El país que conoce su geografía se hace respetar

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ISSN 1909-650X
Facultad de Comunicación Social-Periodismo
Medellín, abril de 2013
No.36
Distribución gratuita
Geografía
Págs. 8 y 9
Municipio de Guatapé, Antioquia. Foto: Hebert Rodríguez García
El país que conoce su geografía se hace respetar
El desconocimiento de la geografía colombiana genera falta de identidad,
individualismo y desarraigo en un país que aún no se ha configurado como nación.
Blanca Inés Robayo, geógrafa de la Universidad Nacional de Colombia y profesional
de la subdirección de Geografía y Cartografía del IGAC, piensa que “si el espacio se
construye socialmente, se conoce y por tanto se defiende”.
deportE DE ELITE.
Sacrificio, entrega,
y… excesos
Industria Cultural
en Medellín.
formaCIÓN DE públicos
Los deportistas de alto rendimiento suelen
ser idolatrados, especialmente si han sido
campeones o han ganado una medalla.
Pero, ¿cómo logran estos deportistas la
fama y el reconocimiento?
Actualmente en Medellín, el término
“industria cultural” intenta referirse a
la promoción cultural que funciona y se
sostiene dentro de un mercado neoliberal.
Págs. 10 y 11
Págs. 6 y 7
12-13
Informe
La hierba crece,
los caballos se van
La hípica en Colombia no tiene
un panorama iluminado en estos
días, ni en un futuro lejano. Está
escondido, como las tribunas del
hipódromo detrás de la maleza.
3
Editorial
Visa para entrar a Somalia
Las escenas violentas mostradas
en televisión no producen
violencia, pero sí son parte de los
factores ambientales, sociales y
personales, que alimentan una
sociedad violenta.
15
Crónica
Yarumalito: la escuela
de la felicidad
Una escuela para soñar y
sonreír pareciera sacada de
la imaginación. Un profesor
quiso romper las estructuras
tradicionales.
2
Opinión
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013
Solo terrícolas,
del tercer planeta
Ramón Arturo Maya Gualdrón / [email protected]
En la oscura noche, mientras cae una
lluvia pertinaz que todo lo empapa, el
Replicante le fractura dos dedos de la
mano con la que el Blade Runner se aferra a una viga metálica para no caer al
vacío. Y le dice: “Es duro vivir con miedo… En eso consiste la esclavitud”.
El policía cazador de robots no
logra sostenerse más y cae pero, a una
gran velocidad, el Replicante lo toma
del brazo y lo levanta hasta la azotea del
edificio en el que está parado, lo arroja
como un guiñapo y se sienta en posición
de loto. Lleva una paloma blanca en su
mano izquierda.
Con voz entre firme y atravesada por una infinita tristeza, prueba de
la perfección tecnológica con la que fue
hecho, dice: “He visto cosas que ustedes
no podrían creer… naves de ataque arder más allá del cinturón de Orión; he
visto rayos-C brillando cerca de la puerta
de Tannháuser… Todos esos momentos
se perderán en el tiempo como lágrimas
en la lluvia… Es hora de morir”.
Y lentamente inclina su blanca cabeza sobre el poderoso pecho desnudo
mientras el Blade Runner, ahora sereno,
lo mira con una infinita atención. La paloma liberada vuela por entre grises chimeneas hacia un cielo plomizo y suenan
los truenos de la tormenta. El policía de
los Ángeles, frente al Replicante sin vida,
cierra los ojos un momento… y piensa
como si hablara para alguien más:
“No sé por qué me salvó la vida.
Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado
nunca… No solo su vida… toda la vida…
mi vida. Todo lo que él quería eran las
mismas respuestas que todos buscamos: ¿de dónde vengo y hacia dónde
voy? ¿Cuánto tiempo me queda?... Todo
lo que yo podía hacer era sentarme allí
y verlo morir”.
Esta escena es de la película Blade Runner, dirigida por el genio de Ridley Scott, en 1982.
Ya que no vemos las galaxias que
nos rodean, por lo menos veamos el
planeta en el que vivimos. Ver en el sentido de levantar la cabeza de nuestras
modernas ocupaciones y contemplar el
paisaje, las montañas, los árboles, el cielo… la geografía. Podemos ver el planeta
también en los mapas, en las bellas imágenes satelitales, en la red, en los libros,
a través de los ojos de la gente, en muchas partes, pero ahora ya muy pocos se
relacionan así con la geografía.
En Colombia la Ley General de
Educación, sin quererlo, expulsó a la
geografía por la puerta de atrás cuando
concibió las Ciencia Sociales y fundió
historia y geografía, lo que generó algo
extraño: los profesores de Sociales se
dedicaron a la eterna conversación sobre la politiquería del día a día. Entonces
ni historia ni geografía como estudios
sistemáticos y profundos. Es cierto que
algunos colegios siguieron en el empeño, sobre todo a través de la sana didáctica de la elaboración de mapas. Pero…
ya no es lo mismo.
Y, como tantas otras veces, eso
que nos ocurrió nos vino como sospechoso regalo de los poderes del mundo
para nuestro sistema educativo. Hoy millones de seres humanos, que sobreviven en todos los continentes, no tienen
ni la más remota idea de geografía, lo
que es lo mismo que decir, con la sabia
frase coloquial, que “no saben ni dónde
están parados”. Y lo grave es que somos,
más que hombres o mujeres, ciudadanos o consumidores, ricos o pobres,
desarrollados o subdesarrollados, más
que portadores de pasaportes, somos
terrícolas, es decir, seres espaciales. Sin
embargo, los estudios geográficos no
terminaron, los continúan con intensidad para ponerlos al servicio de los militares de más alto rango, de los jefes de
las globalizadas corporaciones y de los
políticos con mayor poder. Pero al pueblo, a la gente común, se le prohibió la
geografía. Y el asunto complicado es que
sin comprensiones geográficas son imposibles las comprensiones culturales e
históricas. Quien no conoce la geografía
se quedó sin conocer realmente la historia y la política. Hoy la geografía es la
ciencia del poder, pues solo los “grandes” la disfrutan y no los pueblos.
¿Cómo comprender la Guerra del
Golfo sin conocer la ubicación de Kuwait,
o cómo develar la política estadouniden-
se en relación con Irán sin conocer las
características del estrecho de Ormuz, o
cómo explicarse la tensión entre China y
Occidente sin ver lo estratégico del Estrecho de Malaca, o comprender el paramilitarismo colombiano sin reconocer
los Montes de María o cómo saber que
la antigua época de prosperidad de la
Farc se argumentó espacialmente desde
el Páramo de Sumapaz o en el corredor
que atraviesa las montañas del Cauca
hasta el Océano Pacífico?
Todo esto es estrategia… geoestrategia, que es la rama geográfica que
nos permite estudiar el desarrollo de la
política de los estados más poderosos:
geopolítica. Las potencias se pelean el
planeta y lo asumen como un gran tablero de ajedrez, en palabras de Zbigniew Brzezinski.
Paradójicamente Colombia ha
sido una nación azotada por su posición
geoestratégica, quizá la más privilegiada del tercer planeta del sistema solar.
Somos el paso entre dos hemisferios,
el puente entre dos subcontinentes, la
bisagra entre los dos mayores océanos.
Desde nuestro territorio se alcanzan los
continentes: el Asia potencial, el África
rica en recursos, la Europa de mercados
inmensos y los sedientos Estados Unidos. He ahí una de las razones por las
cuales han sido tan prósperas las redes
del narcotráfico y por qué afirmamos
que ese problema no lo podemos solucionar nosotros, sin el apoyo del mundo
entero.
Si se reflexiona sobre un mapa del
mundo nos explicamos por qué nuestra
posición geoestratégica nos ha hecho
“objeto del deseo” de superpotencias;
por esa posición fue que perdimos nuestro departamento más rico, Panamá,
pues la potencia que más nos ha atormentado, precisamente por nuestra maravillosa localización, quería esa tierra
para hacer su estratégico canal interoceánico. Ahora nosotros, si la politiquería
de los carruseles de la construcción nos
lo permite, debemos hacer el nuestro.
Los antiguos romanos ponían
grandes mapas de su Imperio en todos
los edificios públicos para fomentar en
la gente la importante condición de ciudadanos. La Edad Media se transformó
cuando los caminos volvieron a transitarse y se reconoció el entorno.
El Replicante sabía que lo que
hace ridícula a la humanidad es su tendencia al encierro y a la exclusión, su
insistencia en ver solo el puntico en el
que se para. El humanismo se fomenta y
se intensifica desde el cosmopolitismo y
las múltiples conexiones. El compromiso
que nuestra Universidad quiere asumir
es desarrollar los estudios profesionales
de geografía y, para lograrlo, hay docentes en formación doctoral.
Infortunadamente los hombres
de carne y hueso aún no vemos las naves intergalácticas más allá de Orión
pero, si quisiéramos, podríamos ver
muy bien nuestro actual hogar, la Tierra,
y nos sorprenderíamos.
Ilustración: Gabriela Portilla Trejos, Módulo Imagen Ilustrativa, Diseño Gráfico - UPB
CONTEXTO No. 36
Abril 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
Editorial
3
Visa hasta para entrar a Somalia
/ [email protected]
Las escenas violentas que se advierten en televisión no producen violencia pero sí
son parte de los factores ambientales, junto con los sociales y personales, que se
suman para alimentar una sociedad violenta.
Leonar David Eron, Ph.D. en Psicología clínica, hizo un estudio sobre la agresión, en una muestra de 800 niños de Nueva York, durante 40 años. La investigación,
que arrojó los últimos resultados hacia el año 2000, encontró una “relación entre la
visualización de programas violentos durante la infancia y juventud, y la expresión
de violencia en la edad adulta”, se lee en elmaniefiesto.com.
Felipe Tabares, de la firma de investigación de mercados “Etnológica” dijo
para El Colombiano que en los estudios de mercado que su compañía realiza en los
barrios de Medellín, se dieron cuenta de que las producciones de televisión, especialmente violentas “generan muchas cosas en los niños”, y decidieron hacer su propia investigación sobre el tema; sin embargo, los resultados iniciales aparecieron
en un video que se ve en youtube con el nombre “Narco novelas” por Etnológica.
En dicho video se oye a unos niños menores de 12 años expresar la admiración que sienten por los antihéroes que estos seriados colombianos llevan a la
pantalla chica. Aseguran que cuando estén grandes quieren ser “como el capo”,
“como Pablo Escobar”, etc.
Es factible que para muchos niños que en Medellín y otras ciudades de Colombia nacieron en ambientes familiares y sociales violentos, las escenas de estas
narcoseries no sean especialmente escandalosas. Uno de los problemas es que esos
programas les confirman lo que han visto toda su vida.
Y ésta se convierte en una de las grandes falencias de esa televisión: no es
capaz de ofrecerle a este público otras opciones de contenidos en los que, al tiempo que entretengan, sean capaces de revelar otras opciones de vida que inciten
a cortar con el círculo vicioso que les ofrece su propia realidad. Este círculo se ve
alimentado cotidianamente por las pocas opciones de entretenimiento que pueden
disfrutar a través de la televisión.
