hábitat y arquitectura

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H Á B I TAT Y A RQUITECT URA
esde su llegada a lo que hoy es Colombia,
la gente africana humanizó los entornos
naturales en donde vivió. El proceso de
adaptación a los bosques tropicales colombianos
dio como resultado que amplias franjas de
manglares del Caribe y del Pacífico, fueran
transformadas en un paisaje de asentamientos
humanos que siguen el curso de ríos, caños,
ciénagas, ensenadas y esteros. Este hábitat
sinuoso y disperso de las áreas rurales selváticas
se combina con ciudades populosas de los
litorales cuya densidad de población es en su
mayoría afrocolombiana. Cartagena de Indias,
Buenaventura, Tumaco, Turbo, Barranquilla son
apenas algunos ejemplos. Sin embargo, tanto en
los poblados de la selva como en los barrios
urbanos, la gente afrocolombiana recrea tipos de
vivienda y sistemas de organización del espacio
privado y público, semejantes. Esta permanencia
de estrategias de apropiación y transformación de
los espacios de vida atiende a las exigencias de la
familia extensa y se apoya en las redes de
solidaridad que aseguran la sobreviviencia de
•
206
•
cada uno de los miembros de las parentelas. Por
otra parte, el triunfo de la creatividad y de la
capacidad de adaptación de estos pueblos
deslumbra en su arquitectura y en la delicada
ornamentación que la acompaña.
La arquitectura es una de las más preciadas
expresiones de la cultura y de la historia de una
comunidad. Es una referencia espacial de la
memoria. Es por ello que el paisaje urbano y
rural, sus parques, plazas, casas, calles encierran
códigos muy especiales de la identidad cultural de
los afrocolombianos. Su estudio también permite
comprender que a lo largo de la costa pacífica o
caribeña existen subregiones culturales cuyas
diferencias también se escenifican en la forma de
los poblados y en su arquitectura.
Cuando de llevar a cabo una obra se trata, la
gente afrocolombiana conforma equipos
comunales que, además de las faenas de la
construcción, comparten alegría, comida y licor.
Diferentes acciones y obras se logran en virtud de
las relaciones laborales y sociales basadas en la
solidaridad y el trabajo en común. La
>
Una familia de San Antero
(Córdoba)
foto F. Caicedo, El Espectador,
Bogotá, 13 de diciembre de 1987
Casas a orillas del río Sinú,
Lorica (Córdoba)
foto El Espectador, Bogotá,
noviembre de 1987
Corregimiento de
La Gloria en
Carolina (Cesar)
foto Jairo Higuera, El
Espectador, Bogotá, 5
de mayo de 1987
•
207
•
construcción de viviendas, de casas comunales y
el arreglo de caminos se cuentan entre ellas.
En las aldeas típicas de pobladores
afrocolombianos, las actividades domésticas se
realizan en los espacios colectivos: la calle, las
zonas comunales y el solar. En estos espacios
apilan el arroz y el maíz, secan la ropa y el
pescado. El río ha sido el lugar tradicional de
encuentro de las mujeres lavando la ropa y la loza,
oficios animados por largas y animadas
conversaciones. No obstante estas semejanzas
respecto a la vivencia del espacio, el hábitat y la
arquitectura afrocolombianos son tan diversos
como las regiones en las cuales se han
desarrollado sus culturas. Así por ejemplo en el
Archipiélago de San Andrés y Providencia las
viviendas guardan claras similitudes con la
arquitectura de las grandes Antillas anglófonas.
Por su parte, en el Pacífico sur colombiano, la
vivienda sobre palafitos asegura el hogar de las
inclemencias de las grandes mareas.
•
208
•
EL LITORAL CARIBE
Los sistemas rurales y urbanos del Caribe se
han moldeado al ritmo de las crecientes y sequías
en los valles fluviales y de los flujos y reflujos del
mar. Las aldeas más antiguas y las ciudades más
modernas se transforman atentas a las
interacciones entre los ecosistemas marinos y
fluviales. En el Archipiélago de San Andrés y
Providencia, la fragilidad coralina, los tornados y
la insularidad también tienen que ver con sus
propios paisajes.
La vivienda afrocolombiana rural caribeña se
realiza en madera con techos de palma. Estas
casas tienen solares en donde se halla la cocina y
están rodeadas de empalizadas. Esta misma
estructura se conserva en las ciudades aun
cuando la madera y la palma sea reemplazadas
por ladrillos y tejas de zinc. Se sabe que a
principios de siglo XX en Necoclí (Córdoba) las
viviendas eran sencillas construcciones de palma
amarga. El techo y la armazón eran en caña de
flecha armada con bejucos. Las paredes se
cubrían con caña de flecha y una mezcla de arena
y estiércol de vaca. A partir de 1955 estos
materiales fueron reemplazados por los ladrillos y
cementos que llegaban de Cartagena, la piedra
que provenía de Tortuguilla y Puerto Escondido y
la gravilla procedente del poblado de Zapata.
Pero además de la relación entre naturaleza,
hábitat y arquitectura, factores económicos y
políticos han incidido en la configuración de los
espacios de vida de la gente afrocaribeña.
El caso de la región caribeña del Urabá es
bastante útil para comprender los impactos de las
políticas económicas en la transformación de los
paisajes. A principios del siglo XX, esta región
recibió oleadas masivas de inmigrantes que
precedían del departamento de Bolívar. Al mismo
Barú (Bolívar)
foto El Espectador,
Bogotá, 21 de agosto de
1996
San Benito de Abad (Sucre)
foto El Espectador, Bogotá, agosto de 1992
Ferry en el río Sinú, Montería
(Córdoba)
foto Humberto Pinto, El Espectador, Bogotá,
23 de octubre de 1996
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tiempo llegaban personas de los ríos del Chocó
para instalarse en las zonas fronterizas con
Panamá. Había comenzado la construcción del
canal. Años más tarde hicieron su aparición los
primeros enclaves económicos con capital
extranjero. Se trataba de la agroindustria del
banano, y de la caña de azúcar. Ésta última se
procesaba en el ingenio de Sautatá (Chocó).
Estas actividades económicas incentivaron flujos
de población chocoana hacia la región y fueron
surgiendo nuevos asentamientos en la toda la
zona del golfo. A lo largo de todo el siglo XX,
procesos de migración laboral de las
comunidades afrocolombianas comparables al
anterior han dejado huellas en la arquitectura de
los lugares en donde habitan de manera
permanente o temporal. El color y la
ornamentación de sus viviendas decoran la zona
bananera, los pueblos costeros de pescadores, la
región algodonera y las grandes ciudades del
Caribe colombiano. Estos atributos hacen parte
constitutiva de su estética.
