II. De la Educación Psicomotriz al Tratamiento Pedagógico del

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II. De la Educación Psicomotriz al Tratamiento Pedagógico del
ámbito Corporal
Observando la vida escolar se ve con claridad que la mayoría de las actividades que se
realizan en ella necesitan que el cuerpo esté contenido, que no dé guerra, que pase
desapercibido. Estas demandas al cuerpo han provocado diferentes modos de entenderlo
y tratarlo en la escuela.
El cuerpo en la escuela no sirve, comentaba Tonucci, en Alfieri (1979: 7), al pie de un
dibujo extraordinariamente explícito en el que puede verse el cuerpo de un escolar
reducido a un trazo, prisionero en un pupitre, donde sólo se aprecia con cierto detalle las
manos y la cabeza. Sigue insistiendo en ello veinticinco años más tarde1. La escuela
impone una “cultura somática”, arguye Luc Bolstanski, expresión que Julia Varela
(1988) define como el moldeamiento sufrido por los cuerpos en nombre de una buena
educación.
En algunos textos de historia de la educación abundan los detalles sobre las dificultades
de la integración del ámbito corporal en la formación y ejercicio profesional de los
maestros. Presento a modo de ejemplo algunos datos tomados de Viñao (1998):
Bajo la influencia de Froebel, se publica en nuestro país el Tratado de higiene
escolar de Pedro A. García (1886) donde aparece la utilidad higiénica de los
ejercicios corporales, lo que supone que en los periodos de “descanso” no sólo
se incluyan los recreos sino también los ejercicios físicos, la gimnasia, el canto,
los trabajos manuales, el cultivo de la tierra, el juego libre y los paseos por el
campo. (Página 67)
En cuanto al contenido del recreo, la postura más extendida fue la del
rechazo de la gimnasia –por considerarla una materia más y por entender que
la fatiga física y la intelectual se reforzaban- y la de la defensa de los cantos y
ejercicios corporales, que el Real Decreto de 26 de octubre de 1901 había
incluido entre las materias obligatorias, o del juego espontáneo y libre. (Página
79)
No faltan testimonios concretos, en relación con materias específicas,
acerca de la no aplicación del Real Decreto de 1901. Por ejemplo sobre la
gimnasia… Esta materia ha tropezado, en general, con la apatía e ignorancia
de los propios maestros, que no sólo no han definido su práctica contra los
prejuicios de la incultura crónica de los pueblos, que la consideran como una
majadería ahora de moda, pues bastante gimnasia hacen los chicos con lo que
corren y saltan, sino que comparten esta opinión y les hacen coro. Por lo
general, los maestros viejos (hay excepciones honrosísimas), muchos de
mediana edad, y, afortunadamente, pocos jóvenes, y sobre todo muchas
maestras, detestan la gimnasia, les avergüenza el realizarla, y como no se les
vigile (cosa hoy irrealizable), no la practican; esta es la verdad aunque
amargue. (Página 104)
1
Revista Cuadernos de Pedagogía, “Cinco horas sentados”, número 357: “El deber de jugar”
1
Frente a estas opiniones, es cierto también que los maestros y maestras de los más
pequeños conocen bien las posibilidades expresivo-comunicativas de la motricidad.
Cuando hablan entre sí del alumnado recurren a parámetros corporales y motrices, y en
sus reivindicaciones reclaman espacios y materiales para atender este ámbito educativo.
Saben de la oportunidad pedagógica que supone atender los aspectos biológicos en sus
horarios y por esto hacen en ellos un vaivén entre las situaciones que exigen quietud y
las que ofrecen una mayor tolerancia a los intereses, deseos y necesidades motrices.
Tienen abundante información sobre la importancia de la actividad motriz en la
construcción del aprendizaje, de tal forma que usan con frecuencia el cuerpo y el
movimiento buscando una mejor comprensión de los problemas que plantean. Además,
han demostrado un alto interés por saber más de su potencial educativo y por apropiarse
de la metodología adecuada. Los archivos de los Movimientos de Renovación
Pedagógica y de los Centros de Profesores podrían dar fe de la movilización de las
maestras de Educación Infantil en torno a estas cuestiones. Aunque he de reconocer que
los esfuerzos por formarse no parecen haber conducido a un resultado del que hablen
con satisfacción.
Vengo a este curso porque siempre he oído que el cuerpo y el juego son muy
importantes en Educación infantil. A juzgar por el interés que muestran mis
alumnos sobre estos temas esto es cierto. Pero yo, siempre que pienso en ello,
me siento confundida y la verdad es que no me siento suficientemente formada
a pesar de haber realizado ya varios cursos.
