pdf El problema de la invasión céltica en España según los últimos

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[Publicado previamente en: Investigación y Progreso 9, n.º 6, junio 1935, 180-184. Versión digital por cortesía de los herederos del autor, como parte de su Obra Completa, con la paginación
original].
© Martín Almagro Basch
© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia
El problema de la invasión céltica en España según los últimos
descubrimientos
Martín Almagro Basch
[-180→]
La cuestión de la llegada del pueblo celta a España ofrece, merced a recientes descubrimientos, facetas de singular interés que, arrojando nueva luz, hacen variar bastante
la teoría hasta hoy sustentada.
Los movimientos del pueblo de los «campos de urnas» (Urnenfelder) se inician en
Alemania a la llegada de la cultura hallstáttica de Gündlig, aproximadamente del 900 al
800 a. de J. C. La presión de estas gentes del Hallstatt inicial, son las que mueven a los
habitantes del Este de Francia y del Rhin a replegarse hacia el Norte, hacia las tierras
montañosas y, sobre todo, a emprender su marcha hacia el Sur de Francia, pasando por
el Portillo de Belfort al Ródano, al Macizo Central francés y a los Cevennes, y a ocupar
primero las tierras de la vertiente septentrional del Pirineo, y más tarde a atravesar esta
Cordillera, invadiendo España y ocupando, a nuestro parecer, casi toda la Península.
La llegada de gentes de los «campos de urnas» a Cataluña, ya ha sido fijada hace
varios años por el Profesor Bosch Gimpera; pero creemos es posible sustentar la tesis de
que las necrópolis catalanas no son de edad superior al material arqueológico que de las
gentes de la misma cultura aparece en el resto de la Península.
También hace ya tiempo que en el valle del Ebro se señalaron estaciones arqueológicas de material parecido, pero que acaso no fueron suficientemente valoradas, siendo
consideradas por el Profesor Bosch Gimpera, con arreglo a los materiales entonces disponibles, como infiltraciones de los «campos de urnas» catalanes a través de la cultura de
Marles, lo que más tarde ha rectificado, cambiando en parte su tesis sobre los celtas en varios artículos recientes 1, en los que el gran sistematizador de nuestra Prehistoria se acerca
más a la interpretación exacta de esta gran oleada de celtas que estableció su dominación
por [-180→181-] toda la Península, excepto en Levante y parte de Andalucía, sufriendo,
sin embargo, también estas regiones el empuje de aquel nuevo elemento racial.
El mismo pueblo de las «urnas» que invade Cataluña y desarrolla allí una cultura
céltica, invade a la vez con los mismos elementos culturales el Bajo Aragón, y no en
«grupos pequeños de inmigrantes» perdidos por los valles pirenaicos, como supone últimamente el Profesor Bosch Gimpera al modificar su tesis tradicional, sino en una
1
P. Bosch Gimpera: Etnología de la Península Ibérica, Barcelona, 1932, página 457.— Idem, "Los celtas
en Portugal y sus caminos", Homenagem a Martins Sarmento, Guimarães, 1933.— Idem, "Los celtas y
el país vasco", Revista Internacional de los Estudios Vascos, San Sebastián, 1933.— Idem, "El
Problema de los Cántabros y de su origen", Boletín de la Sociedad Menéndez y Pelayo, Santander,
1933.— Idem, "Una primera invasión céltica en España hacia 900 a. de J. C., comprobada por la
arqueología", Investigación y Progreso, diciembre, 1933)
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oleada fuerte que desarrolla en el Bajo Aragón una cultura importante llamada hasta hoy
ibérica, pero que es típica y sustancialmente céltica 2. En cuanto a cronología, la hemos
Figs. 1 y 2. Quintanas de Gormaz (Soria).— Fig. 3. Roquizal del Rullo.— Fig. 4. Las Cogotas. Museo
Arqueológico Nacional. (Según J. Cabré).
de tratar al final; pero diremos que los elementos aparecidos en Cataluña se encuentran en
Aragón con mayores rasgos de antigüedad y mucha más riqueza a veces, por lo [-181→182-]
cual creemos se han de fechar ambas culturas en su origen dentro de la misma época, aunque en Cataluña los celtas fueron desalojados por los Iberos, en tanto que en Aragón la
cultura céltica evolucionó durante varios siglos, no siendo suplantada por elementos ibéricos predominantemente hasta muy cerca de la invasión romana, siendo seguramente con la
conquista de las legiones de Roma cuando el Bajo Aragón queda subyugado e iberizado.