Y ésta no sería como es si no fuera por la
omnipresencia del mar Caribe y sus diálogos con
ríos caudalosos e islas coralinas. Estas antiguas
relaciones del agua salada con el agua dulce han
forjado manejos ambientales, espaciales y
•
209
•
estéticos propios de culturas cuya identidad se
define respecto al mar. Los hábitats y
arquitecturas caribeños se ordenan en función de
distancias que no se desenvuelven en tierra firme
sino en el tiempo propio de la navegación. Este
hecho particular hace que el poblamiento y las
tipologías de asentamientos caribeños estén casi
siempre definidos respecto al agua, a su cercanía
o distanciamiento respecto al sitio de habitación.
El río Magdalena y el Canal del Dique son dos
grandes protagonistas de la región. Desde finales
del siglo XVII, el Canal del Dique representó una
nueva vía para unir el mar Caribe con la tierra
firme. La vía natural hasta entonces había sido la
desembocadura del río Magadalena en las Bocas
de Ceniza, que lamentablemente quedaban muy
alejadas de Cartagena de Indias, principal puerto
comercial del territorio de la Nueva Granada y del
imperio español. Estas vías fluvial la una, natural
la otra, fruto de la ingeniería española colonial,
representan salidas directas desde la tierra
adentro hacia el mar Caribe, que conecta a la
región y al país con el mundo exterior.
A nivel regional, existen numerosas redes de
intercambios de mercancías, productos agrícolas,
animales y personas que se transportan entre los
poblados fluviales ribereños. O entre éstos y las
poblaciones costeras que se hallan al borde del
mar. En ambos, el pescado, el arroz y el plátano se
comparten por igual. Las culturas que se han
desarrollado en estas regiones han sido llamadas
anfibias porque la vida cotidiana de sus
habitantes es un eterno vaivén entre el agua y la
tierra. Las crecidas de los ríos Magdalena, Cauca,
Sinú y San Jorge inundan las tierras sabaneras
alejadas de los litorales.
Este hecho natural ha obligado a los
moradores de las riberas a crear sistemas
adecuados que les permitan salvaguardar sus
vidas y patrimonios cuando el agua desborda sus
límites. Las casas son construidas de tal modo
que en su interior se pueda colocar una especie
de balsa en el momento en que suben las aguas.
En la balsa se colocan los enseres personales y las
personas donde estarán a salvo hasta que los
niveles del agua desciendan.
Por su parte, la gente de las costas ha
aprendido a protegerse de los vientos fuertes o de
los tornados que se atacan pueblos y ciudades
procedentes de alta mar. La solidez de sus sitios
de habitación debe garantizar esta salvaguarda.
Tipos de
asentamientos
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210
•
Los asentamientos lineales costeros son
pueblos antiguos dispuestos de forma lineal a las
playas. En caso de estar situados en pequeñas
bahías adquieren un carácter semicircular
arropando así la pequeña ensenada que abriga el
poblado. La playa y pequeñas plazoletas
componen el espacio público que es tanto de uso
familiar como colectivo. En algunos pueblos
existe una pequeña capilla situada al final de la
plazoleta. Los asentamientos mixtos son poblados
construidos en la confluencia de ríos o quebradas
y el mar. Fluviales y costeros, comparten la
cercanía al agua dulce y al agua salada. Los
estudiosos de este tipo de hábitat afirman que
estos asentamientos surgieron como poblados
fluviales situados casi siempre en las
desembocaduras de ríos o quebradas. Y sólo poco
a poco se expandieron hasta alcanzar la
proximidad de la costa. La forma como esta
distribuido el espacio en estos poblados deja ver
la combinación de herencias españolas que se
expresan en el damero rectangular con manejos
de espacios privados de claro acento africano.
Muchos pueblos afrocaribeños están organizados
siguiendo la cuadrícula española compuesta por
las cuadras y las manzanas, en cuyo centro se
halla una gran plaza, lugar de la alcaldía y la
iglesia. Pueblos antiguos fundados desde el siglo
XVII, como Barú, Santa Ana, Tolú, y otros como
Puerto Escondido, San Bernardo del Viento, o los
de gran tradición de pesca como Taganga
presentan esta disposición del espacio público.
Sin embargo, al entrar en la intimidad de una
residencia el espacio se transforma. Los ámbitos
de la vida familiar y social giran alrededor de la
cocina situada en el solar de la casa. En las casas
de la gente afrocaribeña en Colombia, la cocina
es una edificación aparte del resto de la vivienda.
Casi siempre se trata de una sólida enramada,
con techo de palma sostenido por troncos de
madera. Es el lugar de reunión por excelencia y
centro de transmisión de valores e informaciones
básicas sobre la identidad. Al igual que en el
África occidental, los solares en donde se hallan
las cocinas son lugares de sombra gracias a sus
árboles. En los días calurosos del trópico, el solar
representa un refugio de frescura y de encuentro.
La presencia del árbol en los espacios privados de
las familias afrocolombianas es de gran
significación puesto que para sus ancestros
africanos, el árbol es símbolo de la memoria
familiar. Debajo de grandes ceibas, manzanillos u
otras especies, las mujeres y los ancianos
afrocolombianos han trasmitido a sus hijos todo
cuanto saben sobre el mundo y sobre el más allá.
El Caribe no sólo es un espacio de
confluencias entre los ríos y el mar. Allí también
han convergido personas de muy diversos
orígenes. La presencia de grandes zonas de
interacción entre gente de origen africano e
indígena es una de sus características más
importantes. Córdoba, Sucre, César, La Guajira
son departamentos cuya población es en gran
parte afro-indígena. Ganaderos y agriculturos,
pescadores de agua dulce, la gente sabanera tiene
una larga tradición arquitectónica que combina el
conocimientos ancestrales indígenas y africanos.
Lamentablemente no existen estudios
sistemáticos sobre estas tradiciones. Es evidente
que sus contactos remontan a los tiempos de la
Conquista. También es claro que las tradiciones
culturales afro-indígenas poseen rasgos que las
diferencian de los pueblos de ascendencia
africana que se tuvieron mayores contactos con
los europeos o entre ellos, como es caso de
ciudades como Cartagena de Indias o numerosos
pueblos de ganaderos, agricultores y pescadores
afrocolombianos de la región.
