CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACION

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACION CIVIL
Magistrado Ponente
Dr. JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ GÓMEZ
Bogotá, D.C., once (11) de marzo de dos mil cuatro (2004)
Referencia: Expediente No. 7582
Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por la parte demandada-reconviniente contra la sentencia del 14 de
marzo de 1996, proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en el proceso
originalmente instaurado por JOSE JOAQUIN GAITAN LOPEZ contra ARGEMIRO RODRIGUEZ OVALLE.
ANTECEDENTES:
1.
En demanda presentada ante el Juez Promiscuo Municipal de Subachoque, José Joaquín Gaitán López, por
conducto de apoderado judicial, solicitó que se declarara resuelto el contrato de promesa de compraventa celebrado el 10
de mayo de 1978 con Argemiro Rodríguez Ovalle. Consecuentemente impetró que el demandado fuera condenado a
restituirle el inmueble objeto de dicho contrato, amén de declararse que el demandante no estaba obligado a devolver las
arras, porque el demandado había incumplido el pacto y ha venido explotando el inmueble.
2.
Los hechos constitutivos de la causa petendi, pueden resumirse así:
2.1.
El 10 de mayo de 1978, demandante y demandado celebraron un contrato de promesa de compraventa, por el
cual éste prometió comprar al actor una bodega de su propiedad, situada en la carrera 1ª del Municipio de Subachoque,
sin nomenclatura y comprendida dentro de los linderos que en la demanda se indican.
2.2.
En la cláusula segunda del citado pacto se fijó el precio del inmueble, estipulándose que la primera cuota se
entregaría a título de arras y el saldo se pagaría el 20 de diciembre de 1978, sin que hasta la fecha de presentación de la
demanda, hubiere sido cancelado por el promitente comprador.
2.3.
El demandado está en posesión del inmueble.
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3.
Admitida la demanda en proveído del 26 de febrero de 1992, oportunamente el demandado la respondió
oponiéndose a lo pretendido. De los hechos que la fundamentan, admitió los que dan cuenta de la celebración del
contrato y la posesión que ejerce sobre el inmueble prometido en venta, pero negó el que se refiere a la falta de pago del
saldo del precio. Propuso la excepción de “Cumplimiento del contrato”, fundada en que el precio se canceló desde el 1º
de diciembre de 1980, junto con los intereses pactados.
4.
En la misma oportunidad se formuló demanda de reconvención contra José Joaquín Gaitán López, impetrando
que se declarara que éste se enriqueció sin causa, en la suma de $17.348.281.40, entregada en dinero efectivo, al
recoger las letras de cambio aceptadas en su favor, suma en la que igualmente se empobreció el demandante en
reconvención. Como consecuencia de la declaración anterior se pidió que se condenara al reconvenido a devolver la
suma indicada, más los intereses moratorios a la tasa máxima permitida, desde la fecha del recibo del dinero hasta
cuando se produzca el pago.
5.
Las pretensiones anteriores se apoyaron en los supuestos fácticos que seguidamente se consignan:
5.1.
Como consta en el contrato de promesa de compraventa que obra en el expediente, José Joaquín Gaitán López
prometió en venta al reconviniente una bodega ubicada en el Municipio de Subachoque, alinderada como aparece en el
documento citado.
5.2.
El precio de dicho inmueble se fijó en la suma de $400.000.oo pagadera así: $50.000.oo a la firma de la
promesa, y el saldo el 20 de diciembre de 1978, estipulándose que en el evento de mora en el pago, el promitente
comprador cancelaría intereses sobre su importe, a la tasa del 3% mensual.
5.3.
Como la parte restante del precio no se pagó en la fecha debida, Gaitán liquidaba los valores adeudados,
incluyendo intereses sobre intereses y elaboraba letras de cambio a su favor, por el valor resultante, que hacía aceptar a
Argemiro Rodríguez.
5.4.
En ocasiones le solicitaba entregarle en efectivo una parte del valor liquidado y si el saldo era elevado, elaboraba
más de una letra de cambio para ser aceptada por Rodríguez, “buscando con esto no dejar pruebas de el (sic)
anatocismo e indebido enriquesimiento (sic) que él (GAITAN) estaba obteniendo a costa de RODRIGUEZ, pues al
pretender reconstruir las liquidaciones éstas no van a coincidir en sus valores”.
5.5.
El reconviniente le fue pagando el valor de las letras aceptadas, que son más de 50 y totalizan una cifra superior a
$28.000.000.oo por capital, sin incluir otros títulos valores que el apoderado de Gaitán dice tener en su poder.
5.6.
Como las primeras cinco letras de cambio aceptadas suman $685.000.oo y se pagaron antes del 2 de diciembre
de 1980, desde entonces se canceló el saldo del precio del contrato mencionado. Lo anterior, teniendo en cuenta que
éste ascendió a $350.000.oo y los intereses de dicha suma, a la tasa del 3% mensual, desde el 20 de diciembre de 1978
hasta el 1º de diciembre de 1980, contabilizan $245.000.oo, para un gran total de $595.000.oo a favor de Gaitán,
quedando incluso un remanente para el demandante en reconvención.
