el protestantismo como vehiculo de cambio cultural en

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EL PROTESTANTISMO COMO VEHICULO DE CAMBIO CULTURAL
EN SUDAMERICA
WVilliam E. Carter
El protestantismo en los países de habla española del sur de Sudamérica, es
un fenómeno que apareció sólo después de la independencia de aquellos países de
su tierra madre, España . Empezó con una concesión dada a pequeños grupos de noreuropeos que con* rizaban a radicarse permanentemente en el continente , principalmente con el fin de trabajar en comercio o educación. Al principio existió sólo
co~ religión étnica y no proselitista . En gran parte, los gobernantes de los nuevos
países dieron esta concesión para mostrar su independencia de España, como también su dominio sobre la poderosa Iglesia Católica . Al hacerlo no pensaban abrir
las puertas a la diversificación religiosa que existe hoy en día.
Quizá el grupo más sobresaliente entre estas primeras iglesias étnicas era el de
los anglicanos, especialmente en la región del Río de la Plata, donde la misma
independencia se debió, en parte, a la intervención económica y aun militar de
los ingleses. Siguiendo a los ingleses vinieron grupos de inmigrantes protestantes
de Francia, Alemania, Escocia, Italia, Noruega, Dinamarca y Suecia. Pero fueron
los anglicanos quienes lucharon primero hasta obtener permiso para erigir verdaderos ten plos, y no sólo salones de reunión , en todas las ciudades donde vivían
súbditos de la corona inglesa.
La contribución de estos grupos étnicos se limita, principalmente , a este solo
hecho. Son ellos quienes hicieron posible el desarrollo posterior del protestantismo
entre las poblaciones nativas. Pero su interés principal no era de ganar miembros
del pueblo nativo. Algunas de estas iglesias étnicas incluso habían firmado un acuerdo con el Estado de no proselitizar, como condición de tener su culto en su propio
idioma y según sus propias costumbres.
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Estas iglesias étnicas existen aún en las ciudades del sur del continente --espe.
cialmente en Buenos Aires-. Tienen a veces templos impresionantes que pueden
competir favorablemente con la elegancia que se encuentra en las iglesias católicas
de la región. Pero sus días de apogeo parecen haber pasado. Con excepción de
la iglesia valdense de Argentina y Uruguay -una iglesia cuya fuerza está en el
campo más que en las ciudades-, las iglesias étnicas han insistido en mantener
su idioma no español. Y, como suele suceder a todo grupo de inmigrantes después de unas cuantas generaciones, los descendientes que quedan de la colonia
extranjera original tienden a asimilarse tanto a la sociedad como a la cultura de
la mayoría.
En Sudamérica, los grupos étnicos protestantes han tendido a ocupar puestos
en las capas económicas y sociales más favorecidas. A medida que hayan ido subiendo así dentro de la sociedad, han tendido a, o dejar la religión al lado, o aceptar
al catolicismo. Esto, generalmente, ha sucedido en el momento en que sus miembros se casan con personas de ascendencia latina, fenómeno que está llegando a ser
más común a medida que pasan los años.
Se puede decir, por consiguiente, que la contribución de las iglesias étnicas
parece estar terminada. Fueron ellas las que abrieron las puertas a la diversificación religiosa. Fueron ellas las que, indirectamente, ayudaron a dar fuerza al movimiento anticlerical o laico que tuvo tanto apogeo alrededor de finales del siglo pasado
y que, en su caso más extremo, dio luz al Gobierno antirreligioso de Battle y Ordóñez, en el Uruguay. Quizás, aun ayudaron a que hubiera la reacción inevitable
en contra de un catolicismo dominado fuertemente por la Iglesia madre de España,
sin que ésta fuera acompañada por los baños de sangre característicos del movimiento anticlerical en México. La mera existencia de estos grupos significaba que
el Estado, tiempo atrás, había ya afirmado su derecho de actuar independientemente
de la Iglesia.
