Armonia Interior - constructores de paz

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 DESAFIO
DE HUMANIDAD Extractos del libro: ARMONÍA INTERIOR UN CAMINO POSIBLE Un viaje hacia la calma Anselm Grün 2010 SÁNCHEZ FONTECILLA 1246‐LAS CONDES‐SANTIAGO DE CHILE TELÉFONO2078746 WWW.DESAFIO.CL 1 Extractos del Libro
: “Armonía Interior. Un camino posible” Autor
: Anselm Grün, monje Benedictino
No escapar a la sombra
- Encontrar la calma para el corazón es un largo camino que, pasando por el sincero
auto-reconocimiento y la confrontación con uno mismo, conduce finalmente a
Dios, en quien nuestro corazón inquieto, de acuerdo a las famosas palabras de San
Agustín, puede lograr sólo la calma. (pág. 7)
- Pero la calma no se genera a través de técnicas externas de relajación; es un
resultado de un camino espiritual. (pág. 10)
- Quien experimenta a Dios en la oración y en la meditación obtiene la calma
interior y exterior, llega a sí mismo, logra armonía consigo mismo. (pág. 11)
El ruido como inhibidor de la calma (pág. 20)
- Es así como el estrés del trabajo se suma al estrés de las muchas palabras que
fluyen durante el día sobre uno. (pág. 20)
- Hay quienes ni bien regresan del trabajo encienden el televisor o la radio porque
necesitan de un fondo sonoro que tape su incapacidad de estar consigo mismo y
en calma. (pág. 20)
Persecución y odio hacia sí mismo (pág. 20)
- Además del ruido, la causa principal que nos impide lograr la calma es el ajetreo.
(pág. 20)
- Evidentemente estar agitado es actualmente una enfermedad crónica, un estado
que caracteriza a la sociedad. (pág. 21)
2 - Estar estresado parece un símbolo de imagen con el cual cada uno se adorna
gustosamente, aun cuando en el fondo padece bajo este adorno que a menudo,
inclusive, destruye.
Uno tiene la impresión de que en la actualidad carecemos de la paciencia de ver
crecer algo. Es necesario ver los resultados inmediatos. (pág. 20)
Causas psíquicas de la inquietud (pág. 24)
- La mera voluntad no es suficiente para vencer la enfermedad de la inquietud. Es
menester observar las causas, la falta de distancia, la incapacidad de estar en el
propio centro, de percibirse a sí mismo. Uno se define desde afuera. Uno está
determinado, impulsado y atormentado desde afuera. (pág. 26)
Akedia – La incapacidad de estar en calma (pág. 32)
- Akedia es la incapacidad de aceptar el momento y estar presente. Pero los
culpables de que a uno no le vaya bien son siempre los otros. (pág. 34)
- El medicamento para el akedia es entonces el cuidado en todo lo que se realiza.
(pág. 35)
- La inquietud no se expresa sólo en una actividad constante sino también en la
incapacidad de aceptar algo con el alma, de analizar algo hasta el final, de leer un
libro hasta el fin y de permanecer en un tema. Y la inquietud se manifiesta en los
movimientos corporales que no provienen del centro sino que parecen
automáticos, inquietos, agitados, desgarrados. (pág. 36)
Tironeado por los pensamientos (pág. 37)
- Sólo quien con toda calma acepta su inquietud, observa las causas y busca los
caminos para estar en armonía consigo mismo, hallará la calma que ansía. La
inquietud individual se trasmite a la familia, a la empresa, a la comunidad, a la
3 sociedad. No es por lo tanto un lujo enfrentar la intranquilidad interior porque
tiene consecuencias sobre la sociedad. Sólo quien tiene calma interna puede
oponerse a las tendencias de la sociedad que quisieran provocarle intranquilidad.