Los productores de estas narcoseries aseguran que su intención es sana en el
sentido de que solo están reproduciendo la historia de Colombia y que no tienen la
culpa de que la historia del país sea violenta. Lo que olvidan es que esa “historia” a
la que ellos se refieren no está en pasado sino en presente: las consecuencias de las
actuaciones de esos personajes violentos aún subsisten, sus atrocidades se siguen
sintiendo y está vivo el dolor de sus víctimas.
Tampoco parecen entender que por poner en
escena esos estilos de vida, lo que hacen es resaltar
modelos para ciertas personas que han vivido expuestos a ambientes sociales, generalmente inmersos en
carencias económicas, afectivas y familiares, y también
imbuidos en ambientes violentos en la propia casa, en
la escuela y en el barrio. Lo que con toda su espectacularidad escénica genera la televisión en la psique de
ciertas personas, es el reto de “ser como” los personajes que con tanta ampulosidad les muestra la pantalla,
y con los que, además, se sienten identificados: defensa
de la familia, amor por la madre, pobreza en sus inicios.
Si el ideal es que la sociedad no repita la historia dañina, entonces el formato para lograrlo no es
un dramatizado en televisión y toda la puesta en escena que conlleva: diálogos, actores, caracterización
de personajes y exuberantes escenografías, todo magnificado por la sonorización. Para ello está el formato
documental, en el que se interviene mejor en la diada
intención-reacción del contenido.
Y más que la televisión, si el objetivo es no repetir la historia, entonces se deben usar mejores vehículos comunicacionales como la escritura y la oralidad,
acompañadas por explicaciones que ayuden a los más
jóvenes a entender, reflexionar y discernir lo que pasó,
lo que está pasando y lo que no debería volver a pasar.
Pero el afán de lucro lleva a repetir insistentemente grandes mentiras que se van convirtiendo en
sólidas verdades, puesto que estos productores de televisión lo que pretenden es
vender sus productos sin medir las consecuencias más inmediatas de su trabajo: la
perpetuación de una sociedad violenta y la pésima imagen de Colombia en el exterior.
Así como Hollywood vendió el sueño americano y millones de personas del
mundo entero aún desean vivir en Estados Unidos convencidos de que encontrarán la felicidad tan anhelada, los canales privados de la televisión colombiana y
su Hollywood criollo están esforzándose con inversiones extravagantes, pocas veces vistas en la industria nacional, para mostrarle al mundo una sociedad corrupta,
narcotraficante y malvada. Por eso no podemos extrañarnos, como lo confirma la
Fundación Esperanza a través de su sitio infomigrante.org, de que necesitemos visa
hasta para entrar a Somalia (el país con mayor número de homicidios, crímenes violentos y percepción de criminalidad en el mundo, según el rankin de Global Peace
Index 2012).
No se puede desdeñar el papel de la televisión. La profesora española Victoria Camps asegura que la sociedad y la televisión tienen una relación de doble vía:
“El déficit de valores morales, el desconcierto y la crispación de la vida pública, el
individualismo egoísta, el deslumbramiento por todo lo que representa ostentación
y opulencia, la veneración de la riqueza y el ocultamiento de la pobreza, la falta de
espiritualidad, todo ello se refleja en la televisión y es producido por ella (ambas
cosas a la vez)”.
Los encargados de los contenidos televisivos tienen la libertad de escoger
entre producir lo que señala Camps como déficit de valores morales, o escoger
otros contenidos que no alimenten lo más ruin de la sociedad moderna.
Desde la academia universitaria propendemos por profesionales adscritos al
mundo de las comunicaciones (inversionistas, administradores, mercaderistas, publicistas, productores, comunicadores, libretistas, etc.) que, entendiendo el contexto
colombiano y siendo sensibles a las necesidades sociales de este tiempo, usen su
inteligencia y creatividad para crear contenidos televisivos que le ayuden a nuestra
sociedad a mejorar en calidad humana. Avanzar en términos de rentabilidad, pero
retroceder en términos de calidad humana, es el peor negocio de cualquier sociedad.
Ojalá que los responsables de contenidos mediáticos acepten que es mejor
sacrificar la registradora que alimentar con violencia la sociedad en la que viven y
en la que crecerán sus propios hijos.
Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decana de la Escuela de Ciencias Sociales: Érika Jaillier Castrillón /
Director Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Juan Fernando Muñoz Uribe / Coordinador del Área de
Periodismo: Juan José García Posada / Directora de Contexto: Ana Cristina Aristizábal / Jefes de Redacción: Juan
Pablo Ramírez Martínez • Laura Betancur Alarcón / Editores Gráficos: Hebert Rodríguez García • Catalina Rodas
Quintero • Pablo Monsalve Mesa / Redactores: Laura Bayer Yepes • Carolina Campuzano Baena • Catalina Rodas
Quintero • Amalia Uribe Jaramillo • Mónica Jiménez Ruiz • Juan Pablo Ramírez Martínez • Daniela Ruiz Lozano
/ Foto portada: Hebert Rodríguez García / Ilustraciones: Gabriela Portilla Trejos • Santiago Giraldo Arboleda •
Thomas Restrepo Cardona / Diseño: Estefanía Mesa Beltrán • Carlos Mario Pareja Pareja / Diagramación: Ana Milena
Gómez Correa - Editorial UPB / Impresión: La Patria / Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación
Social-Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 / Teléfono: 354 4557 / Correo electrónico: pcontexto@
gmail.com / ISSN 1909-650X.
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Opinión
Un largo
viaje que
pasa por
Medellín
Pablo Andrés Monsalve Mesa / [email protected]
Hay en el imaginario de varios jóvenes el sueño de irse
de Medellín para las grandes ciudades porque piensan
que aquí no hay nada por hacer, ver o conocer. Creen
que en Nueva York, los Ángeles, Buenos Aires, París
o Londres encontrarán grandes historias que llenarán
sus vacíos. Sin embargo, surge la pregunta sobre qué
tan despiertos están para descubrir esta ciudad.
Sé que en las metrópolis percibirán la inmensidad, los distintos universos, los alimentos, la arquitectura, el arte y otras historias que les servirán de anécdotas o aprendizaje, pero si no conocen su ciudad tal
vez no sepan encontrar lo distinto en esas culturas. La
nuestra tiene miles de historias a la vuelta de la esquina, la mayoría fascinantes. Aquí les cuento una.
Con los años me he vuelto un observador que
se asombra con lo que pasa a su alrededor. En estos
días he visto una acción de la naturaleza que solo ocurre durante los meses de marzo y abril, en la que se
mezclan la fragilidad, la delicadeza, la suavidad y la audacia con la majestuosidad de un pequeño insecto que
está de paso por Medellín.
Su nombre es Urania Fulgens, viene de México
y se dirige hacia Ecuador. Es una polilla de colas largas
en las alas, antenas delgadas, que la diferencian de las
mariposas, y color negro acompañado con manchas
verdes y brillantes. Es de la familia Uraniidae del norte,
y logra recorrer 500 kilómetros por día, además, supera peligros como los pájaros, los carros, los edificios,
los aguaceros, los vientos fuertes y las personas que
no soportan su presencia.
Investigadores dicen que la migración de esta
polilla dura entre cuatro y cinco meses y viaja por alimento. El árbol o arbusto que consume es tóxico y
cada vez que se regenera se pone más venenoso. La
Urania sale en busca de la Omphalea, planta que crece en los bosques tropicales de América del sur o en
algunos jardines y calles de las ciudades que visita. Se
le reconoce por tener púas, flores rojas y su savia es
lechosa.
Cuando se ve que esquiva carros en la Avenida
33 o en la Autopista Regional, es preciso pensar en el
largo viaje que carga en sus alas, con el riesgo cierto de
que en cualquier instante puede terminar su travesía.
A su paso, una tras otra, se les ve desesperadas y agitadas con tanto humo y ruido, pero firmes en su decisión
de continuar y recorrer gran parte del continente.
No pretendo frenar los deseos de viajar y conocer, quien lo pueda hacer, no lo piense dos veces porque salir es una experiencia vital, un acontecimiento
inigualable. Lo que quiero proponer es que miren la
vida con asombro y fascinación. La idea es enseñarle
al ojo y a la mente a ver pequeños detalles, porque allí
hay historias, personajes, lugares y aprendizajes como
el de esa polilla que llamó mi atención cuando cruzaba
una calle y me hizo cambiar de pensamiento y mirada
por algunos días, en una ciudad que supuestamente
no tiene nada de especial y en la que, dicen, no pasa
nada.
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013
Tres caínes,
mil miradas
Camila Reyes Vanegas / [email protected]
Se trata de poner la televisión
al servicio de lo humano
Hace ya más de un mes que se estrenó la serie que
está basada en la vida de los hermanos Castaño. Una
serie que, aunque dice exponer un momento y unos
personajes históricos que causaron dolor al país, no
tiene un significado más profundo.
Que tengamos que crear siempre las mismas
series de violencia relacionadas con narcotraficantes,
“traquetos”, “mulas”, mujeres prepago, mujeres asesinas e individuos que están al servicio del dinero y
la corrupción, no es otra cosa que sumergirse en una
burbuja de la mediocridad que se niega a explorar
otros campos, otras ideas. Que no acepta pensar y
re-pensar contenidos que sean más significativos para
las audiencias y, en consecuencia, para la sociedad.
No estoy expresando que hay que tapar el sol
con un dedo. Claro que existieron estos personajes y
estos hechos, pero de ahí a tener que centrarse en los
mismos relatos e historias de violencia y capos, simplemente es deplorable, insuficiente y se agota el sentido y el ánimo de sentarse frente a una pantalla.
Algunos dicen que la culpa no es de la televisión ni de los contenidos sino de las familias (en cabeza de los padres) quienes no educan a sus hijos con la
formación en valores y con la supervisión de sus actividades. Otros, en cambio, afirman que la culpa está en
una legislación pobre que no controla el poder de los
canales para emitir estos programas.
Otros señalan que los medios son empresas y,
como tal, deben vender sus contenidos como si fueran
productos. Así mismo, tenemos los que dicen que si
aquello no se emite no conoceríamos la historia propia. Algunos otros expresan que crear estos programas
es totalmente justo porque es un derecho a la libertad
de expresión que tenemos todos los individuos, incluidos los medios.
La dualidad
del elogio
Manuela Saldarriaga Hernández / [email protected]
Pensar en retroceder el tiempo para evitar críticas a
escritores como Herman Melville (1819), Mark Twain
(1835), Francis Bret Harte (1836) y Ambrose Bierce
(1842), no sólo es inútil sino, también, nocivo y poco
inteligente.
Una de las razones esenciales para que estos
creadores produjeran obras originales reconocidas
hoy en el lenguaje universal literario, fue haber sido
“víctimas” de fuertes reparos en contra de su genuinidad, pues se les acusó de plagio, se les rechazó su
carácter melancólico o pesimista, e igualmente se despotricó de su estética, se ignoró, por supuesto, el éxito
que tendrían en la posteridad.
