El Gran Árbol Metálico

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Conociendo la Alquimia…
El Gran Árbol Metálico
por Petri Murien
No es sin razón, que los antiguos pensadores, sabios y filósofos llamaban a nuestro
mundo, el “Gran Árbol Metálico”.
Hoy en día todo el mundo sabe que la tierra sobre la que pisamos era al principio
una gran bola metálica súper caliente en fusión, resultado de la colisión y choque de un
increíble número de meteoritos y asteroides de tamaños diferentes.
Entonces, esa esfera metálica caliente se enfrió, formando así una costra frágil;
volcanes en erupción liberaban vapores de agua hirviendo y moléculas de azufre que
estaban unidas a otros minerales y metales. Esos vapores acres se elevaron por encima
de la masa de tierra, junto con las sales y azufres más volátiles que podían disolver y
llevarse con ellos, creando de esa forma nubes y lluvias de ácido sulfúrico, nítrico e
hidroclórico.
Conforme esas lluvias ácidas empaparon y disolvieron la tierra, se reunían
formando estanques, mares y océanos, a la vez que se daban más disoluciones,
combinaciones y permutaciones químicas.
El calor central de la tierra actúa como un horno o calentador. La costra fría,
endurecida, pero porosa, actúa como un condensador y filtro. En este gran laboratorio,
los vapores acres corrosivos, circulan y trabajan incesantemente, casi eternamente,
disolviendo, coagulando, sublimando y volatilizando minerales y metales duros y fijos.
Cuando este “Gran Arqueus” ve que todo está bien en su mundo mineral, inicia la
segunda fase y reino de la creación, que se convertirá en el mundo vegetal. Una parte o
exceso de los ácidos salinos de aquellos primitivos océanos se combinarán
químicamente con metales para formar nuevos tipos de minerales, cristales y gemas; y
otra parte, debido a la continua cocción del Sol y el calor central, se hará fija y se
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vitrificará, precipitando como consecuencia, en forma de sílice y arena de playa.
Cuando la proporción de sal llega a la medida correcta, los rayos cósmicos de luz
polarizada o materia luminosa del Sol, la Luna, las estrellas y otros cuerpos celestes,
imprimen sus frecuencias electromagnéticas individuales sutilmente, pero de forma
permanente, dentro de la matrix receptora de las aguas salinas, que las almacenan como
información y semillas cósmicas potenciales para ser desarrolladas y maduradas cuando
sea necesario posteriormente.
A medida que la temperatura descendió, la evaporación acre sulfúrica empezó a
disminuir y las aguas en circulación se hicieron más dulces; la fotosíntesis continuó,
apareció la clorofila, fue visto el color verde y se hizo posible la vida en el agua;
comenzó una nueva era. Cualquier crecimiento y desarrollo que pueda ser observado en
un año en el reino vegetal, puede llevar cientos o miles de años en el mineral, donde
todo parece haberse quedado congelado en el tiempo, petrificado, lento pero activo. El
crecimiento de los metales dentro de las entrañas de la tierra no es tan obvio a nuestros
ojos y comprensión.
Para que se manifieste el reino vegetal, se requiere movimiento. Por lo tanto, el
“Gran Arqueus” creará una situación donde un clima caliente incrementará la
circulación de la humedad junto con las sales volátiles que resultan de la materia
luminosa acumulada y concentrada. Los alquimistas y filósofos llaman a esta sal
celestial, su “Nitrum”, y lo comparan al trueno y el relámpago. Es el vehículo de la vida.
Tres partes de estas aguas salinas volátiles pueden disolver una parte de tierra fija,
sublimarla y elevarla con un cuerpo nuevo regenerado que está imbuido con un espíritu
móvil etéreo viviente. El reino vegetal ha nacido.
Lo que antes existía en la
forma de venas metálicas nativas
rígidas,
o
cristalizaciones
metálicas como el coral, ahora se
ha transformado en helechos,
arbustos y árboles balanceándose
con la brisa. El reino vegetal es
por lo tanto, una sublimación,
volatilización y animación del
mineral.
Todas las plantas tienen un
conjunto individual de patrones
cristalizados de sales que definen
sus estructuras, formas y aspectos
tal y como se nos aparecen a nosotros. La sal es su esqueleto, y todas las sales son
metálicas en naturaleza.