Y sólo quien halla calma puede crear a su alrededor una atmósfera de calma en la
cual también otros pueden tener calma. La calma puede ser tan contagiosa como
la intranquilidad. Somos responsables de la atmósfera que creamos, de la calma o
la falta de tranquilidad, del placer de vivir o la persecución del ajetreo. (pág. 47)
Llamado a la tranquilidad (pág. 50)
- Es compresible que la persona se preocupe temerosamente por su vida y su futuro,
ya que su existencia en este mundo está amenazada. Pero la inseguridad de su
existencia no debería empujarlo a la preocupación temerosa sino a la confianza de
que Dios cuida de él. (pág. 53)
- Si estoy liberado de mis preocupaciones encuentro auténtica calma, ya que la
preocupación es por cierto el peor enemigo de la calma. Si observamos a la gente
intranquila, veremos que no logran la calma por estar constantemente
preocupados. Y son exactamente las preocupaciones que nos describe Mateo, la
preocupación por la comida y la bebida, por la vida carnal, la preocupación acerca
de si se satisfacen las necesidades. Es el temor de quedarse escaso, de no
experimentar suficiente atención y dedicación, el temor de no ser suficientemente
confirmado y reconocido. Y es la preocupación por la vestimenta. No se refiere
sólo a la ropa que uno puede adquirir sino también a la apariencia, si respondo a
las expectativas de la moda actual, si mi cuerpo se adapta a la imagen ideal de la
figura que uno debe tener hoy. Y es la preocupación por mi prestigio, por mi
reputación, por mi puesto, por mi carrera. Existen hombres que nunca están
conformes con aquello que consiguieron. Permanentemente miran lo que
consiguieron los demás. Se comparan incesantemente con otros. Esa comparación
4 nunca los deja en paz. Recién cuando abandonamos estas preocupaciones y nos
preocupamos del reino de Dios, nos hallaremos en el espacio en el cual Dios reina
dentro nuestro. Y allí, donde reina Dios, allí existe la paz, allí no existen las
preocupaciones, allí hay un hogar, seguridad y calma. (pág. 57)
Invitación a la calma (pág. 58)
- “Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad
sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave, y ligera mi
carga” (My 11,28-30). (pág. 58)
- Es el yugo de la sabiduría, el yugo de la ley divina libre de estatutos humanos, que
hace bien al hombre. Es un yugo liviano que no presiona sino que conduce hacia
la libertad. Quien acepta la palabra de Jesús, quien se deja introducir por la
enseñanza de Jesús en el secreto del Dios misericordioso y en el secreto del
hombre, encuentra calma verdadera. (pág. 63)
- La humildad consiste en última instancia en el coraje de ver a los ojos la propia
verdad, en bajarse del caballo de la imagen de los propios ideales para
reconciliarse con su realidad como hombre. Quien deja de escaparse de su verdad,
quien deja de cerrar los ojos ante ella, puede hallar la calma. Mientras escape de
mi verdad nunca gozaré de calma interior. (pág. 65)
Aceptación del descanso sabático (pág. 66)
- Es el espacio interior en nosotros en el que somos totalmente sagrados e íntegros,
en el que todo en nosotros es bueno, en el que somos totalmente nosotros, no
afectados por el pecado, no afectados por la maldad del corazón humano. Allí
estamos en armonía con Dios. Allí podemos realmente estar en casa porque el
secreto, el mismo Dios, vive en nosotros. (pág. 70)
5 Una conferencia sobre el corazón en calma (pág. 76)
- La humildad es el conocimiento de la propia verdad, de la propia miseria, de las
pasiones que nos atacan, de los propios sectores de sombra. (pág. 77)
- El reino de Dios está en nosotros cuando dejamos de estar tironeados por nuestras
propias pasiones y emociones, por nuestras necesidades y deseos. (pág. 79)
- La verdadera calma –según los monjes- es la calma en medio de la tormenta, la
calma en medio de la inquietud de este mundo. Si estamos anclados en Dios, las