Existe otro tipo de asentamiento costero que a
diferencia del anterior se caracteriza por haber
surgido a orillas del mar de donde sus habitantes
obtienen los recursos necesarios para vivir. La
vida cotidiana de estos pueblos costeros
transcurre en la playa, espacio público por
excelencia. Debido a los movimientos de
población de las áreas rurales sabaneras hacia las
costas, estos pueblos han crecido y sus
estructuras urbanas originales se han ido
transformando. Por eso se habla de ellos como
asentamientos costeros complejos. Una de las
mayores transformaciones de estos poblados
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Dos aspectos de San Basilio de
Palenque (Bolívar)
< foto Freddy Elles, El Espectador, Bogotá, 3
de marzo de 1995
consiste en la introducción de edificaciones
institucionales como colegios, canchas,
hospitales, alcaldías. Lamentablemente en
muchos casos no se respeta la arquitectura
tradicional.
El Palenque
de San Basilio
El Palenque de San Basilio es un poblado
fundado por cimarrones quienes al mando de
Domingo Biohó huyeron al monte para recuperar
su libertad. Estos hechos sucedieron en el siglo
XVII, en lo que hoy es el municipio de Mahates
(Bolívar). Los rebeldes se ubicaron en los
pequeños valles de los Montes de María. Su
elección estuvo relacionada con las abundantes
lluvias que bañan la región nutriendo los caudales
de los arroyos que proveían y aún proveen de agua
a sus habitantes. El arroyo Caballito es un lugar
de gran importancia para la cultura palenquera.
Allí han encontrado la manera de satisfacer sus
necesidades como el baño y el lavado de la ropa.
Pero el agua que se utiliza para el hogar y la
alimentación no se toma directamente de la
corriente. En los playones del arroyo, las mujeres
•
211
•
cavan pocitos llamados cacimbas. Gracias a la
filtración se llenan de agua más cristalina que las
mujeres transportan en unos cilindros de latón.
Las casas del Palenque se construyen hoy con
palma amarga, lata y bejuco malibú. Antes de la
Guerra de los Mil Días (1899-1902), las manzanas
del lugar contaban con un mayor número de
casas. Pero el paso de tropas del general
Jaramillo incendió todo el poblado en represalia
por la ayuda que sus moradores le habían
prestado al general Robles, jefe de un batallón
hostil al gobierno. Ese mismo día incendiaron a
Plan Parejo, situado en la mitad del camino que
conduce de Palenque a Malagana, donde existían
alrededor de unas sesenta casas de pobladores
afrocolombianos.
A raíz del título mundial de boxeo obtenido
por Pambelé en 1974, el gobierno instaló el
servicio de energía eléctrica en la población y en
1978 se inauguró el servicio de acueducto cuyo
funcionamiento esporádico no ha cambiado las
costumbres de ir al arroyo para lavar la ropa y
conversar. La construcción del coliseo de boxeo
fue otra de las obras que dejó el campeón
mundial en San Basilio.
En 1979 el poblado tenía siete calles, dos de
las cuales salen de una inmensa plaza, en cuyo
centro se levanta una iglesia de zinc. El
cementerio se encuentra en la entrada de la
población. Para esa fecha existían 308 viviendas
construidas en bahareque.
La casa típica palenquera es de planta
rectangular con techo a cuatro vertientes. Todo el
material utilizado en la construcción lo
suministra el entorno. El techo es de palma
amarga y las paredes de lata, las cuales se colocan
verticalmente, bien acopladas y sujetas con
bejuco malibú a varas gruesas y dispuestas de
manera horizontal. En términos generales
recubren las paredes interiores y exteriores con
una mezcla de estiércol con arena.
Es costumbre en el lugar que la construcción
de las vivienda esté bajo la dirección de un
maestro de obras y lo usual es que tal labor se
lleve a cabo en forma comunal.
EL ARCHIPIÉLAGO DE SAN
ANDRÉS, PROVIDENCIA Y
SANTA CATALINA
En tiempos de los asaltos de los piratas a la
isla, los africanos fugados de las plantaciones se
ubicaron en las partes altas del lugar. Vivieron en
casas que armaron con bejucos, ramas, hojas de
palma de coco y mangle y madera.
Puente de madera entre Providencia y Santa Catalina
foto El Espectador, Bogotá, 20 de junio de 1991
•
212
•
Las viviendas típicas del archipiélago
corresponden a un estilo de marcado acento afroanglo-caribeño. Estas construcciones se hacen en
madera de pino machihembrado la cual es
importada de Nicaragua o del sur de los Estados
Unidos. Su montaje se hacía mediante trabajo
compartido entre familiares y vecinos. Más de la
mitad de las casas estaban pintadas de blanco,
predominando los acabados en colores vivos, que
imprimen un toque pintoresco al paisaje. La
ornamentación es refinada y sus adornos llaman
la atención por la delicada combinación de sus
colores. Las casas se edifican casi siempre sobre
pilotes o troncos de árboles, en soportes de
concreto o en bloques de piedra basáltica como
en Providencia. Levantar la casa permite aislarla
de la humedad. Estos pilotes las levantan del
suelo de 0.60 a 1.2 metros. Se encuentran
ubicadas entre las palmas de coco, a la vera de los
caminos o en la orilla del mar. Los jardines y
antejardines, en ocasiones encerrados con cercas
vivas, están sembrados con flores ornamentales
del trópico. También tienen árboles de mango o
de naranjo que crecen silvestre. El balcón es el
sitio de descanso, hecho para disfrutar de la brisa
y de la sombra, ver pasar el día desde las hamacas
y reunirse con los vecinos, son estas algunas de
las razones por las cuales se continúa con la
tradición de construir el balcón, que se ubica en
la parte anterior o alrededor de las viviendas. Las
residencias tradicionales han ido desapareciendo
con la migración de gente del continente que
llega atraída por el comercio del puerto libre.
La casa afrocaribeña
de las islas
El equilibrio entre la arquitectura y la
naturaleza resulta de la unión perfecta entre los
colores de la vegetación y los tonos vivos de las
fachadas. La vivienda típica afro-caribeña de San
Andrés y Providencia responde a las exigencias de
un clima húmedo y de altas temperaturas, que
decolora las fachadas y que hace necesario
pintarlas a menudo. Además, su solidez le
permite salir bien librada de la acción de
tormentas, brisas y fuertes lluvias tropicales.