2
5.7.
Gaitán elaboró de su puño y letra los 40 títulos valores (letras de cambio) que se anexaron a la contestación de la
demanda inicial, más 10 que cobra en proceso ejecutivo del cual conoce el Juez Trece Civil del Circuito de Bogotá, todos
originados en el contrato de promesa de compraventa mencionado, títulos por los cuales el reconviniente le ha pagado
$19.082.281.40. Si a ésta suma se le descuenta el saldo del precio, los intereses cancelados con las cinco primeras
letras, más $1.000.000.oo reintegrado a Rodríguez, se concluye que Gaitán se ha enriquecido sin causa en la suma de
$17.348.281.40, en la cual se empobreció el actor.
6.
Como la cuantía de la demanda de reconvención rebasaba el límite de la competencia del funcionario que venía
conociendo del proceso, en proveído del 23 de julio de 1992 ordenó remitirlo al Juez Promiscuo del Circuito de Funza,
quien admitió la demanda de reconvención y dio traslado al demandado. En oportunidad, éste la contestó manifestando
oponerse a lo pretendido. Respecto de los hechos, aceptó algunos, negó otros y los restantes los catalogó como
temerarias o malintencionadas afirmaciones del reconviniente. Propuso la excepción de “Inexistencia de la causal
invocada del enriquecimiento sin causa”, con fundamento en que las partes no estaban vinculadas exclusivamente por la
promesa de compraventa y los dineros adeudados no tenían como causa única el citado negocio.
7.
El a-quo puso fin a la primera instancia con sentencia del 13 de abril de 1994, en la cual desestimó las
pretensiones de la demanda inicial y consecuentemente se abstuvo de proveer sobre la excepción propuesta por el
demandado. Declaró que José Joaquín Gaitán López se enriqueció sin justa causa en la suma de $10.545.028.oo con el
correlativo empobrecimiento de Argemiro Rodríguez Ovalle. Condenó al primero a restituirle al segundo la suma
indicada, con los intereses moratorios a la tasa del 6% anual, desde el 12 de agosto de 1990 hasta la fecha del pago.
Declaró no probadas las excepciones propuestas por el demandado en reconvención y lo condenó al pago de las costas
procesales.
Inconformes con la anterior decisión, ambas partes la recurrieron en apelación, recurso que desató el Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Bogotá D.C. en sentencia del 14 de marzo de 1996, por la cual revocó la de primer grado y en su
lugar declaró la nulidad absoluta de la promesa de compraventa celebrada por las partes, condenó a Argemiro Rodríguez
Ovalle a restituir el inmueble objeto de la misma y a pagar los frutos producidos por este, tasados pericialmente en la
suma de $3.365.965.oo. Condenó además a José Joaquín Gaitán a pagarle $50.000.oo a Rodríguez Ovalle, con
corrección monetaria, e intereses al 6% anual, fijando las bases para su liquidación. Así mismo, autorizó a las partes
para compensar los valores de las condenas y le reconoció a Rodríguez Ovalle el derecho de retención sobre el inmueble
materia de la restitución.
Contra dicha sentencia el demandado inicial y demandante en reconvención interpuso el recurso de casación que ahora
se decide.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
Luego de reseñar los antecedentes del litigio y constatar la concurrencia de las condiciones necesarias para proferir
decisión de fondo, inicia el tribunal sus consideraciones indagando por la validez del contrato al cual se contraen las
pretensiones de las partes. Con tal propósito, enuncia los requisitos que debe reunir para convertirse en fuente de
obligaciones y pasa a verificar su acatamiento.
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Precisa enseguida que para atender la exigencia de determinar el contrato objeto de la promesa, hasta el extremo de que
para perfeccionarlo sólo falte la tradición de la cosa o las formalidades legales, la promesa debe contener “... la
especificación del bien prometido en venta, tanto por sus linderos generales si de un globo de terreno se trata, y tanto de
éstos como de los especiales si se refiere a una porción que se desmembra del predio principal”, porque “...Únicamente
así puede determinarse el objeto de la promesa de compraventa, y sólo así puede llegar a perfeccionarse”.
Sobre esa base advierte que en la cláusula primera del contrato de promesa de compraventa materia del proceso, se
expresa que su objeto es una bodega, comprendida entre los linderos que allí se indican. Pone de presente que además
de alinderarla sin tener en cuenta los puntos cardinales, “... de atender el certificado de tradición esos límites no
corresponden a los que aparecen inscritos en el folio de matrícula inmobiliaria que figura al folio 6 del cuaderno principal”,
circunstancia que a su juicio evidencia “... que lo prometido en venta fue una porción de un lote de mayor extensión en el
cual se había construido la mencionada bodega, lo que se reafirma al leer el contexto de la respuesta a la demanda y
específicamente al fundamentar el medio exceptivo propuesto”.
