Movimientos políticos, movimientos sociales

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Movimientos políticos, movimientos sociales
Adriana López Monjardín
Afortunadamente, la conceptualización de los movimientos políticos
y sociales en México no se ha desarrollado ajena a la realidad que
pretende explicar. Y la realidad social mexicana, durante los últimos
cuarenta años de predominio institucionalizado del partido único,
estuvo marcada por la organización corporativa de los principales
contingentes sociales y por su exclusión de los campos decisivos del
quehacer político.
El estudio de los movimientos sociales en México recibió un
extraordinario impulso desde los años setenta, urgido por la necesidad de atender a un fenómeno emergente y que comenzó a convertirse en un elemento significativo de la realidad nacional. En este texto
me voy a referir a los movimientos sociales y políticos que se intensificaron en todo el país durante los últimos veinte años, llenando los
vacíos dejados por las organizaciones oficiales o rompiendo las trabas
que éstas les oponían.
Los campesinos con "derechos a salvo", que habían esperado
durante décadas el reparto agrario, descubrieron que los trámites que
realizaban ante las autoridades habían dejado de tener por objeto
dotarlos de parcelas; más bien estaban orientados a contener sus
demandas y a posponer su acceso a la tierra. Entonces se lanzaron a
tomar tierras. La mayoría de ellos no sólo carecían del apoyo de las
centrales campesinas oficiales, sino que se rebelaron contra ellas y
formaron organizaciones independientes.
Los trabajadores protagonizaron una insurgencia sindical que se
nutrió, en primer lugar, por la lucha de los electricistas democráticos;
en segundo lugar, por la disputa por los contratos colectivos en las
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MOVIMIENTOS POLÍTICOS, MOVIMIENTOS SOCIALES
ramas productivas en expansión, como la metalmecánica y la automotriz; en tercer lugar por el desafío a los dirigentes charros en diversos
sectores, sometidos al control corporativo desde largo tiempo atrás,
como el textil; y en cuarto lugar, por los esfuerzos de organización de
numerosos grupos de asalariados carentes de organización sindical,
como los universitarios, los técnicos y los profesionistas.
El panorama urbano quedó marcado por las luchas de los colonos. No sólo las metrópolis, sino también las ciudades medias y hasta
las pequeñas localidades de provincia fueron escenario de invasiones
de terrenos destinados a la construcción de viviendas y de intensos
combates por la introducción de los servicios públicos. Lo novedoso
en este caso no era la proliferación de los "paracaidistas", que desde
siempre habían tomado por su cuenta la edificación de buena parte de
las áreas urbanas. Lo sorprendente era que no estuvieran comandados por la CNOP y que se propusieran la integración de organizaciones
independientes.
Si algo tuvieron en común todas estas movilizaciones fue la
insistencia en desarrollar organizaciones democráticas, independientes de sus contrapartes oficiales: la CNC, la CTM y la CNOP.
Las primeras definiciones de estos nuevos movimientos pusieron el acento en su carácter "social", haciendo referencia a la manera
en que aparecían enraizados en las condiciones cotidianas de vida de
los sectores involucrados, a partir de las cuales surgían las reivindicaciones que los ponían en acción. También tenían que dar cuenta de su
énfasis en la problemática organizativa, planteada desde el campo
rebelde y el paralelo a los agrupamientos oficiales. Creo que éste fue
uno de los motivos de que, en el terreno del análisis, se pusiera el
acento en lo sectorial, siguiendo de cerca la división de los tres
"sectores" del PRI. Se sistematizó el estudio de los movimientos
"obrero", "campesino" y "popular".
Los movimientos "políticos", en cambio, no tuvieron un. desarrollo equivalente hasta bien entrada la década de los ochenta. Los
analistas los identificaron principalmente con las luchas electorales,
poco concurridas en los tiempos en los que hizo su entrada en escena
la insurgencia "obrero-campesina-popular".
Por otro lado, cobraron relevancia los combates contra los
grupos regionales de poder y los cacicazgos. Tal vez porque fueron
esporádicos y fragmentarios por la diversidad de los "sectores" involucrados, o porque no generaron organizaciones alternativas, éstos
no dieron lugar a un área sistemática de estudios. Las investigaciones
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al respecto pusieron el acento en los "estudios de caso", enfatizando
sus características particulares y casi irrepetibles.
