x. los dos mayores saltos en la evolución de los homínidos

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X. LOS DOS MAYORES SALTOS EN LA EVOLUCIÓN DE LOS HOMÍNIDOS
A lo largo del proceso evolutivo que conecta a los seres humanos modernos
con nuestros primeros antepasados simios, se destacan varios puntos salientes o "hitos". Probablemente los hitos biológicos más importantes fueron,
primero, la aparición del bipedalismo en una línea de simios y, segundo, una
modificación que ocurrió varios millones de años después que "disminuyó" el
ritmo de desarrollo de los homínidos y llevó a que los infantes humanos nacieran en un estado poco desarrollado y dependiente (mucho más que los
chimpancés) pero que permitió un enorme aumento del tamaño cerebral y
un período mucho mayor de desarrollo del cerebro después del nacimiento.
Esto hizo posible la gran capacidad de aprendizaje que es característica de la
especie humana.
La primera de estas dos modificaciones evolutivas, el bipedalismo, cambió la
forma básica de locomoción de los homínidos y posiblemente les permitió
ampliar su territorio a una mayor variedad de hábitats y entornos. El bipedalismo también, objetivamente, "dejó las manos libres" para otras cosas fuera
de la locomoción, y sentó la base anatómica para cosas tan relativamente
simples como cargar alimentos u otros objetos largas distancias y usar como
"herramientas" materiales naturales sin modificar (tales como piedras y palos).
Pasarían unos cuantos millones de años más antes de que una especie
homínida bípeda empezara a golpear una piedra con otra para hacer lascas
y elaborar herramientas simples de piedra (a diferencia de usarlas). Al dejar
las manos libres del proceso de locomoción, el bipedalismo preparó el terreno para la construcción de herramientas.
Aunque el registro fósil (hasta la fecha) indica que los homínidos no empezaron a hacer los primeros raspadores y cuchillas sino hasta hace unos 2.4
millones de años (varios millones de años después de la aparición del bipedalismo), vale la pena señalar que incluso los chimpancés, que no pueden
caminar erectos por mucho tiempo, pueden usar las manos para transportar
alimentos distancias cortas, blandir ramas para asustar a los depredadores,
usar piedras como "martillos" para partir nueces o deshojar tallos para sacar
con ellos termitas de sus nidos subterráneos. Por lo tanto, es probable que
inclusive los primeros homínidos que caminaron erectos (que seguramente
tenían la apariencia de simios) hayan usado más las manos que las especies
no bípedas de las que descendieron, especialmente cuando estaban en el
suelo y alejados de los árboles*.
Como vimos, el segundo hito biológico crucial del desarrollo humano sucedió
unos cuantos millones de años después del bipedalismo, cuando se dio un
importante cambio en la tasa de desarrollo de una línea de homínidos bípedos. Es interesante que muchos biólogos evolutivos y del desarrollo creen
que muchos cambios importantes en la historia de la evolución de la vida
han sido el resultado de un cambio relativamente simple en la tasa de desarrollo de una o más estructuras del cuerpo de una población de antepasados.
En el caso de los homínidos, parece que un "desaceleramiento" general del
desarrollo anatómico y fisiológico llevó a un "paquete" de cambios, por
ejemplo cambios en las proporciones de los brazos y las piernas, cambios en
la forma de los huesos del cráneo y de la cara, etc.
Probablemente el más importante de esos cambios fue que los hijos nacían
ahora en un estado muy inmaduro que requería un tiempo más largo de cuidados paternos. A primera vista se podría pensar que el hecho de dar a luz
bebés muy inmaduros y dependientes que requieren una larga crianza sería
una desventaja que la selección natural eliminaría rápidamente. Pero tal
cambio permitió que los infantes nacidos "prematuramente" (con respecto a
especies precedentes) siguieran creciendo y desarrollándose más tiempo
fuera del cuerpo de la madre, ¡y esto también se aplica al cerebro! En las
especies anteriores de homínidos bípedos el crecimiento del cerebro tenía
un límite bastante estricto porque un infante con un cerebro muy grande no
podía pasar por el canal del parto sin matar a la madre. Pero si el cerebro
pudiera seguir creciendo después del nacimiento, podría aumentar de tamaño.
