30 de septiembre de 2008 -------------------------------------------------------------------------------- Emicla S.A. v. Pesout S.A. Cámara Nacional de Apelaciones en lo.Civil, sala B Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los 30 días del mes de septiembre de dos mil ocho, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala "B", para conocer en los recursos interpuestos en los autos caratulados: "Emicla S.A. c/ Pesout S.A. s/ fijación y/o cobro de valor locativo", respecto de la sentencia de fs. 415/420, el Tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver: ¿Es ajustada a derecho la sentencia apelada? Practicado el sorteo resultó que la votación debía efectuarse en el siguiente orden Señores Jueces Doctores: MAURICIO LUIS MIZRAHI.- GERONIMO SANSO.- A la cuestión planteada el Dr. Mizrahi, dijo: I. Antecedentes I.a. La sentencia de primera instancia, obrante a fs. 415/420, resolvió hacer lugar a la demanda por fijación y cobro de valor locativo promovida por Emicla S.A. y, en consecuencia, condenó a Pesout S.A. al pago de una suma de dinero, con más sus intereses y costas. I.b. Contra dicho pronunciamiento se alzó la parte demandada, expresando agravios a fs. 435/439; pieza ésta que mereciera la réplica obrante a fs. 440/442. La encartada adujo que no había podido acreditarse en autos la existencia del contrato de locación invocado por la pretensora. Manifestó que, en virtud de la relación de amistad que unía a los directivos de las partes, la accionante le había permitido constituir en un inmueble de su propiedad el domicilio legal de la sociedad -a los efectos de cumplimentar los requisitos impuestos por la Inspección General de Justicia-; pero que de ello no podía colegirse que se hubiere ejercido la tenencia de la cosa. II. Estudio de los agravios. En primer lugar, resáltase que el artículo 377 CPCCN es claro en cuanto dispone que cada una de las partes debe probar el presupuesto de hecho de la norma o normas que invocare como fundamento de su pretensión, defensa o excepción. Es decir, pone en cabeza de quien alega un hecho, la carga de su prueba. Es que la obligación de afirmar y probar se distribuye, pues, entre las partes, dejando a la iniciativa de cada una de ellas la posibilidad de hacer valer los hechos que pretendan que sean considerados como verdaderos en el proceso (Chiovenda Giusseppe, "Principios de Derecho Procesal Civil", t. II, pág. 253). Así las cosas, Emicla S.A., en su carácter de parte actora en el presente pleito, tenía la carga de acreditar con las probanzas pertinentes los hechos invocados en su pretensión. En primer lugar, debía demostrar que había celebrado un contrato de locación con la emplazada, configurándose tal cuando una persona -denominada locador- se obliga a entregar el uso y goce de una cosa durante un tiempo determinado a otra -denominada locatario- contra el pago de un precio determinado en dinero -artículo 1493 del Código Civil- (conf. Lorenzetti, Ricardo Luis, "Tratado de los Contratos", Ed. Rubinzal Culzoni, pág. 324/325); y en segundo lugar, era menester acreditar que no se le habían abonado los cánones correspondientes. Claro está que la carga probatoria, como tal, es siempre subjetiva y recae sobre la parte a quien le es útil la prueba de que se trata (conf. Arazi, Roland, y Rojas, Jorge A., "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación Comentado y Anotado", Ed. Rubinzal‑ Culzoni, 2003, pág. 485). Precisado el marco de actuación procesal que cabe a las partes, diré que la accionante en su libelo inaugural- arguyó haber convenido que la empresa emplazada utilizara, como sede social, parte del inmueble de su propiedad ubicado en la avenida Juan de Garay 3435 de esta ciudad. Adujo que toda vez que mantenía una estrecha relación con los accionistas de la encartada, había pactado que no se le abonara en principio canon alguno, y que la deuda en cuestión sería cancelada cuando Pesout S.A. incrementara su actividad y se afianzara en el mercado (v. demanda de fs. 61/63). Ahora bien, el juez de primera instancia -para tener por acreditado el contrato de locación entre las partes- tuvo en cuenta la experticia practicada por el perito contador designado en autos, que informara que de la compulsa de la documentación de la demandada surgía que las reuniones de directorio entre el 15 de junio de 1992 y el 24 de mayo de 2001 habían sido celebradas en la sede social de la avenida Garay. Tal como quedaron planteadas las cosas, desde ya adelanto mi opinión divergente de la del juez de grado, dada la insuficiencia de elementos probatorios para tener por acreditada la