ante la ordenanza de medidas para fomentar y garantizar la

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ANTE LA ORDENANZA DE MEDIDAS PARA FOMENTAR Y GARANTIZAR LA CONVIVENCIA CIUDADANA EN EL ESPACIO PÚBLICO DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA, PROPUESTA POR EL AYUNTAMIENTO DE ESTA CIUDAD La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía y los colectivos sociales de El Puerto de Santa María que firmamos esta declaración, nos sentimos hondamente preocupados por la aprobación de las llamadas “Ordenanzas Municipales para fomentar y garantizar la convivencia ciudadana”, particularmente en lo que concierne a los colectivos en situación de riesgo de exclusión social. Creemos en primer lugar que la ordenanza no responde a una demanda social concreta, sino que más bien sigue la tendencia de otras localidades (como Granada, Oviedo, Lugo, Barcelona…) y por tanto no atiende ni refleja la situación local de El Puerto y sus necesidades. De hecho muchas de las actividades que se abordan ya están reguladas por otras normativas a nivel estatal o autonómico sin que sea preciso volver sobre ellas localmente. Pensamos asimismo, que en esta Ordenanza se obvian las causas de los problemas y, por el contrario se castiga, en ocasiones duramente, las consecuencias que tienen los mismos. O dicho de otra manera, en lugar de luchar contra las desigualdades sociales, penaliza a quienes más las padecen Si de mejorar y fomentar la convivencia se tratase, pensamos que ello no se consigue en base a la imposición, multas, sanciones, detenciones… en suma mediante la represión o la persecución policial. De hecho las situaciones de exclusión social y los problemas que de ella se derivan, sólo pueden solucionarse acudiendo a medidas sociales, educativas, integrales y estructurales. Pero la ordenanza parte posiblemente de un concepto de convivencia que es sinónimo de perseguir, criminalizar e invisibilizar a quienes molestan. No resulta extraño por ello la exhaustiva precisión de la Ordenanza en cuanto a prohibiciones y sanciones, que contrasta con la extremada ambigüedad en cuanto a las interpretaciones de los hechos que supuestamente trata de penalizar: las apariencias, actitudes o intenciones no son objetivas y son difícilmente enjuiciables. Y se meten en el mismo saco comportamientos que pueden ser considerados molestos, alegales o ilegales Las ordenanzas incluyen definiciones tan amplias que al final es el agente de la autoridad y su moral particular quien interpreta ese comportamiento y decide si es sancionable. Querríamos señalar además que apreciamos una clara voluntad del control de las conductas en el espacio público, vulnerando derechos fundamentales como los de manifestación o de expresión. La limitación de libertades, prohibición de actividades, restricción del uso de los espacios públicos y represión de personas a las que aquí nos estamos refiriendo, sólo crean cortinas de humo sobre los problemas reales. Si hemos de referirnos a un colectivo que resulta particularmente perseguido en estas ordenanzas es el de las prostitutas. Al igual que ha ocurrido en otras localidades donde ya se está aplicando este tipo de ordenanzas, como es el ejemplo de Granada, las personas que ejercen la prostitución han acabado desplazadas a las zonas del extrarradio de la ciudad, obligadas a esconderse o desplazarse, en cualquier caso a hacerse invisibles. Este proceso no resuelve la realidad de marginalidad y estigmatización pero sí que agrava de forma clara su situación. Acudir como se hace en la Ordenanza al recurso de informar o derivar a las personas que infrinjan la Ordenanza hacia los servicios sociales de emergencia, nos parece irreal cuando no directamente hipócrita. Porque, primero, no se especifican, en ningún caso, los recursos concretos a los que se refieren. Y porque, en segundo lugar, porque es de sobra conocido que los servicios de emergencia social existentes en la actualidad no bastan para una sociedad en la que una buena parte de sus miembros están viviendo ya en situaciones de exclusión o están al borde de la misma. Esta Ordenanza supone que existen recursos para atender a todos sin especificar (ni siquiera esbozar) qué nuevos servicios se van a crear, qué dotación financiera y profesional se les va a otorgar, ni qué prestaciones específicas se ofrecerán a estos colectivos o personas en exclusión. Los efectos inmediatos de la aprobación de esta Ordenanza de convivencia supondrían un aumento en la fractura social que ya sufre nuestra ciudad y un mayor rechazo de la ciudadanía en general hacia todos aquellos colectivos que se encuentran en situaciones más desfavorecidas. Promover que las personas que viven en El Puerto de Santa María confundan pobreza o exclusión con incivismo, y supervivencia con ilegalidad, sólo puede traer consecuencias negativas para esta “convivencia” supuestamente promulgada y pretendida por la Ordenanza. Desde la defensa de la dignidad y los derechos de las personas, vemos imprescindible encontrar respuestas que no ahonden más las situaciones de exclusión social y vulnerabilidad que ya padecemos en la localidad. Y que por el contrario se consideren los intereses y derechos de “todas” las partes implicadas, apostando por la mediación y la negociación desde el respeto, la solidaridad y la igualdad. 
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