Eso es exactamente lo que pasó. En cierta coyuntura de la evolución de los
homínidos bípedos aparecieron una o más especies con un patrón de desarrollo más lento que los simios o los homínidos anteriores, pero cuyo cerebro
siguió creciendo por más tiempo después del nacimiento. En dichos homínidos, así como en nuestra propia especie, el cerebro se podía triplicar entre el
nacimiento y la madurez (y en los seres humanos modernos el cerebro sigue
creciendo y desarrollándose por casi dos años después del nacimiento). Así
que algo tan relativamente sencillo como un desaceleramiento del proceso
de maduración era todo lo que se necesitaba para posibilitar una increíble
expansión del tamaño del cerebro y del período de desarrollo del cerebro
después del nacimiento en esos nuevos homínidos. Eso, a su vez, evidentemente permitió un increíble aumento de la capacidad de aprendizaje y de
aprender en interacción con el ambiente externo natural y social.
UNA SERIE DE TRANSICIONES DE RASGOS SIMIESCOS A RASGOS HUMANOS
Al comparar los simios modernos y los seres humanos, se distinguen rasgos
típicos de los simios y rasgos típicos de los seres humanos. Muchos de esos
rasgos están preservados en los fósiles. (Obviamente también hay grandes
diferencias en el idioma y en la capacidad general de entender y hacer diferentes cosas que no se pueden preservar en fósiles, pero por ahora me refiero solamente a las diferencias que se detectan en ellos). Si conocemos qué
rasgos son más simiescos y qué rasgos son más humanos, podemos estudiar los fósiles homínidos de distintas épocas y darnos una idea de cuándo
ocurrieron las modificaciones evolutivas que caracterizan el proceso de desarrollo de los seres humanos.
Nuestro cuerpo es increíblemente parecido al de los simios: tenemos similares huesos, órganos y moléculas bioquímicas (como el ADN). Pero los simios
africanos modernos (gorilas y chimpancés) no se pueden parar y caminar
erectos por mucho tiempo porque la alineación del esqueleto es diferente a
la nuestra. En los simios y en otros mamíferos no humanos el foramen magnum (la apertura de la base del cerebro donde la columna vertebral se conecta con la cabeza) está más atrás que en los seres humanos. Esto se puede sentir al tocar la cabeza de un perro: la apertura está atrás.Lo mismo sucede con los simios.
En los seres humanos, sin embargo, la apertura del foramen magnum está
debajo del cráneo y la cabeza "se balancea" sobre la columna vertebral. Este
es un rasgo crucial que solamente se encuentra en la especie homínida y
que, junto con otros cambios de la alineación del esqueleto, nos permite
caminar erectos.
El esqueleto de los seres humanos modernos también tiene distintas proporciones del de los simios: tenemos muchos de los mismos huesos pero los
simios tienen los brazos proporcionalmente más largos y las piernas más
cortas. Los pies de los simios también son diferentes y están más adaptados
a agarrar ramas que a caminar en el suelo. Cuando caminan en el suelo, lo
hacen en cuatro patas y se apoyan en los nudillos.
La cara de los simios también es diferente: más alargada y con mandíbulas y
dientes proporcionalmente más grandes (los colmillos son mucho más grandes). Aquí no hablaremos mucho del tamaño, la forma y el desarrollo de los
dientes, pero debemos saber que los fósiles de dientes son muy importantes
para estudiar la evolución homínida. El tamaño, la forma y la posición de los
dientes revelan mucho sobre lo que comía una especie (plantas, carne o una
alimentación omnívora como la de los humanos modernos) y permiten establecer el parentesco de diferentes especies de homínidos.
