campos, explotaciones y sistemas de innovación en

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Robert C. Allen*
CAMPOS, EXPLOTACIONES
Y SISTEMAS DE INNOVACIÓN
EN LA AGRICULTURA
PREINDUSTRIAL INGLESA**
El cercamiento de los campos abiertos (open fields) se considera como un progreso porque
sustituyó el régimen de propiedad comunal por uno de propiedad privada. Sin embargo, las
instituciones comunales propias de los campos abiertos repartían los riesgos de la
experimentación agrícola e incrementaban la tasa de innovación. Por esta razón, los open
fields contribuyeron significativamente a la modernización agrícola de Inglaterra.
Palabras clave: historia económica, explotaciones agrícolas colectivas, progreso tecnológico, Inglaterra.
Clasificación JEL: N53, N83, O31, P14, Q15.
1.
Introducción
La labor de los economistas que se dedican al estudio
de la agricultura parece sencilla. Con innumerables explotaciones independientes que producen mercancías
estándar cuyos precios son determinados por la oferta y
la demanda, la agricultura se ajusta al modelo ideal de
competencia perfecta. En consecuencia, su comportamiento parece sencillo y fácilmente comprensible. El
propósito de este artículo es explicar por qué este razonamiento es demasiado simple, y por qué la clave del
éxito de una agricultura reside en aspectos comunales
que no suelen ser tenidos en cuenta. La agricultura se
ha ajustado al modelo ideal sólo en épocas relativamente recientes. En Inglaterra, antes del siglo XIX, las insti-
* Nuffield College. Universidad de Oxford.
** ALLEN, R. C.: «Farms, Firms, and Systems of Innovation in
Pre-Industrial English Agriculture». Traducción de Valentín Sanz Iglesias.
tuciones comunales eran esenciales en la práctica agrícola. En 1500, la mitad de la tierra cultivable del país se
organizaba en el la modalidad de campos abiertos
(open fields), gobernados por asambleas locales, que a
su vez eran, a menudo, dirigidas por autoridades señoriales, que indicaban a los campesinos las formas de
cultivo y de cría de ganado que debían seguir. En la historiografía tradicional este sistema de organización es
descrito como un impedimento a la adopción de nuevos
métodos y al incremento de la productividad. Esta descripción es, como veremos más adelante, errónea en la
práctica y dudosa teóricamente. Sea cual sea la influencia del individualismo en la difusión de nuevas técnicas,
existen razones suficientes para creer que una agricultura competitiva atomizada fracasaba a la hora de innovar. Los agricultores no tenían incentivos individuales
para innovar porque no serían ellos quienes se beneficiasen a largo plazo de las innovaciones. Quienes sí se
beneficiarían serían los consumidores —si la produc-
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ción aumentaba y el precio caía—, o los terratenientes
—si el uso de semilla disminuyera, mientras que la producción final se mantuviese constante—. Por esta razón, Schultz (1968) estableció que la innovación tiene
que ser socializada y llevada a cabo, bien por el Estado,
bien por sociedades benéficas como el actual Instituto
Internacional para la Investigación del Arroz1. Se ha insinuado que durante la Revolución Agrícola inglesa las
propiedades de los grandes Estados jugaron este papel,
pero no existen pruebas que confirmen esta posibilidad.
En tal caso, ¿quién inventó la Revolución Agrícola?
La tesis que defiende este artículo es que los inventores fueron las organizaciones comunales. De hecho, el
crecimiento de la productividad agrícola fue más rápido
cuando estas organizaciones comenzaron a extenderse. Este razonamiento se basa en la evaluación del impacto de los campos abiertos sobre la invención y la difusión de nuevas técnicas.
Sin embargo, esta argumentación, plantea una segunda cuestión que también ha de tenerse en cuenta. Si
las instituciones comunales eran tan beneficiosas, ¿por
qué desaparecieron? La respuesta hemos de buscarla
en la interacción entre las instituciones comunales y la
tenencia de la tierra. Las instituciones comunales funcionaban bien cuando las asambleas locales con poder
de decisión estaban formadas por campesinos en régimen de tenencia hereditaria. Al menos a corto plazo estos agricultores tenían incentivos para aumentar la productividad, porque cualquier incremento de la misma
supondría una revalorización de sus tierras. Inversamente, cuando eran arrendatarios locales los que integraban las asambleas los incentivos eran menores, ya
que cualquier mejora de la tierra beneficiaría a los terratenientes antes que a ellos. El siglo XVIII fue testigo del
reemplazo generalizado de agricultores en régimen de
tenencia hereditaria por agricultores arrendatarios, siendo esto lo que precipitó el cercamiento de los open
fields.