El estilo de casa más popular es de planta
rectangular, de madera machihembrada que se
coloca de manera horizontal en las paredes. El
espacio interior se divide en tres o cuatro
compartimientos. Posee una puerta de entrada en
el centro, con frente a la calle y grandes
ventanas.. El eje de la cerca del techo va paralelo
a la calle, de tal manera que las culatas quedan
hacia los lados. Los techos de paja de otro tiempo,
han sido reemplazados por tejas de zinc o eternit
corrugadas y también por tejas de madera. Los
canales que recogen las aguas lluvias del techo,
descargan directo en cisternas, en su mayoría de
concreto, pues también las hay de madera como
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Panorámica de la isla
de San Andrés
foto Elizabeth Jiménez, El
Espectador, Bogotá, 26 de
febrero del 2001
Casa isleña
(Providencia)
foto El Espectador, Bogotá,
20 de junio de 1991
•
213
•
barriles gigantes, localizadas en la mayoría de los
patios frente a las culatas de las casas.
La adopción del concreto y bloques de
cemento como materiales de construcción
amenaza con desaparecer el llamativo estilo
arquitectónico tradicional de las Islas. En estos
materiales ya se han construido, numerosas casas
para la atención de servicios públicos como
escuelas, el hospital, el Instituto de Seguros
Sociales y numerosas edificaciones para hoteles,
teatros y almacenes de todo género.
La isla de San Andrés se encuentra bordeada
por una carretera, llamada de circunvalación, que
la recorre en medio de una arboleda de cocos.
Hacia el norte se encuentra el aeropuerto, en la
misma vía se encuentran los restaurantes típicos
y la fábrica de grasas. Bordeando la costa oriental
se llega a San Luis y después al Apostadero Naval.
Una casa en el
archipiélago
foto Archivo Sena, San Andrés
Iglesia en la
Bahía de San
Andrés
foto tomada de
San Andrés,
Providencia,
misión
cumplida,
Manuel Castellar
Benlloch, Bogotá,
Editorial Andes,
1976
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Panorámica de Condoto
(Chocó), 1991
Mercado en la playa del río
Atrato, Quibdó (Chocó), 1991
EL LITORAL PACÍFICO
El poblamiento del Pacífico colombiano se
realizó en múltiples oleadas que pueden
catalogarse en dos grandes ciclos. El primero es el
llevado a cabo por las culturas amerindias las
cuales desde el siglo XVI comenzaron a decaer
bajo el impacto de las operaciones militares
españolas. El segundo, ciclo calificado como
afroamericano, se inicia en el siglo XVII cuando
los españoles dominan a los pueblos indígenas
quienes les hicieron la guerra por más de un siglo
para defender sus territorios. Vencidos son
ubicados en las cabeceras los ríos principales y de
sus afluentes, mientras que en las orillas de los
ríos principales, los españoles levantan
campamentos mineros con trabajadores africanos
y sus descendientes. A partir del siglo XVIII, las
familias esclavizadas comienzan a comprar sus
cartas de libertad y sus amplias parentelas
empiezan a migrar en busca de nuevas tierras en
donde instalarse lejos de sus antiguos amos. Esta
expansión territorial de los afrocolombianos de
entonces los llevó a instalarse en regiones como
el Alto Baudó en abandonaron sus prácticas
mineras por la agricultura, la recolección de
moluscos y la cacería. El siglo XVIII representa un
periodo de gran expansión demográfica y
territorial de las poblaciones afrocolomabianas en
todo el litoral. Durante el siglo XIX, las leyes de
abolición propiciaron nuevas migraciones de
libertos en toda la región. Con el inicio de la
colonización agraria y de la minería
independiente impulsada por cimarrones y luego
por libertos y manumisos, el poblamiento alcanzó
su pleno desarrollo a comienzos del siglo XX, todo
ello gracias a diversas estrategias adaptativas que
idearon sus moradores a lo largo del litoral.
Desde el siglo XVIII, cimarrones, libertos y
manumisos se lanzaron a la conquista pacífica de
las selvas. Fundaron numerosas estancias
ribereñas para el cultivo de maíz, caña, coco,
arroz, yuca y plátano. Poco a poco se agruparon
en pequeños focos residenciales a lo largo de los
ríos, creando así un hábitat longitudinal y de
vecindad que le da fisonomía al actual sistema
aldeano. La concentración en pequeños
asentamientos es la característica predominante
del poblamiento moderno del Pacífico, Chocó y
las costas del Valle del Cauca, Cauca y Nariño. La
malla urbana está estructurada a partir de un
conjunto de centros menores con rasgos de aldea
y miles de caseríos vinculados a las áreas
productivas, adscritos a cabeceras rurales que
están entre 2000 y 3000 habitantes.
La gente del Pacífico, está sometida a la
acción permanente de las fuerzas de la
naturaleza: maremotos y lluvias torrenciales que
desencadenan incendios y aislamiento de las vías.
Caseríos situados en áreas de mucha
vulnerabilidad, viven una amenaza permanente
•
215
•
Panorámica de Puerto
Saija (Cauca), 1991
Viviendas palafíticas desde
el mar, Buenaventura
(Valle del Cauca), 1991
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Plan de la
iglesia que se
requiere en el
pueblo de
Quibdó
1783, tinta sobre
papel, Bogotá,
Archivo General de
la Nación,
mapoteca 4, ref.
585A
Catedral de
Quibdó (Chocó),
1991
por la eliminación de los manglares de sus bordes
que cumplían funciones protectoras y de
alimentación básica. Los desastres naturales
generan migraciones de poblaciones enteras que
se reconforman alrededor de nuevas
circunstancias generalmente urbanas. El
abandono de sus pueblos y tierras también llega
por el declive o la quiebra de empresas
nacionales o extranjeras explotadoras de los
recursos naturales. Cuando se cesa la producción
extractiva la gente empobrecida va a buscar
nuevas posibilidades en otros lugares. Tal es el
caso de Barbacoas y Lloró con sus casas de balcón
y su rica arquitectura de madera símbolos de una
pasado de riqueza minera hoy en ruinas. Esta
misma situación vivieron los complejos mineros
de Andagoya y Condoto. Sus calles y sus casas, hoy
sólo son huellas de una prosperidad fugaz basada
en los ciclos de bonanza y crisis de las economías
extractivas.
