La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación) 11.ª

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La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
11.ª
 I. El desconocimiento de la prohibición.–
1. Planteamiento general.–
2. Desconocimiento invencible y desconocimiento vencible.–
3. Evolución y régimen jurídico en España.–
II. El miedo insuperable y la doctrina de la no exigibilidad.
¿¡Cómo pudiste
 Quedó dicho en L.10 que la enfermedad psíquica y la intoxicación
hacerlo!? (III)
no hacen desaparecer la culpabilidad por sí mismas, si no vienen
acompañadas de al menos uno de estos efectos: la no comprensión
de la ilicitud del hecho y/o la incapacidad de guiar la conducta
conforme a dicha comprensión. En el caso de que venimos hablando,
hay que preguntarse si el agente de aquel crimen sabía de la
prohibición de matar, incluso si era capaz de adecuar su conducta a
la percepción de dicha prohibición. La pregunta parece innecesaria
pues nadie desconoce que matar a un inocente está prohibido.
Pero pensemos en otras situaciones bien distintas. ¿sabía usted que
fumar en el local de la cafetería está prohibido por la Ley Foral
6/2004? A estas alturas no es fácil ignorarlo. Pero hace unos años,
antes de la vigencia efectiva de esa prohibición, las cosas se veían de
forma distinta. Sabemos que el uso de casco es obligatorio cuando se
conduce o viaja en una motocicleta. Pero ¿sabe usted si también es
obligatorio su uso cuando se conduce una bicicleta? Se trata de
normas administrativas sobre las cuales no es imposible pensar en
sujetos que desconozcan su existencia o alcance. Pero también sobre
normas penales en sentido estricto cabe desconocer una prohibición.
Por ejemplo, la ley española prohíbe, en principio, la tenencia de
armas, cosa que en los USA es lícita por principio. ¿Qué sucede si un
ciudadano de los Estados Unidos viaja a España portando un arma de
fuego sin tener licencia para ello? Puede leer ahora los arts. 629,
631.2, 635, 636 del CP: ¿Sabía usted que se trataba de conductas
prohibidas?
El «subprincipio» de culpabilidad impide considerar a alguien
culpable de una infracción cuando el agente desconocía la norma de
conducta en cuestión. Seguro que ya tendrá en la cabeza aquella
afirmación «el desconocimiento de las leyes no excusa de su
cumplimiento». ¿De dónde procede? Se trata del texto del art. 6.1 del
código civil, según el cual incumbe a los ciudadanos conocer el
Derecho que concierne a sus conductas. Pero dicho precepto
continúa –aunque no todos se acuerdan de esta parte– expresando:
«el error de Derecho tendrá los efectos que las leyes determinen».
Ambos incisos del art. 6.1 pueden entenderse así: a todos incumbe
conocer las normas jurídicas que afectan a la propia conducta, pero
algunos errores sobre el Derecho pueden quedar fuera de tal
incumbencia y excluir la responsabilidad penal. ¿Cuándo? A
semejanza de otro supuesto que ya nos es familiar, el error de tipo,
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11.ª
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
aquel desconocimiento del que el agente no ha podido salir –el error
considerado invencible–, excluye la responsabilidad. También si se
desconoce la norma, siendo tal desconocimiento invencible, el sujeto
queda exento de responsabilidad.
Distinta suerte correrá el agente cuando su desconocimiento se
considere evitable, en cuyo caso, la responsabilidad penal no
desaparece. Aquí no resulta justo considerar impune a quien se halla
en tal error, pues podría haber salido de tal situación, informarse…
Pero tampoco es necesario castigar con la misma pena que si hubiera
conocido la norma; ni es imprescindible castigar con una pena
atenuada. Lo que parece claro es que el error invencible no puede dar
lugar a sanción. ¿Qué hacer en cambio con el error vencible? Eso es
otra cuestión que los diversos ordenamientos resuelven de forma
distinta. Así, mientras en Alemania se prevé una atenuación
facultativa (§ 17 StGB), en España es obligatoria (art. 14.3 CP), y no
se prevé nada semejante en Italia. Como se ve, el tratamiento
jurídico-penal del desconocimiento vencible de la norma difiere
según los países. No sucede así por lo que se refiere al
desconocimiento invencible, para el cual el subprincipio de
culpabilidad que rige en los sistemas garantistas impide castigar.
CICERÓN, De inventione, 2,
31, relata un caso de
ignorantia iuris, la estructura
que hoy en día se conoce
como error de prohibición.
Unos marineros que se
encontraban en una tempestad
hicieron al dios del puerto que
veían a lo lejos la promesa de
que sacrificarían un ternero si
llegaban salvos al puerto.
Fueron rescatados y puestos a
salvo. En la ciudad había un
templo de Diana. Los
marineros sacrificaron el
ternero prometido a la diosa.
Sin embargo, según los
preceptos del lugar, sacrificar
un ternero a Diana estaba
prohibido. Como
consecuencia de ello, los
marineros fueron llevados ante
los tribunales.
De todos modos, hay errores que resultan inadmisibles bajo todo
punto de vista, aunque sean alegados ante los tribunales. Ello se
percibe muy bien en delitos básicos pertenecientes al núcleo del
Derecho penal, como el homicidio, el robo, la violación. Sobre ellos
no es admisible un error referido a la antijuricidad. Caso de que
alguien lo alegue, se habla de un error burdo, irrelevante. Algo
parecido acaece en C.111, que se trata a continuación.
 C.111 Caso «Excavaciones del Tajo»
«De la valoración en conciencia de la prueba practicada en el acto de
juicio oral resulta probado y así se declara que D. Felipe, mayor de
edad y sin antecedentes penales, … y gestor efectivo de la Sociedad
Excavaciones el Tajo, SL, con domicilio fiscal en la calle Carretas
núm. 15 1º de la localidad de Aranjuez omitió conscientemente la
presentación de la declaración del impuesto sobre Sociedades del
ejercicio 1998, dejando de ingresar la cantidad de 35.881.529 pesetas
equivalente a 215.652,33 euros.
D. Felipe ingresó la totalidad de la cantidad defraudada el 26 de
enero de 2001, al presentarse declaración complementaria del
Impuesto sobre Sociedades correspondiente al ejercicio 1998, una vez
que había conocido el inicio de las actuaciones de comprobación por
parte de la Agencia Tributaria del pago del dicho Impuesto con
relación al ejercicio citado.
La indicada sociedad, se constituyó, inicialmente, como Sociedad
anónima con un capital de 5.000.000 de pesetas repartido en 500
acciones de 10.000 pesetas cada una repartido de la siguiente forma:
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
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
D. Felipe el 34 % del capital, su esposa Dª Blanca el 33 % y el
también acusado D. José Ramón el 33 %. En 1992 se transformó en
SL pasando a estar constituido el capital en participaciones, con igual
porcentaje entre los tres socios antes expresados.
El acusado, D. José Ramón, carecía de toda iniciativa en la dirección
y gestión de la empresa no pudiendo adoptar decisión alguna sin la
previa autorización de D. Felipe, careciendo, asimismo, de firma en
los bancos y desempeñando funciones subalternas de naturaleza
administrativa» (SAP Madrid de 10 noviembre 2004; ponente:
Ventura Faci; ARP 85).