La investigación deslindó con cuidado ambos campos : el de los
movimientos sociales , donde se trataba de analizar las luchas reivindicativas de diversos contingentes de masas, ajenas por lo general a las
organizaciones partidarias ; y el de los movimientos políticos, identificados con la lucha explícita por el poder y muy particularmente con los
partidos políticos y con los procesos electorales.
Este deslinde no se dio de manera gratuita . Porque fue el
partido oficial, antes que los científicos sociales, el que introdujo tal
separación en las vidas de la inmensa mayoría de los mexicanos. Lo
peor que podía pasar con una lucha reivindicativa era que se acusara
a sus protagonistas de tener " fines políticos ": traición a la Patria. Los
dirigentes charros tenían el monopolio del quehacer político. Los
colonos, los sindicalistas y los campesinos también aprendieron a
distinguir a los líderes honestos y democráticos de los "políticos", que
sólo buscaban los votos, el beneficio personal o la manipulación de las
luchas populares.
Las más de las veces, las luchas sociales se restringieron a
cuestiones sectoriales y reivindicativas. Se llegó a hablar entonces de
los "movimientos de masas" como sinónimo de "movimientos reivindicativos y sectoriales"; y en contraposición con los "movimientos
políticos ", bajo el supuesto de que estos últimos rara vez daban lugar
a movilizaciones masivas.
La definición de los movimientos obrero, campesino y popular
nunca fue tan simple como parecía. ¿Cómo abordar las luchas de los
"campesinos sin tierra "? El "movimiento popular " ¿era sólo el de los
colonos? Los estudiantes ¿eran otro "sector"?; y los profesores
universitarios sindicalistas ¿formaban parte del "movimiento obrero"? Pese a las dificultades , es innegable que la división sectorial
resultó operativa y sirvió para describir y explicar acontecimientos
nacionales.
No obstante, aun reconociendo lo mucho que ha contribuido el
análisis sectorial de los movimientos sociales al estudio de la realidad
nacional, creo que es conveniente someterlo a discusión.
Precisamente en 1989, por dos motivos. Primero, porque hace
falta detenerse en las imprecisiones y los juicios parciales que han
generado una concepción de esta naturaleza. Porque ni los movimientos sociales han sido sólo reivindicativos y apolíticos, ni los
movimientos políticos se han reducido a luchas electorales ajenas a las
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MOVIMIENTOS POLÍTICOS, MOVIMIENTOS SOCIALES
reivindicaciones sociales.
Segundo, porque estamos viviendo el inicio de una etapa en la
que se están transformando rápidamente los vínculos entre las luchas
reivindicativas y las prácticas políticas. Uno de los movimientos de
masas más amplios de nuestra historia contemporánea señaló, explícitamente, sus objetivos políticos. Además , el fin del partido único
corre en paralelo al desbordamiento de los marcos corporativos
sectoriales, que ya no contienen a los sectores para los cuales fueron
diseñados ni a los nuevos agrupamientos a los que está dando lugar
una sociedad más compleja.
Sectores paradigmáticos (las fuentes de información)
El análisis sistemático de los movimientos sociales planteó un primer
problema: ¿qué fuentes de información iban a alimentar dichos
estudios?
Los investigadores produjeron parte de la información que
requerían. Desde la primera mitad de los setenta comenzaron a
desarrollarse los estudios de caso, basados en el trabajo de campo y las
entrevistas con los dirigentes y "las bases " en movimiento. Estos
análisis dieron lugar a intensas discusiones metodológicas : la observación participante, la historia oral, las historias de vida, la eficacia de las
encuestas, la investigación comprometida y la necesidad de asegurar
la objetividad de los análisis , fueron algunos de sus episodios . Actualmente contamos con varios centenares de estudios de caso que han
permitido no sólo un conocimiento detallado de las aventuras de
algún grupo en acción , sino también de sus condiciones de vida y de
trabajo, de sus preocupaciones y expectativas.
Los ensayos orientados hacia la búsqueda de planteamientos
generales encuentran sin embargo mayores dificultades.
Los diarios y las publicaciones periódicas resultan una de sus
principales herramientas . Si las notas sobre una huelga o una toma de
tierras difícilmente pasaban de la sección policiaca a principios de los
setenta, los movimientos sociales se han convertido actualmente en
uno de los temas de interés nacional que la prensa reporta con cierta
regularidad.
