el artículo en el cual la iglesia se mantiene o se cae

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LA DOCTRINA DE JUSTIFICACIÓN:
EL ARTÍCULO EN EL CUAL LA IGLESIA SE MANTIENE O SE CAE
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por J. A. O. Preus
Vol. 5, No. 2
¿Por qué es importante?» Es algo que oigo mucho como miembro del Concilio de la Alianza de la
Confesión Evangélica (una organización en EEUU/Canadá para el avance de la fe histórica). ¿Por
qué enfatizamos tanto la doctrina de justificación? ¿Qué está en vista y por qué somos tan
cuidadosos con este tema? Son buenas preguntas. Por supuesto, no somos los primeros de enfatizar esta
doctrina. Enfocando en lo que más cuenta, pensamos en nosotros mismos como seguidores de las huellas de
Lutero y Calvino y los otros grandes reformadores del siglo dieciséis. Esta es la razón por la cual hablamos
tanto de la teología reformada. Según los reformadores, el evangelio de la gracia de Dios para con los
pecadores por medio de Cristo es central a nuestra fe. Estamos simplemente tratando de restaurar eso a su
posición prominente, donde debe estar.
También debemos ser críticos del estado del evangelicalismo contemporáneo. Nuestra preocupación
surge porque estamos convencidos de que los reformadores tenían razón cuando colocaron el evangelio en
el centro de su pensamiento teológico. Este entendimiento debe ser claro especialmente entre gente que se
llama a sí misma ‘evangélicos’. Pues la palabra griega para «evangelio» es euangelion, de la cual viene
nuestra palabra en español «evangélico». Hablando correctamente, ser evangélico implica ser centrado en el
evangelio. Sin embargo, mucho del evangelicalismo no ha sido fiel a su propio nombre, al sustituir lo
central del evangelio con un enfoque en la actividad humana - tal como nuestra respuesta de amor o nuestra
obediencia o algo similar. Este es lo que nos ha causado ser tan vehementes en nuestro énfasis. Examinemos
algunas de las verdades ricas de la fe reformada.
Las tradiciones clásicas reformadas y luteranas han sostenido que la doctrina de la justificación es el
articulus stantis et cadentis ecclesiae, el artículo sobre el cual la iglesia se mantiene y cae. Lo que en
realidad estamos diciendo es que el evangelio, que es la Buena Nueva que Dios justifica a los pecadores por
gracia, a través de fe por causa de Cristo, es el articulus stantis et cadentis ecclesiae. Entonces, en las
mentes de los reformadores, la doctrina de justificación es sinónimo con el evangelio. Ahora, cuando
hablaban de esta manera tenían la intención de afirmar la necesidad absoluta del mensaje del evangelio para
la existencia continua de la iglesia,. El mensaje que los pecadores son justificados ante Dios por gracia, por
causa de Cristo, a través de la fe sola, aparte de las obras de la ley, es absolutamente necesario para que la
iglesia sea la iglesia.
Según los reformadores, este evangelio (o la doctrina de justificación) le da a la iglesia el derecho
legítimo de llamarse ‘iglesia’. Es el criterio de lo que de veras es la iglesia y lo que no es. Es la presencia de
este evangelio, en sus formas verbal o visual (o sea, palabra y sacramentos) que identifica la iglesia de
Jesucristo y que la distingue de otra organización o secta. Donde esté este evangelio, allí se tiene la iglesia.
Donde no haya evidencia de este evangelio, no hay evidencia visible y confiable de la iglesia. Es verdad que
sólo Dios es capaz de ver el corazón para determinar si la persona tiene fe. Dios puede discernir la verdadera
iglesia en su sentido interior (o invisible). Pero nosotros no podemos ver el corazón. Somos limitados a lo
que podemos ver. Podemos ver y oír el evangelio. De esta manera, el evangelio, o la doctrina de
justificación, llega a ser el único visible o audible indicador de la existencia de la iglesia.
Sin embargo, el evangelio no sirve solamente como un indicador infalible de la iglesia, sino que
también sostiene a la iglesia como su única base firme. Lutero dijo que sin este evangelio la iglesia no puede
mantenerse, ni aun por una sola hora. Es la sustancia de la fe, el sustrato, y el fundamento sobre lo que se
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mantiene la teología, la iglesia, y la fe. Entonces, el evangelio no solamente nos indica dónde está la iglesia,
sino es también la misma sustancia de la fe, que alimenta y sostiene la fe y que mantiene la existencia de la
iglesia.
Los líderes de la Reforma de los siglos 16 y 17 hablaban de esta doctrina como el «artículo cardinal»
de la fe cristiana. Eso viene de la palabra latín cardo, que significa bisagra. La idea aquí es que la doctrina
de justificación es como el punto clave de donde se mueve la totalidad de la doctrina cristiana, o de donde se
gira. Esta palabra era usada para hablar del eje del mundo, o como un hecho principal sobre el cual otros
hechos dependen. Sin la bisagra, se cae la puerta. Perder esto es perder su propio eje. Sin el fundamento, la
iglesia simplemente se cae en pedazos. Es muy sencillo: sin la doctrina de la justificación, se puede perderlo
todo.
