el culto a Juno Lucina y la fiesta de Matronalia

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ISSN: 0213-2052
IMÁGENES Y PRÁCTICAS RELIGIOSAS DE LA SUMISIÓN
FEMENINA EN LA ANTIGUA ROMA. EL CULTO
DE «JUNO LUCINA» Y LA FIESTA DE «MATRONALIA»1
Images and Religious Practice of Women’s Submission
in Ancient Rome. The Cult of Juno Lucina
and the Matronalia Feast
Rosa María CID LÓPEZ
Universidad de Oviedo. [email protected]
Fecha de recepción: 19-05-07
Fecha de aceptación definitiva: 17-07-07
BIBLID [0213-2052(2007)25;357-372]
RESUMEN: En la Roma antigua, al igual que en otras sociedades, la religión fue
un instrumento eficaz de difusión de formas de comportamiento social, que en el
caso de las mujeres tendía a reforzar su posición sumisa. En este artículo, se analiza
el culto de Juno Lucina y la fiesta femenina de Matronalia como claros exponentes
del estereotipo de la mujer-madre, a quien se recluye en el ámbito doméstico. Tales
concepciones contrastan con el culto de Marte, dios homenajeado por los ciudadanos
romanos para exaltar la actividad guerrera y el protagonismo en el espacio público.
La oposición entre las prácticas religiosas femeninas vinculadas a Juno y las masculinas
a Marte evidencian las desiguales relaciones entre ciudadanas y ciudadanos en el modelo de organización social, que además parece construirse a partir del papel de las mujeres como madres y de los varones como soldados.
Palabras clave: religión romana, mujer, madre, maternidad, guerra, fiesta, sumisión femenina.
1. Este artículo se inscribe en el Proyecto de Investigación de I + D que coordino, financiado
por el Ministerio de Educación sobre el tema, Maternidad y madres en las culturas grecorromana,
oriental y cristiana primitiva. La construcción del paradigma de la feminidad en las sociedades
antiguas del Mediterráneo, con la referencia HUM2005-05332HIST.
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IMÁGENES Y PRÁCTICAS RELIGIOSAS DE LA SUMISIÓN FEMENINA EN LA ANTIGUA ROMA.
EL CULTO DE «JUNO LUCINA« Y LA FIESTA DE «MATRONALIA»
ABSTRACT: In Ancient Rome, as well as in other societies, religion became a useful instrument for the dissemination of forms of social behaviour, which in the case
of women served to reinforce their submissive position. In this paper we will attempt
analyse the cult of Juno Lucina and the Matronalia feast are clear examples of the
stereotype of the woman-mother who is recluded in the domestic space. Such conceptions are opposed to those of Mars, the god worshipped by the Romans to celebrate warcraft and protagonism in public spaces. The opposition between the feminine
religious practices associated with Juno and the masculine ones connected with Mars
reveals the unequal relation among women and men citizens in this model of social
organisation, which seems to be constructed upon women’s role as mothers and men’s
as soldiers.
Key words: roman religion, women, mother, motherhood, war, feast, women’s
submission.
Como reflejo de un fenómeno muy común a otras sociedades, en la antigua Roma, el rito de paso más notable en las biografías de las matronas, y de
las ciudadanas en general, estaba constituido por el matrimonio, que incuestionablemente se ligaba a la maternidad como primordial función femenina2. De
tales estereotipos femeninos, muy persistentes en el tiempo, son elocuentes
algunas imágenes de las divinidades y también determinadas prácticas rituales,
como muestra el caso de Juno, diosa especialmente honrada por las esposas y
vinculada a la función maternal. Bajo estos atributos, su culto alcanzó una
extraordinaria difusión, y no sólo entre las matronas, contribuyendo de forma
eficaz a definir un modelo femenino que promovió y reforzó la desigual relación entre las ciudadanas y los ciudadanos, propia de una organización social
en la que prevalecía la autoridad patriarcal.
En este ambiente, Juno fue venerada como divinidad protectora de las mujeres en sentido amplio, pero en especial aquellas que aparecían como madres
y también como esposas; de ahí que se tienda a resaltar la inequívoca relación de esta diosa con los prototipos femeninos más convencionales. Los diferentes epítetos que suelen acompañar el teónimo evidencian sus vínculos con
las actividades adjudicadas tradicionalmente a las mujeres, entre las que destacó el parto; en concreto, para favorecer el alumbramiento de sus hijos, las
romanas solían invocar a Juno Lucina. Precisamente, en honor de la patrona
2. Tal y como es suficientemente conocido, para los romanos el objeto del matrimonio era la
procreación, otorgando gran protagonismo a la fecundidad de la esposa, en lo cual la sociedad
romana no presenta excesiva originalidad. Como muestra de las más tempranas reflexiones sobre
este tema, vid. GAGÉ, J.: Matronalia. Essai sur les dévotions et les organisations cultuelles des femmes dans l´ancienne Rome, Rome-Bruxelles, 1963, p. 68.
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de las parturientas, se celebraba el 1 de marzo la fiesta de Matronalia, que se
convirtió en la más popular del calendario religioso de las matronas. El análisis
del culto de la diosa de los alumbramientos, Juno Lucina, los ritos que protagonizaban las devotas que asistían al templo del Esquilino en el acto público y
el ambiente lúdico, incluso trasgresor, que predominaba en las celebraciones
domésticas propias de las Matronalia nos ilustran sobre la consideración del
matrimonio y la maternidad en la antigua Roma a través de la propaganda religiosa. Según se desprende del ritual de la fiesta, resulta llamativo el protagonismo otorgado al parto, convertido en el acto crucial de la actividad procreadora
y en general de la propia maternidad. A la vez, ésta y las restantes tareas adjudicadas convencionalmente a las madres, como la lactancia o el cuidado de los
niños, suelen ligarse sobre todo al espacio doméstico, lugar al que se había de
relegar a la matrona para que más eficazmente llegase a desarrollar su papel
maternal, entre otros.
En este sentido, el culto a Juno Lucina y la fiesta de Matronalia representan un ejemplo elocuente de los mecanismos utilizados para definir el papel
de las mujeres. El ejercicio de la maternidad así concebido, independientemente del énfasis en el momento del parto, se utilizó además para reforzar la sumisión de las mujeres en las relaciones con los hombres, preocupados por el
control de las madres porque lo estaban por su descendencia legítima.
Paradójicamente, la fiesta de Matronalia, de la que sobresale la exaltación
de los papeles femeninos tradicionales y representados por la diosa Juno Lucina como protectora de las parturientas, se celebraba en el mes dedicado a
Marte y a la guerra, inequívoca actividad masculina en la antigüedad. Por ello,
aunque Juno aparece como esposa de Júpiter y protectora del matrimonio,
merece la pena explorar sus relaciones con otras divinidades como Marte, un
culto totalmente opuesto y del que, en principio, no se observan elementos en
común. A través de tales comparaciones, se percibe de qué manera la maternidad alcanzada a través del matrimonio acabó considerándose una función esencialmente femenina, mientras que los asuntos de la guerra eran de exclusiva
competencia de los varones.