1
190
International Rice Research Institute (IRRI).
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2.
Valoración de las instituciones comunales:
difusión de nuevos métodos
Antes de abordar la cuestión de la innovación, debemos analizar el problema de la difusión, asunto que ha
sido considerado el talón de Aquiles de la organización
comunal. En 1766, Homer (páginas 7-8) criticó enérgicamente el régimen de campos abiertos: «La necesidad
de un acuerdo universal entre propietarios, especialmente cuando éstos son numerosos, constituye un obstáculo casi insalvable para cualesquiera mejoras que se
hubieran llevado a cabo en las tierras mientras estuvieran en régimen de open field». Numerosos historiadores
han participado en este debate desde entonces. Lord
Ernle hizo una valoración muy influyente al concluir que:
«La impresión general obtenida de esta evidencia masiva de datos es que los defectos agrícolas
de la amalgama de tierras bajo el régimen de open
field eran perniciosos e insalvables; que esta forma de cultivo habría empeorado desde el siglo XIII; y que ningún incremento de la producción
y ninguna introducción de nuevas formas de cultivo podían esperarse bajo este régimen»2.
Estas valoraciones no han sido corroboradas por las
investigaciones que, en materia de historia agrícola, se
llevaron a cabo durante el siglo XX. La «evidencia masiva» a la que Ernle hace referencia no era más que una
lectura selectiva de los informes que el Board of Agriculture realizó hacia 1800 sobre los campos de cada condado. Ernle criticó el régimen de los campos abiertos ignorando sus aspectos positivos. Además, independientemente de la selección de Ernle, los informes del Board
of Agriculture plantean un problema más grave que debemos considerar antes de aceptar cualquier valoración. Hemos de poner en tela de juicio el modo en que
se alcanzaron estas conclusiones y la precisión de los
2
ERNLE (1912-1961), página 248.
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métodos de análisis empleados. Aunque los autores de
los informes tenían un conocimiento directo de la realidad de los condados, sufrían dos limitaciones: carecían
de conocimientos sobre el funcionamiento de los open
fields durante los 500 años precedentes y ni siquiera
eran buenos analistas de sus propios datos. Algunos de
sus informes recogían un valioso material estadístico,
pero este material nunca fue sometido a un análisis formal, de lo contrario, se habría escrito una historia mucho más benévola en referencia a los campos abiertos.
Richard Parkinson (1811) redactó los informes de los
condados de Huntingdon y Rutland para el Board of
Agriculture. Estos condados, que son tremendamente
significativos para los historiadores económicos, permitieron a Parkinson llevar a cabo un verdadero censo que
recopilaba gran cantidad de datos de cada pueblo.
Estos documentos pueden utilizarse para comparar la
agricultura de pueblos con campos abiertos con la de
los pueblos basados en campos cercados. Es evidente
que las características de las tierras influían en los rendimientos, pero esto no plantea problema alguno, ya
que Parkinson incluyó información detallada sobre esta
variable, de modo que puede ser comparada con los datos geográficos actuales. Reduciendo la comparación
de pueblos de campos abiertos y de campos cercados a
aquellos pueblos con características medioambientales
similares, podemos aislar los efectos de la organización
social.
El rendimiento es uno de los indicadores de productividad agrícola más empleados. En la mayoría de los distritos investigados por Parkinson, los pueblos de campos cercados consiguen pequeñas ventajas (de un 5
por 100 mayores, aproximadamente). La importancia de
esta ventaja es dudosa si se tiene en cuenta el historial
de los rendimientos desde la Baja Edad Media. Los rendimientos de las explotaciones cercadas eran, en 1800,
aproximadamente el doble de los obtenidos por sus predecesores abiertos en el siglo XV. Esto significa que, en
1800, los agricultores de los lugares en los que existían
campos abiertos habían conseguido recortar el 90
por 100 de esa ventaja. La tesis de Lord Ernle, y de
otros, de que los campos abiertos no eran susceptibles
de mejorar es claramente errónea. Aunque los campos
cercados funcionasen ligeramente mejor, los abiertos
habían reducido, en gran medida, el diferencial de productividad desde los niveles de partida en la época medieval (Allen, 1992, páginas 133-7, 2002, página 199).
