Un hombre bueno

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Artículos
Un hombre bueno. José María Tojeira
Pág. 2
Benedicto XVI, México y Cuba.
“Proclamen la Gloria de Dios, que
es la vida de hombre”.
Carlos Ayala Ramírez
Un hombre bueno
Pág.4
José María Tojeira
No hay amor más grande.
Benjamín Cuellar
Pág. 7
El Salvador: Elecciones electorales 2012
Mauricio Iraheta
El fallecimiento de monseñor José Adolfo Mojica, obispo
de Sonsonate, nos lleva a reflexionar sobre la dimensión
pública que todos estamos llamados a tener desde nuestras
responsabilidades personales y ciudadanas. Lo mejor que
podemos decir de él es que fue un hombre profundamente
bueno. Bueno y bondadoso durante más de 20 años como
párroco de Coatepeque, y lleno de bondad durante sus más
de veinte años de obispo. Y precisamente porque lo era,
imprimió a su labor y a su puesto episcopal una dimensión
pública que podemos considerar como ejemplar. Establecer
la relación entre bondad y responsabilidad social y pública
puede ser nuestro mejor homenaje a este hombre de Dios,
que trató siempre de hacer el bien y que, siguiendo a Jesús,
amaba más el dar que el recibir.
Pág. 8
Elecciones y proyecto
José María Tojeira
Pág. 9
Recordando a Monseñor Romero
Carlos Ayala
Pág. 11
XXXII Aniversario de Monseñor Romero
Jon Sobrino
Pág. 13
Memoria de Monseñor Romero
Rodolfo Cardenal
Pág. 16
La naturaleza te transforma. Tribunal
Internacional de Justicia Restaurativa.
Peregrinación Mons. Romero 2012
Tribunal
2de Justicia Restaurativa 2012
www.uca.edu.sv/publica/cartas
Pág. 18
Diseño y diagramación de revista: Ronald Cardoza
En El Salvador no se puede ser bueno sin amar a los
pobres, los que sufren y los olvidados. Y si se es figura pública,
hay también que demostrarlo. Están quienes lo demuestran
desde la generosidad de sus donaciones. Otros lo hacen
desde la entrega en su trabajo de servicio a los necesitados.
Y no faltan quienes lo demuestran desde el compromiso con
la causa de los pobres. Monseñor Mojica lo hacía desde los
tres campos que hemos mencionado. No era una persona
de grandes recursos económicos, pero compartía lo que
tenía o le daban. Estaba siempre dispuesto a compartir su
tiempo y su consejo con quien se le acercara. Y apoyaba con
su entusiasmo y su palabra lo que otros emprendían a favor
de diferentes causas sociales y de desarrollo. De hecho, él
mismo estaba seriamente comprometido con el desarrollo
a través de sus conocimientos de cooperativismo y sus
estudios en Chile en torno a temas de organización popular
para la producción. Estudios que consiguió a través de,
entre otros, su amistad con Rutilio Grande, un salvadoreño
más de los que saben poner simultáneamente el corazón en
el Evangelio y en los pobres y sencillos.
Sencillo y humilde, hablaba poco de lo que hacía y
alentaba y animaba a los demás a construir una sociedad
Editorial
foto de elmundo.com.sv
Los restos mortales de Monseñor Mojica fueron expuestos a la
feligresía sonsonateca en la Catedral Santísima Trinidad / Foto
EDH contesía de la Alcaldía de Sonsonate.
y unas relaciones comunitarias mejores. Su calidad
humana y amistosa le hacía siempre cercano. Su interés
por los problemas ajenos iba siempre acompañado de
palabras y gestos solidarios. A veces incluso daba la
impresión de que prefería dejarse engañar a pensar mal
de los demás. Pasó de párroco cercano a obispo cercano.
Su responsabilidad episcopal no le alejaba ni de la gente
ni de las preocupaciones de quienes sufrían injusticias en
el campo que fuera. En la Conferencia Episcopal, además
de otras tareas, estuvo a cargo de la supervisión de los
trabajos eclesiales con la juventud. Y allí brillaba su interés
profundo no solo en ayudar a los jóvenes a acercarse
a la persona de Jesús y su Evangelio, sino también en
proporcionarles elementos que les permitieran ser críticos
frente a la problemática social y económica del país. Los
mártires, monseñor Romero y tantos otros testigos de
la fe y la justicia como tiene El Salvador le parecían a
monseñor Mojica los grandes maestros de esa síntesis
entre la dimensión social del Evangelio y la opción
preferencial por los pobres. Si en algo se distinguen la
mayoría de los mártires salvadoreños es en su profunda
apertura a la realidad y su compromiso social liberador,
radicalmente unido al Evangelio. Y nadie mejor que ellos,
en ese sentido, para emocionar y relanzar a una juventud
que, en cuanto tal, necesita estímulos y caminos que
encaucen e iluminen toda la inmensa energía, e incluso
rebeldía, de esos años en los que tanto el cuerpo como el
espíritu quieren vivir la vida intensa y plenamente.
con todos sus problemas, hay mucha más gente buena
que mala. La catedral de Sonsonate estaba el lunes llena
de esa gente buena que quería despedir, con enorme
cariño, a ese hombre bueno que fue su obispo hasta hace
poco tiempo. Al recordarle, queda la tarea de convertir la
bondad en compromiso y acción, como él lo hizo. Y tal vez
sea en este aspecto en lo que más nos ilumina monseñor
Mojica. Mientras muchos dejamos la bondad como una
especie de virtud privada, que se realiza y muestra en el
ámbito del hogar, la familia y la amistad, nuestro buen
obispo supo convertir la bondad en proyección y servicio
constante al entorno amplio de su parroquia, primero, y
de su diócesis y su país, después.
Personas como monseñor Mojica permiten ver
con esperanza el futuro. Representan la bondad y la
laboriosidad de nuestro pueblo, unida a esa capacidad
de incorporar ideales a la vida y ser coherente con ellos.
Con frecuencia hemos oído decir que en El Salvador, aun
En El Salvador, necesitamos con urgencia seguir ese
camino: convertir en virtudes públicas lo que normalmente
consideramos virtudes privadas. Virtud significa, en
primera instancia, fuerza. Y esa virtud que llamamos
bondad, y que tienen tantas y tantos salvadoreños,
debe convertirse en fuerza social. Monseñor Mojica
supo convertir su bondad en servicio desinteresado, en
responsabilidad social, en palabra iluminadora, en consejo
y compromiso solidarios. Cuantas más personas buenas
conviertan su bondad privada en respaldo, opinión y
solidaridad con las causas justas del pueblo salvadoreño
en salud, educación, pensión de ancianidad, pleno empleo
y salario decente, más rápidamente avanzaremos hacia
un desarrollo armónico, pacífico y creador de cohesión
social. Tenemos bondad en abundancia en nuestro
pueblo y tenemos sobrados ejemplos de personas que
han puesto su bondad a trabajar. Monseñor Mojica, desde
su vida bondadosa, hoy plenamente alojada en la suma
Bondad, es para nosotros palabra de ánimo y ejemplo a
seguir.
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