Fig. 5. Las Cogotas. Museo Arqueológico Nacional. (Según J. Cabré).
2
El Profesor Bosch Gimpera, en su artículo citado, Una primera invasión céltica en España hacia 900 a.
de J. C., señala ya esta importancia del elemento céltico que nosotros creemos de una manera indudable
que es el sustancial y predominante de tal «cultura ibérica del Bajo Aragón» y que por ello nos atreveríamos a llamar «cultura céltica del Bajo Aragón».
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Pero esta cultura señalada en Cataluña y en Aragón, aunque como decimos en este
último lugar no con la importancia que tuvo, aparece también por las dos Castillas con
sus elementos más típicos y manifestaciones más arcaicas (figs. 1 a 4). De la provincia
de Madrid se guardan varios interesantes materiales en el Museo de Prehistoria de dicha
capital, que sin ningún género de duda están unidos a la cultura de las «urnas», pues son
homogéneos con los elementos más antiguos de la cultura céltica de Aragón y de Cataluña; y no sólo esto: en las excavaciones de Numancia, y últimamente en el Castro de
las Cogotas, han aparecido vasos (fig. 5) cuya identidad es casi absoluta con tipos que
se desarrollaron en el Rhin y en el Sur de Alemania, al comienzo de la Edad de Hierro
(fig. 6). A la cerámica acompañan objetos de bronce que corroboran cuanto decimos:
broches de cinturón, fíbulas, etc., los cuales han aparecido también en Andalucía.
Creemos, pues, que la oleada de los pueblos de los «campos de urnas» que fue señalada en Cataluña llegó no sólo a aquella región, sino a toda la Península.
En cuanto a cronología, en sus últimos trabajos el citado autor parece dar la fecha
del 900 a. de J. C. para las infiltraciones directas de elementos celtas que penetran en
Aragón, habiendo dado una edad anterior al año 1000 para los cementerios catalanes de
los «campos de urnas» 3.
Con toda clase de reservas, haremos la observación de que ambas [-182→183-]
fechas nos parecen excesivas, creyendo que la invasión céltica se extendería por España
entre el 800 al 700 a. de J. C.
Fig 6. Dottingen (Württemberg). (Según O. Paret).
No creemos que llegaran antes, porque la cultura de las «urnas» no se mueve del
Rhin y territorios próximos hasta la llegada de la cultura hallstáttica de Gündling; además, si admitimos, lo cual está todavía por demostrar plenamente, que trajeron el hierro,
tampoco se puede fechar sus movimientos hacia el SO. de Europa antes de esta fecha 4.
Además, los elementos de la cultura de Villanova que han asimilado los pueblos de
los «campos de urnas» antes de su llegada a España, nos dan también una fecha no anterior al 900 para sus movimientos iniciales, no pareciendo probable que llegaran a España hasta entrado el siglo VIII.
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El Prof. Bosch Gimpera a pesar del título de su citado artículo en su texto da la fecha del 600 al 800
para las infiltraciones célticas hacia Aragón. De los celtas catalanes no habla concretamente en dicho
trabajo; pero la cronología dada cambia la fecha tradicional. Véase Etnología, págs. 457 y sig.
El hierro no aparece a nuestro parecer en tal cultura de una manera lo suficientemente clara para que no
dejemos de reconocer que esta oleada de pueblos arrastran una cultura substancialmente de la Edad del
Bronce.
