Memoria Gobiernos, Empleadores y Trabajadores Organización

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OFICINA INTERNACIONAL DEL TRABAJO
Memoria
dirigida a los
Gobiernos, Empleadores y Trabajadores
de los Estados Miembros de la
Organización Internacional del Trabajo
por
John G. WINANT
MONTREAL, 1941
41B09A
span cop.3
Memoria dirigida a los Gobiernos, Empleadores y
Trabajadores de los Estados Miembros de la
Organización Internacional del Trabajo
por
John G. WlNANT
I
Cuando acepté la dirección de la Oficina Internacional del Trabajo,
manifesté que había esperado servir a los pueblos desde un lugar más
próximo a mi país. Acepté la responsabilidad de la Dirección porque creía
que la paz era el problema más importante que confrontaban los pueblos
del mundo y que la paz no podía mantenerse a menos de que estuviese
arraigada en (a justicia social. Actualmente, cuando la Oficina sa ha establecido en el Continente americano, me veo obligado a abandonar este
puesto y a cruzar el Océano de nuevo, esta vez con el objeto de servir
como Embajador, a solicitud del Presidente de los Estados Unidos, en
un país en que la secular lucha por la democracia ha alcanzado ya su
punto culminante.
Con sentimiento presento mi renuncia. Todavía creo que la política
social y económica debe formarse mediante la cooperación amistosa de los
pueblos de todas las naciones libres. Creo que la paz debe basarse en la
justicia social. Creo que la Organización Internacional del Trabajo sigue
siendo un arma poderosa en este momento crítico de la historia mundial y
que es un arma indispensable para preparar el futuro.
Antes de abandonar la Organización, quisiera yo presentaros—a los
Gobiernos, empleadores y trabajadores de los países Miembros de la
misma—una reseña de mis actividades como Director. La O.I.T. es vuestra
organización. Sus actividades durante el período de guerra os interesan directamente; su situación os incumbe. Esta reseña no puede considerarse
en modo alguno como completa. Su objeto es presentaros brevemente
algunos de los aspectos más importantes de los proyectos de época de crisis
elaborados por la Organización Internacional del Trabajo.
3
4
II
Al comenzar la guerra la Organización Interncional del Trabajo
estaba preparada para continuar sus labores y para desempeñar sus obligaciones constitucionales. El Consejo de Administración de la Ofcina Internacional del Trabajo había formulado anticipadamente cuidadosos proyectos
para asegurar la existencia de la Organización en caso de guerra. Sin embargo, fué preciso adoptar decisiones que eran mucho más graves que las
eventualidades que se habían, previsto; fué preciso tomar rápidas decisiones
sin efectuar todas las consultas formales acostumbradas en tiempos más
normales y dichas decisiones tenían que basarse principalmente en las
necesidades prácticas de una situación europea que se modificaba rápidamente. Por esta razón es necesario y útil presentar una breve reseña de lo
que se hizo.
Antes de comenzar la guerra en septiembre de 1939, se había examinado cuidadosamente el porvenir de la Organización Internacional del
Trabajo en el caso de que las hostilidades comenzasen de hecho, y se
elaboraron proyectos que entraron en vigor después que se declaró la
guerra. En octubre de 1938, el Consejo de Administración, al reunirse
bajo la amenaza de una guerra aplazada en Munich, examinó la política y
las funciones que la Organización Internacional del Trabajo desempeñaría
en un período de crisis prolongada o de guerra. En febrero de 1939 el Consejo de Administración nombró una Comisión de Crisis que formuló proyectos para que la Organización funcionase en tiempo de crisis. Finalmente, en
junio de 1939, el Consejo de Administración adoptó unánimemente una
declaración oficial referente a la política de la Organización en tiempo
de guerra, que había sido preparada por la Comisión da Crisis y fué distribuida a los delegados de le reunión de 1939 de la Conferencia Internacional del Trabajo; numerosos oradores aceptaron esta política en el
curso de los debates de la Conferencia. Dicha declaración también fué
comunicada a los Estados Miembros y aprobada en las respuestas que
fueron enviadas por 37 gobiernos. La citada declaración expone dos principios de gran alcance: primero, que la Organización Internacional del
Trabajo continúe funcionado de la manera más efectiva y completa posible en caso de guerra; y segundo, que la ininterrumpida existencia de la
Organización, como instrumento de cooperación entre los Gobiernos, empleadores y trabajadores, sería de importancia extraordinaria en dichas
circunstancias. Como resultado de ello, cuando de hecho estalló la guerra,
ya se habían adoptado las decisiones más importantes sobre la política
de la Organización y, además, ya se habían estudiado detalladamente
algunas medidas que eran necesarias para su ejecución.
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La cuestión del ejercicio de las facultades del Consejo de Administración en tiempo de guerra fué presentada (en octubre de 1938) a la
consideración de la Mesa Directiva del Consejo de Administración.1 Basándose en un informe que presentaron, el Consejo de Adminstración
decidió unánimemente, en febrero de 1939, designar una Comisión de
Crisis elegida de entre sus miembros2, quienes, al mismo tiempo que
mantenían el carácter tripartito y representativo del Consejo de Administración, podían reunirse con mayor rapidez y facilidad en época de
crisis, que un grupo mayor y cuyos miembros se encontraban dispersos.
