Se autoriza el uso de este material citando su procedencia: S.A. (2002). Editorial. NOUS, (6), 7-8. EDITORIAL En el marco de nuestra apuesta por el sentido, queremos recordar en el actual contexto internacional de amenaza de guerra, la propuesta a la que Viktor Frankl llamaba “monantropismo”. Recodemos sus palabras, a través de su libro “El hombre doliente” (Frankl, 1987): “Esta fue al menos la lección que yo aprendí (...) que los prisioneros de guerra más capacitados para sobrevivir eran aquellos que se orientaban hacia el futuro, hacia una meta de futuro, hacia un sentido que debían cumplir en el futuro. ¿No puede aplicarse esto, por analogía, al tema de la supervivencia de la humanidad? Pero si la humanidad quiere encontrar un sentido que sea válido para todos, debe dar un nuevo paso. Después de haber alcanzado hace miles de años, el monoteísmo, la fe en un solo Dios, debe llegar a creer en una sola humanidad. Hoy necesitamos más que nunca un monantropismo“ (p. 49-50). Nos dirá Gerónimo Acevedo en el artículo sobre “Logoterapia y Resiliencia”, que históricamente el conflicto es inseparable de cualquier sociedad que busca su identidad y autodeterminación, “su desarrollo positivo de acuerdo a las metas de la propia cultura y como actores sociales frente a otras” (en definitiva, el objetivo de toda sociedad y civilización). También sabemos que, el sentido ante el sufrimiento evitable consiste en erradicarlo o evitarlo (como apreciamos desde la reflexión sobre las situaciones límite). Una guerra que, aunque presentada con el maquillaje de preventiva, es guerra de agresión es siempre injusta; el sentido pide que se evite y que se tome el conflicto desde el papel que puede tener tal en toda organización humana al buscar vías positivas de respuesta. Es necesario, en el camino de esa respuesta, la construcción de un nuevo orden cultural de valores promovido por hombres y mujeres convencidos de la necesidad de responder (política, económica y éticamente) a los acontecimientos (entendiendo estos en la línea de la aportación de Mounier que nos presenta en su artículo Luis Ferreiro) desde el respeto a la dignidad humana y los derechos de la persona. ¿Dejaremos que el acontecimiento del anuncio de una más que posible guerra, sea un “maestro interior” para cada uno de nosotros? ¿Buscaremos nuestra forma de estar presentes, tomar postura, responder en pro del sentido? En nuestra respuesta en pro del sentido, tanto personal como profesionalmente, necesitamos claridad de análisis, obtener información para conocer en profundidad los fenómenos, proceder con métodos de pensamiento no sesgados por intereses, clarificación de valores personales y sociales, desde una visión antropológica integral, no reducida ... Consideramos que los artículos aquí presentados trabajan con este rigor epistemológico que nos presenta Oscar Oro y que, además, se concreta con investigaciones cuantitativas y aportaciones de aspectos aplicados. Se autoriza el uso de este material citando su procedencia: Oro, O.R. (2002). Epistemología y psicología. Un aporte desde la psicología comprensiva y la logoterapia. NOUS, (6), 9-22. EPISTEMOLOGÍA Y PSICOLOGÍA. UN APORTE DESDE LA PSICOLOGÍA COMPRENSIVA Y LA LOGOTERAPIA Oscar Ricardo ORO Resumen Este artículo intenta mostrar las posibilidades de ajustar el ejercicio de la psicoterapia a presupuestos epistemológicos, en sentido amplio. En este caso la propuesta se realiza en el marco de la psicología comprensiva (Jaspers) y la logoterapia (Frankl). Por otra parte apunta a una integración de aspectos de la persona-mundo, que las diversas escuelas presentan separados, tratando de evitar los reduccionismos propios de la sociedad moderna. Abstract Epistemology and Psychology. A Contribution from Comprehensive Psychology and Logotherapy. This text intends to show the existent possibilities of adapting psychotherapy's practice to the epistemological framework (in its broad sense). The contribution is made in the framework of Comprehensive Psychology (Jaspers) and Logotherapy (Frankl). It is also suggested an integration of the diverse aspects of the person-world that different schools present as separated, trying to avoid those reductionisms characteristic of modern society. Palabras clave: Logoterapia. Epistemología. Psicología comprensiva. Key words: Logotherapy. Epistemology. Comprehensive psychology. Introducción Considero oportuno abordar esta temática debido a que, en general, se tiene el preconcepto de que las escuelas psicológicas existenciales, cuando se llevan a la práctica serían un tanto improvisadas o sin una metodología específica o sin una fundamentación suficiente. Según mi experiencia, así es vista la psicoterapia existencial, desde fuera, en el marco de los abordajes psicoterapéuticos. Por supuesto, no escapa a este orden de cosas, la logoterapia de Viktor E. Frankl. Por otra parte, un tema que siempre llamó mi atención al leer o participar de algún seminario sobre diferentes escuelas psicoterapéuticas, es el insuficiente, si no inexistente, planteo antropológico. Se buscan los aspectos prácticos, la primera pregunta en general es referida a la aplicación. Con ello quiero decir que no se tiene en cuenta la perspectiva ontológica, hay un desinterés en este aspecto, estimo que éste es un signo de decadencia de la cultura actual. No se plantea con qué idea de persona y de mundo se trabaja, siendo que es una cuestión fundamental, como mostraré luego con un ejemplo. No sucede lo mismo en logoterapia, dentro de la cual el planteo antropológico es lo que antecede a la propuesta terapéutica. Jaspers en su Psicopatología General (1942, 1993) se refiere a esta problemática, la denomina “radicales aclaraciones”. En distintas oportunidades en que así he presentado la logoterapia, la ansiedad, fruto de una formación excesivamente técnica, hace que se pase, sin reparar en la importancia de la idea de persona, a los aspectos prácticos a través de la clásica pregunta ¿cuál es la técnica que se utiliza? Desde el comienzo de esta presentación quiero dejar aclarado que en lo que sigue, este trabajo de aproximación epistemológica se vincula más que nada, a los cuadros denominados comúnmente neuróticos o, en un lenguaje comprensivo logoterapéutico, reacciones vivenciales anormales, dejando el campo de las psicosis para una atención preponderantemente farmacológica, con ayuda de psicoterapia. En estas circunstancias, lo más conveniente, para Frankl (1905-1997) el creador de la logoterapia, es que la medicación sea incluida y encaminada por una psicoterapia simultánea. Esta aclaración tampoco quiere decir que no haya casos de neurosis que no necesiten de la ayuda de psicofármacos. Esto se determinará a través de cada diagnóstico en particular. Un caso ilustrativo Un ejemplo que pone en evidencia la importancia de los conceptos antropológicos creo poder mostrarlo, tangencialmente, a partir de una consulta que realizó una joven de 28 años, soltera, como consecuencia de un estado depresivo que padecía, según refiere, desde hace más de cinco años y cuyo origen ubicaba a partir de la muerte de su padre, aunque investigando su historia, fue ya una adolescente con rasgos depresivos. Desde entonces está medicada con diferentes psicofármacos y ha transitado por varias psicoterapias, sin mayor éxito. Entre otros motivos que según ella contribuyen a mantener su depresión, figura el alcoholismo de la madre, que por el hecho de convivir la afecta bastante. Expresa que la madre llega a la bebida como consecuencia del abandono por parte del padre, quien se enamoró y se fue con otra mujer que conoció en el hotel en que vinieron a vivir a Buenos Aires, hace alrededor de 9 o 10 años. El traslado se produjo por problemas económicos que tuvieron en la Provincia de Santa Fe. Expresa con bastante precisión la situación de vergüenza y oprobio que vivieron ella y la madre, frente a la relación del padre con la pasajera del hotel. En la desesperación la madre acude a una consulta y es tratada con psicofármacos y luego aparece el alcohol, como una forma de potenciar el efecto de la medicación, según cuenta la hija. Hasta aquí la versión de la consultante, no pienso que sólo sea el alcohol para el fin mencionado, creo que también pudo haber sido para soslayar la angustia que le produce la situación que está viviendo. La cuestión antropológica surge en mi pensamiento ¿hasta dónde es pertinente en un cuadro presumiblemente reactivo, como el comentado, la indicación de psicofármacos solamente? ¿Se hubiera tenido que indicar también una psicoterapia? No lo se. Tampoco es una crítica a un tipo de medicina. Pero si es una reflexión acerca de cómo puede variar el destino de un paciente, según la idea de persona que el terapeuta maneje, de la coherencia con dicho modelo y de los fundamentos sobre el cual articuló su concepción de hombre y de mundo. El abordaje epistemológico Frente a planteamientos de este tipo, estimo conveniente acudir a la epistemología y utilizando el adjetivo correspondiente, abordar el tema desde el punto de vista epistemológico. Con ello quiero expresar el uso de una noción amplia del concepto, o sea más que nada siguiendo la etimología griega, donde epi significa ponerse en puntas de pie. Es decir, tener una perspectiva desde lo alto para mejor visualizar un determinado campo de problemas. Esta metáfora de la altura se hace realidad, por ejemplo, cuando contemplamos una pequeña ciudad desde una montaña cercana o una visión desde un helicóptero. La epistemología podemos concebirla, siguiendo a Bleyle (1962), como un estudio crítico, pero no como se utiliza vulgarmente de abrir juicios positivos o negativos o también de censurar desfavorablemente, “sino en el de ser una actitud cuidadosa y reflexiva que trata de superar (como quería Platón) la etapa de una simple creencia, de una vaga opinión. Platón decía que esa actitud lleva a una visión más “alta”, a un saber que se yergue sobre el saber vulgar: a la intuición intelectual o episteme” (p. 2). De esta forma, en el plano intelectual podemos tomar como sinónimos epistemología y filosofía de la ciencia. El siguiente esquema puede clarificar la ubicación de la epistemología en el aspecto científico y se corresponde con la perspectiva que se plantea en este trabajo. PLANO ÓNTICO PLANO ONTOLÓGICO A) Entes, objetos, hechos de la realidad Teoría sobre la realidad (así fueron surgiendo las ciencias particulares) B) Personas que consultan por problemas psicológicos. Teoría conductista: debido a un mal aprendizaje. Teoría individual de Adler: sobrecompensación de un sentimiento de inferioridad. Teoría psicoanalítica: conflicto parental de la infancia, no resuelto. PLANO EPISTEMOLÓGICO Conocimiento de las diferentes teorías sobre la realidad. Filosofía de la ciencia. Examen crítico sobre todas estas teorías construidas acerca de problemas psicológicos. Es un plano metateórico (sin embargo se puede articular teoría y práctica cuando reviso mi propia tarea psicoterapéutica). El esquema que precede, aunque reduce tanto las escuelas psicológicas como los motivos de consulta, sin embargo puede resultar útil para comprender la implementación de la epistemología, en sentido amplio, en nuestro campo de la psicoterapia. Por otra parte, es necesario tener presente lo que se denomina la triple adecuación metodológica entre acto, método y objeto de conocimiento (Núñez, 1980) como así también la captación de la totalidad del objeto de estudio, en nuestro caso referido a la persona que consulta por dificultades psicológicas. Para una mejor comprensión, podemos aclarar que en el esquema, A) se refiere a lo teórico en general y B) se refiere a nuestra actividad. Es un planteo necesario en psicología, más aún en psicoterapia, por la gran diversidad de escuelas que existen, incluso contradictorias entre sí, acerca de los actos de conocimiento, métodos de conocimiento y naturaleza del objeto de estudio. Si observamos la época histórica de la constitución de la ciencia psicológica -lo cual no implica ignorar su largo pasado- vemos que ello ocurre a fines del siglo XIX, más precisamente en 1879, en Leipzig, Alemania, con Wundt y su orientación es empírica, siendo el acto de conocimiento la explicación causal, el método la inducción y el objeto de estudio concebido como un objeto natural. Podemos ver que en esta psicología subyace una coherencia lógica, es decir, existe una triple adecuación entre acto, método y objeto de investigación, pero no una coherencia epistemológica, tal como la que venimos proponiendo, dado la insuficiencia del enfoque para la captación de la totalidad y originalidad del objeto, debido a que no es solo un objeto natural sino también histórico, social, cultural y espiritual y que tampoco es solo objeto, sino sujeto y de allí la insuficiencia de esta psicología en el examen o confrontación epistemológica. Enfoque desde la psicología comprensiva y logoterapia Considero que Jaspers nos puede aportar luz sobre esta temática. Al igual que Frankl, propone la idea de persona como un ser que integra lo biológico, lo psicológico y lo espiritual y, dado que normalmente vive en comunidades, es un ser social. Por otra parte, vivimos en un mundo triple, es decir, nos encontramos con los otros, con las cosas y dialogamos con nosotros mismos. En la Introducción de su texto de Psicopatología General, Jaspers (1993) expresa: “El hombre, aunque físicamente integrable en la serie zoológica de las formas, es sin embargo corporalmente único: no sólo por la marcha erecta y otros caracteres particulares sino quizá por su constitución somática específica, que ofrece, dentro del conjunto de todas las formas de la vida, más posibilidades y está menos especializada que cualquier otra forma de vida, y ciertamente el cuerpo, como expresión de la esencia humana, lo distingue de todos los animales. Psíquicamente hay un salto más completo. No hay en los animales risas ni llanto, la inteligencia del mono no es espíritu, no es pensamiento auténtico, sino solo aquella atención ágil que en nosotros es una condición de nuestro pensar, pero no es éste mismo. Como rasgo básico del hombre se tiene desde los orígenes: la libertad, la reflexión, el espíritu. El animal tiene su destino natural, cumplido automáticamente por las leyes naturales, el hombre en cambio tiene un destino que puede cumplir por sí mismo. Pero en ninguna parte es el hombre un ser puramente espiritual, pues hasta en las últimas ramificaciones de su espíritu es movido por necesidades naturales…” (p. 23). El esfuerzo de integración de los diferentes estratos de la persona y el medio, resulta, cuanto menos, la característica fundante de la perspectiva comprensiva y logoterapéutica. Creo que queda claro que no estoy planteando la alternativa de una explicación causal de las consultas psicológicas, objetivando a las personas, es decir una actitud técnico racional, o una comprensión afectivo-emocional, dejando de lado lo objetivo racional. No es este mi punto de vista sino, en todo caso, creo que sería conveniente para el consultante, cambiar la ‘o’ disyuntiva por una ‘y’ copulativa. En alguna medida esto lo expresa acertadamente Lain Entralgo (1968) en su libro El estado de enfermedad cuando dice que la visión de la realidad según el “O esto o lo otro” debe ser excluida en la descripción de las realidades complejas. Y las enfermedades psíquicas lo son de manera notable. Frente a ellas el esquema mental de “esto o lo otro” debe ser suplantado por el esquema de “esto y lo otro”. Y en el caso de las personas no se dirá por ejemplo que una actividad es somática o psíquica ni que una realidad es material o espiritual… toda actividad humana es complementariamente somática y psíquica y toda realidad humana es material y espiritual. Lo que estoy proponiendo es la necesidad de integrar distintos aspectos del ser persona. Y si como expresamos anteriormente, la idea de persona que subyace en la Psicología Comprensiva y en la Logoterapia es la de un sujeto con dimensiones biológicas, psicológicas, sociales y espirituales, no sería conveniente intervenir solo en aspectos parciales. Lo que llega a la consulta es la totalidad, cristalizada en una determinada personalidad, pero las categorías señaladas siguen estando presentes. Es ese todo unitario y jerarquizado el que busca nuestra ayuda y no debemos reducirlo a aspectos parciales, porque podemos producir, entre otras cosas, neurosis iatrógenas. Volveré más adelante sobre esta entidad nosológica. Nuestro quehacer terapéutico lo encuadro en el antiguo adagio latino "primum non nocere", como punto de partida. Para ello uno de los aspectos básicos que considero debemos tener en cuenta es llevar a cabo nuestra profesión a conciencia, lo cual no quiere decir sin ciencia. Quiere decir poner énfasis en la responsabilidad personal, que es una de las principales normas de la logoterapia y que en nuestra época de libertad sin cortapisas, no tiene mucha prensa. Sobre este tema resulta esclarecedor consultar el trabajo de Espinosa (1992) sobre el ejercicio de la psicoterapia. Allí expresa a través de la pregunta “¿Qué significa ‘ser moral’ hoy?” la necesidad de una ética de la responsabilidad, que es una ética del servicio, de ayuda al semejante, más que una ética “moralizante” o “adoctrinadora”. De su propuesta se desprende que en el ejercicio de nuestra profesión podemos encontrar la mejor oportunidad para concretar las exigencias de una ética de la responsabilidad. Dije más arriba que el enfoque espistemológico también nos habla de la triple adecuación metodológica y de la captación de la totalidad del objeto de estudio. Aquí podemos hablar simplemente de una actitud epistemológica, abierta a su propia revisión. Sin ahondar en este momento en lo metodológico, podemos tener presente lo que afirmamos en trabajos anteriores presentados en diferentes ámbitos, acerca de la necesaria claridad en cuanto a nuestro objeto de estudio: la persona. Frankl denomina visión de conjunto al planteo humanista que evita el reduccionismo psicofísico, dado que este conduce a una práctica esquemática. Hay una cita de Nietzsche en Teoría y terapia de las neurosis (Frankl, 1992) que me parece muy acertada y se ajustaría al caso que parcialmente presenté al comienzo de esta exposición. Dice que algunos terapeutas se esfuerzan por cortar con benevolencia todas las congojas del alma y todos los remordimientos de la conciencia. Al respecto, resulta interesante la observación de Mahoney (1988) cuando expresa que “…los clientes requieren nuestra asistencia para reducir y controlar la pena y la debilidad de sus conflictos personales, creo que nuestra intención más humana se dirige a ofrecer esa asistencia…/… Me pregunto a veces si, en nuestros intentos para reducir rápidamente los problemas emocionales, no estamos precipitándonos a reducir a silencio al mensajero mucho antes de que comprendamos el mensaje…” (p. 49). Si reflexionamos sobre las observaciones del filósofo y del psicólogo actual, vemos que cien años después nos estamos planteando problemas similares. Es decir, el problema sigue vigente; el enfoque crítico y honesto de Mahoney permite esta oportuna revisión de nuestra tarea terapéutica. Tengamos presente que este autor ubica cronológicamente la logoterapia como la sexta escuela de psicología cognitiva, junto con la teoría de los constructos de Kelly, la terapia emotivo racional de Ellis, la terapia cognitiva de Beck, no obstante que ha menudo es clasificada como terapia existencial. Y es cierto lo expresado por Mahoney (1997), la logoterapia integra o enmarca los conceptos de la psicología cognitiva. Y así como no debería omitirse en cuadros presumiblemente endógenos la investigación y farmacología pertinentes, considero que la problemática psicológica necesita de lo que denominamos, en sentido amplio, ayuda psicoterapéutica. Con sentido amplio quiero expresar que puede tratarse de una psicoterapia propiamente dicha o también, según las circunstancias particulares, de un apoyo terapéutico, en otros casos más bien de una psicagogía, en otros de una clarificación de la existencia y en otros casos de una logoterapia como terapéutica específica. Con este último concepto quiero expresar aquellos casos en que por tratarse de neurosis noógenas, según fuera presentada en el texto antes mencionado, se hace necesario este abordaje específico. Debo aclarar que esta nosología no era de uso habitual y se corresponde con la idea de persona apuntada