretensión de modificación, supresión o adopción de medidas cautelares ejercitada, puede oponerse la excepción de cosa juzgada; si los hechos no son los mismos, por haber cambiado el periculum in mora base del proceso cautelar, no podrá alegarse o, mejor, no podrá estimarse la excepción porque la pretensión no es la misma al haber cambiado su causa petendf. Sentencias de los juicios sumarios Dispone la LEC en una serie de artículos (1.479, en el juicio ejecutivo; 1.617, alimentos provisionales; 1.658, III, interdictos de retener y recobrar, etc.) que ciertas sentencias o bien "no producirán la excepción de cosa juzgada", o bien "se reserva a las partes el derecho que puedan tener", expresiones que tienen el mismo valor y que denotan que estamos ante procesos sumarios. 372 Esta clase de procesos se caracterizan por sus limitaciones; se limitan las alegaciones de las partes, los medios de prueba y, en todo caso, el objeto de la misma, y con ello naturalmente la cognición judicial. Resulta así la posibilidad de un proceso plenario posterior en el que las partes podrán, sin limitaciones, plantear el conflicto que las separa (lecciones 49° y 58°). Pues bien, a pesar de lo que disponen literalmente los artículos antes citados, la jurisprudencia viene entendiendo que en los procesos sumarios sí se produce cosa juzgada aunque limitada a lo que en ese proceso pudo discutirse, de modo que en el proceso plenario posterior sólo puede plantearse lo que legalmente no pudo debatirse en el sumario, incluso en el caso de que de hecho no se planteara. La orientación jurisprudencial dicha es manifiestamente errónea. En efecto, si el proceso sumario es un proceso con limitaciones, las mismas no se refieren sólo a lo que pueda alegarse, sino que afectan también a los medios de prueba (y así arts. 1.656 y 1.644), al acortamiento del plazo para probar (así art. 1.469) o al tipo de procedimiento por el que se tramita (y así arts. 1.61 1 y 1.612, y 1.656), con lo que si la resolución que se dicte produce cosa juzgada se está desconociendo el derecho de contradicción o el relativo a un proceso con todas las garantías (y así STC 64/1985, de 17 de mayo, y ATC 202/ 1989, de 17 de abril). 373 PREGUNTAS GUÍA: ¿Qué es la cosa juzgada? ¿Cuál es su fundamento? PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, LEONARDO "FIRMEZA DE LAS RESOLUCIONES. COSA JUZGADA Y OTROS EFECTOS DE LA SENTENCIA", EN: SISTEMA DEL DERECHO PROCESAL CIVIL, TECNOS, MADRID, 1989. NECESIDAD DE LA INVARIABILIDAD Y OBLIGATORIEDAD DE LAS RESOLUCIONES JUDICIALES La eficacia y utilidad de la función jurisdiccional del Estado y la seguridad del comercio jurídico de los ciudadanos exigen que los pronunciamientos de aquélla sean ya en determinado momento inalterables y obligatorios para las partes y vinculantes para los terceros. De un lado la ley atiende a esta necesidad mediante la institución de la cosa juzgada, o sea la cualidad que adquiere una resolución cuando está declarada no impugnable o, pudiendo impugnarse, la parte interesada no la impugna, y esta cualidad determina la obligatoriedad de la resolución para quienes hayan sido partes y la vinculación a ella de todos los terceros y autoridades de toda clase y especialmente jurisdiccionales, excepto, en algunos casos los Tribunales penales, por la naturaleza del proceso penal y por los objetos sobre los cuales se decide en él. Y de otro lado se satisface la misma necesidad concediendo fuerza general de obligar a las sentencias constitutivas, COSA JUZGADA EN SENTIDO FORMAL El carácter de inalterabilidad y no impugnabilidad que en determinado momento adquiere la resolución judicial es el efecto de cosa juzgada en sentido formal, y la resolución que se encuentra en tal caso recibe entonces el nombre de resolución firme o irrevocable. La cosa juzgada en sentido formal despliega su efecto dentro del 374 proceso mismo en cuanto al Juez que la ha dictado, en el sentido de vinculación, de manera que no puede alterarla, y en cuanto a las partes, porque ya no pueden impugnarla (preclusión definitiva de alegaciones e impugnaciones). Susceptibles de cosa juzgada en sentido formal son todas las resoluciones. Por tanto, también las ordinatorias, aunque ello a veces sea procesalmente antieconómico. El momento en que comienza la vinculación para el Juez es el de la firma de la resolución. La resolución es inimpugnable y firme para las partes o desde el principio, es decir, cuando no se concede contra ella ningún recurso ordinario ni extraordinario, o porque adquiere tal carácter con el transcurso de los plazos señalados para interponer, preparar o formalizar los recursos concedidos por la ley sin haberlos utilizado la parte. La cosa juzgada en sentido formal abre el camino para la ejecución, y es guía y norma para el órgano encargado de ella, pero no es requisito indispensable, porque la resolución apelada en un solo efecto o en casación puede ser provisionalmente ejecutada. e) El principio de la intangibilidad de la cosa juzgada en sentido formal se lleva hasta el último extremo en nuestro Derecho. Y por esto, aunque una variación de las circunstancias de hecho deducidas oportunamente en el proceso, es decir, teóricamente hasta la "citación para sentencia" (momento en que sobreviene la preclusión definitiva de alegaciones), aconsejara ir contra la cosa juzgada, en nuestro Derecho no es posible. Contra la cosa juzgada sólo cabe proceder, como sabemos, por la vía del llamado recurso de revisión. 