Como la vida debe seguir evolucionando y expandiéndose, el “Gran Arqueus”
siente la necesidad de incrementar la volatilidad para que, a través de la adaptación, las
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flores se conviertan en mariposas; el miraguano y las semillas de algodón en especies de
arañas y así sucesivamente. Para que el reino animal se pueda manifestar y madurar, se
debe añadir más espíritu volátil, ya que se requiere más movilidad. Con tiempo,
experimentos, pruebas y errores, grandes variedades de diferentes especies animales
emergieron para alimentarse del aliento de vida de la fuente universal.
Finalmente, se hizo una síntesis de
todos los animales; un conglomerado de
todas sus cualidades y caracteres buenos y
malos fue introducido en una nueva
especie individual: el hombre. El “Gran
Arqueus” en sí mismo le entró desde
dentro, donde estableció su residencia
como el testigo y disfrutador de su propio
mundo para poder llevar a cabo la meta de
la creación y el logro de la naturaleza: el
ser humano o la fruta maravillosa del
Árbol Metálico.
Los hombres de conocimiento lo
llaman el microcosmos, ya que es una forma condensada y una contracción del gran
mundo exterior o macrocosmos. El hombre tiene que surgir al final para que pueda
alimentarse de estos tres reinos, y el reino vegetal tiene que estar allí antes que él, para
servirle de alimento y nutrición. El hombre no se puede alimentar directamente del reino
mineral, ya que hace falta un reino en la mitad de los dos extremos. Los minerales y
metales se tienen que vegetalizar antes de entrar en el hombre como su alimento, y este
es el proceso de la “Gran Circulación”.
Los minerales y metales son absorbidos por adaptación dentro del reino vegetal que
a su vez es comido y digerido por el animal y excretado por éste para que se pueda
corromper y descomponer posteriormente, volviendo de nuevo a su fuente mineral
original.
Los antiguos filósofos representaban
esta gran circulación de la naturaleza con
una serpiente o dragón jeroglífico
formando un círculo mientras que se
muerde su propia cola. Ellos lo llamaban
“Ourobouros” y se supone que transmitía
la práctica y conocimiento del proceso
alquímico. Si un alquimista quiere lograr
conocimiento, debe aprenderlo de la
naturaleza, imitándola paso a paso en
todas sus pruebas y experimentos. Pero
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esto requiere una comprensión muy sutil de las cosas invisibles.
El hombre no se puede alimentar
comiendo rocas y metales duros
conforme salen del suelo, esto lo mataría
en vez de sanarlo. Aunque estemos
hechos de los mismos materiales,
minerales y metales que hay en el
mundo exterior por todos lados, no
podemos comérnoslos directamente,
sino que deben ser procesados primero
por el “Gran Arqueus” a través del reino
vegetal, quedando así transformados en
alimentos asimilables.
En su evolución, el hombre, para llegar a ese estatus, tiene que aprender a cocinar
su comida; de la misma manera, también tuvo que aprender a cocinar minerales, metales
y hierbas para evolucionarlas en remedios y medicinas.
Los minerales y metales tal y como salen de las minas, normalmente son
biológicamente peligrosos y no aceptables para ser absorbidos por los humanos, o sea,
que tienen que ser tratados o procesados para que se puedan asimilar.
Este arte de procesar los metales y minerales desde los tiempos antiguos es llamado
alquimia o iatroquímica; un alquimista es el que puede reproducir este “proceso de la
naturaleza” pero en un periodo muy corto de tiempo.
Para que los metales o minerales puedan ser aceptados por el cuerpo humano,
tienen que ser procesados para hacerlos seguros para su ingesta, y eficientes en su poder
curativo. Ellos tienen que pasar la prueba de fuego.
En la alquimia india, una de las habilidades más difíciles de consumar es la correcta
calcinación de los metales, ya que requiere una maestría perfecta sobre el fuego del
horno a través de años de práctica.
Muchos falsos practicantes de este arte, afirman en voz alta ser productores de tales
cenizas metálicas calcinadas; pero después de comprobar directamente el proceso, nos
damos cuenta de que simplemente están haciendo óxidos metálicos, que no son cenizas
en absoluto, sino que más bien son algo perjudicial para la salud.
Cuando se quema una planta y se reduce a sus cenizas, su sal puede ser extraída
fácilmente con agua. De la misma manera, cuando un metal está verdaderamente bien
calcinado y reducido a una ceniza en polvo brillante como el cristal, se convierte en una
tintura metálica fundible penetrante muy particular, y su sal puede ser separada con
agua. Todo esto no se podría hacer si estuviéramos ante la presencia de un óxido. Sólo
una calcinación y reducción perfectas son capaces de liberar la sal metálica escondida
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que reside en el interior del metal. Pero este conocimiento es muy raro y sólo ha sido
mostrado a unos pocos.