Se decidió que- aún en el caso de que esta Comisión no pudiera reunirse,
la Mesa Directiva del Consejo de Administración podría adoptar inmediatamente las decisiones necesarias.
La Comisión de Crisis celebró tres reuniones antes de que comenzase
la guerra, con el objeto de examinar las medidas prácticas para el funcionamiento de la Oficina Internacional del Trabajo en caso de guerra. En
junio de 1939, el Consejo de Administración decidió, a recomendación
de la Comisión, que la Oficina permaneciese en Ginebra hasta que fuese
imposible continuar funcionando allí, aunque ésto "desde luego, no excluía
la posibilidad de que se distribuyesen sus actividades de forma que se
asegurase le continuación de las labores de la Oficina y se facilitase la
colaboración entre la Oficina y los Miembros de la Organización." La
Comisión de Crisis estudió lo que debería hacerse en caso de que resultase
imposible que la Oficina continuara funcionando de una manera efectiva
desde Ginebra. Se presentaron varias hipótesis, según las cuales era conveniente establecer un centro de actividades de la Oficina fuera de Ginebra.
Después de algunas discusiones, se decidió unánimemente autorizar al Director para que aceptase, en caso de una crisis que obligase a evacuar Ginebra
en un plazo muy breve, la invitación del Gobierno francés para el traslado
a territorio francés en donde el Gobierno daría las necesarias facilidades.
1
La Asamblea de la Sociedad de las Naciones había adoptado una resolución
en septiembre de 1938 en la que se dispone que "hasta que se celebre la próxima
reunión ordinaria de la Asamblea, el Secretario General y, por lo que se refiere
a la Organización Internacional del Trabajo, el Director de la Oficina Internacional del Trabajo, actuando con aprobación de la Comisión de Control, que puede
adoptar por mayoría todas las decisiones, tendrán la facultad de tomar a discreción cualquier medida o decisión excepcional de carácter administrativo a financiero que consideren necesaria (incluyendo la enmienda de los reglamentos admnistrativo o financiero) y aquellas medidas y decisiones tendrán el mismo valor y efecto
que si hubieran sido adoptadas por la Asamblea". Esta resolución que se limitó tan
solo a las medidas de carácter administrativo o financiero no afectó la posición
constitucional del Director hacia el Consejo de Administración. Sencillamente significo que ninguna medida de carácter financiero o administrativo adoptada sin su
consentimiento por la Liga, en ejercicio de estas facultades de crisis, podría afectar
a la Organización Internacional de Trabajo.
2
Consistente en 4 representantes de los Gobiernos, 2 miembros elegidos del
grupo de trabajadores y 2 del grupo de empleadores.
6
Sin embargo, el Comité decidió no hacer pública en aquella fecha, esta
decisión.
Finalmente, la Comisión de Crisis hizo un resumen de los fines que
perseguiría la Organización Internacional del Trabajo al mantener sus
actividades en cuanto fuera posible en tiempo de guerra. En primer lugar,
"la ininterrumpida participación del mayor número posible de Estados en
una activa Organización Internacional del Trabajo, ayudaría a conservar
y probablemente desarrollar la técnica y el hábito de la colaboración
internacional, que en caso contrario se perderían, y que parecen ser la
íntica base posible para asegurar una paz sólida y estable". La guerra
daría lugar a nuevos y agudos problemas: intensificaría en algunas regiones los problemas sociales y del trabajo y en algunos países aceleraría
la elaboración y aplicación de la legislación social. La Organización debe
encontrarse en posición de trabajar de una manera concreta en actividades
específicas y de prestar su experiencia como guía en un período crítico de
la historia social. Además, "su ininterrumpida existencia como instrumento
de cooperación entre los empleadores y trabajadores, sería . . . . del mayor
valor . . . . Ninguna persona que sea consciente de lo agudo de los problemas sociales que inevitablemente ocasionaría otra guerra, cualesquiera que
fueran sus resultados, puede ver, sin sufrir un gran desasosiego, una disminución de la influencia de la Organización como instrumento de cooperación
entre los Gobiernos, empleadores y trabajadores durante el difícil período
que seguramente surgirá tan pronto como terminen las hostilidades." Estos
fines fueron aprobados por el Consejo de Administración, tal como fueron
expresados por la Comisión de Crisis en su segundo Informe y son los que
yo, como Director de la Oficina, he tenido presentes constantemente.
La guerra comenzó el primero de septiembre de 1939. Las facultades
delegadas a la Comisión de Crisis y a la Mesa Directiva del Consejo de
Administración, entraron en vigor por declaración que hizo el Presidente
del Consejo de Admnistración. La reunión en Ginebra del 20 de septiembre
de la Comisión de Crisis marcó el principio de la segunda fase de las labores de la Comisión, es decir, el control de las actividades de la Organización Internacional del Trabajo en condiciones de guerra.
