2. EL TIPO DOLOSO DE COMISIÓN (I: La imputación objetiva)

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El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
2.ª
I. Sentido de la llamada «imputación objetiva»:
1. El juicio de la conducta humana como típica.–
2. Tipos de mera actividad y tipos de resultado.–
3. Causalidad e «imputación objetiva».–
II. La moderna doctrina de la «imputación objetiva. Criterios y reglas de
imputación objetiva de resultados.
Una persona tendida inerme en el suelo, junto a la experiencia del
estallido y la fractura de la ventana, plantea de inmediato otra
pregunta: ¿Qué has hecho? Es decir, si lo sucedido no es mero
proceso de la naturaleza, sino acción, nos planteamos qué clase de
conducta se ha realizado. Casi sin darnos cuenta pasamos a valorar la
conducta de alguna manera; como un homicidio.
¿Qué has
hecho? (I)
Desde hace tiempo se viene manejando la distinción entre «explicar»
y «comprender», que se corresponde con los llamados juicios
«empíricos» y «de valoración», respectivamente. Cualquiera de
nosotros puede mirar por la ventana y decir: «llueve», «hace sol»,
«nieva»…; pero puede también afirmar: «no me gusta que llueva»,
«hace un día estupendo». En estos dos últimos, se emite un juicio de
valor, comprensión del día como malo o como bueno. En los tres
primeros, simplemente se explica lo que se ve. En nuestro caso de
partida, puedo afirmar: «esa persona tiene un puñal clavado en el
pecho», «la pérdida paulatina de 1.500 ml. de sangre ha provocado
un colapso cardiaco-respiratorio», «un cuerpo pesado es atraído
hacia el centro de la Tierra…». Todos ellos son afirmaciones propias
de los científicos (médico, físico, o simplemente el espectador), que
describen o explican. Pero no comprenden.
Pero cuando entra en escena la libertad, entonces comprendemos la
realidad. Entonces entra en escena un factor, la libertad, que escapa a
la mera explicación. Y sólo entonces, sólo si comprendo, puedo
valorar la realidad.
Las afirmaciones del Derecho necesitan de juicios empíricos: es
preciso saber si alguien ha muerto, si había sustancias venenosas en
el organismo, si se produjo un colapso cardiaco-respiratorio…
Dichos juicios explican que una persona ha muerto, pero no que
alguien la haya matado.
Para decir que alguien ha matado a otro, hay que confrontar la
conducta en cuestión con una norma penal (el artículo que
corresponda del código penal). Si concluimos afirmativamente, dicha
conducta es objetivamente típica, a lo que habrá que añadir además
si esa misma conducta es también subjetivamente típica (L.3). Se
trata, en definitiva, de enjuiciar (valorar) si la conducta en cuestión
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Sobre el origen de la teoría de
la imputación objetiva: dicha
doctrina proviene del Derecho
civil (Larenz, 1927), de donde
autores como Honig (1930) la
aplican al Derecho penal.
Años después es reelaborada
por otros autores (Roxin,
1970). En la actualidad es
doctrina comúnmente
aceptada.
2.ª
El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
pertenece o no al género de conductas que el legislador pretendía
prevenir mediante esa norma. Son criterios valorativos los idóneos
para responder a una pregunta sobre el sentido de la conducta.
Sin embargo, durante cierto tiempo en la doctrina penal (positivismo
naturalista) dominó la pretensión de dar razón de las conductas
humanas desde la mera causalidad empírica. Lo cual constituye un
medio inidóneo para los fines pretendidos: comprender la conducta
humana. En la actualidad, gracias a la doctrina de la «imputación
objetiva» se ha generalizado la idea de que han de ser criterios
valorativos los que den respuesta a la pregunta por el sentido de la
conducta. A pesar de este recurso a criterios valorativos, sigue
siendo común el recurso a la causalidad empírica como paso previo
para la imputación de la conducta. Ello es aceptable si entendemos
que esa exigencia de causalidad no puede sustituir a aquellos
criterios, que son el medio idóneo para comprender la conducta
humana.
Estos criterios valorativos pueden sintetizarse en la siguiente
afirmación: una conducta será típica en sentido objetivo cuando
despliegue un riesgo relevante en el sentido del tipo. Dicho de otro
modo: que despliegue un riesgo típicamente relevante en el sentido
del tipo en cuestión (tipos de mera actividad y tentativas), que se
realiza en el resultado (en tipos de resultado). Veámoslo en el C.21.
C.21 Caso del «tío rico»
«A hace viajar frecuentemente a su tío en avión con la esperanza de
que algún día se produzca un accidente y pueda heredar. Un buen
día sus deseos se ven realizados» (caso académico: Cfr. SILVA
SÁNCHEZ/BALDÓ LAVILLA/CORCOY BIDASOLO, Casos de la
jurisprudencia penal con comentarios doctrinales. Barcelona, 1997,
p 107, b-1).
I. De los hechos descritos, cabe resaltar lo siguiente: mediante una
conducta como invitar, proponer, convencer..., a su tío de que viaje
en avión, con el rebuscado propósito de así lograr heredar algún día
próximo, A logra finalmente su propósito. Su tío muere en un
accidente de aviación, y A hereda de él.
II. Se nos pide analizar la responsabilidad penal de A. Partiendo de
que los hechos son como se describe, puede entenderse lo siguiente:
II.1. No hay ningún indicio en el relato de hechos probados para
dudar de la existencia de una conducta humana en A. En efecto,
proponer, invitar, hacer que... su tío viaje en avión o es conducta
humana o es un imposible. Sólo mediante una conducta humana cabe
pensar en esos procesos (proponer, invitar...). A realiza, por tanto,
una o más conductas humanas. Veamos a continuación si reúne el
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El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
carácter de ser típica, es decir, de colmar los requisitos de la
tipicidad.