tormentas de los enemigos externos no podrán quitarnos la calma. (pág. 80)
El portero atento (pág. 84)
- “Sé un portero de tu corazón y no permitas la entrada de pensamientos sin
consulta previa. Consulta cada pensamiento, y háblale: ¿Eres uno de los nuestros
o uno de nuestros enemigos? (pág. 84)
- Si estoy atento a todo lo que hago, entonces un conflicto no me arrancará tan
fácilmente la calma. (pág. 85)
- Puede resultarnos extraño, pero cuando en medio de las actividades del negocio
cotidiano no me defino por el éxito o el fracaso, no me defino por el
reconocimiento o el rechazo, sino por Dios, entonces puedo permanecer
interiormente calmo en medio de la responsabilidad de mi trabajo. (pág. 86)
Caminos a través del cuerpo (pág. 105)
- Si estamos demasiados revolucionados es mejor eliminar previamente la inquietud
a través de una paseo prolongado o una caminata por el bosque. Durante el andar
puedo liberarme de la inquietud interior, de los problemas que me acosan. El
filósofo religioso danés Sören Kierkegaard experimentó que no existe aflicción
alguna que no pueda marcharse. (pág. 105)
6 Hablar con la inquietud (pág. 107)
-
El mayor enemigo de la calma es la presión que nosotros mismos nos
imponemos. Muchos quisieran luchar de frente contra esta inquietud pero
entonces nunca se libran de ella. (pág. 110)
- La calma absoluta que muchos quisieran alcanzar a primera vista a través de un
método de meditación es un peldaño demasiado elevado para nosotros, que recién
no es otorgado por la muerte. Durante nuestras vidas siempre estamos atacados
por muchos pensamientos y emociones. Dejándolos pasar, igualmente
permaneceremos calmos. Por debajo de nuestra conciencia, en nuestro corazón, en
nuestro ser propiamente dicho, la inquietud no tiene acceso. Sólo está en nuestra
cabeza y en nuestras emociones. (pág. 111)
Rituales ordenadores (pág. 111)
- Si en cambio comienzo en día con un buen ritual, si me coloco bajo la bendición
de Dios con una breve oración, si me dejo tiempo para el desayuno y lo disfruto
conscientemente, iniciaré el día de otro modo, más calmo, conforme, agradecido,
consciente. (pág. 111)
- También durante el trabajo los buenos rituales pueden crear orden y procurar
calma en medio del ajetreo. (pág. 112)
- No podemos cambiar de inmediato de la inquietud a la calma. Para ello se
requieren rituales de transición, rituales que nos ayuden a dejar lo pasado para
poder adecuarnos a lo nuevo. (pág. 113)
- Los rituales son factores ordenadores que devuelven la calma a la inquietud. (pág.
113)
7 - A veces la inquietud interior necesita precisamente tiempos de calma exterior a fin
de poder manifestarse. Entonces se requiere una retirada más prolongada para
escuchar los impulsos internos que a uno lo inquietan y le muestran que lo que
uno está viviendo en ese momento, ya no funciona así. (pág. 115)
Reconocer la causa de la inquietud (pág. 115)
- Muchos se quejan de no llegar nunca a la calma, pero no se preguntan por las
causas. Quisieran controlar la inquietud y luchan de frente contra ella. Pero de
este modo nunca la vencerán, ya que si tengo dominio sobre algo, no estoy
tranquilo sino tensionado. (pág. 115)
- Nada puede fluir. Nunca consigo calma. Debo mantener algo enérgicamente para
que no se me escape. Y esto no es calma sino rigidez, que se convierte al mismo
tiempo en una fijación temerosa en aquello que puede aparecer en cualquier
momento y volver a intranquilizarme.
Si realmente quiero llegar a la calma debo hablar con mi inquietud y preguntarle
qué me quiere decir. (pág. 115)
- Debo por lo tanto observar atentamente mi inquietud para reconocer su sentido, ya
que sólo entonces podré descubrir un camino hacia la verdadera calma. (pág.116)
- Pero quien todo lo quiere controlar seguramente perderá el control de su vida.
(pág. 116)
- Entonces es bueno dialogar con la propia inquietud: ¿Qué quieres decirme?
¿Hacia dónde me llevas? ¿Qué me quieres hacer notar? ¿Qué se moviliza en mí?