Desconozco si es esta la causa por la que el ámbito corporal está más reconocido entre
los maestros y maestras a nivel teórico que práctico, pero lo cierto es que las situaciones
educativas que giran en torno a la motricidad aparecen con bastante más frecuencia y
claridad en los horarios oficiales que en los horarios reales.
Cuando los maestros y maestras de Educación Infantil se refieren a las cuestiones que
tienen que ver con la educación de lo corporal, utilizan mayoritariamente el término
Psicomotricidad. Es el término que aparece también, por cierto con gran frecuencia,
cuando se les pregunta por sus intereses y necesidades de formación.
En nuestras indagaciones sobre la vida en las aulas no hemos encontrado ningún horario
de Educación Infantil que no contemple el vocablo Psicomotricidad para nombrar
aquellas situaciones educativas, programadas en el horario semanal, que hacen de lo
corporal el objeto de tratamiento.
También es cierto que las realidades que se cobijan en este uso masivo del término
suelen albergar ideas y prácticas extraordinariamente dispares. En cualquier caso,
Psicomotricidad es el término utilizado para señalar las preocupaciones profesionales
de las que venimos hablando, y ello quizás sea debido a que la Psicomotricidad se
presentó como una corriente educativa capaz de entender e intervenir sobre la
globalidad del niño.
Pero, ¿cuál son las aportaciones de la Educación Psicomotriz a la escuela?, ¿cuáles son
sus límites?
Para responder a estas preguntas es necesario esclarecer las relaciones entre la
Psicomotricidad y la Escuela, y para ello hemos de situarnos en Francia en la década de
los sesenta. El punto de partida es, sin duda, el libro de Picq y Vayer (1969) “Educción
psicomotriz y retraso mental”.
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Según Maigre y Destrooper, autores del libro “La Educación Psicomotora” (1976), es
con la obra citada con la que la Educación Psicomotriz logra su verdadera autonomía y
se convierte en una acción educativa original, con sus objetivos y medios propios.
Hay algunos datos significativos que avalan las afirmaciones de Maigre y Destrooper
sobre la irrupción de la Psicomotricidad como una acción educativa original; a
continuación se citan un par de ellas:
- La aparición, en torno a los mismos años, de un apartado en la Revista
Education Physique Sport (EPS), nº 64, marzo de 1963, dedicado a la corriente
psicomotriz.
- La implantación en Francia, en 1964, del Diploma Reeducador en
Psicomotricidad, un título desde el que han desarrollado su trabajo ilustres
profesores, bastante conocidos en nuestro país precisamente por su vinculación a
la Psicomotricidad, Andre Lapierre y Bernard Aucouturier.
Picq y Vayer, en la obra citada, definen la Educación Psicomotriz como:
Una acción pedagógica y psicológica que utiliza los medios de la Educación
Física con el fin de normalizar y mejorar el comportamiento del niño.
La parte de la definición en la que dice: que utiliza los medios de la Educación Física,
fue la causa de un malestar entre el profesorado de Educación Física que D. Denis
(1974) puso de manifiesto en “El cuerpo enseñado” –Traigo a colación estos detalles de
las relaciones entre Psicomotricidad y Educación Física, porque en estos momentos son
bastantes los maestros y maestras de Educción Física responsables de las prácticas
corporales con niños y niñas entre los tres y los seis años y, bajo mi punto de vista, esta
es una cuestión que deben conocer–.
Años más tarde, B. During (1993, 127) tratará de mediar en la polémica creada:
El reproche (de Denis) no carece totalmente de fundamento; la educación física
no se reduce a un papel eventual de propedéutica para los saberes escolares,
aunque esté combinado con el desarrollo de la salud.
Y, después de un análisis exhaustivo de las influencias de la corriente Psicomotriz, la
define del siguiente modo:
La Educación Psicomotriz tiene por objeto, a través de los desplazamientos, de
las movilizaciones que propone, contribuir a la estructuración del niño,
desarrollar y enriquecer las relaciones que mantiene con su cuerpo, con los
objetos, el tiempo, la casualidad
La definición de Psicomotricidad por parte de Picq y Vayer abre la puerta a la
utilización del ámbito corporal para atender aspectos que, dentro de la escuela, tienen
mayor valoración social que los específicamente relacionados con la motricidad. Nos
acerca, por tanto, al cuerpo instrumentado, un cuerpo al servicio del desarrollo de las
capacidades más consideradas, las cognitivas -En los libros de texto de Educación
Infantil pueden verse abundantes ejemplos de propuestas de actividad motriz con la
intención de que el alumnado comprenda conceptos como dentro-fuera, grandepequeño, más que-menos que,…-.