II.2. En el aspecto objetivo, A, al hacer que su tío viaje en avión una
y otra vez, interpone un factor causal de la muerte de éste, pues volar
así es un factor que, suprimido mentalmente, hace desaparecer la
muerte en accidente de aviación. Veamos a continuación si, además
de causal, constituye un riesgo típicamente relevante. Es dudoso que
una conducta como la de viajar en medios de transporte como el
avión constituya un riesgo típico: al menos, no puede ser un riesgo
típico de homicidio (art. 138), pues en ese caso, los vuelos deberían
estar prohibidos y los empresarios que los promueven, podrían verse
procesados, al menos por conspiración para el asesinato. Lo mismo
que se dice para el riesgo de homicidio, puede afirmarse para el de
lesiones, malos tratos... No hay nada típico en la conducta de hacer
subir a alguien en vuelos comerciales reconocidos que cumplen las
condiciones técnicas legales para ello. Se trata, en definitiva, de un
riesgo no típicamente relevante, de un riesgo que resulta adecuado
socialmente. Distinto sería si el sobrino hace subir a su tío en un
vuelo del que sabe que explotará, debido a que un terrorista ha
colocado una bomba, o del que sabe que se estrellará, porque no
cuenta con sistema de aterrizaje. Pero de esto nada se dice en los
hechos; si así fuera, el riesgo no sería adecuado socialmente, sino
típicamente relevante.
Lo anterior excluye de por sí también una posible responsabilidad
por tentativa, puesto que ésta exige al menos el comienzo de actos
peligrosos en el sentido del tipo. Y si hemos afirmado ya que no hay
tipicidad, por falta de peligrosidad, por adecuación social de la
conducta, no cabe tampoco la tentativa. En consecuencia, la
conducta de A no es típica.
II.3. En el aspecto subjetivo, la presencia de la intensa intención de A
para heredar no transforma un riesgo no típicamente relevante en
típico. Sigue siendo atípico, adecuado socialmente. Los malos
propósitos de A no hacen que su conducta, aunque moralmente
reprochable, pase a ser típica en Derecho penal.
Debido a lo anterior, no es preciso analizar los restantes elementos
de la teoría del delito.
Conclusión: A no es responsable de ninguna conducta típica en
Derecho penal, por lo que ha de defenderse su impunidad.
Cfr. también C.12 y C.31.
Viajar en avión constituye un riesgo, como también lo son una
multitud de factores cotidianos que representan riesgos, incluso
elevadísimos. Piénsese en la conducción de vehículos, la industria
farmacéutica, la construcción, la minería… Pero dichos riesgos, tras
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2.ª
2.ª
El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
una ponderación con lo que se derivaría de una sociedad que
careciera de transportes, medicamentos, edificios, industria…, son
tolerados: se trata de riesgos permitidos, riesgos que no constituyen
riesgos típicamente relevantes. Ante otros factores, en cambio, ya no
estamos ante riesgos cualitativamente permitidos, sino ante riesgos
que resultan insignificantes en términos cuantitativos. Por ejemplo,
el consumo de tabaco: claro que es un riesgo que puede conducir a la
muerte de personas. Pero la posibilidad de que fumar un cigarro
acabe con la vida de alguien es demasiado remota. Estamos entonces
ante riesgos que no llegan a ser cuantitativamente relevantes.
Constatado que la conducta despliega un riesgo típicamente
relevante, es preciso además comprobar que dicho riesgo es el que se
realiza en el resultado. Es decir, que no son otros riesgos diversos los
que se han interpuesto y acaban realizándose en el resultado. Ello no
se precisa en los tipos de mera actividad (delito de allanamiento de
morada, por ejemplo), en los cuales entre acción y resultado no hay
diferencia; pero sí la hay en los llamados delitos de resultado, pues
en ellos media una lapso espacio-temporal entre acción y resultado
(delito de asesinato, por ejemplo). Los riesgos que pueden
interponerse tras la conducta del autor pueden provenir: o bien del
mismo autor, o bien de un tercero (C.22), o bien de la propia víctima
(C.23).
C.22 Caso de las «35 puñaladas»
«Manuel L.S., que padece una esquizofrenia paranoide,
caracterizada por un delirio de celos y persecución, agredió a su
esposa Josefa con un cuchillo de cocina “asestándole treinta y cinco
puñaladas, en diversas partes del cuerpo, que originaron otras
tantas heridas inciso-punzantes que afectaron al tórax, abdomen,
miembro superior derecho y miembro inferior izquierdo, una de
ellas interesó el corazón”, herida gravísima potencialmente mortal.
Manuel se presentó a la Policía contando los hechos y Josefa fue
internada en el Hospital de la Cruz Roja de Sevilla, donde se
procedió a suturar y hemostasiar las heridas, así como a la
trasfusión indovenosa de suero y sangre. Leandro C.D. se personó
en la habitación, donde Josefa, en estado de inconsciencia, estaba
acompañada de su hermana, buscando la tarjeta que acreditaba que
Josefa, como Testigo de Jehová que era, no quería se le hiciesen
trasfusiones de sangre. Mientras la hermana fue a buscar a la
enfermera, Leandro le quitó el catéter, presionando con la mano el
brazo para evitar la hemorragia. “A consecuencia de todo lo
relatado, Josefa fallece aquella misma tarde por el shock
hipovolémico que estaba contenido por la aportación de sangre que
recibía”» (STS 27 de marzo de 1990, ponente: Moyna Ménguez; RJ
1990\2626).