Además se ha demostrado que los patrones de salida y de desarrollo de los
dientes (que se pueden deducir de fósiles homínidos) dan bastante información sobre el ritmo de desarrollo de todo el cuerpo, y como sabemos ese es
un dato muy importante. El análisis de esta información, combinado con el
tamaño del cerebro con respecto al tamaño del canal de parto, puede indicar
si una especie daba a luz crías que tenían un ritmo de desarrollo más parecido a los simios o a los humanos modernos. (El libro de Richard Leakey Origins Reconsidered tiene una interesante discusión de la información que dan
los dientes).
Así que cuando los paleoantropólogos encuentran fósiles de homínidos (un
cráneo aquí, una parte de una esqueleto allá, o si tienen mucha suerte varios
huesos juntos), lo primero que hacen es establecer la edad de esos fósiles
(con varias técnicas de datación que hemos visto en esta serie). Después
tratan de averiguar si es una especie nunca antes encontrada o un ejemplar
más de una especie ya descrita. (Y a veces descubren que más de una especie homínida vivió en la misma época).
Después los paleontólogos miden y estudian cosas muy específicas, como
las proporciones de los huesos de brazos y piernas; la posición del foramen
magnum; la forma y el tamaño del cráneo; el lugar donde se conectaban los
músculos a la mandíbula; el tamaño de los huesos de manos y pies (muy
raros de encontrar); el tamaño, la forma y las superficies de masticar de los
dientes (y a veces el patrón de salida y el ritmo de desarrollo); el tamaño, el
sexo y la edad aproximada del individuo; si se halló cerca de herramientas
primitivas de piedra; si se halló cerca de fósiles de animales que comían,
cuyos huesos podrían tener "marcas" de herramientas de piedra usadas para
descarnarlos.
Otros científicos contribuyen a delinear el entorno en que vivía un fósil homínido estudiando las rocas, suelos antiguos, fósiles vegetales y animales de la
misma edad e inclusive fósiles de granos de polen, todo lo que permite reconstruir el hábitat en que los homínidos vivieron y murieron: si la zona tenía
bosques, sabanas boscosas, sabanas de pastos o una mezcla de los tres;
qué otras especies animales (presas y depredadores) había; y si hay evidencia de grandes cambios ambientales (como tendencias a secarse o a enfriarse) en esa época.
¿ERAN LOS PRIMEROS HOMÍNIDOS "APENAS SIMIOS"? LA IMPORTANCIA DE
LA EVOLUCIÓN DEL BIPEDALISMO EN EL PROCESO DE DESARROLLO DEL
SER HUMANO
En las últimas décadas, y especialmente en los últimos años, ha salido a la
luz mucha información sobre la secuencia de cambios de varias líneas de
homínidos. Al comparar las características de muchas especies de homínidos bípedos, se ha visto con claridad que los que generalmente llamamos
"primeros" homínidos bípedos (los que vivieron de la época en que surgió el
bipedalismo hasta hace 2.5 millones de años) todavía tenían muchos rasgos
de simios, aunque caminaran erectos. No eran todos iguales pero en general
eran muy bajos de estatura, con las piernas cortas y los brazos largos, como
los simios que se balancean de un árbol a otro. El cráneo era más alargado
que el cráneo abovedado de los homínidos posteriores y los humanos; los
colmillos eran más largos, como los de los simios modernos; y en muchos
casos los huesos de la cara formaban una especie de "hocico" y no la cara
plana de los homínidos posteriores y los humanos modernos. Lo más llamativo es que tenían un cerebro proporcionalmente muy pequeño, más parecido al de los simios que de los seres humanos**.
De modo que es cierto, como otros han señalado, que los "primeros" homínidos eran tan parecidos a los simios que no debemos pensar que eran una
especie de "humanos chaparros". Pero por otra parte, tampoco eran "apenas
simios"; ¡al fin y al cabo eran bípedos!
Algunas personas le restan importancia a la evolución del bipedalismo; dicen
que "tener las manos libres" no tuvo mayor importancia porque los primeros
homínidos no hacían herramientas de piedra y porque el cerebro homínido
no creció sino hasta mucho después. En cambio enfatizan las características
simiescas y dicen que eran "simios bípedos". Este término puede ser correcto con respecto a su apariencia,pero me parece que puede inducir a error y
que recalca de modo unilateral los rasgos simiescos y subestima las profundas implicaciones de la aparición de la locomoción erecta y de las manos
libres en estos inusuales "simios" (o "protohumanos"), rasgos que seguramente les permitieron expandirse a una gran variedad de entornos y realizar
nuevas conductas.