Apoyado en el razonamiento anterior, concluye que al omitir “...la ubicación del bien por sus linderos generales y
especiales”, el contrato examinado carece de un requisito exigido para su validez y consecuentemente está afectado de
nulidad absoluta, conforme al artículo 1741 del Código Civil.
A renglón seguido, luego de aludir al efecto propio de toda declaración de nulidad contractual, pasa a regular las
prestaciones atinentes al demandante original, señalando que se le debe restituir el inmueble objeto del contrato, con los
frutos producidos desde la fecha de la notificación del auto admisorio de la demanda al demandado, por reputársele
“...poseedor de buena fe”, frutos que cuantifica hasta la fecha del fallo, con apoyo en la experticia rendida en el curso de
la segunda instancia. Agrega que los frutos causados entre la fecha de la sentencia y la fecha de la entrega, si se
retardare, deben liquidarse en la forma y oportunidad previstas en el art. 308 inc. 2o. del C. de P.C.
Se ocupa a continuación de las prestaciones que deben reconocerse a Argemiro Rodríguez Ovalle, para señalar que de
acuerdo con el texto del contrato, éste entregó la suma de $50.000.oo, en cheque fechado el 10 de julio de 1978, dinero
que según lo aceptado por las partes, ingresó al haber del demandante y consecuentemente debe reintegrar, con el
correspondiente ajuste monetario, por haber sido afectado por el fenómeno de la depreciación, fijando las pautas para
verificar su actualización.
Para dilucidar lo concerniente a las letras de cambio que según lo manifestado en la respuesta a la demanda, Argemiro
Rodríguez Ovalle aceptó en favor del demandante, por valores de $140.000.oo, $165.000.oo, $150.000.oo, $110.000.oo
y $120.000.oo, con el fin de respaldar el saldo de precio y los réditos, recuerda que en la cláusula cuarta de la promesa
de compraventa, el promitente comprador se obligó a pagar un interés del 3% sobre el saldo, en caso de mora y que ésta
se produciría a partir del 20 de diciembre de 1978, fecha fijada para celebrar el contrato de compraventa, no antes, pues
mientras subsistiera el plazo otorgado para el efecto, aquella no tendría lugar, a no ser que se entendiera que tal interés
se pagaría desde la fecha de la promesa, concepción que a su juicio contraría el concepto de mora.
Siguiendo tal derrotero, pone de presente que la primera de tales letras se creó el 1º. de junio de 1979, con vencimiento
el 1º. de septiembre siguiente, para anotar que no está acreditado que "...las cambiales respaldaran el capital insoluto si
se observa la fecha de su creación", porque “... No se emite uno de estos títulos después de operado el vencimiento
contractual porque la razón natural enseña que se aceptará para atenderse dentro del plazo, supuesto en el cual aquel se
dividirá cuanto sea el término de su duración, o se adoptará otra fórmula similar pero siempre con sujeción a ese plazo”.
De ahí, entonces, que estime que podrían encontrar su justificación en el rubro de intereses. Sin embargo, concluye que
el importe de la primera letra no coincide con el valor de los rendimientos de plazo, apreciados a la tasa legal del 6%
anual, a falta de estipulación contractual. Tampoco con la sumatoria de tales intereses y los de mora, ni con la cifra
resultante de liquidar los últimos durante el plazo y la mora, conclusión que hace extensiva a “...los restantes títulos
valores en que se apoya la aserción de haberse pagado el saldo del contrato. Con una consideración adicional: si los
mismos tuvieron como fuente la solución de intereses, es patente que el capital permanecía insoluto por lo que mal se
hace al predicar que ese pago comprendió el de aquel".
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Vistas las anteriores consideraciones, apoyándose en el pagaré fechado el 2 de marzo de 1978 (fl. 11 del c. 1), por el
cual Rodríguez Ovalle se obligó a pagarle a Gaitán, el 1º. de agosto del mismo año, la suma de $330.000.oo, concluye
que entre ellos existió otra clase de negocios, razón por la que desecha la alegación del primero, consistente en que “...
ese tipo de transacciones no ocurrieron”, argumentando que la fecha de emisión del título valor mencionado pone al
descubierto que “... tal mutuo se celebró dos meses antes de la promesa que ha sido base de esta acción”. También se
afirmó, agrega, “... que ese pagaré fue producto de la operación de la bodega”, pero concluye que esa “...aseveración no
corresponde a la realidad. Como tampoco, y por este camino, parecería admisible que el segundo pagaré fuera producto
de los intereses causados sobre la promesa, si se atiende a lo afirmado por las partes en el sentido de que ese rubro se
plasmaba siempre en letras de cambio luego de las operaciones que efectuaran éstas ‘dentro del carro’ del demandante”.