Las políticas económicas y los ciclos de
producción extractiva hacen que la tipología
espacial de los asentamientos afrocolombianos
del Pacífico cambien de manera constante,
sufriendo en ocasiones serias rupturas que llevan
a desaparecer los modelos urbanísticos
autóctonos tradicionales. No obstante, sus
tradiciones culturales de raíces africanas, han
consolidado estos pueblos gracias a los
sentimientos de identidad y de pertenencia
territorial de sus habitantes.
Los asentamientos
fluviales
Los asentamientos fluviales son
característicos del poblamiento afro del Pacífico.
La mayoría de estos pueblos se originaron como
resultado del ordenamiento territorial impuesto
por la economía minera colonial. A lo largo de la
Colonia y durante toda la República las tasas de
natalidad de estos pueblos permitieron que
llegarán a ser hoy la población predominante a lo
largo de ríos y quebradas. El pacífico colombiano
es una región irrigada por ríos que configuran
extensos deltas y una trama de circuitos acuáticos
por donde es posible navegar y desarrollar
múltiples actividades de intercambio social y
comercial. Este paisaje permite rememorar las
costas occidentales africanas, de manera
especial, las costas del golfo de Guinea de donde
llegaron Ararás, Carabalíes y Minas a trabajar en
las minas del pacífico colombiano. Es muy posible
que sus memoria botánicas y zoológicas del
mismo modo que los manejos de ecosistemas
fluviales y marítimos les hubiera permitido
reconstruir la cultura del agua de la cual eran
portadores. De ahí que sus poblados se presenten
al observador como una sinuosa trama lineal
paralela a los ríos.
Esta dinámica de poblamiento afrocolombiano
•
217
•
Iglesia de Tadó
(Chocó), 1991
se conoce como sistema aldeano fluvial. Además,
de su linealidad respecto al río, se caracteriza por
el manejo de espacios colectivos que representan
el 75% del área ocupada por las aldeas. Las
viviendas son separadas entre sí. La cercanía al
agua de río o quebradas o al agua del mar, las
viviendas están siempre expuestas a las
inundaciones. De ahí que la vivienda sea
palafítica, es decir, alzada en pilotes a alturas que
pueden variar de 0.60 a 3.5 metros. Las casas
elevadas están comunicadas por medio de
puentes de madera. En la calle principal contigua
al puerto sobre el río, se desarrollan las
actividades cotidianas de la comunidad: el
mercado, el lavado de ropa, los servicios
sanitarios flotantes y el servicio de transporte. En
estos poblados el río es el sitio de referencia y la
vía de comunicación natural de los habitantes del
lugar.
Muchos de los poblados fluviales asentados
sobre los ríos Atrato, San Juan, Baudó, Telembí o
Güelmambi tienen viviendas palafíticas para
protegerse de la humedad, de los bichos y de las
permanentes inundaciones. Las casas se
comunican mediante una red de puentes que
unen las terrazas. Estos puente son una
prolongación de las áreas comunes de las
viviendas. En ellos se realizan actividades
familiares y sociales. Riosucio (Chocó), presenta
un tipo más elaborado de asentamiento fluvial. Su
desarrollo urbanístico lo ha convertido en centro
regional. Su crecimiento se hizo por calles
paralelas a la principal sobre el río hasta llegar a
la parte posterior del poblado en donde se hallan
las ciénagas.
El caso de los asentamientos fluviales
modernos es bastante común en todo el litoral.
En general la vivienda de estas pequeñas
ciudades en la selva corresponde al ancho de la
manzana que conforman las viviendas
apareándose o dejando una especie de zaguán. Es
decir que las manzanas sólo se encuentran
separadas por pequeños callejones.
Los edificios institucionales de arquitectura
similar a las de las viviendas, sólo se diferencian
en el tamaño y son casi siempre construcciones
de dos niveles. En el Bajo Baudó también se
configuran los caseríos alineados a lo largo de las
orillas de los ríos. Lo que es una constante en el
Pacífico Colombiano.
El espacio público:
lugar del encuentro
•
218
•
La noción y el manejo del espacio público en
los poblados del Pacífico es muy intensa por pues
representa una extensión del espacio privado
familiar. Esta apropiación social del espacio
público marca de manera notable las relaciones
que los articulares hacen de ese espacio. Algunos
rasgos característicos de esta socialización del
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espacio público se refleja en la carencia de
linderos, y en la ausencia de una separación clara
o determinante entre unas áreas y otras.
El solar de la casa se constituye en el primer
nivel del espacio social caracterizado por ser el
centro de actividades de la vivienda, donde se
concentran sus moradores para el desarrollo de
varios oficios. Este ámbito privado e íntimo en la
cual se desenvuelve la vida cotidiana de la gente
afrocolombiana del Pacífico, se extiende hacia los
espacios catalogados como exteriores: la terraza, la
acerca y el corredor se llenan de sillas al atardecer
para ver pasar a los conocidos, jugar a las cartas y
comentar los sucesos más importantes del lugar. Al
igual que en los solares, las casas tienen árboles de
sombra sembrados para dar sombra.
De esta forma, el núcleo de habitación de la
vivienda afrocolombiana es relegado a un plano
funcional destinados sólo para las actividades
diarias como dormir y asearse. La cocina en el
solar y la terraza delantera o corredor son los
espacios en donde se desarrolla la vida en
sociedad.
En el caso del Chocó existe una variante de
estos espacios sociales que se conoce como la
paliadera. Se trata de una terraza elevada situada
en la parte posterior de la casa, donde se realizan
las actividades relacionadas con el agua y que
antes tenían lugar en el río. Ese mismo lugar
cumple la función de huerta casera. allí se
encuentran sembradas las plantas y hierbas
medicinales. También se extiende la ropa y se
desarrollan algunas actividades de socialización.
En dichos espacios se da continuidad a las
actividades que se desarrollan en el río como el
baño y el lavado de las ropas. Las paliaderas son
espacios que se hayan en la frontera entre lo
público y lo privado, dando así un toque particular
a la vida en las aldeas del Pacífico colombiano.