Hace unos años se pensaba que el bipedalismo era de por sí un desarrollo
evolutivo tan importante que todo homínido bípedo era esencialmente
humano. Se creía que tan pronto como nuestros primeros antepasados
homínidos adquirieron la capacidad de caminar en dos piernas, y las manos
les quedaron "libres", "automáticamente" empezaron a usarlas en actividades como elaborar herramientas y armas, cazar y recolectar alimentos, cargar a los niños, etc. Se especulaba que eso, a su vez, creó una necesidad
inmediata e imperiosa de mayor inteligencia, mayor y más complejo cerebro, comunicación y coordinación social más avanzada, y cambios en la estructura familiar y en la organización social.
Bueno, todos esos cambios sucedieron,¡pero no de la noche a la mañana!
Ahora sabemos que todo eso no ocurrió como parte de un solo paquete de
modificaciones evolutivas cuando apareció el bipedalismo: los Australopithecines de hace 3 a 4 millones de años caminaban erectos en dos piernas
pero tenían el cerebro pequeño y parece que no construyeron herramientas
de piedra. El gran cambio en el tamaño del cerebro, mayor período de inmadurez juvenil, desarrollo posnatal del cerebro y la capacidad cognoscitiva de
diseñar y construir herramientas simples de piedra no apareció sino de 2 a 3
millones de años después del bipedalismo. O sea, que la novedad evolutiva
del bipedalismo ocurrió mucho antes que muchos de los otros atributos que
consideramos humanos.
Pero por otra parte sería incorrecto no ver lo importante que fue la evolución
del bipedalismo en el proceso general de evolución humana. Incluso si las
primeras especies bípedas de Australopithecines no usaban las manos para
fabricar herramientas y para capturar y destazar animales (o para recoger y
transportar plantas) desde el primer momento en que surgió el bipedalismo,
la evolución de la capacidad de caminar en dos piernas preparó el terreno
para las habilidades posteriores.
Imaginémonos que de unas especies simias no bípedas del pasado por casualidad surgiera una nueva especie que aún no podía caminar erecta, pero
cuya principal modificación evolutiva era dar a luz infantes con un ritmo menor de desarrollo que necesitaba prolongados cuidados paternos, de modo
que el cerebro pudiera crecer y desarrollarse mucho tiempo después del nacimiento. Tal cambio podría haber facilitado un gran aumento de la capacidad de aprendizaje, el desarrollo de una habilidad mucho mayor de vocalizaciones (variedad de sonidos) y tal vez el desarrollo de un lenguaje complejo.
Pero, si todo eso hubiera pasado, ¿qué especie hubiera resultado de esas
modificaciones si las manos no estuvieran libres para otras cosas fuera de la
locomoción debido a la evolución anterior del bipedalismo?El resultado podría ser algo como un chimpancé muy inteligente, pero no lo que consideramos humano. Para que una línea de simios diera origen a la especie humana moderna se necesitó la combinación de dos grandes saltos evolutivos: la
evolución del bipedalismo, seguida varios millones de años después por la
evolución de un mecanismo que permitió el desarrollo cerebral posnatal y
una capacidad de aprendizaje sin precedentes.