anteriormente. Con el paso del tiempo encuentro cada vez más colegas que hacen uso de esta denominación, para referirse a aquellos casos de conflictos de valores, malestar ante falta de sentido, ante el sufrimiento que producen algunas situaciones de pérdida de seres queridos, de enfermedades que no tienen una solución, incluso en situaciones de desempleo. El objetivo general frente a este tipo de padecimiento, consiste en ayudar al consultante en la búsqueda de los valores que le permitan superar la situación y en otros casos adoptar una actitud adecuada ante el sufrimiento inevitable. Sin embargo esta perspectiva necesita de dos aclaraciones: La primera hace referencia a que no se trata de un traspaso de los valores del terapeuta al paciente ni de una técnica de sugestión. Sí se trata de poder utilizar con sentido terapéutico la mencionada dimensión espiritual, que es la que permite el autodistanciamiento de las situaciones planteadas anteriormente. Podemos decir que se trata de poner en juego los valores de actitud, que no son tanto una escala sino más bien diferentes formas de enfrentar la vida, teniendo en cuenta las diversas situaciones y acontecimientos vitales que se van presentando a lo largo de nuestra existencia. Podemos preguntarnos ¿qué sucede cuando no se atiende la dimensión espiritual del consultante? Este es un punto álgido en logoterapia por su concomitancia con la religión. Frankl denominó esta tarea “cura médica de almas” y la describió en un libro que lleva ese título. Estimo, sin embargo, que es acertada la traducción que hace Bazzi (1989), cuando habla de “asistencia espiritual laica” y es la que está encaminada a que el paciente logre una actitud adecuada frente a las situaciones límites de enfermedad y sufrimiento. La expresión original de Frankl (1980) tiene mucho sentido en el contexto alemán pero no así en el español. El libro se tradujo como Psicoanálisis y existencialismo, precisamente para zanjar esta dificultad. Y el contenido específicamente se refiere a ir más allá del psicoanálisis, es decir, un abordaje desde el análisis existencial. La segunda aclaración se refiere a la necesidad de proceder a un diagnóstico diferencial, que en algunas oportunidades no se lleva a cabo debido, según mi parecer, a la creencia de algunos logoterapeutas que la facultad espiritual puede definir o manejar todas las situaciones, y no es así. Eso es caer en un espiritualismo, tan negativo como otros reduccionismos, ya sean biológicos, psicológicos o sociales. Dice Frankl que en el presente hay inclinación a interpretar la enfermedad de los humanos en un sentido espiritual unilateral, al pensar que la enfermedad en último término tiene un origen espiritual. Agrega que esto es un espirtualismo flagrante. Y esta actitud no solo está presente en el campo de la logoterapia, ocupa un importante lugar en la perspectiva de la psicogénesis, aunque el concepto de espiritualidad no es el mismo, simplemente quiere decir que no es de origen orgánico. Precisamente, en la actualidad, disponemos tanto de técnicas propias como el Logo Test, la Escala Existencial o el PIL Test (Porpouse in Life Test) como de otras técnicas de autores ajenos a la logoterapia, como por ejemplo el test de Bender, el TAT (Test de Apercepción Temática) de Murray o el Test de Kohlberg, que si bien fueron creados con otros fundamentos, pueden utilizarse con beneficio. Una actitud responsable por parte del terapeuta podría distinguir, por ejemplo, en el caso de equivalentes distímicos depresivos, que estaría mal indicada una logoterapia porque por un lado sería una pérdida de tiempo y dinero y por otra parte también podría ser contraindicada, porque aumentaría la angustia del paciente con el consecuente empeoramiento depresivo. En cuanto a las técnicas de intervención que utiliza la logoterapia, sucede algo similar a lo expresado acerca de los test psicológicos. Tiene técnicas propias, tales como la intención paradojal, el común denominador y la derreflexión, creadas por Frankl, algunas de las cuales son usadas por otras escuelas terapéuticas y el diálogo socrático. Por otra parte, no olvidemos que la intención paradojal de Frankl es considerada por Mahoney como distinta de la prescripción de síntomas de Watzlawick, aparte de ser muy anterior la propuesta de Frankl. Primero lo primero Si bien este es el título de un inteligente texto de S. Covey (1997) sobre el manejo del tiempo, con trasfondo frankliano, me parece ilustrativo como premisa psicoterapéutica. Junto con la idea de persona y de mundo tengamos presente que antes mencioné la frase latina sobre que lo primero es no hacer daño. Precisamente sobre esta temática que en medicina se denomina iatrogenia, Frankl ha acuñado el término de ‘neurosis iatrógenas’, dentro de la señalada nosología logoterapéutica presentada en Teoría y Terapia de la Neurosis (cfr. Frankl, 1992). Con esa denominación se refiere Frankl a aquellos estados neuróticos en los que luego se comprueba que el médico (iatros) es el que involuntariamente ha inducido a que el paciente, portador de su angustia de expectativa, fije un síntoma. Esto lleva a la necesidad, tanto de médicos y más aún de psicólogos, del cuidado que debemos tener en las expresiones vertidas ante el paciente. Así como Lain Entralgo (1968) escribió un texto que tituló "La cura por la palabra", estimo que sería indicado pensar en un enfermar por la palabra. Y así podríamos hablar de una “psicogenia”, lo cual no es atribuirle ninguna ‘genialidad’ al psicólogo. También hacer perder el tiempo a un paciente, cuando después de cierto número de entrevistas, no se obtienen beneficios tangibles, debe ser dialogado y buscar otras alternativas. No olvidemos que el no abordar abiertamente estos temas, puede hacer que el paciente se convierta en un descreído de los beneficios de la psicoterapia y la deje de lado como alternativa de mejora o de desarrollo de su personalidad. Para concluir con este enfoque crítico, quiero expresar que el encuentro psicoterapéutico es una ecuación con dos incógnitas: la personalidad del paciente y la personalidad del terapeuta. Sobre esta última la psicología tiene una deuda pendiente: profundizar en su formación, porque es el principal método terapéutico. Si los seres humanos somos únicos e irrepetibles, este encuentro también será único, por lo cual las generalizaciones se hacen más difíciles. Sin embargo tenemos que establecer no solo si una determinada psicoterapia es posible, sino si es la más indicada teniendo en cuenta el costo-beneficio y también el riesgo beneficio. En el primer caso, entre dos posibles psicoterapias elegir la más corta sin que ello signifique menor calidad. En cuanto al riesgo, si bien los hay de muy diferentes tipos, quisiera solo aportar uno que no he visto citado: el de la psicoadicción. Según mi parecer se trata de personas que se hacen dependientes de la psicoterapia, sin que exista una alteración psicológica que lo justifique. Estimo que las psicoterapias tendrían que tener un tiempo acotado y establecido de común acuerdo, en el momento de iniciar un tratamiento o a partir del diagnóstico, aunque luego se pudiera establecer un nuevo contrato. De esta forma el entrevistado sabe que los encuentros tienen previsto un término, que no se eternizarán. Aunque por supuesto, se debería también informar que, de común acuerdo y con un objetivo claro, se puedan prolongar. Reflexiones y comentarios finales Cabe señalar que el enfoque epistemológico no es sencillo de aplicar. Retomando lo que dice Bleyle (1968), la epistemología “es la disciplina del enfoque, del ‘punto de vista’, nadie puede llegar a ser epistemólogo si no ensaya por sí mismo pensar sobre ciertos problemas…” (p. 3). Considero que es un camino fructífero, como una forma de racionalizar los conocimientos psicoterapéuticos y sus marcos de referencia. Desde ese lugar estamos en mejores condiciones de realizar una práctica más responsable. Acaso contribuya a una más clara actitud acerca de qué indicar y qué no frente al complejo problema de las consultas en psicología, una formación psicológica más completa, que incluya la posibilidad de contrastar críticamente diferentes enfoques, teorías, argumentaciones. Precisamente Popper (1997) expresa que las funciones superiores del hombre son las argumentadoras y críticas. El pensar crítico nos vacuna contra el pensar dogmático. Ello le permitirá al psicólogo ir formando su propia visión de conjunto, su capacidad propia de juicio, su propia síntesis, que por supuesto permanecerá abierta a su posible y necesaria evolución. Al respecto es oportuno traer algunos conceptos de Brie (1997) en su crítica a la excesiva especialización – también la ha realizado Gadamer en otro contexto – de los saberes profesionales, que conspira gravemente contra el espíritu de síntesis. Este concepto es considerado como la capacidad relacionante, que conduce a una relación totalizante, que es precisamente de lo que carece el especialista, le falta riqueza de relación. No está en discusión la necesidad de un saber especializado para el progreso humano, pero está el peligro que señaló Ortega y Gasset con mucha precisión, sobre la falta de visión de conjunto. Esta semana encontré una cita del literato, poeta y director de cine ruso, Evtushenko (2003), que dice “El amor por la poesía vuelve a las personas de todas las profesiones más perspicaces, más capaces de entender las cosas”. Conviene aclarar que síntesis no es resumen, este es como el primer balbuceo, en cambio la síntesis se logra con la madurez intelectual, por supuesto que de manera independiente de la edad del profesional. Y esto es posible en nuestra tarea con el pensar epistemológico: ir de las teorías a la práctica y de la práctica a las teorías. Estudiar y analizar las diferentes teorías. Esta actitud puede conducir a que la psicología, abierta a su propia revisión, se aleje del aspecto de “lecho de Procusto” que presenta en la actualidad, por lo menos en nuestro medio. Nuestra formación debe integrar conocimiento científico y personalidad moralmente madura. Jaspers expresa que la auténtica cientificidad y esta personalidad son inseparables. No hay cientificidad segura cuando la última falla, y, a su vez, la personalidad no basta cuando no se posee una formación científica; buenas personas pero sin suficiente formación científica, tampoco son buenos terapeutas. Oscar Ricardo Oro es Doctor en Psicología clínica y Presidente de la Fundación Argentina de Logoterapia. <[email protected]> Bibliografía - Bazzi T. y Fizzotti E. (1989). Guía de la logoterapia. Barcelona: Herder. - Bleyle, M. (1968). ¿Qué es la epistemología? Boletín de la Asociación Argentina de Epistemología, (22), 2-3. - Brie, R.J. (1997). Los hábitos del pensamiento riguroso. Buenos Aires: Ediciones del Viejo Aljibe. - Covey, S. (1997). Primero, lo primero. Buenos Aires: Paidós. - Espinosa, N. (1992). ¿Qué significa ser moral hoy? Logo, (14), 21-24. - Espinosa, N. (1992). ¿Qué significa ser moral hoy? Logo, (15), 13-17. - Evtushenko, E. Entrevista. Suplemento de Cultura, diario La Nación de Buenos Aires, 5-01-03, 1-3. - Frankl, V.E. (1992). Teoría y terapia de las neurosis. Barcelona: Herder. - Frankl, V.E. (1980). Psicoanálisis y Existencialismo. Méjico: F.C.E. - Jaspers, K. (1993). Psicopatología General. Méjico: F.C.E. - Lain Entralgo, P. (1968). El estado de enfermedad. Madrid: Moneda y Crédito. - Mahoney, M. y Freeman, A. (1988). Cognición y Psicoterapia. Barcelona: Paidós. - Mahoney, M. (1997). Psicoterapias cognitivas y constructivistas. Bilbao: Desclée de Brouwer. - Núñez, F.O. (1980). Fundamentos de la Psicología Médica. Buenos Aires: López Libreros Editores. - Oro, O. R. (1999). La actitud epistemológica en Psicoterapia. En H. Mesones, Curso de Psicoterapia III. Comunicaciones del 6º Congreso Internacional de Psiquiatría. Buenos Aires: Ananké. - Oro, O. R. (1998). Praxis de la Psicoterapia. En H. Mesones, Curso de Psicoterapia II. Comunicaciones del 6º Congreso Internacional de Psiquiatría. Buenos Aires: Ananké. - Popper, K.R. (1997). El cuerpo y la mente. Barcelona: Paidós. Se autoriza el uso de este material citando su procedencia: Acevedo, G. (2002). Logoterapia y resiliencia. NOUS, (6), 23-40. LOGOTERAPIA Y RESILIENCIA Gerónimo ACEVEDO Resumen La resiliencia consiste en la capacidad de mantenerse integrado a pesar de la adversidad y lograr un desarrollo positivo de acuerdo a las metas de la propia cultura y como actores sociales frente a otras. Se refiere a una forma de nombrar lo personal, la creatividad, la potencia de lo espiritual en la conducta humana personal o grupal, en su impredecible devenir cuando dan como resultado conductas sanas frente a situaciones adversas (resultados inesperados de acuerdo a las predicciones basadas en riesgos). Es importante realizar la tarea no solo de intentar identificar la vulnerabilidad en lo psicofisico, sino también de capitalizar las fuerzas de la persona (la resiliencia en lo espiritual) y los auxilios de la resiliencia comunitaria; no cejar en la pregunta sobre los efectos resilientes de la búsqueda de "sentido" en nuestra vida, personal y social. Abstract Logotherapy and Resilience Resilence consists of the capacity to remain whole despite adversities, as well as to achieve a positive personal development according to the goals of one's own culture, and as social actors in our relationship to others. It amounts to a way of denominating what is personal, the creativity, the force of what is spiritual in the human behaviour, as an individual or as a member of a group, in the framework of an unpredictable life-flow, when they produce healthy behaviours among adverse situations (unexpected results according to predictions based on the assumption of risks). It is important to accomplish not only the task of trying to identify what is vulnerable in our Psychophysical self, but also of capitalizing the forces of the person (the resilience in the spiritual realm) and the aid of communitarian resilience. It is also important not to forsake the evaluation of the resilient effects inherent in the search of "meaning" in our life, both personal and social life. Palabras clave: Logoterapia. Antropología. Psicología social. Resiliencia. Key words: Logotherapy. Anthopology. Social psychology. Resilience. Introducción El término resiliencia se refiere, inicialmente en ingeniería, a la capacidad de un material para alcanzar su forma primera después de soportar una presión que lo deforme. Al hablar de resiliencia humana se afirma que es la capacidad de una persona o de un sistema social de vivir bien y desarrollarse realmente, a pesar de las difíciles condiciones de vida y más aún, de salir fortalecidos y ser renovado por ellas. Las investigaciones en resiliencia han cambiado la forma en que se percibe al ser humano: de un modelo de riesgo, basado en las necesidades y la enfermedad, se ha pasado a un modelo de prevención y promoción basado en las potencialidades y los recursos que el ser humano tiene en sí mismo y a su alcance. La manera de interpretar la enfermedad como un proceso estático ocasionado por un agente causal externo en un terreno vulnerable, produce una exclusión antropológica con las consecuencias nefastas de deshumanización; el reduccionismo se transforma en un exclusionismo La enfermedad no es solamente un problema bioquímico, una alteración de la biología o un trauma psíquico de un sujeto, sino una experiencia que conmueve al ser humano en su totalidad. Conocer es saber qué hacer con la información, es separar y unir, distinguir e implicar, relacionar y articular, no solo analizar y distinguir. Es organizar buscando el sentido. Una cosa es tener datos y otra muy diferente es conocer. Los datos que no se articulan no sirven para nada. Quien no ve las inter-retroacciones y las intercomunicaciones no ve nada. E insistimos en que el momento del análisis y de la distinción es fundamental. Pero quien no va más allá de eso no comprende lo que une ciertas fenomenologías. El paciente no es simplemente un cuerpo y ni siquiera un simple ser viviente. Es una persona, es decir, un ser dotado de inteligencia y concepto de sí mismo y del mundo, con un proyecto de vida y con una responsabilidad frente a su propio destino. El enfermar del hombre, no es la avería de una máquina. De ahí la necesidad de ocuparse de las distintas dimensiones del enfermar humano. Pues una cosa es pretender entender una enfermedad y otra cosa muy distinta es tratar a un paciente; para este último fin, el paciente debe poder desacoplarse dimensionalmente de su enfermedad. Se comprende a la persona como una unidad en la multiplicidad que se puede relacionar con los principios del físico Niels Bohr: de preponderancia, por el cual en determinada situación puede predominar un estrato sobre otro, y el de complementariedad por el cual a pesar de que predomine uno de ellos, los demás siguen cumpliendo su función porque constituyen en sí mismo una unidad. Figura 1. Complementariedad y preponderancia Desde la antropología frankliana lo humano del enfermar incluye al ser en el mundo como el ser que responde, no excluye ni al agente físico, ni al trauma psíquico, ni la vulnerabilidad, pero los reconoce como acontecimientos existenciales (condicionantes) que interrogan al ser humano y como en la cinta de Moebius lo de afuera está adentro y lo de adentro está afuera, un ser siendo, un ser humano respondiendo, buscando el sentido - ya pero todavía no. La enfermedad es un concepto abstracto que se manifiesta solamente en el hombre concreto. Lo real es la persona enfermando. Por esto, cuando las ciencias de la salud se estructuran como “ciencias” que tratan técnicamente la enfermedad como un proceso objetivo y estático, sin tener en cuenta la persona que está viviendo este proceso (enfermar) a partir de su propia originalidad única e irrepetible, la enfermedad humana se desprende de su carácter personal e histórico, la persona es reducida a un organismo (homunculismo) y se produce así una grave mutilación antropológica en el tratamiento. El enfermar humano es una experiencia existencial que conmueve al ser humano en su totalidad, es un problema humano. ¿Viktor Frankl y su aporte precursor a la teoría de la resiliencia?, o ¿la presencia de la resiliencia en Viktor Frankl? Me parece interesante plantear estas preguntas no como antagónicas sino como complementarias, y continuar preguntándose los efectos resilientes de la búsqueda de “sentido” en nuestra vida. Frente a la primera pregunta -aporte teórico sapiencial-, Viktor Frankl hace su propuesta desde una visión de hombre que reconoce las dimensiones bio-psico-espirituales. La exclusión de la dimensión espiritual desde una visión reduccionista no tiene en cuenta el sentido como una necesidad y potencialidad humana. Frente a la segunda - la presencia en su vida -, se ponen de manifiesto tanto diversos factores de resiliencia, como acciones y resultados resilientes. Veámoslos: - Factores de resiliencia • Familiares: vivencias afectivas y valores vividos en su espacio de crecimiento familiar. • Personales: la introspección, cuando se interroga a sí mismo y da una respuesta honesta desde su temprana infancia a las preguntas sobre el sentido de la vida; el humor, que fue una de las armas con las que luchaba por su supervivencia en los campos de exterminio. Frankl (1993) relata que entre unos compañeros hacían la promesa de que cada día inventarían una historia divertida sobre algún incidente que pudiera ocurrir al día siguiente de su liberación; por ejemplo, en una cena se olvidarían cómo se sirve la sopa y le pedirían a la anfitriona que les echara una cucharada ”del fondo”. - Acciones resilientes Cuando da las respuestas a los interrogantes dramáticos que la vida le plantea antes y durante los campos de concentración. - Resultados resilientes Se constituyó en un ser humano extraordinario, que desarrolló un cambio paradigmático y lo validó con su vida y en su muerte (momento culminante). El concepto de resiliencia y la posibilidad de su promoción tiene la virtud de una transdiciplinariedad fructífera entre el ámbito social, filosófico y psicológico. La logoterapia como instrumento transdisciplinario la convierte en una realidad. La resiliencia y el enfermar como gerundio. Atendiendo a su concepto, el gerundio es una forma verbal invariable que expresa la acción como ejecutándose en el presente, por ejemplo, el gerundio de comer es comiendo, de vivir es viviendo, de caminar, caminando... A través del gerundio, la acción está abierta, desarrollándose, moviéndose. Pero, sobre todo, está más cercana a quien la ejerce. El gerundio le otorga más vida a la acción, lo que sin duda opera en la psiquis de una forma similar. Esta forma verbal apunta a la noción de proceso, en oposición al suceso epílogo, y es la clave para poder crecer y entender los fenómenos más importantes de la vida. Heidegger decía que el hombre es un siendo, al referirse a lo abierto y no cerrado del proceso de la vida humana. El enfermar: vulnerabilidad y resiliencia La pregunta de ¿por qué se enferma? debe integrarse con la de ¿por qué no se enferma? frente a iguales circunstancias externas. Integrando estas dos preguntas la enfermedad pierde su rol protagónico exclusivo, se convierte en acontecimiento vital y propone al ser humano que dé una respuesta. Se humaniza el concepto de sentido de la enfermedad con el de sentido del proceso y sentido en el proceso. El enfermar no se agota en su ser proceso; es además, y primordialmente, sufrimiento y respuesta. El hombre lo recrea cada instante con el contenido de su respuesta. En él intervienen tanto factores de afuera como la respuesta de adentro, lo que muestra su multidimensionalidad. Se podría decir que los de ”afuera” son los factores condicionantes y lo de ”adentro”, la persona, la libertad del ser no sujeta totalmente a los condicionantes. Es importante realizar la tarea de intentar identificar la vulnerabilidad en lo psicofisico y la resiliencia en lo espiritual. Figura 2. Averiguar vulnerabilidad y resiliencia El hombre es un ser en el mundo; con el mundo se relaciona con acontecimientos y despliega una actitud ante los mismos, todo ello desde una posición y postura. Hay diferencias entre posición, referida a lugar, y postura, referida a actitud, al tiempo que mantienen una complementariedad entre ellas. Todo ello nos lleva a considerar la realidad paradójica de la existencia humana, sus complejidades. Reflexiones sobre las complejidades humanas 1. No hay hombre sin mundo ni mundo sin hombre. 