(pág. 119)
8 Atención (pág. 123)
- Un camino para llegar desde la inquietud hasta la calma consiste en observar todo
conscientemente y vivir en todo momento con atención. No combato entonces mi
inquietud sino que tomo real conciencia de ella, pongo atención a lo que sucede
en mí a través de la inquietud. Este cuidadoso prestar atención ya transforma mi
inquietud. Dejo ser a la inquietud en lugar de combatirla. Ella persiste pero ya no
me controla. La observo. Puede existir. Pero ya no me determina. El punto en mí
que observa la inquietud ya no está infectado por ella. Me hago amigo de mi
inquietud, lo cual la tranquiliza más que si la combato mediante la fuerza. (pág.
123)
- Observar sin evaluar conduce a la calma. La causa de nuestra inquietud radica a
menudo en que evaluamos todo lo que hacemos. (pág. 124)
- Quien se encuentra en recogimiento reúne lo diverso y disperso. Está unificado
con sí mismo. Es uno consigo mismo, uno con lo que hace. (pág. 125)
- El recogimiento no saca entonces de la dispersión, de la distracción, de la
inquietud y nos lleva hacia un accionar atento, cuidadoso, apacible. Quien está
junto a lo que realiza, lo que toca, se relaciona apaciblemente con ello. Quien está
consigo mismo, con sus distintas necesidades y deseos, con sus pasiones y
emociones, es apacible con sí mismo, vive en paz junto a las contradicciones que
están en él. (pág.125)
Ayuno y silencio (pág. 126)
- El ayuno me invita a buscar nuevos caminos para calmar mi auténtica hambre.
(pág. 126)
- El ayuno “calma” nuestra hambre de un modo distinto. Nos trae calma al llegar al
motivo de nuestra hambre, al tomar conocimiento de que el hambre es anhelo de
9 amor y ser amado, de cumplimiento y satisfacción. Cuando la madre le da pecho
al bebé no es sólo el alimento lo que calma su hambre sino también la dedicación
amorosa la que calma al niño. Durante el ayuno renunciamos a saciarnos y
taponarnos. Nos dedicamos con amor a nuestro anhelo propiamente dicho, que
nos lleva más allá de este mundo. Nos dirige en lo más profundo hacia Dios, que
sólo Él puede calmar nuestra hambre. (pág. 127)
Simplificar la vida (pág. 128)
- Nuestra inquietud procede a menudo de querer hacer demasiado al mismo tiempo
y de tener demasiado en nuestras casas. (pág. 128)
- Un camino hacia la calma interior y exterior seria, por lo tanto, deshacernos de
todo lo que realmente no necesitamos para tener suficiente lugar para vivir, para
poder gozar la calma en nuestro hogar. (pág. 129)
- Lo adquirido nos pone a menudo bajo presión imperativa. Para no haberlo
adquirido en vano debemos hacer algo con ello. (pág. 129)
- Estoy orgulloso de no necesitar tantas cosas. Esto eleva mi autoestima. Y me
conduce a estar más conmigo mismo que con las muchas cosas que pretenden
satisfacer mis necesidades. Pero cuando más estoy conmigo mismo, tanto más me
tranquilizo. (pág. 130)
Hallar la calma en Dios (pág. 130)
- Quien encuentra su centro en Dios experimenta que el mundo ya no tiene poder
sobre él. (pág. 130)
- En medio de la Pasión, Jesús es uno con su Padre. La experiencia de este ser uno
lo exime de toda inquietud exterior. (pág.131)
10 - Cuando el hombre es uno como el Padre lo es con el Hijo, refleja la gloria de Dios
en este mundo. La unidad es por lo tanto expresión de la experiencia de Dios. Es
el reflejo de la gloria de Dios iluminada en Jesucristo. Es la doxa, la figura, la
forma como se manifiesta Dios en este mundo. Ser uno es también la condición
previa para la verdadera calma. Cuando las divergencias en mí no se libran
batallas, cuando todo en mí es uno, cuando Dios y la persona, el espíritu y el
impulso, la luz y la oscuridad, la fortaleza y la debilidad, animus y anima se
convierten en uno, he llegado a estar calmo en lo profundo de mi alma. (pág. 132)
- “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18,36). Está en nosotros el sitio en el que
Dios vive en nosotros y reina en nosotros. Allí ningún hombre puede disponer
sobre nosotros. Allí somos soberanos. Allí nadie nos podrá sacar de la calma que
proviene de la unidad con Dios. (pág.133)
- Cuando soy uno con Dios, cuando tengo mi fundamento en Dios, la inquietud que
me rodea ya no me afecta. Si bien todavía la siento, no llega hasta el espacio más
intimo en el cual Dios vive en mí. (pág. 134)
- Todo camino que realmente quiere conducirme hacia la calma atraviesa la
experiencia de mi propia verdad y la experiencia de Dios. Es en última instancia
el camino de la oración y la meditación el que me conduce hacia Dios a través de
la propia verdad, y que en Dios me obsequia participación en su calma divina.