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Después tenemos elementos para no datarla tampoco más acá de esa fecha. En
efecto, las primeras fuentes griegas que recogió la Ora Marítima de Avieno nos denuncian un estado de cosas que, según nuestra opinión, indican que la invasión céltica se
había efectuado, no en el siglo VI, como se ha venido diciendo, sino en época anterior.
Por lo que el periplo marsellés nos dice, se deduce que los celtas habían vencido ya
completamente a los oestrimnios, arrinconándolos, y no en el momento en que el autor
griego escribió, sino en época anterior, que ya barrunta en legendaria 5.
En Andalucía poseían los celtas regiones y ciudades que parecen indicar, por el
estado en que se encuentran, que los indígenas tartesios habían reaccionado ya en gran
parte contra la gran invasión céltica, la cual habría sido bastante anterior al periplo masaliota escrito en el [-183→184-] siglo VI (530-550). El elemento extranjero aparece en el
texto citado arrinconado hacia la Penibética, donde una serie de pueblos y nombres de
ciudades denuncian la llegada de los celtas, y también hacia el Occidente, conservando,
sin embargo, Cartare, en la ría de Huelva.
Consideramos que hacia el siglo VI los celtas habían sido desalojados de las regiones más ricas del Guadalquivir, como también, según el periplo citado nos demuestra,
habían perdido ya la región de la costa catalana, donde, sin embargo, hubieron de existir, pues lo denuncia la Arqueología. Tampoco creemos que llegaron hacia el siglo VI
los celtas, porque los elementos culturales que traen pertenecen principalmente a las
primeras culturas del Hallstatt. Un objeto típico de las últimas culturas de la primera
Edad del Hierro es la espada de antenas larga, que no llega ni al Sur de Francia ni a la
Península, con lo cual parece demostrarse que aquella invasión de pueblos no se efectuó
en época muy posterior al siglo VIII.
Hemos intentado exponer la hipótesis de que la gran invasión de las gentes de los
«campos de urnas» se extendió por toda nuestra Península, pudiéndose fechar entre el
siglo VIII y VII 6.
Nuevos hallazgos habrán de ratificar o de modificar nuestra hipótesis, que vamos a
procurar exponer más ampliamente en un trabajo próximo.
Finalmente, no creemos probable haya podido existir otra gran oleada de pueblos
europeos; sin embargo, las relaciones comerciales fueron de una intensidad mucho
mayor de lo que se ha venido suponiendo, y aun es posible que no sólo hayan sido elementos culturales los que hayan pasado el Pirineo, sino también étnicos, aunque no en
número suficiente para poder hablar de dos invasiones célticas y, sobre todo, no creemos muy firme sostener dos invasiones en la primera mitad del primer milenio antes de
Cristo, aunque no será difícil que la Arqueología vaya fijando infiltraciones de pueblos
más o menos intensas en la segunda Edad del Hierro, cosa hasta hoy no admitida por la
mayoría de los arqueólogos.
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6
El Prof. Schulten señala cómo la Ora Maritima dice que los oestrimnios fueron arrojados por las
serpientes y señala que el nombre de los sefes, pueblo celta del occidente, equivale a la voz griega
«sepe» serpiente, por lo cual deduce que éste es el nombre que los griegos dieron a los celtas del
Occidente; hipótesis que corrobora la ofiolatría que los celtas parece profesaban.
Dada la brevedad del presente artículo no comparamos nuestra hipótesis con las sostenidas por otros
autores, principalmente véase H. Hubert, Les celtes et l'expansion celtique jusqu'à l'époque de La Tène,
París, 1932, pág. 345.
Ya redactado este trabajo sale a luz una nota de J. Pérez de Barradas, sobre materiales arqueológicos
pertenecientes a esta cultura, que se conservan en el Museo de Prehistoria Madrileña, los cuales
fortifican nuestra hipótesis que coincide en gran parte con la sustentada por dicho autor. Véase
Memorias de la Sociedad Española de Antropología, tom. XIII, pág. 223 (Madrid, 1934).
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