LAS FARC Y EL MARCO LEGAL DE PAZ VICENTE TORRIJOS R. Profesor Titular de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad del Rosario. Parece que el presidente Santos se halla solo frente a la propuesta del Marco Jurídico para la Paz que hoy por hoy analiza la Corte Constitucional. Desde luego, sus sectores afines y la llamada ‘Unidad Nacional’ respaldan el proyecto pero solo como parte de una estrategia política y coyuntural de cara a las próximas elecciones. Lo cierto es que a la larga lista de detractores del Marco Jurídico se sumaron, irónicamente, las FARC. En efecto, a pesar de antecedentes claros al respecto, resulta sorprendente que el diseño de una política que busca reformar en cinco artículos la Constitución y que facilita la más abierta impunidad sea rechazado de plano por la insurgencia al considerarla como constructo “unilateral” del gobierno colombiano. De esta manera, la organización alzada en armas se rehúsa a compartir la postura del Estado frente a una política transicional que signifique la reintegración de los ex combatientes a la vida civil. Para el Secretariado de las FARC un Marco Jurídico de las dimensiones que propuso el Gobierno solo tiene sentido cuando una de las partes ha vencido a la otra y puede, por tanto, imponer su sistema legal en la transición. Esta nueva respuesta de la guerrilla es, por tanto, una evidencia incontestable de cuán ilusionado está el gobierno Santos al buscar una solución negociada del conflicto con una organización terrorista claramente consciente de su poder interno y externo. De hecho, la subversión no se someterá a ninguna condición que implique ni la entrega de armas ni penas privativas de la libertad pero, absolutamente inmerso en la inercia política de una negociación que opera como plataforma reeleccionista, el presidente Santos se enceguece y obnubila, negándose a reconocer las evidencias. Sometimiento De acuerdo con el comunicado de la guerrilla, un Marco Jurídico para la Paz es un instrumento de justicia transicional usado normalmente para poner fin a un conflicto prolongado pero que, en este caso, se convierte en el sistema legal impuesto por los ganadores de la contienda haciendo que su contraparte se someta a una serie de condiciones unilaterales y arbitrarias. En tal sentido, las FARC destacan que las negociaciones de La Habana no están buscando “un proceso de sometimiento a la institucionalidad vigente, ni mucho menos un paso de la insurgencia hacia la capitulación”, con lo cual, dejan claro que su estrategia reside en generar la sensación de que el proceso avanza cuando lo que realmente pretenden es reconfigurar sus niveles de influencia territorial mediante el refinamiento del uso selectivo y dosificado de la violencia. De esta forma, el verdadero sentido de las negociaciones es la búsqueda de la imposición de propuestas inadmisibles como la creación de 59 reservas campesinas (unos 9 millones de hectáreas) que pasarían a control insurgente, buscando presionar al Gobierno Nacional so pretexto de levantarse de la mesa, escenario que, al parecer, no podría ser más desastroso para un Ejecutivo atrapado por la obsesión reeleccionista. Así, la exitosa metodología de las FARC se enfoca en mantener al Gobierno como rehén de sus propuesta y su lógica estratégica es la de buscar la aceptación de sus proyectos mientras se opone vehementemente a lo formulado por el Estado y sus instituciones, ocasionando la dilación del proceso de negociación que resulta altamente conveniente para el fortalecimiento de su perfil político (como interlocutor válido). Así, la organización terrorista pretende debilitar la legitimidad del Estado (una de las principales fuentes de estabilidad social del sistema) con el fin de controlar la negociación y los acuerdos amparándose en la “formulación conjunta” de propuestas refundadoras del Estado de las que ella es, en todo caso, el verdadero agente promotor y responsable de cara al futuro. Por tanto, al tiempo que se debilita la legitimidad del Estado, las FARC aparecen ante los medios de comunicación como las “víctimas más visibles” de los más de 50 años de conflicto pretendiendo evadir las penas privativas de la libertad por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el proceso. Debilitamiento Control y expansión Oponerse al Marco Jurídico ha dejado entrever otra de las grandes empresas de las FARC en medio de las negociaciones de La Habana. El objetivo insurgente es debilitar estructuralmente al Estado colombiano, esto es, atacarlo mediante acciones armadas para despojarlo de su legitimidad como monopolizador de la fuerza ante la mirada atenta de gobiernos y medios internacionales. En otras palabras, de acuerdo con los líderes del grupo armado ilegal, cuando el presidente Santos aceptó la realidad de un conflicto armado en el país y con ella responsabilizó al Estado de una parte de esas acciones, el Gobierno perdió su capacidad de formular una política de postconflicto pues, en la lógica de la guerra, un protagonista como ése no puede ser juez y parte en la elaboración de ningún Marco Jurídico. Finalmente, de acuerdo con la agrupación ilegal, un Marco Jurídico para la Paz debe constituir la principal herramienta una vez se haya superado el conflicto. Dicho de otro modo, para las FARC es inconcebible que el Gobierno formule unilateralmente un proyecto de tales magnitudes sin asegurar y garantizar un cese definitivo de hostilidades (una tregua). Esto demuestra que la guerrilla no está en la capital cubana negociando su disolución, la renuncia a la violencia y mucho menos la entrega de las armas al culminar las conversaciones con el gobierno colombiano. Por el contrario, la ambición de las FARC ha sido la misma desde el principio: presionar la búsqueda de un “Acuerdo Especial para la regularización del conflicto armado”. En tal sentido, la insurgencia pretende encontrar los medios adecuados para la continuación de las acciones armadas, solo que esta vez regulados por las convenciones internacionales, convirtiendo al Gobierno en una institución limitada para atacar el terrorismo transformado, con lo cual, el debilitamiento estatal no solo sería implícito (pérdida de legitimidad) sino también explícito (ausencia de control efectivo sobre la violencia social, el proselitismo armado y el contagio de las instituciones repotenciando la identidad híbrida, político-militar). En definitiva, la estrategia de las FARC se basa en la capitalización de todas las ventajas cedidas por el gobierno Santos en términos de reconocimiento político y aceptación de la lucha armada. De esta forma, el grupo armado ilegal esperará la consolidación de un acuerdo que permita continuar delinquiendo en el país pero esta vez amparado por un marco establecido entre las partes.