Silvia Diez Ha trabajado como agente de la Policía Local durante siete años en el Gabinete de atención a víctimas de violencia doméstica “No contamos con los recursos suficientes para hacer frente a la violencia de género” Silvia Diez asegura que dos de cada tres denuncias por maltrato son falsas “A lo mejor me notas un poco resentida, pero cuando llevas tanto tiempo trabajando en esto te cansas porque ves que las cosas no funcionan como deberían”. Con estas palabras nos recibió Silvia Diez Valero (Alicante, 1976). Ha trabajado durante siete años en el Gabinete de atención a víctimas de violencia doméstica (GAVID) de la Policía Local de Alicante y no tuvo ningún reparo en responder a cada una de las preguntas que se le formuló. Con una actitud abierta y receptiva casi parecía tener ganas de hablar sobre el mundo de la violencia de género y mostrar todo lo que hay debajo, así como que las cosas no son fáciles, ni para las víctimas ni para los agentes que las ayudan en el día a día. “Lo primero es la persona”, dijo Silvia, sin pensárselo dos veces, cuando se le preguntó sobre el protocolo que siguen. Sentada en una cafetería del centro de Alicante se sirvió una tónica con Fotografía tomada a nuestra compañera limón mientras contaba cómo actúan en estos Laura en lugar de Silvia, que no quiso mostrar su rostro / R. M. casos. “El protocolo existe, pero no se sigue, se altera el orden. Hay que ver si esa persona necesita atención médica o no, con qué recursos cuenta y con qué recursos disponemos nosotros. También si tiene hijos o si ha venido sola, a lo mejor ni si quiera habla nuestro idioma. Cuando recibimos a una persona, tanto nosotros como las personas que trabajan en las casas de acogida, lo primero que hacemos es ver sus circunstancias personales. Nada tiene que ver la teórica con la realidad”. Silvia empezó a trabajar en el departamento de violencia de género de Alicante a principios del año dos mil, cuando aún contaba con ilusión para hacer frente a una situación como esta. Contó que es imposible no unirte de forma personal a la víctima a la que estas ayudando porque pasas mucho tiempo con ella, la aconsejas y la acompañas al juzgado y, de alguna forma, te has implicado. Por eso su expresión se volvió un poco sombría cuando se le preguntó qué pasa si la mujer no ratifica la denuncia ante el juez. Respondió que, como policía, no podía hacer nada, pero que los episodios de violencia de género no son aislados, sino que se suceden y un día llamará la vecina o la madre de la víctima y lo denunciará. Incluso puede que sea un médico quién se ponga en contacto con ellos y les facilite el parte de lesiones y, con esa prueba, el mismo policía puede poner y ratificar una denuncia contra el agresor. “Una vez que la mujer pone la denuncia y la ratifica ante el juez en cuestión de un mes ya tiene el divorcio y todas las medidas que el código civil dicta: una pensión para sus hijos, la vivienda...”, explicó Diez Valero, pero cuando se mencionó el control de las ordenes de alejamiento le dio un trago a su tónica, aun intacta, y se mostró sincera. “Esa es la pregunta del millón y por sentido común es imposible controlar la prohibición de acercamiento de una persona a determinados lugares o personas. Hay casos en los que sí es muy claro que se está incumpliendo porque el hombre se presenta en el piso de la mujer por la noche, llama a la puerta o grita, en esos casos nosotros podemos actuar; pero hay otros más complicados o sutiles como cuando él la sigue a escondidas o le deja notitas. Sabemos que es él, pero no tenemos pruebas. Y hay un tercer caso, el caso de la duda: cuando coinciden en el autobús o en la panadería, en esos casos el juez no va a entender si es un acto premeditado o un simple encuentro casual. Por eso siempre se recomienda que no se borren las llamadas o los mensajes, se debe actuar con pruebas, porque a lo mejor la que está mintiendo es ella”. Pero hay otros casos más complicados en los que la mujer se ve en la calle con sus hijos-o sin ellos-, sin casa y sin ningún familiar al que recurrir. En estos casos Silvia aseguró que se ponen en contacto con el Centro Mujer 24 horas y te destinan a una Casa de Acogida para que la víctima pueda quedarse allí. La selección la hacen en función de la demanda que haya en ese momento. Pero también tienen en cuenta otros factores como si tiene hijos o no, la edad de estos, si alguno padece alguna enfermedad o, también, el idioma que hablen los niños y la misma mujer, para buscar una armonía entre los integrantes de la casa. El requisito necesario para poder acceder a una de estas viviendas es no tener familiares que puedan hacerse cargo de la mujer. Aun así, hay muchos casos en los que, a pesar de haber una orden de alejamiento, todo termina en tragedia. Como si estuviera esperando el momento, Silvia no dudó en acusar al periodismo cuándo se le preguntó qué falla para evitar que algo así ocurra. Aseguró que, en el mundo en el que vivimos hoy en día, el público