La adaptación del programa de labores de la Oficina a las necesidades
de la guerra, requería un proceso gradual y continuo; era imposible elaborar
un programa detallado y de largo alcance en anticipación a los problemas
sociales de época de guerra, los cuales serían nuevos y sufrirían rápidas
modificaciones. La Comisión de Crisis examinó, en septiembre y más
ampliamente en octubre, los informes de la Oficina, en los cuales se
delineaban las cuestiones más importantes que la misma se proponía estudiar
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con particular atención durante los primeros meses de la guerra.1 Las discusiones que tuvieron lugar fueron prueba convincente de la vitalidad de la
Organización Internacional del Trabajo. Considerando que la Organización, al reunir a los representantes de los Gobiernos, de los trabajadores
y de los empleadores, según el Sr. Jouhaux, era "la expresión de una civilización particular, cuya libre continuación dependía del resultado de la
presente guerra," la Comisión juzgó que la Organización debía cooperar
para encontrar nuevas fórmulas sociales para el establecimiento de una paz
duradera basada en el bienestar universal. La Comisión de Crisis recomendó a la Oficina que, por su parte, continuase siendo el centro mundial
tanto para la comparación y análisis de las experiencias de tiempo de guerra
respecto a los problemas sociales, como para efectuar los preparativos
necesarios para el reajuste eventual a una economía de tiempo de paz.
La Comisión de Crisis había hecho notar antes de la guerra que en
los países que se encontraban distantes de la zona de conflicto, la vida
industrial, aunque se vería afectada por la guerra, continuaría más o
menos como de costumbre, cuando menos en la primera etapa de la guerra;
y que estos países tendrían derecho a esperar que la Organización Internacional del Trabajo continuase prestándoles sus servicios normales. Por
consiguiente, se reunió la Segunda Conferencia Regional de los países
americanos, tal como se había proyectado, en la ciudad de La Habana
(Cuba) a fines de noviembre de 1939. Esta Conferencia proporcionó la
oportunidad de continuar la colaboración tripartita en problemas sociales
que son comunes a las Américas, colaboración que había comenzado bajo
tan buenos auspicios en Santiago en 1936. Se efectuó una labor constructiva
en el campo de los seguros sociales, con relación a los principios para el
empleo de las mujeres y de los jóvenes y en conexión con los problemas de
migración, en vista de la nueva situación internacional. Además, se reunieron al mismo tiempo, los Miembros americanos de la Comisión Permanente
Agrícola de la Oficina, con el objeto de examinar el efecto de la guerra
sobre los problemas agrícolas de América, así como la extensión de los
seguros sociales a los trabajadores agrícolas de los países americanos.
La Conferencia mantuvo los problemas regionales dentro del marco de las
actividades internacionales. La Declaración de la Habana puso de manifiesto el deseo de los delegados de que la Organización Internacional del
Trabajo continuase sirviendo como un organismo social de enlace entre los
países americanos y las naciones democráticas europeas, así como su convicción de que la Organización "está llamada a desempeñar una función
1
El informe proponía, entre otras cotas, el análiú de los problemas de la
organización del mercado de trabajo, los salarios y la duración del trabajo en tiempo
de guerra, el costo de la vida y et nivel de la alimentación, y la adaptación de los
seguros sociales, conforme se modificasen las necesidades sociales.
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esencial en la creación de un estado de paz internacional estable, basada
sobre la cooperación, para lograr la justicia social en beneficio de todos
los pueblos del mundo". Para este fin, los delegados prometieron "prestar
el firme y decidido apoyo de los Gobiernos y pueblos del Continente
Americano, para que la Organización Internacional del Trabajo pueda
continuar, con un vigor no disminuido, sus altos propósitos . . . .". Una
de las Resoluciones de la Conferencia sugirió que, si no se podía celebrar
la Conferencia anual en Ginebra, tuviese lugar en alguna parte del Hemisferio Americano; esta Resolución constituye un eslabón importante en la
cadena de decisiones que pueden resultar en la convocatoria de una reunión
de la Conferencia Internacional del Trabajo en un país de América, tan
pronto como sea possible.
En febrero de 1940 se celebró una reunión del Consejo de Administración—la primera desde que comenzó la guerra y la última que ha sido
posible celebrar hasta la presente fecha. La reunión tuvo tres significados:
el Consejo de Administración reafirmó el deseo de sus Miembros de que
la Organización continuase funcionando de una manera efectiva durante
la guerra; aprobó' el programa de labores de la Oficina; y la reunión hizo
que fuera posible efectuar importantes intercambios de opiniones entre el
grupo tripartito constituido por los nacionales tanto de los países beligerantes
no agresores, como de los neutrales, y dio lugar a que en gran parte se
llegase a un acuerdo sobre la política social y a un múto entendimiento.
£1 Consejo de Administración decidió modificar el Orden del Día de la
reunión de junio de la Conferencia Internacional del Trabajo, reemplazándolo por un estudio de los " Métodos de Colaboración entre las
Autoridades Públicas y las Organizaciones de Empleadores y Trabajadores", además del debate acostumbrado sobre la Memoria del Director
dirigida a la Conferencia; se dieron instruccionnes a la Oficina para que
preparase los informes necesarios como base de las discusiones. Cuando
se adoptaron estas decisiones se tuvo presente que su ejecución dependería
del futuro curso de la guerra. Al efecto, el Consejo de Administración hizo
una reserva precisa. Sin embargo, la Oficina continuó cumpliendo sus
instrucciones en tanto que fué posible.
La primavera ocasionó nuevas tensiones en Europa que culminaron
con la invasión de los países escadinavos y, poco después, de los Países
Bajos y de Francia. Yo aplacé la proyectada visita a los diversos países
de la América del Sur, con el objeto de permanencer en estrecho contacto
con los acontecimientos de Europa. Conforme la crisis se fué agudizando, la
Mesa Directiva del Consejo de Administración se reunía con frecuencia y
examinaba los muchos problemas que se presentaban a la Organización,
como resultado del nuevo giro de la guerra.