De modo que, repitiendo, aunque es importante recalcar que los primeros
Australopithecines eran muy parecidos a los simios (y no apenas "humanos
chaparros") y que varias de esas primeras especies bípedas quizá usaron
relativamente poco las manos los primeros cientos de miles o millones de
años del bipedalismo, creo que presentaríamos una visión tergiversada de
nuestros orígenes si no recalcáramos también que el período posterior de
transformaciones evolutivas cualitativas (las que llevaron a un aumento sustancial del tamaño del cerebro y de la capacidad de aprendizaje) no hubieran
importado tanto si no hubieran ocurrido en especies cuyo bipedalismo les
permitía usar las manos para otros fines fuera de la locomoción. Incluso si
los primeros Australopithecines todavía no tenían el desarrollo cerebral ni las
capacidades cognoscitivas para "aprovechar" plenamente las manos libres
(aunque probablemente lo hacían tanto como los chimpancés modernos), la
evolución del bipedalismo y el hecho de tener libres las manos fue el primer
gran hito evolutivo en el desarrollo del ser humano. Hizo posible que el segundo salto cualitativo (el cambio de tamaño del cerebro y el desarrollo cerebral posnatal) tuviera los efectos que tuvo:una especie que adquirió la capacidad de transformarse a sí misma y al mundo que la rodea mediante innovaciones culturales y la acumulación y transmisión de información aprendida, y no mediante la evolución biológica.
Vale la pena recordar que la diferencia (en formas de actividades productivas
y de organización social) entre los primeros miembros de nuestra especie
Homo sapiens (que vivieron como cazadores/recolectores nómadas por más
de 100,000 años antes de la invención de la agricultura, hace apenas
10,000 años, y de empezar a construir ciudades) y los seres humanos modernos (que construyen carros y computadoras, y exploran el espacio y el
fondo de los mares) es principalmente una diferencia de cultura: nada de
eso requirió mayores cambios evolutivos en la biología fundamental de
nuestro cuerpo. Todo lo que hacemos hoy parte de la misma capacidad de
aprendizaje y de transmitir vastas reservas de conocimiento acumulado a lo
largo de generaciones por medios culturales no genéticos que ha tenido
nuestra especie homínida desde el principio. Esto, quizá más que nada, es lo
que nos hace fundamentalmente humanos y nos distingue de las otras especies.
Pero nada de esto probablemente hubiera ocurrido si no se hubiera dado el
segundo salto evolutivo de hace 2 millones de años en una especie que ya
era bípeda y objetivamente tenía las manos libres.
¿ENTONCES, SOMOS NO MÁS UN ACCIDENTE?
La evolución de la línea homínida no estaba destinada a desenvolverse como lo hizo. En su lugar ha podido darse una serie distinta de modificaciones
evolutivas, una serie distinta de procesos y el ser humano nunca hubiera
existido.
Para algunas personas, esto es angustioso. El otro día, le estaba contando a
alguien lo que sabemos sobre los orígenes de nuestro planeta y del sistema
solar, la aparición de la vida en la Tierra, los 3.5 billones (mil millones) de
años de evolución de los seres vivos y la evolución de nuestra propia especie... sin la intervención de dioses sobrenaturales ni espíritus. Era la primera
vez que oía todo esto. Y de repente, me preguntó ansiosamente: "Pero, entonces, ¿qué sentido tiene? ¿Cuál es el propósito de la vida?".
¡Precisamente: no tiene un sentido predeterminado! Nuestra existencia no
tiene propósito especial en el gran universo... fuera del que le demos. Nuestra presencia no le importa a nada ni nadie de este planeta fuera de nosotros mismos; y nuestra existencia no tiene el menor impacto en el cosmos
(en este punto), donde tenemos menos importancia que un granito de arena
en una playa.
¿O sea que no importamos? ¿O sea que da lo mismo que nos matemos unos
a otros porque no hay un dios a quien le importe lo que hagamos? ¿O sea
que nuestra vida no tiene absolutamente ningún propósito? ¡Todo lo contrario! ¡Nuestras vidas son muy valiosas y nuestra existencia es muy importante... para los demás seres humanos!
Debemos "portarnos bien" y tratarnos con integridad y de una forma "moral
y ética" no por temor a que nos regañe un dios castigador, sino porque lo
que hagamos afecta directamente la calidad de la vida humana. Y nuestra
vida tiene propósito (aunque cada quien lo define de modo distinto según su
concepción del mundo) ¡porque los seres humanos podemos infundirle propósito a nuestra vida!