quiere emoción y que cuanta más sangre haya, más audiencia consiguen; que el periodista no se informa lo suficiente, cada caso es único y cada persona requiere una atención distinta. Culpó al periodismo sensacionalista de que las muertes de muchas mujeres caigan en “un saco roto” y que nos hacemos inmunes a todas estas tragedias ya que Los jueces, abogados las vemos día a día en la televisión. Opinó que debería ser un tema que se tratara solo en círculos policiales y y policías no que, de esta forma, muchas mujeres no se sentirían cuentan con los “humilladas” por ver casos parecidos al suyo en los recursos necesarios medios de comunicación. Finalmente, con un suspiro, confesó que es el sistema el que está mal estructurado y que los jueces, abogados o policías no cuentan con los recursos necesarios para hacer frente a la violencia de género. “Sí, se ha intentado paliar con las pulseritas y el test de riesgo, pero esto no es nada, solo es un efecto placebo, una panacea”, respondió cuando se le preguntó por las medidas que adoptó el gobierno para intentar individualizar cada caso. “El test de riesgo es solo algo que funciona bien a nivel teórico, puede que una mujer tenga nivel alto toda su vida y nunca le ocurra nada y a la que tenía el nivel bajo un día, al hombre se le crucen los cables, y acaba con ella. Es algo que a nivel práctico, no funciona. Es cierto que por algo se debe empezar, pero con una sola medida no se puede hacer nada, hay que modificar muchas otras cosas”. Otra de las cosas que denunció Silvia es que muchos de los agentes destinados a estos departamentos están a punto de jubilarse y apenas se preocupan por los casos o no investigan lo suficiente, recordó que “no basta con llamar a la mujer y hablar con ella treinta segundos porque en tan poco tiempo no sabes nada, tienes que preocuparte sobre cómo esta, si recuerda la fecha de los juicios o sobre si él la está molestando. A lo mejor esta viéndole a escondidas, si esas cosas no las investigas, ¿de qué te sirve llamar?” Aseguró que otro de los grandes problemas a los que se enfrentan es que solo una de cada tres denuncias es verdadera, mientras que el resto son de mujeres que “quieren aprovecharse del sistema”. En estos casos se invierten muchos recursos sobre una persona que en realidad no necesita esa ayuda y que lo hace porque “quiere divorciarse de forma rápida de su Solo una de cada pareja y le han dicho que, si le denuncia, le darán una tres denuncias es pensión y lo tendrá todo en un mes”. Son casos pocos verdadera conocidos por la sociedad, al igual que los de la violencia doméstica, en los que es la mujer la que agrede al hombre, ya sea de forma física o psicológica. Silvia aseguró que, aunque no se hable de ellos, hay muchos casos, pero que no atraen tanto al público como los de violencia de género. Se utiliza el mismo protocolo, pero si el hombre se queda en la calle sin ningún recurso, no se puede hacer nada por él ya que no hay casas de acogida para hombres. En muchos casos se afirma que las mujeres se sienten mucho más cómodas cuando tratan con alguien de su mismo sexo a la hora de poner una denuncia, pero Silvia habló desde la experiencia cuando dijo que eso no siempre es así y que todo depende de la persona. Afirmó que, normalmente, cuando estás mal no valoras si es un hombre o una mujer con quién estás hablando, solo quieres ayuda. Y otro de los “mitos” que desmintió es que haya más agresiones en verano que en el resto del año, aunque sí puntualizó que hay más movimiento, pero porque hay más gente y eso es algo que se nota en todos los departamentos y no solo en el de violencia de género. Cuando estábamos llegando al final de la entrevista Silvia apenas había dado un trago a su tónica, aprovechando un momento de descanso cogió el vaso y se bebió la mitad del tirón. Después, con una tímida sonrisa, contó un caso que aun hoy recuerda. “Le llamaban el Rambo Oriolano”, con esas palabras empezó a relatar el suceso y explicó que se trataba de una pareja mayor, que llevaban toda la vida juntos. Lo que más le llamó la atención fue como ella supo desenvolverse porque era capaz de sintetizar la información y sabía qué hacer en cada momento. “Recuerdo que ella tomaba muchas medidas de precaución, no sé si por costumbre o por qué. Él era muy agresivo, eran muchas las veces las que no respetaba la orden de alejamiento, además, sin disimulo alguno y tenía muchas armas. Era escandaloso. Incluso ingresó en prisión y cuando salió fue a por ella”, contó con la vista al frente, como si volviera a aquellos años. Rememorando sus primeras palabras y con gesto serio volvió decir “lo siento si he sido dura o no me ves ilusionada, pero cuando llevas tanto tiempo aquí metida te das cuenta de cuáles son las cosas que fallan y de que el sistema no siempre es justo con quién más le necesita”, dijo al final de la entrevista, antes de recostarse sobre el asiento y terminarse con tranquilidad su tónica. Entrevista realizada por Raquel Maciá Aniorte