El hábitat de esta región se articula sobre un
vecindario residencial multifamiliar, embrión de
un pueblo. Su subsistencia depende del cultivo en
huertos caseros conocidos como azoteas situados
alrededor de la vivienda. También cultivan sus
colinos familiares. Allí siembran plátano, el
principal alimento, cocotero, papachina, caña de
azúcar, yuca ñame y frutales. Complementan su
alimentación con lo obtenido durante las
actividades de pesca, caza y recolección de frutos
del bosque. Esta relación con el entorno describe
un orden que va de los espacios domésticos a los
de la vida silvestre.
Casa en madera de dos
pisos
Puerto Merizalde (Valle
del Cauca), 1991
Los caseríos en hilera continua ó discontinua,
con solares y huertas serpentean los ríos y las
costas del Pacífico colombiano. El desarrollo del
comercio y las actividades administrativas se
diversifican y se empieza a dar la división social
del trabajo, favoreciendo la conformación de un
centro comarcal que tal vez sea elevado a la
categoría de nuevo municipio.
Vivienda, tecnología y
medio ambiente
Las construcciones del Pacífico actuales
manifiestan aportes de otros pobladores de la
región. Se distinguen, los tambos de la gente
embera, la casa campesina anfibia ubicada en las
márgenes del Atrato y el San Juan, la vivienda de
tenderos antioqueños radicados en las cabeceras
municipales, las casas vacacionales de la gente
del centro del país y la casa campamento
originada con la presencia de empresas como la
Chocó-Pacífico y la United Fruit Company. En
estas construcciones tanto como en las llevadas a
cabo por la gente afrocolombiana de la selva. se
reconocen básicamente tres tipos de materiales
de construcción: Los primeros, son catalogados
como autóctonos, es decir, los materiales que se
aprovechan luego del desmonte o que son
extraídos del entorno inmediato. Se emplean
mayor transformación o en algunos casos se
utilizan con una adecuación realizada en función
de la obra. Así la madera se combina con hojas y
esterillas de palma, bambú o chonta, horquetas,
palos redondos, cintas y varetas de cañabrava,
guadua y latas de la misma.
•
219
•
Los materiales llamados tradicionales son
aquellos obtenidos en la selva. A diferencia de los
llamados autóctonos, los tradicionales son pulidos
y transformados de manera en talleres familiares
artesanales. Las maderas son labradas con hacha.
Son de uso tradicional en la región las maderas
rollizas bien cortadas y con recubrimientos de
esterilla de barro. Entre las maderas más usadas
se encuentran el guayacán, huino, abarco, cedro,
alisal, aporrejado, aceite, corcho y también se
utiliza la madera de mangle para la construcción
de viviendas que levantan sobre pilotes.
Los otros materiales se conocen como
industriales o modernos. Entre ellos se destacan
el cemento, las tejas de asbesto y las láminas de
zinc. Entre 1910-1915 las compañías extrajeras de
minería como la Chocó-Pacífico difundieron su
uso en la zona del Atrato. A partir de 1971, en este
modelo se prolonga la cocina con la paliadera
donde está instalada la llave del acueducto
domiciliario recién inaugurado, y se cambia
paulatinamente el techo pajizo por la cubierta en
tejas asfálticas corrugadas o en asbesto-cemento
de eternit.
Sistemas utilizados en
la construcción
•
220
•
En esta región los carpinteros quienes en
muchos casos se desempeñan como maestros de
obra emplean maderas finas. Utilizan dos
sistemas estructurales: el de estructura apoyada
en el piso y el de estructura independiente del
piso. De aquí parten para resolver las distintas
situaciones que les plantea el oficio de la
construcción.
La casa chocoana rural se distingue por el uso
de horcones, plataforma en palma, lo mismo que
el cerramiento, cubierta en palma. A diferencia
del indígena, la gente afrocolombiana cierra
completamente sus viviendas y abre ventanas
laterales y una puerta central. Por lo general la
estructura es de madera rolliza. Las divisiones
son en madera se realiza con listones de 2 x 2
pulgadas. En un mismo poblado y aún en una
misma casa, es posible encontrar mezclas de
formas y materiales autóctonos, tradicionales e
industriales.
Entre los problemas más frecuentes que
hacen optar por nuevos materiales se ha
identificado, por ejemplo, que la esterilla deja
pasar el aire a través de las paredes, mientras que
las tablas ofrecen más protección contra la
intemperie aunque aumentan la temperatura
interior de la vivienda. La cubierta vegetal
refresca los interiores, pero requiere
mantenimiento y arreglos continuos costosos. La
cubierta metálica, es mucho más durable pero es
caliente y costosa y aumenta las necesidades de
ventilación y aislamiento térmico por medio de
cielorraso, ventanas y celosías frontales y
Fachada con calaos, Quibdó
(Chocó), 1991
Dos hombres aserrando madera, río
Micay (Cauca), 1991
Tablones aserrados, río Micay
(Cauca), 1991
>
Balsadas de madera, río Micay
(Cauca), 1991
>
Fachada de una casa palafítica en
Togoromá (Chocó), 1991
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laterales. Sin embargo, en las áreas urbanas de
población afrocolombiana de bajos recursos
económicos, estas últimas se eliminan a menudo
quedando las viviendas cerradas en tabla y
techadas en zinc o aluminio con poca ventilación.
Así tratando de resolver algunos problemas se
crea uno nuevo, el del calor excesivo en las
alcobas y en la cocina, producido por el uso de
zinc, además, de la falta de cielo, carencia de
rejillas de ventilación y de ventanas e
insuficiencia del espacio. Puede anotarse también
que la prolongación de las paredes interiores y
exteriores hasta la altura del cielo y de las vigas
que soportan el techo, impide la circulación
transversal del aire; también los cielorrasos
horizontales en peinemono, muy bajos, aislan el
calor, pero reducen el volumen de aire.
De las vigas mamas a
la vivienda moderna en
el Pacífico
Igual que sucede en la cuenca del río
Güelnambí afluente del Telembí en Nariño, en el
Chocó existen unas piezas enormes de madera
que se legan de generación en generación para la
construcción de las viviendas. Son una vigas
patrimoniales y son las primeras en rescatar en
caso de incendio. Estos horcones de trúntago
(variedad del guayacán) de cientos de años de
edad son indicadores de oleadas de poblamiento
que se originaron en el río Quitó afluente del
Atrato hacia el Baudó a principios del siglo XVIII.