En el relato de hechos probados destaca cómo gracias a la pasividad
de Felipe y José Ramón, la empresa Excavaciones del Tajo SL dejó
de ingresar el importe debido en concepto de deuda tributaria del
ejercicio 1998 (de 35.881.529 pesetas). Nos preguntamos por la
responsabilidad penal de Felipe y José Ramón.
Nada hay en los hechos que permita dudar de la existencia de
conductas humanas, por lo que no nos detenemos en este extremo.
En cuanto a la tipicidad objetiva de dicha conducta procede centrarse
en el tipo de defraudación tributaria (art. 305) que exige actualmente
defraudar a la Hacienda Pública, por acción u omisión, cantidades
debidas en concepto de tributos por importe superior a 120.000 €.
Hay que valorar si la pasividad de los gestores de Excavaciones del
Tajo constituye un riesgo típicamente relevante propio de ese delito.
Si tenemos en cuenta cómo funciona el sistema tributario, se llegará
a la conclusión de que dicha pasividad constituye un riesgo
típicamente relevante. En efecto, si la Hacienda Pública ha
configurado el sistema de gestión de los tributos de manera que a la
declaración de los obligados tributarios sigue la liquidación y pago
de la deuda, quien no acude a declarar, no podrá liquidar y pagar su
deuda. Con otras palabras: la Hacienda Pública espera que sean los
respectivos obligados quienes declaren, liquiden e ingresen el pago
de las deudas tributarias. Tal y como está configurado el sistema de
gestión de los tributos, quien no procede a actuar declarando y
liquidando su deuda, no puede tributar. Por lo que entendemos que
dicha pasividad constituye, en ese peculiar contexto de las relaciones
de los particulares con la Hacienda Pública, un riesgo típicamente
relevante de defraudación. Se trata de una conducta omisiva, la
omisión del deber de contribuir, que en este caso no ha sido
satisfecho en el ejercicio de 1998. Se cumple el aspecto objetivo de
la conducta.
En el aspecto subjetivo, el dolo puede inferirse de una serie de
conocimientos que pueden sin duda imputarse a Felipe y José
Ramón. Saben que el año transcurre y que no presentan la
conveniente declaración tributaria. Saben que la empresa genera
beneficios. Saben además, como cualquier persona, que si no se
presenta la declaración del impuesto respectivo, no es posible
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La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
tributar. Si conocen esos datos, no pueden desconocer que
transcurrido el momento de declaración y pago, habrán dejado de
tributar sin remedio. Luego conocen el riesgo propio del tipo de
defraudación tributaria. La conducta colma lo exigido en el tipo
subjetivo de la defraudación (art. 305.1).
Nada se dice de una situación que permita hablar de causas de
justificación, por lo que hay que afirmar su antijuricidad.
Procede ahora plantearse cómo responden ambos sujetos (Felipe y
José Ramón) de esa defraudación. De entrada hay que resolver la
cuestión de si esas personas pueden cometer el delito de
defraudación que se les atribuye. En efecto, dicho delito sólo puede
ser cometido por quienes reúnan las características específicas para
ser deudor tributario. Y resulta que ninguno de los dos es deudor
tributario del impuesto sobre la renta de sociedades, sino que lo es la
persona jurídica Excavaciones del Tajo, que como tal persona
jurídica no es sujeto capaz de cometer delitos, pues en nuestro
sistema sólo delinquen las personas físicas. Se llega así a un
problema que parece insoluble: quien es deudor tributario no puede
cometer delito, y quienes lo cometen no son deudores, luego nadie
responde. Dicha situación se repetirá en muchos casos de
defraudación del impuesto sobre sociedades, pues en éste son
personas jurídicas las obligadas. Para evitar estas situaciones de
inexplicable impunidad, el ordenamiento penal ha previsto un
régimen específico en materia de actuaciones en representación o por
cuenta de otro (art. 31): en delitos especiales –es decir, en aquellos
que requieren una particular condición en el agente para ser autor–
en los que dicha condición recae sobre una persona jurídica,
responderá no el sujeto cualificado, sino quien obre como
administrador de hecho o de derecho (dejamos ahora aparte los casos
de representación y actuar en lugar de otro). Según dicha previsión,
se salva el dilema señalado y habrán de responder los
administradores (Felipe y José Ramón). Pero ¿ambos en coautoría?,
¿uno de ellos autor, y el otro partícipe?, ¿uno de ellos autor y el otro
no responde? Podrían ser coautores si entre ellos mediara un acuerdo
con distribución de tareas, pero no parece ser el caso, pues José
Ramón, carecía de capacidad de decisión (estaba sometido a los
dictados de Felipe, carecía de firma en los bancos, cumplía tan sólo
cometidos administrativos…). Por tanto, no puede afirmarse la
distribución de papeles en la ejecución, sino más bien la reserva de
actos ejecutivos a favor de Felipe. Pero eso no quita que José Ramón
pueda ser partícipe en el delito de Felipe (autor): podría ser
cooperador (necesario o mero cómplice), en función de la entidad de
los actos realizados. Sin embargo, me inclino a pensar que ni
siquiera podrá ser partícipe, por cuanto carece de toda capacidad de
decisión ejecutiva, y se ve sometido a las directrices y órdenes de
Felipe. José Ramón no es partícipe en ese delito por tanto. Felipe en
cambio es el autor de la defraudación.
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La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
En lo referente a la culpabilidad nada se dice sobre la
inimputabilidad de Felipe, ni sobre una posible situación de
inexigibilidad de otra conducta. Por lo demás, entiendo que no
procede alegar desconocimiento de la prohibición de defraudar, a
pesar de que se podría alegar –y Felipe lo alegó en su recurso de
apelación– que él desconocía la prohibición penal de defraudar a
Hacienda. Como empresario, sabe que está obligado a llevar
contabilidad, y que la contabilidad permite conocer el estado de una
empresa, no sólo para quienes la gestionan, sino también para
determinar sus deudas tributarias. Sabe, además, que existen en la
sociedad actual una serie de deberes, los tributarios, que ningún
agente económico puede ignorar. No puede dejar de saber que
cualquier agente mercantil realiza operaciones que presentan interés
de cara a Hacienda. Sin embargo, estos datos abonarían tan sólo la
conclusión de que se conoce la antijuricidad general de su conducta,
pero no su concreta antijuricidad penal. El conocimiento que se
exige para la culpabilidad por una conducta es el referido a la
antijuricidad penal, y no a la concreta penalidad o sanción. Dicho
error, caso de producirse, no es un error sobre la antijuricidad, sino
sobre otros elementos no necesarios. El conocimiento que se exige
para la culpabilidad por una conducta tampoco es un mero
conocimiento de que la conducta es ilícita, sino algo más: que es
penalmente ilícita, que la concreta conducta infringe normas penales,
normas que llevan consigo sanciones penales. En nuestro caso, no
cabe alegar que una persona adulta en un país occidental como el
nuestro y que se dedica al tráfico mercantil desconozca la
antijuricidad penal (repito: no la concreta penalidad)1. Luego si
conoce dicha antijuricidad penal de defraudar, es imputable y no se
halla en una situación de inexigibilidad, hay que afirmar la
culpabilidad de Felipe por un delito de defraudación tributaria.