De los hechos descritos, cabe resaltar lo siguiente: MANUEL, que
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El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
padece una esquizofrenia paranoide, asestó a Josefa, su mujer, 35
puñaladas con un cuchillo de cocina, de las cuales una interesó al
corazón. Manuel se presentó a la Policía relatando los hechos. Ella
fue internada en el Hospital, donde se procedió a curar las heridas,
mediante su sutura y transfusión de sangre. En esta situación,
estando ella inconsciente, se presentó en el hospital LEANDRO, que
dijo ser testigo de Jehová, como Josefa, por lo que según su credo,
ella se negaba a recibir transfusiones de sangre. Aprovechando que
la HERMANA de Josefa salió a buscar a la enfermera, Leandro
procedió a retirar el catéter de la transfusión pero presionando la
herida para evitar la hemorragia, cosa que sin embargo no pudo
evitar la muerte.
Se nos pide analizar la responsabilidad penal de MANUEL,
LEANDRO y la HERMANA. Si el relato de hechos fue así, cabe
entender lo siguiente de dichos intervinientes:
1. En ninguno de los tres sujetos cabe hablar de causas de
ausencia de conducta humana. Los tres llevan a cabo conductas
humanas y externas. No concurre ningún factor que pueda excluir la
conducta humana. Ni siquiera en el caso de Manuel, al asestar
aquellas puñaladas en una situación de intenso arrebato, cabe hablar
de que desaparezca la acción, debido a que se mantiene un mínimo
de libertad, el mínimo que consiste en tener una opción a su actuar.
2. MANUEL, al asestar 35 puñaladas, interpone un factor causal de
la muerte de Josefa. Lo que no está tan claro es que el resultado de
muerte sea imputable a esta conducta. Mediante la fórmula heurística
de la condicio sine qua non, Manuel, con sus puñaladas, aporta un
factor causal, pues suprimidas mentalmente no se desencadenaría el
resultado de muerte. Su conducta crea diversos riesgos típicamente
relevantes (muerte, lesiones, daños, etc.); sin embargo, de estos
riesgos, el más grave (art. 138) no se realiza en el resultado porque
se interpone un factor distinto, ajeno, que es la conducta comisiva de
LEANDRO (desconectar el catéter). Ésta conducta es causal,
igualmente por la fórmula de la condicio, y crea a su vez un riesgo
típicamente relevante de muerte, que sí se realiza en el resultado.
Cabe afirmar por tanto que la conducta de Manuel constituye una
tentativa de homicidio (art. 16); y la de Leandro un homicidio
consumado (art. 138). Junto a este riesgo, cabe entender que dichas
puñaladas despliegan también riesgos relevantes a efectos de otros
tipos (malos tratos, lesiones, etc.), pero todos ellos quedan
absorbidos (mediante el llamado concurso aparente de normas o de
leyes) por el tipo de homicidio intentado.
3. De la conducta llevada a cabo por MANUEL, cabe inferir la
presencia de dolo pues, en virtud de las reglas de experiencia que
cualquier persona ha adquirido mediante el cotidiano proceso de
aprendizaje (¿quién no se ha cortado con un cuhillo alguna vez?), se
percibe la virtualidad lesiva de un cuchillo de cocina empleado
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2.ª
2.ª
El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
repetidamente con incisiones en una persona viva. No cabe hablar de
un error, ni por ausencia de reglas de experiencia, ni por falta de
actualización, ni por defecto de cálculo. La presencia de un trastorno
paranoico con delirios por celos no excluye el dolo –por error
(suponiendo que su enfermedad le llevara a tener representaciones
defectuosas de la realidad)–, sino que puede servir más bien para
afirmarlo, pues precisamente por los celos le aflige este mal a Josefa.
Debemos concluir que su conducta es dolosa. Algo semejante puede
afirmarse de la conducta de LEANDRO: precisamente porque conoce
el remedio de la transfusión de sangre, y el carácter vital de ésta, ya
que es testigo de Jehová, al desconectarla, está aplicando un riesgo
del que se representa su concreta peligrosidad: tiene reglas de
experiencia adquiridas, que le permiten anticipar la consecuencia (la
muerte) de su conducta (desconectar). Que apretara la herida para
evitar la muerte, no es óbice a la presencia del dolo, aunque pueda
serlo a la presencia de intención. Sin embargo, el dolo no es
intención, por lo que es compatible el representarse el peligro con
una intención de no matar. La conducta de ambos es dolosa.
4. En cuanto a la conducta de la HERMANA, al salir de la
habitación, cabría entender que es de carácter omisivo. Sin embargo,
no es fácil afirmar la presencia de una estructura de comisión por
omisión que permita imputar el resultado de muerte por no haberlo
evitado. Hay pocos datos en el caso para considerar que se hallaba en
posición de garante: podría ser por la asunción voluntaria de las
tareas de cuidado de su hermana, pero no hay datos suficientes; el
parentesco no es suficiente, pues no parece que existan deberes
"legales" de garantía en favor de hermanos (art. 11). Pero aunque así
fuera, sabemos que eso no basta para la comisión por omisión; para
hacerla posible, exigimos interpretar la posición de garante como
compromiso específico de actuar a modo de barrera de contención de
riesgos; y es esto lo que puede faltar en este caso: bien podía suceder
que estuviera sólo en una visita, o simplemente que, estando allí para
velar por su hermana enferma, no haya asumido el evitar riesgos
como el de la conducta de Leandro. Pero aunque se afirme la
existencia de un compromiso de evitar riesgos, necesario para la
comisión por omisión, podría defenderse la existencia de un error.