Sin duda, la contraposición entre estas divinidades, también los ritos inherentes a sus cultos, nos puede ayudar a comprender algunos aspectos de las
complejas relaciones de género en el seno de la sociedad romana, cómo se
puede deducir especialmente de la fiesta en honor de Juno Lucina. Ha de resaltarse que las Matronalia marcaban el comienzo del año según el calendario
lunar, a partir de la reforma atribuida a Numa Pompilio, y en el mismo día era
invocada a Marte por parte de los sacerdotes-soldados o salios. En el fondo, se
trata de valorar la coincidencia de que en el ciclo festivo de los romanos
se exalten la milicia y el parto, aunque se conmemoren en distintos lugares por
hombres y mujeres, con ritos que variaban de unos a otras. Si la oposición entre
tareas masculinas y femeninas se proyectaba en las fiestas que llamativamente
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anunciaban el inicio del nuevo año, tal situación es reveladora del afán por
marcar las diferencias entre ciudadanos y ciudadanas. En este aspecto, el sistema religioso, a través de cultos como los de Marte y Juno, servía para reforzar un determinado modelo social, en el que el poder de los varones se
justifica por sus habilidades en el campo de la batalla, imponiéndose sin
menospreciar, en apariencia, la importancia de las mujeres, que alumbran los
hijos del esposo.
1. «JUNO»
Y LOS CULTOS FEMENINOS.
EL
CASO DE
«JUNO LUCINA»
Frente a otras diosas del panteón romano, indudablemente la que adquirió
mayor popularidad entre las mujeres, según revelan los adjetivos que suelen
acompañar su teónimo, fue Juno, cuyo culto aparece bajo múltiples acepciones3. Como muestra de tal situación, es significativo que se haya utilizado el
término de Juno para referirse al ángel guardián o ser protector del que disfrutaba cada mujer; si los varones disponían de sus genii, de igual manera, aunque con posterioridad, la población femenina acabó contando con las iunones4.
En cualquier caso, parecen oportunas algunas puntualizaciones a propósito de
Juno y las diversas atribuciones y advocaciones de que disfrutó, ya que su
culto sufrió una profunda evolución en el tiempo hasta convertirse en la diosa
preferida por las mujeres.
A pesar de que en otras sociedades del Mediterráneo, en especial la griega y
mesopotámica, las leyendas cosmogónicas aluden a una poderosa, –a veces también terrible–, divinidad femenina, ligada a la fecundidad y a la tierra, que acaba
siendo sometida por el dios varón, en Roma ningún testimonio escrito o iconográfico nos indica situaciones similares5. La derrota de la diosa y la imposición
3. El papel dominante de Juno entre los homenajes religiosos femeninos es destacado por
GAGÉ, J.: (op. cit., pp. 63-64). Sin embargo, recientemente se han discutido o matizado tales afirmaciones a través de análisis más detallados de la documentación epigráfica, en la que figuran diosas
como Diana, Mater Matuta, Bona Dea y Fortuna, junto a Juno, sin olvidar a Júpiter, Apolo o Hércules entre las divinidades invocadas por las mujeres, como indica SCHULZ, C. E.: Women´s Religious Activity in the Roman Republic, University of North, Carolina, 2006, pp. 51-55; la autora llama
la atención sobre las discrepancias entre la información proveniente de las inscripciones y las afirmaciones de los textos literarios. En cualquier caso, Juno fue indiscutiblemente la diosa más homenajeada en las fiestas femeninas de la Roma antigua. Sobre el culto a Juno, vid. DURY-MOYAERS, G.
– RENARD, M.: «Aperçu critique de travaux relatifs au culte de Junon», Aufstieg und Niedergang der
Römischen Welt, II.17.1, Berlin-New York, 1981, pp. 142-202 y MONTERO, S.: Diosas y adivinas.
Mujer y adivinación en la Roma antigua, Valladolid, 1994, p. 37 y n. 36.
4. Sobre las iunones, vid. el breve, pero interesante texto de RIVES, J.: «The Iuno Feminae in
Roman Society», Echos du Monde Classique / Classical Views, XXXVI, 11, 1992, pp. 33-49.
5. A propósito del papel de la divinidad femenina como ser primigenio, principio de fecundidad y vinculado a la tierra, la bibliografía es muy abundante, en especial sobre los casos griego y
mesopotámico. Como muestra de la concepción de la diosa-tierra, también madre, ligada a los
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del dominio masculino suelen inspirar los relatos míticos de sociedades mediterráneas, pero son inexistentes en la sociedad romana primitiva. Sin embargo,
parece que, precisamente, en la Roma de los reyes, Juno, sin disputar la posición de primacía a la deidad masculina adquirió los atributos característicos de
dominadora, ejerciendo su patronazgo sobre actividades propias de los varones
como la guerra, entre otras.
Resulta evidente, entonces, que el culto a Juno fue evolucionando, de tal
modo que a medida que se iba convirtiendo en la diosa de las mujeres por
excelencia, perdía parcelas de ese antiguo poder, que había exhibido con
amplio reconocimiento en la temprana historia de Roma. De los diversos epítetos que acompañan su teónimo, deducimos precisamente la variada y rica gama
de atribuciones de que disfrutó su culto, en el que se introdujeron cambios
notables a lo largo del tiempo.
Tal y cómo ha demostrado N. Boëls-Janssen, en los orígenes de la historia
de Roma, la divinidad femenina, que puede identificarse con el término de
Juno, destacaba por su fuerza extraordinaria, como se desprende de sus relaciones con la fecundidad en sentido amplio, pero también con las actividades
oraculares y guerreras, sin olvidar su especial conexión con el ejercicio del
poder político6. Estas tareas se revelan en casos como el de Juno Moneta, a la
que se evoca por su capacidad adivinatoria aun en el siglo IV a. d. C. Sobre
esta diosa, especial eco en la sociedad romana tuvo la leyenda protagonizada
por las ocas que velaban por su templo cercano al Capitolio. Según la noticia
cultos de la fecundidad, y sobre todo en las culturas mediterráneas, aunque no de forma exclusiva, vid. la sugerente obra de BARING, A. y CASHFORD, J.: El mito de la diosa, Madrid, 2005 (1ª ed.
inglesa, 1991), en la que el tono de divulgación acompaña unas reflexiones agudas y planteamientos sugerentes; con planteamientos similares, menor interés ofrece la sintética visión de HUSAIN, S.:
La Diosa. Creación, fertilidad y abundancia. Mitos y arquetipos femeninos, Madrid, 1992. Entre los
trabajos relacionados específicamente con los mitos griegos y/o desde presupuestos más académicos, destacan las aportaciones de DARAKI, M.: Dionysos et la déesse Terre, París, 1985, quien muestra hasta qué punto se intentó controlar la capacidad reproductora femenina encarnada en la
diosa-tierra, situando su culto en los márgenes y ligándolo a la religión dionisiaca, junto al de
STARR SERED, S.: Priestss, mother, sacred sister: religions dominated by women, New York, 1996, entre
otros. Sobre estos casos, vid. también DEVEREUX, G.: Femme et mythe, París, 1982, sin olvidar el
conocido texto de LORAUX, N.: «Qué es una diosa» en DUBY, G. y PERROT, M.: Historia de las Mujeres, vol. I, Madrid, 1991. Por último, sobre el análisis del control masculino de la sexualidad femenina y su manifestación religiosa, sigue manteniendo su actualidad el agudo y pionero análisis
sobre el caso mesopotámico de LERNER, G.: La creación del patriarcado, Barcelona, 1990 (trad. de
la edición inglesa de 1986).