Para culminar recuerda que el demandado corría con la carga de suministrar la prueba incontrastable de los pagos
efectuados con ocasión de la promesa de contrato premencionada, con el fin de llevar al juzgador la certeza de tal hecho
y lograr su reembolso, carga que considera insatisfecha porque, frente al panorama probatorio descrito, “... queda en la
mente del juzgador la incertidumbre respecto a si efectivamente las cambiales fueron producto del negocio de la bodega,
o si el demandante se aprovechó de las circunstancias para obtener que los intereses se incrementaran
desproporcionadamente al no atender el deudor puntualmente las obligaciones contraídas y de forma tal representadas”.
Acota, que aun de inclinarse por este último entendimiento, mientras no esté respaldado probatoriamente no podría
plasmarse en la decisión, menos cuando el proceso revela que, “... otras negociaciones se habrían realizado entre los
litigantes”.
LA DEMANDA DE CASACION
Cuatro cargos se formulan contra la sentencia del Tribunal, apoyados en la causal primera del artículo 368 del Código de
Procedimiento Civil, sobre los cuales decidirá la Corte así: de los cargos primero, segundo y tercero, sólo se estudiará el
primero, por estar llamado a prosperar, y porque infirma en su totalidad lo decidido por el ad-quem, en cuanto a la
demanda inicial. Enseguida se resolverá el cuarto, por contener una acusación atinente a la demanda de reconvención.
PRIMER CARGO
Acusa este cargo la sentencia del tribunal, por ser directamente violatoria del artículo 1742 del Código Civi, por falta de
aplicación.
En su desarrollo recuerda el recurrente que el tribunal declaró la nulidad absoluta del contrato de promesa de
compraventa celebrado por las partes el 10 de mayo de 1978 y decidió sobre las prestaciones mutuas, para
seguidamente expresar que la declaración oficiosa de la nulidad absoluta de un acto o contrato se debe ceñir a lo
estatuido por el artículo 1742 del Código Civil, precepto conforme al cual dicha declaración sólo procede cuando el vicio
que la genera “...aparezca evidente en el mismo contrato”. Pese a venir al caso, prosigue el impugnador, el sentenciador
no la hizo obrar en su fallo, ya que ni siquiera la invocó.
Luego de citar la doctrina de la Corte sobre el particular, concreta la trascendencia del yerro denunciado expresando que
de haber aplicado el texto legal mencionado, el tribunal habría tomado una decisión diametralmente opuesta, pues habría
reconocido la excepción de cumplimiento del contrato y le habría dado paso a las pretensiones de la demanda de
reconvención.
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CONSIDERACIONES
1. Cuando en la formación de un contrato se han subestimado exigencias legalmente impuestas para dotarlo de validez,
cuya inobservancia se sanciona con la nulidad absoluta del respectivo pacto, el artículo 1742 del Código Civil, subrogado
por el artículo 2º. de la ley 50 de 1936, atribuye al juez no sólo la potestad, sino el deber de privarlo de la eficacia
normativa que por principio le corresponde, declarando la nulidad absoluta del mismo, aun sin petición de parte, siempre
que “...aparezca de manifiesto en el acto o contrato”, según lo declara textualmente la norma.
La previsión legal en comentario consagra una aplicación particular del principio inquisitivo, en tanto autoriza la
oficiosidad del juez, atribución cuya justificación se halla en el fundamento mismo de tal especie de nulidad, establecida
como se sabe en interés de la moral, el orden público y el respeto debido a las normas de carácter imperativo, postulados
cuya protección no puede quedar sometida exclusivamente a la iniciativa particular, como ocurrirría si el aniquilamiento
de los negocios jurídicos que los contrarían sólo pudiere declararse a ruego suyo.
Empero, como desde antaño lo ha venido exponiendo la doctrina de la Corte, ese poder excepcional que al fin de cuentas
comporta un control de legalidad en torno a la actividad negocial, está sujeto o limitado por los condicionamientos que la
propia norma consagra y que la Corporación ha identificado así: “... 1ª. Que la nulidad aparezca de manifiesto en el acto
o contrato, es decir, que a la vez que el instrumento pruebe la celebración del acto o contrato, demuestre o ponga de
bulto por sí solo los elementos que configuran el vicio determinante de la nulidad absoluta; 2ª. Que el acto o contrato
haya sido invocado en el litigio como fuente de derecho u obligaciones para las partes; y 3ª. Que al pleito concurran, en
calidad de partes, las personas que intervinieron en la celebración de aquél o sus causahabientes, en guarda del principio
general que enseña que la declaración de nulidad de un acto o contrato en su totalidad no puede pronunciarse sino con
audiencia de todos los que lo celebraron” (G. J t. CLXVI, pág. 631). Criterio que ha reiterado entre otras, en sus
sentencias del 10 de octubre de 1995, 10 de abril de 1996 y 20 de abril de 1998.
2.- En el asunto sub-exámine, el Tribunal declaró oficiosamente la nulidad absoluta de la promesa de compraventa
materia de la pretensión resolutoria, pues consideró que en ella se ignoró el requisito exigido por el artículo 89-4 de la ley
153 de 1887, porque el contrato prometido no se determinó plenamente, habida cuenta que el inmueble objeto del mismo
no se identificó por sus linderos generales y especiales.