El tipo de defraudación exige superar la cifra de 120.000 €. Dicha
cifra se puede entender como un elemento no del tipo sino de la
punibilidad. De ser así, no es preciso que el dolo abarque la concreta
cifra (aunque otras tesis sostienen que es elemento del tipo, por lo
que exigen dolo aun eventual sobre la cuantía). La cuantía opera
como una condición de la punibilidad de la conducta: por debajo de
esa cifra, entra en juego una infracción tributaria, sancionada sobre
todo con multa; por encima, un delito, sancionado con pena privativa
de libertad. En este caso, superada la cuantía, la conducta de la que
Felipe es culpable es también punible. Que acudiera el 26 de enero
de 2001 a efectuar una declaración tributaria por el ejercicio de 1998
podría evitarle la sanción (art. 305.4), pero al haberse efectuado una
vez iniciadas actuaciones de comprobación por la Agencia
Tributaria, no es posible acogerse a tal causa de levantamiento de la
pena. La conducta es pues punible.
En consecuencia, Felipe ha de responder por un delito de
defraudación tributaria (art. 305.1). La pena prevista es tanto una
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1
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Cfr. la SAP Madrid de 10 de
noviembre de 2003, en la que
se lee: «el acusado don Felipe,
persona que ejerce el cargo de
dirección de la entidad
Excavaciones el Tajo, SL,
necesariamente era consciente
de sus obligaciones tributarias,
no solamente por su condición
profesional sino porque son
conocimientos de carácter
general para cualquier persona
incluso con una formación
mínima. El acusado, al igual
que tenía conocimiento
suficiente para constituir una
entidad mercantil, también
seguro era sabedor de que
tenía unas obligaciones
tributarias, realizar las
correspondientes
declaraciones del Impuesto de
Sociedades, sus respectivas
liquidaciones y …, en el
supuesto de tener cuotas
tributarias positivas,
obligación de ingresar las
correspondientes cuotas. El
propio acusado don Felipe
manifiesta en el acto de juicio
oral que “lleva 45 años de
empresario y sabe que hay que
presentar declaración todos los
años”. No es concebible, a
pesar de la simple alegación
del recurrente meramente
enunciada en el recurso, que el
acusado desconociera dichas
obligaciones tributarias. Lo
consideramos increíble en esta
segunda instancia a la vista de
la profesión del acusado y a la
vista de que tenía unos
conocimientos mínimos para
constituir una entidad
mercantil de responsabilidad
limitada. El conocimiento del
mecanismo de dicha
constitución supone también
el conocimiento de todas las
consecuencias que la
constitución de una empresa
supone, entre ellas las
tributarias a las que se
someten las sociedades
conforme a la Ley del
Impuesto de Sociedades. La
SAP citada supra recoge la
doctrina del TS sobre este
error: “Como reiteradamente
ha declarado esta Sala (cfr. SS.
22 enero y 17 octubre 1991,
entre otras), para acoger como
circunstancia de
inimputabilidad el error de
prohibición, es imprescindible
11.ª
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
prisión de uno a cuatro años, como una de multa del tanto al séxtuplo
de lo defraudado, además de otras penas (art. 305.1, in fine). Está
obligado a satisfacer además la deuda tributaria debida. Además,
desde la reforma del CP (2010) que prevé la responsabilidad penal
de las personas jurídicas (arts. 31 bis y 310 bis), sería posible
conforme a esta regulación hacer responsable a Excavaciones del
Tajo (obviamente, si los hechos fueran posteriores a tal norma).
que sea probado con real
fundamento por quien lo alega
y que para exonerar la
responsabilidad, es preciso
que el pretendido error tenga
el carácter de invencible”
(Sentencia del Tribunal
Supremo núm. 1160/1992, de
25 de mayo)”.»
Cfr. también C.31.
Clásicamente se ha distinguido entre el error facti y el error iuris, o
 error de hecho y de Derecho. Dichos binomios no coinciden
exactamente con los de «error de tipo» y «error de prohibición»
respectivamente, que son más modernos. La razón de que no
coincidan reside en que hay elementos del tipo que son de carácter
fáctico, pero también otros que son de carácter jurídico o normativo.
Por tanto, el dolo –y el error, de tipo– pueden referirse tanto a
elementos de hecho como de Derecho (elementos de carácter
jurídico o normativo).
Una situación algo diversa se da en C.112, en donde un sujeto
desconoce el contenido de la norma, pero no de una norma
prohibitiva o prescriptiva, sino de una facultativa. En efecto, en
materia de causas de justificación el agente puede dar por lícito lo
que en realidad el ordenamiento no permite. De ese modo, alguien
cree obrar amparado por una norma facultativa (que daría lugar a una
causa de justificación) que en realidad no le ampara. Obsérvese
cómo este caso presenta una situación distinta a la de otros que ya
nos son conocidos: el caso del «ademán» (C.72) y el caso «Joe &
Jack» (C.73). ¿Por qué?
 C.112 Caso del «antiguo estudiante de Derecho»
«A., antiguo estudiante de Derecho, es atacado por B. con un
cuchillo. A. se defiende a su vez con un cuchillo, con el que asesta a
B. una puñalada en el pulmón, que le produce la muerte. Dadas las
circunstancias, este golpe no era necesario para repeler la agresión,
pero a A. le sonaba de sus antiguos estudios de Derecho que la
legítima defensa era una vía que el ordenamiento tenía prevista para
quitar de una vez por todas al agresor injusto los deseos de atacar a
otras personas» (Caso doctrinal, propuesto por HRUSCHKA,
Strafrecht nach logisch-analytischer Methode, 2.ª ed., Berlín, Nueva
York, 1988, p 241: Cfr. ref. en SILVA SÁNCHEZ; BALDÓ
LAVILLA; CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal
con comentarios doctrinales, Barcelona, 1997, pág. 342).
Sin variar en nada el relato de hechos propuesto, y centrándome en la
responsabilidad de A., cabe afirmar lo siguiente.
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
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
A. No cabe dudar de la existencia de una conducta humana, pues se
evidencia el auto-control necesario para que exista tal conducta,
porque A. esgrime un cuchillo, es consciente de que está siendo
realmente atacado… Damos, pues, por existente una conducta
humana por parte de A.
B. La tipicidad de dicha conducta humana a efectos del delito de
homicidio no deja lugar a dudas: la causalidad, unida a la creación de
un riesgo suficientemente relevante como homicidio (puñalada en el
pulmón) y la ausencia de otros factores de riesgo de terceros o de la
propia víctima, abonan la solución de entender que se realiza el tipo
objetivo de ese delito (art. 138). Si además tenemos en cuenta la
representación del riesgo que cabe imputar a A. (pues es consciente
de esgrimir el cuchillo y asestar a B. una puñalada), es posible
entonces imputar subjetivamente el tipo como doloso. Nada hay en
el relato de hechos probados que permita dudar de la representación
por A. del riesgo que encierra su propia conducta. La conducta es
típica.