2. El ser humano es vulnerable y posee resiliencia (ver Figura 1). 3. La vulnerabilidad es la impotencia, la resiliencia es lo potencial. 4. La vulnerabilidad está en lo fáctico, la resiliencia en lo existencial. 5. La vulnerabilidad está en lo psico-fisico, la resilencia en lo espiritual. 6. La familia es vulnerable y posee resilieniencia. 7. La comunidad es vulnerable y posee resiliencia. 8. La vulnerabilidad y la resiliencia son dos caras de la misma moneda. La primera es el signo del antiguo paradigma: ¿por qué enferma el hombre? La segunda es la clave del nuevo paradigma: ¿por qué puede mantenerse sano? (Ver Figura 4). 9. Del reconocimiento de la vulnerabilidad y la potencialidad de la resiliencia surge la redefinición del concepto de salud que apunta a la totalidad del hombre (bio-psico-espiritual), a la promoción de todo el hombre y de todos los hombres. Salud, no como ausencia de enfermedad sino como: - Sentido de vida, en un plan de vida incluido en un proyecto familiar y social. - La posibilidad de escribir la propia historia vital en la propia familia, el trabajo y la comunidad. - La posibilidad de escuchar. - La posibilidad de expresar lo no dicho en el diálogo y la reflexión. - La posibilidad de sentirse querido y de querer, privilegiando el encuentro con el otro. - La posibilidad de transformar y transformarse. - La posibilidad de comprometerse, de participar, de sentirse participando. - La posibilidad de establecer vínculos afectivos solidarios, de convivir. La salud es la capacidad de poder caer enfermo y defenderse, en tanto que la enfermedad, por el contrario, es la reducción del poder de superar las dificultades. Figura 3. Existencia y resiliencia Figura 4. Vulnerabilidad y resiliencia Históricamente, el conflicto es inseparable a cualquier sociedad que busca su identidad y autodeterminación, es propio de la vida humana que construye procesos de cambio (ser siendo), es un elemento dinamizador en las organizaciones sociales, políticas, culturales, étnicas y religiosas. Como dice Estanislao Zuleta (citado por Combariza, 2001): "si alguien me objetara que el reconocimiento previo de los conflictos y las diferencias, de su inevitabilidad y su conveniencia, arriesgaría a paralizar en nosotros la decisión y el entusiasmo en la lucha por una sociedad más justa, organizada y racional, yo le replicaría que para mí una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz". Cimiento de la resiliencia Al considerar el cimiento de la resiliencia encontramos tanto una resiliencia personal como fuentes interactivas de ésta. Resiliencia personal Consiste en tener la capacidad de afrontar el sufrimiento, reconstruirse y no perder la capacidad de amar, de luchar, de resistir; no es una destreza a dominar, sino una realidad a descubrir, a crear... La resiliencia es más que resistir, es aprender a vivir. Hay gente que ha padecido una situación extrema y eso lo lleva a saborear cada momento bueno que se le presenta. La resiliencia no sucede sólo en el interior de la persona, tampoco sólo en su entorno. Consideremos la Figura 5 en el desarrollo de esta reflexión. En las distintas etapas del desarrollo humano, el hombre necesita normas que provienen de su entorno; estas obligaciones no las comprende totalmente pero le reportan beneficios, son factores de resiliencia (por ejemplo, lavarse los dientes, no meter los dedos en el enchufe; 1 en la Figura 5). Pero en el transcurso de su vida (2 en la Figura 5), la percepción del valor por la persona lleva a la conciencia (órgano del sentido) a ser el origen de la decisión y la obligación pasa a ser poder y deber. El futuro no se gesta solo en la historia de vida, está en el presente, en lo que todavía puedo hacer en la historia debida; es un crédito abierto que tengo que utilizar . Figura 5. Obligación y deber No es que haya personas más fuertes que otras, sino personas que han podido entretejer este diálogo con el otro. Nuestra mirada sobre la desgracia cambia, si a pesar del sufrimiento buscamos la maravilla. El enfoque de resiliencia puede aportar significativamente al cultivo de una esperanza realista, porque sin negar los problemas, centra la atención en las fuerzas y potencial humano que se pueden acrecentar. La esperanza real no es una vía de escape, sino que descubre un potencial valioso existente pero escondido a una mirada superficial y pesimista del valor humano. Este potencial está también en los espacios de crecimiento de los seres humanos: familia, sociedades, países. Hay que capitalizar las fuerzas de la persona, y los auxilios de la resiliencia comunitaria, partiendo de la centralidad, unicidad y libertad de la persona, en el proceso de desarrollo de conductas resilientes. Enfrentar, aceptar, responder. Hay factores y acciones resilentes, pero la resiliencia sólo se hace presente en la acción. Tanto los factores como las acciones son dinámicos interactúan entre sí y están relacionados con los períodos de la vida y sus circunstancias. Fuentes interactivas de la resiliencia Para acercarnos a este tema, se presenta el siguiente esquema (basado en Grotberg, 1997, p. 21-22): Yo soy una persona ! por la que los otros sienten aprecio y cariño ! feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto ! respetuosa de mí mismo y del prójimo Yo estoy ! dispuesto a responsabilizarme de mis actos ! esperanzado Yo tengo personas ! alrededor en quienes confío y me quieren en profundidad ! que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros o problemas ! que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder ! que quieren que aprenda a desenvolverme solo ! que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro, o cuando necesito aprender Yo puedo responder: Responsividad PUEDO ! hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan ! buscar la manera de resolver mis problemas ! controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso que no está bien ! buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar ! encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito Respecto a la responsividad, debemos aclarar con Piulachs (1976) algunas cuestiones. “Para juzgar la situación de salud o de enfermedad en un caso concreto, no puede recurrirse a una norma extra o supraindividual, obtenida según un concepto ideal o según un criterio estadístico. Como dice Grothe, es necesario emitir el juicio partiendo de una norma personal e individual, que se ciña al individuo concreto y lo tome como medida” (p. 25). Acciones resilientes 1. Búsqueda de sentido. “El sentido no es la causa de la salud sino el motivo para tenerla. Quienes entienden que la salud se preserva o se consigue a través de la lucha contra la enfermedad, más que ser sanos quieren no estar enfermos (entendiendo por enfermedad el daño, la falta), y al buscar esa utopía corren el riesgo de perder la vida en su afán de evitar las enfermedades y la muerte. El I Ching, libro sapiencial chino, dice: ‘La mejor manera de combatir el mal es un enérgico progreso en el sentido del bien’” (Acevedo, 1996, p. 53). La capacidad de buscar un sentido, a pesar de las dificultades, saber que hay algo valioso en la vida, es capaz de dar coherencia y orientación a ésta. Viktor Frankl, quien sobrevivió a varios campos de concentración, fue capaz de llegar a la libertad, después de la guerra, mediante la búsqueda de un sentido. 2. Humor. Quien logra reírse de sí mismo ganará en libertad interior y fuerza. Con el humor se dinamiza el potencial humano en situaciones límite. 3. Introspección. Preguntarse a sí mismo y dar una respuesta honesta. 4. Autodistacimiento. No soy lo que me sucede. 5. Independencia. Adecuado principio de realidad que permite juzgar una situación prescindiendo de sus deseos. 6. Capacidad de relacionarse. La diferencia como generadora de luz y claridad. 7. Afectividad. El afecto implica no sólo el respeto sino simpatía y valoración de lo diferente. La diferencia se convierte, sin duda, en un factor protector por excelencia de la superación humana. En la base se encuentra el crecimiento de la autoestima, en lo diverso que tiene cada persona como caudal misterioso con el cual puede acrecentar su esperanza y enriquecer su autoestima. 8. Autoestima. Darle la oportunidad a cada ser humano de descubrirse único e irrepetible en su diferencia, se convierte en la clave de la aceptación personal y social. "Cada persona brilla con luz propia entre los demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos 9. 10. 11. 12. 13. chicos y fuegos de todos colores. Hay gente de fuego sereno, que ni siquiera se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos bobos que no alumbran ni queman: pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende" (Galeano, 1989). En este relato de Eduardo Galeano, se resumen las dos aristas filosóficas básicas de la teoría de la resiliencia. La primera se relaciona con la idea de la "luminosidad". La resiliencia se edifica desde la "zona luminosa" del ser humano, desde su espiritualidad, asumiendo la potencialidad de cada individuo para desarrollarse. La segunda consiste en la idea de la diversidad, de la diferencia. La teoría de la resiliencia cobra sentido a partir de las diferencias en la reacción ante circunstancias adversas, mientras algunas personas "claudican" ante dichas circunstancias, justificando sus desequilibrios y trastornos a diversos niveles, otras se desarrollan exitosamente a pesar de la adversidad (Fraser, 1998). Calidad de vinculos. La vincularidad son las redes de apoyo en profundidad que un ser humano requiere para sentirse parte del mundo, de la sociedad, del país, de la familia. El vínculo es la misma unidad humana; lo individual es una ilusión. Implica entonces intercomunicación afectiva que es la base de todo crecimiento humano . Capacidad valorativa. Imprescindible para acciones resilientes. Iniciativa. Ser pro activo. Creatividad. Capacidad de crear condiciones satisfactorias. Independencia. No es el niño que se queda ‘quietito’ como pensaban nuestros maestros hace 50 años. Resiliencia comunitaria La comunidad humana no es algo opcional para la plenitud humana (sentido), sino que es algo exigido interiormente. Esta dimensión humana postula el reconocimiento del «otro» (sentido de la comunidad humana). Como decíamos, el vínculo es la misma unidad humana y lo individual es una ilusión; significa intercomunicación afectiva, que es la raíz de todo crecimiento humano. Crear lazos es la base de la confianza y el afecto, pero también crear lazos es asistir en el dolor, acercarse en la angustia del sin sentido para dar esperanza. En su desarrollo teórico y aplicado, el trabajo sobre la resiliencia se ha ido aproximando a la concepción de comunidades saludables y al tema valioso de capital social. Estamos, así, ante un nuevo instrumento para obtener equidad social y un nuevo mecanismo para combatir la pobreza, como actores sociales en pro de lograr un desarrollo positivo, de acuerdo con las metas de la propia cultura. La evaluación de la resiliencia comunitaria requiere de: El análisis social. Es una mediación científica necesaria que pretende investigar, interrelacionar e interpretar los diferentes elementos que conforman una comunidad o grupo social y su repercusión en el ser humano. El análisis coyuntural. En él resultan relevantes los comportamientos y la sicología de los individuos y personas concretas frente a las distintas circunstancias. Alerta sobre la libertad del hombre y de los grupos humanos. Factores que favorecen la resiliencia comunitaria Autoestima colectiva Sentido de comunidad Identidad cultural Vincularidad (redes de apoyo) Ideales Equidad social Liderazgo Honestidad Factores negativos de la resiliencia comunitaria Malinchismo (admiración obsecuente de todo lo extranjero) Fatalismo Autoritarismo Corrupción administrativa Resiliencia y logoterapia La logoterapia acompaña al ser humano en la indigencia espiritual y, desde su aquí histórico personal, favorece la búsqueda de sentido en su vida y vivir de acuerdo a su escala de valores. Cada ser humano tiene la posibilidad de vivir valores de creación (dar), de experiencia (recibir) y de actitud (ante una circunstancia). Es una experiencia intransferible que tiene cada persona, por el valor y la posibilidad de desarrollo en la unidad de su existencia. Podemos decir con Frankl (1983): “Sabemos que si existe realmente algo que permite a los hombres mantenerse en pie en las peores circunstancias y condiciones interiores y afrontar así aquellos poderes del tiempo que a los débiles les parecen tan fuertes y fatales, es precisamente el saber adonde va, el sentimiento de tener una misión” (p. 44). La logoterapia y la resiliencia tienen en común el reconocimiento de los factores protectores y la transformación de los comportamientos negativos en nuevas posibilidades. La resiliencia requiere un marco ético que la logoterapia promueve y favorece, al acompañar a la persona a descubrir los valores existentes allá, atrás de lo psicógeno. Diferentes autores coinciden en reconocer la capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas o, incluso, ser transformado por ellas. Conclusión La novedad que trae el concepto de resiliencia al campo de la salud supone bastante más que una simple contraposición al anterior modelo centrado en los factores de riesgo. Resiliencia es un modo de nombrar lo personal, la creatividad, la potencia de lo espiritual en la conducta humana personal o grupal, en su impredecible devenir cuando dan como resultado conductas sanas frente a situaciones adversas. El hombre, como ser-en-el-mundo, jamás aparecerá acabado, realizado, clausurado definitivamente en su actualización. Siempre constituirá un proyecto que exige realización, una puerta abierta hacia un futuro imposible de predecir, por cuanto irá siendo permanentemente definido y redefinido por cada actor, de acuerdo a cada situación. Lo pretérito – afortunadamente - está establecido y, por tanto asegurado, mientras que lo futuro – afortunadamente- está abierto y por lo tanto depende de la responsabilidad del hombre. “Ser en el mundo” transcurre en el espacio entre él estimulo y la respuesta, entre las cosas que nos ocurren y la forma como reaccionamos ante ellas; en ese espacio se halla el poder para elegir la respuesta. En ésta se manifiesta el crecimiento y la libertad del ser humano; la vida es el alegre trabajo de hacerse hombre y ser persona. Por incursionar en problemáticas ligadas a la esperanza, la utopía, o la creatividad, la resiliencia se aleja del campo biomédico y de sus expectativas de medición y predictibilidad lo cual genera un concepto fácil de entender desde el sentido común, pero difícil de definir e imposible de ser calculado exactamente. El concepto de resiliencia nace con la aparición de resultados inesperados de acuerdo a las predicciones basadas en riesgos y conserva el factor misterio como un factor esencial en su definición. Es más que la suma de las partes (factores promotores de la salud), en tanto que encierra una incógnita que será la que finalmente decidirá acerca del resultado. La lista de factores de resiliencia nunca logra apresar la chispa espiritual personal de la que dependerá el resultado final. Esta imposibilidad no implica renunciar a investigar y favorecer los factores de resiliencia ya que estos siempre funcionarán como factores propiciatorios. Hay cuatro caminos para no resignarse a un escepticismo frente a la incertidumbre: 1. Ecología de la acción. Lo que hacemos vuelve a nosotros de algún modo (interacciones y retracciones). 2. Estrategia. A diferencia del programa, se modifican las acciones en función de las informaciones recibidas. 3. Apuesta. Integrar la incertidumbre en la fe o la esperanza. 4. Confianza. “La confianza es la cuarta dimensión de la mirada: nada ensancha tanto el campo perceptivo como una mirada confiada. Sólo las personas capaces de liberarse de la tiranía perceptiva del campo de lo objetivo estimúlico, y de explorarlo desde la propia dinámica interior, cumplen los requisitos precisos para una labor creativa” (Díaz, 2001, p. 92). La resiliencia nos ayuda a distanciarnos (Vanistendael, 1998, p. 22): # del desánimo, en cuanto realismo sin esperanza # del cinismo, incapaz de ver el rostro positivo de la realidad # de ilusiones poco realistas Gerónimo ACEVEDO es Doctor en Medicina y Vicepresidente de la Fundación Argentina de Logoterapia. Bibliografía - Acevedo, G. (1996). El modo humano de enfermar. Buenos Aires: Fundación Argentina de Logoterapia. - Combariza, H. (2001). Resiliencia. El oculto potencial del ser humano. Avances. Revista para Afiliados a COMFENALCO, (50). Tomado el 15/12/2002 de http://www.comfenalcoantioquia.com/site/pagesweb.nsf/allpages/Resilencia. - Díaz, C. (2001). La intencionalidad: tu-y-yo. Nous. Boletín de logoterapia y análisis existencial, (5), 77-99. - Frankl, V.E. (1983). La psicoterapia al alcance de todos. Barcelona: Herder. - Frankl, V.E. (1993). