La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) 11.ª I. El desconocimiento de la prohibición.– 1. Planteamiento general.– 2. Desconocimiento invencible y desconocimiento vencible.– 3. Evolución y régimen jurídico en España.– II. El miedo insuperable y la doctrina de la no exigibilidad. ¿¡Cómo pudiste Quedó dicho en L.10 que la enfermedad psíquica y la intoxicación hacerlo!? (III) no hacen desaparecer la culpabilidad por sí mismas, si no vienen acompañadas de al menos uno de estos efectos: la no comprensión de la ilicitud del hecho y/o la incapacidad de guiar la conducta conforme a dicha comprensión. En el caso de que venimos hablando, hay que preguntarse si el agente de aquel crimen sabía de la prohibición de matar, incluso si era capaz de adecuar su conducta a la percepción de dicha prohibición. La pregunta parece innecesaria pues nadie desconoce que matar a un inocente está prohibido. Pero pensemos en otras situaciones bien distintas. ¿sabía usted que fumar en el local de la cafetería está prohibido por la Ley Foral 6/2004? A estas alturas no es fácil ignorarlo. Pero hace unos años, antes de la vigencia efectiva de esa prohibición, las cosas se veían de forma distinta. Sabemos que el uso de casco es obligatorio cuando se conduce o viaja en una motocicleta. Pero ¿sabe usted si también es obligatorio su uso cuando se conduce una bicicleta? Se trata de normas administrativas sobre las cuales no es imposible pensar en sujetos que desconozcan su existencia o alcance. Pero también sobre normas penales en sentido estricto cabe desconocer una prohibición. Por ejemplo, la ley española prohíbe, en principio, la tenencia de armas, cosa que en los USA es lícita por principio. ¿Qué sucede si un ciudadano de los Estados Unidos viaja a España portando un arma de fuego sin tener licencia para ello? Puede leer ahora los arts. 629, 631.2, 635, 636 del CP: ¿Sabía usted que se trataba de conductas prohibidas? El «subprincipio» de culpabilidad impide considerar a alguien culpable de una infracción cuando el agente desconocía la norma de conducta en cuestión. Seguro que ya tendrá en la cabeza aquella afirmación «el desconocimiento de las leyes no excusa de su cumplimiento». ¿De dónde procede? Se trata del texto del art. 6.1 del código civil, según el cual incumbe a los ciudadanos conocer el Derecho que concierne a sus conductas. Pero dicho precepto continúa –aunque no todos se acuerdan de esta parte– expresando: «el error de Derecho tendrá los efectos que las leyes determinen». Ambos incisos del art. 6.1 pueden entenderse así: a todos incumbe conocer las normas jurídicas que afectan a la propia conducta, pero algunos errores sobre el Derecho pueden quedar fuera de tal incumbencia y excluir la responsabilidad penal. ¿Cuándo? A semejanza de otro supuesto que ya nos es familiar, el error de tipo, 185 11.ª La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) aquel desconocimiento del que el agente no ha podido salir –el error considerado invencible–, excluye la responsabilidad. También si se desconoce la norma, siendo tal desconocimiento invencible, el sujeto queda exento de responsabilidad. Distinta suerte correrá el agente cuando su desconocimiento se considere evitable, en cuyo caso, la responsabilidad penal no desaparece. Aquí no resulta justo considerar impune a quien se halla en tal error, pues podría haber salido de tal situación, informarse… Pero tampoco es necesario castigar con la misma pena que si hubiera conocido la norma; ni es imprescindible castigar con una pena atenuada. Lo que parece claro es que el error invencible no puede dar lugar a sanción. ¿Qué hacer en cambio con el error vencible? Eso es otra cuestión que los diversos ordenamientos resuelven de forma distinta. Así, mientras en Alemania se prevé una atenuación facultativa (§ 17 StGB), en España es obligatoria (art. 14.3 CP), y no se prevé nada semejante en Italia. Como se ve, el tratamiento jurídico-penal del desconocimiento vencible de la norma difiere según los países. No sucede así por lo que se refiere al desconocimiento invencible, para el cual el subprincipio de culpabilidad que rige en los sistemas garantistas impide castigar. CICERÓN, De inventione, 2, 31, relata un caso de ignorantia iuris, la estructura que hoy en día se conoce como error de prohibición. Unos marineros que se encontraban en una tempestad hicieron al dios del puerto que veían a lo lejos la promesa de que sacrificarían un ternero si llegaban salvos al puerto. Fueron rescatados y puestos a salvo. En la ciudad había un templo de Diana. Los marineros sacrificaron el ternero prometido a la diosa. Sin embargo, según los preceptos del lugar, sacrificar un ternero a Diana estaba prohibido. Como consecuencia de ello, los marineros fueron llevados ante los tribunales. De todos modos, hay errores que resultan inadmisibles bajo todo punto de vista, aunque sean alegados ante los tribunales. Ello se percibe muy bien en delitos básicos pertenecientes al núcleo del Derecho penal, como el homicidio, el robo, la violación. Sobre ellos no es admisible un error referido a la antijuricidad. Caso de que alguien lo alegue, se habla de un error burdo, irrelevante. Algo parecido acaece en C.111, que se trata a continuación. C.111 Caso «Excavaciones del Tajo» «De la valoración en conciencia de la prueba practicada en el acto de juicio oral resulta probado y así se declara que D. Felipe, mayor de edad y sin antecedentes penales, … y gestor efectivo de la Sociedad Excavaciones el Tajo, SL, con domicilio fiscal en la calle Carretas núm. 15 1º de la localidad de Aranjuez omitió conscientemente la presentación de la declaración del impuesto sobre Sociedades del ejercicio 1998, dejando de ingresar la cantidad de 35.881.529 pesetas equivalente a 215.652,33 euros. D. Felipe ingresó la totalidad de la cantidad defraudada el 26 de enero de 2001, al presentarse declaración complementaria del Impuesto sobre Sociedades correspondiente al ejercicio 1998, una vez que había conocido el inicio de las actuaciones de comprobación por parte de la Agencia Tributaria del pago del dicho Impuesto con relación al ejercicio citado. La indicada sociedad, se constituyó, inicialmente, como Sociedad anónima con un capital de 5.000.000 de pesetas repartido en 500 acciones de 10.000 pesetas cada una repartido de la siguiente forma: 186 La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) D. Felipe el 34 % del capital, su esposa Dª Blanca el 33 % y el también acusado D. José Ramón el 33 %. En 1992 se transformó en SL pasando a estar constituido el capital en participaciones, con igual porcentaje entre los tres socios antes expresados. El acusado, D. José Ramón, carecía de toda iniciativa en la dirección y gestión de la empresa no pudiendo adoptar decisión alguna sin la previa autorización de D. Felipe, careciendo, asimismo, de firma en los bancos y desempeñando funciones subalternas de naturaleza administrativa» (SAP Madrid de 10 noviembre 2004; ponente: Ventura Faci; ARP 85). En el relato de hechos probados