Pese a su mayor cobertura , la prensa sigue siendo un apoyo
insuficiente para los investigadores . Aparte de ofrecer interpretaciones particulares sobre los movimientos que reporta , selecciona con
algún criterio los casos que da a conocer . Y dicho criterio no coincide
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necesariamente con lo que requiere un análisis sistemático y global.
De tal manera que los "casos" escogidos por la investigación
directa o filtrados por la prensa ofrecen a los científicos sociales con
pretensiones globalizadoras una fuente de información parcial e
imperfecta.
Aun admitiendo la posibilidad de que aquellos movimientos
sobre los que se dispone de más información fueran también los más
importantes desde el punto de vista de las ciencias sociales -cosa que
no siempre sucede- quedaría en pie el problema de captar una conflictividad social más generalizada y menos publicitada; más cotidiana
pero con menor impacto sobre la opinión pública.
Creo que quienes nos dedicamos al estudio de los movimientos
sociales hemos puesto el acento en episodios más excepcionales o
ejemplares que típicos. A veces, seducidos por nuestro objeto de
estudio, hemos construido paradigmas que llegan incluso a oscurecer
algunos de los aspectos más persistentes de las luchas sociales en
México. Otras veces, hemos confundido a algunas organizaciones con
el movimiento en su conjunto. La Coordinadora Nacional Plan de
Ayala (CNPA), por ejemplo, y sobre todo la Coordinadora Nacional del
Movimiento Urbano Popular (coNAMUP) fueron árboles que amenazaban con ocultarnos el bosque.
Basta un ejemplo de ello y elijo el que mejor conozco. Acerca
de Juchitán y de la Coordinadora Obrero Campesina Estudiantil del
Istmo (cocEl) hayvarias docenas de artículos, ensayos y tesis profesionales (dos o tres de ellos míos, por cierto). Por más que se recorra el
país, no se encontrará un movimiento campesino enraizado en la
cultura étnica que haya generado un proyecto político y organizativo
semejante. Sin embargo, el último ciclo de recambio de autoridades
municipales provocó conflictos y movilizaciones en más de la cuarta
parte de los municipios del país. Es obvio que no se pueden pedir 500
estudios de caso, uno por cada alcaldía en disputa. Pero también es
muy probable que el análisis de ese mar tempestuoso arroje más luz
sobre los movimientos de masas que la pura investigación de las islas
coceístas.
Lo más grave es que la falta de conocimiento sobre la conflictividad social y política más generalizada -la latente y la que se expresa
en los pequeños combates diarios- lleva a muchos investigadores a
suponer que sólo se mueven los protagonistas de los movimientos
"oficialmente" reconocidos por la prensa o por las ciencias sociales. Y
todavía peor: hay quienes caen en la tentación de suponer que como
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los demás "no se mueven", pero si aparecen como parte de la
escenografía usual en los actos oficiales, entonces las mayorías se
inclinan por el partido oficial y sus centrales de masas y están dis puestas a expresar, por lo menos, su "consenso pasivo".
Por eso los investigadores no hemos estado en condiciones de
prever muchos de los movimientos sociales que nos estallan a unas
cuantas cuadras de nuestras casas o a unas cuantas aulas de nuestros
cubículos. Las impresionantes movilizaciones de los damnificados
por los sismos de 1985; el relanzamiento de las luchas universi:tari'ás
encabezadas por el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) en 1986;
y la intensa lucha electoral de 1988 nos tomaron por sorpresa.
Sectores inaprensibles (lo social)
Lo más sistematizado en el campo que nos ocupa ha sido el estudio de
los movimientos obrero, campesino y popular. Sería conveniente
desarrollar una revisión crítica de esta definición sectorial de los
movimientos de masas. Y no porque sea errónea sino porque es,
necesariamente, parcial y deja de lado algunas de las características
relevantes de las luchas sociales contemporáneas.
La misma definición de los "sectores", en tanto contingentes
sociales con características propias y diferenciadas, ha dado lugar a
intensos debates teóricos, metodológicos y políticos, atravesados por
la intención de ubicar la posición de clase de cada uno de ellos. Por
otra parte, en la medida en que la sociedad se va volviendo más
compleja, resulta indispensable poner al día los análisis sobre los
grupos que conforman el México de nuestros días.