6. Este poder fue disminuyendo en las etapas sucesivas y, a pesar de la diversidad de funciones que se adjudican a Juno, no parece que puede ser comparada a las divinidades primigenias
del panteón griego, ni del mesopotámico, tales como Gea o Tiamat. Para fijar tales paralelismos,
precisaríamos de textos de carácter cosmogónico y teogónico, de los que carece la sociedad romana, ya que los testimonios escritos y documentos existentes muestran a Juno siempre integrada en
un modelo de dominación masculina que se impone sobre el panteón. Sobre la concepción de
Juno como diosa poderosa en los orígenes de Roma, vid. BOËLS-JANSSEN, N.: La vie religieuse des
matrons dans la Rome archaïque, Roma, 1993, pp. 472-476.
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transmitida por Tito Livio (V, 47, 4), las gentes de Roma no dejaron de alimentar los animales sagrados, a pesar de las carestías que sufría la ciudad por el
asedio enemigo, y este sacrificio acabará teniendo su recompensa, supuestamente gracias a la mediación divina. Al parecer, sólo los gansos se dieron cuenta de la presencia de los galos, advirtiendo del inminente peligro; este aviso
permitió la rápida intervención de los soldados romanos, salvando la ciudad y
el emblemático templo del Capitolio7. El acontecimiento se fecha en el año
390, lo que revela la permanencia del carácter oracular de Juno, del que hay
constancia en los tiempos míticos de Roma8.
Por sus atribuciones bélicas, destaca Juno Martialis, que asumió como epíteto el nombre del dios de la guerra. Aún más conocida e invocada era Juno
Sospita o salvadora, a quien se representa armada con lanza y escudo como
protectora de la ciudad, al igual que podía hacerlo cualquier soldado varón9.
Esta serie de competencias tan variadas favorecieron la asociación de la
diosa romana con otras deidades extranjeras, como la Juno Regina de Veyes;
su estatua fue trasladada desde el templo etrusco a la propia Roma por el vencedor Camilo, tras la toma de la ciudad en el año 396. Tiempo después, apareció la Juno Caelestis, término que encubría a la diosa púnica Astarté. En ambos
casos se había recurrido al rito de la evocatio10; y lo realmente llamativo es el
hecho de que cuando los romanos se apropian de las diosas femeninas de los
pueblos enemigos, procuran las asociaciones con la diosa más popular en su
ciudad, como revelan ejemplarmente los ejemplos etrusco y africano.
Precisamente, al final, fue Juno Regina la diosa más notable del panteón
romano, compartiendo esta posición privilegiada junto a Júpiter y Minerva, los
7. Para conocer éste y otros prodigios entendidos como hechos inexplicables, y que aparecen
con relativa frecuencia en la etapa republicana, vid. MACBAIN, B.: Prodigy and Expiation. A Study
in Religion and Politics in Republican Rome, Bruxelles, 1982.
8. Sobre Juno Moneta, vid. MONTERO. S.: op. cit., pp. 25, 33-35 y 37-38, quien también atribuye
funciones oraculares a las Uni etruscas y SCULLARD, H. H.: Festivals and Ceremonies of the Roman
Republic, London, 1981, pp. 127 y 191. Como es conocido, inicialmente el término moneta se relaciona con monere, advertir; con ocasión de las Guerra Pírricas, en el templo se instauró una ceca,
de ahí la posterior identificación entre moneta y moneda. Sobre su templo, construido por iniciativa de Furius Camillus y dedicado en el año 345 a. d. C., vid. RÜPKE, J.: La religione dei romani,
Turin, 2004 (trad. italiana de la edición alemana de Munich, 2001), p. 250. Para el texto de Tito
Livio, se ha utilizado la edición crítica de Pérez González, Tito Livio, Los origenes de Roma, Madrid:
ed. Akal, 1989. BOËLS-JANSSEN, N. (op. cit., p. 472) añade que las Iunones oraculares se asociaban
con la Luna.
9. Vid BEARD, M.; NORTH, J. y PRICE, S.: Religions de Rome, París, 2006 (1ª ed. Cambridge, 1998),
pp. 94 y 138, quienes añaden que también era una diosa de la fertilidad. Para DURY-MOYAERS, G. y
RENARD, M. («art. cit.», p. 156), las Iunones guerreras serían propias sobre todo de la época arcaica.
Vid. también BOËLS-JANSSEN, N.: ibid., p. 472, quien alude a que era honrada como protectora de la
ciudad en Lanuvium.
10. A propósito de la evocatio, vid. el trabajo, ya clásico, de BASANOFF, V.: Evocatio: étude d´un
rituel militaire romain, Paris, 1947, que aún sigue resultando de utilidad por los datos que incorpora. Sobre estos casos, vid. BEARD, M.; NORTH, J. y PRICE, S.: ibid., pp. 82-83.
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integrantes de la Tríada Capitolina11. Resulta paradójico que esta Juno Regina,
pese a ser protectora de las matronas en su condición de esposas y madres,
como compañera del padre del panteón jamás tuvo descendencia. En cualquier
caso, el hecho de ser una deidad capitolina favoreció el mantenimiento de sus
lazos con el ejercicio del poder político12.
A medida que avanzamos en el tiempo y nos adentramos en las etapas históricas, dejando a un lado el pasado mítico, comprobamos cómo la diosa pierde gran parte de las competencias que le otorgaban soberanía y poder; en este
proceso, paralelamente se tratará de ir enfatizando su relación con el matrimonio, de ahí el papel que se atribuyó a Juno Pronuba, que presidía todas las
ceremonias de los esponsales, lo que la igualaba a la Hera helena13. Pero, también y especialmente, su culto se asoció a la procreación, en lo que destacó
Juno Lucina, vinculada con el momento del parto y con los ritos concernientes
al nacimiento; en este sentido, llama la atención que se entregase una moneda
por cada recién nacido primero en el bosque de la diosa, luego en el templo;
aquí precisamente se procedía a la inscripción de los nuevos miembros de la
comunidad14.