C. Problemático, en cambio, es lo que se refiere a la posibilidad de
justificar dicha conducta: podría existir una norma facultativa, con
arreglo a la cual la conducta de la puñalada quedara justificada como
legítima defensa (art. 20.4.º). Sin embargo, se dice claramente en los
hechos que este golpe no era necesario para repeler la agresión. Por
lo que la conducta no puede quedar justificada. Pero conviene
distinguir: hay necesidad de defenderse (en abstracto), porque no hay
deber de tolerar una agresión no provocada (ataque de B. a A. con un
cuchillo); pero no hay necesidad de defenderse (en concreto), porque
era viable repeler la agresión suficientemente con menos intensidad.
Dicho con otras palabras: A. va más allá de lo que es necesario para
evitar la agresión, al menos por lo que se dice en el relato de hechos.
Se trata entonces de una conducta típicamente antijurídica.
D. En sede de culpabilidad, dejando de lado la imputabilidad y la
exigibilidad de otra conducta, de las que no parece posible dudar,
pues nada hay que las ponga en cuestión, podemos preguntarnos por
la incidencia que tendría la creencia errónea del agente respecto al
sentido y alcance de la legítima defensa. Se nos dice que, debido a
sus antiguos y “escasos” estudios de Derecho, se hace la idea de que
la legítima defensa significa algo distinto a lo que el ordenamiento
prevé. Que se represente que la legítima defensa viene a “quitar de
una vez por todas al agresor injusto los deseos de atacar a otras
personas” no hace desaparecer ni el dolo –esto ya no se cuestiona– ni
la conciencia de la antijuricidad. Pero puede dar lugar a un error que
sí sería relevante. Me explico: si dicha creencia da pie a pensar que
el ordenamiento permite o faculta ir más allá de lo que realmente
permite, estaríamos ante una divergencia entre la previsión del
ordenamiento y la que realmente prevé. En efecto, de ser así, el
agente daría por lícita una conducta que en realidad se halla
191
11.ª
11.ª
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
prohibida, porque toma por existente la permisión que en realidad no
se da, o por más amplia de lo que en realidad faculta. Tratándose de
una norma facultativa, podemos hablar de un error «sobre la
permisión». Dicho error es el correspectivo en las normas
facultativas al error «de prohibición» en las prohibitivas y el «de
prescripción» en las prescriptivas: lo que el agente ignora en los
casos de desconocimiento sobre la prohibición, se considera como
permitido en el error sobre la permisión. Por eso se denomina
también error «de permisión». Pues bien, dicho error de permisión
afecta a la culpabilidad si llega hasta a hace desaparecer el
conocimiento que se exige respecto de la antijuricidad (o, en este
caso, permisión) de la conducta. En nuestro caso, es posible entender
afectada la conciencia de la permisión. Pero no parece que un error
de esa naturaleza sea invencible. Y ello, porque se trata más bien de
un defecto del propio agente, que podemos imputárselo a él mismo,
pues desconoce algo por culpa suya, por defecto en sus estudios,
falta de consideración o por una representación de la vida social que
pasa por encima de las mínimas cautelas que cabe exigir cuando está
por medio la vida humana. Por este motivo, entiendo que el error de
permisión era vencible, por lo que podría sancionarse como
homicidio con la pena inferior en uno o dos grados (art. 14.3).
E. La punibilidad no se ve afectada por ninguno de los datos
reseñados en los hechos, por lo que el agente A. es punible.
En conclusión: A. debe responder por un delito de homicidio
realizado con desconocimiento vencible sobre la permisión, con la
pena inferior en uno o dos grados a la señalada para el homicidio
(art. 138).
Cfr. también C.72, C.73.
 Ya ha quedado dicho que para afirmar la culpabilidad del sujeto es
preciso, además de conocer la ilicitud de la conducta, la posibilidad
de orientar la propia conducta conforme a dicha representación.
Pueden darse casos –ciertamente escasos– en los que el sujeto
implicado se halla en una situación en la que resulta muy difícil
exigirle obrar conforme a la norma: una persona a punto de perecer a
la que se le presenta salvar su vida a costa de un inocente, una
persona amenazada de muerte si no comete un delito… Son casos
límite en los que el sujeto implicado efectivamente actúa, pero su
actuar no es del todo libre. Con terminología que ya conocemos, aun
teniendo volición, le faltaría la voluntariedad. Páginas atrás se
expuso el caso de los «dos médicos» (C.92), en el que se planteaba la
distinción entre estado de necesidad justificante y exculpante. En
ciertas situaciones de necesidad no procede la justificación de la
conducta, pero es planteable la exculpación del agente, porque no
puede pasarse por alto la extraña situación límite en la que se
producen los hechos. La doctrina penal de la culpabilidad ha acabado
192
En el conocido caso de la
Mignonette se procedió contra
Dudley, capitán del barco de
tal nombre, y su timonel,
Stephens, por la muerte (5 de
julio de 1884) de Parker, un
grumete a quien habían
ejecutado para comerlo y
sobrevivir. El tribunal dictó
sentencia de muerte contra
aquellos. Dicha sentencia fue
conmutada por la Corona a un
arresto de seis meses. El
Derecho inglés desconocía una
categoría como la que hoy
denominamos
«inexigibilidad». Más datos y
texto de la argumentación de
Lord Coleridge, en
RADBRUCH, El espíritu del
Derecho inglés, pp 93-95.
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
11.ª
por dar acogida a estos casos para declarar a su autor como
exculpado, no culpable, por serle inexigible otra conducta conforme
a la norma en cuestión. Obsérvese: el hecho es antijurídico y lo
seguirá siendo en el futuro para ése y cualquier otro sujeto, pero es el
agente concreto quien queda exculpado, disculpado, en esa ocasión.
Veamos ahora C.113 y compárelo después con C.92.

C.113 Caso «Guerrilla colombiana»

«Josué, con pasaporte colombiano..., sin antecedentes penales, el
día 16 octubre de 2001, llegó al Aeropuerto de Madrid-Barajas en
un vuelo de Air Europa procedente de La Habana portando en el
interior de su equipaje y oculto en el interior de 6 paquetes de café
un total de 2.946,6 gramos (peso neto) de cocaína, con una pureza
del 46,2 % que el acusado pensaba destinar al intercambio con
terceras personas. La droga está tasada en el mercado al por menor
en 26.939.294 pts. El día 10 de octubre de 2001, en la zona rural del
municipio de Buga, en donde reside el procesado y su familia, un
total de 25 campesinos, todos ellos hombres jóvenes, fueron
asesinados por los miembros de Autodefensas Unidas de Colombia.
Posteriormente, a la salida del funeral que se celebraba por las
víctimas, una persona apodada “Nené”, le exigió la realización al
acusado de un viaje a España portando droga, como único medio de
evitar algún mal para la vida de su familia, efectuando el procesado
el viaje bajo el temor que en caso contrario, ejecutaran los
paramilitares los males anunciados sobre su familia y especialmente
sobre su hijo de 16 años» (SAP Madrid, sección 7.ª, de 24 de abril
de 2002; ponente: Excma. Sra. Núñez Galán; RJ 8787).