La discusión a este respecto ha sido intensa y prolongada. No
pretendo aquí reproducir sino ilustrar las dificultades que hereda de
ella el estudio de los movimientos sociales, cuando arranca de las
definiciones sectoriales.
Comenzando por los campesinos, podríamos decir que en su
definición como grupo social se han disputado el terreno las fuerzas
"centrífugas" y las "centrípetas". Para quienes se ubican en el primer
territorio, el término campesino es demasiado vago, porque acoge a
sectores de la "pequeña burguesía" tanto como a "proletarios".
Desde el campo contrario, se puso el acento precisamente en los
movimientos sociales, para mostrar cómo la lucha por la tierra y por
la sobrevivencia de las pequeñas unidades de producción unificaban
tanto a los jornaleros como a los ejidatarios y comuneros.
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Las condiciones de producción , de trabajo y el ingreso de los
campesinos dependen no sólo de sus relaciones económicas sino
también , y en gran medida, de las formas de poder político que
prevalecen en determinada región . Así, por ejemplo , la concentración ilegal de las tierras va aparejada con el poder de un cacique que
cuenta con pistoleros armados bajo sus órdenes y con el respaldo de
las autoridades agrarias , municipales y estatales.
Entonces los campesinos se ven obligados a comprometerse en
combates políticos contra los caciques o por las presidencias municipales, que son a la vez la consecuencia inmediata y la condición para
el desarrollo de sus movimientos reivindicativos . Cuando el acceso a
las tierras o los pagos que recibe una comunidad por sus cosechas de
café dependen de la solución de un conflicto político , ¿cómo separar
el estudio de los movimientos sociales del análisis de los movimientos
políticos?
Las luchas por el poder político en el campo ¿no forman parte
de los movimientos sociales campesinos ? Yo creo que sí y que, sin
embargo, no es tan simple. Porque son también movimientos que
involucran alianzas entre diversos sectores sociales o incluso entre
clases sociales distintas.
Los movimientos étnicos plantean un problema semejante. Hay
quienes sugieren clasificarlos como un "sector " diferente a los campesinos. Pero tales propuestas parecen tener poco éxito : tanto entre
los teóricos como entre los líderes rurales, oficiales o independientes.
En todo caso, tampoco se puede eludir la dimensión cultural específica de las luchas que emprenden los pueblos indígenas, por muy
campesinas que puedan ser sus demandas.
En cuanto al "movimiento obrero", éste va resultando una
categoría un tanto estrecha para dar cabida al conjunto de las movilizaciones protagonizadas por los asalariados . Lo que las separa no son
sus reivindicaciones centrales : democracia sindical y aumento salarial, sino el tipo de trabajo que desarrollan los protagonistas de cada
movilización y la forma en que se insertan en la sociedad.
Tomando casos extremos se puede decir , por ejemplo, que los
jornaleros agrícolas siguen más de cerca la lógica del movimiento
campesino ; mientras que los profesores universitarios tienen más en
común con algunos sectores de las clases medias que con los supuestos asalariados de la "universidad fábrica ". El carácter temporal del
empleo de los primeros y el trabajo calificado de los segundos han
desbordado los marcos tradicionales del sindicalismo, poco eficaz en
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MOVIMIENTOS POLÍTICOS , MOVIMIENTOS SOCIALES
ambos casos.
La vinculación de cierto grupo de asalariados con su entorno
social, más allá de las relaciones propiamente obrero-patronales, ha
pesado de manera decisiva en muchos movimientos obreros. Así, los
maestros y los trabaj adores de la salud se apoyan en la solidaridad de
quienes reciben sus servicios; y este apoyo puede condicionar el
desenlace de los conflictos aún más que la lucha puramente sindical.
En situaciones de virtual "enclave", como las que prevalecen
en regiones mineras, la población gira en torno a la empresa. Entonces resulta, por ejemplo, que la lucha contra el charrismo sindical en
Monclova se prolonga en el combate por la presidencia municipal
encabezada por el PAN. ¿Un movimiento social? Sí, pero también un
conflicto político extraordinariamente complejo, donde la cuestión
"sectorial" (obrera, en este caso) ha pasado a un segundo plano.