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder. (Original de 1946). - Fraser, M. W. (1998). Promoting Resiliency in Families and Children. Children's Services Practice Notes, 3 (1). Tomado el 15/12/2002 de http://ssw.unc.edu/fcrp/Cspn/cspn.htm. - Galeano, E. (1989). El libro de los abrazos. Montevideo: Chanchito. - Grotberg, E. (1997). Resiliencia. Descubriendo las propias fortalezas. Buenos Aires: Paidós - Piulachs, P. (1976). La enfermedad y el enfermo. Barcelona: Toray. - Vanistendael, S. (1998). Cómo crecer superando los percances, Resiliencia. Capitalizar las fuerzas del individuo (3ª ed.). Buenos Aires: Oficina del libro CEA, Secretariado Nacional para la Familia. . . . . . . Se autoriza el uso de este material citando su procedencia: González Álvarez, E. (2002). Ensayo sobre las situaciones límite. NOUS, (6), 41-51. ENSAYO SOBRE LAS SITUACIONES LÍMITE Elena GONZÁLEZ ÁLVAREZ Resumen Uno de los caminos para encontrar el sentido de nuestra vida es a través de los valores. Frankl hace una clasificación de valores: valores de creación, de experiencia y de actitud. Nosotros nos centramos en este ensayo en los de actitud porque son los que nos ponen en relación con el tema que nos ocupa: situaciones límite. Estas situaciones son ineluctables y ante ellas el ser humano tiene que tomar una actitud vital. Las situaciones límite de Jaspers son: muerte, culpa, azar, enfermedad y/o sufrimiento, historicidad y lo relativo de lo fáctico. Frankl las resume en su tríada trágica: dolor, culpa y muerte. Estas situaciones ponen al ser humano frente a sus límites existenciales y le hacen tomar una posición, que puede ser no sana como el misticismo, escapismo, excentricidad, etc., o una posición sana de aceptación que le hace crecer, madurar y enriquecerse. Las situaciones que no podemos cambiar nos pueden llevar a ser más nosotros mismos. Abstract An Essay in Boundary Situations One of the ways of finding the meaning of our life is through values. Frankl distinguished between three kinds of values: values of creativity, experience and attitude. In this essay we will deal in those concerning an attitude, because those are the ones related with the situations we are going to address: boundary situations. These are unavoidable and before them the human being is forced to display a vital attitude. According to Jaspers, boundary situations are: death, guilt, hazard, illness and/or suffering, historicity and the limitations imposed by events. These situations place the person before its existential limits and force him to take a stand. This may be an unhealthy one, such as mysticism, delusion, irregular behaviour., etc., or it may be a healthy one of acceptance that makes one grow, mature and enrich. Those situations which we cannot modify may be the occasion for becoming ourselves more fully than before. Palabras clave: Logoterapia. Filosofía. Psicología. Situaciones límites. Key words: Logotherapy. Philosophy. Psychology. Boundary situations. Introducción sobre el sentido de la vida Podemos decir que la práctica logoterapéutica pretende: 1) Hacer consciente y provocar la pregunta sobre el sentido de la vida. 2) Ayudar en la búsqueda de caminos y formas de realizar ese sentido. Ante la pregunta ¿cómo lograr encontrar el sentido de la vida? (refiriéndose a la vida concreta de una persona, como pueda ser el sentido de mi propia vida, o el de una persona en un proceso terapéutico), caben tres caminos: a) Los valores de creación: que son lo que aportamos como hombres al mundo, ya sea nuestro trabajo o cualquier otra obra (ya sea material o no). b) Los valores de experiencia: que son lo que el mundo, la vida nos aporta a nosotros. Vivenciar una experiencia, tener un encuentro con alguien, el amor... c) Los valores de actitud: que es la postura que el hombre adopta ante un destino que no se puede cambiar. Serían valores como la actitud ante lo que vamos a llamar situaciones límite: ante el sufrimiento, ante la muerte, etc. En este trabajo nos vamos a centrar en el último camino. Pero antes queremos dejar claro que el primer camino que se debe seguir es el de la realización de valores de creación y de vivencia y sólo cuando esto es imposible, cuando este destino es inevitable, entonces es cuando el camino del ser humano para realizar su sentido es la actitud que toma ante su destino. El sufrimiento no hay que buscarlo gratuitamente, eso podría llamarse masoquismo, solamente cuando la causa de ese sufrimiento no puede eliminarse o evitarse, entonces, el hombre debe descubrir que la vida le plantea dar una respuesta diferente a los valores de creación y de experiencia. La conciencia es una capacidad que nos permite descubrir el sentido único escondido en cada situación. El hombre debe ser fiel a su conciencia a pesar de que cabe la posibilidad de que ésta lo desvíe. Pero la posibilidad de error no exime de la necesidad de intentar. No siempre las situaciones se presentan con claridad. La responsabilidad nos hace ser constructores de nuestro propio futuro, pero también nos pone en estado de permanente conflicto de valores, de búsqueda angustiosa. “La conciencia será buena en la medida en que el hombre, olvidándose de sí, comience a actuar por amor a una causa o a alguien” (Fizzotti, 1998, pág. 131). La conciencia nos hace pensar en una trascendencia; la conciencia es algo más que mi yo, detrás de ella hay una instancia no humana si bien personal. Pero quedémonos con la idea de que es la conciencia la que nos permite descubrir qué valores estamos llamados a vivir ante cada situación de nuestra vida. El sentido de su vida la persona lo tiene que encontrar en el mundo, por ello decimos que es fundamentalmente un ser-en-el-mundo. “El hombre tiene su existencia por ser-en-el-mundo, y el mundo existe porque hay un ser para descubrirlo” (Hall y Lindzey, 1970, pág. 8). Situaciones límite ¿Qué son las situaciones límite? “Son situaciones de las que no podemos salir y que no podemos alterar” (Jaspers, 1973, pág. 17). Estas situaciones son: muerte, culpa, azar, enfermedad y/o sufrimiento, y se complementan con dos más generales: historicidad y lo relativo de lo fáctico. 1) Muerte: “Pero si el hombre es verdaderamente un espíritu encarnado, es preciso reconocer que la necesidad de morir pertenece inseparablemente a su ser-en-el -mundo, y se confirma así que la muerte humana se encuentra implícita en la existencia; no es un añadido al desarrollo de esta, más bien le pertenece. Siendo la muerte necesaria y esencial, el hombre puede experimentarla”. (Lucas, 1993, pág. 322). La muerte es una realidad que forma parte de la misma naturaleza del hombre, es un límite que nos impone la misma existencia y ante el cual debemos responder. Es la manifestación más clara de nuestra finitud; se trata de la finitud de nuestras dimensiones física y psicológica (aunque no la espiritual). Pero es ese mismo fin el que nos hace mirar la vida de otra manera, el que hace que la vida cobre valor. Porque, ¿qué nos importaría nada de lo que hiciéramos en esta vida si fuéramos inmortales? Siempre lo podríamos hacer luego. La muerte es lo que da valor a la vida; es la que añade un elemento fundamental a nuestro existir como es la responsabilidad. Nos hace enfrentarnos a nosotros mismos, mirarnos cara a cara y pedirnos cuenta de nuestra propia vida. Ante la muerte, situación límite, la vida nos interroga y nosotros tenemos que encontrar el camino del sentido. En nuestra actitud ante ella es donde vamos a encontrar el sentido de nuestra vida; es una de las claves irrevocables por la que todo ser humano va a pasar y responder (de una manera o de otra). 2) Culpa: aparece siempre frente a lo elegido y lo no elegido si lo deseo. Alude a la transgresión en el valor jerarquizado por uno. La culpa entendida como la conciencia que tenemos de haber obrado incongruentemente con nuestra libertad. Nos enfrenta con la finitud del ser humano, en concreto con la falibilidad de nuestras acciones y decisiones. Ante la libertad de elegir varias opciones, escogemos una descartando las otras, he ahí la culpa existencial. El hombre no realiza todas sus potencialidades, la elección de una de ellas implica renuncia del resto. Pero también puede haber mérito si lo elegido libremente es el sentido. La inautenticidad nos crea sentimientos de culpa. Esta culpa es también inherente al hombre. Pero éste es capaz de superar la culpa con el arrepentimiento, desapareciendo, así, no la culpa, sino el culpable, por obra de su “renacimiento moral”. También podemos hablar de una culpa neurótica o patológica que obliga desesperadamente a la persona a buscar si ha violado la ley. Busca aplacar la imposición interna (el Super-Yo) que le provoca ansiedad por la obligatoriedad de la ley. Es un falso sentido de culpa en donde la persona no se orienta al ofendido sino hacia él. La culpa le oprime. 3) Azar: se nos impone, nos viene de fuera y es alógico. La psicología existencial reconoce que el hombre es “arrojado” a la vida y la manera en que se encuentra a sí mismo en el mundo constituye su destino. Pero Frankl llamará destino a algo que no es exactamente lo mismo que el azar; tiene algo de azar, pero también es la base del futuro en el que yo aún tengo algo que ver. Yo soy el que le doy forma al destino o el que soporta cuando no puedo cambiarlo, convirtiéndolo así en algo mío, en “mí” destino. 4) Enfermedad y/o sufrimiento: la persona que tiene una enfermedad no es su enfermedad. Debe aceptarla como un hecho real, pero no debe rendirse a ella. Debe contar con ella para poder hacer rendir al máximo su parte sana. No negarla, porque ello impediría desarrollar la propia personalidad en toda su capacidad. 5) Historicidad: el ser humano existe como ser histórico, como ser que “deviene” (no que “es”). La persona se encuentra en un presente que está entre un pasado que le influye pero no determina y un futuro por realizar. El hombre es responsable de ese futuro en el que él puede intervenir. Es responsable con respecto a su propia historia y con respecto a la historia de la humanidad. 6) Lo relativo de lo fáctico: ver el paso del tiempo en las cosas; y el ver eso nos recuerda nuestro propio paso del tiempo. Como nos dice Guillermo Pareja (1998) tener presente nuestra temporalidad nos reta a asumir la transitoriedad de las circunstancias y posibilidades. Tenemos que vivir el presente pero desde el pasado y hacia el futuro. Sin embargo ese pasado no elegido por nosotros nos determina en cierta forma porque nos pone el marco donde se mueve nuestra existencia (facticidad). Heidegger dirá que el hombre está arrojado-en-el-mundo. Es ante estas situaciones ante las que debemos escoger el tercer camino de realización de sentido: los valores de actitud. Los valores actitudinales son superiores en rango ético a los valores creativos y vivenciales por las siguientes razones: - Las posibilidades que nos ofrecen los valores de creación y vivenciales pueden ser limitadas y pueden agotarse. Las posibilidades del sufrimiento son ilimitadas. - Para realizar los valores de creación necesito un talento que posea y utilizarlo; para realizar los valores de experiencia necesito también algo que ya poseo: los órganos de los sentidos. Para realizar los valores de actitud necesito la capacidad de sufrimiento. Y esta capacidad no me es dada, no la poseo de antemano sino que tengo que adquirirla y formarla por mí mismo. Hay distintas maneras de adquirirla: una de ellas es a través de modelos. Además, una vez desplegada tu existencia posible ante una situación límite, cuando te venga otra situación vas a poder usar eso que ya se ha hecho acto, es decir, sufriendo uno mismo. Vamos educándonos, autoeducándonos, formándonos a través de nuestras decisiones. El enfrentarnos a estas situaciones límite nos conduce a un crecimiento, una maduración y un enriquecimiento personal. Ahora vamos a hablar de las distintas posturas que se pueden adoptar ante estas situaciones y de cuál es la que nos conduce a convertir el “fracaso” en “logro humano”. Actitudes ante las situaciones límite Podemos encontrar sentido en las situaciones límite cuando éstas no son un fin donde se acaba todo sino que las convertimos en una tarea, en un medio, en un camino. Ante ellas podemos adoptar distintas posturas, tomar distintas actitudes: a) Extremas no sanas, que de forma dosificada son normales y esperables. - Misticismo: se coloca el poder al otro, generalmente a un Dios. Pero no todo está en Dios, algo tengo que hacer yo con mi realidad. - Positivismo práctico: no se habla de ello, se sigue viviendo como si nada hubiera ocurrido; es un tipo de negación. - Excentricidad: lo que ha pasado no tiene mucho que ver conmigo. Se vivencian los límites como algo injusto. b) No avergonzarse de lo que le pasa, sino afrontarlo con dignidad. Siempre ver la particularidad del límite en ese ser humano. - El carácter de lo ineludible lleva a la aceptación (no resignación). No luchar contra lo ineludible sino enfrentarse a ello, tomar postura y darle una impronta personal. - Captando el sentido de los límites llegamos a ser nosotros mismos. Si damos ese salto cualitativo en el que la situación límite la trascendemos, si adoptamos la actitud b), entonces podremos desplegar nuestra existencia posible, desplegar las capacidades, fundamentalmente espirituales, que si no hubiera estado en el límite no sabría probablemente que me constituían. Nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, a conocer de qué somos capaces. Ante las situaciones límite tenemos la oportunidad de aceptar esa potencialidad vital que se nos ofrece y convertir esa potencialidad en acto, llevar esa posibilidad al campo de la existencia haciéndolo vida en nosotros mismos. Las situaciones límite nos dan la oportunidad de ser más auténticos, de crecer. Ver la situación límite como una oportunidad para realizar una misión. Frankl va todavía más allá diciéndonos que solamente se puede dar un sentido al sufrimiento si se sufre por algo o alguien, si se tiene una “causa” por la que padecer, convirtiéndose, así, el sufrimiento en sacrificio. Todo ello requiere una gran fortaleza de espíritu. Casos prácticos A continuación se exponen dos casos prácticos, uno tomado del mismo Frankl y otro sacado de mi práctica clínica. A) “Una paciente hallábase en tratamiento y hospitalizada, a causa de ciertas depresiones endógenas que la asaltaban periódicamente. (...) La depresión se había potenciado, por así decirlo. Al factor endógeno se sumaba un factor psicógeno adicional. La actual depresión recaía sobre la depresión endógena original: venía a ser, por tanto, una reacción al estado endógeno. (...) Se ordenó a la enferma que no se abandonara a la tendencia a cavilar sobre su depresión, ya que eso la conducía, comprensible pero injustificadamente, a verlo todo negro. Se le recomendó que dejase pasar la depresión, como una nube que momentáneamente oculta el sol a nuestra mirada, pero sin que por ello termine de existir, aunque nosotros no lo veamos; del mismo modo que siguen existiendo los valores humanos, aunque la persona momentáneamente ofuscada por un estado de depresión no los vea (...) Sin embargo, en el transcurso de este tratamiento psicoterapéutico se puso de manifiesto su pretendida pobreza espiritual y la supuesta falta de sentido de su existencia. En estas circunstancias lo indicado era proceder por la vía de la logoterapia, “tratando de hacer comprender a la enferma hasta qué punto el hecho de los estados de depresión reincidentes como una fatalidad se presta precisamente para mover a la persona que sigue siendo libre, capaz de adoptar una actitud libre ante los procesos psíquicos, a seguir la única conducta adecuada, es decir, a realizar lo que hemos llamado valores de actitud. Con el tiempo, la paciente a que nos referimos fue acostumbrándose, no sólo a ver ante sí, pese a sus estados depresivos, una vida llena de problemas y tareas personales, sino incluso a ver en aquellos estados de depresión una tarea más: la de acabar con ellos como fuera y la de sobreponerse a ellos a todo trance. Gracias a este análisis existencial (...) pudo la enferma, a pesar de seguir expuesta a sus fases endógeno-depresivas, e incluso dentro de ellas, llevar una vida más responsable y más plena de sentido que antes del tratamiento y hasta podríamos decir que en mayor grado de lo que hubiera sido caso de no haber llegado a enfermar ni, por tanto, a necesitar de aquel tratamiento.” (Frankl, 1997, pág. 142-144). Aquí vemos cómo las situaciones límite ponen ante nosotros la posibilidad de desplegar nuestra existencia posible, que nos hace crecer, madurar, ser más auténticos. Nos hace gozar de los “inefables poderes de nuestra existencia” (Frankl, 1987, pág. 257). Si tomamos una actitud positiva ante ellas estamos realizando nuestro sentido a través de los valores de actitud. “Muchos casos de enfermedades mentales, como mejor se logra la posible libre actitud espiritual ante ellas es en la forma de una reconciliación con el destino que la enfermedad representa. No pocas veces la lucha constante e infructuosa contra esos estados ‘fatales’ es lo que conduce al enfermo a una depresión acentuada, mientras quien sabe aceptar pacientemente los estados patológicos a que se ve inevitablemente sujeto puede ignorarlos con mayor facilidad y está en mejores condiciones para sobreponerse a ellos”. (Frankl, 1997, pág.144). Así, el enfermo debe ver su enfermedad como una tarea que le es dada, y ante ella, como ante toda tarea, hay una libertad y una responsabilidad. “El debatirse del hombre con lo que el destino pone ante él es la misión más alta y la verdadera finalidad del sufrimiento” (Frankl, 1997, pág. 161). B) Para terminar, mostrarles un caso personal de una paciente que desde los 21 años le han diagnosticado esquizofrenia. Ahora tiene 50 y está controlada médicamente, su enfermedad está estable. Su vida ha tenido, como todas las vidas, un sentido. Pero además ella lo ha sabido encontrar, a pesar del obstáculo innegable de su enfermedad. Según sus propias palabras, “no vivo a pesar de mi enfermedad, sino con mi enfermedad, a través de mi enfermedad. La vida no es una decisión y ya está; es ir ratificando, tener una esperanza maravillosa, no sólo en la otra vida, sino en el cada día. Es caer y levantarse; ser feliz en las pequeñas cosas que vives”. Frente a la pregunta de qué le dirías o qué harías para ayudar a una persona que estuviera en una situación similar a la tuya pero cuya actitud fuese totalmente contraria, ella dijo: “Quererla. Es lo que hizo mi madre conmigo. Te tienes que querer a ti mismo y dejarte querer por Dios. Querer a los demás y dejarse querer por los demás”. Esta mujer tuvo una dificultad añadida para confiar en que su vida tuviera una misión, para encontrar el sentido de su vida; se encontró de frente con una situación límite, su enfermedad psiquiátrica. Pero no la ha anulado como persona, más bien ha podido llevar una vida lo más normalizada posible, siendo capaz, no sólo de realizar valores de actitud, sino también de creación y de vivencia. Empezó una carrera que no pudo terminar; trabajó hasta cuando pudo y no se rindió, pues sigue buscando trabajo. En los últimos años se dedicó a cuidar a sus padres enfermos, uno de ellos de Alzheimer. Ahora fallecidos, está comprometida con una ONG, asiste a un grupo de terapia ocupacional donde con alegría y generosidad se entrega y comparte lo que es con el grupo. Escribe poesía y prosa e incluso se anima a participar en algún concurso literario. Se relaciona con sus hermanos. Intenta abrirse camino y seguir descubriendo y viviendo su vida, a pesar de que, en ciertos momentos, se pregunte cuál es el sentido de la misma. Pero ya sabemos que esta pregunta no es patológica sino que, muy por el contrario puede ser aprovechada terapéuticamente. Nos impulsa a seguir hacia delante y crecer, lo mismo que lo hacen las situaciones límite. Y en este caso, podemos ver claramente cómo el hombre no puede llegar a conocer de antemano su porvenir y no sabe “si tiene o no algo que esperar de la vida y qué horas grandes le aguardan en ella todavía” (Frankl, 1997, pág. 100), y aunque ahora mismo no lo pueda ver la misma persona, ella es testimonio ante los demás de un estilo de vida pleno, y en ese testimonio se une el hecho de que sólo ella “puede descubrir posibilidades de sentido en la vida, en el sufrimiento del otro, y despertar su anhelo de sentido” (Frankl, 1987, pág. 253). Nadie puede imponernos nuestro sentido, nosotros lo tenemos que buscar, la vida nos lo presenta. Pero además el haber vivido una determinada vida puede convertirnos en las personas más indicadas para ayudar a otros, aunque sea por el simple hecho de la mayor comprensión que tenemos del tema. Como se ve, hay infinitas posibilidades a desarrollar. De nosotros depende el que lo hagamos más o menos; el que saquemos más o menos fruto; el que logremos ser más o menos, en plenitud. Conclusión Como conclusión, insistir en que la vida siempre tiene un sentido y que la persona, a pesar de cualquier cosa, incluso a pesar de las situaciones límite, es libre. Lo espiritual nunca enferma y es precisamente gracias a ello que podemos hacer la afirmación anterior. El ser humano, por su dimensión espiritual, puede adoptar una u otra actitud ante lo que le viene y no puede cambiar. Así pues, también en esas situaciones difíciles puede encontrar su sentido, puede madurar y llegar a ser más sí mismo. Y más bonito aún es saber que este hombre se verá potenciado ya que las situaciones límite le dan oportunidad de desplegar su existencia posible, de ser lo que de otro modo quizás nunca hubiera sido. Un mismo hecho se puede convertir en nuestra condena o en nuestra salvación, depende de nosotros mismos, seres libres y responsables. “A pesar del primitivismo físico y mental imperantes a la fuerza, en la vida del campo de concentración aun era posible desarrollar una profunda vida espiritual. No cabe duda de que las personas sensibles acostumbradas a una vida intelectual rica sufrieron muchísimo (su constitución era a menudo endeble), pero el daño causado a su ser íntimo fue menor: eran capaces de aislarse del terrible entorno retrotrayéndose a una vida de riqueza interior y libertad espiritual. Sólo de esta forma puede uno explicarse la paradoja aparente de que algunos prisioneros, a menudo los menos fornidos, parecían soportar mejor la vida del campo que los de naturaleza más robusta” (Frankl, 1999, pág. 61). Este gran descubrimiento que Frankl hizo en los campos de concentración lo podríamos extrapolar a cualquier persona que se enfrenta a una situación límite. Elena GONZÁLEZ ÁLVAREZ es psicóloga y miembro de la Asociación Española de Logoterapia. Bibliografía - Fizzotti, E. (1998). El despertar ético. Conciencia y responsabilidad. Buenos Aires: Fundación Argentina de Logoterapia “Viktor E. Frankl”. - Frankl, V. E. (1999). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder. - Frankl. V. E. (1987). El hombre doliente. Barcelona: Herder. - Frankl, V. E. (1997). Psicoanálisis y existencialismo. México: Fondo de Cultura Económica. - Hall, C. S. y Lindzey, G. (1970). La teoría existencialista de la personalidad. Binswanger y Boss. Buenos Aires: Paidós. - Jaspers, K. (1973). La filosofía. Breviarios. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. - Lucas, R. (1993). El hombre espíritu encarnado. Madrid: Sociedad de Educación Atenas. - Pareja Herrera, G. (1998). Viktor E. Frankl. Comunicación y resistencia. Mexico: Coyoacán. Se autoriza el uso de este material citando su procedencia: Ozcariz Arraiza, A.M. (2002). Reflexiones sobre la rehumanización del trabajo terapéutico y comunitario. NOUS, (6), 53-58. REFLEXIONES SOBRE LA REHUMANIZACIÓN DEL TRABAJO TERAPÉUTICO Y COMUNITARIO. Ana María OZCARIZ ARRAIZA Resumen La logoterapia nos propone un cambio de marco conceptual que enfatiza las posibilidades que tiene el ser humano para afrontar y responder a su vida concreta, a pesar de sus limitaciones y dificultades. Cuenta, en todo momento, con la base de la voluntad de sentido, al mismo tiempo que establece su foco de atención (que no de intervención) en la parte sana de las personas, no en la parte enferma o discapacitada. Se presenta el encuentro logoterapéutico como encuentro existencial que, en cada ocasión, es un encuentro único. Asimismo, se considera la corresponsabilidad de paciente y terapeuta (cada uno con su papel o contribución específica) en el desarrollo del proceso terapéutico. Abstract Meditations on the re-humanization of therapeutic and communitarian work Logotherapy proposes us as change in the conceptual framework that emphasises the possibilities that the human being owns for addressing and responding to his concrete life, despite limitations and difficulties. Logotherapy always counts on its firm foundation: the will to meaning. Logotherapy, at the same time, moves its focus of attention (not of intervention) to the healthy area of human life, not to the sick nor to the handicapped ones. The logotherapeutic encounter presents itself once and over again as a unique existential encounter. It is also rooted in the co-responsibility of client and therapist (each one with its own role or specific contribution) in the development of the therapeutic process. Palabras clave: Logoterapia. Ambiente. Comunidad. Encuentro terapéutico. Key words: Logotherapy. Environment. Community. Therapeutic encounter. La logoterapia como Escuela Psicológica propone un cambio de marco conceptual que lejos de excluir importantes aportaciones de otras Escuelas psicológicas modernas, nos amplía sus posibilidades al resaltar las potencialidades propiamente humanas que capacitan a las personas para que, a pesar de sus límites y dificultades, afronten y respondan el para qué de su existencia. Para explicarlo más gráficamente me voy a apoyar en la ayuda de un ejemplo. Si en un foro formativo preguntáramos a los alumnos sobre “modelos de acercamiento a los sujetos, objetos de la intervención”. Muy probablemente nos ofrecerían en sus aportaciones las distintas visiones que las Escuelas psicológicas dan del Encuentro terapéutico. Pero esta pregunta, como era de esperar, tenía trampa. Para la logoterapia el sujeto “no está sujeto”, menos aún es un “objeto” y la relación terapéutica no es “una intervención”. ¿Por qué? Un marco terapéutico que responda a esas premisas, reduce la visión y comprensión de la persona, colocando al individuo en una posición pasiva “está sujeto a sus limitaciones, condicionado a su herencia, su aprendizaje, su historia,...”, “es un objeto y por lo tanto, generalizable, estudiable, predecible...”, “como intervención, la persona se convierte en el receptor de la práctica terapéutica”. Esto supone que la responsabilidad del éxito terapéutico es “del terapeuta” y por tanto, también la responsabilidad de su fracaso, aunque en muchos casos, desgraciadamente, nos encontramos que esta ecuación se incumple de forma que el éxito es del terapeuta y el fracaso del paciente. Siguiendo este análisis, llegamos a la conclusión de que en el fondo, lo que subyace es una descalificación del individuo en su totalidad, “no puede”, “no sabe”, “está enfermo”..., o de sus posibilidades “con esta historia”, “esta patología”..., estableciéndose un posicionamiento vertical en el que el terapeuta “está bien”, “es el que sabe”, “es el que puede”..., y el individuo se convierte en un “sujeto” a su limitación, su enfermedad, su problema y por lo tanto el que está mal (ambos conjuntos de términos hacen referencia a las posiciones existenciales, enunciadas por Eric Berne en la Escuela Psicológica del Análisis Transaccional). Desde el punto de vista logoterapéutico. La relación terapéutica debe poner a la persona en posición activa. Sin obviar sus limitaciones y dificultades, hacer énfasis en las posibilidades de elección y acción. Es decir, ampliamos su condición “biopsicosocial” (parámetros físicos, psíquicos y sociales que vienen muy ligados a su herencia, aprendizaje e historia susceptibles de “enfermar” y que dibujan características fundamentales de los individuos) y añadimos un parámetro más, que amplía su visión y sus posibilidades, al reivindicar su aspecto más humano, “su dimensión espiritual”. Con ello estamos apostando por un marco conceptual que define a las personas como seres “biopsicosociales y espirituales”. La espiritualidad, está concebida aquí en su plano más amplio; no ceñida o identificada con el hecho religioso sino abierta a elementos éticos y de valor. Concepción de la espiritualidad que rescata Viktor Frankl de la filosofía clásica (logos griego) y que sitúa al hombre ante el “para qué” de su existencia. No basta por tanto saber “qué me pasa, ni por qué, ni cómo cambiar”, sino que es esencial saber para qué. Responder al para qué posibilita oponerse a las limitaciones, condicionamientos y dificultades que experimenta el ser humano en sus dimensiones física, psíquica y social. Es la dimensión más propia del ser humano, en la que asientan sus raíces la libertad y responsabilidad humanas. Por todo ello, comenzaba este artículo diciendo que la Logoterapia, no excluye sino que amplía las posibilidades terapéuticas. El conocimiento mayor y mejor del comportamiento de las dimensiones físicas, psíquicas y sociales, así como de sus interrelaciones, nos va a ofrecer, más y mejores posibilidades, a la hora de “ampliar” el horizonte de los seres humanos. Pero todo ese trabajo se va a completar, va a adquirir significación, si se tiene en cuenta el sentido, tanto del cambio en concreto, como su inserción en el sentido general de la existencia personal. Hay que completar el movimiento centrípeto, que supone un momento terapéutico (observarme, para cambiarme y mejorar), con el movimiento centrífugo que supone realizar ese cambio para mejorar mi competencia en la tarea de realización de sentido de mi existencia. Por lo tanto, estamos refiriéndonos constantemente a un marco terapéutico que sitúa a la persona en posición activa. Reconociéndole su margen de libertad y disponibilidad de oposición a sus limitaciones y dificultades, ofrecido por su dimensión espiritual. Para ello, el terapéuta realiza, obviamente, una valoración objetiva de las posibilidades del otro, a través de un serio diagnóstico de todas y cada una de sus dimensiones. Se propone, pues, una terapia, en la que la responsabilidad de la misma es compartida. Cada uno tiene su papel y, por lo tanto, su responsabilidad correspondiente. La responsabilidad del terapeuta consistirá en la buena práctica psicológica, para realizar el diagnóstico, ofrecer el mayor número posible de herramientas al sujeto para su desarrollo en todas y cada una de sus dimensiones (física, psíquica, social y espiritual) y la realización de un buen acompañamiento del proceso terapéutico, respetuoso con el otro y comprometido con la búsqueda del significado en la vida. La responsabilidad de la persona en terapia, por otro lado, será la de aceptar su tarea en el proceso terapéutico, asumiendo el riesgo y sufrimiento que supone la toma de conciencia y los cambios, pero también la satisfacción del mérito que acompaña el conseguir los objetivos propuestos y el “bienser” (que no es lo mismo que “bienestar”) que supone tener un sentido para vivir. El encuentro logoterapéutico, el encuentro existencial, es en cada ocasión un encuentro único que responde a la ecuación X + Y = Z, por eso, entre otras razones, en la pregunta “trampa” del comienzo cuestionaba la palabra “objeto”. Los objetos son susceptibles de categorizaciones, organizaciones por conjuntos... Las personas no pueden ser tratadas como objetos porque, aunque se puedan llegar a establecer categorizaciones de conjuntos de síntomas, en realidad, nunca hay dos personas iguales. Por otro lado, el encuentro existencial, es un encuentro entre dos personas, de forma horizontal. En la que ambas extraen un aprendizaje, una experiencia del mismo. En el encuentro existencial no puede darse una relación aséptica como la que se puede realizar estudiando objetos en un laboratorio. Es una relación comprometida. En la que ambos están abiertos al encuentro. Eso no quiere decir que no se tenga clara la razón que nos ha llevado a realizar el encuentro, o se equivoquen los roles. Nada más lejos que todo eso. El marco de referencia siempre tiene que quedar claro. Un marco de referencia formativo, no puede traspasar determinados límites que pertenecerían al ámbito terapéutico, ni se puede tolerar, en una buena práctica médica o psicológica, traspasar el marco de referencia terapéutico equivocando el encuentro “terapéutico” con un encuentro amistoso o incluso amoroso. Cuando hablamos del compromiso y de estar abierto al encuentro, incidimos en la importancia del vínculo terapéutico. Vínculo existencial, que tiene que servir de impulso, para el crecimiento personal. Crecimiento, que si el vínculo está bien establecido, no es propiedad única del individuo en tratamiento, sino también del propio terapeuta. Es una relación de “ganar y ganar”. Obviamente realizar de forma profesional este tipo de vínculos, implica que el terapeuta se encuentre en un momento vital (física, psíquica, social y espiritual) equilibrado. La logoterapia, por lo tanto, establece su foco de atención (que no de intervención) en la parte sana de las personas, no en la parte enferma o discapacitada. Eso no quiere decir que no se tenga en cuenta, o no se trate, sino que no es la protagonista de la relación terapéutica. Precisamente va a ser la parte que se mantiene intacta en el ser personal la que va a ser capaz de poner en marcha los recursos necesarios para superar o afrontar sus propias limitaciones o enfermedades; por ello, el foco lo vamos a poner ahí. “El hombre es libre frente a sus condicionamientos y responsable de las decisiones que toma con esa libertad. No elegir también es una elección”. El objetivo del encuentro será primero, aumentar el foco, de modo que la persona tenga una perspectiva global de su situación lo más amplia posible. Hay que entender que no se trata de indicarle lo que nosotros pensamos o creemos, sino de ayudarle a que él lo defina a través del diálogo. En segundo lugar, el objetivo será el de favorecer la toma de decisión responsable. No todas las alternativas posibles de decisión son igualmente significativas. Los valores son objetivos, por lo que hay que evitar el “todo vale”, que nos haría caer en el relativismo absoluto. Una vez más, será el diálogo el que esclarezca la escala personal de valores. No se trata, de ningún modo, de instaurar en el otro la escala valorativa del terapeuta. Por último, en estas reflexiones quiero incidir en que, en todo momento, en la base del encuentro existencial, estamos contando con la voluntad de sentido. Esta idea, aunque ya ha aparecido en lo referente al para qué de la existencia y a la dimensión espiritual. No quiero que pase muy desapercibida, ya que junto con el cambio de concepción del hombre (al incluir la dimensión espiritual), y el encuentro existencial, es uno de los elementos fundamentales que aporta la logoterapia. El hombre moderno ha “creído” que se podía buscar la felicidad en el “desarrollo personal” y ha centrado sus fuerza en cambiar, mejorar, por y para sí mismo. Las personas, no sólo han descubierto que eso no conduce a la felicidad, sino que, además, lo que encuentran, en muchos casos, es el fracaso y la frustración existencial. Desde ese planteamiento hemos creado una sociedad individualista, consumista “de todo y de todos”, que ha agudizado las diferencias sociales. La voluntad del hombre la tenemos que buscar en su necesidad de sentido y el sentido hay que buscarlo fuera de nosotros mismos. Hay que buscarlo en el mundo. El sentido no se prescribe, no se elige. El sentido, nos lo va a mostrar la vida continuamente; por un lado, el sentido del momento y, por otro, el sentido general de la existencia. Tenemos que saber escuchar y tener la valentía de responder. La recompensa será haberlo realizado. Recompensa del espíritu y para el espíritu, que nos valdrá para ir sumando momentos de felicidad, entendida ésta como momentos de plenitud humana. Ana Mª OZCARIZ ARRAIZA es psicóloga – psicoterapéuta y Presidenta de la Asociación Española de Logoterapia. Bibliografía - Frankl, V.E. (1989). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder. - Frankl, V.E. (1994). La voluntad de sentido. Barcelona: Herder. - Frankl, V.E. (1995). La psicoterapia al alcance de todos. Barcelona: Herder Se autoriza el uso de este material citando su procedencia: Noblejas de la Flor, M.A. y Villagra Vera, N. (2002). Análisis existencial de la dificultad de responder las preguntas en el test PIL. NOUS, (6), 59-66. ANÁLISIS EXISTENCIAL DE LA DIFICULTAD DE RESPONDER LAS PREGUNTAS EN EL TEST PIL M. Ángeles NOBLEJAS DE LA FLOR y Nicolás VILLAGRA VERA Resumen La experiencia de una administración del test PIL y su comentario en una clase de psicología nos introdujo en el tema de la dificultad de contestar algunas preguntas del test logoterapéutico. El análisis para la población general de esta dificultad se realiza en términos de considerar las respuestas que se dejan en blanco o se contestan de forma neutra (puntuación 4 en una escala tipo Likert de 7 puntos) y nos acerca a la reflexión sobre las cuestiones existenciales profundas de las personas, encontrándose diferencias entre jóvenes y adultos. Los resultados indican dificultades para tres interrogantes esenciales: a) la muerte; b) el sentido de la vida, en su percepción cotidiana (jóvenes) y en su percepción como balance existencial (adultos); c) la relación con el mundo, en cuanto a afrontar responsabilidades (jóvenes) y en cuanto a su implicación con la libertad (adultos). Abstract Existential analysis of the difficulty in answering the PIL-test questions We became aware of the difficulties in answering some questions of the logotherapeutic test thanks to an experience in submitting (and commenting) the test to a class. This difficulty in answering is measured, in terms of the general population, by evaluating the questions that are left blank or answered in a neutral form (score 4 in a Likert-scale of 7 points). It makes us meditate about the deep existential subjects of human beings, including differences between youth and adults. The results show difficulties in three fundamental subjects: a) death; b) meaning of life, in its daily-life perception (youth) and in its perception as an existential balance (adults); c) relations with society, concerning the assumption of responsibilities (youth) and concerning its impact in liberty (adults). Palabras clave: Logoterapia. Investigación cuantitativa. Test PIL. Key words: Logotherapy. Quantitative research. PIL test. Introducción En el transcurso del planteamiento de una investigación en el que se iba a usar el test logoterapéutico “Purpose In Life” (PIL), se planteó, por parte del director de la investigación y dado que éste no conocía el test, la conveniencia de realizar una administración de prueba entre sus alumnos de psicología. La prueba se aplicó incluyendo la posibilidad de que los alumnos comentasen las dificultades que habían tenido. De aquí surgieron algunas preguntas conflictivas de contestar, especialmente la nro. 12 que habla sobre “yo y el mundo” en la que los alumnos planteaban dificultades de comprensión. Este hecho nos animó a analizar en general, con la muestra de baremación del test para España, la dificultad de contestar a las preguntas en términos de considerar aquellas que se dejan en blanco o se contestan de forma neutra, a pesar de que las instrucciones indican que se intente evitar la puntuación neutra. Ambos tipos de respuesta se puntúan con un 4 al ser el PIL una escala tipo Likert de 7 puntos. El análisis del contenido de las preguntas más contestadas con la puntuación 4 o dejadas en blanco, nos hizo pensar en la hipótesis de que la dificultad de responderlas podía reflejar posiciones vitales ligadas a variables existenciales que intentaremos analizar (más que a problemas de redacción de las preguntas). Método El estudio parte de los materiales recogidos (el test PIL contestado por una muestra de 841 sujetos) en el transcurso de realización de una tesis doctoral (Noblejas de la Flor, 1994), realizando ahora un análisis nuevo para contestar los interrogantes planteados. El test utilizado es el test PIL (“Purpose-In-Life test”, Crumbaugh y Maholick, 1969), ampliamente conocido en el ámbito logoterapéutico. Los interesados en profundizar en el test pueden remitirse a los artículos originales citados de sus autores, así como, para conocer el comportamiento de estos instrumentos en el ámbito español, a Noblejas (1999 y 2000). Se considerarán las frecuencias de puntuaciones neutras en todas las preguntas. Además, en la discusión de las diferencias encontradas se tendrán en cuenta otras variables, especialmente la edad. Resultados y discusión Se ha realizado un conteo automático del número de sujetos (frecuencia absoluta) que tienen puntuación de 4 (neutra) en cada una de las preguntas y realizándose, a continuación, el cálculo del % de los que contestan 4 en la pregunta respecto de la media de contestaciones de 4 en todas las preguntas. Los resultados se pueden observar en la Tabla 1. Tabla 1. Frecuencias absolutas y relativas de contestaciones neutras en el test PIL. Se constata que 8 preguntas, las número 5, 6, 8, 11, 12, 15, 18 y 19 tienen altas frecuencias absolutas, con frecuencias relativas superiores a 100, es decir por encima de la media. Las preguntas, por orden de menor a mayor frecuencia de neutros serían: 5 - Cada día es constantemente nuevo - exactamente idéntico. 8 - En alcanzar las metas de la vida no he progresado nada - he progresado como para estar completamente satisfecho. 11 - Al pensar en mi vida me pregunto a menudo por qué existo - siempre veo una razón por la que estoy aquí. 18 - Mi vida está en mis manos y bajo mi control - fuera de mis manos y controlada por factores externos. 6 - Si pudiéra escoger, preferiría no haber nacido - vivir mil veces más una vida idéntica a esta. 12 - Al considerar el mundo en relación con mi vida, el mundo me confunde totalmente – tiene significado para mi vida. 19 - Enfrentarme con mis tareas diarias es una fuente de placer y satisfacción - una experiencia aburrida y penosa. 