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La tendencia generada por la definición de Picq y Vayer es tan fuerte que incluso el
Diseño Curricular Base, preámbulo de la LOGSE (MEC, 1989:38), nos invita a
ponderarla:
“Los objetivos se refieren como mínimo a cinco grandes tipos de capacidades
humanas: cognitivas o intelectuales; motrices; de equilibrio personal o
afectivas; de relación interpersonal; y de actuación e inserción social. Los
contenidos escolares han estado, en el pasado, excesivamente centrados en el
primer tipo de capacidades, olvidando las restantes. El desarrollo armónico del
alumnado supone que la educación escolar incluya todos estos ámbitos con
igual importancia”.
Volveremos sobre estas cuestiones en el capítulo siguiente. Ahora quisiera detenerme en
otro aspecto de la definición de Picq y Vayer e interesarme por cuáles son las
movilizaciones que propone, cuáles los medios propios de la Psicomotricidad a los que
se referían Maigre y Destrooper, es decir, cuáles son los conocimientos que pretenden
que el alumnado adquiera.
Para Picq y Vayer los campos que atiende la Educción Psicomotriz son los siguientes:
- Educación del esquema corporal, que se concreta en la consciencia y control del
cuerpo propio. Una actitud equilibrada y económica y La educación de la
respiración.
- Las conductas motrices de base: Equilibrio; Coordinación dinámica general y
Coordinación visomanual.
- Las conductas perceptivo-motrices: Organización del espacio y del tiempo.
- Educación psicomotriz diferenciada: Educación de la mano. Preparación para
la lectura. Preparación para el cálculo
Sin apenas distancia en el tiempo, Jean Le Boulch en su libro “La educación por el
movimiento” (1969), presenta el método psicocinético como un cuarto contenido
fundamental a añadir a la lectura, escritura y cálculo. En la página 25 del libro citado
afirma que el método psicocinético es un método de educación básica pensado para el
desarrollo de las capacidades fundamentales y para lograr una mejor adaptación del
hombre al medio social.
Los campos de contenido que este autor propone no se distancian de los expresados por
Picq y Vayer, aunque trata de integrar algunos de los contenidos que venían formando
parte de la educación física escolar, como por ejemplo el aprendizaje de “praxis”
(capacidades físicas)
Es suficiente consultar las Guías de Expresión Dinámica, que se construyeron para el
profesorado con motivo de la Ley General de Educación de 1970, para ver en ellas las
influencias de la corriente psicomotriz. Los campos de contenido, antes mencionados,
pueden observarse en los programas oficiales del Área de Expresión Dinámica. Pero, no
sólo la Ley del 70 ilustra la integración de la Psicomotricidad en el Currículo Oficial,
también los planteamientos que, veinte años más tarde, diseñó la LOGSE en el Área de
Educación Física en Educación Primaria, son extraordinariamente explícitos al respecto:
Bloque 1 EL CUERPO IMAGEN Y PERCEPCIÓN
- Experimentación y exploración de las habilidades motrices y perceptivomotrices
- Afirmación de la lateralidad corporal
- Percepción y estructuración del tiempo
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-
Percepción y estructuración del espacio en relación con el tiempo
Equilibración y actitud postural
Control del cuerpo en relación con la tensión, la relajación y la respiración
La LOCE, una década después, no establece apenas diferencias con lo que venimos
argumentando.
Bloque 1 CUERPO Y SALUD
- Utilización, percepción, identificación y representación del propio cuerpo
- Afirmación de la lateralidad corporal
- Apreciación de las dimensiones espaciales y temporales
- Equilibrio estático y dinámico
- Orientación en el espacio y en el tiempo
La LOE vuelve a nominar el primer Bloque como EL CUERPO IMAGEN Y
PERCEPCIÓN y a destacar para el primer ciclo de Educación Primaria los siguientes
contenidos:
- Nociones asociadas a las relaciones espaciales y temporales. Percepción
espacio-temporal.
- Afirmación de la lateralidad
- Toma de conciencia del propio cuerpo en relación con la tensión, la relajación
y la respiración.