Un "sector" que puede ser fácilmente definido como tal, a
condición de admitir su carácter su¡ géneris es el estudiantil. Sus
integrantes tienen mucho en común durante el breve periodo ,3e sus
vidas en el que son estudiantes. Pero la fuerza y la capacidad de
negociación de sus movimientos no depende de lo que suceda dentro
de sus centros de estudio sino, sobre todo, de su impacto sobre la
sociedad. Se trata entonces de un movimiento social que, para existir,
tiene que trascender su carácter sectorial. ¿Para irrumpir en la política? Sí, pero esto no implica que pierda su especificidad como movimiento estudiantil.
Las cosas se complican mucho más cuando se busca atrapar al
"sector popular". El movimiento popular ha servido para acoger a
todos aquellos que no tienen una ubicación sectorial precisa; ahí
entra todo lo que no sea obrero o campesino. Así concibió el FRI a la
CNOP: cabían los locatarios de los mercados y las asociaciones de
profesionistas, las amas de casa y los vendedores ambulantes, las
clases medias, los afiliados al Club de Leones y los desempleados.
Los estudiosos de los movimientos sociales heredaron esta
miscelánea. Tratando de poner orden y de sistematizar el estudio de
las luchas por la vivienda y los servicios públicos de los pobladores
urbanos, en ascenso desde los años setenta, los investigadores acuñaron una categoría más precisa que la que proponía la CNOP: "movimiento urbano popular". Pero cuando se pusieron a moverse los
ecologistas, las mujeres, las clases medias, los jóvenes, los vendedores
ambulantes y Superbarrio, los investigadores hablaron de "sectores
emergentes dentro del movimiento urbano popular"... y volvieron a
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dar cabida en sus estudios a todos esos grupos, tan diversos que ya ni
la CNOP lograba contenerlos en su seno.
Todavía peor : cuando la Asamblea de Barrios , sin abandonar
las luchas inquilinarias , promueve la Convención del Anáhuac para
buscar la democratización del Distrito Federal ; cuando anuncia su
lucha por una salida política a los problemas de la ciudad ; cuando
Superbarrio defiende el voto cardenista y Cuauhtémoc Cárdenas
vota por Superbarrio ¿ya se acabó el movimiento social ? No. Sólo se
politizó. Lo malo es que también diluyó las fronteras , tan cuidadosamente sistematizadas, entre lo social y lo político.
Una de las lagunas más significativas que ha dejado el análisis
sectorial de los movimientos sociales es el estudio de los frentes
populares regionales, que se formaron por todo el país en los años
setenta con el propósito de coordinar las luchas reivindicativas que se
venían desarrollando en los sindicatos , los ejidos , los latifundios, las
colonias populares y los centros de educación. Estos frentes populares no sólo desarrollaron formas de agrupación distintas a las sectoriales, sino que rebasaron el carácter puramente reivindicativo de los
diversos movimientos que los conformaban y les dieron una proyección política, llenando espacios que los partidos no estaban cubriendo. Tal vez por su carácter territorial y por su proyección política
hayan escapado a casi todos los estudiosos de los movimientos sociales.
Lo que trato de mostrar es que las ligas entre los movimientos
sociales y los políticos son, en ocasiones , sumamente estrechas. Al
grado de que la separación analítica entre unos y otros puede resultar
poco pertinente, llevando a perder de vista algunas de las características centrales de los conflictos que se pretenden explicar.
Sectores fragmentados (la economía)
Precisar las relaciones entre la economía y los movimientos sociales
ha sido otra de las dificultades para los investigadores ocupados en el
tema . Las posiciones extremas van desde ver en la evolución de la
economía el disparador directo y casi automático de las luchas populares , hasta suponer tal autonomía entre ambos fenómenos que se
llegan a atribuir las movilizaciones a causas fortuitas o provenientes
de la subjetividad (al grado de que puede llegar a resultar difícil,
entonces , saber si se trata de las opiniones de la colectividad estudiada
o de quien la estudia).
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MOVIMIENTOS POLÍTICOS, MOVIMIENTOS SOCIALES
La crisis, al provocar el deterioro de las condiciones de vida de
la población, genera una amplia oleada de movimientos sociales,
dicen algunos. Lo malo es que hay argumentaciones, igualmente
convincentes, en el sentido de que las situaciones agudas de crisis
paralizan a las fuerzas sociales, mientras que los periodos de recuperación desatan las fuerzas largamente contenidas.