destaca cómo gracias a la pasividad de Felipe y José Ramón, la empresa Excavaciones del Tajo SL dejó de ingresar el importe debido en concepto de deuda tributaria del ejercicio 1998 (de 35.881.529 pesetas). Nos preguntamos por la responsabilidad penal de Felipe y José Ramón. Nada hay en los hechos que permita dudar de la existencia de conductas humanas, por lo que no nos detenemos en este extremo. En cuanto a la tipicidad objetiva de dicha conducta procede centrarse en el tipo de defraudación tributaria (art. 305) que exige actualmente defraudar a la Hacienda Pública, por acción u omisión, cantidades debidas en concepto de tributos por importe superior a 120.000 €. Hay que valorar si la pasividad de los gestores de Excavaciones del Tajo constituye un riesgo típicamente relevante propio de ese delito. Si tenemos en cuenta cómo funciona el sistema tributario, se llegará a la conclusión de que dicha pasividad constituye un riesgo típicamente relevante. En efecto, si la Hacienda Pública ha configurado el sistema de gestión de los tributos de manera que a la declaración de los obligados tributarios sigue la liquidación y pago de la deuda, quien no acude a declarar, no podrá liquidar y pagar su deuda. Con otras palabras: la Hacienda Pública espera que sean los respectivos obligados quienes declaren, liquiden e ingresen el pago de las deudas tributarias. Tal y como está configurado el sistema de gestión de los tributos, quien no procede a actuar declarando y liquidando su deuda, no puede tributar. Por lo que entendemos que dicha pasividad constituye, en ese peculiar contexto de las relaciones de los particulares con la Hacienda Pública, un riesgo típicamente relevante de defraudación. Se trata de una conducta omisiva, la omisión del deber de contribuir, que en este caso no ha sido satisfecho en el ejercicio de 1998. Se cumple el aspecto objetivo de la conducta. En el aspecto subjetivo, el dolo puede inferirse de una serie de conocimientos que pueden sin duda imputarse a Felipe y José Ramón. Saben que el año transcurre y que no presentan la conveniente declaración tributaria. Saben que la empresa genera beneficios. Saben además, como cualquier persona, que si no se presenta la declaración del impuesto respectivo, no es posible 187 11.ª 11.ª La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) tributar. Si conocen esos datos, no pueden desconocer que transcurrido el momento de declaración y pago, habrán dejado de tributar sin remedio. Luego conocen el riesgo propio del tipo de defraudación tributaria. La conducta colma lo exigido en el tipo subjetivo de la defraudación (art. 305.1). Nada se dice de una situación que permita hablar de causas de justificación, por lo que hay que afirmar su antijuricidad. Procede ahora plantearse cómo responden ambos sujetos (Felipe y José Ramón) de esa defraudación. De entrada hay que resolver la cuestión de si esas personas pueden cometer el delito de defraudación que se les atribuye. En efecto, dicho delito sólo puede ser cometido por quienes reúnan las características específicas para ser deudor tributario. Y resulta que ninguno de los dos es deudor tributario del impuesto sobre la renta de sociedades, sino que lo es la persona jurídica Excavaciones del Tajo, que como tal persona jurídica no es sujeto capaz de cometer delitos, pues en nuestro sistema sólo delinquen las personas físicas. Se llega así a un problema que parece insoluble: quien es deudor tributario no puede cometer delito, y quienes lo cometen no son deudores, luego nadie responde. Dicha situación se repetirá en muchos casos de defraudación del impuesto sobre sociedades, pues en éste son personas jurídicas las obligadas. Para evitar estas situaciones de inexplicable impunidad, el ordenamiento penal ha previsto un régimen específico en materia de actuaciones en representación o por cuenta de otro (art. 31): en delitos especiales –es decir, en aquellos que requieren una particular condición en el agente para ser autor– en los que dicha condición recae sobre una persona jurídica, responderá no el sujeto cualificado, sino quien obre como administrador de hecho o de derecho (dejamos ahora aparte los casos de representación y actuar en lugar de otro). Según dicha previsión, se salva el dilema señalado y habrán de responder los administradores (Felipe y José Ramón). Pero ¿ambos en coautoría?, ¿uno de ellos autor, y el otro partícipe?, ¿uno de ellos autor y el otro no responde? Podrían ser coautores si entre ellos mediara un acuerdo con distribución de tareas, pero no parece ser el caso, pues José Ramón, carecía de capacidad de decisión (estaba sometido a los dictados de Felipe, carecía de firma en los bancos, cumplía tan sólo cometidos administrativos…). Por tanto, no puede afirmarse la distribución de papeles en la ejecución, sino más bien la reserva de actos ejecutivos a favor de Felipe. Pero eso no quita que José Ramón pueda ser partícipe en el delito de Felipe (autor): podría ser cooperador (necesario o mero cómplice), en función de la entidad de los actos realizados. Sin embargo, me inclino a pensar que ni siquiera podrá ser partícipe, por cuanto carece de toda capacidad de decisión ejecutiva, y se ve sometido a las directrices y órdenes de Felipe. José Ramón no es partícipe en ese delito por tanto. Felipe en cambio es el autor de la defraudación. 188 La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) En lo referente a la culpabilidad nada se dice sobre la inimputabilidad de Felipe, ni sobre una posible situación de inexigibilidad de otra conducta. Por lo demás, entiendo que no procede alegar desconocimiento de la prohibición de defraudar, a pesar de que se podría alegar –y Felipe lo alegó en su recurso de apelación– que él desconocía la prohibición penal de defraudar a Hacienda. Como empresario, sabe que está obligado a llevar contabilidad, y que la contabilidad permite conocer el estado de una empresa, no sólo para quienes la gestionan, sino también para determinar sus deudas tributarias. Sabe, además, que existen en la sociedad actual una serie de deberes, los tributarios, que ningún agente económico puede ignorar. No puede dejar de saber que cualquier agente mercantil realiza operaciones que presentan interés de cara a Hacienda. Sin embargo, estos datos abonarían tan sólo la conclusión de que se conoce la antijuricidad general de su conducta, pero no su concreta antijuricidad penal. El conocimiento que se exige para la culpabilidad por una conducta es el referido a la antijuricidad penal, y no a la concreta penalidad o sanción. Dicho error, caso de producirse, no es un error sobre la antijuricidad, sino sobre otros elementos no necesarios. El conocimiento que se exige para la culpabilidad por una conducta tampoco es un mero conocimiento de que la conducta es ilícita, sino algo más: que es penalmente ilícita, que la concreta conducta infringe normas penales, normas que llevan consigo sanciones penales. En nuestro caso, no cabe alegar que una persona adulta en un país occidental como el