15 - En cuanto a la muerte estoy preparado y no tengo miedo - no estoy preparado y tengo miedo. De estas preguntas sólo tres, la 12, 19 y 15 tienen valores superiores a 150% de frecuencia relativa, claramente diferenciadas de las demás. De hecho, son éstas las que provocan un sesgo, ya que si no, la mitad de las preguntas, 10 y no 8, deberían tener puntuaciones superiores al 100% (la mitad por encima de la media, la mitad por debajo de la media). Por tanto, las mayores dificultades para contestar estarían, de menor a mayor, en las preguntas relativas a “yo y el mundo”, “las tareas diarias” y “la muerte”. Estas dificultades de contestar se corresponderían con tres cuestiones claves de logoteoría: el sentido en la tarea concreta del día a día, la relación con el mundo y cómo me enfrenta a la responsabilidad y la finitud de la existencia. Continuamos el análisis reflejando los porcentajes por grupos de edad ya que, como hemos visto en trabajos anteriores (Noblejas, 1994) esta es una variable influyente que incluso exige baremos diferenciados en la puntuación del test. Los grupos de edad a separar, derivados del estudio anteriormente citado, serían los menores de 30 años de los de 30 años o más. En la parte derecha de la Tabla 1 encontramos las frecuencias de neutros para ambos grupos de edad. Observamos que tres son las preguntas claramente diferenciadas del resto por su alta frecuencia de neutros para cada uno de los grupos de edad, siendo común la de la muerte. En el caso de los jóvenes, se diferencian claramente las tres preguntas con frecuencias próximas al 190%, es decir casi doble frecuencia en neutros que la media. Son las preguntas 12, 15 y 19, que coinciden con los resultados generales vistos (el sentido en la tarea concreta del día a día, la relación con el mundo y cómo me enfrenta a la responsabilidad y la finitud de la existencia) debido a la alta frecuencia de jóvenes en la muestra total. Sin embargo, para los adultos (30 años o más) aparecen otras tres preguntas diferenciadas de las demás por su proporción de neutros. Una de ellas es compartida con los jóvenes, la pregunta 15 relativa a “la muerte”. Otras son específicas de los adultos, con valores en torno al 150% (no tan diferenciadas como en los jóvenes), los items 6 y 18, relativos a un balance existencial (“no haber nacido o vivir una vida igual”) y la libertad (“controlar la vida o no”). Fijémonos que ambos grupos, jóvenes y adultos, tienen el mismo tipo de cuestiones existenciales, aunque adaptados a su edad. Por una parte está la muerte que es una cuestión universal que nos remite a nuestros límites. Podría pensarse que para los jóvenes podría tener menos fuerza esta pregunta por poderla considerar más lejos debido a su edad, pero no es así. Es también un cuestionamiento último para ellos. Por otra parte tenemos la cuestión del sentido en la vida, que en los jóvenes se centra en la cotidianeidad y que enfrenta al joven con la rutina de cada día, con el logro de sentido en cada tarea concreta en la práctica, y en el adulto lo remite a un balance existencial que le hace preguntarse si está satisfecho, en conjunto, de su vida. Finalmente, estaría la cuestión sobre la relación con el mundo, que en los jóvenes se manifiesta como una dificultad para entender esa relación, mientras que en los adultos se plantea la capacidad de respuesta a ese mundo, vinculada al tema de la libertad. Nos preguntamos: ¿por qué la dificultad de los jóvenes para comprender esta pregunta?; ¿los jóvenes pueden tener problemas para entender el mundo porque no se han enfrentado aún con radicalidad a él (protección familiar, corta edad,...)? Esto nos llevó a analizar, en términos sociológicos, los datos de la pregunta 12, que era la que más problemas planteaba a los estudiantes de psicología. Elegimos la variable ingresos por considerar que esta podía tener relación con el afrontamiento del mundo que las circunstancias familiares podían haber exigido al joven. Los resultados los recogemos en la Tabla 2. Tabla 2. Frecuencia de valores en las respuestas a la pregunta 12 del PIL. Se observa que los que presentan más frecuencia de neutros en la pregunta 12 son los jóvenes de niveles altos de renta (téngase en cuenta la fecha en que se hizo la pregunta, 1994 y la tendencia de los sujetos a colocarse en rentas medias) en los cuales la frecuencia de neutros es superior al 15%, mientras que el resto de grupos se sitúa en torno al 10%. También se aprecia un deslizamiento de las puntuaciones de esta pregunta hacia valores más bajos en el caso de las rentas bajas y hacia valores altos en los adultos de altos ingresos; aunque no entramos en ello para no desviar el tema del artículo. A la vista de estos resultados podríamos pensar que al joven en familia de altos ingresos le resulta difícil comprender esta pregunta al tener menor experiencia de afrontamiento directo del mundo. A veces, el querer deducir hallazgos psicológicos del estudio de estudiantes de psicología ampliamente usados en las investigaciones (cuando no de ratones y otros seres) puede sesgar los resultados si los queremos generalizar a la población. Conclusiones El análisis de la dificultad de contestar a las preguntas del test logoterapéutico PIL, en términos de considerar las respuestas que se dejan en blanco o se contestan de forma neutra (puntuación 4 en una escala tipo Likert de 7 puntos) nos acerca a la reflexión sobre las cuestiones existenciales profundas de las personas, encontrándose matizaciones según la edad. El análisis aquí realizado nos presenta tres interrogantes esenciales: - El sentido de la vida en su percepción cotidiana (jóvenes) en su percepción como balance existencial (adultos) - La muerte - La relación con el mundo en cuanto a afrontar responsabilidades (jóvenes) en cuanto a su implicación con la libertad (adultos) M. Ángeles NOBLEJAS de la FLOR es doctora en CC. de la Educación y Vicepresidenta de la Asociación Española de Logoterapia. Nicolás VILLAGRA VERA es psicólogo, miembro fundador de la Asociación de Logoterapia del Paraguay y socio de la Asociación Española de Logoterapia. Referencias - Crumbaugh, J.C. y Maholick, L.T. (1969). Manual of instructions for the Purpose In Life test. Saratoga: Viktor Frankl Institute for Logotherapy. - Noblejas, M.A. (1994). Logoterapia. Fundamentos, principios y aplicación. Una experiencia de evaluación del “logro interior de sentido”. Tesis Doctorales. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Educación. Edición en CD-ROM. - Noblejas, M.A. (1999). Estructura factorial de los tests PIL y Logotest. NOUS, (3), 67-84. - Noblejas, M.A. (2000). Fiabilidad de los tests PIL y Logotest. NOUS, (4), 81-90. Se autoriza el uso de este material citando su procedencia: Ferreiro Almeda, L. (2002). El acontecimiento será nuestro maestro interior. NOUS, (6), 67-91. EL ACONTECIMIENTO SERÁ NUESTRO MAESTRO INTERIOR Luis FERREIRO ALMEDA Resumen El concepto de acontecimiento es central en la filosofía de E. Mounier y de otros pensadores personalistas. Se estudia su significado y su importancia en la constitución de la persona, ser temporal y abierto al mundo, que crece a impulsos del encuentro con el otro. Se analizan los aspectos histórico, antropológico y ético del acontecimiento y su valor pedagógico en la formación de la personalidad. Se adopta la perspectiva de que los conceptos de persona y de acontecimiento no se pueden reducir a un sistema filosófico o científico, al ser la abstracción un instrumento insuficiente porque deja de captar lo que es esencial: lo concreto, lo singular, y lo irrepetible de ambos. Abstract The event will become our inner-mentor The “event” is a central concept for Mounier’s philosophy and other personalist thinkers. It is studied in its significance and in its importance for the constitution of the person. The person is considered as a temporary being open to the world, growing thanks to the impulse of the spiritual meeting with others. The historic, anthropologic and ethical aspects of the “event” are analysed, as well as its pedagogic value in the development education of the personality. We hold the thesis that concepts such as “person” and “event” are not suitable of being confined within the boundaries of any Philosophical or Scientific system, because abstraction is not sufficient. It is not able to reach what is essential: what is specific, singular, not suitable of being repeated of both the person and the event. Palabras clave: Filosofía. Personalismo. Acontecimiento. Key words: Philosophy. Personalism. Event. 1. Introducción: Mounier y el acontecimiento “L’événement sera notre maître intérieur”: El acontecimiento será nuestro maestro interior (Mounier, 1988, p. 927). Esta afirmación, aparentemente enigmática y contradictoria, se encuentra en una carta de Emmanuel Mounier a J. M. Domenach. Bajo la forma de un enunciado programático para uso colectivo da a entender la irreductible soberanía de una subjetividad libre y apasionadamente entregada a una misión a la que se mantiene insobornablemente fiel. Como frase acuñada se presta a circular con éxito en medios intelectuales, sin que su verdadero sentido sea reconocido (1). Este sentido se encuentra con toda claridad en la vida y obra de Emmanuel Mounier, filósofo francés, nacido en Grenoble en 1905 y muerto en París en 1950, fundador de la revista Esprit en 1932 y del movimiento del mismo nombre. El pensamiento de Mounier no es un producto de la factoría universitaria, está construido al hilo de los graves acontecimientos que se van acumulando en su tiempo para generar una crisis económica y moral que él caracteriza como una crisis de civilización. Mounier entiende que para la superación de una crisis de tal profundidad no bastan los remedios superficiales, se necesita un tratamiento prolongado y radical que actúe sobre la cultura, lo cual requiere volver a reunir las dos líneas divergentes del pensamiento contemporáneo representadas por Marx y Kierkegaard en una síntesis que lleve sus grandes intuiciones más allá de ellos mismos. Llevar ambos planteamientos tan diversos a un plano común en el que pueda darse una convergencia era una labor difícil que, además, atraería la incomprensión de los dogmatismos respectivos. Marx representa el pensamiento materialista aplicado a la comprensión de la historia de la humanidad, la ambición de un sistema que dé respuesta a todos los problemas del hombre a partir de un principio explicativo de carácter esencialmente económico, la denuncia de la alienación de la persona en el proceso de producción, la crítica de su explotación en el régimen capitalista y la aspiración a una sociedad más igualitaria y justa. Marx da prioridad a las determinaciones exteriores que inciden en la persona y su obra pretende ser un sistema científico. Su atención se centra en los sucesos que tienen trascendencia social e histórica. Kierkegaard, por el contrario es enemigo de todos los sistemas, arremete contra el sistema por excelencia, el de Hegel, cuyo pensamiento tiene por objeto la totalidad y ningunea al individuo al que considera juguete de las travesuras del destino, mera anécdota en el camino de autorrealización de la Idea. En su reacción, su temperamento atormentado y apasionado exacerba la subjetividad, el sentimiento, la libertad del individuo y la espiritualidad. El hombre interior es el caballero solitario que está por encima de todos los sistemas, él es la única realidad noble y digna de ser salvada. Su perspectiva es que lo único importante es lo que amenaza o salva a “ese individuo” concreto y único. Mounier sintetiza con coherencia los planos de la exterioridad y la interioridad en un pensamiento riguroso que no pretende ser un sistema: el personalismo. Cuanto acaece en el universo, en la historia y en la sociedad no transcurre yuxtapuesto o disociado de la vida personal, caracterizada por la singularidad irrepetible, constituida por una libertad interior, capaz de comunicación y de responsabilidad, dotada de una vocación que responde a una llamada percibida en el mundo, en un tiempo en el cual el instante tiene un valor único y una significación propia, asimismo, se hacen presentes en ella negatividades como el mal, el fracaso, el sufrimiento, la muerte... que, en primera instancia, suponen una impugnación parcial o total del sentido de la existencia individual, es el suyo un optimismo trágico. En este pensamiento, para que haya acontecimientos es condición necesaria un punto de encuentro entre el universo y la persona, el macrocosmos y el microcosmos. Pero no es suficiente que esto suceda, nada acontece sin la atención y la disponibilidad de la persona para hacer y padecer. En el acontecimiento se da una revelación y un enriquecimiento mutuo de la persona y la realidad que la circunda. Partiendo de esta perspectiva vamos a intentar describir y analizar su significado. 2. La persona: ser abierto al mundo y a los otros Sin detenernos en detallar una idea de la persona, queremos subrayar dos dimensiones esenciales que nos interesan aquí. En primer lugar, la persona es un ser abierto al mundo y a los otros: “Estructura intencional abierta, la persona no se entendería desligada de su contexto, ni se reduciría a él... No es primero la persona un ser cerrado que luego se abriese a los demás, ni se cierra a los demás después de abierto, sino que consiste en un relacionarse permanente... El ser humano es una apertura radical al mundo y a las demás personas, y como tal su ser consiste en estar siendo (presenta pues una estructura gerundial), en estar en permanente estado de constitución, y por eso más que de integración del hombre en el mundo, al modo en que se integran las cosas desde fuera, cabría hablar con Zubiri de integrificación, o sea de integración desde el interior, desde lo que va plenificándose sin perder autonomía.” (Díaz, 1993). El pensamiento contemporáneo se ha hecho cargo de esta característica del ser humano y lo ha expresado con fórmulas que han hecho fortuna, tales como “ser en el mundo” (Heidegger), “yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega), etc., que, sin embargo, todavía son tributarias de un sentido de la mundanidad un tanto físico (physis), por un lado, y de la egocentricidad del sujeto propia del pensamiento moderno, también insuficiente para dar cuenta de la realidad personal, por cuanto la parte más importante y crucial de ese mundo, de esas circunstancias, no es inorgánica ni simplemente animada, sino personal, no es sólo el mundo que vemos y conocemos, es el que nos ve y nos conoce. No debemos engañarnos, pues como nos advierte Antonio Machado (1989, p. 672): “Mis ojos en el espejo son ojos ciegos que miran los ojos con que los veo.” Más bien, aun siendo rara la evidencia, hay que rendirse a lo inaudito y a lo invisible: es la experiencia del “tú esencial” la que hace posible el “yo fundamental”. Entre lo mundano y lo humano la frontera sublime donde emerge el acontecimiento es la experiencia yo-tú y, en ella, y por mucho que insista la filosofía moderna, más decisivo que conocer es amar y ser amado: “Y en la cosa nunca vista de tus ojos me he buscado: en el ver con que me miras”. Así pues, tiene la persona un espacio de intercambio de actividad con lo otro y con los otros, a través del cual influye y es influido, se comunica y acoge, actúa y padece. De este modo, podemos ser víctimas del universo, pero también el universo puede ser un juguete en nuestras manos, la humanidad puede ser una amenaza o una promesa, pero en todo caso, aunque el mundo es ancho y ajeno, hemos de dar la razón al clásico: humano soy y nada humano me es ajeno. 3. La persona es tiempo y presagio de eternidad Además, la persona se realiza en la dimensión temporal, su interacción con el mundo se realiza de una forma sucesiva, los hechos se ordenan según van apareciendo y desapareciendo ante nuestra conciencia. La persona registra y ordena, olvida o recupera, aminora o agranda en su memoria la representación de lo acontecido y lo incorpora en su mundo interior, con el que establece una relación no menos real que con el mundo exterior. Los recursos de la memoria pueden ser fuente de gozo o de tristeza, de paz o de inquietud, de aislamiento o de comunicación, de debilidad o de fortaleza, de destrucción o de creación, de inhibición o de impulso vital. No solo tenemos memoria, ella nos tiene a nosotros, y toda nuestras experiencias están influidas por ella. Hacemos memoria, pero también la memoria nos hace. Y esto que sucede en la vida personal, también tiene su correlato en la vida social, el nosotros se constituye sobre el fondo de una memoria comunitaria que acoge los grandes acontecimientos en los que se fundan solidaridades irrenunciables. La experiencia del tiempo es ambigua, se nos presenta con una cara perversa y otra amable, como enemigo y como aliado. 3.1. El tiempo se presenta como nuestro enemigo crónico, como contratiempo. En la mitología griega es Kronos que engendra hijos para devorarlos. En efecto, la cara feroz del tiempo tiene una mirada torva, contempla la caducidad de todo lo que existe, todo lo corroe, todo lo devalúa, hasta la inflación se la podemos imputar. La experiencia natural del tiempo es la imposibilidad de detenerlo, el tiempo fluye sin parar y huye irreversiblemente, es más, destruye, es ladrón y asesino: “Un carnívoro cuchillo, / de ala dulce y homicida, / sostiene un vuelo y un brillo / alrededor de mi vida” (Miguel Hernández). Maurice Nedoncelle admite a trámite la cruda querella: “La única razón válida por la que el tiempo es una antítesis del orden natural es que engendra el triunfo matemáticamente progresivo del número de muertos sobre el número de vivientes” (Nedoncelle, 1997, p.132). Este sentimiento del tiempo, este resentimiento contra el tiempo, prolonga su queja desde la antigüedad (Eclesiastés, Lucrecio, etc.) hasta nuestros días (Heidegger, Sartre, etc.), consciente o inconsciente, probablemente sea la más poderosa fuente de angustia para el ser humano y el origen de numerosas y profundas patologías psicológicas individuales y sociales. Veamos algunas y su relación con los acontecimientos, de los cuales resultan ser enemigos. a) El aburrimiento: “es la percepción de un tiempo sin devenir y sin meta, detenido y convertido en pura nada. El aburrido pugna por ‘matar el tiempo’; la sobrecogedora expresión castellana apunta a una tal pretensión humana de dominar el tiempo que conduce a querer aniquilarlo, porque le sobra” (Ruiz de la Peña, 1988, p. 142). El aburrido se deshace en el tiempo, está instalado en el umbral del absurdo y de la desesperación. “Mi conciencia está vacía; me hace falta de algún modo llenarla a toda costa. Pero el vacío de la conciencia no es otra cosa que la conciencia del mero tiempo. Aburrirse no es llenar el tiempo, es percatarse en cierto modo de un tiempo sin contenido” (Lacroix, 1968, p. 20). Surge entonces la necesidad de llenar la conciencia con cualquier cosa, la necesidad de la diversión. El carpe diem es el reverso del tedio. “En la soledad roe el solitario su propio corazón; entre la muchedumbre se lo roe el mismo gentío. Así, pues, ¡decídete!, exclama Nietzsche. Es entonces cuando los individuos o los pueblos son capaces de cometer cualquier locura” (Lacroix, 1968, p. 20). El aburrido es un perezoso del pensamiento, no de la acción, por eso es un peligro público, puede crear un acontecimiento falso, o su degradación: el espectáculo, a veces siniestro, como el de Nerón, el emperador aburrido, que creó el espectáculo del incendio de Roma. b) La impaciencia: “Sensación de que falta (y no sobra) tiempo. También el impaciente pretende manipular su tiempo, más no para matarlo, sino para apresurarlo... le acucia un tiempo que deviene demasiado lentamente” (Ruiz de la Peña, 1988, p. 142). El impaciente interfiere el tiempo de maduración de los acontecimientos, exige la cosecha al mismo tiempo, sino antes, que la siembra, no respeta el ritmo de crecimiento de los seres, tira del árbol recién plantado para que crezca más rápido, con lo cual termina por arrancarlo. Quema las etapas de la vida a toda velocidad, acumula experiencias que no apura, ni vive, ni deja vivir. La impaciencia ha sido la enfermedad psíquica del capitalismo cuya ansia de ganancia se encuentra con el obstáculo del tiempo, al cual intenta vencer a costa de forzar y destruir la naturaleza y explotar al hombre. También el ritmo de la