relación contractual que se invoca entre las partes. Es que luego de un análisis circunstanciado de todas las probanzas anejadas en autos, he llegado a la conclusión de que la constitución del domicilio legal en el citado inmueble fue simplemente una ficción creada por las partes, mediante la cual le permitía a la accionada tener sede en esta ciudad a los fines requeridos por la Inspección General de Justicia; o sea, una formalidad meramente registral. En este sentido, resáltase que ha quedado comprobado en el caso de marras que Pesout S.A. tenía su planta en la localidad de Valentín Alsina, Provincia de Buenos Aires, siendo éste el lugar donde desarrollaba su actividad y al cual le llegaba la mayor parte de su correspondencia (véase informes -solicitados por la propia actora- de Telefónica fs. 174/176, Edesur fs. 178, Aguas Argentinas fs. 335); ello dicho sin perjuicio de que en las correspondientes actas de directorio se volcara lógicamente como domicilio social el ubicado en el inmueble de la calle Garay. Empero, las constancias formales allí vertidas no alcanzan para acreditar que efectivamente se hubieren desarrollado en el mencionado domicilio de esta ciudad actividades concretas, y ni siquiera las reuniones sociales de los miembros del Directorio. En definitiva, la constitución formal de un domicilio legal -y aunque se reciba allí cierta correspondencia- no demuestra, sin más, el uso y goce de la cosa; ni menos aún que hubiera mediado entre las partes un contrato de locación. En resumidas cuentas, no cabe duda que media en la especie una orfandad probatoria de la accionante para demostrar la relación contractual que invoca. Destácase que no obra agregado en autos ningún convenio escrito al respecto, ni reconocimiento de deuda por parte de la encartada. A mayor abundamiento, se resalta que de las experticias practicadas en autos se desprende la inexistencia de documental alguna que pueda respaldar la celebración de un eventual contrato. Al respecto, resulta significativo que en más de nueve años de ese invocado "vínculo locativo" no hubo emisión de factura alguna ni intimación de pago o constancia que haga presumir la fijación de un precio por la articulada locación. Tal como manifiesta el recurrente, tampoco existe un acta de entrega y/o de restitución de la oficina aparentemente locada. En lo que concierne a la prueba testimonial, la parte actora ofreció dos testigos. El primero de ellos, José Francisco Mangone -empleado de Emicla S.A.-, manifestó que recibía correspondencia cuya destinataria era la demandada, pero nada dijo respecto de si aquella efectivamente utilizaba la oficina en cuestión (v. fs. 221). El segundo de los testigos, Emilio Enrique Coba -hijo del presidente de Emicla S.A y empleado de ésta-, fue el único que señaló que había una oficina que "la usaba la firma Pesout S.A. (...) que hacían reuniones en esa oficina" (v. fs. 344). De lo expuesto surge que la única supuesta prueba que acreditaría el uso de la mentada oficina serían los dichos de un sólo testigo, que -para colmo- es empleado de la accionante e hijo del director de ella. Sobre el punto, cabe señalar que si bien en nuestro sistema no se aplica la máxima testis unus testis nullus, el testigo único debe ser apreciado con mayor rigurosidad, tratando de desentrañar el mérito o la inconsistencia de la declaración mediante la confrontación con las demás circunstancias de la causa que corroboren o disminuyan su fuerza (conf. CNCiv, Sala D, in re "Medina, Alicia H. c/ Línea 67 Transportes Tejar S.A. s/ daños y perjuicios", del 21/10/1998). Es que no obstante que los dichos del único testigo no dejan de tener relevancia por el carácter de tal, la realidad es que sus aserciones deben ser analizadas con particular estrictez y renovada cautela (conf. CNCiv, Sala H, in re "Fernández, Lucas c/ Bottacci, Alejandro y otros s/ daños y perjuicios", del 25/02/1997). La rigurosidad apuntada debe aplicarse todavía con mayor severidad cuando -como en el caso- estamos ante declaraciones de testigos que resultaran ser familiares y/o dependientes de la accionante; y carecerán de la debida fuerza convictiva cuando el testimonio no se encuentre respaldado por los restantes elementos probatorios aportados (ver CNCiv, Sala M, in re "Rentero, Baltasar G c/ Empresa de Transportes Teniente General Roca S.A.s/ daños y perjuicios", del 11/12/1995; íd., Sala K, in re "Compañía Microómnibus La Colorada SACI c/ Calderón Soto, José s/ daños y perjuicios", del 27/8/1997). Por otra parte, de las restantes declaraciones testimoniales anejadas en autos -ofrecidas por la parte demandada- surge que "nunca vio un contrato de locación", "que según los balances no existe deuda" (v. declaración testimonial de Osvaldo Angel Varela de fs. 224); que la planta de Pesout S.A. se ubicaba "en la calle Chaco y le consta porque cuando iba de visita a la misma veía como operaba la empresa y cree que tenía en la Av. Garay en Capital un domicilio para la DGI y correspondencia con organismos nacionales y nada más; que ahí funcionaba un garage" (v. declaración testimonial de Raúl Armesto fs. 225); que el domicilio legal de Pesout S.A. era "en la calle Garay 3435; que ahí había un garage de Miguel Coba pero nunca hubo nada de Pesout" (v. declaración testimonial de José Manuel Gabián de fs. 227). En suma, los dichos de los últimos testigos citados lejos están de compadecerse con el relato de los hechos efectuado por la accionante. Por último, y para el caso que existiera alguna dubitación, el análisis de los libros de comercio de ambas partes es lo que ha de sellar la suerte adversa de la demanda incoada en autos, ya que de éstos no surge la existencia de deuda y/o crédito alguno. En este contexto, adviértase que todo comerciante está obligado a llevar cuenta y razón de sus operaciones y a tener una contabilidad mercantil organizada sobre una base contable uniforme y de la que resulte un cuadro verídico de sus negocios (art. 43 del Código de Comercio). Sobre la cuestión, destácase que los asientos de dichos libros probarán contra los comerciantes a quienes pertenezcan los libros; de lo que se sigue que se trata de un supuesto en el cual los libros prueban en contra de quien los lleva (Rouillón, Adolfo A. N., "Código de Comercio Anotado y Comentado", Ed. La Ley, pág. 99). Por otro lado, el Código de Comercio admite la posibilidad de que los libros, regularmente llevados, hagan prueba a favor de su propietario. Es decir, que las posiciones de las partes no pueden estar limitadas a simples afirmaciones dogmáticas, sino que deben ser demostradas a través de los libros de comercio llevados en legal forma, respaldando de esta manera su posición con la instrumentación pertinente requerida por la ley mercantil, o, al menos, con otra prueba plena respecto de lo que surge de las registraciones de su adversario (conf. CNCom, Sala A, in re "Weben S.A. s/conc. prev. s/inc. de rev. prom. por: Logro Máquinas Gráficas S.R.L.", del 19/02/08). Desde esta perspectiva, la excepción al principio según el cual nadie puede constituir por su propia mano una prueba eficiente a su favor, está dada en materia mercantil por la eficacia probatoria de los libros de comercio, pero ella se encuentra condicionada a la posibilidad de que la contraparte pueda oponerle a su vez las constancias de sus propios asientos, y por el presupuesto de que quien invoca la prueba de sus libros haya dado cumplimiento a los requisitos legalmente establecidos para que los mismos puedan considerarse llevados en legal forma (CNCom., Sala C, in re "Banco Rio de la Plata c. Parini Roberto", E.D. 71, pág. 433). En la especie, se reitera, la accionante no exhibió constancia alguna del crédito que reclama en su favor en los casi 10 años que supuestamente habría locado la cosa, pues solo aparece anotada la acreencia una vez promovida la demanda de autos. A su vez, la falta de registración del crédito se condice con la inexistencia de deuda en los libros de la encartada; de manera que es dable concluir que no hubo entre las partes la relación contractual que se esgrime. A la luz de lo narrado, propondré a mis colegas que se acceda a los agravios incoados y se revoque la sentencia de primera instancia. III. Conclusión A tenor de las consideraciones fácticas y jurídicas desplegadas a lo largo del presente voto, propongo al Acuerdo que se revoque la sentencia apelada en todo cuanto fuera materia de agravio y, en consecuencia, se rechace la demanda incoada. Las costas de ambas instancias se imponen a la accionante vencida (art. 68 del CPCCN). El Dr. Sansó, por análogas razones a las aducidas por el Dr. Mizrahi, votó en el mismo sentido a la cuestión propuesta. Con lo que terminó el acto: MAURICIO LUIS MIZRAHI.- GERONIMO SANSO.-. El Dr. RAMOS FEIJOO no firma por haber sido recusado (v. fs. 433). Es fiel del Acuerdo. Buenos Aires, septiembre de 2008.Y VISTOS: Por lo que resulta de la votación que instruye el Acuerdo que antecede, se revoca la sentencia apelada en todo cuanto fuera materia de agravio y, en consecuencia, se rechaza la demanda incoada. Las costas de ambas instancias se imponen a la accionante vencida (art. 68 del CPCCN). El Dr. Ramos Feijoo no firma por haber sido recusado. Notifíquese y devuélvase.