miradas SOCIEDAD La vida a ritmo acelerado “El tiempo es dinero” reza una frase famosa en nuestro hemisferio. El ser productivos, la necesidad de progresar y la competitividad; todos, conceptos que no se ponen en duda, pueden disminuir la calidad de vida Gala Aguilar u abuelita se murió y vamos a ir a rezar. ¿Vienes?” Angustiada, Soledad le preguntó a su hija Andrea. “Al rato llego, tengo que acabar un reporte”. “Pero es fin de semana... ¡era tu abuela!”, replica la señora García. “Mamá, no la conocía tanto, nunca convivimos”. Otro caso: un chofer de la ruta X atropelló y mató a una viejita en el centro de Guadalajara. “Pobre doña, qué bueno que no ando en camión”, dice despreocupado Pepe, estudiante de preparatoria. Uno más. “A tu vecina la asaltaron ayer por avenida Hidalgo, le arrebataron la bolsa y la arrastraron. Está internada en el Seguro”. Parece que nada conmueve. Nada llega al cerebro, ni al corazón. Por el exceso de información que escuchamos a diario y la rutina que nos hace esclavos, perdemos la sensibilidad ante los problemas propios y ajenos. “Nos estamos deshumanizando, porque hechos cercanos a nosotros pasan desapercibidos”, advierte Mario Esparza, profesor del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica de la Universidad de Guadalajara. Y pasamos por alto la cooperación con las instituciones de beneficencia, como la Cruz Roja, fundaciones, asociaciones y organismos públicos. Sin embargo, además de la pérdida de sensibilidad, vivir de forma acelerada puede generar ansiedad, depresión y frustración por no alcanzar las metas deseadas o estereotipadas. Las consecuencias en la salud son el incremento de peso y ser propenso a sufrir hipertensión u otras enfermedades, como las cardiovasculares. Ahí está el caso de Ana y Sofía. Son hermanas y tuvieron una vida común: los mejores colegios de Guadalajara, carro a los 18 años, novio desde los 15 y carrera universitaria. Ana se casó a los 23 años, ahora tiene dos hijos. Trabajó por dos años como contadora y luego se dedicó al hogar. Sofía no se ha casado. Tiene 40 años y no tiene una pareja fija, aunque tampoco es promiscua. Es directora de recursos humanos de una T 4Las “prisas” de la vida moderna pueden llegar a deshumanizarnos. Cada vez nos conmovemos menos, cada vez hay menos sorpresas. Simplemente no hay tiempo para mirar la realidad. Foto: José María Martínez Aguas con el acelere... [ Hasta dos terceras partes de la población adulta jalisciense pueden tener una vida acelerada. [ Este ritmo de vida puede heredarse a los hijos. [ En Jalisco padecen obesidad el 30 por ciento de los adultos y hasta el 20 por ciento de los niños. [ El ejercicio y la buena alimentación son clave para mejorar el estilo de vida. empresa y tiene un sueldo mensual de 30 mil pesos. Para llegar ahí, el camino fue arduo: maestría en la ciudad de México, otra en Estados Unidos, posgrados en Guadalajara y dominar los idiomas inglés y francés. Sin embargo, sus ojos negros denotan una soledad disimulada con un excelente maquillaje para olvidar las ojeras de tantos años de estudio, de las desmañanadas cotidianas y el continuo estrés. “Yo no tengo hijos, no me preocupo por eso. Mi estilo de vida es diferente al de mis hermanos casados, que tienen hijos, una familia”. Sofía vive algunos meses en casa de sus padres, en el fraccionamiento Valle Real y otras en su departamento, en Prados Providencia. Una mujer impecablemente vestida que prefiere el traje sastre para el trabajo y de cóctel cuando los eventos lo ameritan. Caso contrario es la vida de su hermana: dos hijos de 10 y 12 años. Rebeldes, medio juniors. Ella es mamá de tiempo completo y ama de casa un tanto frustrada. La rutina la enloquece y trata de romperla con el gimnasio, las clases de manualidades y las salidas al club con sus amigas del Atlas Chapalita. Curiosamente, a pesar de tener estilos de vida diferentes, otra vez coinciden Ana y Sofía: jornadas laborales extenuantes traducidas en enfado, alejamiento de sus seres queridos y poco interés en actividades recreativas. Esas son las primeras consecuencias de ser prisioneros de la vida acelerada, indica Mario Esparza, profesor del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica de la UdeG. Después seguirán los sentimientos de vacío, soledad, frustración y poca tolerancia. Ana lo comprobó: “Estaba tan cansada que sentía no poder con todo. Así, un tiempo saqué a mis hijos de sus clases de karate y música para no tener que llevarlos y traerlos”. Los fines de semana eran peores para Sofía: “Todo el día dormida, sin querer salir. Adoro salir a comer e ir al cine, pero dejé de hacerlo porque a veces trabajaba el fin de semana. Mi vida era ya muy mecánica”. Sus caras lo dicen todo: el brillo de sus ojos desapareció y la expresión de enfado es constante. Pueden quejarse de todo, pues hasta los ruidos la irritan. “La televisión a volumen alto me altera, las peleas de los hijos me enloquecen”. Y pueden presentar dolores de cabe- za, ciertos o inventados, advierte el especialista. El problema es que se trata de una cadena y erróneamente se cree que la recuperación es de un fin de semana. “En unos días no podemos recuperar la energía perdida, por eso vemos que la persona inútilmente se quiere desconectar de todo, alejarse y no consigue una mejoría”. Los factores para ser esclavos de la vida acelerada, entre otras cuestiones, son la necesidad de tener dos trabajos, seguir modelos de vida lejanos a la nuestra y la publicidad, cuando propone el valor de una persona según lo que tiene y sabe. Ante este panorama, el profesor Mario Esparza recomienda salirse de la rutina diaria, respetar una agenda de actividades recreativas, aprender técnicas de relajación, ejercitarse y tratar de alimentarse de forma balanceada. Y sobre todo, priorizar los objetivos de la vida, quizá sea útil dividirlos por etapas como por ejemplo la profesional y la personal. “Se requiere aceptar que se tiene que cambiar el estilo de vida para ser y estar sanos y felices. Se debe decir ¡hasta aquí! y no asumir más responsabilidades de las que se puedan”, concluyó. [ lunes 11 de junio de 2007 11