Se trata de obras menos estudiadas que las conocidas como artes

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Oro y plata en la liturgia. La orfebrería comarcal
JOSÉ LUIS BEGUÉ GIMENO
Se trata de obras menos estudiadas que las conocidas como artes mayores: arquitectura, escultura y pintura. Esto no puede justificarse en una inferior calidad artística, tampoco en un menor valor económico; ni aun siquiera en una falta de interés histórico o cultural, ya que las artes suntuarias o menores entre las que destaca
la orfebrería forman parte de ese mismo contexto artístico, histórico y simbólico que
dio vida a sus hermanas mayores.
La orfebrería agrupa las obras de arte hechas a base de metales preciosos: oro, plata,
eléctrum (aleación de ambos), con piedras preciosas, esmaltes y marfiles, aunque,
pese a su inferior valor, también es frecuente en momentos de carestía la utilización
de cobre, bronce e, incluso, latón. Su origen se remontaría al uso de los primeros
adornos personales como signos estéticos definitorios de la identidad y el rango social del individuo. Estas creaciones le acompañarán, incluso, en su incierto viaje al
más allá, en forma de ajuares funerarios. También es frecuente, desde antaño, ver
estas piezas investidas de propiedades mágicas y simbólicas, que, unidas a esa dimensión trascendente que antes apuntábamos, han hecho de ellas objetos preferentes
de los ritos religiosos.
En el caso del culto cristiano el uso de los metales nobles y, por consiguiente, de la
orfebrería, se remonta a sus orígenes. Los distintos objetos que van apareciendo lo
hacen según la evolución de los ritos litúrgicos y de la disponibilidad de recursos. Un
momento crucial para el desarrollo de la orfebrería sacra lo marca el Concilio de Reims,
en el 803, al prohibir el uso de cálices hechos en madera o restos de animales, ya
que la sangre de Cristo solo puede entrar en contacto con metales nobles.
Muchas de estas obras forman magníficas colecciones surgidas de donaciones, adquisiciones y cuestaciones, vinculadas al prestigio del templo en que se encuentran.
Debido a su alto valor monetario y a la movilidad
propia de su tamaño y peso generalmente reducidos, han sido objeto de frecuentes expolios,
cuando no de refundidos para el reaprovechamiento de sus materiales en otras nuevas obras.
En el Campo de Cariñena se atesoran magníficas
piezas afortunadamente poco castigadas por
robos o vandalismo en casi todos sus templos,
aunque son las parroquias de Longares y Cariñena, con su museo parroquial, las mejor dotadas. En la mayor parte de los casos se trata de
obras renacentistas y, en menor medida, de piezas góticas y barrocas. Generalmente proceden
de talleres zaragozanos regentados, a veces, por
orfebres foráneos, aunque también constan adquisiciones del exterior.
Entre los objetos más antiguos que aún se conCáliz del arzobispo Francisco López
de Luna (Longares, siglo XIV).
servan cabe destacar, de época gótica, un os-
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Comarca de Campo de Cariñena
tensorio de plata de la parroquial de Tosos y el magnífico cáliz del arzobispo Francisco López de Luna, en Longares. Realizado en 1378 por el platero alemán Con-
solí Blanc, asentado en Zaragoza entre 1373 y 1400, está labrado en plata sobredorada y esmaltada; presenta un pie mixtilíneo dividido en seis lóbulos y un cuerpo
bulboso ornado con un nudo que luce tres escudos esmaltados con la heráldica del
arzobispo Fernández de Luna, alternos con los del rector de la parroquial de Longares, Francisco de Aguilón. La obra guarda una estrecha relación con el cáliz de
la reina María, conservado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, y con el del
conde de Mallorca, que se exhibe en el Louvre. De la misma fecha y autor se conserva también una patena en Longares, que donara junto al cáliz el rector Francisco de Aguilón.
Pero será en época renacentista cuando las parroquias de la comarca de Campo de
Cariñena se pueblen de cálices, cruces, relicarios y bustos de excelente calidad, fruto
de la bonanza económica de la centuria. Entre todas las obras atesoradas destacan
de forma preferente dos bustos realizados a principios del siglo XVI para las iglesias de Cariñena y Encinacorba.
El busto-relicario de Santa Ana, del Museo parroquial de Cariñena, fue comenzado por Sever Peregrin de Tapias en 1539 y terminado en 1542 por Pedro Lamaison, en plata sobredorada con esmaltes y gemas. El rostro y el cabello de la santa,
inmersos en una idealizada dulzura, todavía nos recuerdan los modelos góticos anteriores, en tanto que su ajustado y suntuoso vestido sigue los dictados de la moda
del emperador Carlos. La orfebrería imita los brocados y bordados, dejando intuir
la anatomía que cubren, mientras que un collar con gemas engastadas recoge el cuello del vestido. Tiene por base un zócalo con un rico friso a cincel, donde se inscriben entre roleos cuatro medallas con bustos inscritos (dos femeninos, delante y
detrás, y dos masculinos en los costados) y sendos escudos de armas esmaltados,
referidos a Cariñena y al donante, don Juan Bueso, capellán de honor del emperador, que trajo el relicario desde Colonia. Fue este mismo personaje quien también
Busto relicario de Santa Ana (Museo parroquial de Cariñena, siglo XVI).
