Entrevista a Jesús Mosterín

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y http://www.boulesis.com/boule/nota/160_0_1_C/
Autor: Miguel Santa Olalla
Entrevista a Jesús Mosterín
Jesús Mosterín es uno de los filósofos españoles más reconocidos en la actualidad. Él es especialista en
filosofía de la ciencia y en lógica, y su labor como profesor ha tenido, a mi entender, siempre un valor
muy especial: la de abrir nuevos caminos filosóficos y ser, en muchos aspectos, todo un pionero. Sus
libros de filosofía de la ciencia nos han servido a muchos para adentrarnos en esta rama de la filosofía que
tanto tiempo tardó en cuajar en nuestro país y su dominio de la lógica aparece también reflejado en sus
obras, convertidas hoy en día casi en una referencia básica. Así, los que no hemos tenido la suerte de ser
sus discípulos, sí que hemos podido aprovecharnos de sus aportaciones, que son además accesibles para
personas que no estén iniciadas en filosofía.
Profundizando en la filosofía de la ciencia, Mosterín ha seguido abriendo caminos, y ha sido uno de los
introductores en España de toda una línea de pensamiento que cobra más importancia cada día: la ética
ambiental y los derechos de los animales. Mosterín es, a este respecto, un incansable defensor de los
derechos animales, tal y como se puede leer en “Los derechos de los animales”, “Animales y ciudadanos”,
o “¡Vivan los animales!”. La reflexión filosófica sobre la ecología, el hombre, la naturaleza y el resto de
especies pueden parecer algo relativamente novedoso (y en realidad lo es), pero Mosterín lleva ya más de
diez años de su vida dedicándose a reflexionar sobre ello.
Así en la Boulé (la bitácora de boulesis.com) seguimos con nuestras entrevistas a pensadores modernos
que por sus conocimientos y reflexiones creemos es interesante conocer.
Usted es conocido como uno de los mayores defensores de los derechos animales. Carlos (a
través de la comunidad en Orkut.com) plantea una primera pregunta: ¿Qué tipo de derechos
son esos que, en su opinión, deben otorgárseles a los animales? Por otro lado, ¿Deben esos
derechos extenderse a todos los animales o sólo a los llamados “animales superiores?
Todas las especies animales son distintas y no tendría sentido reclamar los mismos derechos
para todas ellas. No tiene sentido pedir la libertad de prensa para las gallinas, que no escriben, ni
el derecho a estirar las alas para los humanes, que carecen de alas. Lo razonable sería conferir
derechos específicos a los diversos animales, en función de la especie a la que pertenecen. Sin
embargo, hay un derecho que yo sería partidario de conferir a todos los animales de todas las
especies: el derecho a no ser torturado, es decir, a no ser sometido a un dolor atroz de un modo
intencional e innecesario.
A través de esta misma comunidad (donde la entrevista ha sido acogida con mucho interés),
¿en dónde se fundamentan esos derechos? ¿En una serie de comportamientos o pautas que
los animales son capaces de realizar? ¿En su capacidad de sentir dolor? ¿En las formas de
pensamiento que aparecen en los mismos? ¿En una presunta “dignidad” que los hombres les
atribuimos?
El fundamento de los derechos concretos que sea razonable atribuir a los animales de una cierta
especie estriba en la naturaleza de esa especie, codificada en su genoma. Cada animal tiene una
naturaleza y hay que dejarle vivir conforme a su naturaleza. Yo no entiendo lo que significa la
palabra “dignidad”.
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A menudo las relaciones hombre-animal suelen presentarse de un modo polarizado, y puede
haber situaciones en las que haya que decidir entre la supervivencia del hombre o la del
animal. ¿Cómo decidir en estos casos? ¿Pueden los derechos animales entrar en
contradicción con las necesidades fundamentales del ser humano?
Yo prefiero a mis hijos antes que a los hijos del vecino, pero eso no es una razón para torturar ni
maltratar a los hijos del vecino. Todos los animales merecen respeto, pero eso no implica que
los tratemos igual que a nosotros. No veo contradicción alguna entre los derechos de los
animales (en general) y los derechos de los animales humanos en particular. Si decimos que
ningún animal puede ser torturado, eso implica que ningún ser humano puede ser torturado.
Timshel plantea ahora el problema desde otro punto de vista. Si, efectivamente, se conceden
derechos a los animales, ¿qué tipo de fundamentación política cabe dar a los mismos? ¿Qué
ocurriría, por ejemplo, en una sociedad democrática en la que la sociedad votara en contra de
que los animales tengan derechos?