Se llega a conclusiones similares cuando se analiza
la productividad total de los factores (TFP). Si los mercados de la tierra están en equilibrio, entonces las diferencias de renta (ajustadas a las diferencias en los precios de insumos y productos3) indican diferencias en la
TFP, dado que los agricultores más eficientes generan
mayores excedentes que los menos eficientes, aumentando así el excedente que le corresponde al terrateniente en forma de renta. La renta de las explotaciones
cercadas era mayor que la de los open fields, pero las
supuestas diferencias en la TFP eran pequeñas, tanto
en términos absolutos como en comparación con el incremento de TFP entre la Edad Media y el siglo XIX.
Aún más, aunque tengamos presente la pequeña diferencia de renta entre los campos abiertos y los cercados, pudiera ser que se hubiera exagerado la disparidad
en la eficiencia, ya que el supuesto de que el mercado
de arrendamientos de tierras estaba en equilibrio competitivo es una conjetura improbable justo en los momentos iniciales de la agricultura moderna. En el caso
de haberse dado, entonces los incrementos de renta de
los campos cercados deberían haber dado lugar tanto a
una redistribución de la renta, como a la aparición de
nuevas ganancias (Allen, 1992, páginas 171-187).
También podemos comparar las formas de cultivo de
los campos abiertos y de los cercados. Igualmente, este
análisis pone en entredicho el pesimismo de Homer y
Ernle. Existen pruebas suficientes para afirmar que, durante el siglo XVIII, cultivos nuevos como el trébol y el
nabo se introdujeron en los open fields. En este caso,
como ocurría con los rendimientos, los agricultores de
los campos cercados también llevaban ventaja porque
3
Input and output prices.
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adoptaban los nuevos métodos con mayor entusiasmo
que los agricultores de los open fields, que seguían recurriendo a patrones de cultivo tradicionales, aunque incorporando elementos nuevos (Allen 1992, 107-129).
Los datos aportados por los rendimientos y las rentas
muestran, sin embargo, que la conservación de las formas de cultivo tradicionales sólo produjo pequeñas pérdidas de eficiencia. El caso que examinaré a continuación arrojará luz sobre esta particularidad de los campos
abiertos.
3.
Valoración de las instituciones comunales:
la invención de nuevos métodos
¿Quién inventó el nabo? Fuera quien fuese, la persona que plantó la primera semilla se ha perdido en la noche de los tiempos y no es relevante en el presente debate. El «inventor» del nabo puede definirse como
aquella persona que lo introdujo en la agricultura inglesa
de principios de la Edad Moderna. Tradicionalmente se
ha otorgado este protagonismo a Lord «Nabo»4 Townsend, que supuestamente fue el primero en cultivar nabos a gran escala en su propiedad de Raynham en Norfolk. Sin embargo, los historiadores afirman que esta
historia no es más que un mito aristocrático, y que los
agricultores de East Anglia ya llevaban cultivando esta
planta a gran escala desde mediados del siglo XVII
(Overton, 1977, páginas 325-66). Entonces, ¿sobre
quién recae el honor de llamarse «inventor» del nabo?
Quizá debería utilizar el término en sentido más amplio
y referirme al primer cultivador de nabos en cualquier lugar. La razón que explicaría este uso más libre es que el
nabo requería investigación y desarrollo para adaptar su
cultivo a las condiciones naturales y económicas de un
lugar. Dicho de otro modo, el nabo no era una tecnología
«todoterreno» que pudiera ser empleada en cualquier sitio sin ninguna modificación. La «invención» del nabo
fue, por lo tanto, un proceso recurrente que implicaba la
4
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N. del T.: Turnip en el original.
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existencia de inventores o innovadores (empleo estos
términos indistintamente) en cada distrito agrícola de
Inglaterra. Lo mismo ocurre con muchos otros cambios
que han tenido lugar en la práctica agrícola.
La compresión que del fenómeno de la «invención»
se hizo en el siglo XX permite analizar el problema en el
siglo XVIII. En los casos de introducción en los países
tropicales de cultivos como los cereales híbridos o el
arroz de alto rendimiento son las agencias públicas o las
instituciones benéficas existentes las que llevaron a
cabo las investigaciones básicas. El Instituto Internacional para la Investigación del Arroz en Filipinas, por
ejemplo, creó el IR-8 cruzando variedades surasiáticas
y japonesas de arroz. Éste no fue el final del proceso de
investigación, sino todo lo contrario. La difusión del producto en el sur de Asia exigía que los gobiernos nacionales adaptasen su cultivo a las condiciones locales.