En efecto, estando segura de la peligrosidad de Leandro, avisar a la
enfermera sería el medio para evitar el peligro para Josefa; por lo que
podría hablarse de un error, y por tanto de imprudencia, ya que
parece evitable: precisamente por saber de las intenciones de
Leandro no debería haberse ausentado de la habitación más allá del
tiempo mínimo para avisar a la enfermera. Sin embargo, tampoco
cabe deducir de los hechos esta conclusión. Faltan, a su vez, datos
suficientes para entender que existe un delito de omisión del deber
de socorro cualificado (art. 195.3).
5. La antijuricidad de la conducta de MANUEL no queda excluida
por ninguna causa de justificación. De la conducta de LEANDRO
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El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
podría alegarse que obra en ejercicio de un derecho constitucional, a
la libertad de conciencia (art. 20.7). Sin embargo no es así: dicho
derecho ha de entenderse en la lógica del estado de necesidad (art.
20.5), de forma que no permite crear un mal mayor (dar muerte a
otra persona) del que se pretende evitar (obrar contra la propia
conciencia): cláusula de ponderación (art. 20.5.1). Por esto, no
ampara a crear riesgos como el de muerte para los bienes jurídicos de
terceros, y menos aún cuando existen dudas sobre su consentimiento,
pues Josefa se hallaba inconsciente. El que se mostrara un
documento que manifestaba que era testigo de Jehová no impide que
Josefa pudiera desear a pesar de todo la transfusión. El mal que se
produce al obrar contra bienes jurídicos fundamentales es siempre
mayor: cláusula de adecuación. Tampoco se da en el caso un derecho
legítimo a intervenir en la esfera jurídica de un tercero: esa
intromisión para salvaguardar el derecho a la libertad de conciencia
produce un desequilibrio de la situación, sustancialmente mayor (la
muerte de una persona) que el mal que amenaza y se pretende evitar
(libertad de un tercero).
6. Cada uno de los intervinientes obra individualmente: no cabe
defender la coautoría, pues falta el mutuo acuerdo (art. 28.I).
Tampoco se instrumentaliza a ninguno de los sujetos, por lo que no
existe autoría mediata (art. 28.I).
7. La «esquizofrenia paranoide, caracterizada por un delirio de
celos y persecución» que padece Manuel puede afectar a su
culpabilidad: dicha enfermedad podría reconducirse a la enajenación
mental o al trastorno mental transitorio (art. 20.1). La jurisprudencia
ha apreciado en ocasiones la eximente de responsabilidad en casos
de esquizofrenia paranoide. Para ello se requiere que se dé el efecto
de no comprender la ilicitud de la conducta o actuar conforme a
dicha comprensión en el momento de cometer los hechos. Faltan
datos en el caso para afirmar este influjo en ese momento: no se nos
dice que agrediera a su esposa precisamente en una situación de
paranoia, y que en dicha situación se hallara privado de la
comprensión de la ilicitud. Si así constara, podríamos apreciarla,
como eximente completa: sólo en ese caso Manuel resultaría
inimputable. Podría, en su defecto, apreciarse como eximente
incompleta. No hay datos para entender que se ve afectada la
imputabilidad de los demás intervinientes.
Conclusión: MANUEL es responsable de un homicidio en grado
de tentativa (descenso de la pena en uno o dos grados: en este caso,
debido a las numerosas puñaladas, pienso que la pena no habría de
descender más de un grado: entre cinco y diez años); a su vez, su
imputabilidad se ve disminuida por la presencia de una situación de
enajenación, incompleta, que permitiría descender la pena todavía
uno o dos grados más: en este caso, podría descender dos grados,
debido a que parece una afectación grave del sujeto (prisión entre un
año y tres meses a cinco años). Sobre la pena resultante, deberá
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2.ª
2.ª
El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
tenerse en cuenta la circunstancia agravante de parentesco (art. 23
CP), pues atenta contra la vida de su esposa; y también la atenuante
de confesión de la infracción a las autoridades (art. 21.5.ª CP).
LEANDRO es responsable como autor individual de un delito de
homicidio consumado doloso en comisión activa; la HERMANA no
resulta responsable.
La semi-imputabilidad de MANUEL no excluye la aplicación de
una medida de seguridad curativa (art. 101.1), que se aplicaría, en
virtud del sistema vicarial, antes de la pena de prisión.
Eventualmente, el tiempo de medida podría tomarse en cuenta para
reducir el de la prisión o incluso excluirla (art. 104).
Cfr. también C.31, C.52.
C.23 Caso del «corrosivo»
«Sobre las 18, 30 horas del día 10-4-1984, la acusada Milagros P.