nuestro y que se dedica al tráfico mercantil desconozca la antijuricidad penal (repito: no la concreta penalidad)1. Luego si conoce dicha antijuricidad penal de defraudar, es imputable y no se halla en una situación de inexigibilidad, hay que afirmar la culpabilidad de Felipe por un delito de defraudación tributaria. El tipo de defraudación exige superar la cifra de 120.000 €. Dicha cifra se puede entender como un elemento no del tipo sino de la punibilidad. De ser así, no es preciso que el dolo abarque la concreta cifra (aunque otras tesis sostienen que es elemento del tipo, por lo que exigen dolo aun eventual sobre la cuantía). La cuantía opera como una condición de la punibilidad de la conducta: por debajo de esa cifra, entra en juego una infracción tributaria, sancionada sobre todo con multa; por encima, un delito, sancionado con pena privativa de libertad. En este caso, superada la cuantía, la conducta de la que Felipe es culpable es también punible. Que acudiera el 26 de enero de 2001 a efectuar una declaración tributaria por el ejercicio de 1998 podría evitarle la sanción (art. 305.4), pero al haberse efectuado una vez iniciadas actuaciones de comprobación por la Agencia Tributaria, no es posible acogerse a tal causa de levantamiento de la pena. La conducta es pues punible. En consecuencia, Felipe ha de responder por un delito de defraudación tributaria (art. 305.1). La pena prevista es tanto una 189 1 11.ª Cfr. la SAP Madrid de 10 de noviembre de 2003, en la que se lee: «el acusado don Felipe, persona que ejerce el cargo de dirección de la entidad Excavaciones el Tajo, SL, necesariamente era consciente de sus obligaciones tributarias, no solamente por su condición profesional sino porque son conocimientos de carácter general para cualquier persona incluso con una formación mínima. El acusado, al igual que tenía conocimiento suficiente para constituir una entidad mercantil, también seguro era sabedor de que tenía unas obligaciones tributarias, realizar las correspondientes declaraciones del Impuesto de Sociedades, sus respectivas liquidaciones y …, en el supuesto de tener cuotas tributarias positivas, obligación de ingresar las correspondientes cuotas. El propio acusado don Felipe manifiesta en el acto de juicio oral que “lleva 45 años de empresario y sabe que hay que presentar declaración todos los años”. No es concebible, a pesar de la simple alegación del recurrente meramente enunciada en el recurso, que el acusado desconociera dichas obligaciones tributarias. Lo consideramos increíble en esta segunda instancia a la vista de la profesión del acusado y a la vista de que tenía unos conocimientos mínimos para constituir una entidad mercantil de responsabilidad limitada. El conocimiento del mecanismo de dicha constitución supone también el conocimiento de todas las consecuencias que la constitución de una empresa supone, entre ellas las tributarias a las que se someten las sociedades conforme a la Ley del Impuesto de Sociedades. La SAP citada supra recoge la doctrina del TS sobre este error: “Como reiteradamente ha declarado esta Sala (cfr. SS. 22 enero y 17 octubre 1991, entre otras), para acoger como circunstancia de inimputabilidad el error de prohibición, es imprescindible 11.ª La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) prisión de uno a cuatro años, como una de multa del tanto al séxtuplo de lo defraudado, además de otras penas (art. 305.1, in fine). Está obligado a satisfacer además la deuda tributaria debida. Además, desde la reforma del CP (2010) que prevé la responsabilidad penal de las personas jurídicas (arts. 31 bis y 310 bis), sería posible conforme a esta regulación hacer responsable a Excavaciones del Tajo (obviamente, si los hechos fueran posteriores a tal norma). que sea probado con real fundamento por quien lo alega y que para exonerar la responsabilidad, es preciso que el pretendido error tenga el carácter de invencible” (Sentencia del Tribunal Supremo núm. 1160/1992, de 25 de mayo)”.» Cfr. también C.31. Clásicamente se ha distinguido entre el error facti y el error iuris, o error de hecho y de Derecho. Dichos binomios no coinciden exactamente con los de «error de tipo» y «error de prohibición» respectivamente, que son más modernos. La razón de que no coincidan reside en que hay elementos del tipo que son de carácter fáctico, pero también otros que son de carácter jurídico o normativo. Por tanto, el dolo –y el error, de tipo– pueden referirse tanto a elementos de hecho como de Derecho (elementos de carácter jurídico o normativo). Una situación algo diversa se da en C.112, en donde un sujeto desconoce el contenido de la norma, pero no de una norma prohibitiva o prescriptiva, sino de una facultativa. En efecto, en materia de causas de justificación el agente puede dar por lícito lo que en realidad el ordenamiento no permite. De ese modo, alguien cree obrar amparado por una norma facultativa (que daría lugar a una causa de justificación) que en realidad no le ampara. Obsérvese cómo este caso presenta una situación distinta a la de otros que ya nos son conocidos: el caso del «ademán» (C.72) y el caso «Joe & Jack» (C.73). ¿Por qué? C.112 Caso del «antiguo estudiante de Derecho» «A., antiguo estudiante de Derecho, es atacado por B. con un cuchillo. A. se defiende a su vez con un cuchillo, con el que asesta a B. una puñalada en el pulmón, que le produce la muerte. Dadas las circunstancias, este golpe no era necesario para repeler la agresión, pero a A. le sonaba de sus antiguos estudios de Derecho que la legítima defensa era una vía que el ordenamiento tenía prevista para quitar de una vez por todas al agresor injusto los deseos de atacar a otras personas» (Caso doctrinal, propuesto por HRUSCHKA, Strafrecht nach logisch-analytischer Methode, 2.ª ed., Berlín, Nueva York, 1988, p 241: Cfr. ref. en SILVA SÁNCHEZ; BALDÓ LAVILLA; CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales, Barcelona, 1997, pág. 342). Sin variar en nada el relato de hechos propuesto, y centrándome en la responsabilidad de A., cabe afirmar lo siguiente. 190 La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) A. No cabe dudar de la existencia de una conducta humana, pues se evidencia el auto-control necesario para que exista tal conducta, porque A. esgrime un cuchillo, es consciente de que está siendo realmente atacado… Damos, pues, por existente una conducta humana por parte de A. B. La tipicidad de dicha conducta humana a efectos del delito de homicidio no deja lugar a dudas: la causalidad, unida a la creación de un riesgo suficientemente relevante como homicidio (puñalada en el pulmón) y la ausencia de otros factores de riesgo de terceros o de la propia víctima, abonan la solución de entender que se realiza el tipo objetivo de ese delito (art. 138). Si además tenemos en cuenta la representación del riesgo que cabe imputar a A. (pues es consciente de esgrimir el cuchillo y asestar a B. una puñalada), es posible entonces imputar subjetivamente el tipo como doloso. Nada hay en el relato de hechos probados que permita dudar de la representación por A. del riesgo que encierra su propia conducta. La conducta es típica. C. Problemático, en cambio, es lo que se refiere a la posibilidad de justificar dicha conducta: podría existir una norma facultativa, con arreglo a la cual la conducta de la puñalada quedara justificada como legítima defensa (art. 20.4.