Todos los derechos legales son convencionales en el sentido de que su reconocimiento y
promulgación depende de la voluntad del legislador, por ejemplo, del Parlamento. De hecho, el
legislador a veces legisla bien y otras veces horrorosamente mal. La democracia alemana eligió
a Hitler como canciller y el Parlamento alemán aprobó la discriminación y el exterminio de los
judíos. La toma democrática de decisiones no garantiza su corrección moral.
Siguiendo por esta línea de los derechos animales, Chema (a través de boulé) quisiera saber
cuál es el mayor peligro que amenaza al reino animal.
El mayor peligro que amenaza a la biosfera entera y al reino animal en particular es la
humanidad, que constituye el cáncer de la biosfera. Forma parte de la biosfera, pero crece
desordenadamente y la destruye. La única esperanza es que se trata de un cáncer que tiene la
potencialidad de la autoconciencia y de la autocuración, aunque si tarda mucho en despertarse,
ya será demasiado tarde.
Entramos ahora en un tema polémico, que probablemente habrá tenido que contestar en
otras ocasiones: a menudo la “cultura” (o quizás habría que decir la tradición) va en contra
de la naturaleza, como en el caso de las corridas de toros. Chema quisiera saber qué opina
usted al respecto.
La cultura es la información que se transmite entre animales de la misma especie por
aprendizaje social. La naturaleza es la información que se transmite genéticamente. Por
naturaleza tenemos ciertas necesidades, intereses y potencialidades. La cultura que
desarrollemos puede tanto favorecer como perjudicar a esos intereses naturales. Basta con
pensar en el interés más natural que tenemos, que es nuestra propia salud. Hay costumbres
culturales (como el fumar) que perjudican a nuestra salud, mientras que otras prácticas
culturales (como el hacer gimnasia) la benefician. La palabra “cultura” no abarca solo cosas
buenas o beneficiosas. También el fumar, el drogarse, el racismo, el nacionalismo, la dictadura
totalitaria, las corridas de toros, las peleas de gallos, la guerra y otros muchos horrores son
culturales.
Timshel recupera el enfoque político del tema. Si la clase política (y él pone el ejemplo de
ERC) decide prohibir los toros (como se ha propuesto en Cataluña), ¿se puede entender eso
como una forma de represión cultural?
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No. Todas las comunidades políticas civilizadas prohíben los casos extremos de crueldad y
violencia, como la tortura de animales, la violación, la mutilación del clítoris (tradicional en
África), el asesinato, etc. Si en España se prohíbe ahora el maltrato de las mujeres, por muy
tradicional que sea, eso no constituye represión alguna. Y lo mismo ocurre con la deseable
abolición de la tauromaquia. La tradición no justifica ninguna salvajada. Y todas las salvajadas
son tradicionales allí donde se practican.
Siguiendo con este tema, Manuko plantea otra cuestión: ¿Resulta contradictorio estar en
contra de las corridas de toros (o a favor de los derechos de los animales) y consumir carne
para alimentarnos?
No. Una cosa es oponerse a la tortura y otra a la muerte sin dolor. Todos los vegetarianos se
oponen a las corridas de toros, pero no hace falta ser vegetariano para oponerse a ellas; basta
con estar en contra de la tortura.
Quisiera plantearle también una crítica que suele hacerse a los que reivindican derechos
animales. A menudo se suele contestar que primero hay que luchar por los derechos
humanos. ¿Hasta que punto es aceptable en nuestro mundo actual (no hace falta hablar de
las cifras del hambre, de las guerras o de pandemias como el sida) fijar la atención en los
derechos animales?
No se puede justificar un crimen diciendo que también hay otros crímenes, incluso más graves.
Es cierto que nuestro mundo tiene una variedad de problemas graves: los problemas del
fanatismo, de las guerras, del hambre, de la enfermedad, de la tortura de animales humanos y no
humanos, etc. Hemos de considerarlos todos y tratar de darles solución, uno por uno.
A este respecto se desató la polémica hace unos meses en torno a la “eutanasia” de Copito de
Nieve. Algunas asociaciones en defensa de la eutanasia argumentan que en este caso los
animales tienen más derechos que las personas. ¿Qué opina usted al respecto?