En caso de no haber padecido sátiras, burlas
y jugarretas, incluso agravadas entre ellos mismos,
Moby-Dick, Las aventuras de Tom Sawyer, La fortuna
de Roaring Camp y El diccionario del diablo, no serían
más que títulos pueriles en la biblioteca del olvido. Sin
embargo, el fenómeno que me interesa aplaudir no es
reconocer que las facultades de un creador se perfeccionan, de cierta manera, gracias a los opositores de
su arte y a los comentarios negativos que surjan de
ellos. Me resulta más atractivo enaltecer la importancia misma de que la crítica exista, de que no muera
nunca.
No todos los juicios son de valor, y no porque
hieran lo pierden; a veces parece que los más lacerantes son los más ciertos y los más escasos, pero, también, que la mayoría de los juicios tomaron la decisión
de extinguirse porque, quizá, piensan que ya todo está
perdido y ellos deben perderse de la misma forma. Si
bien quedan unos pocos sobre la mesa: los de la censura, los de la vanidad y los de la envidia.
Los juicios de censura se pavonean casi siempre
vestidos de autoridad y tachan cuando los perjudica
aquello que se dice o se hace. Los juicios de vanidad
bailan siempre con las mismas parejas, pues sólo de
esta forma saben bailar y de no ser así serían parapléjicos. Por último, los juicios de la envidia sufren de
hipocondría y por eso se les huye y se les teme.
Frente a esto, lo que hay son mil miradas acerca
de lo que debería ser o no lo bueno y lo malo, lo real
y lo ideal, la causa y el efecto de estos programas. Lo
cierto es que en medio de estas miradas, una parte
de ellas está haciendo que no avancemos a una televisión más crítica, más digna y más educativa para los
colombianos. Sin embargo, no se trata de buscar culpables y tampoco -como dicen- de apagar el televisor
y punto. Yo creo que de lo que se trata es de entender
cómo poner un nuevo sentido a la televisión y, lo más
importante, cómo poner la televisión al servicio de lo
humano.
¿Dónde están los juicios sensatos, cuerdos,
prudentes, francos? Si supiéramos dónde se ocultan
las buenas críticas, las que hacen crecer, las que hacen
embellecer, las que hacen empalidecer, las que hacen
llorar, las que hacen decidir… yo iría a traerlas de vuelta. Si contáramos con ellas, yo sería menos mediocre,
me mordería la lengua para pensar en lo que voy a
decir, de seguro tendría admiradores por un trabajo
bien hecho y luego me les quitaría el sombrero a tales
escritores estadounidenses por haber sido ejemplo de
brillantez y de aguante.
En medio de los “Tres Caínes” lo que existe son
millares de miradas y protestas, de encuentros y desencuentros sobre lo que debería ser o no la televisión.
En este contexto, esta frase de Julius Henry Marx, es
pertinente hoy: “A veces encuentro la televisión muy
educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro
a otra habitación y leo un libro”.
Los juicios de censura se pavonean
casi siempre vestidos de autoridad y
tachan cuando los perjudica aquello
que se dice o se hace.
CONTEXTO No. 36
INFORME
Abril 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
5
La vida de los ciudadanos depende de la agilidad de sus EPS
Cara y sello de los trasplantados
Daniela Ruiz Lozano / [email protected]
La crisis del sistema de salud opaca la
larga lucha por la vida que emprenden los
trasplantados.
Diariamente llegan al Hospital Pablo Tobón Uribe, a la Clínica Cardiovascular,
al Hospital Universitario San Vicente de
Paúl, y a los demás centros médicos,
personas en busca de una nueva oportunidad para vivir.
Los procedimientos quirúrgicos
que se despliegan en la ciudad convierten a Medellín en un faro que brilla tal y
como la esperanza de las personas que
requieren órganos. Sin embargo, los
problemas en el sistema general de salud del país ensombrecen esta luz.
En Colombia se considera la vida
como el principal derecho fundamental
del ciudadano. Basado en esta premisa
constitucional, el Estado reglamentó,
dentro del Plan Obligatorio de Salud
(POS), el cubrimiento de los trasplantes
de órganos.
Para que un paciente sea trasplantado debe cumplir con unos requisitos, entre los que están: ser diagnosticado con alguna insuficiencia orgánica
que ponga en riesgo su vida, ser evaluado por especialistas que determinan un
protocolo de exámenes previos y, finalmente, entrar en la lista de espera de
donantes.
Las listas de espera son iguales
para todas las personas, independientemente de su condición social, cultural o económica. “Es indiferente que tú
acabes de llegar, ni eres el último ni el
primero, sino que entras en una lista en
la que lo único que te da prioridad es
la compatibilidad que tenga tu organismo con el del donante”, explica Yulieth
Giraldo, trabajadora social de la Asociación Nacional de Trasplantados.
El proceso que debe seguir el paciente se convierte en un arduo camino
entre la vida y la muerte, en el que la
tardanza resta días a la vida y suma días
a la inminente muerte. Los protocolos
son alrededor de 60 exámenes médicos
preliminares que debe realizarse el paciente para definir si es apto o no para
un trasplante. Dichos exámenes son autorizados por la EPS.
“El primer esguince con la EPS
está en las autorizaciones. Para nosotros es un freno porque al paciente le
autorizan los exámenes sanguíneos en
el laboratorio “A”, los de orina en el laboratorio “B”, unos Rayos X en Bello y
otros exámenes en Itagüí; entonces el
traslado y las diferentes IPS a las que
tiene que acudir hacen que su salud se
desgaste en el camino”, argumenta Juan
José Vanegas Ruiz, nefrólogo del Hospital Pablo Tobón Uribe.
“A nosotros nos ayudó mucho
que tenemos medicina prepagada”,
dice con voz satisfecha Ángela Ruiz Ra-
mírez, madre de José David Ochoa Ruiz,
un niño trasplantado de riñones. Luego,
agrega: “Primero lo solicitamos por la
EPS y nos dijeron que se demoraban
seis meses en autorizar el protocolo”.
José David nació con una insuficiencia renal crónica, que lo llevó a perder la funcionalidad de ambos riñones.
Cuando cumplió 12 años los médicos
pensaron en un trasplante preventivo
de riñón para evitar la diálisis en un
niño. Un año después José fue operado
exitosamente.
“El protocolo del niño contó con
55 exámenes y cinco especializados.
Nos autorizaron rápido los exámenes e
inmediatamente se los realizamos. Comenzamos el 26 de octubre del 2009
y terminamos el 23 de noviembre del
mismo año, al mes de comenzar”, cuenta Ángela Ruiz Ramírez.
Actualmente José David vive una
vida normal en la que debe llevar cuidados especiales por su condición de
trasplantado, pero la vive de una mejor
manera “sin duda mejoró mucho mi calidad de vida”, afirma.
Otra cara
“Nos vinimos de Bucaramanga porque
en mi ciudad no realizan trasplantes de
pulmón y Robinson se había complica-
do mucho”, cuenta Marlene Rojas Parra
con voz temblorosa.
Robinson López Gómez, un santandereano de 42 años, fue trasplantado de ambos pulmones en la Clínica
Cardiovascular de Medellín, debido a
un deterioro absoluto de ese órgano.
“Inicialmente la EPS no quería autorizar
el trasplante, por eso tuvimos que interponer una acción de tutela, que falló
en favor nuestro. Pero la EPS se negó a
cumplir”, afirma Robinson López.
Luego del primer incumplimiento
de la aseguradora, Robinson y Marlene
interpusieron un incidente de desacato,
al que accede un ciudadano cuando no
se cumple el fallo de la tutela. Debido al
incidente de desacato el juez determinó
que la EPS debía autorizar inmediatamente el trasplante de Robinson. “Las
EPS tienen que tener una infraestructura tan grande y una liquidez tan sólida
como para cumplir lo que determinó el
juez de tutela”, asegura la abogada Natalia Ruiz Lozano, quien trabajó como
abogada contratista de la Dirección Seccional de Salud de Antioquia.
“Las EPS que no autorizan
nada deberían cerrarlas,
porque no es justo como
tratan a los pacientes”,
afirma Marlene Rojas Parra.
Un donante sano puede donar 19 órganos y casi la totalidad de vasos y tejidos de su cuerpo,
con los que se llegaría a salvar la vida de 55 personas. Foto: Hebert Rodríguez García
De la historia de Robinson no se
ha de escribir un “felizmente” o “exitosamente”; es más, ni siquiera puede
escribirse “actualmente”, porque él y su
familia siguen en Medellín y esperan la
evolución del trasplante, ya realizado,
mientras reclaman el cumplimiento de
su aseguradora.
“Al principio la EPS nos mandaba los medicamentos, pero después del
trasplante he tenido problemas para tener la droga y los exámenes”, manifiesta
Robinson, interrumpido por el llanto, y
Marlene complementa: “ahí donde lo ve
tiene rechazo de pulmón porque la EPS
no le dio a tiempo la droga para bajar las
defensas”.
En lo atinente a la situación de
Robinson, el doctor Vanegas explica que
“las EPS deben entregar mensualmente
unos medicamentos al trasplantado. Los
más importantes son los inmunosupresores, que inhiben la capacidad del sistema inmunológico y bajan las defensas
del organismo, porque si una persona no
está inmunosuprimida puede presentar
un rechazo del órgano”.
“Cuando llamamos a reclamar
medicamentos nos dicen que tenemos
que esperar y que mientras tanto es
mejor que me hospitalicen”, cuenta Robinson.
En continuo
desenlace
Según los datos de la Asociación Nacional de Trasplantados, durante el año
2012 se realizaron en Antioquia 387
trasplantes. Además, en Medellín el 41%
de la población porta el carné de donante, lo que ubica a la ciudad como la segunda más sensibilizada frente al tema
de la donación, después de Bogotá.
Las cifras que presenta la Asociación demuestran que la cantidad de
donantes de órganos o el consentimiento de la familia de un donante no es el
principal problema de los trasplantes. El
problema real trasciende esas fronteras,
pues luego de una cirugía el paciente
trasplantado debe continuar en seguimiento por el resto de su vida, “el procedimiento post-trasplante es tal vez el
más importante”, afirma el médico Juan
José Vanegas.
El camino que debe seguir una
persona luego de recibir un órgano es
para el resto de su vida y depende de la
toma de medicamentos. La ley establece
que esos medicamentos los debe proporcionar la EPS. Sin embargo, la apuesta individual de los trasplantados sigue
siendo la pugna entre la vida y la muerte.
Robinson y José son dos caras de
una misma moneda. Esa moneda es el
sistema de salud colombiano, la que, a
manera de azar, algunas veces cae en
cara y otras veces en sello.
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INFORME
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013
Industria Cultural en Medellín
Una iniciativa
por formar públicos
Laura Bayer Yepes / [email protected]
Entre 1923 y 1950, el representante de
la Escuela de Frankfurt, Theodor Adorno, acuñó el término “industria cultural” para referirse a las expresiones
culturales fabricadas industrialmente
con un patrón común. Actualmente en
Medellín esta noción intenta hacer referencia a la promoción cultural que funciona y se sostiene dentro de un mercado neoliberal.
