Propuestas para concretar la participación de la sociedad civil en el combate a la corrupción. ¿Cómo incluir al ciudadano en la prevención y combate a la corrupción? La democracia no se agota en el ejercicio del sufragio. El Estado debe crear los espacios adecuados para que las personas puedan intervenir en las cuestiones de interés público. La reforma constitucional en materia de combate a la corrupción, implica reformas profundas en la configuración institucional para atender este importante tema; de igual manera, involucra el desarrollo legislativo que atienda a lo mandatado en la Constitución. Esto representa una oportunidad para que, en consonancia con el espíritu de la reforma, se realicen modificaciones que reorienten el rol de la sociedad civil y de su incorporación en la atención a este tema. Es cierto que existen espacios en los cuales la sociedad civil puede participar en diferentes ámbitos de la cuestión pública, pero con una capacidad de incidencia limitada, con funciones consultivas o de opinión, lo que resulta en poca trascendencia real en el diseño e implementación de las políticas de gobierno. Por ello es importante privilegiar un marco legal que de sustento al involucramiento activo, informado, crítico y efectivo de las personas, bajo el contexto de la transparencia y rendición de cuentas, para que se concrete 1 la posibilidad de ser copartícipes efectivos en la toma de decisiones públicas. En este sentido, se propone lo siguiente: En cuanto al tema de la prevención de la corrupción, la Sociedad Civil organizada puede contribuir en la construcción de un marco de actuación de los servidores públicos que contemple la elaboración de códigos de ética, que, de manera enunciativa, no limitativa, contengan: 1) la promoción y desarrollo de valores comunes que sirvan como mecanismos dirigidos a prevenir las conductas irregulares de los funcionarios, 2) esquemas de construcción de una cultura de responsabilidad e integridad en el servicio público y, 3) propiciar la vocación de servicio, a partir de la noción de interés general y del respeto cotidiano de los derechos de las personas. Se deben instaurar espacios de diálogo para el intercambio de experiencias y diagnósticos desde la perspectiva del sector social y privado, que permitan la creación de mecanismos para reducir las brechas que existen en aquellos espacios que son propicios para la realización de conductas irregulares, como pueden ser los procedimientos de compras y contrataciones públicas. Para ello, es menester recuperar la experiencia de quienes se involucran directamente en los distintos ámbitos de actuación del gobierno, pues diagnosticar desde una mirada “externa” los espacios de oportunidad, es central para erradicar las prácticas ilegítimas. 2 El Comité de Participación Ciudadana previsto en la reforma constitucional en materia de combate a la corrupción, deberá de desempeñar un rol activo, crítico y propositivo en su participación como integrante del Comité Coordinador del Sistema Nacional de Transparencia. Para ello, sus miembros deberán contar con amplios conocimientos y experiencia sobre la administración pública, con la finalidad de crear un marco de corresponsabilidad en la toma de decisiones, en el que exista receptividad y coordinación entre autoridades y sociedad civil, frente al problema de la conducta irregular en la administración del Estado. Es necesario facultar al Comité de Participación Ciudadana para convocar a expertos de la sociedad civil, a evaluar el diseño, implementación y resultados de las políticas y programas de combate a la corrupción, como un instrumento para que la ciudadanía ejerza control sobre las mismas. Para esto, es de suma importancia que se garantice la provisión oportuna y detallada de toda la información atinente, como un ejercicio efectivo de vigilancia social del cual surjan recomendaciones que tendrían que ser valoradas y eventualmente implementadas por parte de los integrantes del Sistema Nacional Anticorrupción, en el marco de sus atribuciones, lo que permitiría construir una vía de empoderamiento social, al mismo tiempo que se reconvertiría el papel de la ciudadanía, al colocarla en una posición efectiva de vigilante de los procesos que buscan erradicar la conducta desviada en el servicio público. 3 Otro ámbito de actuación para la sociedad civil, se encuentra en la coordinación de los sistemas nacionales anticorrupción y de transparencia. En este contexto, la participación social podría darse en el plano de la articulación de ambos sistemas, a partir de la creación de redes en las que confluyan miembros de organismos no gubernamentales, académicos, investigadores y estudiantes, así como periodistas y funcionarios de los distintos niveles de gobierno, que desde la perspectiva local y regional, promuevan la transparencia y la rendición de cuentas en la gestión pública, con base en buenas prácticas que armonicen ambos campos de actuación. Pregunta guía 2 ¿Cómo se puede transformar la indignación en participación orientada a prevenir y combatir los actos corruptos? abundar en: Incentivos, herramientas y prácticas para hacer la participación ciudadana sencilla y atractiva. Sin duda es importante contar con un marco legal e institucional receptivo a la participación de la sociedad civil, para ello, es necesario un claro compromiso de las instituciones del Estado por abrir y agilizar los espacios de incidencia de la ciudadanía, así como la voluntad política para incorporar las ideas que surjan de ellos, con la finalidad de atacar de mejor manera al fenómeno de la corrupción, que es uno de los pendientes relevantes de la agenda pública mexicana. 