A. De los hechos se destaca que Josué es detenido por la Policía a su
llegada al aeropuerto de Madrid-Barajas con una gran cantidad de
droga. En su país Josué había sido amenazado gravemente para que
trasportara la droga para evitar que los paramilitares mataran a su
hijo.
B. Analizaremos la responsabilidad penal de Josué por un posible
delito contra la salud pública de sustancia gravemente perjudicial
para la salud y en cantidad de notoria importancia, previsto y penado
en los arts. 368 y 369 del CP, cuyos detalles no serán objeto de
estudio en este caso, pues nos centraremos en las categorías de la
teoría del delito. Teniendo como probados los hechos que se señalan,
y puesto que del tal Nené nada más sabemos, procede señalar lo
siguiente respecto a la responsabilidad penal de Josué.
1. Cuando Josué es detenido se hallaba en el aeropuerto llevando su
maleta, lo cual sólo es posible si existe una conducta humana.
Veámoslo. Josué tuvo que contar con su pasaporte, comprar el pasaje
de avión, trasladarse al aeropuerto, embarcar en un avión y llevar la
maleta en la que se encontraba la droga. Toda esta serie de
193
11.ª
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
secuencias sólo es posible mediante procesos humanos, externos y
con alternativas o autocontrol (podía haber no accedido a la solicitud
de Nené, podía haber acudido a la policía, podía hacer otro viaje
alternativo...), por lo que no se trata de meros actos del hombre, sino
de actos humanos. Puede afirmarse, por tanto, que Josué realiza una
conducta humana en el momento de llegar a territorio español.
2. Debemos analizar ahora si la conducta de viajar con droga y en
esa cantidad es o no típica.
El art. 368 describe el delito contra la salud pública, consistente en la
ejecución de actos de cultivo, elaboración o tráfico, o la promoción,
favorecimiento o el facilitar el consumo ilegal de sustancias tóxicas,
estupefacientes o sustancias psicotrópicas. También sanciona la
tenencia o posesión de estas sustancias con la misma finalidad. Se
trata de un delito de peligro que se consuma con la simple amenaza
que estos actos suponen potencialmente para la salud colectiva,
aunque sustancial y materialmente no se llegue a producir un daño
efectivo a la salud. Por eso, la imputación objetiva se reduce a
acreditar que la conducta pertenece al género de conductas que el
tipo en cuestión describe, sin necesidad de atribuir un resultado (que
no se da) a una conducta previa.
Josué llevaba en su maleta casi tres kilos de cocaína. Entendemos
que esta droga está preordenada al tráfico por algunos datos externos
que concurren en el caso como la gran cantidad de droga ocupada y
la condición de no toxicómano del encausado. Dichos datos no
pueden ser explicados de otra manera que como destinados al tráfico,
dirigidos al intercambio, por lo tanto, destinados a poner en
circulación esa droga. Por eso, el procesado poseía droga con la
finalidad de su tráfico posterior. Realiza así los actos propios del tipo
penal del art. 368, creando el riesgo típicamente relevante para la
salud pública que el legislador ha sancionado expresamente sin que
sea preciso la plasmación en un resultado lesivo concreto del mundo
exterior.
Por otro lado, Josué conocía perfectamente que llevaba en su
equipaje esta clase de droga, pues es él quien porta una maleta,
introduce en ella varios paquetes de café, esconde en estos la droga.
Además sabe que se halla escondida en la maleta, que llega a
territorio español. Puede afirmarse el dolo de Josué en cuanto a la
tenencia de drogas dirigida al tráfico.
La conducta puede imputarse objetiva y subjetivamente a Josué.
3. En el caso hay datos que nos hacen cuestionarnos si el procesado
actuó amparado en una causa de justificación. Su conducta no
responde a una situación de legítima defensa, ni al cumplimiento de
un deber o ejercicio de un derecho, oficio o cargo, pero cabe
cuestionarse si puede quedar amparada por estado de necesidad. Sin
embargo, falta un elemento esencial para poder hablar de estado de
necesidad justificante: la situación de crisis inmediata e inminente
194
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
que no puede superarse de otra manera que lesionando un bien
jurídico (la no subsidiariedad). En este caso, Josué contó con tiempo
suficiente para evitar o desviar al menos la situación de crisis. Por lo
tanto, no cabe hablar de justificación. Sin embargo, es cierto que las
amenazas sufridas no le dejan en una situación normal para actuar,
sino que influirían sin duda en su conducta. Pero esto no es ya
cuestión de justificación, sino de una posible exculpación, que
analizaremos a continuación (4).
Concluyamos, de momento, diciendo que los hechos llevados a cabo
por Josué constituyen una conducta típicamente antijurídica de
tráfico de drogas (art. 368 CP).
4. Una vez analizados los aspectos que conciernen al hecho en sí,
nos debemos plantear las circunstancias personales en las que obra
Josué, es decir, su culpabilidad. Debe tenerse en cuenta que el día 10
de octubre, esto es, 6 días antes de que él viajara a España, se había
producido la terrible matanza en su localidad de origen, a manos del
grupo paramilitar al que pertenece el tal Nené. En el estado
emocional de Josué tiene relevancia el temor que sintió ante la
intimidación por parte de esta persona, ya que conocía la seriedad de
esas amenazas al ser conocedor de lo que había ocurrido ese 10 de
octubre, y de muchos de los asesinatos perpetrados con anterioridad.
Tiene además un hijo de 16 años al que anuncian que matarán si no
realiza lo mandado. Todas estas circunstancias influyen sin duda en
la capacidad decisoria de Josué respecto a sus propias acciones: es
una persona sometida a los graves conflictos existentes en la zona
donde vive. Finalmente, accede a efectuar el viaje bajo el grave
temor de que algo pudiera ocurrir a su familia, y en concreto a su
hijo mayor. Que Josué se encontraba en un estado de temor parece
evidente y es comprensible. Ahora bien, se trata de valorar si este
miedo del encausado le exime absolutamente de responsabilidad, la
disminuye o no tiene relevancia alguna. Que tiene alguna relevancia
parece claro puesto que no obra motivado por un ánimo de lucro,
sino para evitar un grave mal a su familia. Puede decirse que Josué
no es absolutamente “libre” cuando acepta volar a España con ese
“equipaje”. Sí es libre para poder hablar de una conducta humana
(volición), pero eso no basta para la plena libertad (voluntariedad)
que la culpabilidad exige.