A Juno Lucina se la honraba en la fiesta de Matronalia, en la que se pretendía identificar a las mujeres por su condición, real o potencial, de madres.
Sin embargo, ha de resaltarse que, si bien el ritual de Matronalia incluye a las
matronas, no se especifica su condición maternal, por lo que no debía ser
requisito imprescindible para participar en los rituales.
A propósito de las atribuciones de Juno Lucina, según la opinión imperante
en la historiografía actual, parece incuestionable la asociación o influencia de
11. Con frecuencia se ha resaltado la etrusquización del culto de Juno Regina, lo que supuestamente había favorecido su asociación con las diosas madres del centro de la Península Itálica,
como afirmaba BAYET, J.: La religion romana. Historia política y psicológica, Madrid, 1984 (trad. de
la 2ª ed. francesa, París, 1956), p. 103. Para GAGÉ, J.: op. cit., pp. 63-64, la diosa originaria de
Veyes no tenía ninguna relación con los cultos femeninos, ya que tales atribuciones se le adjudicaron en la sociedad romana. Sobre el debate a propósito del origen etrusco de este culto, vid.,
entre otros, WISSOWA, G.: «The Historical Development of Roman Religion: An Overview» en ANDO,
C.: Roman religion, Edinburg, 2003, pp. 333-334.
12. Para BEARD, M.; NORTH, J. y PRICE, S.: op. cit.., p. 16, Juno Regina fue la diosa más política
de Roma, posición de que disfrutó frente a las restantes divinidades femeninas. Tal visión es compartida por SCHULZ, C. E.: op. cit., 165, n. 49, para quien el culto de Juno en todas sus manifestaciones tenía un significado político, afirmación que precisaría ciertas matizaciones, ya que resulta
exagerada.
13. En esta evolución, en la que se trata de honrar a una divinidad que ha de velar por las
mujeres y la fecundidad, lo que se percibe es el reflejo de la consolidación de la civilización
patriarcal, que ha pasado de la economía pastoril a a la agrícola, además del evidente interés de
los padres por transmitir el patrimonio a sus descendientes legítimos, lo que resalta BOËLS-JANSSEN,
N.: op. cit., p. 472.
14. Esta costumbre parece que se instauró por Servio Tulio, lo que indica que en la fase final
de la Monarquía Juno Lucina había adquirido cierta popularidad y su culto se promovía por iniciativa de los propios reyes. Vid. GAGÉ, J.: op. cit., p. 70 y RUPKE, J.: op. cit., pp. 194 y 250.
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la etrusca Uni, objeto de culto en Pyrgi, de donde procede una valiosa documentación; pero también con la griega Ilitya, vinculada a los nacimientos, o
con Leucotea, que evoca el amanecer15. Sin embargo la etimología de Lucina
no es segura, ya que aparecen diferentes versiones en los autores antiguos.
Por ejemplo, Plinio mantenía que el término provenía de lucus, el bosque
dónde se la adoraba antes de la construcción del templo y desde una remota
antigüedad; pero su información no goza en la actualidad de demasiados adeptos. Frente a esta interpretación, la mayoría de los investigadores se decantan
por la asociación entre lucina y lux o luz, pues tal y cómo afirma Ovidio «el
bosque (lucus) le dio este nombre, o bien se debe a que tú posees el principio de la luz»; el poeta latino indica su localización, al añadir que «al pie del
Monte Esquilino había un bosque con el nombre de la Gran Juno» (Fasti, II,
435-436 y 449-450)16. Sobre esta cuestión, Cicerón matiza que «la luna ha recibido su denominación a partir de «lucir», porque se la identifica con Lucina; y
es que, de la misma manera que entre los griegos se invoca a Diana en su
condición de «Lucifera», así entre los nuestros se invoca a «Juno Lucina» en el
momento del parto» (Nat. Deor., II, 68, 200)17. A partir de estos datos, resulta
más probable la identificación entre Lucina y luz, cuya influencia posterior se
muestra en expresiones como alumbramiento.
Parece entonces que de las variadas diosas femeninas, algunas poderosas y
soberanas, que encubría el teónimo Juno a través de múltiples epítetos, una de
las más notables en el conjunto del panteón fue Juno Lucina. Sin duda su vinculación con el parto, elemento esencial de la función maternal, propició su
permanente popularidad entre la población femenina de la antigua romana. La
trascendencia social, y no sólo religiosa, de que disfrutó la fiesta de Matronalia así parece evidenciarlo.
2. «MATRONALIA», FIESTA
A «JUNO LUCINA»
DE LAS MUJERES Y DE LAS PARTURIENTAS: EL RITUAL DEL CULTO
En efecto, Juno Lucina y la fiesta que se le dedicó, Matronalia, se convirtieron en una celebración femenina, popular, porque, entre otras características,
15. Vid. SCULLARD, H., H.: op. cit., 143 y SMITH, CH.: «Worshipping Mater Matuta: ritual and context» en BISPHAM, E. – CH. SMITH, CH.: Religion in Archaic and Republican Rome and Italy. Evidence
and Experience. Edinburgh., 2000, pp. 142-143.
16. Para una revisión crítica de las aportaciones de los escritores latinos, vid. DURY-MOYAERS, G.
– RENARD, M.: op. cit., pp. 149-150, ns. 53 y 54, que incluyen comentarios a las referencias de Plinio (Nat. His., 16, 235) y Varrón (Ling., 5, 69). Para los textos de Ovidio, se utilizó la obra de
SEGURA RAMOS, B. (intr., trad. y notas): P. Ovidio Nasón, Fastos, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid,
1988.
17. Vid. ESCOBAR, A. (intr., trad. y notas): Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses, Biblioteca
Clásica Gredos, Madrid, 1999.
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integraba elementos profanos y religiosos. Los primeros se desarrollaban en la
domus, mientras los segundos lo hacían en el templo de la diosa, es decir en
un lugar público. Se trataba de espacios contrapuestos, donde los ritos eran
muy diferentes, pero estas prácticas no eran extrañas a los rituales romanos;
en este sentido, no conviene exagerar la separación entre culto cívico y familiar (también rural), ya que si bien en algunas fiestas la ceremonia central tenía
lugar en la ciudad, ésta solía acompañarse de ritos que tenían lugar en la casa.
La inequívoca relación que se establece entre culto público y privado, en especial el doméstico, parece querer trasladar las preocupaciones de la comunidad
a la familia, y viceversa18.
La fiesta comenzaba con un acto social y familiar en la propia vivienda, en
la que la dueña era honrada por su esposo, con lo que se pretendía una exaltación del matrimonio19; la matrona también dirigía a su marido palabras de
agradecimiento. Como mater familias recibía regalos de sus parientes y amigos, convirtiéndose en la protagonista de la jornada en el seno de su hogar.