(pág. 135)
La calma como interrupción (pág. 139)
- En la oración retrocedemos un instante de todo lo que nos ocupa y se adueña de
nosotros. Lo observamos desde Dios. Y desde allí se ve totalmente distinto. Desde
esta sana distancia podemos liberarnos de la corriente de cavilaciones y
preocupaciones. La oración como interrupción sanadora nos conduce hacia la
calma en medio del ajetreo. (pág.139)
11 - Quisiéramos controlar nuestro temor, quisiéramos superar nuestros estados de
ánimo depresivos. Pero siempre que queremos controlar algo no estamos en
calma. Siempre debo tener miedo de que aquello que controlo vuelva a ser más
poderoso ni bien afloje la mano. No se trata de controlar nuestros temores y
depresiones, nuestras pasiones y emociones. Se trata mucho más de reconciliarse
con ellas y alabar a Dios más allá de ellas. (pág. 142)
- Entonces reconoce que: “los conventos no se construyen para resolver los
problemas sino para alabar a Dios en medio de estos problemas”. Si alabo a Dios
en medio de las turbulencias de mi vida, más allá de los conflictos no resueltos y
los problemas no elaborados, entonces éstos dejan de manejarme. Consigo
tranquilidad y calma. (pág. 142)
Conclusión (pág. 145)
A la sombra de su árbol
- Nada anhela tanto el hombre en nuestros días como llegar a la calma, encontrar no
sólo calma exterior sino también interior. Padece de la inquietud de nuestra época,
del ruido que lo rodea, del ajetreo que lo acosa. Pero en su anhelo de verdadera
calma el hombre padece simultáneamente de la incapacidad de estar realmente
calmo. Los pocos momentos que se permite para desconectarse no lo conducen a
la calma sino que lo confrontan con el ruido interior, con sus fuertes
pensamientos, sus preocupaciones, sus temores, sus sentimientos de culpa, sus
sospechas de que su vida no funciona como él alguna vez lo soñó. Y así se escapa
de estos momentos desagradables de silencio y se aturde otra vez con el ruido que
fluye sobre él desde todas direcciones. Huye nuevamente hacia la ocupación para
eludir su verdad tan incómoda. (pág. 145)
- Nosotros mismos no podemos tranquilizar a nuestro corazón inquieto. No
podemos suavizar nuestros temores, no podemos debilitar nuestros sentimientos
12 de culpa, no podemos escapar de nuestra propia sombra. Necesitamos el árbol en
cuya sombra podamos descansar sin ser atemorizados por nuestra sombra.
Necesitamos a Dios, con cuya protección nos sentimos cobijados, en cuyo amor
podemos presentir que somos aceptados sin condiciones, que todo en nosotros
puede ser; también la inquietud, las preocupaciones y temores atormentadores.
Porque ante Dios todo puede ser. Dado que ante Dios podemos mostrar todo lo
que está en nosotros, en su proximidad puede culminar nuestra huida mortal. De
este modo podemos colocarnos a la sombra de su árbol y encontrar verdadera
calma, que todos tanto anhelamos. (pág. 146)
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