180. COSA JUZGADA EN SENTIDO MATERIAL. CONCEPTO. TEORÍA MATERIAL Y TEORÍA PROCESAL DE LA COSA JUZGADA Pero no sólo interesa a la Sociedad que el proceso tenga alguna vez terminación irrevocable en el sentido de que el pronunciamiento final sea vinculante para el Juez que lo ha dictado e inimpugnable para las partes (cosa juzgada en sentido formal), sino también que tal pronunciamiento de la sentencia ya firme en favor del demandante 375 (estimatoria) o del demandado (desestimatoria) acerca de un derecho o relación jurídica tenga que ser aceptado por todo el mundo como acto de autoridad del Estado que concreta en ese caso el Derecho objetivo, y a esto se llama cosa juzgada material. Por tanto, la cosa juzgada en sentido material es el efecto que produce la sentencia firme (es decir, que ya es cosa juzgada formal) sobre el fondo. La cosa juzgada formal es un efecto que se manifiesta dentro del proceso; la cosa juzgada material de la sentencia es una eficacia que irradia hacia el exterior. Lo que la cosa juzgada en sentido material quiere significar es que veda teóricamente a las partes la incoación de un nuevo proceso sobre lo mismo y fundándose en los mismos hechos, que eran conocidos al tiempo en que pudieron alegarse, y a los jueces, entender de tal proceso. Al resto de las personas les obliga a reconocer que el pronunciamiento de la sentencia contiene el derecho que debe regir entre las partes, o sea, que todo el mundo ha de reconocerlo como cosa juzgada entre ellas. En el fondo, pues, la cosa juzgada en sentido material es la exclusión de la posibilidad de volver a tratar de la cuestión ya resuelta en firme (non bis in idem) o preclusión definitiva de nueva discusión. La dificultad surge al tratar de la justificación. ¿Se produce este efecto excluyente porque contiene la verdad, porque lo decidido por el Juez corresponde exactamente a la situación de hecho sobre la que ha juzgado? Si en el proceso se ve ante todo un juicio, obligado es admitir que el "fallo" (o "fallamos", parte dispositiva de la decisión) es la consecuencia ineludible de las premisas, y entonces se tiene que aspirar a que la cosa juzgada sea una verdad. Si, diversamente, se da a tal juicio el valor de medio para que el Juez realice un acto de voluntad, una labor que está más allá de la lógica, es decir, la función jurisdiccional, entonces esa llamada "santidad de la cosa juzgada" no existe o no está justificada por ser o poder ser la verdad, sino por una razón jurídica de necesidad y conveniencia: la seguridad de la vida social, que exige tener como expresión del Derecho objetivo lo que la parte dispositiva de la resolución pronuncia, y como la realización del mismo, la ejecución de ella. 376 La aceptación de un punto de vista o de otro es de gran importancia no sólo doctrinalmente, sino también por sus consecuencias prácticas. Como la posibilidad de error judicial existe, y, por tanto, la sentencia puede ser injusta (no corresponder a la verdadera situación material), según la teoría de la verdad, habría que construir de modo ficticio e innecesario la cosa juzgada corno una presunción de verdad, lo que es muy aventurado, porque existe contradicción entre dar algo como verdad, y por otro lado, limitar el ordenamiento procesal las facultades de investigación del Juez. Por otra parte, obliga a inclinarse por la teoría material o sustancial de la cosa juzgada, según la cual la sentencia crea en cada caso el derecho que ha de regir entre las partes, de manera que (según Rosenberg), si es justa, confirma la situación material (extraprocesal), proporcionándole un nuevo título de adquisición o de extinción, y si es injusta (no conforme a esa situación), constituye una nueva situación, es decir, crea el derecho que injustamente (erróneamente) niega. Saltan a primera vista los inconvenientes de esta concepción. Sobre todo es inaplicable a las sentencias de absolución de la instancia. Además, según ella, todas las sentencias serían constitutivas, y no habría limitaciones subjetivas de la cosa juzgada. En cambio, por el segundo punto de vista (de la necesidad y conveniencia) vendríamos a la teoría procesal de la cosa juzgada, con arreglo a la cual la cosa juzgada es una vinculación para todos los órganos jurisdiccionales civiles a quienes después pudiera llevarse el mismo asunto y para los particulares, que deberían respetar tal sentencia como la única situación reconocida por el Estado entre las partes, en cuanto a sus derechos privados; y vinculación asimismo para las partes del proceso, que han de aceptar el beneficio (para el vencedor) y el perjuicio (para el vencido) que de la cosa juzgada se deriva. La teoría procesal de la cosa juzgada explica ésta con una justificación del todo natural, a saber, como se dijo al principio, por una razón de conveniencia y utilidad social. La teoría procesal de la cosa juzgada se halla de acuerdo c) con el Derecho positivo, y únicamente exige la precisión acerca de cuándo y cómo se manifiestan los efectos de la misma. 