º). Sin embargo, se dice claramente en los hechos que este golpe no era necesario para repeler la agresión. Por lo que la conducta no puede quedar justificada. Pero conviene distinguir: hay necesidad de defenderse (en abstracto), porque no hay deber de tolerar una agresión no provocada (ataque de B. a A. con un cuchillo); pero no hay necesidad de defenderse (en concreto), porque era viable repeler la agresión suficientemente con menos intensidad. Dicho con otras palabras: A. va más allá de lo que es necesario para evitar la agresión, al menos por lo que se dice en el relato de hechos. Se trata entonces de una conducta típicamente antijurídica. D. En sede de culpabilidad, dejando de lado la imputabilidad y la exigibilidad de otra conducta, de las que no parece posible dudar, pues nada hay que las ponga en cuestión, podemos preguntarnos por la incidencia que tendría la creencia errónea del agente respecto al sentido y alcance de la legítima defensa. Se nos dice que, debido a sus antiguos y “escasos” estudios de Derecho, se hace la idea de que la legítima defensa significa algo distinto a lo que el ordenamiento prevé. Que se represente que la legítima defensa viene a “quitar de una vez por todas al agresor injusto los deseos de atacar a otras personas” no hace desaparecer ni el dolo –esto ya no se cuestiona– ni la conciencia de la antijuricidad. Pero puede dar lugar a un error que sí sería relevante. Me explico: si dicha creencia da pie a pensar que el ordenamiento permite o faculta ir más allá de lo que realmente permite, estaríamos ante una divergencia entre la previsión del ordenamiento y la que realmente prevé. En efecto, de ser así, el agente daría por lícita una conducta que en realidad se halla 191 11.ª 11.ª La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) prohibida, porque toma por existente la permisión que en realidad no se da, o por más amplia de lo que en realidad faculta. Tratándose de una norma facultativa, podemos hablar de un error «sobre la permisión». Dicho error es el correspectivo en las normas facultativas al error «de prohibición» en las prohibitivas y el «de prescripción» en las prescriptivas: lo que el agente ignora en los casos de desconocimiento sobre la prohibición, se considera como permitido en el error sobre la permisión. Por eso se denomina también error «de permisión». Pues bien, dicho error de permisión afecta a la culpabilidad si llega hasta a hace desaparecer el conocimiento que se exige respecto de la antijuricidad (o, en este caso, permisión) de la conducta. En nuestro caso, es posible entender afectada la conciencia de la permisión. Pero no parece que un error de esa naturaleza sea invencible. Y ello, porque se trata más bien de un defecto del propio agente, que podemos imputárselo a él mismo, pues desconoce algo por culpa suya, por defecto en sus estudios, falta de consideración o por una representación de la vida social que pasa por encima de las mínimas cautelas que cabe exigir cuando está por medio la vida humana. Por este motivo, entiendo que el error de permisión era vencible, por lo que podría sancionarse como homicidio con la pena inferior en uno o dos grados (art. 14.3). E. La punibilidad no se ve afectada por ninguno de los datos reseñados en los hechos, por lo que el agente A. es punible. En conclusión: A. debe responder por un delito de homicidio realizado con desconocimiento vencible sobre la permisión, con la pena inferior en uno o dos grados a la señalada para el homicidio (art. 138). Cfr. también C.72, C.73. Ya ha quedado dicho que para afirmar la culpabilidad del sujeto es preciso, además de conocer la ilicitud de la conducta, la posibilidad de orientar la propia conducta conforme a dicha representación. Pueden darse casos –ciertamente escasos– en los que el sujeto implicado se halla en una situación en la que resulta muy difícil exigirle obrar conforme a la norma: una persona a punto de perecer a la que se le presenta salvar su vida a costa de un inocente, una persona amenazada de muerte si no comete un delito… Son casos límite en los que el sujeto implicado efectivamente actúa, pero su actuar no es del todo libre. Con terminología que ya conocemos, aun teniendo volición, le faltaría la voluntariedad. Páginas atrás se expuso el caso de los «dos médicos» (C.92), en el que se planteaba la distinción entre estado de necesidad justificante y exculpante. En ciertas situaciones de necesidad no procede la justificación de la conducta, pero es planteable la exculpación del agente, porque no puede pasarse por alto la extraña situación límite en la que se producen los hechos. La doctrina penal de la culpabilidad ha acabado 192 En el conocido caso de la Mignonette se procedió contra Dudley, capitán del barco de tal nombre, y su timonel, Stephens, por la muerte (5 de julio de 1884) de Parker, un grumete a quien habían ejecutado para comerlo y sobrevivir. El tribunal dictó sentencia de muerte contra aquellos. Dicha sentencia fue conmutada por la Corona a un arresto de seis meses. El Derecho inglés desconocía una categoría como la que hoy denominamos «inexigibilidad». Más datos y texto de la argumentación de Lord Coleridge, en RADBRUCH, El espíritu del Derecho inglés, pp 93-95. La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) 11.ª por dar acogida a estos casos para declarar a su autor como exculpado, no culpable, por serle inexigible otra conducta conforme a la norma en cuestión. Obsérvese: el hecho es antijurídico y lo seguirá siendo en el futuro para ése y cualquier otro sujeto, pero es el agente concreto quien queda exculpado, disculpado, en esa ocasión. Veamos ahora C.113 y compárelo después con C.92. C.113 Caso «Guerrilla colombiana» «Josué, con pasaporte colombiano..., sin antecedentes penales, el día 16 octubre de 2001, llegó al Aeropuerto de Madrid-Barajas en un vuelo de Air Europa procedente de La Habana portando en el interior de su equipaje y oculto en el interior de 6 paquetes de café un total de 2.946,6 gramos (peso neto) de cocaína, con una pureza del 46,2 % que el acusado pensaba destinar al intercambio con terceras personas. La droga está tasada en el mercado al por menor en 26.939.294 pts. El día 10 de octubre de 2001, en la zona rural del municipio de Buga, en donde reside el procesado y su familia, un total de 25 campesinos, todos ellos hombres jóvenes, fueron asesinados por los miembros de Autodefensas Unidas de Colombia. Posteriormente, a la salida del funeral que se celebraba por las víctimas, una persona apodada “Nené”, le exigió la realización al acusado de un viaje a España portando droga, como único medio de evitar algún mal para la vida de su familia, efectuando el procesado el viaje bajo el temor que en caso contrario, ejecutaran los paramilitares los males anunciados sobre su familia y especialmente sobre su hijo de 16 años» (SAP Madrid, sección 7.