Naturalidad y sorpresa sobre fondo camp

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Atlas Shrugged
JUANLI CARRIÓN
Naturalidad y sorpresa sobre fondo camp
Álvaro de los Ángeles
Una característica importante a propósito del uso y análisis de las imágenes contemporáneas es situarse en el
espacio de consciencia que supone saber si aquello que muestran es real, está manipulado, o es un completo
artificio. La cuestión no es sencilla y, en último término, tampoco definitoria sobre nuestro posicionamiento,
pero sin duda marca la lectura e interpretación que hagamos de las imágenes. Un ejemplo paradigmático fue
la foto que dio la vuelta al mundo mostrando a George W. Bush con un pavo de plástico el Día de Acción de
Gracias de 2003; una visita sorpresa a las tropas estadounidenses en Irak que escondía otra sorpresa. Como
ha indicado Johan Swinnen, sin la aportación de lo que ha denominado “datos extrafotográficos”, es decir,
aquellos que vienen a añadir información a las imágenes desde otros campos ajenos al visual, la fotografía
“permanece en silencio absoluto”.
En el ámbito del arte contemporáneo se ha demostrado un creciente interés por la búsqueda, redefinición y
plasmación de lo Real para cuestionar elementos tan dispares como la transformación del territorio, la cultura frente a la naturaleza, la cotidianeidad de los gestos pequeños convertidos en gran tema, o la identidad
en definición perpetua como resultado de los cambios sociales, sexuales y políticos. En cualquier caso, parece
responderse ante la necesidad de convertir en ficción elementos que en la realidad podrían adquirir, y de hecho
en determinadas situaciones adquieren, el aspecto de pesadillas. Esta es la tesis que Slavoj Zizek expone en el
artículo “Pasiones de lo Real, pasiones de la apariencia”, incluido en el libro Bienvenidos al desierto de lo real.
La capacidad de convertir acontecimientos reales en sucesos ficcionados, es una solución psicoanalítica que
ayuda a superarlos y es, a la postre, lo que distancia, por habitar el terreno de lo simbólico, a los humanos del
resto de animales. Siguiendo con la argumentación, se puede considerar que la representación de la realidad
que afronta el arte –o incluso la equiparación con el lobo de lo Real– es una solución casi terapéutica para entender, asimilar e intentar cambiar lo circundante.
La serie Atlas Shrugged de Juanli Carrión incorpora dentro de una aparente serenidad formal una serie de
elementos contrapuestos, incluso antagónicos, que le confieren una complejidad muy atractiva. La comisaria
de esta muestra, Blanca de la Torre, ya plantea con gran acierto uno de estos antagonismos cuando define la
convivencia en estas obras de una cierta reminiscencia de la fotografía de los New Topographics con el kitsch.
En este sentido, aquí se quiere profundizar un poco más para definir este tipo de misceláneas como una práctica puramente camp. En Notas sobre lo “camp” [Notes on “camp”, 1964], Susan Sontag enumera 58 situaciones, ejemplos, referencias culturales, notas en definitiva que vienen a definir la actitud desenfadada de lo
camp frente a lo cultural pre-establecido que por lo general se toma y se mide con gran seriedad y etiqueta. Las
“notas” se dedican a Oscar Wilde, paradigma de lo plenamente camp, del cual a su vez la autora extrae frases de
sus célebres obras para ir dejando pistas que actúan, asimismo, a modo de homenaje. El sistema empleado de
las notas en lugar de, por ejemplo, el ensayo, es tal vez la mejor definición de lo escurridizo del concepto: “Me
ha parecido que las notas serían la forma más apropiada de atrapar algo de esta sensibilidad particularmente
huidiza, mejor aún que el ensayo (con su tendencia al razonamiento lineal, consecutivo). Resulta embarazoso
mostrarse solemne y erudito a la hora de tratar sobre lo camp. Correríamos el riesgo de producir, a su vez, una
pieza camp de calidad muy inferior”. Resulta de gran interés definir el concepto a través de la realización de un
ejemplo. Es decir, redactar esas notas sobre lo camp tratando de hacer una pieza camp en sí misma, comparable a aquéllas que Sontag enumera en su conciso texto. Es éste, tal vez, el mejor homenaje posible al método
de trabajo del escritor irlandés.
Atlas Shrugged
JUANLI CARRIÓN
Juanli Carrión combina la mirada precisa sobre espacios públicos que mantienen elementos o vestigios de la
naturaleza, con la importancia industrial del montaje para la exposición y su instalación en el espacio. Por un
lado, las imágenes; por otro, las cajas de luz apropiadas de las elaboradas por y para los restaurantes chinos:
un soporte dentro del cual cabe cualquier cosa que, sin embargo, parece llevar una marca concreta de su origen
(el Made in China convertido en el eslogan del nuevo capitalismo). Así pues, las imágenes evocan la imparable
transformación, manipulación o recreación de la naturaleza, la insalvable contaminación de elementos industriales o recreativos en el espacio natural. Lugares inhóspitos o próximos se igualan en el distanciamiento
que genera la representación fotográfica y la utilización de cajas de luz idénticas entre sí, salvo por el efecto de
movimiento que generan algunas de ellas. Esta sensación de movimiento potencia tanto la verosimilitud de un
gesto de realidad, la virtualidad aún conmovedora, como evidencia la representación del medio artístico: una
cárcel de donde lo Real no podrá salir nunca.
La “naturalidad” en el caso de la serie Atlas Shrugged, es la plasmación de la imposible naturaleza, la no
vuelta a un origen no manipulado, no maltratado, no accesible. Es, asimismo, la naturalidad (no exenta de
paradoja) con que nos enfrentamos a un mundo donde la presencia industrial es signo de progreso y causa
de conflictos medioambientales, ideológicos, económicos: una ecuación todavía irresoluta. La “sorpresa”, por
seguir con la concisa explicación del título, es el juego que subyace en este conjunto de imágenes que, pese a
toda la avalancha visual y la información globalizada, siguen resultando sorpresivas, potenciadas por la apariencia de movimiento en las cajas de luz que lo contienen, y juguetonas, en el sentido de evitar una seriedad
reduccionista. Para finalizar: Atlas Shrugged plantea el dilema de la globalización a través de un medio natural
sobre-explotado que iguala los países, sus territorios y la conducta de sus habitantes (en perfecta sintonía con
la igualación que generan los medios técnicos de producción). La despreocupación de su gesto de hombros,
como si no le importara lo que ocurre a su alrededor o más bien no pudiera hacer nada para evitarlo, marca
una distancia apolítica, es decir, y según Susan Sontag, plenamente camp.
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