377 En su formulación pura admite que por sí misma la cosa juzgada no puede impedir que un litigante incoe un nuevo proceso sobre el mismo objeto, por creer que existe causa para promoverlo, y ante esta eventualidad la teoría que nos ocupa sostiene que la eficacia de la cosa juzgada se manifestaría en todos los posibles procesos renovados, en el sentido de no poder recaer en ellos una resolución diferente (por ejemplo, si se volviese a promover un proceso con una demanda afectada de los mismos defectos que la anterior, determinante de la absolución en la instancia del demandado). Pero, además, y éste es el efecto característico de la cosa juzgada material con arreglo a la teoría que nos ocupa, debe evitar la posibilidad de otro nuevo proceso, con su grave consecuencia; la eventualidad de dos decisiones contradictorias. Este es el efecto negativo de la cosa juzgada material. Falta sólo determinar cómo se llega a impedir la nueva decisión. Según la concepción pública de la cosa juzgada, y que constituye una consecuencia obligada de lo anterior, el Juez está llamado por su oficio a impedirlo, o bien se puede dejar a la iniciativa de la parte, mediante la llamada excepción de cosa juzgada. Este es el criterio de nuestra Ley de Enjuiciamiento Civil, concorde con su respeto al principio dispositivo. 181. ÁMBITO OBJETIVO DE LA COSA JUZGADA EN SENTIDO MATERIAL. CASO DE CONCURRENCIA DE ACCIONES Y DE CONCURSO DE NORMAS A) La cosa juzgada sólo alcanza al objeto propuesto por el actor en su demanda y por el demandado en la reconvención. Y así tenemos que si la demanda ha versado sobre intereses, la cosa juzgada no se opondría a la reclamación del capital ni a otra acción complementaria de perjuicios si antes sólo se pidieron los daños; o al aumento del precio si antes se reclamó uno inferior; ni a la petición de alimentos por nuevo período de tiempo. Y la misma solución se habría de adoptar en el caso de que la sentencia haya resuelto sobre una relación jurídica a la que la ley concede varias acciones. Si se ha decidido únicamente sobre la primera (es decir, desde un punto de vista jurídico), la cosa juzgada no se U-70 opondría al ejercicio de la otra acción. Es el caso llamado de concurrencia de acciones (por ejemplo, primeramente se ejerce la acción redhibitoria, y después, la quanti minoris, o primeramente la acción de mandato y después la de cobro de lo indebido, etc. La concurrencia de acciones no se debe confundir con la concurrencia de normas, que es simplemente la circunstancia de que unos mismos hechos puedan ser subsumibles bajo diversas normas (por ejemplo, bajo el artículo 1.101 -responsabilidad contractual- o el 1.902 -responsabilidad Aquiliana-). Aquí la cosa juzgada se opondría a una nueva demanda que se basara en la otra norma, pues en realidad los hechos y la causa son los mismos. Consecuentemente con lo anterior, la cosa juzgada se limita a la parte dispositiva de la resolución. B) Quedan, pues, excluidos los elementos antecedentes de] "fallo"; es decir, la parte lógica o motivación de la sentencia, especialmente los hechos. Por ejemplo, si el "fallo" desestima la demanda redhibitoria, con efectos de cosa juzgada, sólo dice que el derecho del artículo 1.496 del Código Civil no corresponde al demandante, pero no afirma con tal carácter de cosa juzgada que el objeto de la compraventa esté limpio de defectos o vicios, etc. Tampoco alcanza la cosa juzgada a las relaciones jurídicas antecedentes del "fallo" ni a las consecuencias que del mismo puedan resultar. Así, la negación de intereses moratorios no significa que el "fallo" declare con tal carácter de cosa juzgada la inexistencia del préstamo mutuo. El reconocimiento de una parte de una pretensión no supone el de la restante. Para extender la cosa juzgada en estos casos sería precisa la reconvención por parte del demandado o la acumulación de la otra acción antes de la contestación o una demanda nueva, por parte del demandante, acumulable con posterioridad al proceso anterior. c) Tampoco las excepciones materiales y las defensas del 379 demandado son comprendidas en la cosa juzgada si no se les hace objeto de reconvención. Tan sólo esta regla no rige para la excepción de compensación. Pero en nuestro sistema procesal no es necesario hacerle una excepción, porque el crédito compensable se ejercita en reconvención, por vía de reconvención, aunque ello sea dogmáticamente un error. "-Rn