A. ... se introdujo en el portal... con intención de subir al quinto piso
en el ascensor, encontrándose con Andrea F. R., quien le dijo que no
lo utilizara y como insistió en subir y Andrea persistió en su actitud,
la procesada la roció con el líquido de una botella que llevaba en
las manos, que había adquirido en la droguería... alcanzándole en
cara, cuello, cuero cabelludo y ambos pabellones auriculares». A
continuación se añade que «no ha podido concretarse la
composición química del líquido, que se trataba de un
desengrasante para la cocina que se disuelve con agua y que no
produce quemaduras si la piel en contacto con él se limpia con
agua». Andrea F. «en lugar de lavarse inmediatamente o solicitar
auxilio se paseó por las inmediaciones del lugar con el líquido
encima. Poco después de ocurridos los hechos la procesada llamó a
la Policía para dar cuenta de lo sucedido ordenándose por la Sala
del 091 que acudiera al lugar el coche Patrulla Z-40 de la Policía
Nacional y al llegar la acusada les indicó a Andrea quien se negó en
principio, a ser acompañada por la Policía a un centro facultativo
consiguiéndose finalmente, e ingresada, a las veinte horas, en la
Residencia Sanitaria... donde se le apreciaron quemaduras de tercer
grado, ocasionadas por sustancia cáustica, en cuello, tórax, cara y
ambos pabellones auriculares, estando ingresada desde el 10 al 17
de abril y practicándosele una primera intervención el 25-4-1984,
consistente en…». (STS 17 de septiembre de 1993, ponente:
Martínez-Pereda Rodríguez; RJ 6697).
Los hechos probados describen cómo una persona (Andrea) es
rociada por otra (Milagros) con un líquido (desengrasante para la
cocina, que Milagros acababa de comprar) que resultó ser corrosivo.
La persona rociada, en lugar de lavarse enseguida, «se paseó por las
inmediaciones del lugar con el líquido encima» durante una hora y
media. El líquido produjo a Andrea quemaduras de cierta
consideración. Se nos pide analizar la responsabilidad penal de
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El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
Milagros. Si los hechos son como se han relatado, podemos entender
que:
1. Milagros lleva a cabo una conducta humana de carácter
externo, pues no son meros pensamientos, ni operaciones
fisiológicas. No puede entenderse que una persona humana en el
curso de una discusión, por muy acalorada que ésta sea, se vea
violentada a actuar sin poder oponer resistencia. Además de ser
humana y externa su acción, Milagros obra conforme a pautas o
reglas de comportamiento: es decir, su conducta es interpretable por
otros sujetos como interrelación social. En efecto, mantener una
discusión con una persona exige necesariamente guiarse por pautas o
reglas de comportamiento, pues discutir exige aportar expresiones en
la conversación tendentes a negar o rechazar las afirmaciones del
adversario. Así, quien discute, debe conocer lo que se le dice, tener
alternativas a su actuar, aportar algo para oponerse. Es decir: nadie
puede discutir movido por una fuerza irresistible. En cuanto a la
secuencia de los hechos consistente en arrojar parte del contenido de
la botella sobre Andrea, hay que decir igualmente que ello sólo se
comprende como ejercicio y desarrollo de pautas o reglas de
conducta: para acabar venciendo a su adversario, no ya con palabras,
sino con hechos (al parecer, darle un escarmiento). En conclusión,
Milagros lleva a cabo una conducta humana externa y regida por
reglas de comportamiento.
2. Comprobemos ahora si esa conducta realiza algún tipo penal.
¿Cabe imputar las quemaduras a la conducta de Milagros? ¿Y las
posibles quemaduras de la ropa? ¿Cabe imputar algo más? Para ello,
debemos analizar los elementos de la llamada imputación objetiva:
en primer lugar, si existe causalidad entre el arrojar el líquido y el
efecto de las quemaduras. Según la fórmula heurística de la condicio
sine qua non, suprimido mentalmente el lanzamiento del líquido,
desaparece el resultado de las quemaduras. En consecuencia, puede
afirmarse la causalidad de su conducta respecto al resultado lesivo
producido.
Pero con esto no basta: debemos comprobar si dicha conducta
genera además un riesgo (penal) típicamente relevante y de qué
género. Pues bien, no puede descartarse que arrojar un líquido de uso
doméstico como desengrasante constituya un riesgo de lesiones, pues
su uso como tal incluye una potencialidad corrosiva que es
precisamente la virtud de ese líquido y por lo que se comercializa
(lejías, etc.). Que se adopten ciertas medidas precautorias en el
comercio de tales sustancias no hace sino probar este carácter
potencialmente lesivo. No parece que se trate de un riesgo de
homicidio (arts. 138, 142), pero sí de lesiones, si el líquido opera
durante largo tiempo (quemaduras: art. 147, al menos), de daños, por
el mero contacto con la ropa (manchas irreversibles: art. 263) y de
vejación injusta de carácter leve (art. 620.2.º). Arrojar, por tanto, un
líquido cuyo uso es de limpieza, encierra riesgos de lesionar aunque
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2.ª
2.ª
El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
sea levemente si perdura la acción del líquido, como también de
dañar la propiedad ajena y, por último, de vejar (molestar) al
afectado. Comprobemos ahora cuál de estos riesgos se realiza en el
resultado.
En este punto nos encontramos con el dato de que la propia
víctima contribuyó a las quemaduras de una manera relevante. Me
explicaré: al no acudir a lavarse, sino a dar voces recorriendo el
lugar, permitió que la potencialidad corrosiva del líquido pasara a ser
actual, afectando a la piel. Su contribución constituye una aportación
omisiva (por tratarse de un «dejar que opere» el medio, sin retirarlo,
sin lavarse) de un riesgo (doloso o imprudente). Hay que plantearse
si dicho riesgo llega a interrumpir la relación de imputación objetiva,
al no estar contenido o ser expresión del desplegado por Milagros.