En la noche del 9 de mayo decidió enviar un telegrama a los
9
Miembros de la Comisión de Crisis, pidiendo que al día siguiente aprobasen
el aplazamiento de la Conferencia, y que se celebrase posteriormente en
el curso del año. En la mañana del 10 de mayo comenzó la invasión de
los Países Bajos y se hizo evidente que era imposible celebrar la Conferencia en Ginebra en el mes de junio. Por consiguiente, y en vista de
que no se habían recibido respuestas desfavorables a la comunicación enviada el día anterior, se envió un telegrama a todos los Gobiernos anunciando la decisión de la Comisión de Crisis de aplazar la Conferencia.
La situación general se hizo más precaria en la siguiente semana. En
junio fué preciso aplazar la reunión del Consejo de Administración.También
se canceló la reunión de la Comisión de Migración. Se hicieron proyectos
para la inmediata evacuación de la Oficina de Ginebra en caso de necesidad.
Sin embargo, la política oficial consistía en que la Oficina debería continuar
funcionando desde Ginebra de acuerdo con las decisiones adoptadas anteriormente por el Consejo de Administración, a menos de que ésto fuera
imposible. Aún durante un período en que era indispensable completar los
planes para una posible evacuación de Ginebra, se continuó prestando atención al análisis de la manera en que el mecanismo de la Organización
podría ser de utilidad práctica durante la guerra que cada vez se extendía
más. ¿ N o podría, por ejemplo, proporcionar asistencia técnica en la organización del reempleo de los refugiados? ¿ N o podría ser de utilidad a las
comisiones especiales encargadas de estudiar los problemas sociales ocasionados por la guerra? ¿ No podría ser eventualmente un instrumento mediante
el cual se podría discutir y clasificar los objectivos sociales de los países
democráticos que estaban en guerra?
Sólo podía darse respuesta a éstas y a otras preguntas similares
después de consultar con los diversos miembros del Consejo de Administración y con los Gobiernos de Francia y de la Gran Bretaña, que eran los
dos países que estaban más directamente interesados. Las comunicaciones
postales eran lentas, las telegráficas poco satisfactorias y las telefónicas
difíciles e inseguras. Por consiguiente decidí hacer una visita oficial a París
y a Londres. Después de celebrar fructuosas entrevistas en ambas capitales,
obtuve nuevamente seguridades de ayuda, dadas por los dos Gobiernos, por
los empleadores y por los trabajadores de aquellos países, para la política
general de emergencia de la Organización Internacional del Trabajo y
obtuve asimismo sugestiones concretas acerca de las actividades futuras
de la Organización.
Poco después de mi regreso a Ginebra, el territorio suizo se encontraba casi totalmente rodeado por las fuerzas alemanas de ocupación y cada
vez se hacía más difícil la continuación en Ginebra de una organización
internacional y democrática que dependía para su efectividad de las comunicaciones regulares con los países que son Miembros de la misma. Era
10
esencia) que la Organización siguiese gozando de absoluta libertad de palabra y de acción, pero hubiera sido pagar con mala moneda la hospitilidad
ofrecida por el Gobierno y el pueblo suizos durante tantos años, agravando
sus dificultades al tratar de ejercer estas libertades en tierra suiza.1 Era
evidente que toda clase de contactos con muchos de los Estados Miembros
de la Organización se encontraron completamente interrumpidos, en tanto
que otros eran tan irregulares que resultaban inefectivos. Claramente mi
deber era el de evitar el peligro de que la Organización Internacional del
Trabajo, depositaría de las tradiciones de los esfuerzos desplegados en
todo el mundo para lograr la cooperación tripartita internacional y para
promover la justicia social, se convirtiese en instrumento de las fuerzas
políticas que habrían tratado de utilizarla como una máscara para su
política de dominación, en vez de servir de arma para la libertad económica
y social.
Por consiguiente se hizo necesario establecer un centro de actividades
fuera de Ginebra y trasladar el Personal que se requería para desempeñar
las obligaciones hacia los Estados Miembros y para prestar servicios útiles.
Se efectuaron intercambios de opiniones, en cuanto dichos intercambios
eran posibles en aquella época. Algunos de éstos necesariamente fueron
informales porque, aún en el caso de las consultas con la Mesa Directiva
del Consejo de Administración, no era posible que se reunisen sus tres
Miembros al mismo tiempo. Se emprendieron negociaciones preliminares
con el objeto de encontrar un lugar adecuado para establecer dicho Centro.
Abandoné Suiza a principios de julio primeramente a fin de acelerar estas
negociaciones y lograr una conclusión satisfactoria y también a fin de consultar más detalladamente a los diversos Gobiernos. En agosto, el Gobierno canadiense oficialmente indicó su buena voluntad de que la Oficina
trasladase temporalmente al Dominio el Personal necesario para mantener
sus servicios. Montreal fué la ciudad elegida como más adecuada y conveniente para el nuevo Centro y la Universidad de McGill generosamente
acordó proporcionar el local necesario y así como facilidades para el uso
de su Biblioteca.