4 Al respecto, la indignación de las personas frente a grandes actos de corrupción, tiene que ser respondida por las autoridades, con medidas efectivas que erradiquen la percepción de impunidad que permea en el imaginario social. Esto es, la indignación en un primer momento es útil al actuar como detonante de la acción de las instituciones, e incluso de cambios legales. El peor escenario es el de la naturalización de los actos de corrupción, La reacción de molestia de las personas ante la mala práxis en la administración pública, puede ser aprovechada para ubicar a la ciudadanía como guardiana moral de la vida democrática. Incorporar a la agenda del combate a la corrupción las experiencias de las personas y sus propuestas de cambio, de manera efectiva y oportuna, permitirá que la sociedad actúe como auxiliar de la fiscalización en la materia. Impulsar la elaboración de propuestas innovadoras en el servicio público, estimular la denuncia de las personas mediante el uso de las tecnologías, garantizar la respuesta inmediata y efectiva a ellas, son algunas medidas que estimularían el involucramiento social en el combate a la corrupción. Adicionalmente a los grandes actos de corrupción, los cuales afectan sin duda las finanzas públicas, la calidad en la prestación de determinados servicios, y la confianza institucional, hay que reconocer la existencia de actos a menor escala, por ejemplo, a través del soborno, esfera que afecta el capital social y la cultura de la legalidad. 5 Cifras del Índice de Competitividad Internacional 2015, elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO)1 con base en datos presentados por Transparencia Mexicana en 20102, estiman que cada año tienen presencia más de 200 millones de pequeños actos de corrupción, vinculados con el uso de servicios públicos provistos por autoridades federales, estatales, municipales, así como concesiones y servicios administrados por particulares. Lo anterior se traduce en 32 mil millones de pesos anuales, bajo el estimado de que un acto de corrupción a pequeña escala, esto es, evitar las infracciones de tránsito, trabajar o vender en la vía pública, incorporarse a algún programa de gobierno, pedir que el servicio de limpia retire basura, buscar la conexión o reconexión del servicio de agua, luz o teléfono, entre otros, representa 165 pesos en promedio cada uno, según el índice citado. Si bien, estos actos de manera aislada no son la forma más relevante por su tamaño sí lo son por su incidencia pues son prácticas reproducidas millones de veces. Por ello, es quizá la manifestación de corrupción que causa mayor daño al tejido social al hacer patente que actuar al margen de las leyes es una vía para lograr ciertos objetivos. La necesidad de recurrir a actos de corrupción para dar viabilidad a trámites o servicios que debieran, en teoría, funcionar sin la presencia de este tipo 1 2 http://imco.org.mx/wp-content/uploads/2015/11/2015-ICI-Presentacion_completa.pdf http://www.tm.org.mx/wp-content/uploads/2013/05/01-INCBG-2010-Informe-Ejecutivo1.pdf 6 de comportamientos, genera un sentimiento de indignación entre los individuos. Ello se explica porque la corrupción perpetúa las condiciones de desigualdad entre la población: el IMCO señala que en promedio el 33% del ingreso de hogares con salario mínimo está destinado a sobornos. Esta situación hace que la indignación individual se magnifique, y que ante la incapacidad de contar con mecanismos sencillos y expeditos para ser canalizados, o bien, ante denuncias presentadas por vías complejas, pero que no llegan a resolverse, se transforme en frustración, naturalizando la corrupción, y volviéndola necesaria. Bajo esa premisa, es necesario que la indignación, en lugar de derivar en frustración, se convierta en un motor de denuncia, y por tanto, de combate a la corrupción. Los denunciantes son cruciales para hacer visibles las prácticas corruptas debido a su cercanía con la fuente del problema. Para ello se requiere, en primera instancia, la existencia de mecanismos sencillos y expeditos para la atención de las denuncias de actos de corrupción, los cuales se acompañen de garantías de imparcialidad, y de una clara regulación que proteja a los denunciantes. También es necesario que espacios como el Comité de Participación Ciudadana, cuenten con atribuciones que permitan la recepción, canalización y seguimiento de las denuncias, toda vez que ante la crisis de confianza por la que atraviesan las instituciones, es más fácil que el ciudadano confíe en una instancia conformada por sus iguales. 7