Expuso al efecto que de acuerdo con lo estipulado en su cláusula primera, "...los comparecientes a ese acto
estructuraron el negocio jurídico sobre una bodega" cuya alinderación consignaron sin tener en cuenta los puntos
cardinales. Agregó que "...de atender al certificado de tradición esos límites no corresponden a los que aparecen inscritos
en el folio de matrícula inmobiliaria que figura al folio 6 del cuaderno principal", verificación a partir de la cual dedujo que
"...lo prometido en venta fue una porción de un lote de mayor extensión en el cual se había construido la mencionada
bodega, lo que se reafirma al leer el contexto de la respuesta a la demanda y específicamente al fundamentar el medio
exceptivo propuesto".
Sobre esa base concluyó que "...la promesa carece de una de las condiciones requeridas para su validez al omitirse la
ubicación del bien por sus linderos generales y especiales, por lo que no produce obligación alguna y deviene, por
consiguiente, absolutamente nula, (...) como así será declarado con las consecuencias que tal declaración apareja".
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3. Como se aprecia sin dificultad, olvidando que el poder legalmente reconocido al juzgador para declarar la nulidad
absoluta de un negocio jurídico está supeditado a que el vicio que la origina "...aparezca de manifiesto en el acto o
contrato", es decir, se perciba a simple vista, el sentenciador declaró la nulidad absoluta de la promesa de compraventa
materia de la pretensión resolutoria por un vicio que no aparece manifiesto, ya que para verificarlo hubo de acudir a otras
piezas probatorias y procesales, como el certificado de tradición del inmueble prometido en venta y la respuesta a la
demanda, circunstancia que de suyo descartaba la procedencia de la declaratoria ex officio, por ausencia de las
condiciones positivamente requeridas para habilitarla.
Por tal razón, como anota la censura, al proceder en la forma indicada el Tribunal infringió por falta de aplicación el
artículo 1742 del Código Civil, norma que reglamenta el ejercicio del poder que viene considerándose, y como
adicionalmente tal yerro fue determinante de la decisión, pues es indubitable que de haber acatado el régimen legal
señalado, no habría declarado la ineficacia del susodicho pacto.
4. Ahora bien, con independencia de considerar si el inmueble objeto del contrato se encuentra determinado, punto que ni
siquiera las partes discutieron en el proceso, lo cierto es que en el evento de tenerse que examinar la validez y eficacia
del contrato de promesa de compraventa objeto de la pretensión, tampoco era dable, no obstante la presencia de todas
las partes en el proceso, dar paso oficioso a la excepción de mérito, porque como quedó explicado, aun para ésta opera
la exigencia de que el defecto debe aparecer “de manifiesto en el acto o contrato”, pues no existe razón jurídica que
justifique un tratamiento diverso, dado que el artículo 2º de la ley 50 de 1936 no hace ninguna distinción. Por lo demás,
para efectos del presente análisis es importante tener en cuenta que el artículo 2º de la ley 50 de 1936, mantuvo la
limitación al poder oficioso del juez para reconocer excepciones de mérito que establecía el artículo 343 del Código
Judicial (ley 105 de 1931). De suerte que el juez contaba con esta facultad oficiosa, pero limitada en cuanto a la
prescripción que debía ser alegada, según los términos del artículo 343, y la nulidad absoluta del acto o contrato, que
sólo podía reconocerse de oficio cuando aparecía de manifiesto el motivo en el acto o contrato, según el artículo 2º de la
ley 50 de 1936, que en el punto mantuvo la potestad que había sido restablecida por el artículo 15 de la ley 95 de 1890,
ya que el artículo 90 de la ley 153 de 1887, había suprimido la facultad que originalmente había sido consagrada por el
señor Bello en el artículo 1742 del Código Civil.
Por supuesto que la limitación en cuanto se refiere a la nulidad absoluta sobrevivió en el Código de Procedimiento Civil,
no sólo porque el artículo 2º de la ley 50 de 1936, no fue derogado, sino porque el artículo 306 de este estatuto en
términos generales guarda correspondencia con su homólogo del Código Judicial (artículo 343), en tanto estatuye por vía
de principio general la oficiosidad del juez para reconocer excepciones de mérito probadas mas no alegadas, salvo los
casos expresamente exceptuados.
En conclusión, tratándose de la nulidad absoluta de un acto o contrato, su reconocimiento oficioso sólo procede, si el
motivo aparece de manifiesto en el acto o contrato, como lo indica el artículo 2º de la ley 50 de 1936. En caso contrario,
es decir, cuando la causal de nulidad se construye al margen del acto o contrato, o sea mediante el auxilio de otras
pruebas, su prosperidad procesal pende de la alegación de la parte interesada, bien para que el juez se pronuncie
expresamente en la sentencia sobre la anomalía, con todas las consecuencias que le son propias, siempre que en el
proceso sean parte quienes lo fueron en el acto o contrato, ora para que en caso contrario sólo dé cabida a la declaración
de la excepción como lo expone el inciso final del artículo 306 del Código de Procedimiento Civil.