El siguiente problema—que asumía mayor urgencia conforme pasaban
los días—fué el traslado material del Personal de la Oficina de Ginebra
a Montreal. La solución de este problema se complicó grandemente por las
condiciones generales de los transportes en Europa occidental y por las
dificultades de obtener las visas necesarias. Sin embargo, gradualmente se
1
A principios de mayo el Gobierno suizo escribió al Direclor en los siguientes
términos: "Habiendo considerado la situación creada en Suiza por la convocación de
la Conferencia del Trabajo en la presente fecha, el Consejo Federal desea manifestar a Vd. que en su opinión las discusiones deberían limitarse estrictamente a las
cuestiones inscritas en el Orden del Día y que deberán evitarse las discusiones de
carácter político" (Nota del Consejo Federal de Suiza, de 3 de mayo de 1940).
11
trasladó a América a 40 Miembros del Personal, que correspondían a
18 nacionalidades diferentes, a fin de que continuasen sus labores; otro
grupo permaneció en Ginebra con el objeto de ultimar los detalles en dicho
lugar; y otros Miembros del Personal regresaron a sus respectivos países
como Corresponsales nacionales o fueron adscritos a las Corresponsalías
con el objeto de que proporcionasen desde allí material sobre las cuestiones
sociales que son de interés para la Oñcina. Por consiguiente, el servicio civil
internacional retuvo un valioso núcleo; no puedo encomiar suficientemente
la lealtad del Personal hacia los principios de la Organización, en una
época en que tenía que hacer frente a numerosas y complejas dificultades.1
Inmediatamente se notificó o los Gobiernos de los Estados Miembros que
el Director, en el ejercicio de las facultades de crisis que se le habían
otorgado, había dado instrucciones para el traslado temporal del Personal de la Oficina a Canadá; en sus respuestas, los Gobiernos indicaron
su consentimiento a esta decisión, aunque Francia y Suiza hicieron algunas reservas (la primera respecto al traslado a un territorio beligerante
de ciudadanos franceses que pertenecen al Personal y la segunda, respecto a la futura posición de los servicios de la Oficina que permanecieran
en Ginebra) y uno o dos Gobiernos aprobaron la decisión y pidieron mayores detalles, particularmente respecto a los proyectos para el futuro.
Se proporcionaron estos detalles a todos los Gobiernos y a los Miembros
del Consejo de Administración, mediante un telegrama de fecha posterior.
Las labores han comenzado ya en el Centro de Montreal. La Revista Internacional del Trabajo (que incluye las Informaciones Sociales)
se publica regularmente. También se preparan otras publicaciones de la
Oficina y algunas de ellas ya se han editado. Se han reasumido las labores de investigación. La Oficina ha recibido ya numerosas solicitudes de
los Gobiernos de los Estados Miembros, pidiendo cooperación técnica en
el desarrollo de su legislación social o en la elaboración y aplicación de
la política social en las presentes condiciones. Se continuó la cooperación
regional entre los países americanos mediante la reunión en Perú, celebrada en diciembre de 1940, de los dirigentes de las Instituciones de
Seguros Sociales y de los representantes diplomáticos acreditados por 10
países americanos. En dicha reunión es estableció el Comité ínter-Americano de Iniciativas en Materia de Seguridad Social, bajo los auspicios de
la Oficina Internacional del Trabajo, con el objeto de promover sistemas de
seguridad social para todos los pueblos de America. Gradualmente se
han ajustado a las nuevas circunstancias los diversos elementos del programa de la Oficina; pero no quiero restar importancia a las dificultades
del reajuste o a los problemas que surgirán al tratar dé continuar las la1
A aquellos a quienes no pude retener al servicio de la Oficina se les permitió escoger entre la suspensión y la dimisión, mediante el pago de indemnizaciones.
'
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bores con un Personal que apenas alcanza a la quinta parte del antiguo
Personal de Ginebra. El presupuesto está planeado y las reservas, aunque
excesivamente reducidas, son suficientes para que la Oficina pueda continuar durante el próxino año, siempre que los Estados Miembros de la
Organización cumplan sus promesas de ayuda. 1
Esta reseña es tan sólo una brave indicación del grado en que la
Oficina ha sido afectada por el desastroso año que acaba de transcurrir.
Es suficiente para indicar la dependencia directa de la Organización Internacional del Trabajo de un mundo en cual existe y trabaja. En ni
opinión esta es la prueba más convincente de su vitalidad. Nosotros no
somos, no podemos ser una Organización cerrada que se ocupe de problemas abstractos e inmateriales. Somos y debemos continuar siendo parte
integrante del mundo actual. Nos enorgullecemos en cierto grado de las
dificultades que tuvimos el año pasado, ya que las participamos en común
con los pueblos democráticos. Nos enorgullecemos más aún de poder servir de nuevo a los pueblos democráticos que reconstruirán el orden social
del día de mañana.
Aunque yo como Director, acabo de adoptar decisiones que no pudieron preverse, sin embargo, considero que he actuado de acuerdo con
el espíritu en que se fundó la Organización; espero que las decisiones que
he tomado sean aprobadas por los Gobiernos y por las asociaciones de
trabajadores y de empleadores de los Estados Miembros, ya que creo, al
igual que todos vosotros, que el porvenir está en la causa de la democracia, que la causa de le democracia es la causa de la justicia social y que
la Organización Internacional del Trabajo tiene un papel esencial en la
construcción de los cimientos en que descansará la paz basada en la libertad social y económica.