Las adaptaciones tenían que hacerse a escala local, y
para ello se necesitaba una red de centros de investigación que cubriese todo el país. Agentes locales actuaban como intermediarios transmitiendo las preguntas y
respuestas desde y a los centros de investigación y de
la misma forma para los agricultores. Incluso, cuando
parece que el modelo competitivo es aplicable a la agricultura, se demuestra que las explotaciones no son átomos separados, sino entes integrados en una red más
amplia de organizaciones agrícolas. Es así, que la explotación agrícola no coincide exactamente con la empresa.
La red de granjas experimentales es un asunto crítico,
dado el problema que surge para establecer la propiedad de la invención (siendo ésta como lo es un bien público) cuando se está actuando a un nivel local con el
objetivo de resolver el problema de adaptar un cultivo a
las condiciones del lugar. La institución que se enfrenta
a este problema es el «inventor» que yo estoy intentando encontrar para el siglo XVIII. En la Inglaterra de principios de la Edad Moderna el problema de la innovación
fue resuelto gracias a la labor de instituciones colectivas, instituciones muy distintas de las que funcionan en
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la actualidad. A continuación, analizaré dos ejemplos
centrados en dos diferentes estamentos sociales.
Joan Thirsk (1985, páginas 547-58) describió un grupo de innovadores agrícolas cuyo líder era Samuel
Hartlib. Se trataba de nobleza rural tipo gentry dedicada activamente a experimentar con cultivos traídos
desde los Países Bajos como, por ejemplo, el trébol. El
cultivo del trébol planteaba numerosos problemas
prácticos. Los miembros del círculo de Hartlib experimentaban con distintos métodos y le comunicaban a
Samiel Hartlib los resultados por correspondencia.
Hartlib publicó algunas de estas cartas y envió nuevas
informaciones a sus asociados. De este modo, los
miembros del grupo compartían sus descubrimientos.
Con este procedimiento se introdujeron en la agricultura inglesa cultivos tan importantes como el trébol, la esparceta5 y otros. Dicho de otro modo, fue un proceso
de innovación colectiva el que permitió que el cultivo
del trébol llegase a Inglaterra6.
La investigación colectiva no sólo era llevada a cabo
por la gentry y la aristocracia, los pequeños agricultores
también realizaban experimentos análogos a los que se
realizan hoy en día en los países en vías de desarrollo.
Podemos reconstruir la historia del cambio agrícola a
partir del estudio de los registros señoriales del dominio
de Dillon, que abarcaba la mayor parte de las tierras de
Oxfordshire, incluida Spelsbury7. Esta parroquia constituye un ejemplo especialmente clarificador, porque
muestra cómo los agricultores de los open fields fueron
también protagonistas de esta fase tan importante en la
innovación agrícola8. Su comportamiento es contrario a
lo que cabría esperar si nos atenemos a la literatura tradicional sobre los campos abiertos.
Spelsbury es una parroquia particularmente grande
(1.578 hectáreas9) que incluía tres pueblos: Taston, Fulwell y el propio Spelsbury. Cada uno de ellos tenía su
propio régimen de explotación de las tierras. Los open
fields ocupaban 815 ha.10 en total, y se dividían, a su
vez, en 53 yarldlands11. Cada yardland tenía un tamañó
promedio de 15,4 ha.12, y era la explotación campesina
básica de la que las familias obtenían su sustento. Las
yardlands podían dividirse o reunirse para formar explotaciones mayores. A principios del siglo XVIII, las explotaciones compuestas de una sola yardland eran las más
frecuentes, aunque también existían explotaciones de
media, y por el contrario también de dos yardlands. Una
de las tenencias constaba de cuatro yardlands (61
ha.)13 y la heredad del señor14, que siempre había pertenecido a éste y nunca a los campesinos, llegaba a las
ocho yardlands (123 ha.)15. Estas dos últimas explotaciones pueden considerarse como explotaciones perfectamente capitalistas, sin embargo, la mayor parte de
la tierra pertenecía a pequeños agricultores.
Los agricultores del pueblo eran, mayoritariamente,
arrendatarios que provenían del régimen señorial, los
cuales mantenían sus tierras bajo el sistema de Copyhold (enfiteusis). La enfiteusis era la forma tradicional de
tenencia de la tierra y en Spelsbury la costumbre era la
de que el señorío proveyera la tenencia a cada enfiteuta, quien mantenía el dominio útil a lo largo de su vida. A
su muerte, la posesión pasaba a su viuda, y a la muerte
de ésta, a su hijo. A lo largo de todo este período, el
agricultor iba pagando cada dos años las quit rents16.