Para poder considerar que Josué se encuentra en una situación de
inexigibilidad de otra conducta por estar bajo el efecto de un miedo
insuperable se tendrían que dar los siguientes requisitos: que se
produzca la actuación como consecuencia de una situación de miedo
capaz de generar en el ánimo del acusado un estado emocional de tal
intensidad que restrinja seriamente la capacidad de actuar
libremente; en este caso, en efecto, la actuación tiene relación directa
con el miedo, pero éste no anula del todo su capacidad de actuar. Por
otro lado, no es preciso que el mal que se tema sea real o cierto
(pues lo relevante es apreciar cómo afecta a la motivación normativa
195
11.ª
11.ª
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
del agente, e igual afecta un mal real que uno imaginario: lo
importante es que sea percibido como grave): parece que este
requisito se da, pues precisamente salía del funeral por 25 de sus
vecinos que habían muerto a manos de ese grupo armado, por lo que
Josué podía suponer que las amenazas hacia la vida de su familia
eran serias, dignas de temer. El miedo debe ser insuperable; y en
este caso pasan varios días desde que es compelido por el tal Nené
para llevar a cabo esta acción hasta el viaje. En este tiempo dispuso
de la posibilidad de atenuar ese estado de temor que le producía y,
aunque es cierto que seguía temiéndose lo peor, no estaba invadido
por un estado psíquico de falta de motivación permanente que
restringiera seriamente su voluntariedad. Pero entender así el
«miedo» insuperable lo aproximaría al terror, cuando lo esencial es
que se vea gravemente alterada la capacidad de seguir la norma, lo
cual parece que sí se da en este caso (no cabe olvidar que las
amenazas de muerte son serias: 25 asesinados recientemente). Por lo
tanto, debido a que no le sería exigible otra conducta acorde con la
norma, en razón de la situación tan anormal en la que se encuentra
(riesgo de sacrificar su vida y la de sus parientes), Josué no sería
culpable de la conducta típica de tráfico de drogas.
C. Conclusión: Josué no respondería de un delito contra la salud
pública de tráfico de drogas (art. 368), por concurrencia de una
situación de miedo insuperable (art. 20.6.ª).
Cfr. también C.92.
 La culpabilidad jurídico-penal exige por tanto la imputabilidad del
agente, que éste comprenda la ilicitud de su obrar y que además
pueda adaptar su conducta a dicha comprensión. Si se constata la
culpabilidad del agente, estamos reprochando (o imputando a título
de reproche) al agente su hecho antijurídico. Para castigar con una
pena es preciso todavía constatar la punibilidad, cuyo estudio se
aborda al final, en L.14. Antes es preciso referirse (L.12 y L.13) a
otras cuestiones.
http://www.unav.es/penal/delictum/
 ¡Inténtelo usted mismo!
«El día 18 de enero de 1997, sobre las doce horas de la mañana en la
C.114 Plazoleta sita entre las calles Gral. Margallo y Martínez Campos de
la ciudad de Melilla, y como consecuencia de una discusión habida
entre Karim A. y el procesado Manuel D.L., mayor de edad y sin
antecedentes penales, con motivo de la relación que mantenía el
primero con la hijastra del acusado, se enzarzaron en una pelea fruto
de la cual el acusado debido a la diferencia de edad, la corpulencia
física de la víctima y temiendo por su vida, sacó una navaja que
portaba para ayudarse a ingerir alimentos (dado que carece de la
mayoría de las piezas dentarias) y sin precisar cómo y dónde lo hacía
196


Ante el temor por su vida,
Manuel apuñala a la víctima:
dicho miedo ¿influye en la
apreciación de la legítima
defensa o en la culpabilidad?
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
11.ª
asestó dos puñaladas al hoy fallecido Karim; sufriendo éste dos
heridas inciso punzantes penetrantes en la cavidad torácica
produciendo en pulmón derecho hemitorax masivo, lesiones de las
que tardó en curar 30 días de los cuales 13 estuvo hospitalizado,
precisando de varias asistencias facultativas.» (SAP Málaga 29 de
enero de 2001, ARP 307; ponente Giner Gutiérrez).
 Notas de Derecho Anglo-Americano
AA.11
En el ámbito jurídico del Common law puede suceder que el autor de
un delito obre con ciertas motivaciones tan poderosas que resulta
imposible exigirle que oriente su actuar de un modo diverso. De este
modo tanto la fuerza por amenazas (duress by threats) como la
fuerza por circunstancias (duress by circunstances) se han erguido
como defensas generales (general defenses). Es preciso que el
condicionamiento disminuya su libertad en tal medida que sea
imposible exigirle una conducta ajustada a Derecho.
En lo que respecta a la obediencia debida por órdenes superiores
(superior orders), éstas no constituyen una defensa pero sí pueden
ser causa de error.
El error o la ignorancia de derecho (mistake of law) no constituye en
el ámbito del Criminal Law una defense, pero puede negar la mens
rea exigida en un delito.
Por último, para que el error sobre los presupuestos de una defensa
pueda constituir realmente una defense es necesario que sea
razonable, esto es, que se apoye en bases reales y que hubieran hecho
incurrir en dicho error a una persona razonable, de encontrarse ésta
en la misma posición.
VOCABULARY:
duress by threats
duress by circunstances
superior orders
mistake of law
Ver también: R v Reid [1973] (Mistake of Law); DPP v Morgan
[1975] (Mistake of fact)
 Para saber más
SILVA SÁNCHEZ, «Observaciones sobre el conocimiento "eventual"
de la antijuricidad«, Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales,
1987, pp 647-663.
JESCHECK/WEIGEND, Tratado de Derecho penal. Parte general, 5.ª
ed., trad. Olmedo Cardenete, Granada, 2002, pp 485-497.
 Para seguir trabajando:
http://www.unav.es/penal/delictum/
«Los acusados Juan Pablo y Gloria, mayores de edad y carentes de antecedentes
C.115 penales, contrajeron matrimonio en fecha 30 de abril de 1983, habiendo nacido de
dicha unión conyugal las hijas Estela nacida el 25 de octubre de 1983, y María
Virtudes, nacida el 25 de octubre de 1992 […]. A partir de fechas no concretadas
del año 1995 y durante un período aproximado de dos años, el acusado Juan Pablo,
en las dependencias del domicilio conyugal y guiado por el propósito de satisfacer
197


11.ª
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
sus instintos libidinosos, en diversas ocasiones realizó tocamientos en distintas
zonas del cuerpo de su hija Estela, ente ellas sus partes íntimas […], siendo
sorprendidos en alguno de tales episodios por la acusada Gloria, –madre de la
menor– que se limitaba a guardar silencio, cesando el Sr. Juan Pablo de continuar
sus actos cuando era descubierto por su mujer. […] La acusada Gloria presentaba
al tiempo de los hechos una oligofrenia, teniendo evidentes problemas sociales y
dificultades de adaptación al entorno, con patrones primitivos de análisis de su
vida social, estando pobremente capacitada para llevar una familia y procurar el
necesario soporte a sus descendientes con mínima efectividad, comportando todo
ello una merma notable de su capacidad para comprender el alcance de sus actos y
para actuar conforme a dicha comprensión» (STS 4 de febrero de 2005, RJ 1657,
ponente Delgado García).