No hay duda de que la prolongada crisis ha provocado un grave
deterioro de las condiciones de vida. Muchos científicos sociales han
llegado a decir que la mayoría de los mexicanos se han vuelto "más
iguales" en la medida en que se vuelven "más pobres". Pero "la
manera de perder" ha sido muy distinta y ha provocado una tendencia
contraria: la sociedad también se fracciona. No sólo porque se ha
recrudecido la desigual distribución de la riqueza, sino porque s.e han
ahondado los abismos que separan a los integrantes de cada "sector"
de cada grupo social.
Los jornaleros agrícolas vuelven a ser, más que nunca, campesinos sin tierras. Más desempleados, con salarios más bajos, son
también más distintos de quienes cuentan con una parcela. Deliberadamente, las autoridades han desviado las demandas agrarias hacia un
enfrentamiento de campesinos contra campesinos. En Chiapas ,y en la
huasteca hidalguense, la CNC promueve invasiones en las fincas ya
ocupadas por solicitantes de tierras, provocando conflictos entre ellos
mientras los ganaderos quedan protegidos por los certificados de
inafectabilidad.
Entre los ejidatarios, un terreno un poco más grande o de mejor
calidad hace la diferencia entre recibir créditos o abandonar el cultivo
por inviable. La política oficial ante la crisis impone tratos individuales y diferenciados; las normas de austeridad excluyen a muchos y
vigilan minuciosamente al resto.
Los maiceros quieren mejores precios de garantía, pero los
campesinos consumidores de maíz y los pobladores urbanos claman
por el control de precios. Los obreros piden más salarios, pero las
amas de casa quieren que se detenga el aumento de precios, y los
empresarios y comerciantes dicen que los salarios altos provocan la
inflación.
Dentro del proyecto de sociedad que el gobierno se empeña en
imponer hay poca cabida para los grupos. Primero fue la ofensiva
contra los sindicatos. Ahora se pretende pagar un salario distinto a
cada obrero; promoverlo, congelarlo o despedirlo según sus méritos
individuales. Es más: emplearlo por hora.
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La descentralización y las políticas de fortalecimiento municipal, tal como se han desarrollado hasta ahora, buscan una aplicación
más puntual y selectiva de los recursos escasos. Los sectores gubernamentales no están exentos de este tipo de confrontaciones: los funcionarios de la SARH disputan los mismos recursos que podrían ir a parar
a manos de la SEDUE. Y más arriba, no es lo mismo ser un pequeño
inversionista en la bolsa que un monopolista en el mismo sector; y es
muy distinto producir para el mercado interno que exportar.
Nunca habían sido tan hondos los abismos entre el norte y el sur
del país , que han llegado a expresarse con formulaciones extremas
("haz patria, mata a un chilango"). Nunca había sido tan intensa la
actividad de las sectas religiosas, ni había provocado tantos conflictos
entre los miembros de una misma comunidad.
Si la crisis ha implicado una grave reducción de los ingresos de
la mayor parte de los mexicanos, las políticas oficiales tienden a
exacerbar la competencia entre quienes buscan empleo, mejor salario, vivienda, tierra, crédito o acceso a la educación superior.
En este marco, se plantean problemas irresolubles para los
movimientos sociales: ¿a quién despedir, si la mitad de los trabajadores van a perder el empleo? ¿a quién entregar las viviendas, si sólo
alcanzan para la mitad de los solicitantes? ¿cómo unificar a dos grupos
de campesinos , si les repartieron las mismas parcelas?
Si la crisis construye un terreno común de empobrecimiento y
descontento, no garantiza la unidad entre quienes se ven afectados
por ella. También los divide. Los grupos movilizados han sido particularmente vulnerables a esta división que se introduce en su seno.
¿Qué tanto contribuyó al fracaso de las coordinadoras sectoriales de
los movimientos de masas -como CNPA, CNTE, CONAMUP, COSINA- que
se formaron a principios de los ochenta?
La vinculación entre la economía y los movimientos sociales
está mediada por la política. Cuando la crisis divide a los grupos
populares no lo hace de manera automática sino por las mediaciones
de las políticas oficiales diseñadas para administrar la falta de recursos. Del mismo modo, la crisis no genera unidad; ésta se procesa a
través de decisiones políticas que involucran a contingentes de masas,
lo suficientemente numerosos para que su voluntad unitaria resulte
significativa.
