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Los Exilios de Saint-John Perse; por Alejandro Oliveros //
#PoetasEnProdavinci
Alejandro Oliveros · Saturday, June 18th, 2016
Para Gustavo Tarre
Saint-John Perse fue uno de los autores más leídos por los jóvenes vates venezolanos
de 1957, una generación con una marcada preferencia por la poesía escrita en
francés. Desde Baudelaire a Ponge, en los extremos de una lista de distinguidos
nombres: Rimbaud, Lautréamont, poco Mallarmé y menos Laforgue, pero bastante
Apollinaire, Reverdy, y muchos surrealistas como Desnos, Éluard y lo poco notable
que, en poesía, produjo André Breton. Pero, sobre todo, el mencionado Michaux, el
único rival de Perse entre los fundadores de los influyentes grupos Sardio, Azar Rey,
Tabla Redonda, 40 grados a la sombra, El techo de la ballena o Zona Franca. Perse fue
tempranamente traducido al castellano, y ya, en 1946, circulaban las versiones, casi
“oficiales” de Jorge Zalamea; a las que se incorporaron las de Lyzandro Galtier y,
mucho más tarde, las de Guillermo Sucre, uno de los miembros más conspicuos de
algunos de los grupos literarios de la época. A Perse, lo respaldaba la leyenda de una
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existencia legendaria en apariencia impecable. Nativo de una de las islas francesas
del Caribe; una infancia pintoresca y mágica, y tal vez mas imaginaria que real, como
todas las infancias. Egresado en Burdeos, discípulo de Paul Claudel, uno de los poetas
injustamente olvidados por los jóvenes del 57, y autor de cinco grandes odas, uno de
los libros más permanentes de la poesía francesa de todos los tiempos. Luego, servicio
diplomático, viajes a Asia y el Lejano Oriente. Y, la joya de la corona, simpatizante de
la resistencia y víctima de la represión antinazi, que lo condeno a un exilio
norteamericano durante varios años.
En 1960, Perse fue privilegiado con el Premio Nobel, un honor al que correspondió
con un discurso digno de memoria. Fue también, como W.B. Yeats, un notable poeta
de la “alta edad”, con los libros como Crónica, Pájaros y Canto para un equinoccio. En
su prólogo a la a una reedición de las traducciones de Zalamea, José Emilio Pacheco
escribió algunas líneas no indignas de ser citadas: “Su poesía crece con la naturalidad
majestuosa de un gran árbol del trópico y suena la corriente de la historia en su
perpetuo fluir: guerras conquistas, imperios, exilios”. Muchos versos de Exilios,
durante el destierro, nos recuerdan dolorosamente la suerte de millones de
venezolanos ausentados por el mal gobierno de una tiranía mal disimulada.
♦
EXILIOS
Puertas abiertas sobre las arenas, puertas abiertas sobre el exilio,
Las llaves a la gente del faro, y el astro enrodado vivo sobre
la piedra del umbral:
Huésped mío, déjame tu casa de vidrio en las arenas…
El estío de yeso aguza sus puntas de lanza en nuestras llagas,
Elijo un lugar flagrante y nulo como el osario de las estaciones.
Y, sobre todas las playas de este mundo, el espíritu
del dios humeante deserta su lecho de amianto.
Los espasmos del relámpago son para el arrobamiento
de los Príncipes en Táurida.
♦
Adónde van las arenas en su canto se van los Príncipes del exilio,
Adónde fueron las grandes acciones de guerra blanquea ya la quijada de asno,
Y el mar a la redonda hace rodar su ruido de cráneos
sobre las riberas,
Y que todas las cosas del mundo le sean vanas es lo que una noche,
a la orilla del mundo, nos contaron
Las milicias del viento en las arenas del exilio.
♦
Extranjero, sobre todas las playas de este mundo, sin audiencias
ni testigo, lleva a la oreja del Poniente
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una concha sin memoria:
Huésped precario en la raya de nuestras ciudades, no franquearas
el umbral de los Lloyds, en donde tu palabra no tiene curso
y carece de título tu oro.
“Habitaré mi nombre”, fue tu respuesta a los cuestionarios del puerto.
Y sobre la mesa del cambista,
nada tienes que mostrar que no sea turbio.
Como esas grandes monedas de hierro exhumadas por el rayo.
♦
Aquellos que fueron a cruzarse en las grandes Indias atlánticas,
aquellos que olfatean la idea nueva en la frescura del abismo,
aquellos que soplan en los cornos a las puertas del futuro
Saben que en las arenas del exilio silban las altas pasiones
adujadas bajo el foete del relámpago. Oh Prodigo
bajo la sal y la espuma de Junio!, conserva viva entre
nosotros la fuerza oculta de tu canto!
Como aquel que dice al emisario, y este es su mensaje:
“Velad la faz de nuestras mujeres, velad la faz de nuestros hijos;
y la consigna es lavar la piedra de vuestros umbrales.
Os diré quedamente el nombre de las fuentes en las que,
mañana, sumergiremos una cólera pura”
Y es la hora, oh Poeta, de declinar tu nombre, tu nación y tu raza.
(Trad. Jorge Zalamea)
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on Saturday, June 18th, 2016 at 6:00 am and is filed under Artes
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