ª, de 24 de abril de 2002; ponente: Excma. Sra. Núñez Galán; RJ 8787). A. De los hechos se destaca que Josué es detenido por la Policía a su llegada al aeropuerto de Madrid-Barajas con una gran cantidad de droga. En su país Josué había sido amenazado gravemente para que trasportara la droga para evitar que los paramilitares mataran a su hijo. B. Analizaremos la responsabilidad penal de Josué por un posible delito contra la salud pública de sustancia gravemente perjudicial para la salud y en cantidad de notoria importancia, previsto y penado en los arts. 368 y 369 del CP, cuyos detalles no serán objeto de estudio en este caso, pues nos centraremos en las categorías de la teoría del delito. Teniendo como probados los hechos que se señalan, y puesto que del tal Nené nada más sabemos, procede señalar lo siguiente respecto a la responsabilidad penal de Josué. 1. Cuando Josué es detenido se hallaba en el aeropuerto llevando su maleta, lo cual sólo es posible si existe una conducta humana. Veámoslo. Josué tuvo que contar con su pasaporte, comprar el pasaje de avión, trasladarse al aeropuerto, embarcar en un avión y llevar la maleta en la que se encontraba la droga. Toda esta serie de 193 11.ª La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) secuencias sólo es posible mediante procesos humanos, externos y con alternativas o autocontrol (podía haber no accedido a la solicitud de Nené, podía haber acudido a la policía, podía hacer otro viaje alternativo...), por lo que no se trata de meros actos del hombre, sino de actos humanos. Puede afirmarse, por tanto, que Josué realiza una conducta humana en el momento de llegar a territorio español. 2. Debemos analizar ahora si la conducta de viajar con droga y en esa cantidad es o no típica. El art. 368 describe el delito contra la salud pública, consistente en la ejecución de actos de cultivo, elaboración o tráfico, o la promoción, favorecimiento o el facilitar el consumo ilegal de sustancias tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas. También sanciona la tenencia o posesión de estas sustancias con la misma finalidad. Se trata de un delito de peligro que se consuma con la simple amenaza que estos actos suponen potencialmente para la salud colectiva, aunque sustancial y materialmente no se llegue a producir un daño efectivo a la salud. Por eso, la imputación objetiva se reduce a acreditar que la conducta pertenece al género de conductas que el tipo en cuestión describe, sin necesidad de atribuir un resultado (que no se da) a una conducta previa. Josué llevaba en su maleta casi tres kilos de cocaína. Entendemos que esta droga está preordenada al tráfico por algunos datos externos que concurren en el caso como la gran cantidad de droga ocupada y la condición de no toxicómano del encausado. Dichos datos no pueden ser explicados de otra manera que como destinados al tráfico, dirigidos al intercambio, por lo tanto, destinados a poner en circulación esa droga. Por eso, el procesado poseía droga con la finalidad de su tráfico posterior. Realiza así los actos propios del tipo penal del art. 368, creando el riesgo típicamente relevante para la salud pública que el legislador ha sancionado expresamente sin que sea preciso la plasmación en un resultado lesivo concreto del mundo exterior. Por otro lado, Josué conocía perfectamente que llevaba en su equipaje esta clase de droga, pues es él quien porta una maleta, introduce en ella varios paquetes de café, esconde en estos la droga. Además sabe que se halla escondida en la maleta, que llega a territorio español. Puede afirmarse el dolo de Josué en cuanto a la tenencia de drogas dirigida al tráfico. La conducta puede imputarse objetiva y subjetivamente a Josué. 3. En el caso hay datos que nos hacen cuestionarnos si el procesado actuó amparado en una causa de justificación. Su conducta no responde a una situación de legítima defensa, ni al cumplimiento de un deber o ejercicio de un derecho, oficio o cargo, pero cabe cuestionarse si puede quedar amparada por estado de necesidad. Sin embargo, falta un elemento esencial para poder hablar de estado de necesidad justificante: la situación de crisis inmediata e inminente 194 La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) que no puede superarse de otra manera que lesionando un bien jurídico (la no subsidiariedad). En este caso, Josué contó con tiempo suficiente para evitar o desviar al menos la situación de crisis. Por lo tanto, no cabe hablar de justificación. Sin embargo, es cierto que las amenazas sufridas no le dejan en una situación normal para actuar, sino que influirían sin duda en su conducta. Pero esto no es ya cuestión de justificación, sino de una posible exculpación, que analizaremos a continuación (4). Concluyamos, de momento, diciendo que los hechos llevados a cabo por Josué constituyen una conducta típicamente antijurídica de tráfico de drogas (art. 368 CP). 4. Una vez analizados los aspectos que conciernen al hecho en sí, nos debemos plantear las circunstancias personales en las que obra Josué, es decir, su culpabilidad. Debe tenerse en cuenta que el día 10 de octubre, esto es, 6 días antes de que él viajara a España, se había producido la terrible matanza en su localidad de origen, a manos del grupo paramilitar al que pertenece el tal Nené. En el estado emocional de Josué tiene relevancia el temor que sintió ante la intimidación por parte de esta persona, ya que conocía la seriedad de esas amenazas al ser conocedor de lo que había ocurrido ese 10 de octubre, y de muchos de los asesinatos perpetrados con anterioridad. Tiene además un hijo de 16 años al que anuncian que matarán si no realiza lo mandado. Todas estas circunstancias influyen sin duda en la capacidad decisoria de Josué respecto a sus propias acciones: es una persona sometida a los graves conflictos existentes en la zona donde vive. Finalmente, accede a efectuar el viaje bajo el grave temor de que algo pudiera ocurrir a su familia, y en concreto a su hijo mayor. Que Josué se encontraba en un estado de temor parece evidente y es comprensible. Ahora bien, se trata de valorar si este miedo del encausado le exime absolutamente de responsabilidad, la disminuye o no tiene relevancia alguna. Que tiene alguna relevancia parece claro puesto que no obra motivado por un ánimo de lucro, sino para evitar un grave mal a su familia. Puede decirse que Josué no es absolutamente “libre” cuando acepta volar a España con ese “equipaje”. Sí es libre para poder hablar de una conducta humana (volición), pero eso no basta para la plena libertad (voluntariedad) que la culpabilidad exige. Para poder considerar que Josué se encuentra en una situación de inexigibilidad de otra conducta por estar bajo el efecto de un miedo insuperable se tendrían que dar los siguientes requisitos: que se produzca la actuación como consecuencia de una situación de miedo capaz de generar en el ánimo del acusado un estado emocional de tal intensidad que restrinja seriamente la capacidad de actuar libremente; en este caso, en efecto, la actuación tiene relación directa con el miedo, pero éste no anula del todo su capacidad de actuar. Por otro lado, no es preciso que el mal que se tema sea real o cierto (pues lo relevante es apreciar cómo afecta a la motivación normativa 195 11.