Entonces, ¿dónde encontramos información acerca de esta doctrina principal? Los reformadores
insistieron que la única fuente y norma para teología era la Santa Escritura. De hecho, eran tan firmes en
insistir que solamente la Biblia debe ser usada como fuente para la teología y la práctica que usaban la frase
«sola Escritura» (sola scriptura). El decidir cuál será nuestro artículo de fe cardinal no es algo que
escogemos. La Biblia nos dice lo que debe ser el fundamento principal. Los reformadores creían que el
propósito de la Escritura era hablarnos de la provisión bondadosa y milagrosa de Dios en la persona y la
obra de Jesucristo, para la salvación de la humanidad perdida y pecaminosa. El sufrimiento, muerte, y
resurrección de él forman el corazón de la enseñanza bíblica. Jesús mismo lo afirmó cuando dijo,
«Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que
dan testimonio de mí» (Juan 5:39).
Habiendo visto que la doctrina de justificación es crucial, es necesario que la examinemos más
detalladamente para ver sus componentes esenciales. El apóstol Pablo hace un buen trabajo de identificación
de estos elementos en su resumen magistral de la doctrina de justificación en Romanos 3:21-24. «Pero
ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia [o justificación] de Dios, testificada por la ley y por los
profetas; la justicia [o justificación] de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.
Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús».
En el pasaje, Pablo identifica cuatro partes a la doctrina de justificación. Uno es justificado ante
Dios:
1. Aparte de la ley
2. Gratuitamente por su gracia
3. Mediante la redención que es en Cristo Jesús
4. Por fe
Aquí, entonces, tenemos una buena definición de la doctrina de justificación (o el evangelio) según
Romanos 3: Somos justificados (o salvos) aparte de nuestros propios méritos, por gracia, a causa de Cristo,
por medio de fe.
Mientras buscamos una definición más clara del evangelio, sería de ayuda clarificar a qué se opone
este evangelio. En otras palabras, se puede discernir su significado por entender lo que contradice. Si se
puede considerar el evangelio como la solución al problema de la ley, entonces debemos entender la ley en
último lugar como un asunto coram Deo, o sea, ante Dios (véase Romanos 3:19-20). El evangelio es
solamente la buen nueva, como dice la Escritura, si viene como solución al problema de Dios, su ira, su
condenación, su separación de nosotros por causa de nuestro pecado. En un sentido, la verdadera dificultad
humana es el Dios que juzga; el Dios ante el cual estamos acusados por su ley, o el Dios ante el cual
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estamos muertos a la luz de su vida, o el Dios ante el cual somos profanos a la luz de su perfección. Hay
varias maneras de expresarlo, pero sea cual sea el lenguaje que se usa, llegamos todos a la misma condena:
la justa ira de Dios (Efesios 2:3).
En realidad, los efectos de la ley también son causantes de problemas entre las personas. El pecado es
un problema social, antropológico, psicológico, y quizás aun genético. Pero el pecado no es principalmente
estas cosas – como seres humanos pecaminosos, nuestro verdadero problema es Dios mismo. Necesitamos
una solución al problema de Dios, al problema que tiene nombre, el problema que se llama Dios. Quizás
suene raro, aun blasfemia decirlo en esta manera, pero nuestro verdadero problema como pecadores no es
meramente que nuestros pecados nos hacen daño o que dañan a nuestro prójimo. Nuestro verdadero
problema es que Dios está enojado y ofendido personalmente a causa de nuestros pecados. El enojo y la ira
demandan reconciliación. Nuestro verdadero problema tiene nombre, y su nombre es Dios (véase Romanos
5:10, donde dice que somos ‘enemigos de Dios’).
El evangelio, o la doctrina de justificación, describe una solución a dicho problema. Esto significa
que el evangelio es, en primer lugar, una categoría teológica. Describe cómo estamos en nuestra relación
con Dios. Anuncia la buena noticia de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo para resolver el problema
que es Dios mismo. Este asunto es un hecho claro abordado por Pablo en su extraordinaria presentación del
evangelio en Romanos 3. Él dice, «No hay temor de Dios» (v. 18), «todo el mundo quede bajo el juicio de
Dios» (v. 19), «por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él» (v. 20), «pero
ahora . . . se ha manifestado la justicia de Dios» (v. 21), etcétera. El resultado más importante de la
obediencia perfecta de Cristo es que la ira de Dios era cancelada y nos miró con una mirada favorable (2
Corintios 5:19).
Entonces, el evangelio ante todo, encuentra su centro en la obra de Dios en Cristo. Este es su
componente primario que define su significado. La doctrina de justificación describe lo que Dios ha hecho
en los eventos históricos asociados con el ministerio terrenal de Jesucristo en Palestina del primer siglo.
Asimismo, tal como los teólogos de la Reforma dijeron, la doctrina de justificación es extra nos, o sea, fuera
de nosotros. Su foco y centro se encuentra en Cristo.