En igual sentido se expresa la doctrina: “En efecto, se repite que la actuación oficiosa de los jueces para pronunciar en
concreto la declaración de las nulidades absolutas está circunscrita a los casos en que estas aparezcan de manifiesto en
el acto o contrato, lo que supone, en primer lugar, que dicho acto o contrato este sub judice, o sea, que haya sido traido a
un proceso en el que se pretenda su validez, pues sería extravagante pensar que la facultad y el deber de los jueces
pudiesen llegar hasta imponerles a estos la obligación de pesquisar extrajuicio los actos con objeto o causa ilícitos, con
deficiencias formales, o celebrados por incapaces absolutos. En segundo lugar, la causal de nulidad absoluta debe ser
manifiesta, vale decir, patente, ostensible, evidente, de modo tal que para establecerla el juez no tenga que ocurrir a otros
actos o medios probatorios distintos” (Ospina Fernández Guillermo, Teoría general del contrato y del negocio jurídico, Ed.
Temis, 6ª edición, pp. 452-453, subrayas fuera del texto).
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5.- En este orden de ideas, como se anotó, claramente se verifica el yerro jurídico del Tribunal, puesto que para proceder
al decreto oficisioso de nulidad absoluta del contrato de promesa de compraventa, no se detuvo en el contrato, sino que
procedió a integrar para los efectos del análisis correspondiente, otros medios de prueba que fueron los que lo llevaron a
concluir que el bien objeto de la negociación no había sido identificado. De manera que el error determinante de la
decisión se radicó en la inaplicación del artículo 2º de la ley 50 de 1936, pues haciendo caso omiso de la exigencia de
que la nulidad debe aparecer “de manifiesto en el acto o contrato”, el Tribunal procedió a integrar con el cuerpo del
contrato los citados medios probatorios (certificado de registro del bien y respuesta a la demanda), para así descubrir la
nulidad que a la postre declaró.
6. El cargo, en consecuencia, resulta fundado.
CUARTO CARGO
Denúnciase en este cargo, el quebranto indirecto de los artículos 8o de la ley 153 de 1887 y 831 del Código de Comercio,
por falta de aplicación, como consecuencia de error de hecho en la apreciación probatoria.
En su explicación alega el censor que el Tribunal "...se abstuvo de despachar favorablemente las pretensiones de la
demanda de reconvención", porque consideró que no se había acreditado que “...las letras de cambio pagadas por el
demandado inicial, ARGEMIRO RODRIGUEZ OVALLE, sean producto o se relacionen con el negocio de la bodega”,
pese a que los testimonios de Hernando Vargas Anzola y Luis Alberto Vargas dan plena cuenta de tal circunstancia.
Concretando la trascendencia del error, manifiesta que de no haber cometido tal equivocación, el Tribunal habría negado
las pretensiones de la demanda original, reconociendo la excepción de cumplimiento del contrato y habría acogido las
pretensiones de la demanda de reconvención.
CONSIDERACIONES
1. Aunque el juzgado reconoció parcialmente el enriquecimiento sin causa deducido en la demanda de reconvención, el
Tribunal revocó en su integridad el fallo apelado, no por encontrar enervada dicha pretensión, sino porque encontró
configurada una causal de nulidad absoluta del contrato promesa de compraventa, la cual declaró de oficio. El
sentenciador, por lo tanto, centró el razonamiento en el vicio generador de la nulidad y en las restituciones que
recíprocamente debían hacerse los contratantes para retornar las cosas a la situación existente al tiempo de contratar.
En lo que interesa al caso, con relación a las prestaciones a favor de Argemiro Rodríguez Ovalle, el Tribunal expresó que
el pago del contado inicial de $50.000.oo efectuado por éste no ofrecía discusión, razón por la cual debía devolvérsele
esa cantidad, con el correspondiente ajuste monetario. En cambio, no vio claras sus alegaciones atinentes a que "... por
motivo del contrato de promesa se vio precisado a aceptar varias letras de cambio para respaldar el capital como el rubro
de intereses que la suma restante del precio por $350.000.oo debía producir, a una tasa del 3% según los términos del
acuerdo. Esas letras, de atender a la respuesta de la demanda son cinco y elaboradas de puño y letra de Gaitán por
$140.000.oo, $165.000.oo, $150.000.oo, $110.000.oo y $120.000.oo”, porque por las razones que expresa no estaba
demostrado que tales títulos se hubieren emitido con el fin señalado.
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Respecto de las treinta y cinco letras restantes, cuyo monto el citado Rodríguez Ovalle afirmó haber pagado en exceso
el precio de la bodega y los intereses generados, sobre lo cual precisamente fundamenta la pretensión de
enriquecimiento sin causa de la demanda de reconvención, el Tribunal en realidad omitió cualquier consideración.