La acusada María Inés, con la intención de proteger al menor, y mediando unas
C.116 relaciones familiares extremadamente conflictivas con sus suegros (junto a la

negativa del menor a ir con sus abuelos paternos, éste mostraba un rechazo verbal
y emocional a los abuelos paternos, sufría un trauma diagnosticado de ansiedad:
"trauma real y no inducido por la madre", se suma la preocupación u obsesión de
la acusada, agudizada por el trastorno ansioso-depresivo que padece, de proteger a
su hijo, de evitar el peligro de que sufra un daño como consecuencia de la relación
con sus abuelos paternos, peligro real derivado de que, si las relaciones de la
acusada con los abuelos paternos ya no eran buenas durante el matrimonio con el
padre del menor, tras la ruptura matrimonial y especialmente tras la muerte del
padre se han convertido en un "enfrentamiento encarnizado" en el que el menor ha
presenciado conflictos con su madre de los abuelos), rehusó en varias y sucesivas
veces entregar a su hijo a los abuelos paternos para el cumplimiento del régimen
de visitas establecido. La procesada padece un transtorno ansioso-depresivo: "tiene
intactas sus facultades mentales", sin perjuicio de diagnosticarle un trastorno
ansioso-depresivo, reactivo a su problemática familiar, y un trastorno histriónico
de la personalidad …, "la acusada a nivel cognitivo conserva sus facultades y por
ello es consciente de las obligaciones impuestas por la resolución judicial que
incumple" si bien "a nivel volitivo sus facultades están mermadas" por el trastorno
ansioso-depresivo que padece y por la obsesión de proteger a su hijo.. (SAP
Asturias 11 enero de 2005, LL 1170, ponente Donapetry Camacho).
«Declaramos probados que: La acusada Francisca G. A., mayor de edad y sin
C.117a antecedentes penales, se hallaba a principios de 1996 en trámites para obtener la

separación de su esposo José Ch. C., no obstante lo cual permanecían ambos en la
vivienda conyugal, sita en la calle Abeto ... de Chipiona, al no haberse adoptado en
la causa matrimonial medidas de otro signo. Así las cosas, y dado que Francisca
venía siendo objeto por parte de su esposo de insultos, amenazas y malos tratos de
obra, fruto de los cuales resultara incluso con leves contusiones, ante el temor de
que tales episodios se repitieran, el día 6 de enero de 1996, aprovechando que su
marido se hallaba en un cuarto situado en la azotea de la casa, sólo accesible desde
la cocina, a través del patio interior de la finca, cerró con llave la puerta de
comunicación, protegida por reja metálica, dejando a su esposo allí recluido, bajo
vigilancia estrecha y directa de la acusada, que apostada ante la reja, le amenazaba
con echarle aceite hirviendo si se acercaba, permaneciendo José. en dicha situación
hasta el día 8 de enero en que personas de la vecindad alertaron a la Guardia Civil,
siendo finalmente liberado.» (STS 13-12-2002, RJ 2003\312, ponente CondePumpido).
C.117b «En el mes de mayo de 2002, Alexander, mayor de edad, sin antecedentes penales,
de nacionalidad rumana y con tarjeta de residente en España Nieb NUM000,
trabajaba como camarero en un local … de la localidad de Calatayud en la que
residía habitualmente. Como consecuencia de su actividad en dicho local, tomó
contacto con el también ciudadano rumano residente en Calatayud Luis Pedro,
mayor de edad, sin antecedentes penales que era cliente habitual del local. En un
día no determinado del mes de mayo citado Luis Pedro se personó en el local en
198

La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
11.ª
unión de otro compatriota de nombre Cesar, el que no ha sido identificado, y le
propuso a Alexander a fin de obtener beneficio económico que procediera a
«doblar» copiando tarjetas de crédito entregadas por clientes del local para pago de
sus servicios, mediante un lector de tarjetas que le entregaba el citado Cesar. Para
conseguir la colaboración de Alexander en tal actividad, a cuya realización se
había negado en un principio, Luis Pedro y Cesar enseñaron a Alexander fotos de
su familia indicándole que tenían controlados los miembros de la misma.
Alexander utilizando el aparato doblador de tarjetas llegó a copiar un número
aproximado de cuarenta tarjetas, habiéndose establecido la utilización de las
siguientes, mediante las filiaciones de Plácido, Carlos Manuel y Ángel Jesús,
principalmente en las zonas de Madrid y Castellón. … Los procesados Luis Pedro
y Alexander conocían que con ese sistema se iban a fabricar tarjetas de crédito
falsas, y como que las mismas iban a ser utilizadas fraudulentamente para la
compra de distintos efectos, o pago de concretos servicio, aún cuando no
participaran en dicho uso. Alexander había comentado la situación con un vecino
de la localidad donde reside que es miembro de la Guardia Civil, quien se lo puso
de manifiesto a la Policía Nacional, que ya investigaba los hechos. Alexander
colaboró con la Policía en el esclarecimiento de los hechos y en la detención de
Luis Pedro». STS 16 de febrero de 2006 (RJ 2006/2150, ponente Martínez
Arrieta).
C.118a «El Tribunal del Jurado en el veredicto y en la sentencia recurrida declaró

«Everardo se desplazó en el SEAT León PDZ propiedad de su amigo Agustín

probados los siguientes hechos, que esta Sala hace suyos…: 1º.-Sobre las 20 horas
del día 13 de septiembre de 2001, Pedro Francisco se dirigió a la zona conocida
como "Las Barranquillas", de esta capital, en compañía de José María y Laura, con
objeto de adquirir droga para su consumo. Una vez allí coincidieron con
Magdalena y el acusado Alberto y, en un momento dado, se suscitó una discusión
entre Laura e Magdalena, interviniendo Alberto para separarlas, lo que motivó que
se enzarzara con Pedro Francisco, procediendo éste, que tenía mayor corpulencia
física, a golpear a Alberto, tras lo cual ambos se encaminaron en dirección a los
vehículos en que habían acudido al lugar de los hechos para salir de allí. En ese
momento, y cuando parecía haber terminado la pelea, se produjo un intercambio
de insultos entre Pedro Francisco y Alberto, volviéndose a enzarzar ambos y en el
transcurso de la reyerta el acusado Alberto clavó una navaja a Pedro Francisco en
la areola mamaria que, tras penetrar en la cavidad torácica, seccionó la arteria
pulmonar dando lugar a una intensa hemorragia, que determinó su fallecimiento a
los pocos minutos en las dependencias de una narcosala, sita en un lugar cercano.
2º.-Alberto, al apuñalar a Pedro Francisco, sabía que con ello podía, muy
probablemente causarle la muerte. […] 5º.-El acusado, tras haber sido golpeado
por Pedro Francisco en la primera reyerta y dado que éste le superaba en
corpulencia física, se vio inmerso en una situación de temor por su vida que
determinó una disminución muy importante de su capacidad electiva, sin llegar a
anularla por completo […]». (STS 11 marzo 2005, RJ 4493, ponente Giménez
García).