En 1988 Antioquia vivió el “boom
de la cuentería”, como lo nombra Jorge
Ambrosio Villa Zapata, fundador de la
corporación cultural Viva Palabra. Este
suceso se originó en un debate sobre
la tradición oral expuesto entre los narradores de la época, adeptos a dos corrientes contrarias: la garzoniana (planteada por el cubano Garzón Céspedes,
que llegó a Colombia por sus labores
como juglar) y la francesa (que predominaba en la enseñanza de literatura de
la Pontificia Universidad Javeriana de
Bogotá).
“Jota Villaza”, como lo conocen
en el gremio de la narración y como se
firma desde los 15 años, se formaba
teóricamente en la cuentería enmarcada en ese contexto. Por ello llegó a pertenecer a la Corporación de cuenteros y
narradores orales de Antioquia, primer
ente de cuentería formalmente constituido en el país.
Por estar en desacuerdo con la
forma de administración, porque sentía que debía ser más organizacional,
Jota Villaza propuso un nuevo horizonte
para la corporación. Su negación fue un
detonante para fundar Viva Palabra, al
lado de su esposa Luz Marina Arcila.
“Viva Palabra nace de querer
realizar un proyecto más serio, más
académico, con bases teóricas para la
cuentería”, explica quien fue maestro
de escuela por 18 años y, finalmente, se
decidió por la narración oral como estilo de vida.
Su entidad nació el 13 de septiembre de 1997, con una sala que usaban los cuenteros y otros grupos de expresión cultural. “Los artistas creemos
que es muy fácil porque somos muy
soñadores y poco prácticos. Pero no era
solo poner un teléfono, abrir una puerta, anunciar y dejar que la sala se llenara de gente”, expresa.
Para establecer el orden buscaron un proyecto de reestructuración,
convocaron a todos los colectivos. Sugirieron un estudio bien consolidado y
con tiempos estipulados. El dinero fue
un factor determinante para la continuidad de los grupos. Por ello, al final, solo
permanecieron los cuenteros. Como
indica Villaza, “terminamos siendo una
visión de empresa y funcionó”.
Esta corporación es la única de
cuentería en Medellín. Hoy lleva a cabalidad su naturaleza de persona jurídica:
tiene un equipo directivo formalizado y
una nómina de cuenteros, aprendices
y voluntarios. Desde hace 17 años se
encuentra en la dinámica económica
de la ciudad que se fortalece cada día
más gracias al talento y la voluntad del
colectivo, además del apoyo del Ministerio de Cultura y de la Alcaldía de Medellín.
El fundador de Viva Palabra
sostiene que sin los proyectos de las
entidades estatales, las salas hubieran
desaparecido. “Ambos representan
aproximadamente 70 millones de pesos para nosotros”, calcula, “el Estado
da una base, no hay problema en conseguir el resto. Distinto a conseguirlo
todo”. Hace cinco años disfrutan de los
aportes de la Alcaldía y hace siete de los
Yovanny Torres, ganador de la primera eliminatoria de “Cuenteros en apuros” de este año, concurso organizado por la corporación cultural Viva Palabra. Foto: Laura Bayer Yepes.
CONTEXTO No. 36
INFORME
Abril 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
Recital de poetas asiáticos en la versión 17 del Festival Internacional de Poesía de Medellín.
La corporación Prometeo suele realizar presentaciones según el origen de sus poetas. Foto:
Nidia Naranjo (Corporación Prometeo).
del Ministerio de Cultura. “Pero cada
año hay que volver a hacer los trámites,
como si empezáramos de cero, lo cual
no debería ser así, simplemente debería
haber revisoría”, asegura.
Villaza es precursor de proyectos
integradores de salas y corporaciones.
Una problemática con las corporaciones pequeñas es que “quieren beneficio
para ellas solas, no para toda la cultura
de la ciudad, y ahí se incluyen las otras
corporaciones que tienen mayor poder
adquisitivo. La pelea es si no nos aportan, por qué no lo hacen; no por qué le
aportan a otros cuando a mí también
me están aportando”, dice para hacer
referencia a la idea de la gente y los
mismos artistas de que el Estado ha de
sostenerlos.
“Los contratos con el Estado representan dinero que nos ganamos, no
que nos están regalando. El Estado tiene la obligación de proporcionarle a la
ciudadanía expresiones de arte y cultura, y como no las tiene, contrata a quien
sabe hacerlas, como cualquiera otra
cosa”; entonces pone el ejemplo de las
contrataciones para el sector de la infraestructura o de la salud. Sin embargo, la cultura es otro sector de la economía y, como tal, la intervención estatal
no se concibe de manera totalitaria. Allí
aparece el término de Industria cultural,
en la que hay que inyectar capital para
generar movimiento, pero no para sostenerlo por completo.
“Es un término muy peligroso, al
plantearse como el verdadero norte de
la cultura”, opina Jota Villaza: “si bien es
cierto que no podemos ser tan ilusos de
vivir del aire, uno no crea para vender. Y
el arte de por sí ya tiene un componente
pedagógico, pero no puede ser el que el
artista le direccione para ese fin mercan-
Salas abiertas y concertadas
son los proyectos de la
Alcaldía de Medellín y el
Ministerio de Cultura, que
proponen funciones con
entrada libre el último
miércoles de cada mes.
til”. Ello no indica que los ciudadanos, por
sí mismos, dejen de consumir arte, “después de todo, la esperanza de esta ciudad
se sostiene por los artistas”, afirma.
Mecanismo de
transformación
Más allá de la venta o el entretenimiento
por el entretenimiento, los promotores
de Medellín quieren destacar el arte por
ser un mecanismo de defensa y transformación social, en medio de la violencia,
con pedagogía, con esperanza.
Por estas razones la corporación
de arte y poesía Prometeo coincide con
la visión de Jota Villaza y dio lugar al primer Festival Internacional de Poesía en
un momento clave para Medellín: 1991.
Los ciudadanos reconocen más la poesía
que los cuentos en los escenarios culturales, especialmente por el despliegue,
con tinte de internacionalización, que
tiene el evento.
“La misión de Prometeo”, así lo
expresa Jairo Guzmán, cofundador del
Festival y director de la Escuela permanente de poesía de la corporación Prometeo, “es la transformación de escenarios de violencia en lugares de paz, por
medio de la acción poética. El Festival
no se mueve en el rol del espectáculo a
secas, sino que su origen tiene una gran
raíz popular y surgió como una forma de
confrontar la violencia, el terrorismo y
el miedo que había en la ciudad en los
años 90”.
A partir de la tercera versión
del Festival, tanto éste como Prometeo
mostraron un crecimiento y reconocimiento tal que en 1997 se aprobó un
acuerdo municipal que dotaba al evento
con doscientos millones de pesos anuales para su organización y ejecución. Con
su acción poética, el colectivo de Prometeo ha establecido otras líneas paralelas
al que quizá es su proyecto principal. Anterior al Festival se emitía la Revista de
poesía Prometeo, que publica temas de
fundación como la poesía aborigen, el
universo, la guerra, la locura y el sueño.
También desarrolla la Escuela permanente de poesía y el Proyecto Gulliver.
Ambos buscan llevar la poesía a varios
sectores de la ciudadanía. Gulliver educa en la poesía a niños de 57 instituciones educativas de la ciudad desde el año
2005, mientras que la Escuela acoge en
la escritura desde colegiales y bachilleres hasta personas jubiladas.
“Es una manera de proteger el
espíritu de la ciudad”, dice Jairo Guzmán
cuando se refiere a la memoria que perdura en la tradición oral escénica, porque
la palabra ha pasado por múltiples reducciones. Y aunque ellos reciban el apoyo
estatal más idóneo para una corporación
cultural, “no queremos que el Estado reduzca la cultura como se ha reducido la
palabra. Con la poesía queremos que se
restablezca la valoración de la palabra
para que hagamos el ejercicio de creer en
lo que el otro dice. Así no es la poesía por
la poesía, el arte por el arte, sino el arte al
servicio de la transformación social”.
Desde la visión de Guzmán, Prometeo no es una industria, es un emprendimiento cultural sin ánimo de lucro, con personería jurídica y capacidad
de gestión, porque su sentido no es el
de producción de grandes bienes de capital, sino de principios de transformación social.
“Muchas corrientes neoliberales
buscan que la cultura tenga un rol significativo dentro de la producción capitalista”, expone, “pero se corre un gran
riesgo porque el Estado estaría evadiendo la responsabilidad de proteger
y potenciar la producción artística y el
talento local. La estructura de industria
cultural obedece más a una necesidad
externa a los artistas, que no es consultada con ellos, porque responde a políticas “culturales” dictaminadas por la
economía globalizada”.
¿Es más venta
o es más arte?
Ahora bien, si el arte ha estado al servicio de las personas, ¿es cuestionable su
venta en una máxima expresión para el
sostenimiento de sus creadores?
“Lo primero que le dicen a uno
es que estudie el mercado y haga el
producto que solicite, y la discusión mía
siempre es: el producto del mercado del
arte está en el alma del artista, no en el
medio”, señala Jota Villaza, y afirma que
las expresiones de cultura no deben comercializarse en función del mercadeo.
“Es como decirles a los poetas que la
salvación para la poesía es hacer poemas que anuncien productos. Eso no es
arte”, apunta.
Con todo, ¿la Secretaría de Cultura Ciudadana, la representante del
Estado ante los gestores, realmente
emplea este término? Su cabeza, la
comunicadora social María del Rosario
Escobar Pareja, expresa que quieren
“acuñar un término que hable de nuestro desempeño, de nuestro proceso, de
la situación en la que estamos y hacia
dónde queremos llegar. Yo no estaría
segura de cuál es nuestro concepto, si
es industria o emprendimiento cultural,
pero ese no es un asunto que compete
solo a la Secretaría, es una construcción
con las corporaciones”.
Así mismo, este concepto no se
define en la ruta que hoy sigue la gestión cultural en Medellín, el Plan de
Desarrollo Cultural 2011-2020. Este
plan consiste en describir la promoción
cultural como una proyección hacia la
ciudadanía y al exterior y no define con
un calificativo específico ni a los promotores ni a las organizaciones.
7
El objetivo general del plan apunta a “consolidar a Medellín como un espacio cultural abierto al mundo, equitativo, incluyente, deliberativo y diverso
que promueve la implementación de
políticas culturales (…) al servicio de la
ciudadanía (…)”, es decir, a la formación
de públicos. María del Rosario Escobar
Pareja explica que, además de la construcción conjunta de un concepto, es
indispensable “la formación para la generación, aumento o fortalecimiento de
las capacidades de los ciudadanos, en el
ejercicio y defensa de sus derechos culturales”, tal como indica el documento
establecido en la administración del ex
alcalde Alonso Salazar Jaramillo.
La Subsecretaría de Arte y Cultura se encarga de lo que se refiere a la
formación de públicos, la acción interventora estatal principal, como explica
María del Rosario Escobar Pareja. “La
clave para que Medellín sea una ciudad
cultural es lograr la valoración del talento local. Eso nos da movilidad dentro
de la ciudad y participación económica. El siguiente paso es sentirnos muy
orgullosos de los artistas que viven y
trabajan en Medellín, tener en nuestros
reproductores de audio música de los
jóvenes de esta ciudad, pagar las boletas para las funciones de danza o teatro,
comprar las obras, pagar la entrada al
museo. Generar un círculo de valoración del artista y por ahí empezará el
desarrollo cultural. No solo se necesitan
creadores sino público”.