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MOVIMIENTOS POLÍTICOS, MOVIMIENTOS SOCIALES
Sectores legitimados (la política)
Hace pocos años, entre 1984 y 1987 , el campo social parecía atravesado por multitud de diferencias. El descontento era inocultable,
pero las luchas populares no lo reflejaban . Se podía hablar de un
reflujo de los movimientos obrero, campesino y popular.
En cambio, en esos mismos años , aparecieron vigorosos movimientos que no tenían un carácter típicamente sectorial y cuya fuerza
provenía, antes que nada, de la legitimidad social que alcanzaron.
El "movimiento urbano-popular " de la ciudad de México,
conocido y estudiado por los investigadores, se reducía a las luchas de
los colonos más pobres en la periferia . Los sismos de 1985 dieron
origen a uno distinto. Nuevo por su composición social: involucró a
los inquilinos del centro que lograron la reconstrucción de sus viviendas; y entre ellos marcharon no sólo los habitantes de las vecindades
derrumbadas , sino grupos de clase media de la colonia Roma y de
Tiatelolco. Nuevo porque sus formas de lucha fueron distintas a las
precedentes : dependían menos de su propia capacidad de movilización -que también desplegaron , por cierto- que del reconocimiento
de toda la sociedad de la justeza de sus demandas. La solidaridad
provino menos de la ayuda mutua entre grupos con problemas semejantes y más del resto de los pobladores urbanos.
Las experiencias de solidaridad ciudadana , la conciencia sobre
la vulnerabilidad de la ciudad y la crítica pública a la incapacidad. de las
autoridades para hacer frente a las emergencias , crearon un terreno
fértil para el desarrollo de un nuevo movimiento urbano popular: más
amplio por el tipo de contingentes sociales que convoca y por el tipo
de problemas que aborda.
El movimiento estudiantil agrupado en el Consejo Estudiantil
Universitario (cEU) yen el Consejo de Estudiantes Politécnicos (CEP)
evolucionó en pocos meses de la lucha por el pase automático en la
UNAM y contra el porrismo en el IPN, a poner en el centro de la
discusión política nacional la insuficiencia de los recursos públicos
destinados a la educación.
El movimiento ecologista y la lucha contra la planta nuclear de
Laguna Verde dio lugar a un frente intersectorial en el que participan
tanto los campesinos como los ganaderos veracruzanos ; sacerdotes,
científicos y ex funcionarios especialistas en energéticos junto con
amas de casa.
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ADRIANA LÓPEZ MONJARDÍN
En todos estos casos, el énfasis no estuvo en el carácter parcial
del movimiento ni en la homogeneidad sectorial de quienes congregaba. Lo decisivo fue su legitimidad social, conquistada en el terreno de
la política.
Creo que esta cuestión, la legitimidad social, se está convirtiendo en uno de los aspectos centrales de los movimientos de masas,
tanto los sociales como los políticos. Y los estudios puramente sectoriales o puramente regionales han tenido grandes dificultades para
analizar la relación entre su objeto de estudio -un movimiento
determinado- y el conjunto de la sociedad.
La intensa disputa por la presidencia de la República en 1988,
entre dos fuerzas de oposición y el partido oficial, creó también un
espacio común para amplios grupos descontentos y desiguales. Quiero señalar , por último, algunas de las implicaciones que tiene para el
estudio de los movimientos sociales en México este movimiento
político, el más amplio que se ha desarrollado en nuestra historia
reciente:
1) Un movimiento de masas planteó, explícitamente, objetivos
políticos. La definición de los movimientos sociales como sinónimo de
movimientos de masas y en contraposición con los movimientos
políticos resulta ahora insostenible.
2) El movimiento político explicitó además su estrecha ligazón
con la problemática social, al poner en entredicho la política económica oficial y la organización corporativa y antidemocrática de los
principales grupos sociales.
3) El combate político contrarrestó, en buena medida, muchas
de las fuerzas que tienden hacia la dispersión de los descontentos.
Grupos con características culturales tan distintas como los yucatecos, los potosinos y los chihuahuenses confluyeron en el PAN. Sectores sociales tan diversos como los indígenas michoacanos, los universitarios del Distrito Federal, los obreros del estado de México y los
campesinos morelenses se encontraron en la defensa del voto cardenista.