La actividad continuaba con un banquete, en el que se modificaba el orden
social, ya que la patrona servía la comida a sus esclavos y esclavas20; se repetía la misma trasgresión que en las Saturnalia, aunque en este caso, eran los
patres los que asumían el protagonismo. Tales actividades, que suponen trastrocamientos de la organización social, suelen coincidir en los calendarios festivos con momentos de cambio; así las Saturnalia se celebraban al fin del año
solar, mientras que las Matronalia lo hacían al comienzo del año lunar. Aunque se conocen bien en el caso romano, como es sabido, estas prácticas son
muy frecuentes y comunes en otras sociedades.
Este acto privado se acompañaba de una celebración pública, consistente
en visitas al templo de la diosa, Juno Lucina, a quien se realizaban ofrendas21;
al centro religioso sólo acudían mujeres y preferentemente matronas, las
romanas casadas. El edificio se inauguró probablemente en el año 375 a.d. C.
y por un voto de una mujer llamada Albinia, en la zona del Cispio del monte
18. Sobre estas clasificaciones, vid. BEARD, M.; NORTH, J. y PRICE, S.: op. cit., pp. 66-67.
19. El marido hacía plegarias para favorecer la conservación de su matrimonio, actividad sorprendente en un varón, ya que tal tipo de ruegos es propio de las mujeres, como resalta SCHULTZ,
C. E.: op. cit., p. 147.
20. Se dice en tono malévolo, según noticia recogida por los Padres de la Iglesia, que, en esta
fecha, y aprovechándose del ambiente de subversión social, hombres afeminados aprovechaban
para exhibirse con atuendos mujeriles. Vid. SMITH, CH.: «art. cit.», pp. 136 y ss. Sobre esta serie de
ritos que tenían lugar en el ambiente doméstico, vid., entre otros, GAGÉ, J.: op. cit., pp. 63 y ss. y
BOËLS-JANSSEN, N.: op. cit., pp. 309-319.
21. Tal y cómo se menciona en los Fasti Praenestini, según recoge J. Gagé, ibid., p. 70, entre
otros, si bien ha de señalarse que el texto está fragmentado, detectándose problemas de lectura en
el caso de Albinia; por ello, otros autores indican que sólo se menciona a la esposa o hija de un
hombre llamado Albio. La fecha de fundación del templo es mencionada por Plinio (Nat. Hist., 16,
2359). Sobre estos datos, vid. SCHULTZ, C. E.: op. cit., pp. 42 y 166, n. 64 y también BOËLS- JANSSEN,
N.: op. cit., pp. 313 y ss.
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EL CULTO DE «JUNO LUCINA« Y LA FIESTA DE «MATRONALIA»
Esquilino, donde había existido el bosque sagrado en el que se honraba a la
diosa desde épocas antiguas22. La fundación de este recinto sagrado se atribuye a mujeres, quienes debieron de aportar ayuda financiera.
Sobre los bienes donados a la diosa, llama la atención que consistieran en
guirnaldas de flores, pues al tratarse de la protectora de los partos no se toleraba la realización de sacrificios; un acto religioso que, si no estaba prohibido,
al menos apenas practicaron las mujeres23. Parece que asistían especialmente
las embarazadas, pidiendo a la diosa un parto feliz; para evitar daños y males
en el futuro alumbramiento, debían llevar el pelo suelto y su atuendo estar
libre de nudos24.
Ciertamente, la procreación como función femenina no se exaltaba sólo en
el culto de Juno Lucina, ya que encontramos a otras diosas también vinculadas con esta misma tarea y veneradas en las diferentes fiestas del calendario
religioso femenino. Junto a Fortuna Muliebris, destacaría el caso de Mater Matuta, honrada en la fiesta de Matralia; esta última aparece como protectora de
los niños hasta llegar a la edad madura, pero, en este caso, llama la atención
el hecho de que las matronas soliciten la ayuda para sus sobrinos y no para
sus hijos. Se produce también una mezcla social, ya que al templo acuden
las esclavas junto a las matronas, si bien se las expulsará por las aristócratas
a golpes de vara25. Estos ejemplos, entre otros que podían añadirse, muestran
el interés por introducir en el calendario festivo de las mujeres aquellos cultos que evocan su rol maternal, que acaban convirtiendo en el femenino por
antonomasia.
Pero, además de las similitudes con estas fiestas, importa destacar que las
Matronalia en honor de Juno Lucina responden al modelo de celebración religiosa de las ciudadanas. Me refiero al hecho de que se honra a una divinidad
22. Vid. especialmente RÜPKE, J.: op. cit., pp. 194, entre otros.
23. Es muy común la idea que las mujeres tenían prohibido sacrificar animales, elemento crucial en los rituales de las religiones antiguas, como defendió CAZANOVE, O. DE: «Exesto. L´incapacité
sacrificielle des femmes à Rome (à propos de Plutarque, Quaest. Rom. 85)», Phoenix, XLI, 2, pp.
159-173. Una revisión reciente del texto de Plutarco, junto a otras informaciones de autores antiguos, cuestiona tales afirmaciones y defiende que las mujeres sí sacrificaban, aunque no lo hicieran con frecuencia, como señala SCHULZ, C. E.: op. cit., pp. 131-137.
24. Vid., entre otros, GAGÉ, J.: op. cit, pp. 66-67; BOËLS-JANSSEN, N.: op. cit., p. 10 y CID LÓPEZ,
R.M., «El ordo matronarum y los espacios femeninos en la Roma antigua. Las fiestas de Matronalia y Fortuna Muliebris» en NASH, M.; DE LA PASCUA, M. J. y ESPIGADO, G.: Pautas históricas de sociabilidad femenina. Rituales y modelos de representación, Cádiz, 1999, pp. 49-52.
25. Los ritos arcaicos parecen tener su explicación. Se dice que las matronas simbolizan la
Aurora, la hermana de la Noche, que se ocupan del Sol, su sobrino. Hay que expulsar a las esclavas, la noche, para que llegue el día y dejan a su hijo, la luz solar. Mater Matuta era también una
diosa lactante, a la que se atribuían poderes curativos, que se considera al mismo tiempo diosa
del amanecer, fertilidad y crecimiento. Sobre esta divinidad y el análisis simbólico de su fiesta,
Matralia, vid. especialmente, CHAMPEAUX, J.: «La fête romaine, fête públique, fête pour le peuple»
en MOTTE, A. –TERMES, CH.: Dieux, fêtes, sacré dans la Gréce et la Rome antiques, Turnhout, 2003,
p. 178 y SMITH, CH.: «art. cit.», pp. 136 y ss.
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EL CULTO DE «JUNO LUCINA« Y LA FIESTA DE «MATRONALIA»
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siempre femenina y vinculada con las funciones atribuidas tradicionalmente a
las mujeres, que, en este caso, es el parto. También se suelen invocar virtudes
propias de las mujeres casadas y respetables como el pudor o la castidad26.