Para ello, la Secretaría está
abierta para las propuestas innovadoras: “Lo que estamos haciendo es cambiar algunos esquemas de trabajo entre
las organizaciones y el Estado, que las
doten de asuntos referidos a la autosostenibilidad, sin olvidar que la acción del
Estado en la cultura es fundamental”,
sostiene la secretaria Escobar Pareja.
No obstante, el conflicto comienza en
la motivación del ciudadano para que
consuma cultura. “Y el arte económicamente no sobrevive si no hay una buena
cultura de consumo del arte”, asevera
Jota Villaza. “Lo que tendríamos que hacer son unos eventos continuos donde
el artista es el vendedor y el Estado el
principal comprador. La gente debe entender que la programación gratuita no
es gratuita, es pagada por sus propios
impuestos. Esa rueda de negocios tiene
que funcionar”, afirma.
En ese orden de ideas, el término de Industria cultural se emplea para
referirse a la adquisición de cultura por
parte de los ciudadanos, que finalmente lleve a la autosostenibilidad de los
emprendimientos culturales.
Iniciativas como las artes escénicas o el cine de autor deben tener apoyo estatal porque para eso está el Estado, para promover, invitar. Sin embargo,
“la cultura de una ciudad no la hace la
Secretaría de Cultura”, declara la secretaria Escobar Pareja. La hacen los artistas y gestores, no el Estado. Lo que hace
la Secretaría es generar plataformas de
protección, de posicionamiento, de divulgación.
“No estamos convencidos de
que nuestra noción principal sea la de
Industria cultural, la Secretaría todavía
está pendiente de conciliar con sus gestores culturales cuál será esa ruta de desarrollo y sostenibilidad”, declara la funcionaria. “Tenemos mucho trabajo por
hacer, pero yo soy muy optimista y me
siento orgullosa de Medellín”, finaliza.
8
ANÁLISIS
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013
El desconocimiento de la geografía en la educación colombiana
nos pone en desventaja frente a extranjeros que sí la conocen
y aprovechan para explotarla
Carolina Campuzano Baena / [email protected]
El país
su geografía
“Los conocimientos geográficos son el termómetro con que s
de un pueblo. Su estupidez y su barbarie siempre son proporcional
IGAC, piensa que “si el espacio se construye socialmente, se conoce y, por tanto, se defiende”.
Pero ni desde la clase dirigente
ni desde la sociedad civil se ha utilizado
la geografía como factor para orientar
el desarrollo del país, de acuerdo con
las características que tiene el territorio, uno de los principales elementos
sobre el cual los poderes quieren ejercer control y dominio. “Hay ausencia
de patria y desconocimiento de nuestra
identidad cuando hay destrucción de
sitios, como el incendio provocado a la
Capilla doctrinera, uno de los íconos de
Tierradentro, considerada patrimonio
cultural de la humanidad”, agrega el
profesor Juan Rafael Lara Hernández.
“En la historia moderna la recompensa
de la victoria fue siempre un provecho
territorial”.
Friederich Ratzel, geógrafo alemán.
Foto: Pablo Andrés Monsalve Mesa.
La historia de Colombia, de comedias
y tragedias, ha estado marcada por un
elemento invisible en la conciencia de
sus habitantes. La configuración de los
departamentos, las regiones, las comunas; el sistema político, el conflicto y las
culturas en este país tienen una silueta
en común: la geografía. Sin embargo,
hay desconocimiento del dinamismo de
esta ciencia y su relación con los fenómenos sociales.
Colombia es el país mejor ubicado geoestratégicamente en el mundo:
tiene presencia en dos océanos, es la
puerta para todos los continentes, tiene todos los pisos térmicos y establece
satélites dentro de su órbita geoestacionaria; además de una larga lista de
características geográficas que seguro
las “vio” quien pasó por la educación
básica y secundaria, pero solo fue un
dato más para memorizar y luego olvidar, pues la enseñanza no se enfocó en
cómo utilizar esas ventajas competitivas
del país.
Y claro, el hecho de que los colombianos no sean conscientes de ellas
no quiere decir que otros no las aprovechen. “Es en el momento en que se
pierden cuando se abren los ojos”, dice
el ingeniero y cartógrafo del Instituto
Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), Jovani Fernández, como fue el caso de la
pérdida de cerca del 40% de mar territorial con Nicaragua en el 2012, también del territorio panameño en 1903
y de suelo en la frontera colombo-brasilera, con la desviación del río Tairara
en 1907.
“Es tan poco el valor de lo que
tenemos, que no ejercemos soberanía
en muchos lugares y por eso los otros
se aprovechan, como las multinacionales que se llevan los recursos y la diversidad. A mí me tocaba ir al Amazonas y
veía cómo la visitaban más extranjeros
que colombianos, que ni se enteran del
lugar”, comenta César Zuluaga, licenciado en Ciencias Sociales y especialista en
Pedagogía de la Universidad Pontificia
Bolivariana.
Como docente, Zuluaga reconoce que desde las instituciones educativas se trabaja poco la geografía y no se
integra con la incidencia en los asuntos
sociales, a pesar de que, con la Ley 115
de Educación, de 1994, se reglamentó
para que no fuera dictada como una
materia aislada y que contribuyera con
una formación integral en lo social.
“Los contenidos de la enseñanza
de la geografía son meros hechos descriptivos, impregnados de un rancio sabor determinista. Las clases están dominadas por la memorización, lo que hace
que las clases no convenzan”, afirma
Juan Rafael Lara Hernández, geógrafo,
miembro de la Asociación colombiana
de geógrafos y licenciado en Ciencias
Sociales de la Universidad de Antioquia.
El desconocimiento de la geografía colombiana genera falta de identidad, individualismo y desarraigo en un
país que aún no se ha configurado como
nación. Blanca Inés Robayo Vásquez,
geógrafa de la Universidad Nacional
de Colombia y profesional de la subdirección de Geografía y Cartografía del
El interés por los recursos y territorios
de un lugar ha producido tensiones sobre naciones y regiones; así, los que tienen conocimiento sobre las ventajas de
un lugar, buscan tener influencia en ese
espacio o apoderarse de él; en esto han
consistido las guerras. Según Luz Estella
Carmona Londoño, ingeniera forestal
de la Universidad Nacional y candidata
a Ph.D. en Geografía por la Universidad
Federal de Pernambuco, en Brasil, la
geografía no es ciencia de monopolios,
pero ha sido usada para eso, principalmente para hacer la guerra como pasó
con la geopolítica, utilizada por el nazismo para justificar, con sus principios, la
expansión de las fronteras alemanas.
La corriente crítica de la geografía plantea que esta ciencia se ocupa de
las relaciones sociales que se dan en un
espacio en el que aparecen conflictos
y tensiones que modifican el entorno,
reconoce la ingeniera Carmona Londoño y cita al geógrafo británico David
Harbe. Estados Unidos ha sido ejemplo
de las tensiones que se generan en los
territorios, pues con el argumento de
proteger de la destrucción ambiental a
zonas geográficas como la Amazonia, lo
que ha hecho, según el profesor Lara,
es ejercer control, además de crear división entre la población de los lugares
para posibilitar su ingreso al territorio.
Las características geográficas en
Colombia han marcado conflictos externos, como la guerra con Perú por la posesión del Trapecio amazónico, e internos como la dificultad de la distribución
de los territorios y el uso de los terrenos
en el país que ha estado presente desde la colonia. Según el profesor Lara, la
configuración de los dos partidos políticos colombianos más fuertes, e incluso de los movimientos guerrilleros, fue
producto de las luchas regionales por la
supremacía y control de grandes extensiones geográficas.
También se atribuye la división
de Colombia en departamentos por los
intereses burocráticos de estos dos partidos, que se encargaron de formar nuevas entidades territoriales como Córdoba, Sucre, Quindío y Risaralda. “Acá el
territorio se ha planificado, ordenado,
a partir de urbanistas, no hay visión
geográfica. Este es un país distribuido
inequitativamente. Tenemos modelos
donde los poderes económicos siguen
siendo superiores a las necesidades locales”, comenta la ingeniera forestal Luz
Estela Carmona Londoño.
“Saber pensar el espacio, para saber
organizarse en él, para saber combatir
en él. Finalmente, no toda región montañosa y boscosa es Sierra Maestra”.
Yves Lacoste, geógrafo francés
La geografía, como ciencia que abarca
la geografía general, física, humana, política y económica, se institucionalizó a
finales del siglo XIX, mientras que en Colombia fue reconocida en el ámbito universitario en la década de los años 70
con el determinismo, según la geógrafa
Blanca Inés Robayo Vásquez, quien afirma que con tal determinismo toda la
condición de la sociedad estaba exclusivamente definida por la condición natural. Esta corriente llegó al país por el
naturalista alemán Alexander von Humboldt en el siglo XIX, quien interpretó la
CONTEXTO No. 36
ANÁLISIS
Abril 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
9
que conoce
se hace respetar
se miden la ilustración, el comercio, la agricultura y la prosperidad
les a su ignorancia en este tema”. Francisco José de Caldas.
Ilustración: Santiago Giraldo Arboleda, Módulo
Imagen Ilustrativa, Diseño Gráfico - UPB
condición natural y de comportamiento
en Colombia.
“Con ese calor, con razón los costeños son perezosos”, o “las regiones
cálidas del país sirvieron para incubar
las ideas liberales y, en cambio, los territorios montañosos y fríos fueron sitios para el resurgimiento de las ideas
conservadoras”. Con estas frases populares se hace evidente la influencia de
las interpretaciones deterministas de
Humboldt. Sin embargo, ante esto, el
historiador Ramón Arturo Maya Gualdrón sostiene que estas interpretaciones deterministas hoy no tienen igual
reconocimiento y se contradicen con
lo que algunos Estados han desarrollado en condiciones geográficas aparentemente desventajosas. Sin embargo,
Humboldt no sería el único extranjero
que pondría su mirada en el país y que
lograría que sus conclusiones sobre este
territorio fueran impuestas en el siglo
XIX. Colombia se adaptó a corrientes y
teorías geográficas de países como Alemania, Francia y Estados Unidos, pero
no hubo ninguna mirada desde lo local,
como afirma la ingeniera Luz Estela Carmona Londoño.
Esos modelos extranjeros no
funcionan de manera óptima en Latinoamérica, debido a que son producto
de condiciones geográficas, culturales
e históricas específicas y distintas, aunque se han implementado al pie de la letra. Por ejemplo, en Antioquia aplicaron
teorías como ‘Los polos regionales’ de
François Perroux, con los que se plantea
la división del departamento por regiones y la irradiación de unos beneficios,
principalmente económicos, desde un
centro a los demás territorios, como
sucede en el oriente con Rionegro, en
Urabá con Apartadó o en el norte con
Yarumal.