4) La lucha política se legitimó socialmente, debido a la participación masiva durante las campañas de la oposición yen la defensa del
voto. Las fronteras entre lo social y lo político, resguardadas por el
partido oficial, se volvieron vulnerables.
5) Los movimientos sociales posteriores al 6 de julio están
actuando en un terreno donde la política aparece a flor de tierra. Los
trabajadores al servicio del estado agrupados en la COTRASE pasaron,
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MOVIMIENTOS POLÍTICOS, MOVIMIENTOS SOCIALES
en unos cuantos días y en unos cuantos kilómetros de marcha, de
exigir el pago del bono sexenal a corear "que renuncie" frente al
Palacio Nacional. Los maestros, al exigir aumento salarial y democracia sindical, no sólo pusieron en tela de juicio la política económica
oficial, sino que fracturaron uno de los pilares priístas. El equipo
gobernante, por su parte, ha buscado restablecer la separación entre
lo social y lo político, proponiendo fórmulas de concertación para
encauzar las luchas reivindicativas y tratando de poner al margen las
inclinaciones y las prácticas políticas de sus protagonistas.
En suma, no pretendo proponer que se abandonen los análisis
sectoriales de los movimientos sociales, pero sí quiero llamar la
atención sobre la necesidad de ubicarlos en una perspectiva social y
política más amplia, capaz de dar cuenta de las movilizaciones que se
están desarrollando hoy en México. En una época de irrupción de las
masas en la política, los movimientos sociales no serán puramente
sectoriales y reivindicativos.
Sectores y futuro (los conceptos)
Hasta aquí, me he referido a los movimientos sociales con poco rigor.
No he usado el término como una categoría definida con
precisión sino como un concepto operativo, que sirve para señalar
con pocas palabras a las diversas luchas populares que se han desarrollado en México durante los últimos veinte años. Tal imprecisión se
justifica por la necesidad de englobarlas en su conjunto, independientemente del tipo de demandas que plantean y de los contingentes
sociales a los que involucran. En ese sentido, podría ser más conveniente hablar sin más de "`luchas populares", porque no me propongo
poner a discusión el término "movimiento social" en el sentido en que
lo han desarrollado los estudiosos dedicados al tema.
Pero no me parece oportuno renunciar al término "social" para
calificar toda esta gama de conflictos. Porque una de sus características centrales, tal como hasta ahora se han dado en nuestro país, radica
en que las demandas que originan el movimiento arrancan directamente de la condición social de sus protagonistas, propiciando agrupamientos en los que dicha condición social tiene un peso significativo. Caracterizar a estas movilizaciones como "sociales" ha servido
también para diferenciarlas de la participación política organizada en
partidos, que se expresa en las contiendas electorales y se propone la
conquista del poder. Entonces, se podría hablar de "luchas populares
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ADRIANA LÓPEZ MONJARDÍN
reivindicativas y sectoriales".
El término "movimientos sociales" quedaría reservado, como
lo quieren los teóricos, para aquellos combates de largo alcance,
capaces de incidir sobre las estructuras sociales: ya sea como objetivo
explícito o como resultado de las prácticas colectivas.
Desde este punto de vista, las huelgas, las tomas de tierras y las
manifestaciones en demanda de servicios urbanos a las que me he
referido no tendrían nada que ver con un movimiento social.
Sin embargo, creo que hay otra manera de abordar el problema
y vale la pena explorarla.
Si todas estas huelgas, invasiones y marchas fueran vistas como
episodios de un mismo combate, encaminado a rescatar a las organizaciones de masas del control estatal corporativo y de su subordinación al partido oficial; si implicaran una acumulación de fuerzas para
enfrentar la política económica oficial; si tuvieran como desenlace
una ruptura de la actual relación entre el Estado y la sociedad
mexicana ¿se podría hablar entonces, con rigor, de un movimiento
social?
Si alguien pudiera imaginar, por un momento, cómo sería un
México sin PRI, muy probablemente admitiría abrir la discusión acerca
del "movimiento social" mexicano. Tal vez la discusión ya esté abierta
en la sociedad. En ese caso, los científicos sociales estaríamos en
riesgo de llegar tarde nuevamente.
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