C.118b junto a otros dos individuos no identificados hasta…», en donde Everardo
presencia cómo un individuo no identificado dispara 10 veces a Jesús Ángel con
una pistola marca Luger «alcanzándole 8 disparos a centros vitales, por lo que
Jesús Ángel murió en escasos minutos.- Inmediatamente después Everardo, quien
carecía de licencia de armas, tomó la citada pistola, sin intención de hacer uso de
la misma, desplazándose al domicilio de Juan a quien entregó el arma para que se
deshiciera de ésta.» […] «Everardo acudió al domicilio de Juan, quien se
encontraba junto al acusado Cesar, les contó lo que había sucedido y les entregó la
pistola Luger para que se deshicieran de ella, careciendo estos acusados de licencia
de armas o guía de pertenencia de la citada arma. Esa misma noche Juan le entregó
la pistola a su vecino Francisco, quien también carecía de licencia de armas y guía
de pertenencia, y guardó la pistola en su casa hasta el día siguiente, cuando se la
devolvió a Juan y éste y Cesar deciden entregar la pistola a José Miguel, quien
199
11.ª
La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
carecía de licencia de armas, y se llevó la pistola Luger para desmontarla, limpiarla
y tirarla al río. Ninguno de estos cuatro acusados tenía intención de hacer uso de la
pistola Luger modelo 85 y número de serie núm. ….- Al día siguiente, 21 de
septiembre de 2004, Agustín, conociendo a través de Everardo los hechos de la
muerte de Jesús Ángel y sintiendo un gran temor por su integridad, se deshizo del
SEAT PDZ de su propiedad depositándolo en un taller de la C/Ezequiel Solana 13
de Madrid, pidiendo al dueño que lo registrara con fecha de entrada en el taller del
día 17 de septiembre.» STS 139/2008, de 28 febrero RJ 2699/2008 (ponente
Varela Castro).
C.119a «Probado y así se declara que sobre las 22:00 horas del día 16-09-1998 el acusado

Juan C.V. de 44 años al tiempo de los hechos y con antecedentes penales no
computables en la presente causa conducía el vehículo de su propiedad con placa
de matrícula ... con sus facultades psico-físicas de atención y reflejo disminuidas a
causa de la previa ingestión de bebidas alcohólicas, razón por la cual no respetó la
señal de detención obligatoria STOP que obligaba su marcha existente en la Avda.
Vilanova intersección con la calle duero de Calafell, a consecuencia de la cual
colisionó con el vehículo matrícula ... de Angel Z. G. que se encontraba
estacionado en la citada vía a altura del n° 13, ocasionando daños renunciados por
aquel y tasados en 227.589 ptas. Requerido el acusado para la práctica de las
pruebas de determinación alcohólica se negó expresamente a verificarlas a pesar
de haber sido apercibido por la fuerza actuante de las consecuencias de aquella
negativa. El acusado presentaba entre otros síntomas externos, fuerte alitosis
etílica, respuestas repetitivas, ausencia de equilibrio en la deambulación y ojos
brillantes». El acusado expresó en el juicio que «no fue advertido de las
consecuencias de su negativa a someterse a tal prueba», por lo que desconocía que
al negarse estaba cometiendo un delito, aunque sí una posible infracción de tráfico
(SAP Tarragona, sección 2.ª, 30 julio 2001, JUR 311336, ponente Díaz Muyor).
C.119b «Por denuncia formulada por funcionarios afectos al Servicio de Costas ante la
Guardia Civil del Puesto de Pulpí (Almería) el hoy acusado, Gaspar, mayor de
edad y sin antecedentes penales, propietario de una casa/cueva, compuesta de
vivienda y terraza, sita en el paraje conocido como "Cabezo de Pichirichi", sito en
San Juan de los Terreros, término municipal de Pulpí, dando vista a la playa
conocida como "Mar rabiosa", quien sin obtener la preceptiva autorización de
Costas, solicitó licencia de obras de reparación general de la vivienda con
restauración de forjados al Ayuntamiento de Pulpí, no obteniéndola por dicha
carencia. Sin perjuicio de ello y en la creencia de que su vivienda no se encontraba
dentro de la zona marítimo terrestre, aún sin contar con la preceptiva licencia
municipal para la realización de tales obras, procedió a llevarlas a cabo, sin que
fuera paralizada la obra por autoridad competente hasta estar prácticamente
finalizada la misma. Interpuso recurso Contencioso-Administrativo frente a la
Resolución de 7 de abril de 1997, del Servicio Provincial de Costas de Almería, de
la demarcación de Costas Andalucía-Mediterráneo, por lo que se denegó al
recurrente, hoy acusado, autorización para la reparación de «la vivienda, de la que
es propietario, en cuanto que esta estaba situada en zona de dominio público
marítimo terrestre, según deslinde aprobado por Orden Ministerial de fecha 27 de
julio de 1996, sin que conste la existencia del preceptivo título de concesión que
legitime la expresada ocupación», la Sala de lo Contencioso-Administrativo del
Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, en Granada dictó Sentencia el día 27
de diciembre de 2004, estimando parcialmente el recurso ContenciosoAdministrativo interpuesto, declarando nula dicha resolución al no ser conforme a
derecho, quedando para la fase de ejecución de sentencia la determinación de la
parte afectada de la edificación, en cuestión, que no puede ser restaurada.» STS
1067/2006, de 17 octubre RJ 8049/2006 (ponente Martín Pallín).
C.119c «Que Tomás C. P., mayor de edad y sin antecedentes penales, y propietario de la
funeraria Carrillo sita en el Puerto de la Cruz, durante los años 1989, 1990 y 1991,
al menos, realizaba el embalsamamiento de cadáveres, careciendo del
200


La culpabilidad (III: la inculpabilidad y la exculpación)
11.ª
correspondiente título de Doctor o licenciado en Medicina, aun a sabiendas de la
necesidad de ser practicada dicha operación por un profesional en la materia.
También consta acreditado que Roberto N. L., mayor de edad y sin antecedentes
penales, desde su toma de posesión en fecha 1-5-1988 como Jefe Local del Puerto
de la Cruz, percibió la suma de 15.000 ptas. por cada acta de embalsamamiento de
cadáveres que firmaba y que le eran entregadas por el ya mencionado Tomás C. P.
o sus empleados Jorge P. T. y Roberto H. H., ambos mayores de edad y sin
antecedentes penales, por orden de Tomás C. Del mismo modo Manuel L. R.,
mayor de edad y sin antecedentes penales, desde que tomó posesión del cargo de
Jefe Local de Sanidad de La Orotava en fecha 1-12-1988, percibió la suma de
10.000 ptas. por cada acta de embalsamamiento y que le eran entregadas por
Tomás C. P. o sus empleados Jorge P. T. y Roberto H. H. por orden de aquél»; que
se aceptan en esta segunda instancia, añadiendo al final, el siguiente párrafo: «Que
Manuel L. D. y Roberto N. L. durante la época en que estuvieron ejerciendo el
cargo de Jefes Locales de Sanidad, a que se hace referencia en los dos párrafos
anteriores, estuvieron cobrando las cantidades que se indican por firmar las actas
de los embalsamamientos, en la plena creencia de que ello era correcto, hasta que
en el año 1992 recibieron comunicaciones de la Dirección Provincial de Sanidad,
determinando las tasas que correspondían por tal función, ya se dejaron de percibir
las cantidades señaladas». SAP Santa Cruz de Tenerife (sección 2.ª) 92/2000, de
28 enero, ARP 208/2000 (ponente Díaz Sabina).
 Ejercicios de autoevaluación
http://www.unav.es/adi/
201

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