Estas quit rents eran consuetudinarias y de cuantía insignificante. Así, durante todo este período, el copyhol-
N. del T.: 3.900 acres en el original (1 acre = 0,4047 ha.).
N. del T.: 2.016 acres en el original.
11 N. del T.: Campo alargado que implica la noción de conjunto de
tierras.
12 N. del T.: 38 acres en el original.
13 N. del T.: 152 acres en el original.
14 N. del T.: Demesne en el original.
15 N. del T.: 304 acres en el original.
16 N. del T.: Quit rent: renta establecida que el enfiteuta (copyholder)
pagaba al señor.
9
10
5 N. del T.: Plantas para prados. El término utilizado por el autor es:
sainfoin.
6 Sobre la innovación colectiva en la industria, véase ALLEN (1983).
7 N. del T.: Spelsbury era una parroquia de las Cottswolds a unos 19
km. al norte de Oxford.
8 Para un análisis más detallado, véase ALLEN (2002).
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der era el propietario de hecho de la tierra y de cuantos
beneficios ésta pudiese producir.
Spelsbury es excepcional por la abundancia de la
documentación que de aquellas tierras se conserva.
Esto arroja luz sobre la naturaleza de las innovaciones
realizadas y sobre la forma en que se tomaron las decisiones al respecto. Asimismo, también permite poner
en entredicho las tesis de Homer y sus partidarios que
resultan contradictorias con los hechos. Es así, como
los documentos nos muestran una agricultura mucho
más innovadora y un proceso de toma de decisiones
más flexible de lo que Homer y Ernle, entre otros, imaginaban.
La esparceta fue un nuevo tipo de cultivo que se extendió por todo el condado de Oxfordshire a comienzos
del siglo XVIII. Fue introducido en Taston en 1700 cuando los copyholders aceptaron ceder franjas alargadas
de sus open fields y reunirlas para formar un prado mejorado. De acuerdo con esta reorganización, los copyholders mantendrían la titularidad de sus parcelas, pero
el conjunto del prado sería cercado mediante muros o
setos. La esparceta se cultivaría en el nuevo prado y,
después de la siega, el rebaño del pueblo pastaría en él.
Aunque «cercado», el prado seguía siendo gestionado
por las instituciones propias de los regímenes de explotación de los open fields.
El cercamiento de Taston se consiguió gracias al
acuerdo unánime de todos los copyholders. Esto demuestra que la unanimidad no es imposible. Sin embargo, algunos años más tarde empezaron los problemas,
justo cuando dos de los copyholders intentaron segregar sus franjas de tierra del «cercamiento». El administrador del Estado envió una carta al señor en la que le
ponía al corriente de la situación y de cómo había amenazado a los dos campesinos con multas y con la posibilidad de que no se renovasen los arrendamientos
(copyholds) si ellos incumplían el acuerdo inicial. Las
coacciones funcionaron y el acuerdo se mantuvo. No
obstante, las amenazas acabaron cumpliéndose y los
copyholds de los dos disidentes nunca más fueron renovados.
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Algunos años más tarde, se realizó un cercamiento similar en Spelsbury. Los copyholders de esta localidad ya
sabían de las disputas de Taston y, esta vez, nadie fue
obligado a cultivar esparceta. A pesar de que la esparceta era la mejor solución para el cercamiento común recién inaugurado, cada copyholder gozaba de libertad
para cultivar lo que quisiera: «para sembrar cereales o
esparceta o lo que les plazca»17. Este cercamiento se conoce como «every year’s land» ya que era cultivado de
forma continuada. La primera conclusión que se extrae
de la historia del cercamiento de Spelsbury es que, los
copyholders de los open fields eran capaces de organizarse para realizar diversos cambios en la explotación
sin que la unanimidad fuera requisito indispensable, poniendo, así, en tela de juicio las objeciones de Homer.