historia le resulta lento al impaciente, especialmente cuando sueña con el poder, hasta que se convierte en tirano. Entre los revolucionarios el impaciente es un terrorista en potencia y una amenaza para la propia revolución, pues cualquier momento le parece tarde para actuar, por eso Lenin no se cansaba de exigir paciencia revolucionaria. c) El remordimiento: “no sólo pertenece al tiempo, es el tiempo parado, ‘eternizado’. Pero es una falsa eternidad: la de un tiempo a la vez indefinido y definitivo. Pertenece al mundo del espectáculo... se identifica con la mirada; esta clase de mirada que fija y paraliza” (Lacroix, 1980, p. 62). El presente y el futuro quedan abolidos en favor de un tiempo pasado que se convierte en prisión o, peor aún, en infierno (Sartre). El suyo es un pesimismo trágico. Narcisista de la culpa, para quien sufre remordimientos el único acontecimiento que existe es ese tan grande que le acusa desde el pasado y le impide acoger otros acontecimientos saludables, como el perdón y el amor, que transfiguren la culpa en felix culpa, que atrae su propia redención. Sin la culpa, la nostalgia es otra forma de atracción del pasado. d) La fantasía: es la contemplación de un futuro imaginario que, al ser más gratificante que el presente, cumple una función de evasión frente a la exigencia del instante. El fantasioso es un arquitecto de castillos en el aire aunque resida en una chabola. Perezoso y cobarde para afrontar el presente incómodo, caza leones en el paraíso imaginario del dulce futuro. Vive en el autoengaño, tanto más si se lo facilita el mundo en el que vive, para él se han inventado las compras a plazos, que reemplazan aquello de “quien no trabaje que no coma” por el “compre hoy y pague mañana”. Es un activista de la imaginación y un perezoso de la acción. Prisionero del futuro, vive un optimismo cómico. El acontecimiento le pasa cerca, delante de sus propias narices, pero no lo ve y pasa de largo, pues su atención siempre está puesta en el mañana en el que sucederá lo insólito, de manera que lo que espera huye ante él como el horizonte cuando se avanza hacia él. Estas patologías traen multitud de sufrimientos personales infecundos y destructivos y producen el caos social. Pensemos, por ejemplo, en el creciente número de divorcios y problemas familiares, ¿no serán el resultado de la impaciencia, del aburrimiento y de la fantasía? Si observamos las sociedades del capitalismo avanzado podemos descubrir una infraestructura temporal, una organización contradictoria y complementaria del desempleo y del empleo, del ocio y de la competitividad, que controla y da salida al aburrimiento y a la impaciencia. Por otro lado, la intención del fascismo se puede entender como un plan para reducir o aniquilar la anarquía del tiempo de los individuos, organizando una maquinaria social que impone un ritmo común del tiempo, el de la nación o el Estado en la historia. La receta es la siguiente: tómese un pueblo de aburridos, un número crítico de impacientes con capacidad de liderazgo y una ideología que proporcione un pseudosentido espiritual, agítese enérgicamente y... el fascismo está servido. El modo de existencia del hombre es temporal y a lo anteriormente dicho sobre el tiempo no se le puede poner una impugnación a la totalidad, sin embargo, no aceptamos que eso sea todo. 3.2. El tiempo como aliado. Por nuestra condición de seres temporales, cuya existencia se realiza en superación constante, hemos de contar con el tiempo que nos permite hacernos. Pero entonces no nos situamos en un tiempo cuya cualidad esencial es el ser homogéneo y, por tanto, apto para servir de sistema de coordenadas exterior a la persona, útil para establecer una secuencia de sucesos y la distancia objetiva entre ellos. Ese tiempo impersonal de los relojes y de los calendarios está unido al espacio, es externo a la intimidad de la persona y a la relación entre personas, como han puesto de relieve filósofos como Bergson, Buber, Nedoncelle, o poetas como Eliot. El tiempo humano es fundamentalmente heterogéneo, al menos por tres razones: a) Cualitativamente ningún instante es igual a otro instante, sobre cada uno de ellos gravitan todos los instantes pasados y cada uno de ellos está grávido de posibilidades futuras y abierto a una libertad relativamente ilimitada. Cada instante me convoca a la elección de mí mismo y de cada decisión depende mi maduración como persona. Ante el tiempo no estoy condenado a la pasividad. En cada instante está en juego mi libertad y mi destino. b) Por la duración: todos tenemos la experiencia de la elasticidad del tiempo, a veces los segundos parecen horas y las horas segundos, según sea nuestra disposición psicológica. La duración, que depende de la actitud de la persona, es un lugar subjetivo e intersubjetivo y posee un efecto saludable: “la concentración progresiva... del yo... en la inmanencia recíproca de los espíritus... El espacio-tiempo pasa y nos dispersa, pero la duración espiritual lo devuelve y lo salva, pues la memoria no tiene límite; y si un recuerdo acompaña a todo acontecimiento, nada impide que el espíritu mantenga en él toda la vida mortal... la duración es la trabajadora de nuestra salvación.” (Nedoncelle, 1997, pp. 132-134). Martin Buber (1993) ha expresado bien este rescate y liberación del tiempo humanizado: “El Tú aparece, en efecto, en el espacio, pero precisamente en el espacio del interlocutor exclusivo en que todo lo demás solamente puede constituir el trasfondo del que el Tú se destaca, no su límite y su medida; el Tú aparece en el tiempo, pero en el del acontecimiento cumplido en sí, que es vivido no como parte de una secuencia rígida y sólidamente articulada, sino en una ‘duración’ cuya dimensión puramente intensiva sólo resulta determinable a partir de sí mismo; el Tú aparece simultáneamente como agente y receptor del efecto, pero no añadido a una cadena de causaciones, sino en su acción recíproca con el Yo que es comienzo y fin del acontecer... El Tú no conoce ningún sistema de coordenadas.” (pp. 33-34). También T. S. Eliot (1995) nos lo da entender en sus Cuatro Cuartetos al escribir sobre la inmanencia del deseo y la trascendencia del amor (p. 95): “y es el deseo mismo movimiento, en sí no deseable. El Amor es él mismo inmóvil, causa tan sólo y fin del movimiento, intemporal y libre de deseo, salvo como tiempo apresado en forma de límite entre el no ser y el ser.” Estas cualidades ofrecen mucho más que las fracasadas actitudes descritas más arriba. Gracias al tiempo es posible el desenvolvimiento de la creatividad, la espera y la esperanza activas, la capacidad proyectiva, la recuperación de un sano sentido de la culpa que, superando el mórbido remordimiento, posibilita la responsabilidad y la libertad (2). c) La confluencia del tiempo personal (biográfico) con el tiempo comunitario (histórico) es única, es el “Kairós”, es “el momento decisivo”, “la hora de la verdad”, “el tiempo propicio”, “connota un punto del tiempo en el que la decisión del hombre y su realización deben ser llevados a cabo”, “exige decisión y acción... hasta el punto en que negarse significaría renunciar a la existencia” (Muga, 2002, pp. 98-103). Ese tiempo viene grávido de posibilidades y promesas que se realizan o se malogran dependiendo de nuestra decisión y actitud. Tal como lo expresa el profesor Carlos Díaz (comunicación personal, diciembre, 2002): “Por esa con-vivencia entra de retorno el yo en su propia morada, cabe sí mismo, actúa ensimismadamente. Por esto mismo el acontecimiento es único, irrepetible, irreemplazable, insustituible, siendo su antípoda el plural uniformador de «las experiencias», mero sumatorio de eventos o eventualidades sin arraigo en la propia identidad. A ese momento único de anidamiento profundo llamaban los griegos kairós, presencia de aquel personajillo calvo y escurridizo al que no resultaba fácil «coger por los pelos», y los romanos occasio (también ellos decían que «a la ocasión la pintan calva», a la que adjetivaban de «praeceps», fugaz). Magia, ángel que pasa por tu ventana a cuya vibración debes estar atento porque a veces no se presenta nunca más, ese talento no debe ser enterrado por miedo a ningún encuentro.” Así, ocurrió que Napoleón tenía para Europa grandes planes de futuro: “Nos hace falta un código europeo, un Tribunal Supremo, una moneda única, los mismos pesos y medidas, las mismas leyes, es necesario que yo haga de todos los pueblos de Europa el mismo pueblo, y de París la capital del mundo” (citado por Encel, 2002). Todo eso, que dos siglos más tarde no acaba de ser una realidad, se lo jugaba en Waterloo. La batalla estuvo indecisa durante cinco horas, mientras la suerte no estaba echada Napoleón combatía esperando que el cuerpo de ejército que reservaba entrara en acción, sin embargo, esas tropas bajo el mando del mariscal Manuel de Grouchy no llegaron en el momento oportuno y el emperador fracasó. Un malentendido o una indecisión inclinaron la balanza a favor de la coalición. La suerte de Europa había estado a merced de un acto de inteligencia o de voluntad de un solo hombre. Una decisión en el instante adecuado puede arruinar un imperio o salvar a una multitud, de ahí la importancia de saber escuchar el rumor de alas del ángel que pasa. Hay que educar el oído para la historia, pese a que los dos paradigmas de educación histórica para las masas parecen ser Herodoto y Fukuyama. Herodoto de Halicarnaso (s. V. a.C.) escribe la historia “para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las singulares y notables empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros –y, en especial, el motivo de su mutuo enfrentamiento- quede sin realce” (Heródoto, 1999, p. 85). Le interesan los hechos públicos, las hazañas maravillosas y los sucesos divertidos, en definitiva lo raro y asombroso, “las cosas aparecen en Herodoto como inconexas y discontinuas, como islotes emergentes en la pleamar del olvido; rigurosamente como reliquias” (Marías, 1966, pp. 183-199). Justamente, la sensibilidad de nuestra época es aguda para lo espectacular, pero brilla por su ausencia la capacidad para situarse en la historia. Fukuyama, como sabemos, proclama el final de la historia, pues ya no hay razón para esperar cambios trascendentales, una vez que el capitalismo y la democracia liberal han ganado la batalla de los sistemas económicos y políticos, los hechos que pueden acaecer son superfluos. Por distintas razones, en ambos casos, el drama humano no interesa. En conclusión, todo lo humano sucede en el tiempo y por el tiempo, pero no todo es monótona temporalidad, más aún, lo esencial es extratemporal y, por qué no decirlo, pertenece al ámbito de lo eterno, aunque para expresarlo sólo podemos recurrir a la poesía (Eliot, 1995, p. 157): “Un pueblo sin historia está esperando su redención del tiempo, pues consiste la historia en una trama de momentos fuera del tiempo.” 4. ¿Qué es acontecimiento? En primera aproximación podemos expresar lo que es el acontecimiento tomando prestadas estas palabras del profesor François Chirpaz (2002): “¿Qué es el événement sino lo que llega en la vida individual o colectiva, de una forma no prevista? Lo que, por tanto, trastorna, de una manera más o menos profunda la vida de los hombres imponiendo una marca sobre su vida y solicitando tanto su libertad como su juicio... La atención privilegiada a la historia es, pues, una forma privilegiada de comportarse 'en' la historia, no para pretender elaborar una nueva teoría de la historia, sino para pensar en la historia en la que estamos vivos. Es discernir lo que se llama 'signos de los tiempos'. Modesta pero rigurosamente la atención al devenir que se está realizando en nosotros imponiéndonos una transformación más o menos profunda de nuestras condiciones de vida” (pp. 17-18). Con el paso del tiempo se producen sucesos, ocurren cosas de más o menos trascendencia para nosotros y para los demás, pero no llamaremos acontecimiento a todo suceso, para ello es precisa la presencia humana y que ésta quede afectada por el suceso en cuestión, para lo cual es condición indispensable la atención. Es posible que sea cierto que hace 65 millones de años cayera un enorme meteorito sobre la tierra y produjera la extinción de los dinosaurios. Sin embargo aquel suceso, aunque se demostrase fehacientemente, no nos conmueve, nuestra ausencia lo convierte en mero asunto de curiosidad. También es posible que sucedan cosas que deberían causarnos un hondo impacto, sin embargo, estando presentes no les prestamos atención y las convertimos en irrelevantes. Esto ya puede ser problemático para nosotros, por ejemplo, si estoy en un barco que se hunde en altar mar y estoy durmiendo es posible que no viva para contarlo. Y puede ser problemático para los demás y, al mismo tiempo, cuestión ética para mí: si 15 millones de personas están en serio peligro de morir de hambre en Etiopía y yo no presto atención, entonces no le otorgo la categoría de acontecimiento de máximo orden que es. Objetivamente, debo plantearme mi responsabilidad y, en función de ella, mi culpabilidad, pues aunque no me juzgue un tribunal de crímenes contra la humanidad, moralmente puedo ser homicida por omisión como, sin duda, lo son quienes tienen la capacidad para evitarlo y no lo hacen. Por tanto el acontecimiento es una categoría ética que me exige un juicio y, al mismo tiempo, pone de manifiesto mi carácter moral o inmoral. Puede plantearse de la misma forma que la cuestión evangélica expresada en la parábola del buen samaritano: ¿quién es mi prójimo? Como es sabido, la respuesta de Jesús fue la de hacer desfilar ante el herido a una serie de personajes que, en lugar de aproximarse a él, pasaron de largo, hasta que uno, el samaritano, se hizo prójimo del herido, cargando con la responsabilidad de salvarlo. Del mismo modo, se puede responder a la pregunta: ¿qué es un acontecimiento? Acontecimiento es aquello que tú decides que lo sea porque, lejos de trivializar el suceso, le dedicas toda tu atención, le das la máxima importancia, te haces totalmente presente a la situación creada por él y disponible para actuar en consecuencia con lo que exige aquí y ahora. En resumen, el acontecimiento acontece cuando un tú se hace presente y trata al otro como a su propio yo. Parafraseando a G. Adolfo Becker podríamos decir: ¿qué es acontecimiento? ¿Y tú me lo preguntas? El acontecimiento eres tú. Con esta actitud estamos en las antípodas de aquella de Fausto que exclama: “¡detente instante eres tan bello!”. No pido la suspensión del tiempo para una contemplación inexpugnable de la belleza del momento. Por el contrario, soy yo quien se detiene ante el instante portador de una sorpresa y una exigencia que no domino y afronto la situación que crea. No se trata de disfrutar de la fiera cronológica domesticada, sino de enfrentarse a su asalto. 5. Dimensiones del acontecimiento: vitalidad, profundidad, universalidad y fidelidad Como hemos visto antes, la duración es el tiempo vivido gracias a la irrupción del acontecimiento en nuestras vidas, pero eso no es todo, el acontecimiento no queda como mero dato registrado en la memoria, o un recuerdo inolvidable, una vivencia (Erlebnis), es, además, un acto viviente cuya eficacia permanece en el presente y, por tanto, es y seguirá siendo actuante y vivificante, seguirá dando qué pensar y qué hacer. Posee la capacidad de desatar las más poderosas energías humanas y de activar una dinámica duradera de los hombres y los pueblos incomprensible sin él. Por esa razón detestaba Péguy la tarea del historiador que reúne los hechos históricos muertos como el entomólogo colecciona insectos insertados en un alfiler: la historia “consiste esencialmente en pasar a lo largo del acontecimiento. La memoria consiste esencialmente, estando dentro del acontecimiento, ante todo en no salir de él, en permanecer en él, y en remontarlo por dentro. La historia es ese general cargado de condecoraciones, ligeramente impotente, que pasa revista a las tropas en uniforme de servicio sobre el campo de maniobras de cualquier guarnición” (Peguy citado por Mounier, 1992, p. 83). La memoria, comenta Mounier, “es el general en campaña que, en medio de sus tropas, las empuja adelante en toda su masa... La historia es para él [Péguy] un medio de evadirse a un tiempo anodino que ignora el tiempo, y quizás, por esa repulsa de la duración que pasa, es el tiempo de toda evasión” (Mounier, 1992, p. 83). En cambio, un acontecimiento vivo no está acabado y, por tanto, no se puede hacer su historia, pues es él quien la sigue haciendo: “Jesucristo pudo salvar al mundo. Pero yo nunca acabaré la historia de Jesucristo... Se puede hacer todo, excepto la historia de lo que se hace... Necesito la eternidad para hacer la historia del menor acontecimiento” (Péguy, citado por Mounier, 1992, p. 90). El acontecimiento podrá ser instantáneo, caer como un rayo sobre nuestras vidas, pero su impronta permanece, inaugura una duración independiente de su medida cronológica, es un verdadero cataclismo. Otros, en cambio, se van gestando lenta y silenciosamente durante años, cual si fueran movimientos orogénicos, hasta que por fin se hacen evidentes a nuestros ojos. Por ejemplo, la invasión del imperio romano por los bárbaros duró siglos, aunque se hizo evidente cuando Alarico entró en Roma el 26 de agosto del año 410 y la saqueó durante cuatro días. Unos se hacen notar con el estruendo del vendaval, otros nos acarician como una suave brisa, unos gritan, otros susurran: “Hay los que nos asaltan en un recodo del camino, los que nos atacan como el vuelo de una mosca, y esas barreras obstinadas, esos ángeles fríos que descienden con el rayo y se vuelven a marchar dejando el silencio sobre las ruinas” (Mounier, 1992, p. 203). Pero vengan como vengan, los acontecimientos verdaderos son flechas dirigidas al centro del corazón, al que dejan herido con su mensaje, de modo que ya no quiere lo mismo que quería, ni vive ya más que en el tiempo imperativo abierto por él y en lo más profundo del alma humana: “Fue Mounier quien, tras las huellas de Péguy, vio en el acontecimiento al «maestro interior». En el acontecimiento nacemos a lo que es más profundo, a lo más íntimo que nuestra propia intimidad. En un mundo en que todo pasa y nada queda, como si lo nuestro no fuese más que pasar, en un mundo así queda sin embargo aquello que para nosotros es magisterial, aquello con lo que uno puede viajar llevando dentro su huella (er-fahren: viajar desde la experiencia propia). Si esto es así, uno sólo se «entera» (percibe por entero, con entereza) de aquello que le afecta en profundidad, enteramente: acontece lo que nos duele, y ese es el motivo por el que pensadores profetas del dolor como Soren Kierkegaard comprendieron que existo solamente si algo in-siste tanto en mí, que llega a dolerme («dolet, ergo sum»), no solamente cuando pienso. Pero no hablamos del acontecimiento del dolor masoquista; si el dolor no nos transforma e impulsa a la lucha contra los padecimientos innecesarios no es todavía un dolor que acontezca en profundidad: no hay maestro interior que no desemboque en magisterio hacia el exterior, y ése es también el verdadero sentido de la acción, como muy bien lo ha comprendido y sistematizado Maurice Blondel. Por consiguiente, quien dice acontecimiento dice también acogimiento de lo real desde la creatividad transfiguradora. En verdad, acontece aquello en lo que tomamos parte desde el hondón del alma. Y, por lo mismo, la frase mounieriana «el acontecimiento será nuestro maestro interior» puede y debe leerse a la vez de dentro a fuera y de fuera a dentro, esto es, en el sentido personal(ista) y a la vez en el comunitario. Lo que sólo acontece dentro no acontece. Lo que sólo acontece fuera no acontece. Dos acontecimientos separados no suman acontecer alguno. Pues lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene soterrado.” (comunicación personal, C. Díaz, diciembre, 2002). En varios sentidos el acontecimiento tiene un carácter universal. Por su alcance, algunos de ellos afectan a la humanidad entera o a una parte de ella, así las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, afectaron cruelmente a cientos de miles de personas, derrotaron a una nación y, para toda la humanidad, inauguraron la era atómica con su espantoso poder de una aniquilación completa. Algunos, por ejemplo la caída de Roma, de Bizancio, la Revolución francesa o la Rusa, han sido verdaderos seísmos históricos. Por su efecto grandioso, han conmocionado duramente a la humanidad y abrumado las conciencias durante largo tiempo, pero finalmente ese efecto caduca. Otros que pasaron desapercibidos, de los que disponemos de pocos datos históricos, seguirán ejerciendo su influencia de un modo menos notorio pero posiblemente más perdurable. Entre estos se encuentran los hechos que han originado las grandes religiones tales como la predicación de Buda, de Jesús, de Mahoma o la acción no violenta practicada por Gandhi. Por otro lado, hay acontecimientos que son una experiencia humana común en todos los lugares y en todos los tiempos. El nacimiento, la muerte, el amor, la amistad, el encuentro, la conversión religiosa o ideológica, la culpa, el sacrificio y tantas otras experiencias profundas forman parte del patrimonio espiritual de la humanidad. Algunas muy repartidas, como el enamoramiento, otras muy selectivas, como los fenómenos místicos que se encuentran en todas las religiones, pero todas nos hablan de una comunicabilidad de lo humano, en mayor o menor grado, que hace posible que podamos ponernos en lugar de personas o personajes de otras épocas y de otras culturas. Así, a través de los acontecimientos que narran los dramas de Shakespeare o Calderón, que podrían ser los de nuestra propia vida, podemos llegar a la empatía con la humanidad del pasado. Del mismo modo, hoy y siempre, las solidaridades verdaderas se fundan en la experiencia del dolor compartido. De ahí que, por último, debamos destacar el carácter vinculatorio del acontecimiento. Tanto por su valor de comunión, al crear lazos de unión social o fraternal, como por ser portador de una exigencia de compromiso. El encuentro en profundidad con el otro, me compromete con él, su suerte ya no me es ajena y lo que le pase a él es como si a mí me pasara, su alegría es mi alegría y su dolor es mi dolor. Pero ¿hasta cuándo es así? Hasta siempre, hasta que la muerte nos separe y, cuando lo haga, también seguirá vigente su presencia en mi vida, pues entonces será tiempo de cumplir la promesa con la que he debido vivir: “mientras yo viva, tú no has de morir” (Gabriel Marcel). Y esto significa que el acontecimiento genera una fidelidad por la que no pasa el tiempo si no es para acrecentarla. 