Sin embargo, los procesos de modernización
hacen que la permanencia de la tradición se
combine con los retos de la modernidad. De este
modo paso de la vivienda rural a la semiurbana y
la urbana se caracteriza por un proceso de
transformación del predio, donde el esquema
funcional y espacial cambia de acuerdo a las
necesidades de la familia. La relación entre el
núcleo construido de vivienda y el espacio libre
que alberga las actividades de producción o
interrelación de sus habitantes permite
identificar etapas de mutaciones en la vivienda
del Pacífico chocoano.
Con el producto de una cosecha de arroz,
plátano o con el de una pesca extraordinaria, se
amplían las casas. Se empieza por cambiar techo
de palma por láminas de zinc o asbesto-cemento,
se cierran salas o cocinas con tablas aserradas y
arregla el piso.
La casa crece con agregados posteriores,
laterales o frontales y con cobertizos separados, a
medida que la familia o las cosechas exigen
nuevos espacios de vida y producción. Levantan
los aleros para tener unas áreas cubiertas para el
almacenamiento de maíz, el plátano o arroz. La
cocina se cierra o se construye una nueva para
cambiar la destinación de viejo espacio; la
cubierta se extiende hacia los lados para disponer
de depósitos o más cuartos; el interior se prolonga
hasta la marranera y el gallinero, el trapiche, el
secadero de arroz, cacao o pescado, el
embarcadero-lavadero y los cobertizos para los
productos agrícolas. De esta manera cambia la
vivienda de forma y volumen y se van
diferenciando poco a poco las actividades y
funciones residenciales y productivas.
El trabajo ornamental
La capacidad creativa de la gente
afrocolombiana del pacífico se manifiesta cuando
busca soluciones a los retos que le impone el
clima. Su sensibilidad estética y su conocimiento
de los materiales afloran de manera especial
cuando se trata de proteger su vivienda.
Soluciones tecnológicas y de diseño permiten la
adecuación de elementos arquitectónicos a las
características propias del medio. Creando así
objetos de gran estética que engalanan balcones y
ventanas mediante el uso de un amplio repertorio
formal y cromático.
La ornamentación se trabaja a partir de
formas geométricas, partiendo de variaciones en
los listones de las maderas utilizadas. En las
barandas aparecen composiciones que se repiten
en pequeños módulos copiados, de la casa
campamento. La fachada principal de las
viviendas recibe la mayor decoración, los laterales
no se decoran, ni se pintan, se utilizan para
ventilar y abrir pequeñas ventanas. Vanos,
ventanas, puertas, tragaluces y celosías
conforman las fachadas compuestas a partir de
juegos de figuras que evocan los calados
sofisticados de la filigrana del oro. El martillo, la
•
221
•
caladora manual, el berbiquí, el serrucho, la
hachuela y el machete son suficientes para hacer
gala de destreza e imaginación.
La ornamentación de las fachadas se viste de
colores vivos que se utilizan en vanos, rejillas y
detalles de ventilación que contrastan con las
paredes claras y alimentan la apariencia simple
de estas viviendas. Así, la solución a las
necesidades de ventilación e iluminación se
convierten en una posibilidad figurativa y
creadora donde cada habitante recrea la
búsqueda estética en su fachada. El entorno
urbano se convierte entonces en una paleta
cromática donde las viviendas se mezclan con la
rica vegetación del paisaje.
Estos decorados en madera, comúnmente
conocidos como calados manifiestan y expresan el
proceso de diversificación laboral que en los
caseríos marca las diferencias individuales o
familiares de las actividades económicas. La
ornamentación de las fachadas sirven de
propaganda para los establecimientos
comerciales y expresan distinción social.
Vivienda aldeana
afrochocoana
•
222
•
La vivienda aldeana afrochocoana es una
unidad compacta de uno o dos niveles, que
alberga los sitios de descanso, relación y trabajo.
En el primer nivel se halla un gran salón que se
utiliza tanto para secar el arroz como para los
velorios. A veces existe una terraza de oficios, o
depósito para la producción agrícola y un local
comercial. La distribución interna es muy
sencilla, los cuartos ocupan el área central, se
ubican a un costado o en el segundo nivel en caso
de que exista. La cocina está localizada en la
parte posterior de la casa y tiene un techo
independiente. El hábitat rural está compuesto
por una parcela de una o varias hectáreas.
Concentra la totalidad de las actividades de la
vida doméstica. Incluye algunos espacios para el
almacenamiento de productos.
En las aldeas el espacio familiar se extiende
hasta el solar con el gallinero, el tendedero de
ropa y la zotea para el cultivo doméstico de
hierbas aromáticas o medicinales. También se
beneficia de la calle y de los lugares públicos,
donde se seca el pescado, el arroz, el cacao o el
maíz y se realizan actividades como el pilado.
Los elementos que tienen las familias dentro
de las viviendas, son una evidencia de la
distribución de las actividades económicas de
acuerdo al sexo. Es así, como en las afueras de los
ranchos, a manera de “colgaderos”, se encuentran
las redes de pesca colocadas sobre travesaños de
madera al término de las faenas o extendidas
para su reparación. En las horas de la tarde, los
pescadores reconstruyen sus mallas usando
agujas fabricadas en madera, revisan las boyas y
los plomos para las nuevas jornadas, construyen
faros y canaletes, e impermeabilizan o calafatean
sus embarcaciones recubriendo con brea el
cuerpo y las junturas de madera de las mismas.
Pequeños tibungos o neveras de icopor se
mantienen en algunas viviendas para la
conservación temporal del pescado.
El municipio costero de Nuquí del Pacífico
chocoano (Golfo de Tribugá), se encuentra
poblado en su mayoría por afrocolombianos, que
habitan en casas de madera levantadas sobre
pilotes. Las viviendas siguen el curso de los
esteros que casi rodean el poblado. El corte
indiscriminado del manglar ha debilitado los
barrancos y su constante erosión ha obligado a los
habitantes a construir muros de contención.
Este poblado costero está compuesto por
casas organizadas y alineadas que forman
cuadras. Las nuevas casas de material le da un
acento urbano aunque el uso del espacio sigue
siendo bastante tradicional. Predominan las casas
que suelen intercalarse en medio de un paisaje de
palmeras, árboles frutales y ornamentales que le
regalan sombrío a sus habitantes.
Como en algunas otras localidades de la costa
Pacífica, Nuquí cuenta con un pequeño
aeropuerto. En ese mismo sector de la localidad
se encuentra la sede de la alcaldía, el juzgado, el
hospital, las oficinas de las empresas aéreas y
algunos restaurantes.