- Experimentación de posturas corporales diferentes
- Experimentaciones de situaciones de equilibrio y desequilibrio
- Posibilidades sensoriales. Explicación y discriminación de las sensaciones
- Aceptación de la propia realidad corporal
Basta cotejar los campos de contenidos presentados por Picq y Vayer (1969), y Le
Boulch (1969) con los que se encuentran en los diseños curriculares oficiales (LOGSE,
LOCE y LOE) para observar que la Educación Psicomotriz ha inspirado uno de los
bloques de contenido de la Educación Física Escolar.
Retomando la problemática de la integración del cuerpo en la escuela con la que
abríamos el capítulo, diría que las diferentes Leyes de Educación siguen presentando a
los maestros y maestras una materia a implementar. Pero, bajo mi punto de vista, lo que
los maestros y maestras buscaban también en la Psicomotricidad era su promesa de ser
capaz de atender la globalidad del niño. Habían visto esta globalidad en las
manifestaciones no verbales del alumnado, sobre todo en aquellas situaciones en las que
gozaban de mayor libertad: los encuentros en el patio del colegio a la entrada, en las
salidas, en los tiempos de recreo... Les habían observado interesados, activos, creativos
y querían esa misma implicación y disposición cuando realizaban las tareas que ellos les
proponían. Expongo a continuación una reflexión tomada de mi cuaderno de campo en
aquellos años:
Nos encontrábamos en el gimnasio del centro y el alumnado evolucionaba por
el espacio al ritmo que marcábamos en nuestro pandero. Parecían muy
interesados en reproducir gestos y movimientos que coordinaban perfectamente
con el sonido que reproducíamos. Utilizaban los bancos suecos e incluso
llegaron a utilizar las espalderas con lo que las imágenes mostraban una
plasticidad muy agradable a nuestros ojos mientras el alumnado reproducía
aquellas actividades de percepción y estructuración del espacio en relación con
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el tiempo. Pero, era suficiente con que te reclamara el conserje para comentarte
algún asunto para que los alumnos cambiaran radicalmente de actividad y
comportamiento.
Alejarse, en algunas situaciones educativas, de este niño ejecutor; Situar al niño real en
el centro de las preocupaciones profesionales, lograr que la práctica educativa tome
como punto de partida los intereses, deseos, necesidades, conocimientos previos, etc.,
son intenciones que los maestros y maestras persiguen y que la LOGSE ratificaba
cuando se refería a cómo debería ser el aprendizaje del alumnado:
Los aprendizajes que el niño realiza contribuirán a su desarrollo en la medida
en que constituyen aprendizajes significativos. Para ello, el niño debe poder
establecer relaciones entre sus experiencias previas y los nuevos aprendizajes.
Real Decreto 1333/1991, de 6 de septiembre [BOE nº 216, de 9-IX-1991]
En los encuentros con maestros, cuando confesamos nuestras dificultades en este punto,
suele darse una complicidad que pone de manifiesto la importancia de este asunto en el
desarrollo profesional. Esto es lo que decía al respecto una maestra de educación infantil
en uno de estos encuentros:
Eso es precisamente lo que más esfuerzo personal me cuesta, cambiar el
“chip”e intentar formular propuestas que den cabida a la imaginación, al
interés, a la creatividad del niño.
En el volumen de la Educación Vivenciada “Los contrastes” (1974, 27), los profesores
Lapierre y Aucouturier explican cómo progresivamente fueron siendo capaces de
trabajar con la originalidad y globalidad del niño, cómo pasaron de proponer ejercicios,
que ponen al sujeto en situación de ejecutor, a formular propuestas, que le permiten una
mayor interpretación personal en la respuesta y hacen posible que se sienta autor.
Aparece en este libro el concepto Actividad Motriz Espontánea, que definen como un
periodo de actividad libre, para la creatividad motriz que precede al estudio de cada
noción, y proponen un camino para conseguirlo, que abordaron con mayor detalle en su
siguiente libro “Simbología del Movimiento” (1977), así como en los cursos teóricoprácticos que desarrollaban. La frase de Tolstoi que abre el libro de Los Contrastes
puede ser un buen resumen de lo que pretendían:
Debe escogerse entre una escuela en la que resulta fácil al maestro enseñar y
una escuela en la que sea fácil a los alumnos aprender.
Compartir con Bernard Aucouturier su trabajo en Tours, sus cursos en España, invitar a
André Lapierre como observador externo de los trabajos que realizábamos en nuestras
escuelas, acompañarle en los cursos que él impartía, dialogar con ellos sobre los autores
que utilizaban en sus referencias: Freinet, Dewey, Rogers, Piaget, Dolto, Winnicot,
Bethelheim…, durante más de una década, nos ha ayudado a acercarnos a esa pedagogía
del respeto que ellos proponían y que nosotros andábamos buscando, esa pedagogía que
pone en contacto al alumnado con el saber, el deber y la responsabilidad y que sitúa al
profesor como ese mediador capaz de crear las condiciones óptimas para que se dé el
desarrollo y el aprendizaje.