1
Debido a la previsión y a la cooperación de los Gobiernos de los Estados
Miembros, no se han perdido ni han sido bloqueados los fondos de la Oficina.
13
III
La historia del mundo ha sido una crónica de rápidos cambios
desde comenzó la guerra. He visto algunas de estas cosas, he observado
de cerca muchas de ellas. He visto cómo el azote rápido de la guerra
caía sobre los pueblos de muchas naciones democráticas que no tenían
miedo, pero que tampoco estaban preparadas. He visto cómo la guerra
cayó sobre los hogares más humildes de las democracias. Sé cuál es el
coste y los sacrificios sociales de estos últimos años. Sin embargo, dejo
el servicio de la Oficina Internacional del Trabajo con la inalterable
convicción de que, en años futuros, la justicia social deberá continuar
existiendo para todos los pueblos del mundo.
A pesar de las tragedias que han occurido, no ha disminuido de una
manera apreciable el interés en los problemas y en los objetivos sociales.
Esos problemas no han perdido su urgencia ni los objetivos han perdido
su importancia final. Esta verdad es aplicable en todos los países democráticos del mundo y no menos a las naciones que actualmente luchan para
conservar su independencia. La guerra es una guerra de y en favor de
principios sociales. Tiene gran significación para el futuro el que el ininterrumpido y creciente interés en el progreso social sea la cuestión más
importante del mundo social de la actualidad.
Las condiciones se modifician rápidamente y las actividades económicas de todo el mundo están cada vez más dominadas por la guerra
misma o por el temor de que se extienda. Por otra parte, los proyectos
del Nacional-Socialismo para instaurar el "nuevo orden" en Europa han
tomado ya forma concreta y están modelando las economías de los países
ocupados o que se hallan directamente bajo la influencia de Alemania.
De acuerdo con este orden, Alemania se encontrará en; una situación
privilegiada y la producción y el comercio del resto de Europa, se subordinarán a los del Reich, con objeto de elevar a su máximo el ingreso
nacional de Alemania. Japón ha coordinado su política con la de Alemania, proclamando la inauguración de un nuevo orden en el Lejano
Oriente, que en términos generales es similar al de Alemania. Por otra
parte, durante el período de la guerra, las democracias beligerantes han
realizado esfuerzos de largo alcance para movilizar su fuerza económica,
poniéndola al servicio de la guerra sin sacrificiar las condiciones esenciales
de la organización democrática. Fué preciso hacer frente y resolver los
problemas de la utilización de las fábricas y de su capacidad, los del
aprovisionamiento de mano de obra, los de la producción! para las exportaciones, los de las necesidades del ejército y de los civiles, los del control
de las divisas, los de la vigilancia del Gobierno y la intervención directa
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en el interés tanto de la eficiencia como del bienestar nacional, así como
a otros muchos, a fin de elaborar una economía de guerra efectiva. Finalmente, la adaptación de la economía de los países neutrales a las repercusiones de la guerra ha sido un proceso gradual y complicado que varía
grandemente de país a país. Los Estados Unidos están organizando su
maquinaría de producción y su aprovisionamiento en mano de obra para
los fines de la guerra y de la defensa nacional y se están convirtiendo en
el "arsenal de la democracia". En muchos países de la América Latina, la
guerra ha ocasionado repentinas interrupciones en el comercio y ha estimulado los esfuerzos nacionales y regionales hacia la industrialización y
hacia la mayor diversificación de la estructura económica. Aunque la
U.R.S.S. trata de aislarse del conflicto entre el fascismo: y la democracia,
sin embargo ha adaptado su economía a las codiciones de guerra, destinando muchos recursos productivos a los preparativos militares esenciales
para la defensa nacional, la cual es una política dictada principalmente
por el propio interés. Poco a poco los tentáculos de la guerra se han extendido a la vida económica de todos los países sin consideración a la
distancia en que se encuentren de las regiones en que el conflicto se
desarrolla activamente.
Esto ha afectado necesariamente al progreso social del mundo entero; la guerra se ha convertido gradualmente en el factor determinante
de los cambios sociales. En aquellos países que se encuentran alejados
del centro del conflicto, se han extendido en nuevas directiones y en
mayor scala, a pesar de la guerra, los principios del bienestar social que
se han convertido en una parte integrante de la Carta o Constitución de
los derechos de los trabajadores en la gran mayoría de las naciones; pero
muchos de estos países están luchando con los difíciles problemas del
paro que resultan de los desequilibrios en el comercio. En los países que
se encuentran más cerca de la zona del conflicto, los efectos inmediatos
de la guerra han modificado en gran parte la tendencia del progreso social y han suspendido muchas medidas que tenían por objeto proteger a
los trabajadores en contra de la explotación y garantizarles ciertas condiciones mínimas de trabajo. Sin embargo, en los últimos meses ha habido
indicios alentadores de que se reconoce de una manera más generalizada
la necesidad de conservar y aplicar la legislación social que ya se ha
probado en la práctica, a fin de mantener en un nivel mínimo el desgaste
humano durante la guerra. Algunos países han adoptado de nuevo, después de los períodos iniciales de ajuste, los niveles efectivos que prevalecían en el período que precedió inmediamente al comienzo de las hostilidades, haciéndose solamente las modificaciones indespensables para
llenar las necesidades específicas de la guerra; otros países, aunque no
han podido alcanzar nuevamente los niveles que estaban en vigor antes de
15
la guerra, debido a la urgente presión de la misma, han logrado evitar
los extremos que caracterizaban a los primeros meses de la guerra. Se
están haciendo esfuerzos tanto en los países beligerantes como en los
neutrales, para aumentar las medidas de salubridad, las precauciones para
la seguridad y la legislación de los, seguros sociales, como parte integrante
de los programas de la defensa nacional. En algumos casos, el proceso
de los cambios sociales se asemeja estrechamente al de la última guerra,
en tanto que en otros se ha utilizado la experíenca obtenida durante dicho
período para evitar le repetición de los errores que entonces se cometieron.