Las devotas son mujeres, excluyéndose la participación masculina, y las ofrendas consistían sobre todo en productos vegetales, como las flores, junto a leche
o miel, y parece que no era habitual la realización de sacrificios. Los espacios
suelen ser templos, con frecuencia extraurbanos, pero no se evitan los ambientes domésticos, que se utilizan en otros ritos como el de Bona Dea; el hecho
de evitar los lugares más céntricos de la ciudad revela el afán por marginar a
las mujeres del culto público, en esencia masculino27. En última instancia, las
divisiones del espacio ritual muestran cómo la religión intenta marcar la diferencia entre hombres y mujeres, lo que pone de manifiesto que el género,
masculino o femenino, ha sido siempre un crucial elemento configurador de la
organización de los cultos28.
En cualquier caso, se pretende que las mujeres se reúnan y honren a divinidades que parecen proteger actividades propias de las mujeres; se utiliza la
religión como instrumento que fomenta la identidad de las mujeres como colectivo, lo que se percibe en otros más amplios, incluida la sociedad romana en
general29. Pero, a la vez, el calendario festivo de las matronas no olvida las
profundas diferencias entre las mujeres, procediéndose a una auténtica categorización, en el sentido de que se define claramente la posición de ciudadanas
frente a las que no lo son, en especial las esclavas; sin olvidar la tendencia a
marcar la posición privilegiada de las matronas como representantes de las
aristócratas30.
26. En estas fiestas se enfatizaba también la castidad y la fidelidad al esposo, con el afán de asegurar la legitimidad de la descendencia paterna. Vid., entre otras, CID LÓPEZ, R. M.: «art. cit», p. 57.
27. Sobre esta cuestión, vid. las acertadas reflexiones, entre otros, de SCHEID, J.: «Extranjeras
indispensables. Las funciones religiosas de las mujeres en Roma» en G. DUBY Y M. PERROT: Historia
de las Mujeres, vol. I, Madrid, 1991 y «Les rôles religieux des femmes à Rome. Un complément» en
FREI-STOLBA, R.; BIELMAN, A. y BIANCHI, O. (eds.): Les femmes antiques, entre sphère privée et sphère
publique, Bern, 2003, pp. 137-151, en especial, p. 138.
28. Vid. también BEARD, M.; NORTH, J. Y PRICE, S.: op. cit., p. 283.
29. Sobre el uso de la religión como instrumento de cohesión de grupos sociales de índole
diversa, la bibliografía es amplia, aunque, con frecuencia se suele olvidar su influencia en el caso
de las mujeres. A propósito de esta temática, vid., entre otros, BEARD, M.: «A Complex of Times.
No More Sheep on Romulus` Birthday» en C. ANDO (ed.): Roman religion, Edinburgh, 2003, pp.
283-290, quien afirma que el calendario ritual proyecta la historia de Roma, su poder y ofrece las
señas de identidad, sin mencionar el papel de los cultos femeninos. Respecto a la fiesta como
garantía e instrumento de integración social, que defiende las relaciones entre las divinidades y los
hombres, en general, vid. también SPETO, N.: «Théories de la fête dans l´histoire des religions» en
MOTTE, CH - TERNES, M.: Dieux, fêtes, sacré dans la Grèce et la Rome antiques, Turnhout, 2003, pp.
162-164. Como una de las primeras aproximaciones a esta cuestión, vid. MONTANARI, E.: Identitá
culturales e conflitti religiosi nella Roma republicana, Roma, 1988.
30. Vid., entre otras, CID LÓPEZ, R. M.: «art. cit.», pp. 44 y 55-56.
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Ha de señalarse que las fiestas religiosas femeninas, aunque suman un
número sensiblemente menor que las masculinas, figuran en el calendario oficial. Ello significa que se trataba de feriae, las consideradas, fiestas oficiales y
públicas, lo que implicaba que debían desarrollarse en uno de los días festi,
consagrado a los dioses, y nefas, es decir no se podía trabajar31. La inclusión
en el ritual oficial muestra, de manera elocuente, el interés en divulgar determinados estereotipos femeninos, que acababan gozando de un reconocimiento
oficial a partir de la llamada religión de las mujeres.
Aunque el calendario de fiestas ligado a esta religión de las mujeres surgió
en la Roma primitiva, éste se mantuvo e incorporó otras nuevas bajo la República. Será en esta época cuándo aún se refuercen más los motivos que supuestamente provocaron el origen de cada una de ellas. De los casos conocidos, se
insiste en acontecimientos de índole política y protagonizados por las ciudadanas, en los que se exaltan los servicios prestados al Estado, que suponen la
aparición de la fiesta femenina32. En concreto, bajo la etapa republicana, actos
heroicos atribuidos a excepcionales ciudadanas dieron lugar a celebraciones
religiosas, como sucedió con la hazaña de Veturia y Volumnia, que frenaron
la guerra contra Roma promovida por su pariente Coriolano, y a quienes se
recordará luego en la fiesta de Fortuna Muliebris33.
Como precedente de lo ocurrido en el período republicano, el caso de
Matronalia es ejemplar, ya que en esta fiesta se recordaba a Hersilia, la primera mujer de Roma y a las esposas de los ciudadanos compañeros de Rómulo.
La alusión a este episodio parece evidenciar la antigüedad de la fiesta, pero
sobre todo, se evocaba a estas mujeres por su papel de mediadoras entre sus
maridos, latinos y romanos, y sus padres y hermanos, sabinos34. Fueron ellas
quienes habían conseguido imponer la paz entre ambos bandos y habían realizado un gran servicio a la ciudad. Por eso, se las recuerda y se hace en una
fiesta femenina popular. Pero, como dato bastante curioso, se celebra en el
mes de la guerra, una actividad esencialmente masculina en la sociedad romana, que precisamente tendía a vincular el valor y la masculinidad con las acciones en el campo de batalla.
31. Según SCHEID, J.: «La femme...», p. 138, en el calendario, y con carácter de fiestas públicas,
figuraban casos como los de Matronalia, Matralia, las Nonae Caprotinae, las de Ceres, Pudicitia,
Venus y Fortuna Muliebris. Vid. también CHAMPEAUX, J.: «art. cit.», pp. 172-173.
32. A propósito de estos acontecimientos protagonizados por las ciudadanas y en la etapa
republicana, vid. SCHULTZ, C. E.: op. cit., p. 147 y también HERRMANN, CL.: Le rôle judiciaire et politique des femmes sous la République romaine, Bruselas, 1964.
33. Vid., entre otros, GAGÉ, J.: op. cit., pp. 48-54 y «Matrones ou mères de famille? Sur des formes archaïques d´encadrement féminin dans les sociétés primitives de Rome et du Latium», Cahiers
Internationaux de Sociologie, 1960, pp. 49-74, y CID LÓPEZ, R.M.: «art. cit.», pp. 52-55.