Con otras palabras: aunque Milagros sea un factor causal de las
quemaduras, su conducta despliega un riesgo que es fácilmente
neutralizable (basta con lavarse: es de consumo doméstico). Es
Andrea, la propia víctima, quien aportó un factor de riesgo al no
suprimir la eficacia del riesgo inicial. ¿Debe correr entonces la
propia víctima con las consecuencias de su omisión (pœna
naturalis)? Que la víctima, además de ser causal de las lesiones,
haya creado un riesgo para su propia salud no significa que se
interrumpa la relación de imputación objetiva del resultado a la
conducta de Milagros. Se trata de un riesgo para la propia salud
creado de forma imprudente por la víctima. Al ser imprudente no se
interrumpe la imputación del resultado, pues nadie responde (el
llamado «principio» de autorresponsabilidad) por lo que desconoce
(la imprudencia encierra un error sobre el curso de los
acontecimientos). La imprudencia de la víctima podría servir para
dejar de aplicar un tipo agravado de lesiones (por ejemplo, el
descrito en el art. 148), por lo que se aplicaría sólo el descrito en el
art. 147.
Aparte, es claro, por las mismas razones, que el riesgo de la
infracción de daños se realiza en el resultado. En cuanto a los de la
vejación injusta, como es una infracción de mera actividad (basta
con molestar, sin que se exija una resultado separado espaciotemporalmente de la conducta), hay que comprobar que la conducta
pertenece al género de riesgos que la norma pretende prevenir. Y
parece claro que la norma que prohíbe molestar –levemente– a otros,
pretende evitar, entre otras muchas cosas, que una persona arroje un
líquido (no ya sólo corrosivo) a otra persona. Sólo se excluiría la
imputación (es decir, se trataría de un riesgo permitido) si el líquido
fuera inocuo y se produjera en un contexto adecuado (en la piscina,
por ejemplo, podría constituir una broma; pero no así en plena calle).
En consecuencia, es imputable objetivamente también la conducta de
vejación injusta.
Por tanto, a Milagros le es imputable objetivamente una conducta
típica de lesiones consumadas, una falta consumada de daños (art.
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El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
625.1, dando por supuesto que la cuantía del daño no excede de 400
) y otra de vejación leve (art. 620.2.º). Que la sanción por las
lesiones pueda absorber (concurso aparente de normas o de leyes) el
desvalor de las otras infracciones (menores) es otra cuestión.
3. En cuanto a la imputación subjetiva, podemos decir que la
producción de las lesiones ha sido abarcada por el dolo del agente.
Llegamos a tal conclusión, al apreciar que si Milagros venía de la
calle tras comprar en una droguería un líquido de virtualidad
corrosiva de uso doméstico, conocía qué liquido era (no es necesario
conocer la concreta composición química, y sí sólo que tenía en sus
manos un líquido con capacidad corrosiva: no es preciso saber que la
lejía se basa en ácido clohídrico y sólo que líquidos de esta clase son
«desengrasantes»). Además, conoce el concreto curso de riesgo que
se encierra en la conducta de arrojarlo a una persona pues, como
cualquier persona, conoce que el líquido corrosivo «quema» la ropa,
el suelo, la piel, etc. Podemos deducir que ella lo conoce, porque si
emplea dicho líquido en la limpieza, pone cuidado por su parte para
no mancharse, etc. Esto por lo que se refiere a las lesiones. En
cuanto a la falta de daños, es claro que los mismos conocimientos
sobre el líquido y su capacidad corrosiva permiten apreciar el dolo
respecto a los daños para la ropa de la víctima: conoce el medio que
causará los daños y el curso de riesgo. Finalmente, en cuanto a la
falta de vejación leve, como el solo hecho de arrojar el líquido ya es
típico, y esto ya es conocido por ella (sabe que está arrojando el
contenido de la botella), obra con dolo también respecto a este
riesgo. En consecuencia, cabe imputarle a título doloso, tanto las
lesiones, como las faltas de daños y vejación leve.
Conclusión: Milagros debe responder por un delito de lesiones
(art. 147: seis meses a tres años de prisión). Esta solución no le
evitaría además el deber de afrontar la responsabilidad civil por los
perjuicios derivados.
Cfr. además, C.11, C.12, C.31.
En definitiva, en la teoría jurídica del delito procedemos a valorar la
conducta humana desde el punto de vista de la norma, de una norma
penal concreta. Si el proceso de valoración concluye positivamente,
afirmamos: «la conducta es objetivamente típica». La llamada
doctrina de la «imputación objetiva» (que coincide con lo que aquí
se ha expuesto bajo el nombre de tipicidad objetiva) agrupa un
conjunto de criterios valorativos que permiten afirmar de una
conducta que es o no típica en lo objetivo. Falta además constatar
que es típica también en lo subjetivo: L.3.
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35
2.ª
2.ª
El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
¡Inténtelo usted mismo!
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«El
día
5.9.1998,
sobre
las
0,30
horas, en la madrileña Vía
C .2 4
Carpetana, se produjo una discusión entre Imanol, con DNI número
000, quien contaba 29 años de edad, en cuanto nacido el 7.12.68 y
Blanca. En el curso de la discusión el primero empujó a la segunda,
de forma que la hizo caer al suelo. Claudio, ayudó a levantar a su
novia, Blanca, momento en el que Imanol golpeó a Claudio contra
un coche estacionado y sacando un objeto punzante, de entre sus
ropas, le asestó con el mismo, una única puñalada, con gran energía,
de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, en región dorsal
inferior izquierda, al nivel de la dorsal 11. Imanol asestó la puñalada
por la espalda. Claudio, sufrió una herida penetrante en el tórax,
rompiéndole la 10ª costilla, que le provocó un shock hipovolémico.
Murió a las 20 horas, del mismo día, en el Hospital Gómez Ulla. Las
lesiones provocadas por la puñalada no eran mortales, pero
condujeron a la muerte de Claudio, a causa del tiempo transcurrido
desde el momento de la agresión hasta la realización del TAC
torácico» (STS 28 enero 2005, ponente Martínez Arrieta; RJ 911).
