F IRMAS I NVITADAS Autorepresentación y costas procesales Por IGNACIO DE LUIS OTERO Abogado A bordamos la interesante cuestión que se suscita cuando se ejercita tanto la autodefensa por parte de un letrado, cuanto la autorepresentación por parte del procurador, en una causa propia; y el devengo y persistencia del derecho a cobrar las costas en caso de condena favorable a las mismas. La meritada cuestión no ha tenido igual respuesta en nuestra jurisprudencia, generándose dos corrientes de doctrina legal que pasamos a sintetizar y comentar. La primera se circunscribe en negar la posibilidad de incluir en la tasación de costas la minuta de letrado –y por extensión, del procurador– en casos de autodefensa/autorepresentación, en la medida que no existen gastos incluibles como consecuencia de una actuación profesional; esto es, si no se ha realizado ni se va a realizar desembolso en pago a profesionales no habría gasto para la parte favorecida por la condena en costas. El fundamento de esta tesis estribaría en la propia esencia del concepto de costas procesales, como compensación parcial de gastos del procedimiento que reconocen a éste como su causa; luego si no existe gasto no hay arrendamiento de servicios, y no es dable éste, a su vez, si no concurre el requisito de la onerosidad como elemento definidor del mismo (Art. 1544 del Cc). Sin embargo, este criterio, en puridad, no sería extensible a los procuradores puesto que la relación jurídica con el cliente es más propia del mandato, y el pago del precio ya no es un elemento definidor de este instituto (Art. 1.711 Cc). Dicho en otros términos, a tenor de esta línea jurisprudencial, el procurador que se autorepresenta –o letrado que se defiende a sí mismo– no tiene posición deudora en una previa relación obligatoria de arrendamiento de servicios y/o mandato como consecuencia del pleito. Frente a esta tesis, se alza otra corriente jurisprudencial en sentido contrario. Por su concisión y claridad expositiva, tomamos como referencia la sentencia de la sección 13ª de la Audiencia Provincial de Madrid, de fecha 9 de mayo de 2005, de la que es ponente el magistrado Modesto de Bustos Gómez-Rico. Sabido es que si partimos de la naturaleza jurídica de las costas, éstas surgen de la vinculación entre la obligación a cargo del condenado –y su correlativo derecho a favor del acreedor– y no de los profesionales que hayan intervenido. Es decir, es un derecho de la parte, no del profesional. En segundo lugar, el crédito sobre costas nace de la propia ley, no rigiendo respecto al mismo el princi- 42 / PROCURADORES • Agosto 2005 pio dispositivo o de rogación; ni siquiera es dable un pacto previo sobre las costas, luego el juzgador debe pronunciarse necesariamente respecto a las mismas atendiendo a los criterios legales (Art. 394 LEC). Por consiguiente, la ley no establece distinciones causalistas o finalistas, sino que vincula el crédito de costas a la condición de parte. Ni siquiera el artículo 242.2 LEC impone a la parte favorecida la obligación de pagar anticipadamente los honorarios o derechos de los profesionales de la postulación. El interrogante que surge es si ese derecho de crédito persiste en quien tenga la condición de profesional de la Procura que ejercita su propia representación. A nuestro juicio, siguiendo la opinión expresada en la sentencia referida, no existe razón alguna para realizar una exclusión del crédito atendiendo a la condición de procurador de la parte en ejercicio de autorepresentación. Es más, ni siquiera el crédito depende de que el beneficiario pague o no al profesional, le condone la deuda total o parcialmente en función de criterios de amistad, benevolencia, parentesco; condicione los honorarios o derechos al éxito de la pretensión o no, etc., ya que estas circunstancias quedarían fuera del pronunciamiento judicial al ser razones propias de la relación arrendaticia de servicios y el contrato de mandato. Por consiguiente, el derecho a las costas surge de razones más bien objetivos establecidas en la LEC (criterio del vencimiento y sus excepciones) siendo indiferentes las razones subjetivas o causales nacidas de la relación contractual entre procurador-cliente. Lo verdaderamente determinante es que la parte acredite el devengo de derechos arancelarios, es decir, la existencia de la prestación. Además, la normativa estatutaria permite la autorepresentación, y no existiendo norma procesal que lo impida, no se alcanza a entender la razón de una limitación de efectos en el aspecto retributivo. Incluso, a efectos tributarios, la autoprestación de servicios es hecho imponible que devenga IVA por autoconsumo, por lo que no deja de ser paradójico que se prive de valor al esfuerzo profesional realizado cuando fiscalmente sí lo tiene. En conclusión, aún cuando la ley no prevé nada expresamente al respecto y existen posturas jurisprudenciales divergentes, hay sobrados argumentos para sostener que el profesional que se representa a sí mismo, y gana la condena en costas, tiene derecho a cobrar las mismas.