Soy partidario de que cada ser humano pueda elegir la eutanasia para librarse de dolores
innecesarios que se acumulan al final de su vida. Que la eutanasia esté prohibida en España y
otros países no tiene nada que ver con los derechos de los animales, sino con la moral
supersticiosa que predica la Iglesia Católica y otros grupos similares. Me parece bien que
evitemos dolores innecesarios a los animales (humanos y no humanos) que queremos,
proporcionándoles la eutanasia cuando ya no hay curación posible. En el caso humano, mientras
dispongamos de la capacidad lingüística, somos nosotros mismos los que tenemos que
solicitarla, claro.
Pasemos ahora al tema de la ética ambiental, sobre el que preguntan tanto Timshel como
Juglar 103. En cierta forma, este tipo de cuestiones (o de las explotaciones animales o
agrícolas) se plantea también en términos económicos, y aquí entra en juego el concepto de
“desarrollo sostenible”. ¿Cree usted que es posible este tipo de desarrollo? ¿Puede un país
crecer económicamente sin dañar al medioambiente o a los animales?
El desarrollo sostenible es la única forma de desarrollo que puede mantenerse a largo plazo (esto
es una tautología). Son los países más desarrollados los que más cuidan su medio ambiente y
más se preocupan por los animales.
En esta misma dirección se ha argumentado que los países industrializados han contaminado
el mundo y explotado una buena parte de sus recursos naturales. ¿No resulta contradictorio
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que ahora se pretenda imponer limitaciones “ecológicas” a los países en vías de desarrollo?
¿Puede ser esta una forma de condenar a estos países a una situación permanente de
dependencia económica?
Los países antes subdesarrollados que han logrado desarrollarse (como Japón y Corea del Sur)
han alcanzado hace tiempo el equilibrio demográfico. Los países más pobres del mundo, los del
África subsahariana, son los que tienen el crecimiento demográfico más rápido. La primera
medida para desarrollarse consiste en alimentar y educar bien a muy pocos hijos, idealmente a
uno (como en China), en vez de repartir los escasos recursos disponibles entre una exageración
de niños hambrientos y sin futuro. Obviamente, hay muchas otras medidas que tomar, pero es un
sofisma absurdo decir que el desarrollo depende de destruir los ecosistemas. Todo lo contrario.
Algo parecido sucede con la investigación científica. ¿Sería compatible, para usted, el
desarrollo de la ciencia (y la consiguiente experimentación animal) y el respeto a los
derechos de los animales?
Claro que es compatible el progreso de la ciencia, e incluso de la biología, con la consideración
moral de los animales. Los más grandes biólogos, como Darwin, Mendel, Watson, etc., no se
han dedicado a torturar animales. La mayor parte de los experimentos con animales no sirven
para nada. Desde que las consumidoras empezaron a boicotear a las empresas que vendían
cosméticos probados en animales, la mayoría de esas empresas han renunciado a tales
experimentos, sin que haya disminuido la seguridad de sus productos. En muchos laboratorios
se hacen experimentos inútiles y repetitivos, incluso como meras prácticas, con animales
indefensos. De todos modos, ciertas investigaciones biológicas y biomédicas importantes
requieren hacer experimentos in vivo. Los mejores y más seguros animales de laboratorio somos
los animales humanos, aunque no deben usarse sin su consentimiento. También pueden usarse
moscas, ratones, conejos y otros animales, pero reduciendo el número de experimentos al
mínimo imprescindible y preocupándose de minimizar el dolor infligido al animal.
¿Qué opinión le merecen, en este sentido, los intentos de clonación animal, o la
experimentación con células madre de los mismos?
La clonación es la manera como se reproducen naturalmente la mayoría de los organismos,
empezando por las bacterias y acabando por los gemelos monozigóticos humanos. La
reproducción sexual es mucho más complicada y costosa en términos de energía, aunque tiene la
ventaja de incrementar la variabilidad genética: los hijos no son copias de los padres. Entre
mamíferos, la reproducción sexual es mucho más fácil, agradable, segura y barata que la
clonación. Por eso la clonación nunca se impondrá como método habitual de reproducción. No
veo razón alguna para preocuparse por ella.
La experimentación con células madre es muy prometedora terapéuticamente y ha de ser
promovida y saludada. No presenta ningún tipo de problema moral. Las células madre son
células indiferenciadas, totipotentes. Entre ellas no hay ninguna neurona y por tanto ningún
sistema nervioso y por tanto en ellas no hay ningún atisbo de alma o conciencia o sentimiento.
Muchas gracias a Jesús Mosterín por su generosidad y tiempo para responder a las preguntas que los
lectores de Boulé (y de nuestra comunidad en Orkut) fueron enviando durante las pasadas semanas.
Seguiremos buscando personajes nuevos.
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