ª 11.ª La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) del agente, e igual afecta un mal real que uno imaginario: lo importante es que sea percibido como grave): parece que este requisito se da, pues precisamente salía del funeral por 25 de sus vecinos que habían muerto a manos de ese grupo armado, por lo que Josué podía suponer que las amenazas hacia la vida de su familia eran serias, dignas de temer. El miedo debe ser insuperable; y en este caso pasan varios días desde que es compelido por el tal Nené para llevar a cabo esta acción hasta el viaje. En este tiempo dispuso de la posibilidad de atenuar ese estado de temor que le producía y, aunque es cierto que seguía temiéndose lo peor, no estaba invadido por un estado psíquico de falta de motivación permanente que restringiera seriamente su voluntariedad. Pero entender así el «miedo» insuperable lo aproximaría al terror, cuando lo esencial es que se vea gravemente alterada la capacidad de seguir la norma, lo cual parece que sí se da en este caso (no cabe olvidar que las amenazas de muerte son serias: 25 asesinados recientemente). Por lo tanto, debido a que no le sería exigible otra conducta acorde con la norma, en razón de la situación tan anormal en la que se encuentra (riesgo de sacrificar su vida y la de sus parientes), Josué no sería culpable de la conducta típica de tráfico de drogas. C. Conclusión: Josué no respondería de un delito contra la salud pública de tráfico de drogas (art. 368), por concurrencia de una situación de miedo insuperable (art. 20.6.ª). Cfr. también C.92. La culpabilidad jurídico-penal exige por tanto la imputabilidad del agente, que éste comprenda la ilicitud de su obrar y que además pueda adaptar su conducta a dicha comprensión. Si se constata la culpabilidad del agente, estamos reprochando (o imputando a título de reproche) al agente su hecho antijurídico. Para castigar con una pena es preciso todavía constatar la punibilidad, cuyo estudio se aborda al final, en L.14. Antes es preciso referirse (L.12 y L.13) a otras cuestiones. http://www.unav.es/penal/delictum/ ¡Inténtelo usted mismo! «El día 18 de enero de 1997, sobre las doce horas de la mañana en la C.114 Plazoleta sita entre las calles Gral. Margallo y Martínez Campos de la ciudad de Melilla, y como consecuencia de una discusión habida entre Karim A. y el procesado Manuel D.L., mayor de edad y sin antecedentes penales, con motivo de la relación que mantenía el primero con la hijastra del acusado, se enzarzaron en una pelea fruto de la cual el acusado debido a la diferencia de edad, la corpulencia física de la víctima y temiendo por su vida, sacó una navaja que portaba para ayudarse a ingerir alimentos (dado que carece de la mayoría de las piezas dentarias) y sin precisar cómo y dónde lo hacía 196 Ante el temor por su vida, Manuel apuñala a la víctima: dicho miedo ¿influye en la apreciación de la legítima defensa o en la culpabilidad? La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) 11.ª asestó dos puñaladas al hoy fallecido Karim; sufriendo éste dos heridas inciso punzantes penetrantes en la cavidad torácica produciendo en pulmón derecho hemitorax masivo, lesiones de las que tardó en curar 30 días de los cuales 13 estuvo hospitalizado, precisando de varias asistencias facultativas.» (SAP Málaga 29 de enero de 2001, ARP 307; ponente Giner Gutiérrez). Notas de Derecho Anglo-Americano AA.11 En el ámbito jurídico del Common law puede suceder que el autor de un delito obre con ciertas motivaciones tan poderosas que resulta imposible exigirle que oriente su actuar de un modo diverso. De este modo tanto la fuerza por amenazas (duress by threats) como la fuerza por circunstancias (duress by circunstances) se han erguido como defensas generales (general defenses). Es preciso que el condicionamiento disminuya su libertad en tal medida que sea imposible exigirle una conducta ajustada a Derecho. En lo que respecta a la obediencia debida por órdenes superiores (superior orders), éstas no constituyen una defensa pero sí pueden ser causa de error. El error o la ignorancia de derecho (mistake of law) no constituye en el ámbito del Criminal Law una defense, pero puede negar la mens rea exigida en un delito. Por último, para que el error sobre los presupuestos de una defensa pueda constituir realmente una defense es necesario que sea razonable, esto es, que se apoye en bases reales y que hubieran hecho incurrir en dicho error a una persona razonable, de encontrarse ésta en la misma posición. VOCABULARY: duress by threats duress by circunstances superior orders mistake of law Ver también: R v Reid [1973] (Mistake of Law); DPP v Morgan [1975] (Mistake of fact) Para saber más SILVA SÁNCHEZ, «Observaciones sobre el conocimiento "eventual" de la antijuricidad«, Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1987, pp 647-663. JESCHECK/WEIGEND, Tratado de Derecho penal. Parte general, 5.ª ed., trad. Olmedo Cardenete, Granada, 2002, pp 485-497. Para seguir trabajando: http://www.unav.es/penal/delictum/ «Los acusados Juan Pablo y Gloria, mayores de edad y carentes de antecedentes C.115 penales, contrajeron matrimonio en fecha 30 de abril de 1983, habiendo nacido de dicha unión conyugal las hijas Estela nacida el 25 de octubre de 1983, y María Virtudes, nacida el 25 de octubre de 1992 […]. A partir de fechas no concretadas del año 1995 y durante un período aproximado de dos años, el acusado Juan Pablo, en las dependencias del domicilio conyugal y guiado por el propósito de satisfacer 197 11.