VALORES A INCULCAR POR LAS FAMILIAS EN LOS ADOLESCENTES. Patricia López Cózar 75899328-H INTRODUCCIÓN. Estamos viviendo un momento de la historia complicado, en el que se están produciendo grandes transformaciones y lógicamente, la familia no es ajena a ello. La familia sigue siendo el espacio más importante donde se dicen las cosas más importantes para orientarse en la vida. De ahí la importancia de la educación en familia. El objetivo central de la educación pensando desde la familia: actuar para que los/as hijos/as sean psicológicamente equilibrados, social y culturalmente, insertados, capacitados para construir su futuro. Jóvenes críticamente autónomos y que sepan avanzar en este mundo. La familia, por tanto, se ha constituido como el primer agente de socialización de las personas, así como factor influyente en el desarrollo de las mismas, puesto que se dentro de ella donde se van adquiriendo todos los aprendizajes básicos. VALORES EN EL AMBIENTE FAMILIAR. Es difícil definir cuáles han de ser los valores que desde la familia se han de transmitir, se podrían definir unos valores básicos para la educación de las familias de hoy. La competencia personal, será uno de ellos, es la herencia principal que los padres van a dejar a sus hijos: el que sean autónomos, que sepan abrirse caminos en la vida, que puedan vivir independientes más allá de lo lógico en la sociedad estructurada. Es decir, educar a adolescentes competentes. La sociedad actual es cada día más compleja y nadie puede prever cómo serán en el futuro, las familias, los trabajos, las nuevas tecnologías, las industrias, la esperanza de vida… Lo que sí es cierto es que los jóvenes que hayan sido educados para ser competentes, habrán superado todas estas pruebas de la vida. Las pruebas serán mayores o menores, pero sólo el que tenga algo propio, que nadie le pueda arrebatar, podrá salir adelante. El ser competente quiere decir: lograr una estructura psicológica armónica y, tener las capacidades intelectuales que le permitan entender y orientarse en el mundo. Lo primero se puede conseguir en una familia bien asentada, para lo segundo se consigue con la educación. Si la competencia en lo personal y en lo profesional siempre ha sido necesaria, ahora lo es aún más. En la sociedad actual se exige el uso de herramientas informáticas y lingüísticas apropiadas. La máxima de los adolescentes de hoy es ser competentes, es por ello que el modo de aprendizaje de hoy en día establece como primordial la consecución de las competencias básicas en el ámbito educativo para conseguir la realización y desarrollo personal, así como a la integración social y su ciudadanía activa del alumnado que cursa la etapa de la ESO, son ocho las competencias básicas y se encuentran desarrollados en el RD 1631/2006. Volviendo a los valores que han de inculcar las familias, otro de ellos es la racionalidad, se ha de inducir a la racionalidad en la vida cotidiana, especialmente en la toma de decisiones. Otra competencia a inculcar es la racionalidad en la vida cotidiana, especialmente en la toma de decisiones. Se ha de pasar al ámbito del diálogo y de la confrontación racional en base a la realidad social, realidad conocida y contrastada con rigor. Los padres deben fomentar, bajo la base de un cariño cotidiano, construir, mediante la palabra y el ejemplo, la racionalidad en los hijos, una inteligencia integradora de la razón abstracta y de los sentidos y sentimientos que conforman la riqueza de la persona humana. De esta forma, los adolescentes podrán dar cuenta razonada, a los demás y a sí mismos, de sus preferencias, de sus comportamientos y estarán en condiciones de entender y situarse en la sociedad que les ha tocado vivir. Los padres deben hacer que los/as hijos/as valoren el dinero, que éstos valoren lo que cuesta ganarlo, el esfuerzo que hay que invertir para obtenerlo, del mismo modo el dinero como valor que quiere decir que entre las prioridades de la vida estaría el dinero, la posesión de la mayor cantidad de dinero. Los jóvenes y adolescentes anteponen la consideración del dinero como algo importante para sus vidas al valor del esfuerzo a realizar para conseguirlo. No obstante, el dinero no es lo más importante para ellos, se encuentran por delante la familia, la salud y los amigos. Se supone que esto es así, porque de manera general, disponen de dinero suficiente semanalmente. Para el futuro, la gestión del dinero y el patrimonio será esencial, y las familias deben abordar esta cuestión: la competencia personal en la gestión del dinero. Los/as hijos/as deben valorar el esfuerzo que han de realizar los padres para poder costearse un viaje o las horas de trabajo que son necesarias por ejemplo para la compra de una bicicleta, sin embargo, nunca se ha de machacar a los/as hijos/as con el coste de la educación, puesto que esto puede tener efectos lamentables. Por otro lado, no se deben darles demasiado dinero y el que les den, se les debe enseñar a administrar. La tolerancia que nos encontramos en las familias no es otra cosa que una gran permisividad. Así, muchos jóvenes reciben una educación en los que nos se les prepara, para afrontarse a la sociedad en la que les ha tocado vivir. En el ámbito más amplio de la sociedad debemos saber distinguir la tolerancia activa de la tolerancia pasiva, sin olvidar la intolerancia necesaria. La tolerancia activa supone el respeto profundo a la diferencia, es decir, ponerse en la situación del orto. La tolerancia pasiva corresponde a la indiferencia, esa aceptación del término tolerancia que significa indulgencia, condescendencia con algo o con alguien que en el fondo se rechaza o no se acepta. En cuanto a la intolerancia necesaria, hay que ser intolerantes ante la exclusión social en razón de la raza, etnia, género, religión o proyecto. La escasa unión entre los valores finalistas y los valores instrumentales está poniendo al descubierto la dificultad de los adolescentes de mantener un discurso y una práctica, con una determinada coherencia y continuidad, temporal allí donde se precise un esfuerzo cuya utilidad no sea inmediatamente percibida. La familia debe educar en los valores instrumentales, la adquisición de los hábitos de disciplina, de la abnegación, el control de los deseos, el respeto a la autoridad, la conciencia de que hay límites para todo, la necesidad de cooperar en la marcha cotidiana de la casa, entre otros. La educación en valores instrumentales como el trabajo bien hecho, la disciplina o la constancia es, hoy por hoy, lo menos tan importante como la educación en valores finalistas como la tolerancia o el respeto al diferente. CONCLUSIÓN. Para terminar todos tenemos derecho a ser como somos, a ser como queremos ser, pero siempre dentro del respeto de los valores universales que nos obligan a todos. En esta dialéctica entre los valores universales y particulares el papel de la educación es imprescindible. Para acabar con los valores que deben impulsarse desde la familia en nuestra sociedad globalizada, cuando estamos viviendo esta revolución tecnológica, con la importancia de fomentar la inteligencia participativa, la capacidad para analizar hacia dónde va la sociedad, explorar el futuro continuamente desde el presente sabiendo a dónde se quiere llegar, qué proyecto en la sociedad se quiere alcanzar. BIBLIOGRAFÍA. -Maturana, H. (1996). El Sentido de lo Humano. Dolmen Ediciones. Santiago de Chile. - Javier Elzo. Programa de la Obra Social “La Caixa”.