Estos acontecimientos económicos y sociales serán analizados en un
informe que se prepara para someterlo a la consideración de la próxima
reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo. Será de gran valor
un intercambio de opiniones sobre este informe, efectuado por el grupo
tripartito de delegados procedentes de los diversos países, ya que dichos
acontecimientos son el marco dentro del cual la Organización Internacional
del Trabajo ha efectuado sus labores y por el que deberán juzgarse sus
actividades. Sin entrar en detalles, ya que no es éste el objeto de la presente Memoria, quisiera presentar algunas conclusiones, obtenidas de la
experencia de los últimos años y que me parecen ser de importancia para
la democracia en su conjunto y para los trabjadores.
En primer lugar, es evidente que las democracias no pueden sobrevivir a menos de que logren la efectiva cooperación entre los Gobiernos
y las organizaciones de empleadores y trabajadores. El valor positivo de
dicha cooperación ha quedado demostrado de una manera convincente
en la Gran Bretaña, en donde, conforme se iba haciendo más aguda la
emergencia nacional, se extendían e intensificaban los principos y prácticas
de la colaboración responsable. En este hecho descansa en la actualidad
gran parte de la fuerza y de la unidad de criterio del pueblo británico. Gran
parte de la fuerza de la democracia de todo el mundo depende de la
aceptación y del desarrollo de dicha cooperación.
En segundo lugar, es igualmente evidente que las divisiones entre
las filas de los trabajadores han coadyuvado en la extensión del fascismo
en Europa. Los movimientos del trabajo, cuando están desgarrados por
luchas internas, no se encuentran en posibilidad de hacer frente de una
manera efectiva a los ataques del fascismo, que han sido cuidadosamente
organizados y unificados, ya sea que procedan del interior o del exterior.
Finalmente, no me parece inoportuno encarecer que sean cautelosos
todos aquellos que ya se han arrogado la autoridad de atribuir causas y
responsabilidades a los acontecimientos que nos han arrastrado en direcciones inesperadas. Muchos atribuyen la culpa de los desastres que ha
sufrido Francia, a la política social de los años recientes. Los que ésto
hacen han confundido a veces la causa con el efecto. No se han detenido
16
a considerar los estragos y la confusión causados por la modificación de
dicha política antes de que comenzase la guerre. Quisiera manifestar,
como resultado de una estrecha observación, el hecho de que el Gobierno
y los trabajadores de Francia realizaron tan rápidamente como cualquiera
de nosotros, la necesidad de sacrificar el progreso social en una nación
de 40.000,000, en tanto que la nación vecina de 80.000,000 se armaba
agresivamente para la guerra. Pero más aún, quisiera precaverles contra
el peligro de esta tendencia a culpar a las organizaciones de los trabajadores por las ineficiencias en la organización económica nacional y por
los fracasos militares. Al hacerlo así, se interpreta de una manera incorrecta el pasado y se desalienta precisamente a aquellos grupos que deberán tener una participación responsable cada vez mayor en la estabilización de una economía dislocada. Al hacerlo así nos cegamos ante la necesidad de lograr una sólida estructura social y de formar ciudadanos
unidos y vigilantes, como requisito esencial de la defensa de la democracia.
Poco sabemos actualmente de lo que el futuro nos depara. Pero
hasta ahora el curso de los acontecimientos durante la guerra nos demuestra que estamos viviendo en un período no solamente de tragedia sino
también de oportunidades. Se ha liquidado el mundo de la pre-guerra.
Cuando la guerra termine los pueblos de todas las naciones, trabajando
conjuntamente reconstruirán la democracia más a su semejanza que lo
era en el pasado. Esto es lo que sabemos, ya que no se abandonarán en
vano las armas. Por consiguiente ¿cuáles serán los fundamentos de una
democracia más fuerte en el futuro? ¿De que manera podremos ayudar
a elaborar la Carta de Derechos Sociales en un mundo que se ha modificado radicalmente y que cambia con rapidez? AI pensar en el futuro
es conveniente lanzar brevemente una mirada retrospectiva. En el intervalo entre las dos guerras mundiales, en medio de un malestar social y
económico cada vez mayor, se esparció la convicción de que el mundo
pertenece al pueblo común. Surgieron grupos, organizaciones nacionales y
aún gobiernos, a fin de traducir esta convicción en medidas prácticas y
con el objeto de prestar servicios en el interés del bienestar general. El
trabajador industrial, mediante su sindicato, se acercó más al campesino,
al arrendatario de las granjas y a los trabajadores del campo, a los trabajadores de cuello blanco, a los técnicos profesionales y a los empresarios, a los estudiantes y a los servidores del Estado, con un interés social
cada vez más entrelazado y con una preocupación social que se extendía
cada vez más.