ª La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) sus instintos libidinosos, en diversas ocasiones realizó tocamientos en distintas zonas del cuerpo de su hija Estela, ente ellas sus partes íntimas […], siendo sorprendidos en alguno de tales episodios por la acusada Gloria, –madre de la menor– que se limitaba a guardar silencio, cesando el Sr. Juan Pablo de continuar sus actos cuando era descubierto por su mujer. […] La acusada Gloria presentaba al tiempo de los hechos una oligofrenia, teniendo evidentes problemas sociales y dificultades de adaptación al entorno, con patrones primitivos de análisis de su vida social, estando pobremente capacitada para llevar una familia y procurar el necesario soporte a sus descendientes con mínima efectividad, comportando todo ello una merma notable de su capacidad para comprender el alcance de sus actos y para actuar conforme a dicha comprensión» (STS 4 de febrero de 2005, RJ 1657, ponente Delgado García). La acusada María Inés, con la intención de proteger al menor, y mediando unas C.116 relaciones familiares extremadamente conflictivas con sus suegros (junto a la negativa del menor a ir con sus abuelos paternos, éste mostraba un rechazo verbal y emocional a los abuelos paternos, sufría un trauma diagnosticado de ansiedad: "trauma real y no inducido por la madre", se suma la preocupación u obsesión de la acusada, agudizada por el trastorno ansioso-depresivo que padece, de proteger a su hijo, de evitar el peligro de que sufra un daño como consecuencia de la relación con sus abuelos paternos, peligro real derivado de que, si las relaciones de la acusada con los abuelos paternos ya no eran buenas durante el matrimonio con el padre del menor, tras la ruptura matrimonial y especialmente tras la muerte del padre se han convertido en un "enfrentamiento encarnizado" en el que el menor ha presenciado conflictos con su madre de los abuelos), rehusó en varias y sucesivas veces entregar a su hijo a los abuelos paternos para el cumplimiento del régimen de visitas establecido. La procesada padece un transtorno ansioso-depresivo: "tiene intactas sus facultades mentales", sin perjuicio de diagnosticarle un trastorno ansioso-depresivo, reactivo a su problemática familiar, y un trastorno histriónico de la personalidad …, "la acusada a nivel cognitivo conserva sus facultades y por ello es consciente de las obligaciones impuestas por la resolución judicial que incumple" si bien "a nivel volitivo sus facultades están mermadas" por el trastorno ansioso-depresivo que padece y por la obsesión de proteger a su hijo.. (SAP Asturias 11 enero de 2005, LL 1170, ponente Donapetry Camacho). «Declaramos probados que: La acusada Francisca G. A., mayor de edad y sin C.117a antecedentes penales, se hallaba a principios de 1996 en trámites para obtener la separación de su esposo José Ch. C., no obstante lo cual permanecían ambos en la vivienda conyugal, sita en la calle Abeto ... de Chipiona, al no haberse adoptado en la causa matrimonial medidas de otro signo. Así las cosas, y dado que Francisca venía siendo objeto por parte de su esposo de insultos, amenazas y malos tratos de obra, fruto de los cuales resultara incluso con leves contusiones, ante el temor de que tales episodios se repitieran, el día 6 de enero de 1996, aprovechando que su marido se hallaba en un cuarto situado en la azotea de la casa, sólo accesible desde la cocina, a través del patio interior de la finca, cerró con llave la puerta de comunicación, protegida por reja metálica, dejando a su esposo allí recluido, bajo vigilancia estrecha y directa de la acusada, que apostada ante la reja, le amenazaba con echarle aceite hirviendo si se acercaba, permaneciendo José. en dicha situación hasta el día 8 de enero en que personas de la vecindad alertaron a la Guardia Civil, siendo finalmente liberado.» (STS 13-12-2002, RJ 2003\312, ponente CondePumpido). C.117b «En el mes de mayo de 2002, Alexander, mayor de edad, sin antecedentes penales, de nacionalidad rumana y con tarjeta de residente en España Nieb NUM000, trabajaba como camarero en un local … de la localidad de Calatayud en la que residía habitualmente. Como consecuencia de su actividad en dicho local, tomó contacto con el también ciudadano rumano residente en Calatayud Luis Pedro, mayor de edad, sin antecedentes penales que era cliente habitual del local. En un día no determinado del mes de mayo citado Luis Pedro se personó en el local en 198 La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) 11.ª unión de otro compatriota de nombre Cesar, el que no ha sido identificado, y le propuso a Alexander a fin de obtener beneficio económico que procediera a «doblar» copiando tarjetas de crédito entregadas por clientes del local para pago de sus servicios, mediante un lector de tarjetas que le entregaba el citado Cesar. Para conseguir la colaboración de Alexander en tal actividad, a cuya realización se había negado en un principio, Luis Pedro y Cesar enseñaron a Alexander fotos de su familia indicándole que tenían controlados los miembros de la misma. Alexander utilizando el aparato doblador de tarjetas llegó a copiar un número aproximado de cuarenta tarjetas, habiéndose establecido la utilización de las siguientes, mediante las filiaciones de Plácido, Carlos Manuel y Ángel Jesús, principalmente en las zonas de Madrid y Castellón. … Los procesados Luis Pedro y Alexander conocían que con ese sistema se iban a fabricar tarjetas de crédito falsas, y como que las mismas iban a ser utilizadas fraudulentamente para la compra de distintos efectos, o pago de concretos servicio, aún cuando no participaran en dicho uso. Alexander había comentado la situación con un vecino de la localidad donde reside que es miembro de la Guardia Civil, quien se lo puso de manifiesto a la Policía Nacional, que ya investigaba los hechos. Alexander colaboró con la Policía en el esclarecimiento de los hechos y en la detención de Luis Pedro». STS 16 de febrero de 2006 (RJ 2006/2150, ponente Martínez Arrieta). C.118a «El Tribunal del Jurado en el veredicto y en la sentencia recurrida declaró «Everardo se desplazó en el SEAT León PDZ propiedad de su amigo Agustín probados los siguientes hechos, que esta Sala hace suyos…: 1º.-Sobre las 20 horas del día 13 de septiembre de 2001, Pedro Francisco se dirigió a la zona conocida como "Las Barranquillas", de esta capital, en compañía de José María y Laura, con objeto de adquirir droga para su consumo. Una vez allí coincidieron con Magdalena y el acusado Alberto y, en un momento dado, se suscitó una discusión entre Laura e Magdalena, interviniendo Alberto para separarlas, lo que motivó que se enzarzara con Pedro Francisco, procediendo éste, que tenía mayor corpulencia física, a golpear a Alberto, tras lo cual ambos se encaminaron en dirección a los vehículos en que habían acudido al lugar de los hechos para salir de allí. En ese momento, y cuando parecía haber terminado la pelea, se produjo un intercambio de insultos entre Pedro Francisco y Alberto, volviéndose a enzarzar ambos y en el transcurso de la reyerta el acusado Alberto clavó una navaja a Pedro Francisco en la areola mamaria que, tras penetrar en la cavidad torácica, seccionó la arteria pulmonar dando lugar a una intensa hemorragia, que determinó su fallecimiento a los pocos minutos en las dependencias de una narcosala, sita en un lugar cercano. 2º.-Alberto, al apuñalar a Pedro Francisco, sabía que con ello podía, muy probablemente causarle la muerte. […] 5º.-El acusado, tras haber sido golpeado por Pedro Francisco en la primera reyerta y dado que éste le superaba en corpulencia física, se vio inmerso en una situación de temor por su vida que determinó una disminución muy importante de su capacidad electiva, sin llegar a anularla por completo […]». (STS 11 marzo 2005, RJ 4493, ponente Giménez García). C.118b junto a otros dos individuos no identificados hasta…», en donde Everardo presencia cómo un individuo no identificado dispara 10 veces a Jesús Ángel con una pistola marca Luger «alcanzándole 8 disparos a centros vitales, por lo que Jesús Ángel murió en escasos minutos.