Obsérvese que ningún pronunciamiento hizo sobre las razones que llevaron al juzgado a acoger dicha pretensión,
aunque de manera parcial, como tampoco sobre los motivos que expuso en la apelación el demandado reconveniente
para que se incrementara el monto de la condena que se impuso a propósito de la misma.
2. Desde luego que como en el cargo el recurrente se duele de que el Tribunal “…se abstuvo de despachar
favorablemente las pretensiones de la demanda de reconvención”, surge de bulto que la protesta estuvo mal enderezada.
En efecto, si el error lo es por omitir tales pronunciamientos, el vicio sería de incongruencia, reprochable por la causal
segunda de casación, y no de error de hecho en la apreciación de las pruebas, porque como quedó consignado, aparte
de los razonamientos de la nuldiad absoluta y de las consecuentes restituciones mutuas, El Tribunal guardó absoluto
silencio sobre el alegado enriquecimiento sin causa.
Ahora, si se interpreta el cargo por el cauce que correspondía, su argumentación, por desenfocada, impide resolverlo de
fondo, porque el Tribunal nunca “se abstuvo de despachar favorablemente las pretensiones de la demanda de
reconvención”, por no estar demostrado que “las letras de cambio pagadas por el demandado inicial, ARGEMIRO
RODRIGUEZ OVALLE, sean producto o se relacionen con el negocio de la bodega”, como se sostiene en el cargo. Al
contrario, esa conclusión probatoria el Tribunal la relacionó únicamente con las restituciones mutas, particularmente con
el precio pactado, para no reconocer una restitución superior a los $50.000.oo, con el reajuste monetario.
3. Así las cosas, como el camino escogido por el recurrente para reclamar contra la omisión, es equivocado, el
cargo no se abre paso.
SENTENCIA SUSTITUTIVA
1. Descontados los presupuestos procesales, la actividad de la Corte, en sede de instancia, se limita a resolver el recurso
de apelación que contra la sentencia del juzgado interpuso el demandante, porque en lo demás, la sentencia del Tribunal
resulta inmodificable, al no haberse desvirtuado las conclusiones sobre el enriquecimiento sin causa, respecto de las
cuales, como el propio demandado lo acepta en el cargo cuarto de la demanda de casación, el “Tribunal se abstuvo de
despachar favorablmente las pretensiones de la demanda de reconvención”, porque no “estaba probado” los hechos que
las sustentan.
2. Pretendió el demandante original, que se declarara resuelto, por incumplimiento del demandado, el contrato de
promesa de compraventa que celebraron el 10 de mayo de 1978, respecto de una bodega situada en comprensión
territorial del municipio de Subachoque, y consecuentemente que se condenara al demandado a restituirle el precitado
inmueble.
La acción propuesta tiene su fundamento en el artículo 1546 del Código Civil, precepto en el cual se consagra una de las
causas de origen legal que conforme al artículo 1602 ibídem, dan lugar a la disolución de los contratos, como es la
resolución derivada del cumplimiento de la condición resolutoria que por imperativo legal se considera implíctamente
establecida en los contratos de carácter bilateral, y que consiste en la infracción por alguno de los contratantes de los
compromisos que el pacto le impone.
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Realizada la condición, es decir, desatendidas por uno de los contratantes las prestaciones adquiridas con ocasión del
contrato, surge para el otro el derecho de perseverar en él, exigiendo su cumplimiento mediante la actio empti, o
disolverlo, demandando su resolución, por medio de la acción resolutoria, pretensiones a las cuales puede acumular la
indemnizatoria de perjuicios, siempre que nada se le pueda reprochar, porque tratándose de obligaciones que debían
ejecutarse simultáneamente, satisfizo las suyas, o estuvo dispuesto a hacerlo.
3. Según la tradicional doctrina de la Corte, el buen suceso de la acción resolutoria está sujeto a la concurrencia de las
siguientes condiciones: a) que verse sobre contrato bilateral válido; b) que el demandante haya dado cumplimiento a las
obligaciones a su cargo, o se haya allanado al cumplimiento, y c) que el demandado se haya separado de sus
compromisos contractuales total o parcialmente.
3.1. Sobre el primero, nada hay que objetar en el caso, pues la promesa de compraventa materia de la pretensión
satisface las exigencias impuestas por el artículo 89 de la ley 153 de 1887 para constituirse en fuente de obligaciones, ya
que se consignó por escrito, el contrato prometido no es de aquellos que la ley declara ineficaces por no reunir las
condiciones señaladas en el artículo 1502 del Código Civil, la época de su celebración quedó debidamente precisada, y
el contrato objeto de la promesa se determinó plenamente por sus elementos esenciales: objeto y precio. Adicionalmente
se indicó la Notaría en que debía otorgarse la escritura pública, atendido el carácter solemne del contrato prometido.