A mitad del siglo XVIIII, en un momento en que el
nabo y el trébol se estaban popularizando en Inglaterra,
el cercamiento de Spelsbury de tipo «every year’s land»
resultaba de gran utilidad. En 1751, la Corte del señorío
organizó el primer cultivo de nabos de Spelsbury. Este
acontecimiento aparece en las ordenanzas de dicha
Corte, y representa la primera alusión a los nabos en dicha localidad. Inicialmente, los nabos no se sembraban
en los open fields, sino en la «every year’s land» que, de
este modo, se convirtió en un banco de pruebas agrícolas. Aunque, ni siquiera allí era obligatorio el cultivo de
nabos, porque la Corte permitía a todos aquellos que lo
quisieran elegir sus cultivos, es así como nos encontramos con frases como: «cada cual tomará sus propias
decisiones»18. Una vez más, el acuerdo unánime no era
necesario. A finales del decenio de 1750, tras comprobarse que la agricultura del nabo era viable, se impuso
su cultivo en el «cercamiento» «every year’s land». En
cualquier caso, nos encontramos con que la norma que
se seguía para tomar este tipo de decisiones era que
fuera seguida por una mayoría y no la unanimidad.
17 N. del T.: Cita tomada del documento DIL I/k/1h depositado en el
Registro del Condado de Oxfordshire.
18 DIL II/w/108.
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El trébol comenzó a cultivarse en Spelsbury y Taston
poco después de que se introdujera el nabo. Para el decenio de 1780 su cultivo era ya habitual en los open
fields. De este modo, a finales del siglo XVIII surgió un
complejo sistema agrícola en el que tenían cabida diferentes cultivos. Mientras que algunos historiadores de la
órbita de Homer interpretaban el régimen de open fields
como una camisa de fuerza que ceñía a los agricultores
a una uniformidad atrasada, la historia de Spelsbury
muestra que este régimen era excepcionalmente flexible y transigente con las decisiones individuales. Los innovadores eran libres para experimentar con nuevos
cultivos y, por lo tanto, el régimen de open fields distaba
mucho de ser reaccionario. Cercamientos como los de
tipo «every year’s land» favorecían la investigación y el
desarrollo, aspectos ambos fundamentales para que la
innovación agrícola se produjese. Asimismo, se lograba
que la innovación emergente fuera perfectamente compatible con la tradición que, a su vez, también era tolerada. El resultado fue un modelo de cultivo moderno, aunque no falto de desaciertos, tal y como se muestra en
los contratos de pasto que recogió Parkinson19.
4.
Si el régimen de open fields era tan bueno,
¿por qué desapareció?
En 1500, la mitad de la tierra cultivable de Inglaterra
estaba bajo el sistema de open fields y la otra mitad bajo
el de cercamientos. Hacia 1850, la mayor parte de la tierra aparecía ya cercada. Los open fields desaparecieron
en cuatro oleadas de intensidad creciente. La primera
ocurrió durante el siglo XV y principios del XVI, la segunda tuvo lugar en las postrimerías del siglo XVI y la tercera fue entre 1760 y 1780. Estas oleadas afectaron a las
tierras que eran más valoradas a la hora de convertirlas
en pastizales que no en tierras para ser aradas. La consiguiente creación de los pastizales acarreó una reducción del número de trabajadores por hectárea, por esta
19
PARKINSON (1811).
razón los agricultores de los open fields se opusieron al
cambio.
La cuarta oleada se produjo entre 1770 y 1820 y es la
más relevante para mi análisis, pues trajo consigo los
cercamientos en zonas que se dedicaban al cultivo de
cereales. Spelsbury, por ejemplo, fue cercado en 1803.
Un siglo antes, se habían introducido los nuevos cereales de la época. ¿Qué cambio tuvo lugar a principios del
XIX para que los cercamientos resultaran beneficiosos?
Una posibilidad es que la gentry y la aristocracia utilizasen los cercamientos para justificar expropiaciones de
parcelas y de bienes sin tener en cuenta los derechos
comunales de los agricultores. Una segunda posibilidad
es que los cercamientos fuesen irracionales. De hecho,
nada impidió que toda Inglaterra fuera cercada, a pesar
de que las ganancias de eficiencia obtenidas con esta
medida fuesen difíciles de calcular, y de que, mientras
en algunas zonas se producían estas ganancias, en
otras no. La tercera posibilidad, que examinaré a continuación, es que esas ganancias de eficiencia existieran
realmente y procedieran de los cambios en la tenencia
de la tierra acaecidos durante el siglo XVIII. Esos cambios consistirían en el declive del régimen en semipropiedad (arrendamientos a largo plazo) por el de arrendamiento a voluntad.