Notas de Derecho Anglo-Americano
El Derecho penal del ámbito del Common Law distingue entre
delitos de resultado y delitos de circunstancias.
¿Es correcto decir que las
lesiones no eran mortales pero
que condujeron a la muerte?
¿Qué se pretende afirmar con
esa expresión?
AA.2
En los delitos de resultado es necesario que se produzca un cambio
en el exterior por lo que nos encontramos con el problema de la
vinculación causal entre acción y resultado, lo que en la doctrina se
denomina causation. La causation es únicamente relevante en la
medida en que el actus reus incorpore en su descripción un resultado
como efecto de la acción prohibida (la muerte en el caso del
homicidio, por ejemplo). El primer análisis para determinar la
causation se lleva a cabo mediante el criterio del «but for». Es decir,
determinar si, de no haber concurrido dicha acción, se hubiera
verificado o no el resultado (obsérvese su proximidad a la fórmula de
la condicio). Sin embargo, para evitar cadenas causales ilimitadas, se
tienen en cuenta únicamente las denominadas «causas legales»: las
más próximas, las más directas, la causa más sustancial... Son éstas
las penalmente relevantes. La relación de causalidad puede negarse
en dos supuestos: cuando la conducta de un agente ha sido
reemplazada por factores sobrevenidos, o cuando las circunstancias
no han seguido un curso natural probable, sino que han sido
desviadas por factores independientes al control del autor.
En los delitos de circunstancias el delito está basado en un particular
estado de las cosas (state of affaires): téngase en cuenta que no
existe correspondencia entre estos delitos y los de mera actividad del
derecho continental, pues éstos sí se basan en una acción realizada
por el sujeto. El actus reus no se funda en una acción sino en las
circunstancias que rodean a la conducta del sujeto: ebriedad,
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VOCABULARY:
Result crimes
State of affairs
Criterio del «but for»
Causas legales
Causation
El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
drogadicción... Este planteamiento ha generado distintos conflictos
doctrinales dentro del Common Law.
R v Larsonneur [1933] 24 Cr App Rep, p.74 CCrA
Para saber más
ROXIN, Derecho penal. Parte general, I. Fundamentos. La
estructura de la teoría del delito (trad. de Strafrecht. Allgemeiner
Teil. Band I, 2.ª ed., 1994, Luzón/Díaz/de Vicente), Madrid, 1997,
pp 342-411.
JESCHECK/WEIGEND, Tratado de Derecho penal. Parte general (trad.
Olmedo Cardenete), 5.ª ed., Granada, 2002, pp .
MIR PUIG, Derecho penal. Parte general, 7.ª ed., Barcelona, 2004, pp
236-282.
C .2 5
Para seguir trabajando:
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«El terrorista Z., apostado en un edificio, espera que pase su víctima V. por la
esquina que divisa desde su ventana. A la vez, el terrorista Y., sin mediar acuerdo
alguno entre ellos, se halla apostado en la ventana contigua del mismo edificio,
esperando que su víctima V., la misma que espera Z., pase por la esquina que
divisa desde su ventana. V. pasa por la esquina y ambos disparan. V. resulta
muerto con dos disparos en el corazón, sin que se haya podido probar quién de los
dos hizo impacto primero» (Supuesto académico: Cfr. ROXIN, Derecho penal. PG,
I, § 11, Nm 21; AT, II, § 25, Nm 265-266).
C.26 «Las muertes por tabaco han subido en España un 18% en siete años.– Las muertes
por tabaco han pasado de 46.000 en 1992 a 56.000 en 1999, según los últimos
datos aportados por el Ministerio de Sanidad. El departamento espera aprobar este
año el plan de lucha contra el tabaquismo, aunque admite que hay medidas, como
la prohibición total de la publicidad, que quizá no salgan adelante. […] "En 1999
hubo en España unas 56.000 muertes asociadas al consumo de tabaco, mientras
que en 1992 fueron 46.000. Este aumento (el 18 por ciento) tiene relación con el
incremento de fumadores que hubo hace décadas, ya que las consecuencias de
fumar se notan muchos años después de comenzar con el hábito"...» (Fuente:
Diario Médico, 17 de junio de 2005: www.diariomedico.com/)
C.27 «Sobre las 0,15 horas del día 25 de agosto del 2000, en la confluencia de las calles
Hermanos de Pablo y Sambara de esta capital, tras un incidente de tráfico, se
apearon de sus respectivos vehículos, Augusto y los acusados Carlos María, mayor
de edad y con antecedentes penales no computables y Vicente, mayor de edad y
sin antecedentes penales, iniciándose una discusión entre ellos. En el curso de
dicha discusión, los dos acusados comenzaron a propinarle puñetazos a Augusto
hasta que, uno de ellos, le hizo caer al suelo de un fuerte golpe en la espalda,
quedando de rodillas o agachado con las manos en el suelo "a cuatro patas"·,
posición en la que le propinaron varias patadas, algunas de ellas en el tórax y a la
altura del hígado. En un momento dado, el acusado Vicente se dirigió al
acompañante de Augusto, Mauricio, que ya se había apeado del vehículo, y le
propinó una patada por detrás que le hizo caer sobre unos pivotes de hierro,
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2.ª
2.ª
El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
causándole lesiones que precisaron de una 1ª asistencia facultativa y tardaron en
curar 7 días, con igual tiempo de incapacidad, quedándole como secuela dolor en
codo derecho de forma esporádica. Concluida la agresión, Augusto se desplomo y
cayó al suelo de bruces, golpeándose la cabeza contra el mismo. Poco después fue
trasladado a un centro médico, donde, ese mismo día, falleció a consecuencia de
una hemorragia subaracnoidea de carácter no traumático... La paliza de los
acusados propinaron a Augusto le produjo una contusión hepática con hemorragia
intraparenquimatosa de pronóstico grave que, dejada a su evolución natural, podía
haberle causado la muerte.» (STS 24 de marzo de 2004, ponente Martín Pallín; RJ
2598).