De otro lado, además de la obligación fundamental de celebrar el negocio jurídico prometido, los contratantes asumieron
otra serie de compromisos, algunos de ellos dirigidos a anticipar la ejecución de las prestaciones emergentes del contrato
que prometieron celebrar, a los que luego se hará alusión.
3.2. En cuanto al segundo presupuesto, cabe observar que de conformidad con lo pactado en el contrato celebrado, las
partes asumieron las siguientes obligaciones:
El señor José Joaquín Gaitán, en su condición de promitente vendedor, se comprometió a otorgar la escritura pública
con la cual se perfeccionaría el contrato prometido, en la Notaría de Facatativá, el 20 de diciembre de 1978, y a transferir
el derecho de dominio de la bodega prometida en venta, libre de todo gravámen (cláusulas segunda y cuarta), de la cual
hizo entrega al promitente comprador en la fecha de suscripción de la promesa (10 de mayo de 1978).
El promitente comprador, señor Argemiro Rodrigéz, a su turno, se obligó a suscribir la escritura pública para perfeccionar
el contrato de compraventa, el 20 de diciembre de 1978. Se comprometió además a pagar el precio de la bodega, fijado
en $400.000.oo, de la siguiente forma: $50.000.oo mediante cheque girado para ser cobrado el 10 de julio de 1978, y el
saldo, el día del otorgamiento de la escritura; en caso de mora, se obligó a pagar un interés del 3% sobre el saldo
insoluto. Por último, se comprometió a no ceder los derechos derivados del contrato, sin autorización escrita del
promitente vendedor.
Como el incumplimiento que se le atribuye al promitente comprador tiene que ver con su obligación de pagar el saldo del
precio, el 20 de diciembre de 1978, imputación que presupone la ejecución de su compromiso previo de pagar la suma de
$50.000.oo a buena cuenta del mismo, para legitimar su pretensión, el demandante corría con la carga de demostrar que
otorgó la escritura pública de compraventa de la pluricitada bodega, el 20 de diciembre de 1978, o que estuvo dispuesto a
hacerlo en tal fecha, dado que tal prestación debía ejecutarla en la misma fecha en la que el demandado debía atender la
obligación cuyo abandono se le imputa, desde luego además de su obligación de suscribir la escritura de compraventa.
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Sin embargo, la ejecución de tal prestación o su disposición para hacerlo en la oportunidad indicada, son aspectos que ni
siquiera insinúa el actor en la demanda. Tampoco aportó prueba alguna con tal propósito, ni de ello da cuenta el acervo
probatorio.
Conforme a lo anterior, como no demostró su condición de contratante cumplido que lo habilite para deprecar la
resolución del contrato celebrado, la pretensión no está llamada a prosperar, pues, "...la legitimación para impetrar la
resolución o el cumplimiento del contrato por uno de los contratantes, supone necesariamente el cumplimiento de sus
obligaciones contractuales o el allanarse a cumplirlas" (G.J. t. CCXXXIV, 1995, pág. 688), circunstancia que torna
innecesario el análisis del presupuesto restante y de la excepción propuesta por el demandado.
4. Por las razones expuestas, la sentencia apelada, en cuanto negó las pretensiones de la demanda inicial, se debe
confirmar, y para ser congruente con lo decidido, revocar el numeral segundo de la parte resolutiva. Así mismo, en cuanto
hace a las pretensiones de la demanda de reconvención, se mantendrá, por ser inmodificable, lo resuelto por el Tribunal,
para lo cual se transcribirá lo pertinente, haciéndo los ajustes necesarios.
DECISION
En armonía con lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia en Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre
de la República, CASA la sentencia del 14 de marzo de 1996, proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá, en el proceso originalmente instaurado por JOSE JOAQUIN GAITAN LOPEZ contra ARGEMIRO
RODRIGUEZ OVALLE, en lo que tiene que ver con la declaración de nulidad absoluta del contrato de promesa de
compraventa y sus consecuencias, y actuando en sede de instancia, RESUELVE:
“1. SE REVOCA” parcialmente “la sentencia de trece de abril de mil novecientos noventa y cuatro pronunciada en este
juicio por el señor Juez Promiscuo Civil del Circuito de Funza (Cundinamarca)”, en cuanto tiene que ver con las
pretensiones de la demanda de reconvención.
2. De la parte resolutiva de dicha sentencia, SE CONFIRMA, por las razones dichas, el numeral primero, mediante el cual
se dispuso “DENEGAR las pretensiones de la demanda principal”, y SE REVOCA el numeral segundo, relativo a la
decisión de “ABSTENERSE de emitir pronunciameinto sobre la excepción de cumplimiento del contrato interpuesto
contra la demanda principal”.
3. Sin costas para ninguna de las partes en ambas instancias, por no haber prosperado ninguna demanda.
4. Sin costas en casación por la prosperidad del recurso.
Cópiese, notifíquese y devuélvase el expediente al Tribunal de origen.
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PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
MANUEL ISIDRO ARDILA VELASQUEZ
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO
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