Sobre los fundamentos de estas iglesias étnicas se han edificado los otros dos
tipos del protestantismo que se encuentran hoy en día en Sudamérica. El primero
de éstos es el tipo de iglesia auspiciado por juntas extranjeras misioneras. Estas
juntas empezaron a trabajar en la región muy pocos años después del establecimiento de las primeras congregaciones étnicas, y frecuentemente hacían uso de
los recursos de éstas. Algunos de los primeros líderes locales fueron miembros de
iglesias étnicas, quienes sentían el deseo de hacer conocer sus convicciones religiosas en el medio popular.
Al principio, la meta explícita de estos misioneros fue la de distribuir la
Biblia, de convertir el mayor número posible de personas al protestantismo; y de
establecer iglesias locales. Pero, a la vez, estos misioneros tenían varias metas implícitas que ellos mismos, muchas veces, no reconocían conscientemente. Por ejemplo, viniendo de una tradición cultural noreuropea, ponían mucho énfasis en la
acción o el hacer, mientras que la tradición española, dentro de la cual se proponían trabajar, daba más énfasis a la existencia o al mero ser. Además, corno el
estar haciendo algo era para ellos tan importante, traían consigo, y muchas
veces comunicaban, un perpetuo sentido de culpabilidad o pecado por las cosas
que no lograban cumplir. Esta dase de sentido de culpabilidad era extraña a la
cultura latina.
El protestantismo como vehículo de cambio cultural
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Porque siempre tenían que estar haciendo algo por el bien de sus conciencias, no tardaban mucho en establecer una serie de instituciones educacionales y
de trabajo social. Un ejemplo clásico de este fenómeno se encuentra en la persona
de Guillermo Morris, quien pasó la mayor parte de su vida en Buenos Aires. Estabieció docenas de escuelas para niños pobres, y mantuvo un gran orfanato, sosteniendo todo con contribuciones que solicitaba de puerta en puerta en la creciente ciudad.
Cuando las instituciones protestantes estaban todavía en su infancia en Sudamérica, el movimiento conocido con el término de "evangelio social ", cuyo defensor principal era Walter Rauschenbusch, empezó a ocupar un puesto de suma
importancia en los países protestantes, especialmente en Norteamérica. Como la
mayoría de las juntas misioneras que trabajaban en el sur de Sudamérica eran norteamericanas, el movimiento dio gran ímpetu al crecimiento de la obra institucio.
nal que ya se había comenzado en la región. Las instituciones auspiciadas por juntas norteamericanas e inglesas se aprovecharon; además, de la superioridad tecnológica que estaban empezando a tener los países de habla inglesa. Era la misma
época en que Francia comenzaba a perder algo de su prestigio en el mundo. Se
estaban creando nuevas profesiones en conexión con la creciente industrialización.
Y muchas de estas profesiones nacieron primero en los países de habla inglesa.
El atractivo principal que tenían las instituciones protestantes, especialmente
las escuelas, era, entonces, su relación cercana con los países más industrializados.
Los que se interesaban en las nuevas profesiones tendían a ser aquellos que empezaban a formar la emergente clase media. Estas personas no sentían ninguna lealtad en sí a las tradicionales profesiones de abogacía, medicina y teología, porque
sus familias habían estado rara vez relacionadas con ellas. Al descubrir las posibles
ventajas económicas en profesiones nuevas, como la ingeniería, entonces buscaban
el sitio donde mejor se podían preparar para entrar en ellas. Y como el campo
era dominado por los países de habla inglesa, era una ventaja verdadera el ir
a una escuela donde se enseñaba aquel idioma, el idioma de la tecnología y del
comercio.