En India, los iatroquímicos usan ciertas plantas y hierbas que están reguladas por
los rayos cósmicos de la luz polarizada del mismo planeta asociado con el metal que se
está procesando. Por ejemplo, el estaño y el ginseng están regulados por Júpiter; la
cúrcuma y la plata están reguladas
por la Luna, etc.…
Todas las plantas, de acuerdo a
su ritmo y comportamiento, han
sido clasificadas bajo las reglas de
diferentes estrellas y planetas de
nuestro sistema solar. La astrología
puede ser muy útil.
El proceso de calcinación puede variar, pero en India normalmente son lentos,
laboriosos y tediosos; puede llevar varias semanas de continua alternancia entre frotar y
calcinar de acuerdo a reglas estrictas. Cuando los metales están bien calcinados no
pueden de ninguna manera volver al estado metálico nunca más, al contrario que los
óxidos que sí pueden hacerlo con unas simples manipulaciones.
Bajo sofisticados análisis, los metales calcinados muestran que son algo muy
cercano a una sal vitrificada como el cristal, la sílice o la cerámica. Pero el
conocimiento de esta técnica es un secreto muy bien guardado, porque cuando uno
alcanza ese nivel de habilidad y comprensión, se tiene automáticamente acceso a un
conocimiento superior de química metálica y metalurgia, a la vez que a un enorme
potencial para poder operar maravillas químicas naturales. Por esta razón a través de las
eras, esta ciencia ha sido impartida y restringida sólo a unos pocos seres de integridad
moral y espiritual. En India, algunos seres perfectos independientes llamados “Siddhas”,
o algunos monjes renunciantes especiales que pertenecen a determinados linajes y en
particular al de los Nath-Panthis, poseen, protegen, practican y pueden transmitir esta
ciencia. En Europa, este conocimiento puede ser rastreado a algunas logias antiguas y a
algunos miembros de “Los Hermanos Mayores de los Rosacruces”; pero ninguno de
estos adeptos está dispuesto a hablar abiertamente, y si lo hacen, será usando un
lenguaje en jeroglíficos y parábolas que sólo otro iniciado puede entender.
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Cuando los elementos metálicos
son
calcinados
perfectamente,
alcanzan
un
estado
llamado
actualmente por los científicos
“monoatómico”.
Un
eminente
científico americano lo ha descrito
elegantemente de esta manera:
“Cuando estos elementos están en su
forma monoatómica, están en
realidad en un estado de revolución
muy alta y por lo tanto actúan como
superconductores. Un superconductor es una sustancia que permite que la energía o la
consciencia fluya sin resistencia. Este proceso del superconductor, forma la base para
una transformación biológica, fisiológica y psicológica.”
La calcinación de los metales tal y como se enseña y practica en la India,
normalmente requiere el uso de fuego, en donde un fuerte calor tiene que ser aplicado
gradualmente durante largos periodos de tiempo. El riesgo de fracaso es muy alto,
especialmente cuando se trabaja con metales muy volátiles. La fijación de esos metales
debe ser hecha muy cuidadosamente para que el metal no se separe y evapore a través
del crisol de cerámica. Si las repetidas calcinaciones, trituraciones y reducciones se
hacen perfectamente, la materia metálica implosiona sobre sí misma para convertirse en
una sal incombustible altamente fundible y penetrativa, la cual puede ejecutar
transformaciones en los tres reinos de la naturaleza.
Hay otro tipo de técnica más secreta que no usa el fuego físico elemental, sino otro
tipo de fuego, que a temperatura ambiente, despierta una fermentación y putrefacción
metálica donde el metal se descompone totalmente en una tierra negra maloliente, que
después de ser lavada varias veces con su propia agua, pasará por muchos colores
maravillosos para culminar finalmente en una gloriosa levadura roja metálica.
El mercurio es el principio de todos los metales, y está
considerado por los adeptos tradicionales como una semilla
metálica; pero por sí mismo puede hacer poco, tiene que ser
unido al azufre, y fijado con él de forma incombustible en una
piedra de cinabrio rojo por la intervención de una sal especial
que los une en una tintura única e inseparable compuesta de
tres partes: mercurio, azufre y sal; espíritu, alma y cuerpo. El
mercurio entra y penetra el género metálico, el azufre le da
color, y la sal los sella y los fija a todos juntos.
Petri Murien.
Alquimista
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