De las Artes
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donó la reliquia de Santa Pantaria a la iglesia de La Almunia de Doña Godina, lo que
motivó que dicha parroquia encargara en 1542 a Pedro Lamaison la realización de
otro busto relicario muy similar, pero posterior al cariñenense, y del que Abizanda
afirmaba que parecía su gemela. La pieza, por su gran calidad, ha sido requerida para
varias exposiciones internacionales.
El busto de San Esteban, de Encinacorba, es obra del platero holandés Leonar-
do de Rijn, quien la realizó en 1549. Representa al santo con una piedra sobre la cabeza y vestido con alba y una dalmática con cuello adornado y galones en los hombros. El rostro del busto no encuentra similitud con ningún modelo aragonés del
momento, siendo la única referencia ciertos modelos florentinos del siglo XV extraídos
de la obra de León Bautista Alberti. Este busto, como en el caso de los de Santa Ana
y Santa Pantaria, posee otro gemelo en la ciudad de Bratislava.
Especial mención merece la custodia procesional de Cariñena, de plata natural
y parcialmente sobredorada, realizada en 1545, aunque profundamente remodelada en 1748. Del primer momento es el cuerpo inferior, excepto sus figuritas exentas que, junto a la balaustrada superior y el segundo cuerpo, son barrocas.
Su forma es la de un templete con basamento cuadrado y esquinas achaflanadas mediante ocho plintos en los que se representan a los patronos de la villa, en tanto que
en los cuatro frontales se narran escenas de la vida de Cristo. En las cuatro esquinas, flanqueadas por los citados plintos, encontramos una decoración de ángeles en
plata sobredorada sobre los que se superponen los cuatro evangelistas, que sobresalen por encima del basamento. Completa este primer cuerpo un templete de ocho columnas abalaustradas de capitel corintio sobre las que descansa
un entablamento. En el centro del templete un ángel
porta un ostensorio de plata sobredorada en forma
de sol. El segundo cuerpo, del barroco pleno, arranca con una balaustrada superpuesta al entablamento mencionado. Sobre ella se alzan, exentas, las virtudes teologales, mientras que de sus cuatro
esquinas arrancan querubines con composiciones de
acanto, que concluyen en una plataforma ovalada rematada con la figura del Cordero Pascual.
Brazo relicario de San Valero
(Museo parroquial de
Cariñena, siglo XVI).
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Comarca de Campo de Cariñena
A finales de este siglo XVI, don Pedro Cerbuna, prior
de la Seo de Zaragoza, a cuya circunscripción pertenece la parroquial cariñenense, dona a esta iglesia
una serie de piezas litúrgicas portadoras de sus símbolos heráldicos. La más interesante por su hermosura y acabado es el brazo-relicario de San Valero, realizado en 1580 en plata sobredorada para dar
cobijo a una pequeña reliquia del santo. La pieza
tiene la forma de antebrazo rematado en mano y revestido de una rica tela gótica de plegado complejo y veraz. Bajo la manga, a la altura de la muñeca,
la camisa culmina en una empuñadura bordada y,
junto a ella, una original pulsera de plata con gemas
engastadas y desaparecidas en su mayor parte. La singularidad de este relicario radica en su pie de formato hexagonal, que aloja en la parte frontal el expositor con
la reliquia del santo, sostenido por ángeles y rodeado por la inscripción: S[ANCTI]
VALERII ORA PRO NOBIS. Las otras cinco caras, separadas por figuritas hercúleas
sobre cueros recortados, contienen diminutas placas narrativas sobre la vida del santo.
El expositor muestra las armas de Cerbuna, con la inscripción: PETRVS CERBVNA
PRIOR SEDIS CAESARA[V]GVSTA. En la parte inferior figura la data de 1580.
En el archivo del Pilar figura una traza en negro y sepia para brazo relicario que, por
su semejanza compositiva, pudiera ser
el dibujo preparatorio de esta pieza.
Entre las donaciones que don Pedro
Cerbuna, padre de la Universidad de
Zaragoza, efectúa a Cariñena, destaca
por su enorme significado religioso el
Lígnum crucis, del museo parroquial
de Cariñena, obra realizada hacia
1580 en plata sobredorada. También
a finales del siglo XVI se realizará una
Virgen del Rosario para la parroquial
de Paniza.
Durante la etapa barroca se siguen
atesorando bien por donaciones,
bien por adquisiciones gran número
de objetos suntuarios que llenan de
esplendor todas las iglesias de la comarca. Aunque las obras no alcanzan
Busto de Santa Quiteria (Paniza).
la importancia de las del periodo renacentista, hemos de destacar dos
piezas realizadas por el platero zaragozano José Godó: la Virgen del Rosario de Cariñena, donada en 1720, y el busto de Santa Quiteria de Paniza, realizado en 1728.
Bibliografía
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VV.AA., Guía del arte gótico del Museo Nacional de Arte de Cataluña, Museo Nacional de Arte
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De las Artes
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