Dos aspectos de las
fachadas y los balcones
en Timbiquí (Cauca),
1991
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EL SUR DEL PACÍFICO
El Pacífico
vallecaucano
Los cursos de los ríos Anchicayá y el Raposo
fueron los sitios donde los españoles sometieron
indígenas y africanos esclavizados para la
explotación del oro. Estos territorios después se
convertirían en el lugar de asentamiento de
población afrocolombiana. El poblamiento en la
región costera del Pacifico sur se concentra en la
cabecera municipal de Buenaventura. La
población rural se distribuye a lo largo de los ríos
o sobre las playas y las bocanas. Su distribución es
longitudinal configurando una red de caseríos
dispersos y unos cuantos nucleados con bajas
densidades poblacionales.
La colonización de la llanura del Pacífico, ha
sido propiciada por diferentes condiciones en
épocas diferentes, y esto ha hecho que en los ríos
Yurumanguí y Naya se hayan registrado olas de
inmigrantes dispuestos a poblar áreas de difícil
acceso. Puerto Merizalde, La Bocana, Málaga,
Juanchaco y Ladrilleros figuran como algunos de
los pueblos más representativos de la región.
El Pacífico caucano
Sus habitantes han sido actores de un proceso
de poblamiento registrado desde finales del siglo
XVIII generado por el auge de la explotación de
las minas y el aniquilamiento de las poblaciones
indígenas con presencia en la región desde
tiempos prehispánicos.
La actividad social y económica de los
afrocolombianos de esta región se desarrolla a lo
largo de una intrincada red que conforman los
ríos, los esteros y el mar, principales canales de
comunicación y rutas para el intercambio
comercial y de relaciones sociales. Habitan en
caseríos ribereños, alineados sobre las orillas de
los ríos o del mar.
Sobre el río Guapi, hacia la desembocadura se
ubica el municipio de su mismo nombre y sobre
sus márgenes hacia arriba, los corregimientos de
Belén Calle Larga, Choare, El Atajo y la cabecera
municipal de Guapi. El río Micay, en el municipio
de López desemboca en el Pacífico y la vía de
comunicación que conecta once corregimientos:
Dos Ríos, San Isidro, Santa Rosa, Taporal,
Zaragoza, Guayabal, Santa Ana, Noanamito, San
José Candelaria y el Coco. Entre sus afluentes el
Napi, San Francisco de la Vuelta, Juan Cobo,
Capilla y Guacarí, permitieron el asentamiento de
comunidades costeras. Sobre el río Timbiquí se
encuentran los caseríos de Santa María, San José,
Coteje, Cheté, el Charco Cuerval y la cabecera
municipal de Timbiquí.
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223
•
El Pacífico nariñense
El hábitat de los afrodescendientes en esta
región está conformado por los ríos que
desembocan en la costa nariñense: Patía, Mira,
Satinga, Sanquianga y el Iscuandé, sobre los
cuales se ha desenvuelto la historia económica y
social de sus habitantes. Allí mismo establecieron
poblados y caseríos dispersos de diversa
magnitud, construidos sobre las márgenes de los
ríos o en las áreas de manglar. Estos lugares
habitados desde la antigüedad por grupos
indígenas, pasaron a ser poblados por los
africanos y sus descendientes quienes idearon
sistemas sociales en concordancia con las
condiciones ambientales que debían afrontar.
Sus vivienda están construidas en madera
sobre pilotes y con techos de palma de jícara,
chalar, cortadera, naidí o corozo.
Tumaco es el centro urbano más importante
de la zona. Fue establecido en 1640. Cuando los
centros mineros coloniales de Barbacoas e
Iscuandé declinaron, Tumaco adquirió relevancia
como puerto y ciudad de importancia en el
Pacífico, en un proceso que se aceleró hacia la
segunda mitad del siglo XIX, con el despegue de las
explotaciones de tagua, el caucho negro y la balata.
En el plano aluvial que forma el río Mira, se ha
desarrollado un poblamiento lineal a lo largo de la
carretera donde se encuentran inmigrantes
provenientes de Antioquia y Nariño. En esta zona
se encuentran miles de hectáreas plantadas en
palma africana lo cual ha causado una fuerte
concentración de población en las inmediaciones
de la carretera.
De acuerdo a las cercanía del mar y en respuesta
Itsmina
(Chocó). Vista
desde el río San
Juan, 1991
Una calle en
Timbiquí
(Cauca), 1991
Vivienda
palafítica, bajo
San Juan (Valle
del Cauca),
1991
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Un aspecto del
puerto de
Buenaventura
(Valle del
Cauca), 1991
Hotel Estación
(Buenaventura,
Valle del
Cauca), 1991
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•
•
226
al régimen de mareas, construyen sus casas sobre
pilotes de 1 a 4 metros, las paredes de tabla
(tulapuesta), los pisos de listón y los techos de zinc o
de tela asfáltica resisten las intensas lluvias de todo
el año.
Los ríos Satinga y Sanaquianga presentan
asentamientos poblacionales determinados en
gran medida por los lazos familiares y de
parentesco. Sus habitantes conservaron y
adaptaron elementos culturales de la memoria
africana a las condiciones de la vida republicana.
Las veredas La Victoria, Barbacoitas y Gembao, a
orillas del río Satinga, y Naidizales y Guavillales a
orillas del río Sanquianga, poseen asentamientos
en grupos donde, a partir de una matriz principal,
el proceso hereditario y la repartición de la tierra
permiten que los hijos construyan sus viviendas
cerca del grupo familiar inicial. Este asentamiento
gregario determinado por el parentesco tiene otra
connotación de mayor trascendencia: la
contribución mutua con fuerza de trabajo sin
mediación de dinero, donación de alimentos entre
las unidades familiares, apoyo en caso de
enfermedad y captación de recursos del Estado en
obras como escuela, hogar comunitario y
dispensario.
•
Existe otro tipo de asentamiento familiar más
amplio en términos espaciales; las viviendas se
ubican a lado y lado del río, bastante distanciadas
entre sí, y llegan a ocupar toda una vereda,
incluyendo habitaciones aisladas no pertenecientes
al mismo tronco familiar. Estas comunidades viven
de la práctica de patrones tradicionales que han
sobrevivido a través de los años. Se transportan en
canoas y motores fuera de borda; sus ingresos en
dinero se obtienen de la minería del oro, actividad
que realizan mediante el lavado de las arenas de
los ríos y de los aluviones auríferos.
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