Así que aquí estamos: una bola de seres vivos maravillosamente complejos,
simultáneamente muy destructivos y muy creativos, con una capacidad
enorme de transformar conscientemente el mundo natural y las sociedades
que habitamos. "Allá arriba" no hay nada más... ¿pero no es esto más que
suficiente?
NOTAS
* Cuanto más sabemos sobre los primeros homínidos bípedos, más probable es que hayan pasado una buena cantidad de tiempo en los árboles; muy
seguramente descansaban y dormían en los árboles, lejos de los depredadores. Estos homínidos todavía tenían los largos brazos de los simios que saltaban de árbol en árbol, y en la actualidad se cree que el bipedalismo surgió
cuando la mayor parte de África estaba cubierta de bosques tropicales. La
vieja idea de que los primeros homínidos bípedos evolucionaron cuando África se cubrió de grandes sabanas (y que la selección natural favoreció el
hecho de caminar erguidos porque permitía a los individuos cruzar los claros,
ver sobre los altos pastos y sobrevivir lejos de los árboles) ha perdido aceptación porque hoy sabemos que en esa época los hábitats de árboles eran
muy comunes en muchas partes de África. Los amplios corredores de sabanas sin árboles aparecieron bastante después de los primeros homínidos
bípedos. Sin embargo, hay evidencia de que los grandes bosques tropicales
se estaban empezando a separar en hábitats de una "mezcla" de zonas boscosas y claros por el tiempo en que evolucionaron las primeras especies bípedas.
Recordemos, sin embargo, que el bipedalismo no evolucionó "debido a" ningún cambio ambiental; como vimos en esta serie, un cambio del ambiente
de por sí no "causa" una novedad evolutiva. Pero es más probable que una
novedad evolutiva que aparece por casualidad (por recombinaciones genéticas al azar u otras razones) se conserve y se extienda en una población a lo
largo de varias generaciones si esa población encuentra cambios ambientales, y si las nuevas modificaciones evolutivas permiten a los individuos sobrevivir y reproducirse en medio de esos cambios. Es posible, entonces, que
individuos de poblaciones que por casualidad adquirieron una capacidad de
caminar erectos hayan tenido una "ventaja reproductora" porque podían pasar algún tiempo lejos de los árboles y podían desplazarse entre los árboles y
los trechos de hábitats menos arbolados que empezaban a surgir. Esa nueva
flexibilidad conductual les pudo permitir aprovechar una mayor variedad de
alimentos vegetales y otros recursos en los claros y en el borde de los bosques. Incluso si los primeros homínidos bípedos pasaban mucho tiempo en
los árboles, es posible que hayan empezado a cargar alimentos de un lugar a
otro (en vez de comer siempre en donde encontraban el alimento); eso pudo
haber impactado la nutrición, las interacciones sociales (por ejemplo, si unos
individuos cargaban alimentos de lejos para compartir con los otros miembros del grupo), etc.
De todas formas no cabe duda de que al mismo tiempo que la diversidad de
las especies de simios no bípedos se redujo notablemente evolucionó el bipedalismo y la diversidad de las especies bípedas aumentó rápidamente.
Esto indica que el bipedalismo seguramente otorgó claras ventajas reproductoras en el cambiante ambiente africano de esa época y que por lo tanto la
selección natural lo favoreció.
** Los primeros Australopithecines bípedos tenían un cerebro de unos 450
centímetros cúbicos, que es más o menos el mismo tamaño de los chimpancés modernos (400 cc). Pero los homínidos "posteriores", como los primeros representantes del genero Homo,tenían un cerebro mucho más grande: Homo rudolfensis tenía un cerebro de 700 a 900 cc (casi el doble de los
Australopithecines , aunque el cuerpo era casi igual). En los simios, el cerebro se duplica entre el nacimiento y la madurez; en los homínidos (a partir de
Homo erectus y en los humanos modernos) el cerebro se triplica en ese
tiempo. En los humanos modernos, un bebé nace con un cerebro de unos
385 cc, que se duplica en el primer año y llega a tener unos 1350 cc.
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