Antes de profundizar en el examen de los archivos
históricos, es necesario conocer los motivos por los cuales las comunidades de open fields, como Spelsbury,
habrían decidido establecer explotaciones comunales
dedicadas a la experimentación. Tres son las razones
que sobresalen. En primer lugar, porque la información
que proporcionaban los experimentos que allí se realizaban quedaba reducida a un ámbito específicamente
local. No pudiendo aprovecharse de los experimentos
de otras localidades, el pueblo tenía que realizar sus
propios proyectos de investigación y desarrollo. En segundo lugar, porque estas explotaciones repartían el
coste de los experimentos entre un gran número de individuos. Una explotación de una yardland, muy frecuentes hacia 1700, medía 12 ha. e incluía 120 parcelas alargadas. Cada agricultor aportaba una sola parcela alar-
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gada al proyecto, lo que representaba una reducción
mínima de sus beneficios. De este modo, la investigación colectiva era factible y menos arriesgada que la individual. En tercer lugar, porque los agricultores tenían
que ser propietarios de la tierra, de manera que la mejora de productividad resultante de la experimentación se
percibiese como una ganancia extraordinaria. Si, por el
contrario, los agricultores sólo eran arrendatarios, los terratenientes podrían apoderarse de esa ganancia extraordinaria subiéndoles la renta.
En este último punto residía el problema, y es, a la
vez, el hecho que explica el cambio que se produjo durante el siglo XVIII. A principios de siglo, la mayoría de
los agricultores que firmaban los acuerdos en los que se
basaba la experimentación con la esparceta, y que a su
vez participaban en las Cortes de los señoríos eran
copyholders (enfiteutas). Sin embargo, ser copyholder
no significaba ser propietario. Cuando el hijo que figuraba en el contrato de copyhold heredaba una explotación, tenía que pedir al señor la prolongación del acuerdo para incluir a su esposa e hijo. Este derecho no era
automático, siendo habitual que los señores cobrasen
una tasa en demanda de la conclusión del anterior contrato y por su nuevo alargamiento. En ocasiones, la costumbre limitaba esta tasa, sin embargo, en Spelsbury no
era así. A principios del XVIII, el coste de incluir al hijo
en la copyhold era cinco veces el valor de mercado de la
propiedad. De este modo, con una sola tasa el señor se
apropiaba de parte de las ganancias derivadas de las
mejoras realizadas, pero, a cambio, el nuevo copyholder conseguía un horizonte más lejano en el que llevar a
cabo mejoras que incrementarían sus ingresos sin el
riesgo de la expropiación por parte del señor.
Sin embargo, el señor no tenía porqué aprobar la renovación de la copyhold. Esto tuvo una importancia
trascendental en la agricultura del XVIII. En algún momento a finales del XVII el señor de Spelsbury decidió
no renovar sus copyholds. Este cambio en la política del
señor aparece en forma de anotaciones de la edad de
cada campesino en las listas de copyholds en previsión
de su muerte. A medida que iban falleciendo, las listas
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se adornaban con frases del tipo «cayó en los brazos
del señor por la gracia de Dios».
Durante el siglo XVIII, este cambio provocó una revolución en la organización de la explotación. A finales de
siglo, ya sólo quedaban tres copyholders. Las tierras se
reunían formando explotaciones de varios cientos de
hectáreas, que eran arrendadas a voluntad, a medida
que el señor las iba recuperando. Las nuevas tenencias
eran anuales. Los agricultores de estas grandes explotaciones no tenían la certeza de que los contratos fueran a renovarse al año siguiente, aunque en la práctica
sí que lo eran. Ni siquiera tenían garantías legales de
que la renta no fuera a incrementarse.
Hacia finales del XVIII estos arrendatarios a voluntad
trabajaban los open fields, pero no tenían ningún incentivo para mejorar las tierras. La competencia por los
arrendamientos hacía inviable el interés por modernizar
los campos, ya que los agricultores no podían cambiar
sus cultivos individualmente, a menos que las autoridades señoriales los cambiasen para todos y cada uno de
los arrendatarios. De este modo, la colectivización llegó
a ser la justificación del comportamiento apático de
cada agricultor a la hora de innovar. Los cercamientos
sacarían a la agricultura de este punto muerto.
