Daily Mass Novena-Day 5 R.P. Bryce Sibley Fr. Sibley: Me presento: soy el Padre Bryce Sibley, párroco y capellán de la Iglesia católica Nuestra Señora de la Sabiduría del campus universitario de la Universidad de Louisiana de Lafayette. Me honra esta oportunidad de estar con ustedes hoy para predicar esta novena justamente a mitad de la Novena, el día quinto, cuando nos concentramos en la maternidad divina de Nuestra Señora. Si prestamos atención al mundo que nos rodea, nos damos cuenta de que este tema de la maternidad está en el centro de tantas de las cuestiones controversiales que enfrentamos hoy en día y por las cuales hay actualmente tantos frentes culturales abiertos. La oración para este día de la Novena reconoce esta situación al rezar: “Padre, protege a todas las mujeres de los ataques a su fecundidad de madres. Guárdalas de quienes las atacan y violentan su dignidad mediante la promoción de la anticoncepción, la esterilización y el aborto”. Esta retórica que rodea al tema de la maternidad –la realidad de la anticoncepción, la esterilización, el aborto- generalmente se enmarca dentro del tema de la libertad. Véase, si no, cómo se esgrimen las expresiones “derechos reproductivos” o también “la (supuesta) libertad de elección de la mujer”. “Libertad” es el concepto en el que quiero centrarme. Pero no el concepto de libertad que entendemos los cristianos o los católicos. La libertad entendida según nosotros es la que se toma en relación con la verdad o con el bien, que supera, que perfecciona la naturaleza humana; no es, en esta concepción, un mero acto de la voluntad. La libertad según la entiende el mundo secular es un acto de la voluntad escindido completamente de todo lo que es verdadero y bueno. En sentido real podemos argumentar que la libertad encuentra su plenitud, según la concepción del mundo secular, en la opción que tiene la madre de quitar la vida a su propio hijo. Véase qué radicalmente distinto es este concepto de libertad del mundo y ese tipo de libertad de una mujer para elegir, comparado con la libertad que ejerció Nuestra Señora en la Anunciación. Cuando el Señor habló a María a través del Arcángel, respetó plenamente la libertad de ella de decir “sí” o decir “no”. San Bernardo lo expresa bellísimamente: “el mundo entero espera su palabra de compasión” su “sí, seré la Madre de Dios”. Su fiat, su “sí” fue completamente libre porque ella estaba completamente libre de pecado –la Inmaculada Concepción-, nada la ataba ni la condicionaba. Su “sí” fue un sí de donación completa de su persona: esa donación esponsal de la persona a Dios en la voluntad de servirlo de la forma como Él quiera. Pero más importante aún, su “sí” fue una respuesta libre, un profundo “sí” a la vida, pero la vida en su dimensión más sobrenatural y expansiva; el “sí” que llevó a la salvación del mundo y la liberación de toda forma de pecado y muerte por medio de Jesucristo. Lo sorprendente del caso es que la libertad de opción, la que presenta el mundo secular como derechos reproductivos y aborto –que tanto se exalta hoy en día en nuestro país, y siempre alrededor del tema de la maternidad-, lleva a la realidad diametralmente opuesta. No lleva a una mayor libertad sino a todo lo contrario: la restricción de la libertad. Voy a comentar dos citas que hablan de este tema en particular; una del actual Papa Benedicto escrita antes de ser elegido Papa, y otra del beato Juan Pablo II. El entonces Cardenal Ratzinger escribió que la legalización del aborto “constituye una verdadera amenaza a los cimientos de una auténtica democracia basada sobre un ordenamiento estable de justicia. Se sigue que un estado que se arroga la prerrogativa de definir quién es y quién no es sujeto de derechos y como consecuencia acepta que algunas personas tienen el derecho de violar el derecho fundamental a la vida de otras personas, contradice el ideal democrático. Tal estado pone en riesgo la mismísima base sobre la cual gobierna. Porque cuando acepta que los derechos de los débiles pueden ser violados, también acepta que la ley de la selva prevalece sobre el imperio de la ley”. Un pensamiento muy, muy profundo que afirma que si dejamos que el derecho de una mujer a decidir pisotear el derecho a la vida de un niño, estamos poniendo en peligro las libertades mismas sobre las que se apoya nuestra democracia. Juan Pablo II se hace eco de estas palabras en su carta encíclica de 1995, Evangelium vitae: “Es lo que de hecho sucede también en el ámbito más propiamente político o estatal: el derecho originario e inalienable a la vida se pone en discusión o se niega sobre la base de un voto parlamentario o de la voluntad de una parte —aunque sea mayoritaria— de la población. Es el resultado nefasto de un relativismo que predomina incontrovertible: el «derecho» deja de ser tal porque no está ya fundamentado sólidamente en la inviolable dignidad de la persona, sino que queda sometido a la voluntad del más fuerte. De este modo la democracia, a pesar de sus reglas, va por un camino de totalitarismo fundamental.” Resumiendo, entonces: la legalización y la aceptación generalizada del aborto en el contexto de “derechos reproductivos” o “libertad de elección” nos lleva, en cambio, a la erosión general de la libertad y a una sociedad y una cultura que van camino de la tiranía y el totalitarismo, como expresa Juan Pablo II. Creo que vemos cómo se está dando eso en el mundo, específicamente cuando se empiezan a restringir la libertad religiosa o la libertad de conciencia. Porque si un gobierno puede disponer quién tiene derecho y quién no y declara que la libertad de uno está por sobre el bien de otro, se está ante una situación de peligro de las libertades. ¿Por qué no restringirlas o limitarlas? Debemos proclamar el Evangelio