Este no era todo el atractivo de las escuelas protestantes, sin embargo. Al
comenzar a industrializarse Sudamérica, se descubría que ciertos valores tradicionalmente latinos eran verdaderos impedimentos. La separación de los trabajadores
manuales de la educación, el uso tan elástico del tiempo, la costumbre de mantener la familia extendida unida costara lo que costara, y el dominio de los negocios por el personalismo, cabían pobremente dentro de las nuevas pautas de industrias fuertemente capitalizadas, que tenían que competir en el mercado mundial.
Por lo tanto, los graduados de las escuelas protestantes eran preferidos muchas
veces, tanto por sus actitudes compulsivas de producir, actitudes que habían sido
filtradas desde las culturas de habla inglesa por medio de los misioneros, como
por su conocimiento de nuevas técnicas y del idioma de la tecnología y del
comercio.
Hoy en día, por lo tanto, existen numerosas escuelas de alta categoría en el sur
de Sudamérica que son auspiciadas por grupos protestantes. Algunas de las más
destacadas son el Colegio Americano, en Callao; el Colegio María Alvarado, en
Lima; el Colegio de San Andrés, en la misma ciudad; Iquique English College, en
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Iquique; Santiago College, en Santiago; Colegio David Trumbali, en Valparaíso;
el Colegio Bautista, en Temuco; los Institutos Americanos en La Paz y en Cochabamba; el Colegio Ward, en Buenos Aires, y el Instituto Crandon, en Montevideo.
Varios de estos colegios fueron originalmente colegios para niñas, y como tales
eran de los primeros en introducir el concepto noreuropeo y norteamericano del
papel que una mujer jugara en la sociedad según esas culturas.
Se podría decir, entonces, que quizás el papel más importante que han desempeñado las iglesias misioneras en el cambio cultural de Sudamérica ha sido
en la formación de un grupo de profesionales que comparta varios valores fundamentales con los países más industrializados. Por el hecho de poder funcionar
bien dentro del mundo racional de la gran industria y del gran comercio en el
día de hoy, estas personas suben basante rápidamente en la escala económico-social.
Rara vez, sin embargo, se convierten al protestantismo... tanto, que existe una verdadera correlación negativa entre el hecho de que una iglesia auspicie a una institución de prestigio y a que crezca rápidamente el número de sus miembros.
Esto se debe indudablemente a dos razones principales. Primero, es justamente
un concepto racional de la vida lo que el alumno aprende en las escuelas misioneras. Por lo tanto, en vez de aumentar su interés en la religión, se tiende generalmente a disminuir. Segundo: como persona ascendente en la escala social, no le
conviene perjudicar sus chances de aceptación más de lo necesario. En Latinoamérica, todavía hay poco aprecio por la experimentación religiosa.
Los grupos misioneros, entonces, a pesar de todo su esfuerzo, nunca han
podido obtener grandes números de conversos. Ha habido épocas en que han tenido más éxito que en otras. Por ejemplo, al comenzar su trabajo en el Uruguay,
encontraron que el ambiente era muy propicio. El movimiento laico era fuerte y
tomaba a la iglesia protestante como una herramienta más en su lucha contra el
clero. Es interesante hacer notar que en Trinidad, un pueblo del interior del país,
hubo más de cuatrocientos protestantes a finales del siglo pasado. Hoy, apenas
si cuarenta o cincuenta personas siguen esta religión. En la misma época, en Montevideo, varios de los intelectuales más destacados se relacionaron con la iglesia
protestante. Pero al ganar su batalla contra el clero, la abandonaron.
Se podría decir, además, que, en cierto sentido, la iglesia protestante misionera en Sudamérica ha sido un vehículo de secularización y de desafío a los tradicionales valores e instituciones. Es verdad que ha conseguido un número pequeño
de adeptos, pero estos adeptos, generalmente, vienen de otro grupo social que los
que se encuentran en las instituciones ya descritas. Tienden a ser personas que han
sido afectadas , en un sentido profundo y negativo, por la creciente industrialización.