En segundo lugar, se refiere a la obra que Dios hizo por nosotros (pro nobis), en las acciones
históricas de Cristo en la cruz. Aunque nos regocijamos en lo que Dios hace en aquellos a los que él
justifica, esto es propiamente llamado el fruto o resultado del evangelio (o sea, santificación), más bien que
el evangelio mismo. La doctrina de justificación, por supuesto, lleva a dar fruto abundante (Gálatas 5:22). Y
esto es muy importante para los cristianos, debido a que hemos sido salvos para una vida de servicio tanto
para Dios como entre nosotros (Efesios 2:10). Sin embargo, el evangelio significa lo que Dios hizo por
nosotros en Cristo, no lo que Dios hace en nosotros ni a través de nosotros como resultado de lo que hizo
Cristo.
En tercer lugar, debido a que la doctrina de la justificación es genuinamente el «evangelio» (o sea, la
buena nueva), enfatiza la única suficiencia de la obra de Cristo por el mundo en Viernes Santo y Día de la
Resurrección (solo Christo). Es la palabra de Dios situada específicamente y estrechamente en la obediencia
de Cristo (su obediencia activa en su vida y su obediencia pasiva en su muerte). Esta buena palabra fue
consumada en la cruz y anunciada victoriosamente en la resurrección de nuestro Señor. Sentado a la diestra
del Padre en gloria, el Señor resucitado espera el último día cuando regrese para juzgar a los vivos y
muertos.
Entonces, en cuarto lugar, la doctrina de justificación reconoce y genuinamente honra el hecho de que
nuestra posición favorable ante Dios se debe solamente a la gracia de Dios (sola gratia). Colocar el
evangelio en el centro, entonces, significa que atribuimos nuestra salvación a nadie excepto a Dios en
Cristo. Lo gloria no se coloca en ningún otro sitio: ni a la obra transformadora de Dios en nosotros, ni a
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nuestra propia fe ni buenas obras ni obediencia. El evangelio le da la gloria solamente a Dios (soli Deo
gloria), porque la gracia de Dios es la única causa suficiente de nuestra salvación ante Dios.
Finalmente, hablar del evangelio en una nueva manera que coloca a Cristo en el centro, significa que
debemos reconocer que la salvación ocurre solamente por fe (sola fide, véase Romanos 1:17), como manera
de recibir los beneficios de la obra de Cristo en la cruz. Esto significa que se puede hablar pero s ólo
cuidadosamente de la fe como «causa» de salvación. No somos salvos por causa de nuestra fe. Somos
redimidos por fe como el medio para recibir la redención ya perfecta que Cristo proveyó en la cruz.
Solamente de esta manera puede Cristo recibir toda la gloria para nuestra salvación (Romanos 11:36).
Hemos visto que la doctrina de la justificación por gracia a causa de Cristo mediante la fe es algo
esencial. Es la bisagra sobre la cual depende todo, y es el fundamento sobre el cual todo se mantiene. La
razón de su importancia radica en la conexión con las verdades bíblicas, centrales y cristianas como sola
escritura, sola gracia, y sola fe.
Nosotros que formamos parte del Concilio de Alianza nos vemos comprometidos con estas verdades
y con promover su prominencia en nuestro mundo de hoy en día. Creemos que mucho del evangelicalismo
americano contemporáneo ha perdido su centro en el evangelio. Recuperar la doctrina de la justificación es
crucial. Nada en nosotros, ni aun la obra de Dios en nosotros por fe, puede tomar el lugar de lo que Jes ús
hizo por nosotros en la cruz. Nuestro único propósito es restaurar esta doctrina hermosa, y las solas que
forman su corazón, al lugar céntrico que la Escritura y los reformadores les han dado. Sólo esta enseñanza
preciosa da toda la gloria a Cristo y pleno consuelo a las conciencias perturbadas.
Confesión luterana
Contra los dos errores mencionados, unánimemente creemos, enseñamos, y confesamos que Cristo es
nuestra justicia no según la sola naturaleza divina ni según la sola naturaleza humana, sino que es el Cristo
entero según ambas naturalezas, en su sola obediencia, el cual como Dios y hombre regresó al Padre aun
bajo la muerte e hizo méritos para perdonar nuestros pecados y darnos vida eterna, como está escrito:
Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos serán constituidos justos, Rom. 5, 19.
Entonces, nosotros creemos, enseñamos, y confesamos que nuestra justicia ante Dios es [esta misma
cosa], que Dios nos perdonó de nuestros pecados por pura gracia, sin obras, mérito, ni dignidad por parte de
nosotros en el pasado, presente, ni futuro, que Él nos presenta y nos imputa la justicia de la obediencia de
Cristo, por causa de esta justicia somos recibidos en gracia por Dios y considerados justos.
Nosotros creemos, enseñamos, y confesamos que la fe sola es el medio e instrumento con que
recibimos a Cristo, y una vez en Cristo la justicia que cuenta ante Dios, por cuyo bien esta fe es imputada a
nosotros para justicia, Rom. 4, 5.
Traducido de Modern Reformation con permiso
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