34. Sobre el episodio de las Sabinas, vid., entre otros, LIOU-GILLE, B.: «L´enlévement des Sabines», Latomus, L, 1991, pp. 342-348. Vid. también GAGÉ, J.: op. cit., pp. 51-53 y SCHULTZ, C..: «art.
cit.», p. 166.
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3. «MATRONALIA»,
UN RITUAL FEMENINO EN EL MES DE
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MARTE
La fecha de la celebración de Matronalia, en concreto el 1 de marzo, no
es una cuestión que haya pasado desapercibida a los investigadores, debido a
que la exaltación del papel de las matronas, por un lado, y las parturientas,
por otro, coincide con la fiesta que abre la campaña militar; es decir, con un
ritual guerrero, del que aparecen varios ejemplos en el mes dedicado, no por
casualidad, a Marte. Hasta la reforma cesariana, esta fecha marcaba además el
comienzo del año, al utilizarse un calendario lunar.
Sobre el desarrollo de estas fiestas, conviene resaltar que en los ambientes
domésticos primero, pero sobre todo en el templo del Esquilino, las matronas
se reunían y honraban a Juno Lucina con flores y en el interior del recinto
sagrado. Mientras las ciudadanas aristócratas se ocupaban de tal tarea, por las
calles del Campo de Marte, sus esposos contemplaban un gran espectáculo,
del que algunos quizá fueran protagonistas. Me refiero a los desfiles de los
Salios o sacerdotes-guerreros, que al son de la música, bailaban y hacían sonar
los escudos de Júpiter que se atribuían a la época de Numa. Las armas simbólicamente guardadas en la época de la paz volvían a exhibirse y los jóvenes
ciudadanos se preparaban para la futura campaña militar; las danzas se repetían en diferentes ocasiones a lo largo del mes de marzo, en las que de nuevo
se procedía a limpiar y mostrar los instrumentos de la guerra35. Se trataba en
el fondo de festejar el anuncio del nuevo año poniendo el énfasis en los temas
militares y en los espacios públicos.
Ante la circunstancia de que Juno presidía las kalendae, se ha dicho que es
una casualidad que coincidan fiestas con sentidos muy distintos en el mismo
día, el 1 de marzo36; simplemente, ocurrió que en esta fecha, además del nacimiento de Marte, se conmemoraba el natalicio del templo a Juno Lucina; ambos
acontecimientos no parece probable que respondan a un hecho fortuito37. En
estos casos, llama la atención la contraposición entre espacios y actividades
que definen lo femenino y lo masculino. La guerra, tarea varonil, se proclama
en la calle, mientras que el parto, función exclusiva de las mujeres, interesa
exaltarlo en la casa y en recintos cerrados. Es decir, sin espectáculos que lo
animen y lo proyecten al exterior; de ahí que se limite la presencia de las
devotas al templo y el interior, sin apenas procesiones o exhibiciones públicas
que marquen el ritual. Parece evidente que la oposición en función del género
está claramente presente en las fiestas del uno de marzo, aunque la situación
es bastante más compleja a la hora de analizar la simbología que encierra cada
35. Entre los variados estudios sobre la danza y ritual de los salios, vid. CHAMPEAUX, J.: «art.
cit.», pp. 83-87 y SCULLARD, H. H.: op. cit., pp. 84-96, quien destaca la antigüedad de la fiesta de
estos sacerdotes-soldados.
36. Vid BOËLS- JANSSEN, N.: op. cit., p. 311, para quien los argumentos esgrimidos por Ovidio
son un mero ejercicio retórico y la coincidencia es una simple casualidad.
37. Vid., entre otros, SCULLARD, H. H.: op. cit., p. 65.
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una de las actividades que en ese día se festejaban; no se trata simplemente
de distinguir unas funciones de otras, se trata sobre todo de jerarquizarlas, a
la vez que se intenta ver hasta qué punto la sociedad romana precisaba de la
participación del ciudadano y la ciudadana en la consecución del bienestar de
la res publica.
La reelaboración que se produce con el culto de aquella Juno soberana y
guerrera hasta convertirla en la divinidad del matrimonio y el parto, muestra
de qué modo debía reforzarse una propaganda que concebía a las ciudadanas
ante todo como madres. El pasado mítico se olvida en lo relacionado con las
diosas poderosas, aunque no ocurrió lo mismo con Marte, que mantuvo inalterable su posición de protector de la guerra y de los soldados. Paradójicamente,
el pasado mítico proporciona el pretexto para construir la leyenda de las
madres gloriosas que tanto abundan en la historia épica de los romanos, como
revela magníficamente el texto de Ovidio a propósito de los Sabinos.
4. UNA
«MATRONALIA»
OVIDIO («FASTI», III, 170-225)
REVISIÓN DE LOS ORÍGENES DE
A PARTIR DE
Y DEL CULTO A
«JUNO LUCINA»
En sus Fasti, Ovidio dedica bastante atención al episodio de las Sabinas, a
propósito de su narración sobre el origen de Matronalia38. Aunque algunos
autores contemporáneos otorgan escasa credibilidad a su texto, curiosamente
gran parte de los datos que aporta no contradicen lo manifestado en otras
obras de la literatura latina39.
Con el objeto de explicar el origen y el ritual de esta fiesta, Ovidio concede figuradamente la palabra a Marte, quien ofrece un relato detallado de los
hechos protagonizados por las Sabinas40. Al comienzo de su narración sobre
los acontecimientos que explican los heterodoxos mecanismos a los que recurrieron los primeros romanos para disponer de compañeras, el dios de la guerra alude a Juno Lucina como divinidad oracular, recomendando los remedios
para que las mujeres consigan el deseado embarazo41. El dios de la guerra
describe el ambiente de pobreza de la primitiva Roma, donde ni Rómulo ni
38. Vid. OVIDIO, Fasti, III, 167-258, sobre la fiesta de Matronalia, y que incluye su versión de
la leyenda de las sabinas.
39. Me refiero a la información que sobre el asunto de las Sabinas proporciona PLUTARCO,
Rom., 14-19; aunque éste último lo hace con mayor profusión de detalles y noticias. Vid. PÉREZ
JIMÉNEZ, A.(int., trad. y notas): Plutarco, Vidas Paralelas, I, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1985.
40. Sobre estos hechos, muy conocidos, vid., entre otros, LIOU-GILLE, B.: «art. cit.», pp. 342-348.
y las consideraciones de BOËLS- JANSSEN, N.: ibid., pp. 314.
41. El episodio sirve para explicar la relación entre Juno y la fiesta de Lupercalia, en la que
las mujeres que deseaban quedarse embarazadas se dejaban azotar por los sacerdotes con las tiras
de la piel del macho cabrío sacrificado, en lo que sería un claro ritual de fertilidad. Sobre esta
noticia de Ovidio (Fasti, II, 435-449) vid. DURY, M. – RENARD, M.: «art. cit.», pp. 155-156, entre otros.