En su mayoría son marginales a la sociedad , y se encuentran aisladas de su familia extendida, como también de su antigua vecindad. Teniendo ya una situación precaria dentro de la sociedad, tienen poco que perder en afiliarse a una religión
minoritaria. Lo que ganan son, principalmente, dos cosas. Primero: obtienen un
grupo de iguales, el cual puede ser substituido por los vínculos familiares ya destruidos. Segundo: encuentran un sistema de valores que da mérito a lo que ellos
tienen que hacer de cualquier modo para defenderse en el mundo de la gran industria y del comercio... es decir, un sistema que pone énfasis en la dignidad del
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trabajo, en la puntualidad, en la honestidad... en fin, en sanciones internas irás
que externas.
Las iglesias misioneras, sin embargo, nunca han logrado perfeccionar la síntesis que es necesaria si el protestantismo llegase a ser un movimiento permanente
dentro de la cultura de estos países. Siguen existiendo hoy únicamente a base del
continuo apoyo de afuera. La síntesis ha ocurrido, pero se ha desvinculado de los
grupos misioneros en los cuales nació.
Esta síntesis es el pentecostalismo, como existe especialmente en Chile (y
también en Brasil, aunque la discusión del movimiento protestante en aquel país
no se va a hacer en esta ponencia). El movimiento pentecostal más grande de
Chile, la Iglesia Pentecostal Metodista, nació en el seno de la Iglesia Metodista
Episcopal, una entidad misionera. Al leer la historia del nacimiento de esta iglesia
pentecostal, es interesante notar que varios chilenos metodistas trataron de cambiar algunos aspectos del metodismo y a la vez permanecer en ella. En términos
de cambio cultural, estaban dando "feed back", o respuesta a la cultura donadora.
En este caso, los representantes de la cultura donadora no eran elásticos y no reconocían que cuando un complejo cultural se transfiere de una cultura a otra, siempre
sufre reinterpretaciones fundamentales. Por lo tanto, los chilenos se vieron forzados
a. retirarse y a formar su propio grupo.
En su síntesis hicieron cinco cambios principales, tres de los cuales traían al
protestantismo más cerca de la tradición católica latina. Estos fueron, primero: el
uso periódico y hasta diario de procesiones en la calle. En vez de llevar a su santo
o a la Virgen, llevaban la Biblia, y en vez de repetir liturgia cantaban himnos; pero
salían en procesión. Segundo: renovaron el énfasis en la curación milagrosa, factor
muy importante en el catolicismo de personas del nivel social del cual venían los
pentecostales. Tercero: permitían la libre expresión en la adoración. Las iglesias
misioneras habían siempre usado el culto estereotipado característico de los países
del Norte. En esta clase de culto se esperaba que cada persona leyera la Biblia y,
por lo tanto, fuera alfabetá. Además, se esperaba que todos adorasen en grupo, que
las oraciones fuesen dirigidas por el pastor, y que todos se quedasen hasta el final.
Los pentecostales, en su síntesis, han permitido más libertad individual. Han resucitado la oración individual, tan característica del catolicismo latino-americano,
aunque con la variación de que todos hablen en voz bien alta, tal vez para no confundirse con los católicos. Han permitido también que las personas entren y salgan
cuando gusten. Y esto, también, está más de acuerdo con el personalismo y la elasticidad en el uso del tiempo característico de las cultura latinoamericanas. Finalmente, han dado a las personas marginales que son atraídas a su grupo el chance
de fácilmente ocupar puestos de autoridad. Cada individuo, aunque totalmente
analfabeto, puede dar su testimonio. Y personas de tan poca preparación que nunca se podrían destacar en ninguna otra parte, aquí encuentran la oportunidad de
tener una voz en la administración de lo que resulta, a veces, ser un gran negocio.
Los pentecostales no han descartado, sin embargo, todos los preceptos de los
misioneros. Más bien parece haber habido una cristalización que permanece dentro de todo protestantismo en Sudamérica de ciertos valores y actitudes de los
primeros misioneros que fueron a trabajar a ese continente. Estos individuos representaban, desde luego, a sólo un sector de la cultura norteamericana o noreuropea...