- Inmediatamente después Everardo, quien carecía de licencia de armas, tomó la citada pistola, sin intención de hacer uso de la misma, desplazándose al domicilio de Juan a quien entregó el arma para que se deshiciera de ésta.» […] «Everardo acudió al domicilio de Juan, quien se encontraba junto al acusado Cesar, les contó lo que había sucedido y les entregó la pistola Luger para que se deshicieran de ella, careciendo estos acusados de licencia de armas o guía de pertenencia de la citada arma. Esa misma noche Juan le entregó la pistola a su vecino Francisco, quien también carecía de licencia de armas y guía de pertenencia, y guardó la pistola en su casa hasta el día siguiente, cuando se la devolvió a Juan y éste y Cesar deciden entregar la pistola a José Miguel, quien 199 11.ª La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) carecía de licencia de armas, y se llevó la pistola Luger para desmontarla, limpiarla y tirarla al río. Ninguno de estos cuatro acusados tenía intención de hacer uso de la pistola Luger modelo 85 y número de serie núm. ….- Al día siguiente, 21 de septiembre de 2004, Agustín, conociendo a través de Everardo los hechos de la muerte de Jesús Ángel y sintiendo un gran temor por su integridad, se deshizo del SEAT PDZ de su propiedad depositándolo en un taller de la C/Ezequiel Solana 13 de Madrid, pidiendo al dueño que lo registrara con fecha de entrada en el taller del día 17 de septiembre.» STS 139/2008, de 28 febrero RJ 2699/2008 (ponente Varela Castro). C.119a «Probado y así se declara que sobre las 22:00 horas del día 16-09-1998 el acusado Juan C.V. de 44 años al tiempo de los hechos y con antecedentes penales no computables en la presente causa conducía el vehículo de su propiedad con placa de matrícula ... con sus facultades psico-físicas de atención y reflejo disminuidas a causa de la previa ingestión de bebidas alcohólicas, razón por la cual no respetó la señal de detención obligatoria STOP que obligaba su marcha existente en la Avda. Vilanova intersección con la calle duero de Calafell, a consecuencia de la cual colisionó con el vehículo matrícula ... de Angel Z. G. que se encontraba estacionado en la citada vía a altura del n° 13, ocasionando daños renunciados por aquel y tasados en 227.589 ptas. Requerido el acusado para la práctica de las pruebas de determinación alcohólica se negó expresamente a verificarlas a pesar de haber sido apercibido por la fuerza actuante de las consecuencias de aquella negativa. El acusado presentaba entre otros síntomas externos, fuerte alitosis etílica, respuestas repetitivas, ausencia de equilibrio en la deambulación y ojos brillantes». El acusado expresó en el juicio que «no fue advertido de las consecuencias de su negativa a someterse a tal prueba», por lo que desconocía que al negarse estaba cometiendo un delito, aunque sí una posible infracción de tráfico (SAP Tarragona, sección 2.ª, 30 julio 2001, JUR 311336, ponente Díaz Muyor). C.119b «Por denuncia formulada por funcionarios afectos al Servicio de Costas ante la Guardia Civil del Puesto de Pulpí (Almería) el hoy acusado, Gaspar, mayor de edad y sin antecedentes penales, propietario de una casa/cueva, compuesta de vivienda y terraza, sita en el paraje conocido como "Cabezo de Pichirichi", sito en San Juan de los Terreros, término municipal de Pulpí, dando vista a la playa conocida como "Mar rabiosa", quien sin obtener la preceptiva autorización de Costas, solicitó licencia de obras de reparación general de la vivienda con restauración de forjados al Ayuntamiento de Pulpí, no obteniéndola por dicha carencia. Sin perjuicio de ello y en la creencia de que su vivienda no se encontraba dentro de la zona marítimo terrestre, aún sin contar con la preceptiva licencia municipal para la realización de tales obras, procedió a llevarlas a cabo, sin que fuera paralizada la obra por autoridad competente hasta estar prácticamente finalizada la misma. Interpuso recurso Contencioso-Administrativo frente a la Resolución de 7 de abril de 1997, del Servicio Provincial de Costas de Almería, de la demarcación de Costas Andalucía-Mediterráneo, por lo que se denegó al recurrente, hoy acusado, autorización para la reparación de «la vivienda, de la que es propietario, en cuanto que esta estaba situada en zona de dominio público marítimo terrestre, según deslinde aprobado por Orden Ministerial de fecha 27 de julio de 1996, sin que conste la existencia del preceptivo título de concesión que legitime la expresada ocupación», la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, en Granada dictó Sentencia el día 27 de diciembre de 2004, estimando parcialmente el recurso ContenciosoAdministrativo interpuesto, declarando nula dicha resolución al no ser conforme a derecho, quedando para la fase de ejecución de sentencia la determinación de la parte afectada de la edificación, en cuestión, que no puede ser restaurada.» STS 1067/2006, de 17 octubre RJ 8049/2006 (ponente Martín Pallín). C.119c «Que Tomás C. P., mayor de edad y sin antecedentes penales, y propietario de la funeraria Carrillo sita en el Puerto de la Cruz, durante los años 1989, 1990 y 1991, al menos, realizaba el embalsamamiento de cadáveres, careciendo del 200 La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) 11.ª correspondiente título de Doctor o licenciado en Medicina, aun a sabiendas de la necesidad de ser practicada dicha operación por un profesional en la materia. También consta acreditado que Roberto N. L., mayor de edad y sin antecedentes penales, desde su toma de posesión en fecha 1-5-1988 como Jefe Local del Puerto de la Cruz, percibió la suma de 15.000 ptas. por cada acta de embalsamamiento de cadáveres que firmaba y que le eran entregadas por el ya mencionado Tomás C. P. o sus empleados Jorge P. T. y Roberto H. H., ambos mayores de edad y sin antecedentes penales, por orden de Tomás C. Del mismo modo Manuel L. R., mayor de edad y sin antecedentes penales, desde que tomó posesión del cargo de Jefe Local de Sanidad de La Orotava en fecha 1-12-1988, percibió la suma de 10.000 ptas. por cada acta de embalsamamiento y que le eran entregadas por Tomás C. P. o sus empleados Jorge P. T. y Roberto H. H. por orden de aquél»; que se aceptan en esta segunda instancia, añadiendo al final, el siguiente párrafo: «Que Manuel L. D. y Roberto N. L. durante la época en que estuvieron ejerciendo el cargo de Jefes Locales de Sanidad, a que se hace referencia en los dos párrafos anteriores, estuvieron cobrando las cantidades que se indican por firmar las actas de los embalsamamientos, en la plena creencia de que ello era correcto, hasta que en el año 1992 recibieron comunicaciones de la Dirección Provincial de Sanidad, determinando las tasas que correspondían por tal función, ya se dejaron de percibir las cantidades señaladas». SAP Santa Cruz de Tenerife (sección 2.ª) 92/2000, de 28 enero, ARP 208/2000 (ponente Díaz Sabina). Ejercicios de autoevaluación http://www.unav.es/adi/ 201