Para la ingeniera Carmona los
intereses económicos han manejado el
país y el control geográfico y económico que se ha hecho en Colombia se ve
desde proyectos como el Plan Currie,
apoyado por el Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento con el que
Estados Unidos pretendía llevar el desarrollo a los países periféricos y, a su vez,
controlar el país y evitar la simpatía con
la Unión Soviética. El resultado a largo
plazo fue un proceso de poder político y
económico excluyente.
Otro modelo implementado en
Colombia, por extranjeros, fue el de
las regiones metropolitanas, desde las
cuales se pretende tener mando y poder dentro de un territorio. Este planteamiento aparece en el país con la
influencia de los poderes mundiales en
el contexto de la Guerra fría, ya que se
quería controlar los territorios. En el
país también surgen las entidades que
se encargarán de planificar y clasificar
el espacio, como el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, el
Departamento Nacional de Planeación
y, unos años antes para los temas de
geografía, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi.
“El mayor avance en geografía y
específicamente en cartografía ha sido
por objetivos militares, pues se debía
conocer cómo era un terreno para saber cómo atacar y defenderse. El IGAC
inició como una entidad militar, se llamaba Instituto Geográfico Militar y
desde allí controlaban la soberanía”,
cuenta el ingeniero y cartógrafo Jovani
Fernández, miembro del departamento
de geografía del IGAC, quien sostiene,
además, que Colombia tiene territorios
casi vírgenes, lugares que desconoce y
no ha explotado como el Tapón del Darién, una gran reserva natural ubicada
en el occidente de Urabá, con una topografía difícil. Además, afirma que en
el suroriente hay fauna, flora y recursos
que la gente no conoce, por la falta de
vías de acceso y también por los conflictos internos del país. “Por ser un país
donde hay tanto problema de violencia
uno no se puede desplazar fácilmente
y también falta inversión en el tema.
Cuando uno ve un mapa, lo ve muy fácil
pero al meterse al terreno a hacer cualquier trabajo, representa muchos costos”. Además, justifica, con estas razones, no sólo la falta de conocimiento de
parte del territorio sino, también, de los
cambios que ha sufrido. Por ejemplo,
Foto: Pablo Andrés Monsalve Mesa.
las cartografías más recientes que se
pueden encontrar en el IGAC datan de
1970, máximo de 1980. Incluso, en este
momento no hay ninguna cartografía
oficial de Colombia, pues desde el fallo
del Tribunal de La Haya, el IGAC prohibió en todas sus sedes vender el mapa
del país hasta que no fuera reformado.
La información que se encuentra sobre el territorio colombiano está
desactualizada y, en algunos casos, incompleta, como corroboran Lucas Gómez y Silvana Martínez, estudiantes de
noveno semestre de Ingeniería de Minas de la Universidad Nacional, quienes
consultan con frecuencia la cartografía
de Colombia. Ellos destacan la importancia del conocimiento de este tema
para la toma de decisiones sobre el
país, pues es un conocimiento que no
sólo habla de los accidentes del terreno
sino, también, de las características de
un lugar como el nivel de educación, de
concentración poblacional, la religión y
la cultura.
La riqueza de un país está en
su territorio, es decir, en lo que hay en
él: recursos y población, que significan
poder. Colombia, por no mirarse localmente, aún no ha logrado utilizar lo que
tiene como alternativas de desarrollo,
lo que ha permitido que estas ventajas
caigan en manos extranjeras o de grupos al margen de la ley.
Pedro Juan González Carvajal,
rector de la Corporación Universitaria
Remington, asegura que “si se evaluara el poder en Colombia, asociado a la
capacidad de hacer, diríamos que es pe-
cado la omisión que caracteriza a quienes lo han ejercido, pues los resultados
obtenidos no se compadecen con las
potencialidad reales con las que cuenta
el país”. Para este ingeniero de sistemas
y Ph.D. en Filosofía, no se han generado
condiciones para que Colombia sea reconocida como centro, para que los países nos necesiten o nos teman y todo
esto por la ausencia de conciencia histórica y geográfica.
“Si se habla por zonas, se podría
afirmar que un grupo guerrillero sabe
muy bien dónde está ubicado, conoce el
lugar, incluso más que el mismo Estado,
por estrategia militar. Para esto tienen
especialistas y, si no, hay un experto
que les haga planos, de lo contrario, no
se podrían mover”, afirma el ingeniero
Jovani Fernández.
Pero el desconocimiento también se evidencia desde la falta de interés por lo propio por parte de la sociedad civil: “Uno crece queriendo más
el sueño americano o europeo que conociendo o queriendo al mismo país”,
comenta el docente César Zuluaga.
“Muchos de nuestros dirigentes
no tienen una visión en términos geopolíticos de los territorios administrativos,
falta determinar cuáles son las fortalezas y oportunidades que tienen desde
el punto de vista de su posición geográfica que faciliten las comunicaciones
y ayuden al desarrollo”, asegura Juan
Rafael Lara Hernández, quien concluye
que el conocimiento de la geografía sería la respuesta para solucionar múltiples necesidades sociales de Colombia.
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INFORME
Alto rendimiento deportivo
Sacrificio,
entrega,
disciplina
y...
excesos
Mónica María Jiménez Ruiz / [email protected]
Los deportistas
de alto rendimiento
suelen ser idolatrados,
especialmente si han
sido campeones o han
ganado una medalla.
Pero, ¿cómo logran estos deportistas la fama
y el reconocimiento?
¿A qué renuncian y a
qué se someten para
serlo? A continuación
un informe sobre el
deporte de alto rendimiento y los excesos
que se cometen y que
van en contra de la dignidad humana.
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013
No todo el que practica un deporte llega
a ser deportista élite, deportista de alto
rendimiento, pues para serlo se debe
renunciar a varios aspectos de la vida
cotidiana y social, y entregar todas las
energías y esfuerzos a una estructura
deportiva interesada en la competencia
y en la obtención de medallas, muchas
veces sin importar a costa de qué.
Actualmente en Antioquia son
1.200 los deportistas de alto rendimiento y, de acuerdo con Olga Lucía Quiroz
Bastidas, nutricionista de Indeportes
Antioquia, estas son “personas con
unas condiciones, unas necesidades y
unas características que sobrepasan a
los del común, ellos viven para el deporte y comen por el deporte”.
Y es así porque sus vidas giran
principalmente alrededor del deporte,
invierten la mayor parte de su tiempo
en entrenamientos, en mejorar sus condiciones físicas y deportivas. Por eso,
actividades como estudiar, trabajar o
tener relaciones sociales, pasan a un segundo plano, aunque hay excepciones
porque Indeportes Antioquia les brinda
la posibilidad de estudiar o trabajar si
lo desean, pero son pocos los que así
lo hacen.
Por lo general, estos deportistas
son personas “con alta dedicación, muy
poco altruistas, obsesivos, competitivos”, asegura Adriana Velásquez Mejía,
psicóloga deportiva de Indeportes Antioquia. Y entre estas características la
de mayor relevancia es su sentido de
competencia, porque “si un individuo
está en alto rendimiento pero no tiene
el espíritu competitivo no va a brillar
ni a sobresalir de la misma forma que
quienes sí lo tienen”, dice.
Aunque es un grupo amplio de
personas que inicia con su desarrollo
deportivo, éste se acorta en la medida en que se selecciona a quienes sí
tengan las características propias para
someterse a entrenamientos fuertes
y constantes que lo lleven a rendir,
competir, ganar y mantenerse en las
posiciones de privilegio en las competencias, sean regionales, nacionales o
internacionales.
Una mirada crítica
al deporte de alto
rendimiento
Es común escuchar que “el deporte es
salud”, y es verdad, pero para que lo
sea depende de la manera, frecuencia
e intensidad con la que es practicado.
En este sentido, Jonathan Andrés Rúa
Penagos, gimnasta activo pero retirado
del alto rendimiento, considera que “no
todas las formas de practicar deporte
son saludables, tal es el caso del deporte de alto rendimiento”.
Rúa Penagos, quien es teólogo y
actualmente adelanta sus estudios en
Educación Física, hace esta afirmación
luego de pensar el fenómeno deportivo
de una manera diferente y con una mirada crítica, a partir de su experiencia
como gimnasta de alto rendimiento.
Desde los 11 años practica la
gimnasia y lo que lo motivó a estudiar
de manera reflexiva el deporte de alto
rendimiento, fue la existencia del maltrato de entrenadores hacia deportistas. Para él, los deportistas no son
conscientes de este maltrato porque, por iniciar desde pequeños,
se acogen a la voluntad de un entrenador, un administrador o unos
padres de familia que lo moldean para lograr unos objetivos específicos: ser altamente competitivos y ganar medallas y campeonatos
porque, en últimas, ésta es “la intención del deporte moderno y el
lema de los Juegos Olímpicos: ser ‘más fuerte, más rápido, más alto’,
y el niño se pone en función de eso, entonces su voluntad y sus intenciones se adaptan al contexto de la estructura deportiva moderna”.
El maltrato al que se refiere Rúa Penagos se evidencia en actos como golpes, gritos, insultos, burlas, hacer ejercicios sin querer
y discriminación por parte del entrenador, con lo cual, según él, se
vulnera la dignidad humana en función de una medalla, un ejercicio
y “el gimnasta se somete porque sabe que si no lo hace será retirado
del equipo o no logrará lo que él también quiere, que es ser campeón
olímpico”.
Aunque su experiencia deportiva la vive en la gimnasia –está
vinculado a la Liga antioqueña de gimnasia– asegura que esta situación de maltrato también se da en deportes como pesas, natación,
atletismo, karate, fútbol y la causa común es “la ambición y el deseo
excesivo de ganar a cualquier precio”.
Exceso y sobre entrenamiento
Rúa Penagos señala que para alcanzar altos niveles de rendimiento,
ganar medallas y prestigio se cae en un sobre entrenamiento, es decir, el deportista se excede en la práctica de su deporte para lograr un
mayor rendimiento y esto, en algunas ocasiones, termina en lesiones
y en problemas de salud.
Según Felipe Eduardo Marino Isaza, médico deportólogo de
Indeportes Antioquia, todos los deportistas corren el riesgo de lesión y ésta se presenta por dos causas: por accidente deportivo o
por “lesión por sobreuso, que es un micro trauma de repetición que
depende de las cargas de entrenamiento que está manejando el deportista, del número de sesiones de pesas, del número de kilómetros
recorridos, de la cantidad de fuerza ejecutada, la resistencia, la coordinación y la flexibilidad que tiene”, explica.
Las lesiones por sobre entrenamiento están directamente
asociadas con una mala ejecución del plan de entrenamiento deportivo y entonces el deportista “presenta una serie de manifestaciones
que indican que se le fue la mano en las cargas de entrenamiento
como dormir mal, no sentir hambre, no tener buenos resultados deportivos por más que entrene, lesionarse”. Si esto sucede, el deportólogo le recomienda al entrenador que cambie por completo el plan
de entrenamiento para sacar al deportista de esta condición.
Sin embargo, el gimnasta Penagos, quien dejó el alto rendimiento en el 2008, dice que aunque se hagan ejercicios de prevención y haya médicos que mitiguen el impacto causado por el exceso
de la práctica deportiva “éstos no tienen gran proyección, porque si
hay que sobre entrenar al deportista para que gane una medalla, se
hace y punto”.