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el sector que correspondía a los papeles que ellos desempeñaban tanto en la realidad
socio-económica de sus países, como en su posición dentro de sus propias iglesias
Este sector parcial de la cultura era representativo, en general, de los valores de
la clase media para abajo, porque fue de esta clase social de donde provenían los
misioneros. Enfatizaba al puritanismo en la moral personal, al valor del trabajo
manual y a la interpretación bíblica literal, a pesar de representar también a un
racionalismo fundamental. Porque favorecía a la interpretación bíblica literal, daba
mucho mérito al alfabetismo, aunque bien poco al pensamiento informado liberal.
En otras palabras, este sector de la cultura norteamericana tendía a producir un
tipo de persona honesta, trabajadora, independiente, abnegada, pero dogmática.
Esta dase de persona cabe muy bien dentro de las necesidades de la creciente
industrialización urbana sudamericana. Por lo tanto, los evangélicos son muchas veces
favorecidos en la otorgación de trabajos hoy en día. En general, estas personas son
conocidas por su rectitud moral. En las palabras de muchos, el evangélico no fuma,
no bebe, no se pinta los labios, no es mujeriego, y es trabajador.
Desde el punto de vista teórico, es significativa esta cristalización. Parece haber venido inmediatamente después de la llegada de los primeros misioneros, o
sea, del primer contacto efectivo entre la iglesia protestante y el pueblo como tal.
Sigue, por lo tanto, a la clase de fenómeno descrito por Foster en su libro Culture
and Conquest. Vale la pena destacar que esta cristalización ocurrió antes de que
el sincretismo se produjera, que hizo que el protestantismo llegara a ser un movimiento verdaderamente nativo. Esto indica que la cristalización cultural, aparentemente, puede ocurrir en varias etapas. O ciertos factores pueden permanecer elásticos mientras otros se cristalizan o, sencillamente, puede ser que la cristalización
no ocurra con la misma rapidez en todos los aspectos de la cultura. De cualquier
modo, el sencillo cuadro de cristalización que presenta Foster en su libro, no parece
evidenciarse en este caso del protestantismo en Sudamérica.
Un factor que quizás influya en que ciertos aspectos culturales se cristalicen
antes que otros es el de la centralidad del aspecto en la cultura donadora. En
el caso del protestantismo de los misioneros, el énfasis principal parece haber
girado alrededor de la moral, de cómo se hacían las cosas. Siguiendo a ese énfasis,
en segundo lugar, venía la doctrina. Lo último de todo parece haber sido el ritual.
Seguramente, el lugar respectivo de estos aspectos en la cultura receptora tendría
su influencia también en el proceso de la cristalización, pero no está dato todavía
cómo ocurrió en el caso presente.
El futuro del protestantismo en el sur de Sudamérica parece estar en las
manos de los grupos que han logrado síncretizar a la religión con la cultura latina,
o sea, los pentecostales. Las iglesias étnicas probablemente desaparecerán poco a
poco. Las iglesias misioneras seguirán teniendo alguna influencia, pero su crecimiento será muy lento. En cambio, las iglesias indígenas , como la pentecostal,
probablemente seguirán teniendo impresionantes aumentos. Y esto ocurrirá hasta
el día en que los miembros marginales de la sociedad encuentren alguna respuesta
inmediata satisfactoria y racional a sus fundamentales problemas económicos y
sociales, porque hasta ese día el protestantismo ofrecerá para estas personas la
oportunidad de rebelarse en contra de su sociedad y cultura, de encontrar un sustituto satisfactorio para los lazos familiares quebrantados , de adherirse a un movi-
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miento que abiertamente valoriza a la clase de contribución que ellos pueden hacer
en la sociedad, y de prepararles para que reciban mayores beneficios en la esfera
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