C.28 «El acusado Rodolfo, … el pasado día 18 de diciembre del año 1998 se hallaba en
compañía de varias personas amigos suyos, en el local de diversión bar "Digital"
de esta ciudad y siendo las 3 horas treinta minutos del expresado día, el acusado
mantuvo una discusión en el interior del referido local con el indicado Diego,
persona que llegó a golpear con la mano cerrada en el tórax al acusado Rodolfo,
llegando este último a abandonar el citado establecimiento y hallándose en la calle
en las proximidades del referido bar Digital, esperó a que saliera del citado lugar
cerrado, el indicado Diego y una vez lo tuvo a su alcance, el acusado Rodolfo
propinó con la botella de vidrio que portaba, sendos golpes en la cabeza al referido
Diego, persona que sufrió lesiones, consistentes en heridas, así como el
agravamiento de una lesión anterior de luxación recidivante del hombro derecho,
que fuera necesario intervenir quirúrgicamente, curando a los 92 días…» (STS 28
sept 2004, ponente Bacigalupo Zapater; RJ 6291).
C.29a «El pasado día 14 de marzo de 1994 Iván D.S., que contaba en dichas fechas con
16 años de edad, se encontraba haciendo auto-stop en las inmediaciones del
surtidor de gasolina conocido por "Ventosilla" en la ciudad de Trebujena, en la
carretera C-411. Al pasar por el lugar Joaquín C.S., conduciendo un Renault
Expres…, se detuvo ofreciéndose a llevarlo. Una vez en el vehículo, e iniciada la
marcha, Joaquín comenzó a pedirle a Iván dinero, manifestándole éste que no
tenía. Posteriormente le requirió para que le enseñara el reloj que llevaba,
diciéndole que se lo entregara en su mano, a lo que Iván se negó; insistiendo
Joaquín en sus pretensiones diciéndole que tenía una navaja. Iván, asustado, pidió
a Joaquín que parara el vehículo para bajarse, a lo que aquél se negó, pese a la
insistencia de Iván, el cual nervioso insistía en que parara o se tiraba del vehículo,
haciendo incluso ademán de abrir la puerta. Ante la insistencia de Iván, Joaquín se
negó a parar el vehículo diciéndole que se tirara si quería, ante lo cual, Iván abrió
la puerta saltando del vehículo en marcha. Como consecuencia de la caída que
sufrió al saltar del vehículo, Iván sufrió lesiones […]. Joaquín, tras tirarse Iván del
vehículo, siguió su marcha, sin detenerse.» (STS 16 de febrero de 2000, ponente
Bacigalupo Zapater; RJ 1149).
C .2 9 b
«Sobre el mes de junio de 1996 Serafín convino con el acusado Miguel, la
construcción de un depósito de agua con una capacidad aproximada de 350 mts.
cúbicos y 4 mts. de altura, en el peaje conocido como el Rancho, en la Rambla de
Castell de Ferro término municipal de la localidad granadina de Gualchos,
ubicándolo junto a la línea de conducción eléctrica aérea de alta tensión Castell de
Ferro-Rubite de 20 kv propiedad de la Compañía Sevillana de Electricidad, SA,
que discurría a unos 8 metros de altura sobre el suelo […]. En la citada obra, que
se inició a primeros de agosto…, sin ningún tipo de proyecto técnico y sin
adoptarse medida alguna de seguridad en el trabajo, entre otros obreros por cuenta
del acusado, intervino Juan José L.G., soltero, de 18 años de edad, sin contrato de
trabajo ni adscripción al Régimen Obligatorio de la Seg. Social… Sobre las 13.45
horas del día 20 del indicado mes y año y cumpliendo órdenes del acusado, cuatro
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El tipo doloso de comisión (I: la imputación objetiva)
trabajadores a su servicio entre los que se encontraba Juan José, procedieron a la
medición de la parte superior del depósito ya construido para calcular las vigas que
necesitaban en su cobertura, estando éste lleno de agua y alcanzando sus muros
perimetrales una altura de cuatro metros, lo que reducía considerablemente la
distancia con el cableado eléctrico y sin que el acusado les proporcionase medida
alguna de protección personal ni les diese instrucciones concretas sobre seguridad
en la forma de medir, los trabajadores para tal menester, se sirvieron de dos
"cabillas" o varilla metálicas, usadas para encofrar de 12 mts. de long. que
colocaron sobre el depósito de extremo a extremo de sus muros, y una vez
realizada tal medición, Juan José que estaba subido en el borde del depósito a una
distancia de cuatro metros del tendido eléctrico, procedió a retirar una de las
varillas metálicas tirando de ella con ambas manos, lo que determinó que al
impactar un extremo con el suelo el otro se elevase rozando el cableado y
produciéndose una descarga eléctrica que alcanzó a Juan José, falleciendo éste de
parada cardiorrespiratoria por electrocución de forma casi inmediata.» (STS 19
octubre 2000, pte. Granados Pérez; RJ 9263).
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2.ª
Descargar