de la Vida y el Evangelio de la Verdad y el Evangelio de la Libertad para que la libertad esté arraigada en la verdad acerca del valor de la vida y la dignidad de la persona humana. Por supuesto que hay mucho más para criticar sobre este asunto, pero concentrémonos en lo positivo. Busquemos la solución: ¿cómo remediamos esto en nuestra nación y en nuestro mundo? Las herramientas políticas y sociales son importantes, sin duda, y son necesarias. Como ciudadanos de una república tenemos la responsabilidad de hacer oír nuestra voz y ser proactivos en la búsqueda de la libertad y el respeto por la vida. Pero también debemos tomar conciencia de que el problema es más profundo: es ciertamente político, pero más todavía, es un problema moral. Entonces, quizás pudiéramos cambiar todas las leyes pero si se trata de un problema moral, nosotros como cristianos y católicos debemos apelar a la conciencia, al corazón de las personas; particularmente de las mujeres y las madres, para recordarles, como hiciera tantas veces Juan Pablo II, su dignidad y su importancia y la belleza de su vocación a la maternidad, una vocación que se arraiga en la apertura y el amor al hijo y a los demás. Juan Pablo II afirmaba que “la vocación de una madre al amor es un prerrequisito indispensable para que haya auténtico cambio cultural”. Entonces, si queremos transformar verdaderamente la cultura de la muerte en cultura de la vida, las madres son una pieza clave en este cometido. Además, debemos estar dispuestos a hablar a las mujeres, mujeres que con frecuencia se enfrentan a la posibilidad de abortar, y decirles que existen otras opciones; opciones que ofrecen otras personas, que ofrece la Iglesia y, Dios mediante, que también ofrece nuestra propia sociedad. Pero lo más importante es acercarse a las mujeres que se hayan sometido a un aborto para mostrarles la compasión y la misericordia que da Cristo. Si alguno de ustedes ha participado de la Marcha Provida de Washington D.C. a principios de año, habrá visto que en las primeras filas de la Marcha, había mujeres que habían abortado con carteles que presentaban leyendas como “Me arrepiento de mi aborto”. Son un testimonio muy pero muy poderoso, el verdadero valor de la libertad y el significado y la dignidad de la vida humana y la maternidad. Pero más que un problema político o incluso moral, debemos tomar conciencia de que nos encontramos frente a un problema espiritual. En este punto es donde retomamos el tema que nos ocupa hoy en la Novena: “La maternidad divina de María”. En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis, el famoso pasaje de la mujer revestida del sol que está en trabajo de parto a punto de dar a luz y el dragón, el demonio, el maligno está al acecho tratando de destruir al niño; sabemos por la Tradición que el pasaje se refiere a Nuestra Señora, pero también está hablando de la Iglesia. Pero yo creo (y estoy seguro de que muchos, Dios mediante, estarán de acuerdo conmigo) que el relato revela una cierta batalla espiritual que se está dando en el mundo de hoy, una guerra real contra la mujer y el ataque que sufre la maternidad y el acecho del que son objeto los niños; ataques que, en su raíz profunda, son de origen espiritual. Si éste fuera el caso, la solución es simple: recurrir a María. Y esto es lo que estamos haciendo al rezar esta novena de consagración a Nuestra Señora, la Madre de Dios, consagración tremendamente fructífera. Como mencioné al presentarme, soy capellán de la Universidad de Louisiana en Lafayette. La Capilla lleva el nombre de Nuestra Señora de la Sabiduría. Nosotros nos llamamos los católicos “Raging Cajun” (cajún feroz), que es la mascota de la universidad. Todos en Lafayette nos llamamos Cajun. Pero el año pasado dimos un curso de cinco semanas para la comunidad parroquial y los estudiantes sobre la “Consagración total a Jesús a través de María” de San Luis de Montfort. El día de la Fiesta de María Reina, más de 200 personas hicieron su consagración total a María. Después caminamos por toda la universidad llevando el Santísimo Sacramento hasta el patio donde está la estatua de Nuestra Señora de Fátima y tras un momento de adoración consagramos la universidad, los 17.000 estudiantes, a la Santísima Virgen María. Les puedo asegurar que ese momento fue un hito en la historia de la universidad: empezamos a notar una completa transformación. Desde entonces, se han dado cosas maravillosas en el campus y en nuestro ministerio. Hay unos 250 alumnos inscriptos en los estudios bíblicos que coordinan los misioneros del apostolado FOCUS (Fraternidad de estudiantes universitarios católicos), que han estado por más de un año. Se ha visto una explosión de vocaciones, tanto de hombres como de mujeres, largas filas en los confesionarios, grandes grupos de personas en la Santa Misa diaria… ¡tantas cosas! Estoy convencido de que lo que hemos experimentado en la universidad de Lafayette es representativo de lo que podría suceder a nivel nacional si recurrimos a María y nos consagramos a ella, no sólo individualmente sino como nación. Verdaderamente, hay esperanza. Yo trabajo con jóvenes permanentemente, y veo su amor por el Señor, su devoción a la Eucaristía, su devoción a Nuestra Señora y su increíble apertura a la vida. Les reitero: si han presenciado la Marcha por la Vida, habrán notado que está llena de jóvenes, la mayoría nacidos después de 1973, que entienden la verdad de lo que significa la libertad. Por eso, en la mitad de esta novena, rezamos a Nuestra Señora para que haya un mayor respeto por la dignidad de la vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, por la dignidad de la mujer y la vocación a la maternidad, y una auténtica comprensión de la expresión de la libertad en nuestra nación. Amén. EWTN