6. La pedagogía del acontecimiento 6.1. Del sueño al despertar Hay existencias letárgicas, soñolientas, están en el mundo y poco más, pues como se sabe “el sueño... modifica especialmente la superficie de comunicación entre el yo y las cosas exteriores” (Bergson, 1994, p. 10), por tanto, el nivel de conciencia del mundo y de sí mismos de tales personas es tan mínimo como si les hubieran administrado narcóticos. Por desgracia este estado semicomatoso es el de media humanidad y la otra media debe mantenerse vigilante, porque a poco que se descuide caería en él. Los formidables aparatos de distribución del orden se ocupan de que así sea: televisión, deportes, modas y un larguísimo etcétera que vende por acontecimiento lo que es puro y vano espectáculo al servicio de un poder que no se cansa de manipular. Tanto por inclinación propia, como por el trabajo de las “técnicas de envilecimiento”, como las llamó Gabriel Marcel, el hombre actual corre un grave peligro de convertirse en animal racional domesticado y satisfecho con una existencia estabulada. El triste Augusto Pérez, protagonista de la novela Niebla, de Unamuno, podría ser el paradigma de este hombre aletargado del siglo XXI, indiferente a la realidad, al paso del tiempo, a la existencia de los otros. “Todos esos hombres para los que literalmente nada sucede. Se les cree tranquilos porque nada los conmueve, pacientes porque su sensibilidad es escasa, indiferentes porque no se dan a nada. Falta de curiosidad o rigidez, indiferencia o prejuicio para con lo vital. Tanto lo uno como lo otro es resbaladizo.” (Mounier, 1992, 203). Otros poseen biografías que “pueden ser ricas en avatares, pero pobres en encuentros, si en ellas brilló por su ausencia la luminaria de un «tú» con rostro; si falta el ethos en que dos fragilidades se interpelan, ninguna biografía puede ser escrita ni narrada en primera persona. Don Juan -aventura sin ad/ventura- carece de biografía, pues sus relaciones son yo-ella, nunca yo-y-tú, y tampoco nunca yo-nosotros. Muchas gentes pasan su vida sin un verdadero encuentro, ni personal ni comunitario, por eso oscilan entre el gregarismo y el individualismo” (comunicación personal, C. Díaz, diciembre, 2002). Se necesita una fuerte experiencia para arrancar a estas existencias de su arraigo vegetativo en la nada. A veces, se necesita un destino cruel para sacarlos de él, uno de esos golpes de “Los heraldos negros” del trágico poeta peruano César Vallejo (1990, p. 59): “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! ... son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; o los heraldos negros que nos manda la muerte”. En todo caso, no será nunca un acontecimiento un suceso de la crónica negra que ponga punto final a una biografía, su hundimiento en la miseria definitiva, sino aquel que signifique un punto de inflexión que abra el camino hacia un futuro de crecimiento personal. Así que, cambiemos el caballo de Atila por el de San Pablo. Un acontecimiento así se llama conversión y se experimenta muy pocas veces en la vida; quien no haya pasado por alguna debe interrogarse por su vida. La sabiduría de algunos pueblos ha tratado de inducirla mediante ceremonias de iniciación o transito, por ejemplo, a la vida adulta. La pedagogía de nuestras sociedades industriales avanzadas tiene aquí una tarea pendiente, y la seguirá teniendo a menos que cambie sus fines. Su orientación, en lugar de ser la de adaptar al educando a la integración funcional en un sistema social dominado por intereses económicos, debería ser la de formar personas íntegras aunque entren en conflicto con ese sistema. 6.2. La forja de un carácter El acontecimiento no es una promesa de tranquila felicidad: “Algunos días sabemos ser felices de una manera inconsciente y pueril; pero no somos de los que esperan la felicidad de los acontecimientos, como una receta; esto no es un sacrificio muy grande, pues sabemos muy bien que la felicidad no basta para ser felices.” (Mounier, 1993, p. 542). Más bien, puede ser una invitación a “la vida más inquieta y peligrosa”. El acontecimiento tiene la virtud del descentramiento de la persona. Enfrenta a nuestro pequeño y ridículo ego a lo que es más grande que nosotros mismos, nos lanza un desafío a engrandecernos paradójicamente, mediante el olvido de sí, haciéndonos salir de nuestro confortable ensimismamiento, miniaturizando la falsa grandeza de nuestros sufrimientos y la sacrosanta centralidad de nuestro ego. Hace estallar el globo del mundo ingrávido e ilusorio en el que habita nuestro ego desencarnado de la realidad para que aceptemos el riesgo de una existencia expuesta. A fuerza de atención y escucha del mensaje cifrado en el acontecimiento, de dejarnos interpelar por él y de darle respuesta generosa, educaremos todo un carácter. Más allá de diseños curriculares y programaciones educativas controlables, más allá de los sueños conductistas que preparan para dar respuestas sabidas a preguntas conocidas, Mounier ha insistido en la importancia de encontrarse “sobre todo con el acontecimiento verdadero, con el extranjero que aparece en medio del camino” (1992, p. 203), es decir, con ese imprevisible suceso llegado a mi vida sin que yo lo pueda controlar y que me exige, en términos no aprendidos, una respuesta que no me sé. En este sentido el acontecimiento ejerce de maestro de vida y de forjador de caracteres. Vale la pena transcribir la siguiente cita del Tratado del carácter (Mounier, 1993): “Una psicología de la persona y de la duración debe conceder un lugar capital al entorno constituido por el acontecimiento. Su estudio ha sido fácilmente abandonado por una psicología que no cree más que en la ley. En un interesante estudio, Rogues de Fursac y Minkowski manifiestan la importancia del imprevisto y del azar (de lo que es percibido psicológicamente como tal) para insertarnos en el ambiente, sacarnos del ronroneo de la rumia interior y despertar nuestras potencias de acogida y nuestra apertura a lo real. Siendo en este aspecto un intruso, el acontecimiento es cómplice de nuestras disposiciones por una u otra forma de su acción. No actúa sobre nosotros sin el apoyo de inteligencias interiores y de tendencias latentes; estas no se pondrían en marcha sin dicho acontecimiento, pero éste solo las despierta porque en el momento en que sobreviene las ha preparado para recibirlo una maduración secreta: de lo contrario, como la semilla del evangelio, cae en terreno pedregoso y se pudre, o bien hecha solo unas raíces efímeras. ‘Nunca os ocurrirá otro acontecimiento que vosotros mismos’ (Nietzsche). La trama de nuestros acontecimientos es una trama viva cuyo juego nos estimula o nos destruye. El equilibrio de la personalidad exige que cada uno sepa ceder su lugar, medir su espacio de posibilidades y de oportunidad y después desaparecer en el pasado: de lo contrario nos abruma con esas presencias interminables e intolerantes como ideas fijas, contra las cuales nos agotamos en esfuerzos vanos: un duelo que no acepta apaciguarse, un amor imposible... un remordimiento... es Freud el único en haber restaurado en psicología la dignidad del acontecimiento: toda historia psicológica está hecha para él de acontecimientos no aceptados o no resueltos. Pero, como siempre, ve el acontecimiento cuando ha pasado, en sus huellas mórbidas y sus fatalidades de choque. Ahora bien, el acontecimiento se presenta a un universo de personas bajo un rostro mucho más esencial: el rostro de sus promesas como encuentro. Cuando nos volvemos hacia la historia que nos ha hecho ser lo somos... los encuentros que hemos hecho nos parecen tan importantes como los entornos que hemos atravesado. No hay explicación psicológica válida allí donde es desconocida la cadena de estos acontecimientos. También la geografía de sus amistades es más esencial para el conocimiento de un hombre que el balance de sus secreciones.” (pp. 121). En esta misma línea de la importancia formativa del acontecimiento y en el terreno de la psicoterapia Viktor Frankl ha ido más lejos que Freud, en la medida que ha superado su confinamiento en el pasado y en la vida psíquica y su consideración exclusiva de eventos con influencia patológica. Para Frankl (citado por Domínguez, 2000, p. 43): “Freud y Adler perfilan un hombre con respecto a sus motivaciones básicas como un ser preocupado por algo intrapsíquico. Pero el hombre no es sólo un sistema psicológico. La realidad humana siempre se refiere a algo más allá de sí misma. Está dirigida hacia algo que no es ella misma. Los seres humanos buscan algo más allá de sí mismos: un sentido en el mundo. Están tratando de encontrar un significado que realizar, una causa para servir o una persona a quien amar. Y sólo así los seres humanos se comportan como humanos.”. No habría que obsesionarse con el pasado, sino estar atento a descubrir el sentido de cada situación y actuar en consecuencia: “Ser hombre significa hallarse permanentemente confrontado con situaciones de las que cada una es al mismo tiempo don y tarea. La tarea de una situación consiste en realizar su sentido. Y lo que al mismo tiempo nos da esa posibilidad, mediante el desempeño de dicha tarea, de realizarnos a nosotros mismos. Cada situación es un llamamiento que debemos escuchar y al que debemos obedecer.” (Frankl, 1991, p. 108). 6.3. Hacerse acontecimiento para los otros Una persona que ha formado un carácter configurado por una riqueza de valores y virtudes, capaz de apertura y atención espontáneas al otro, volcado en la transmisión generosa de sus dones y de sí misma, portadora de un sentido de la vida, de una vocación, entregada a fidelidades libremente elegidas... alguien así provoca el acontecimiento por donde quiera que va. Una persona con esta plenitud interior promueve encuentros que no dejan indiferente al interlocutor, a su paso suscita interrogantes, conmueve seguridades, produce inquietudes y conflictos interiores. Quien ha tenido la fortuna de encontrar a alguien así sabe que hay personas que introducen en nuestra vida un antes y un después. Aunque pueden ser capaces de liderazgo, no nos referimos a los lideres de masas que son precisamente su antítesis, especialistas en seducir a personas reduciéndolas al estado de masa indiferenciada, en la que se anula o se rebajan las diferencias y las cualidades propiamente personales. El líder de masas se interesa por el conjunto no por la persona, proyecta una imagen o muestra una máscara, mantiene una distancia que hace imposible el encuentro yo-tú y asegura que sus miserias no sean visibles. Nos referimos a esa categoría de personas en las que se encuadra el testigo, el profeta y el maestro. El testigo es el caballero de una fe que le supera, por la que lucha, se entrega y da la vida. El profeta es el portador de una misión, la de anunciar a los hombres y anticipar con su vida una forma de vivir más justa y humana, al tiempo que denuncia el orden injusto e inhumano. El maestro es el servidor de un saber sin el cual su vida y las de los hombres serían vacías. Todos ellos viven por y para esa fe, esa misión o esa sabiduría. A veces encontramos estos caracteres en una sola persona y, entonces, la historia no vuelve a ser la misma: Sócrates, Jesucristo, Gandhi... A un nivel más elemental, ser testigo, profeta o maestro es una meta alcanzable y un ideal a proponer. Si hacemos de cada encuentro algo inédito, si cada persona es alguien único para nosotros, terminaremos por ser únicos para los demás. Con lo cual, el magisterio del acontecimiento se transfigura, a través de quien lo vive, en ministerio, es decir, en servicio a los demás. 7. El acontecimiento como iniciación al misterio y al don El acontecimiento representa todavía una penúltima dimensión en relación al misterio de la existencia humana. Mounier fue católico radical y confesante, pionero del ecumenismo, del diálogo interreligioso y de la cooperación con los no creyentes. Siendo sumamente respetuoso con quienes no profesaban fe alguna y con quienes se declaraban abiertamente ateos, no dejó jamás de poner de relieve que el misterio, de múltiples maneras, forma parte de la realidad de la persona, que lo esencial es invisible a los ojos y que la persona es, precisamente, lo no inventariable, lo no objetivable en el hombre. Mal que le pese al positivismo más recalcitrante hay aspectos del universo y de la persona que se resisten a la explicación y que, seguramente, seguirán resistiéndose mientras el mundo sea mundo. Estos problemas son los de los límites, los del origen y el destino del hombre y del universo, la existencia del mal, de la muerte... son sobre todo los problemas del sentido de cuanto existe. Sobre este punto, el optimismo de Viktor Frankl (1998) testifica que “todo lo que a uno le acontece debe tener un fin último, algún metasentido. Más este metasentido no se puede conocer, sólo se puede creer en él” (p. 46). El misterio es una dimensión presente en la realidad cotidiana que produce de cuando en cuando interferencias en nuestra vida, para mal y para bien. Hasta el más escéptico reconocerá que hay experiencias personales que no se pueden explicar satisfactoriamente reduciéndolas a categorías materiales. La inspiración artística, por ejemplo, es un acontecimiento que expresa la relación única del artista con el mundo inaccesible de la belleza: “He aquí el eterno origen del arte: que a un ser humano se le pone por delante una forma, y a través de él quiere llegar a convertirse en obra. Dicha forma no es una creación de su alma, sino un fenómeno que surge en ella y de ella reclama la fuerza operante. Se trata de un acto esencial del ser humano. Si lo realiza, si dice con todo su ser la palabra primordial a la forma que se le aparece, entonces brota la fuerza operante, la obra se origina... la obra manda: si no la sirvo correctamente, entonces se quiebra o me quiebra ella a mí.” (Buber, pp. 15-16). Situados en esta perspectiva, hemos de ver el acontecimiento como sacramento del misterio (3), por el cual accedemos a un mundo que no se conforma a nuestra realidad cotidiana y participamos de lo que aún no es pero puede y debe llegar a ser, que posee una racionalidad que no es la de lo evidente, sino la de lo posible que para ser real está condicionado a nuestra entrega incondicionada y, por tanto, solicita de nosotros un acto de fe. A través del acontecimiento recibimos la revelación del ser, el mensaje del logos, la mística de visionaria, la fuerza de la esperanza y la anticipación de la utopía... Pero como dice Eliot (1995) “... percibir / el punto en que se encuentran la intemporalidad / y el tiempo es ocupación para el santo...” (p. 135), por eso hay que estar vigilante a los signos de los tiempos. Como observa Domenach (citado por Bombaci, 2002) “para Mounier el événement es también avènement, advenimiento de una realidad absolutamente nueva más allá de las esperadas” (p. 42). Por el acontecimiento recibimos el encargo de una misión que nos exige obediencia, nos impone salir de nuestra tierra, renunciar a nuestros hábitos y disponernos para lo insólito. En razón de lo cual, sin forzar excesivamente la traducción de la frase con la que comenzamos, podríamos decir que el acontecimiento es nuestro amo (maître) interior. Por eso es el extraño que irrumpe en nuestra vida alterándola, pues como decía Péguy hay algo peor que un alma perversa: un alma habituada. Por eso nos arroja fuera de los muros donde nos hacemos fuertes y “nos impulsa y nos lanza transfigurados allá a donde no sabemos ir cuando trazamos los caminos. La revelación del universo, aquí también, termina en un don.” (Mounier, 1992, p. 205). Concluyendo, de la misma manera que hemos esbozado una pedagogía del acontecimiento diremos, con Nunzio Bombaci (2002, p. 43), que “los acontecimientos desencadenan una verdadera mistagogía o iniciación al misterio”. Luis FERREIRO ALMEDA es presidente de la Fundación Emmanuel Mounier. (1) Desde hace cerca de 20 años figura esta frase como lema y seña de identidad en la revista española Acontecimiento, que representa una de las voces más firmes del personalismo comunitario inspirado en la obra de Mounier. Actualmente está dirigida por el profesor Carlos Díaz, uno de los mejores conocedores y continuadores de la obra de E. Mounier, como ha sido reconocido en Francia al ser galardonado con el Premio Emmanuel Mounier del año 2002 por el conjunto de su obra. (2) “La secuencia culpa-responsabilidad-libertad compone una tríada inescindible; niéguese cualquiera de sus elementos y se habrán negado los otros dos” (Ruiz de la Peña, J. L. 1990. Sobre la muerte eterna. En VVAA, Los novisimos (pp. 175- 189). Salamanca. p. 180) (3) “Suceden cosas: el misterio proyecta actos. Los acontecimientos, segunda sociedad detrás de la sociedad de los hombres... Tres o cuatro en nuestra vida equivalen a caballeros solemnes de nuestro destino. Sólo después de su partida llegamos a conocer su grandeza excepcional. Ahora bien, el acontecimiento, si consigo definirlo, es precisamente la revelación de todo lo extraño, de la naturaleza y de los hombres, y en algunas ocasiones de algo más que del hombre. Esboza el encuentro del universo con mi universo. Índice de todo lo que en mí ha chocado con el mundo, advertencia de mis rigideces y de mis egoísmos, él llega en ocasiones a formar extrañas frases. Es propiamente lo que yo no poseo, lo que yo no creo, la catástrofe, la llamada a salir.” (Mounier, 1992, p. 203) Bibliografía - Bergson, H. (1994). Memoria y vida. Madrid: Altaya. - Bombaci, N. (2002). Emmanuel Mounier: una vida, un testimonio. Madrid: Fundación Emmanuel Mounier. - Buber M. (1993). Yo y Tú. Madrid: Caparrós Editores - Instituto Emmanuel Mounier. - Chirpaz, F. (2002). Le souci de la personne. Bulletin des amis d'E. Mounier, septiembre. - Díaz, C. (1993). Para ser Persona. Las Palmas: Ed. Instituto Emmanuel Mounier. - Domínguez, X.M. (2000). Viktor Frankl. Madrid: Fundación Emmanuel Mounier. - Eliot, T.S. (1995). Cuatro Cuartetos. Ed. Bilingüe de E. Pujals. Madrid: Cátedra. - Encel, F. (2002). El arte de la guerra. Estrategas y Batallas. Madrid: Alianza. - Frankl, V. (1991). La presencia ignorada de Dios. 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