Pero, en primer lugar, ¿por qué se eliminaron las
copyholds? Por dos razones. La primera tiene que ver
con la eficiencia. Los copyholders de los open fields
eran «dinámicamente eficientes», es decir, experimentaban e introducían cambios para mejorar la productividad de manera metódica, pero eran «estáticamente ineficientes». La mayoría de los copyholds eran pequeñas
explotaciones familiares, y sus costes eran mayores
que los de las grandes explotaciones que podían ahorrar en el factor trabajo masculino contratando cuadrillas
de jornaleros para transportar grano, estiércol y realizar
tareas semejantes dentro de la explotación. En el trabajo femenino también se daba un notable ahorro del mismo en las grandes explotaciones, al reducirse las necesidades de mujeres para la atención a las vacas. Las
pequeñas granjas conseguían un menor rendimiento,
pero éste era más estable. Esto permitía a los pequeños
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asegurar el rendimiento de mejor manera que las grandes explotaciones, pero a un coste mayor. Así, el recorte del número de vacas por hectárea, a medida que crecía el tamaño de las explotaciones, permitió un mayor
ingreso por vaca al reducir la demanda de trabajo de las
mujeres en la vaquería.
La segunda está relacionada con las mejoras en el
mercado de capitales. Los copyholds eran, en esencia,
contratos por los que los arrendatarios concedían préstamos a los señores. Esto resulta paradójico puesto que
los segundos eran generalmente más ricos que los primeros. No obstante, los copyholds fueron adoptados en
los siglos XV y XVI porque para los señores era la única
forma segura de utilizar su tierra como aval del préstamo en forma de dinerario. También existían hipotecas,
pero no eran adecuadas para recaudar fondos a largo
plazo porque vencían a los seis meses y el señor podía
perder la propiedad si no pagaba la deuda en el momento del vencimiento. A pesar de que la tasa de interés implícita era elevada, esta especie de «venta» de la tierra
a los arrendatarios era segura y proporcionaba rentas
durante un largo período de tiempo sin poner en peligro
la integridad del Estado señorial.
La hipoteca moderna evolucionó lentamente durante el
siglo XVII a medida que la justicia elaboraba su doctrina
sobre el Derecho de Rescate. En el siglo XVIII, las hipotecas ya eran muy comunes (Allen, 1992, página 104). Esta
nueva fuente de financiación de bajo coste volvió antieconómicos los préstamos procedentes de los arrendatarios.
Así, las enfiteusis (copyholds) se suprimieron, los pequeños agricultores fueron reunidos en grandes explotaciones
y las ineficiencias estáticas desaparecieron.
El coste a largo plazo fue la reducción de los incentivos para innovar. Los terratenientes no pudieron resolver este problema arrendando sus propiedades a campesinos que emplearan los métodos más avanzados,
dado que los cultivos no podían modernizarse sin el
consentimiento del resto de arrendatarios del sistema
de open fields. El cercamiento se convertiría en la solución más sencilla, siendo así que sería la salida adoptada universalmente en el siglo XIX.
5.
Conclusión
En el siglo XVIII, los open fields fueron totalmente
cercados. Las ineficiencias estáticas desaparecieron,
pero el crecimiento de la producción y de la productividad se detuvo (Allen, 1999). Resulta irónico que el
funcionamiento de la agricultura fuese empeorando a
medida que se aproximaba cada vez más al modelo
ideal de competencia. La explicación es, sin embargo,
sencilla: el carácter comunal de la agricultura tradicional favoreció el establecimiento de instituciones para
la innovación. A medida que estas instituciones fueron eliminadas, la investigación y el desarrollo disminuyeron.
Referencias bibliográficas
[1] ALLEN, R. C. (1983): «Collective Invention», Journal of
Economic Behaviour and Organization, volumen 4, páginas 1-24.
[2] ALLEN, R. C. (1992): Enclosure and the Yeoman,
Oxford, Claredon Press.
[3] ALLEN, R. C. (1999): «Tracking the Agricultural Revolution», Economic History Review, 2.ª serie, volumen 52, páginas 209-235.
[4] ALLEN, R. C. (2002): «Revolución en los campos: la
reinterpretación de la Revolución Agrícola Inglesa», Historia
Agraria, 26, páginas 13-32. [Trad. Carolina Badía].
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Londres, Heinemann Educational Books Ltd and Frank Cass
and Company Ltd, 1961.
[6] HOMER, H. S. (1766): An Essay on the Nature and Method of Ascertaining the Specifick Shares of Proprietors upon
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[10] THIRSK, J. (1985): «Agricultural Innovations and their
Diffusion» en JOAN THIRSK (ed.): The Agrarian History of
England and Wales, 1640-1750: Agrarian Change, Cambridge, Cambridge University Press, volumen V, part. II, páginas 533-589.
HISTORIA EMPRESARIAL
Enero 2004. N.º 812
ICE
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