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sus compañeros pastores eran capaces de encontrar esposa; por ello, la divinidad le sugirió la idea del rapto, que el primer rey romano llevó a cabo en
la tierra de los sabinos. A pesar de la indignación de sus vecinos, parece que
éstos retrasaron un tiempo el inicio de la guerra, ya que las mujeres sabinas
salieron a su encuentro con los hijos de sus nuevos maridos en el regazo. Hersilia ocupa un papel destacado, pues ella es quien anima a las otras mujeres
para que la acompañen y actúen como mediadoras; luego, se atreven a ir al
campo de batalla, donde su presencia acabó siendo providencial. Al presentarse como intermediarias en el propio escenario de la guerra, lo que realmente
conmovió a sus padres fueron los niños, sus descendientes; este gesto fue lo
que finalmente les hizo deponer las armas. Sin duda, se trata de mostrar hasta
qué punto estas mujeres eran conscientes de la repercusión de tal comportamiento; es decir, se están sirviendo de su posición de madres para lograr la
paz entre sus padres y sus esposos. A partir de ahí, aunque sus acciones contienen ciertas dosis de heroicidad y comportamientos masculinos, se las recordará y evocará por su servicios públicos en su condición de madres, porque
ellas han logrado la paz que beneficia a la naciente ciudad de Roma.
Siempre según las palabras que Ovidio pone en boca de Marte, los hechos
protagonizados por las Sabinas sucedieron el uno de marzo, el día del nacimiento de Marte, el hijo de Juno. Es decir no se menciona a la diosa, ni lo
femenino, sino a la guerra42. Ciertamente, las sabinas están involucradas en los
sucesos bélicos; en realidad, son la causa que los desencadena. Ha de destacarse que se igualan incluso a los ciudadanos, en especial por su responsabilidad
e interés en la defensa de la patria recién nacida; al final, son las que eficazmente idean los medios para evitarla. Para ello, no recurrieron a las armas,
como sus parientes masculinos, sino a la exhibición de su posición maternal43.
42. Pues el dios llega a afirmar que «las madres llegan en legión a visitarme» (OVIDIO, Fasti, III,
252-252).
43. En este caso, es muy tentador recurrir a la visión de N. LORAUX para la sociedad griega, en
la que partiendo de los textos homéricos y de documentos epigráficos hallados en Esparta y Atenas, establece paralelismos entre la guerra y el parto entendido como un combate, por el sufrimiento y el dolor que conlleva. En este sentido, hombres y mujeres sirven a la patria y sus
funciones tienen puntos en común. Vid. su obra, Las experiencias de Tiresias (lo masculino y lo
femenino en el mundo griego), Barcelona, 2004 (1ª en francés, 1990), en especial, destaca el capítulo sobre «El lecho y la guerra» (pp. 43-97). Aunque carecemos de datos para la sociedad romana,
la comparación con el caso griego es tentadora, y no resulta descabellado pensar en su aplicación
en Roma, con ciertas salvedades; me refiero a que se reconoce a la mujer la posibilidad de servir
a la patria, pero ciudadanos y ciudadanas no se igualaban en la llamada «bella muerte» ni siquiera
cuándo el hombre fallecía en el campo de batalla o la mujer en el momento de dar a luz, si tenemos en cuenta la información a nuestro alcance. Sobre el parto como combate en la antigüedad,
vid., entre otros, SMITH, CH.: «art. cit.», pp. 136 y ss. Sobre esta asociación y otros temas más generales sobre las madres y la maternidad, vid. CID LÓPEZ, R. M.: «Madres, maternidades y estereotipos
de lo femenino en la antigüedad» en MÉNDEZ VÁZQUEZ, J.: Madres, trabajo y familia. De la invisibilidad histórica a la igualdad contemporánea (en prensa).
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Esta función de las sabinas es precisamente la que enfatiza Ovidio y lo que
realmente interesa resaltar, independientemente del valor histórico que pueda
atribuirse a los acontecimientos narrados en los Fasti. El hecho de que el relato de Marte finalice con alusiones claras a Juno Lucina y las mujeres es revelador de cómo se intenta contraponer la función maternal de las primeras
ciudadanas lideradas por Hersilia, que adquirieron este derecho por matrimonio con los romanos, los dedicados sobre todo a la guerra; el oficio por el
que sobresalieron los compañeros de Rómulo44. Se recuerda esta circunstancia,
pero apenas su habilidad como negociadoras, o su capacidad para la persuasión de sus padres y hermanos en el abandono de las armas.
En el fondo, a través de las celebraciones del uno de marzo se trataba de
decir que la guerra era un asunto de varones y que las mujeres interesaban
sólo como madres de ciudadanos que también serían guerreros. Bajo tales concepciones, la diosa de los partos, Juno Lucina se concibe a partir de lo que
debería ser la misión de las mujeres; se olvida a las antiguas Iunones poderosas, porque tras los halagos a la matrona como dueña del espacio doméstico,
su auténtico reducto, se la anima luego a que acuda al templo para pedir un
parto afortunado, y a que lo haga discretamente. En tales circunstancias, no
cabe duda de que a la mujer se la deseaba arrinconar en los espacios privados
de poder con la justificación de que debía encargarse de la procreación y el
cuidado de la descendencia. Como refuerzo del rol maternal, que implicaba la
aceptación del dominio del pater familias, el culto de Juno Lucina contribuyó
a la sumisión real de las ciudadanas en el conjunto de la sociedad a través de
las poderosas imágenes religiosas. Aunque se pretendiese igualar a la parturienta con el guerrero, la repercusión social de cada actividad era diferente y
generaba evidentes desequilibrios en las relaciones entre hombres y mujeres.
En suma, en el mismo día del mes, sendas fiestas religiosas reconocen los
servicios al Estado que pueden prestar hombres y mujeres, pero otorgando a
unos y a otras espacios diferentes. Los casos de Matronalia y las celebraciones
guerreras son ilustrativos de la eficaz influencia de la religión en la transmisión
y legitimación de un determinado modelo social; en este caso, la organización
patriarcal de la sociedad romana pretendía también, y especialmente, su justificación en el orden divino, que, al igual que ocurría entre los mortales, seguía
distinguiendo lo masculino y lo femenino desde la desigualdad. La guerra y el
parto bajo la advocación de Marte y Juno convertían a las mujeres en seres
precisados de protección y, si es así, débiles y sumisos ante los varones; los
únicos dotados con el valor exigible en el campo de batalla. Ejemplarmente,
las celebraciones del uno de marzo evidencian la relación entre la maternidad
y la guerra, a partir de las leyendas en torno a Juno y su hijo Marte.
44. Conviene tener en cuenta que el templo se construyó en el año 375, cuando los ecos de
las diosas guerreras ya se habían desvanecido. Vid., entre otras, BÖELS-JANSSEN, N.: op. cit., pp. 136,
311 y 314.
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