Equipo multidisciplinar
En el proceso de formación y control de deportistas de alto rendimiento, además del entrenador, están involucrados nutricionistas,
psicólogos deportivos, fisioterapeutas, rehabilitadores y fisiólogos,
quienes evalúan y hacen un diagnóstico que muestra las condiciones
deportivas del atleta.
La nutrición es uno de los factores que más incide en el buen
rendimiento. La dieta alimentaria de cada deportista depende de la
modalidad deportiva (por ejemplo, en atletismo no es lo mismo ser
fondista que velocista) y del requerimiento calórico, que está asociado con las condiciones y necesidades propias de cada uno.
La nutricionista Olga Lucía Quiroz Bastidas explica que antes
de establecer un plan de alimentación para el deportista se evalúan
sus características antropométricas, es decir, cómo está la composición corporal de ese individuo; los exámenes de laboratorio para ver
cómo es su estado nutricional desde el punto de vista bioquímico;
otro aspecto es el dietario, o sea, qué está comiendo, cuánto y en
qué momento y qué está gastando durante su entrenamiento.
Conociendo todo esto hay un diagnóstico y se implementa el
plan de alimentación que requiera el deportista. Es común incluir
ayudas ergo génicas, es decir, batidos de proteínas, vitaminas y creatina, que ayudan a mejorar parte del entrenamiento o de la respuesta física que el deportista está buscando. Todo ello depende de las
necesidades individuales, energéticas y calóricas de cada uno.
Quiroz Bastidas indica que éstas no son buenas ni malas, la
forma en que sean utilizadas es lo que determina si contribuyen o
no en el rendimiento del deportista. Asegura que algunos se vuelven
obsesivos con las necesidades energéticas y calóricas y llegan al punto en el que sienten que si no las consumen no van a rendir porque
creen que la comida no es suficiente, incluso hay quienes “remplazan
CONTEXTO No. 36
INFORME
Abril 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
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la comida por batidos, viendo que son
complementos con los que se llenan las
necesidades básicas”, dice. Estas ayudas
se pueden convertir en ergo líticas que,
en vez de mejorar, dañan la respuesta
fisiológica o hasta el organismo.
No hay que
motivarlos
La psicología también influye en la vida
de estos deportistas. El psicólogo deportivo trabaja para que ellos rindan en
su máxima expresión, intervienen en
factores decisivos como “autocontrol,
confianza, atención y concentración,
actitud, nivel motivacional, control de
las emociones”, dice la psicóloga Adriana Velásquez Mejía y agrega que “el
deportista no tiene que hablar de cosas
muy íntimas, porque lo que interesa es
que el muchacho se concentre, entonces le enseño estrategias para que esté
concentrado y dé su mayor rendimiento
en el deporte”.
En general, la psicología deportiva trabaja técnicas para crear, corregir o
potenciar los niveles óptimos de estas
variables y, según Velásquez Mejía, lo
menos que ella hace es motivar “porque per se ellos están motivados y hay
una entrega y un sacrificio para hacer
las cosas”.
Dentro del control emocional,
los deportistas tienen que aprender a
manejar la frustración porque no siempre se gana y aunque esto los afecta,
si tienen un buen sustrato en la parte
emocional, son capaces de superarla.
Se les enseña a manejar esa frustración
con frases como “no importa, yo soy
bueno, soy excelente, para adelante”,
comenta la psicóloga.
También se trabaja el trato que
el entrenador da al deportista, porque es común escucharlos decir “si yo
no rindo, él no me pone cuidado”. De
acuerdo con la psicóloga esto es cierto
porque el entrenador busca resultados
y no le importa quién los muestre, le interesa que se los den, por eso “toda la
atención es para el que brilla; el que no
rinde, no sirve. Ese es el alto rendimiento”, asegura. Y se les enseña a “ponerse
una coraza ante las malas palabras del
entrenador, que si está bravo contigo y
no te está poniendo cuidado es porque
no estás dando lo suficiente”.
Igualmente, a los entrenadores
se les da orientación y se les sugiere
tener cuidado con el trato que les dan
a los muchachos “pilas profe que ellos
son muy sensibles a las malas expresiones, se les dice con respeto. Uno es
un ayudante del entrenador”, finaliza la
psicóloga.
Alto rendimiento vs.
dignidad humana
En este contexto deportivo y tras pasar
por él y estudiarlo críticamente, el gimnasta Jonathan Andrés Rúa Penagos,
asegura que en el deporte de alto rendimiento se suele instrumentalizar al ser
humano, es decir, su realidad se reduce
a ganar y lograr medallas de oro. Desde
su experiencia dice que “los gimnastas
son vistos más como objetos de producción que como sujetos integrales”.
Un deportista de alto rendimiento es obsesivo, porque para lograr perfección en los ejercicios que hace debe entrenar
entre cuatro y ocho horas diarias, lo que implica llevar el cuerpo casi al límite físico. Foto: Catalina Rodas Quintero.
Aunque la filosofía de Indeportes Antioquia es “considerar al deportista como un ser integral, con una familia, una pareja, un proyecto de vida
académico y de pronto hasta laboral”,
como dice la psicóloga deportiva. Rúa
Penagos insiste en que el deporte moderno no permite el despliegue humano integral porque esto supondría que
se desarrollen todos los seres humanos
en su totalidad, lo cual no se logra en el
alto rendimiento, porque éste es: “elitista y discrimina poblaciones. Se necesita un modelo diferente que no esté en
función del prestigio o de una fachada
del espectáculo como lo son los Juegos
Olímpicos, los Suramericanos o cualquier competencia”.
En función del exceso, el prestigio, la fama y el poder se vulnera al ser
humano con malos tratos, sobre entrenamientos y “se le pone en un lugar que
no le corresponde, se olvidan aspectos
de la vida como espiritualidad, educación, salud mental y relaciones sociales
y se cae en un vacío existencial”, afirma.
La propuesta que hace el gimnasta es promover otras prácticas tales
como el ejercicio, la educación física y
la recreación en las que, a diferencia
del deporte, no existe la competencia
y donde “el interés central es la salud,
el jugar, el divertirse, el gozo”. Pues, “el
problema no es la competencia, es a
costa de qué y cómo competimos y cuál
es la intención con ésta”.
En síntesis, el discurso de Jonathan Andrés Rúa Penagos busca resignificar la práctica deportiva, que su
centro sea la dignidad humana, que no
se esclavice al deportista en función del
alto rendimiento porque el “deporte es
para el ser humano y no el ser humano
para el deporte”.
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INFORME
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013
La hierba crece,
los caballos se van
Inaugurado en el año 2000, después
de 37 años de haberse cerrado el hipódromo de San Fernando (donde hoy
queda la plaza Mayorista), y cerrado
oficialmente el 23 de febrero de 2008
con deudas que ascendían hasta 13 mil
millones de pesos, la imagen del hipódromo Los Comuneros ilustra perfectamente lo que es hoy la hípica en nuestro
país: una pieza de museo que algún día
tuvo un inmenso valor para sus criadores, empleados y jinetes, y que hoy se
recuerda con nostalgia.
La maleza está crecida. Los vestigios de las tribunas desde las que una
vez se vieron correr a los pura sangre ingleses y cuarto de milla árabes con sus
nombres imponentes y sus jinetes delgados llevándolos hasta la meta, evocan
la que alguna vez fue la majestuosa y
grandiosa hípica pero que, tristemente,
llegó a su fin por el mal manejo de sus
acreedores y del Gobierno.
Historia de la hípica
La historia de la hípica se remonta a la
antigüedad. En Grecia, las carreras de
caballos eran el centro de las fiestas
cantadas por sus poetas. De esta afición
nació la fábula de los centauros, aquellos seres mitológicos mitad hombre y
mitad caballo. Luego, las competencias
se hicieron aún más famosas por los romanos. La carrera consistía en que un
caballo atado a un pequeño carruaje
sorteaba algunos límites que dependían
de la destreza del conductor, le diera
siete veces la vuelta al circo. Durante la
Amalia Uribe Jaramillo / [email protected]
En la autopista MedellínBogotá, en Guarne, Antioquia, se
encuentra en dirección sur el lote
abandonado de lo que algún día
fue el hipódromo Los Comuneros,
último lugar en el que se intentó
hacer hípica en Colombia.
Edad Media las carreras de caballos no
fueron tan populares, desaparecieron
al igual que otras costumbres en medio
del pensamiento de la época. Sólo comenzaron a resurgir cuando se hacían
las carreras de caballeros, que sí fueron
famosas y aclamadas por el pueblo.
Finalmente, los ingleses fueron
quienes le devolvieron la vida al espectáculo equino puesto que le dieron
el carácter profesional y competitivo y
para mostrarlo como un medio de diversión.
Hípica en Antioquia
El primer hipódromo de Medellín fue
el de Los Libertadores, en las mangas
de lo que hoy es el barrio San Joaquín.
Fue inaugurado en 1916. En 1929 ya era
muy importante el fútbol de competencia (aunque todavía no profesional) y
empezó el campeonato de Medellín a
cargo de la Liga antioqueña de fútbol,
Los Libertadores era el único escenario
donde se podía hacer una cancha con
buenas graderías, y entonces se pensó
en construir otro hipódromo y dejar Los
Libertadores sólo para el que se considera hoy el rey de los deportes.
En 1948, cuando empezó el fútbol profesional en Colombia, hubo que
aprovechar el hipódromo de San Fernando, pues cabían 12.000 personas,
cuatro veces la capacidad de Los Libertadores, aunque quedara “tan lejos” de
Medellín, que en ese momento estaba
circunscrito a lo que hoy día se considera el centro.
La hípica era la reina de los espectáculos profesionales en la ciudad y
se hacía a partir de la 1 y 30 de la tarde
dominical y de los días festivos. El fútbol
desplazó a la hípica en Colombia, lo que
no pasó en Argentina, especialmente en
la capital, Buenos Aires, donde hay más
Foto: Pablo Andrés
Monsalve Mesa.
de 12 estadios con partidos profesionales y dos monumentales hipódromos (el
de Palermo y el de San Isidro) que producen dinero para el Estado; espectáculo y apuestas para la gente y desarrollo
hípico para los criaderos y empresarios.
El primer antecedente de carreras de caballos en Medellín fue en el
Bosque de La Independencia (llamado
así porque fue construido en 1910 para
el centenario del 20 de julio de 1810),
lugar en el que hoy está el Jardín Botánico. Pero no era un escenario con
tribunas, sino que se aprovechaba la
manga para disfrute de algunos jinetes
y aficionados.
Leonardo Nieto Jardón llegó a Medellín
en 1960. Vino a pasear y se quedó. Su
esposa, Graciela, no se puso muy contenta con su aventura, pero finalmente
tuvo que acompañarlo. Argentino radicado en Medellín y propietario del
famoso restaurante Versalles. Don Leonardo es un gran amante de los caballos:
“Esa es mi vida. Los caballos y los perros
no me pueden faltar, no hay nada más
hermoso que cuando estoy en mi finca y
me levanto a las 6 de la mañana a llevarles panela a los caballos y comienzan a
relinchar porque saben que llegué”.