De la Psicomotricidad como corriente educativa podemos destacar a modo de resumen:
a. Los objetivos y medios propios que la definen y que giran, como hemos visto, en
torno al conocimiento y control corporal, el equilibrio, el tono, la coordinación,
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las percepciones espaciales y temporales, la lateralidad…, en un marco de
globalidad y unicidad del ser humano.
b. El modo de entender y tratar al niño. Creer incondicionalmente en su
educabilidad. Escuchar, respetar y acoger su globalidad para aliarse con él,
acogerle, y ayudarle a crecer partiendo de sus conocimientos previos.
En esta segunda cuestión observamos coincidencias y algunas advertencias de ilustres
expertos en infancia y educación:
Hay un orden en la naturaleza que el amor de los padres y la educación utilizan
o no, desarrollan a no, pero que es menester guardarse de contrariar.
Dolto, 1981b: 191
Para que la cultura del maestro se convierta en parte integrante del mundo del
niño es preciso que previamente la cultura del niño sea parte integrante del
mundo del maestro.
Bernstein, 1986: 217
Pero,
No se trata de girar fascinados en torno al saber de los educandos, como la
mariposa alrededor de la luz. Partir del saber de experiencia vivida para
superarlo no es quedarse en él.
Freire, 1993: 67
En cualquier caso, ninguna de las dos cuestiones las entendemos cerradas y, mucho
menos, superadas.
La primera, porque presenta un contenido parcial de lo que puede y debe ser enseñado
en relación con el ámbito corporal. Dice Olivier Reboul, -según Meirieu (2005) uno de
los filósofos que más han ayudado a entender los objetivos de la educación-, que lo que
merece la pena enseñar es aquello que une y que libera. Los juegos, las danzas, los
deportes… es decir, la cultura motriz acumulada, son, sin duda, extraordinarios
ingredientes para el cumplimiento de esa función de unir y, a la vez, generar autonomía.
Y sobre este asunto la Psicomotricidad ha dicho muy poco.
La segunda, porque sinceramente nos sigue resultando complicado atender en nuestro
trabajo cotidiano lo que hemos apuntado como el modo de entender y tratar al niño y
porque la Actividad Motriz Espontánea sigue siendo una puerta que da acceso a algo
más de lo que hoy somos capaces de comprender.
La práctica educativa es una construcción social en permanente dinamismo, en
cualquier momento, cada vez que nos enfrentamos cara a cara con el alumnado, sea éste
el que sea, tenga la edad que tenga, nos está solicitando dedicación, conocimiento,
capacidad de escucha, disponibilidad corporal, competencia afectiva… y a estas
expectativas no es fácil responder.
El gesto, la mirada, la aptitud postural, la ubicación en el espacio, etc., son parámetros
corporales que manifiestan intereses, recelos, miedos, deseos, etc., y sabemos que
utilizando con respeto y pericia estos mismos elementos es posible conseguir diálogos,
en principio no verbales, que hacen más posible que la enseñanza se acerque a la
construcción del aprendizaje por parte de los niños y niñas. Diálogos complicados que
requieren de todo nuestro conocimiento profesional, incluso de la astucia que Meirieu
atribuye a Rousseau.
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La no poca “astucia” de Rousseau consiste, pues, en organizar la pedagogía en
torno al “interés del niño”, pero de tal modo que este último, gracias a
escenificaciones sabiamente montadas, vea una convergencia entre “lo que le
interesa” y “lo que va en su interés”.
Meirieu, 1996: 68
Por todas estas razones, la Educación Psicomotriz forma parte de un modelo educativo,
que hace años (Vaca Escribano, 1986) titulamos como Tratamiento Pedagógico del
ámbito Corporal (TPC).
El TPC es un modelo educativo, en el sentido que atribuye Astolfi (2001, 107) a esta
expresión: Hablar de modelo no significa introducir aquí la idea de norma, sino más
bien, procurar tipificar las prácticas pedagógicas para deducir una coherencia que
quizá no aparezca a primera vista.
Todo maestro tiene un modelo que le orienta en su trabajo. Nuestro empeño es seguir
construyéndolo, explicándolo y compartiéndolo, para ponerlo a prueba y seguir
explorando su valor.
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