Aquellos que se dieron cuenta de la escasa participación que el
hombre común del mundo ha tenido en las responsabilidades nacionales
c internacionales y en las actividades de la libre colaboración que son
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esenciales para la vida democrática, han visto especialmente, durante la
última década, el increíble precipicio existente entre la capacidad mundial de producción y de consumo y los niveles efectivos de producción y
de consumo. Observaron que este desperdicio de recursos muy necesarios,
fué el inevitable resultado de la ineficiente organización social y económica,
tanto internacional como nacional. Muchos han sufrido hambre, miseria e
inseguridad en una tierra de abundancia.
Por lo menos la piedra fundamental del futuro aparece ya de entre
los errores del pasado. La democracia política deberá ampliarse de suerte
que incluya la estabilidaded económica y la seguridad social. No deberá
permitirse que cuando se haya logrado la paz retorne el desperdicio de
los recursos, desperdicio que ha podido eliminarse efectivamente en tiempo
de guerra. Los ciudadanos sin trabajo o que solo trabajan parcialmente,
no son la base para alcanzar la paz. Aún cuando en una época en que
la supervivencia de la democracia se encuentra en la balanza es necesario otorgar precedencia a la producción y dedicar las energías y la voluntad para la consecución de la guerra misma, no debemos perder de
vista esta conclusión obtenida en el pasado. No deberá perderse ninguna
oportunidad para aumentar el contenido social de la democracia. No
deberá descuidarse ninguna oportunidad para reforzar los derechos fundamentales, civiles y sociales de la gran mayoría de los ciudadanos. No
deberá ignorarse ninguna oportunidad para hacer que desaparezca la
miseria y el desamparo que prevalecían en el período de la pre-guerra.
Esto no solamente constituye una defensa nacional prudente, sino que
también es la tradición de las libertades democráticas. Trabajemos juntos para hacer que sea una práctica de la libertad en todos los sectores de
la vida y en todos los campos de actividad.
Dentro de los límites de su competencia y en vista de su coordinación de la experiencia mundial en el campo social, la Organización Internacional del Trabajo puede ayudar para reforzar el edificio de la
democracia. Actualmente cuando la existencia misma de la democracia
depende del logro de la unidad nacional mediante el consentimiento de
los gobernados, la tradición y la experiencia de la libre colaboración, que
son esenciales a todos los principios y a todas las actividades de la O.I.T.,
pueden contribuir considerablemente a la plena movilización de la democracia. El mecanismo de la Organización puede ser útil para ayudar a
adaptar los niveles sociales existentes a las necesidades de la guerra y
para avaluar los métodos rápidamente improvisados para hacer frente a
la tensión que la guerra provocó en la estructura social y económica.
Al reunir a los representantes de la Industria, del Trabajo y de los Gobiernos, la Organización puede ayudar para esclarecer los objetivos sociales durante los difíciles meses venideros. Cuando llegue la oportunidad
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para rehacer la paz, deberemos estar mucho más preparados que al fin de
la última guerra. Los problemas sociales y económicos, necesariamente
requerirán principalmente nuestra atención y su solución precisa una cuidadosa preparación técnica así como la cooperación entre los grupos
sociales y económicos dominantes y entre los Gobiernos. Por consiguiente,
en este campo que es de máxima importancia, la Organización Internacional
del Trabajo puede contribuir con su experiencia y con su mecanismo tripartito y señalar el camino de la justicia social que deberá ser base fundamental de una paz duradera. La Organización puede ayudar para
proyectar la desraobilización ordenada y socialmente deseable, de la industria de la guerra y de la defensa, y de la fuerza armada. Aunque no
parece probable que puedan hacerse muchas adiciones en tiempo de
guerra al Código Internacional del Trabajo, elaborado durante los últimos 20 años, sin embargo, podemos comenzar a considerar anticipadamente los principios básicos que deberán ser incluidos en un Código revisado, aplicable en los años que seguirán a la guerra.
H e permanecido en la Organización Internacional del Trabajo solamente durante un breve período de su útil existencia. Abandono ahora la
Oficina después de haber estado en ella durante años difíciles. Pero la
dejo en las capaces y experimentadas manos del Director Adjunto, Sr.
Edward J. Phelan, en tanto que le Consejo de Administración adopte
medidas sobre el particular.
Durante mis servicios como Director, aunque breves, tuve oportunidad de darme cuenta de la fuerza de la O.I.T., que es la gran fuerza
de la democracia, y de sus debilidades, que son las debilidades humanas
de la democracia. Me dirijo a un nuevo campo de actividades con confianza no disminuida en la capacidad de la Organización para continuar
sirviendo a la humanidad en este período crítico. Espero que, de una
manera personal, pueda presentárseme la oportunidad de ayudarla en sus
tareas. Dejo la Organización Internacional del Trabajo en vuestras manos — de los Gobiernos, de los empleadores y de los trabajadores de los
países democráticos del mundo. Es vuestro instrumento para alcanzar los
cambios sociales de una manera ordenada. Conforme la utilicéis, se irá
haciendo más fuerte. Vive en el movimiento de vuestra opinión y de vuestra
fé. Está armada de vuestro valor y vuestra convicción. Con la voluntad
de Dios y con una causa justa, no fracasareis.
Montreal, 14 de febrero de 1941.
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