A don Leo, como le dicen todos
los que llegan a su restaurante, no le
gusta apostar. “Nunca fui apostador”,
dice con su acento argentino. Cuenta
que desde que llegó a Colombia el tango y la hípica lo acompañaron. Asistía
cada vez que había carreras y varias veces fue a Hipotecho (el famoso hipódromo de Bogotá). Como buen aficionado
CONTEXTO No. 36
INFORME
Abril 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
de la hípica recuerda con una sonrisa
a la famosa yegua Tropicana. “Todo
eso era un placer, imagínate una tarde
como ésta, viendo a la gente llegar a
hacer sus apuestas y hacerles fuerza a
esos hermosos animales corriendo por
la pista. Es una lástima que se haya acabado. ¿Pero, por qué se acabó? ¡Eso no
lo sabe nadie!”.
Lo cierto es que como don Leo,
miles de aficionados más quedaron a
la espera de un resurgimiento de este
deporte que, según explica el periodista
Rogelio Ruiz Cruz, llegó a generar más
de 1.500 empleos directos y otros 3.500
indirectos en el país y unas ganancias
aproximadas a 28 mil millones anuales.
Pedro Ávila también habla desde
el corazón cuando se le ve acariciar y
lavar un caballo. Curiosamente responde lo mismo que don Leo: “Esto es mi
vida”. Este boyacense ha dedicado toda
su vida al cuidado de los caballos y ha
laborado como capataz y asistente de
entrenadores en varios hipódromos del
país. Actualmente trabaja en el centro
de hípica La María, ubicada en El Escobero, en Envigado. “Trabajo aquí desde
que cerraron el hipódromo. Afortunadamente, como trabajé ocho años allá,
conocí mucha gente y esas personas me
ayudaron a encontrar otro trabajo en
lo que me gusta, pero no es lo mismo.
Aquí cuido a los caballos, pero no los
veo competir, eso era lo que me gustaba del hipódromo”.
Pedro recuerda con nostalgia a
Durango, un caballo pura sangre cuyo
dueño era Francisco Maturana. “Ese caballo sí lo hacía emocionar a uno, empezaba despacio, pero cuando iba a llegar
a la meta se ‘enverracaba’ a correr y no
lo paraba nadie. Pero tenía un problema
en la rodilla y el doctor Winston Tobón lo
iba a operar, él es un ortopedista muy famoso e iba a experimentar con caballos
por primera vez, pero el anestesiólogo
no le dio la dosis apropiada y lo mató”.
Cuenta que varios de sus compañeros se fueron a trabajar a fincas en
Guarne, en La Ceja, en Rionegro, pero
que otros se quedaron sin trabajo. “Es
muy triste porque cuando uno está
acostumbrado a trabajar con estos animales -lo dice mientras baña a una ye-
gua alemana llamada Crystal- ya ningún
trabajo lo hace feliz a uno”.
Juan Esteban Tobón Salazar y
Juan Sebastián Franco Tobón son dos
primos a quienes también les da una
inmensa nostalgia recordar las carreras
en el hipódromo. “Nos llevaban desde chiquitos a las carreras porque la
finca de nosotros queda ahí al lado de
Los Comuneros”, cuenta Juan Esteban
mientras se rasca la cabeza. “Nos gustaba tanto que en vacaciones nos levantábamos a las 5 de la mañana, y sin
bañarnos, nos íbamos para donde los
capataces a ayudarles en lo que fuera”.
Dice Juan Sebastián y se ríe. Estos dos
primos lamentan, como todos, el cierre
de lo que fue alguna vez el espectáculo más lindo y el mejor vicio de todos.
“Sí que perdimos plata apostando allá,
pero no nos importaba. Eso es un vicio
como cualquier otro, y aunque no apostábamos mucho por carrera, si uno se
pone a sumar, plata es lo que le metimos a ese hipódromo, como mucha
gente. Sin embargo, los impuestos se
lo comieron. Porque como eso es tan
rentable el Gobierno y la DIAN se aprovecharon de toda la plata que se mueve
allá hasta que los ahogaron”, termina
de explicar. Y es que las últimas carreras
que se corrieron fueron de afición, porque no se podía apostar, pues la licencia
de Etesa estaba vencida. Y ese fue el fin
de Los Comuneros.
Cubrimiento
de la hípica
Rogelio Ruiz Cruz lleva 35 años dedicado al periodismo, la literatura y el
deporte. Son tres características que
lo identifican y que lo mueven. Cubrió
hípica durante varios años, hasta que
terminó hace cuatro con el cierre del
hipódromo Los Comuneros que, al igual
que otras personas, sabe que ese fue el
último vestigio de hacer grande ese deporte en Colombia.
Pero ¿qué sería entonces cubrir hípica? “Cubrir la hípica es, como
todo en el periodismo, estar ahí, ver
las carreras, hablar con los jinetes, los
veterinarios, el director de carreras,
los capataces. Conocer los caballos, saber cuáles son los favoritos, saber de
apuestas. Es como ir a cubrir un partido
de fútbol o un incendio. Es estar ahí, enterado de todo”.
Ruiz Cruz es un gran conocedor
del tema y también un apasionado de
las carreras de caballos. Habla desde
su profesión y desde su experiencia de
vida: “Cuando era pequeño mi papá nos
llevaba caminando hasta el hipódromo
San Fernando; era un paseo delicioso,
llevábamos fiambre y nos íbamos a pie,
en esa época los caminos eran mangas
con rieles. Y me enamoré de ese mundo,
entonces, cuando me gradué de Licenciatura en Español y Literatura, aproveché que yo sabía del cuento y empecé a
cubrir hípica para El Colombiano, en el
cual llevo trabajando 35 años”.
Rogelio Ruiz Cruz no se perdía
ninguna carrera. Su profesión y pasión
lo llevaron a ser parte del maravilloso
mundo ecuestre. Conoce y es amigo del
hombre que más sabe de hípica en Colombia, William Fernando Yarce Maya,
y es precisamente por su amistad con
él que este veterano periodista sabe
a ciencia cierta cómo está la situación
hípica en Colombia. “Aquí no hay cómo
recuperar la hípica, es casi imposible.
Es que no hay voluntad. En la gobernación pasada, la de Luis Alfredo Ramos
Botero, se intentó. Varias personas interesadas en las carreras le hicieron
todo un plan: presupuesto, fincas, lotes
disponibles. Toda una fase cronológica
de lo que sería la recuperación de un
hipódromo en Antioquia. Y a la final no
se pudo”.
Y como Rogelio Ruiz Cruz lo dice,
así es muy difícil. Esa es la respuesta
que necesita don Leonardo para entender la triste situación hípica de nuestro
país. Porque si hay algo en lo que nos diferenciamos de nuestro país hermano,
Argentina, es en la magnitud del deporte de los derbys.
Hípica hoy
El panorama es nublado, como la imagen desastrosa de lo que queda hoy de
los hipódromos. Como el de Villa de
Leyva que es el único que subsiste en
13
nuestro país, pero de una calidad cuestionable: caballos mal alimentados que
no rinden en las carreras y propietarios
que sólo van por negocio.
La hípica en Colombia generaría
más de 5.000 empleos, ganancias por
miles de millones que, como en otros
países, podría usarse una parte para
cubrir la nómina estatal. En Panamá, un
pequeño país con 3 millones y medio de
habitantes, la hípica deja 40 millones de
dólares anuales. En Estados Unidos el
derby de Kentucky deja ganancias por 3
mil millones de dólares.
“La decadencia de la hípica en
Colombia es absurda. Qué penoso es
decir que tuvimos más de 15 hipódromos, tres sólo en Medellín, miles de
aficionados y hoy no queda nada de
eso”, dice Eduardo Jaramillo Arango,
un ex aficionado y criador de caballos.
“Mis caballos no fueron sorprendentes, pero a mí me encantaba llevarlos
a competir. En Bogotá compré uno que
se llamaba Salpicón, por unos $80.000 y
ya después lo vendí, pero seguí yendo a
las carreras hasta que cerraron el último
hipódromo, el de Guarne”.
El lote en el que alguna vez estuvo abierto Los Comuneros pertenece
hoy a la Organización Ardila Lülle, contiguo a él queda la sede deportiva del
Atlético Nacional; y para entrar hay que
pedir permiso a Postobón.
Dice Rogelio Ruiz Cruz que el lote
está avaluado en unos $42 mil millones,
cuando se vendió se pagaron sólo $20
mil, de los cuales $13 mil fueron para
saldar las deudas y se esperaba que con
el resto se empezara a construir otro en
La Ceja. Construcción que no ha sucedido y, al parecer, no sucederá.
La suerte de los apostadores reside en los sitios de apuestas electrónicas y los criadores envían sus caballos a
competir a Perú, Ecuador, Estados Unidos y Panamá.
La hípica en Colombia no tiene
un panorama iluminado en estos días,
ni en un futuro lejano. Está escondido,
como las tribunas del hipódromo, detrás de la maleza. Y mientras algunos
anhelan un resurgimiento de este gran
deporte la hierba sigue creciendo y los
caballos se van.
Así luce hoy el Hipódromo Los Comuneros. Foto: Pablo Andrés Monsalve Mesa.
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INFORME
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013
Con la libertad como bandera se conforman redes artísticas en la ciudad
Cultura libre:
otra forma de acercarse al arte y al conocimiento
Juan Pablo Ramírez Martínez / [email protected]
Existe un océano de posibilidades en lo referente al acceso y uso de la información que navega
por aguas que para algunos deben ser restringidas mediante la detención de su corriente, mientras
que para otros deben ser libres y de grandes recorridos, por ello utilizan esta premisa para difundir
y defender una filosofía llamada Cultura libre.
Esta iniciativa surge para hacer del término “compartir” un movimiento de masas unidas contra la censura
y la restricción de contenidos. En un principio su aplicabilidad se limitó a Internet, puesto que hay una conexión directa entre la Cultura libre y lo que se conoce
como software libre, es decir, la libertad que tienen los
usuarios para hacer copia, modificación y distribución
de un programa de computación.
Pese a aquella limitación de trabajo para la
web, con el tiempo, la Cultura libre ha adquirido una
consolidación que la posiciona en el panorama internacional que trasciende las pantallas del computador
a las calles y lugares físicos que, en el caso de Medellín, por ejemplo, hoy se da a través de proyectos como
Lo doy porque quiero.
Para Laura Betancur Alarcón, del Semillero de
Comunicación Digital de la Universidad Pontificia Bolivariana, no se puede negar que la filosofía del compartir es una respuesta al copyright o derecho de autor
en Internet, pues “la idea es que como usuarios tengamos las herramientas para cambiar, cooperar, mejorar
o desarrollar proyectos con base en algo ya existente”.
¿un ágora moderna?
Lo doy porque quiero es un proyecto que nació cuando
su creador, Andrés Smith, físico medellinense y profesor
de esta área, vio la necesidad de “darlo todo sin esperar
nada a cambio” y creó un espacio para que todo el que
tuviera conocimiento sobre “algo”, lo compartiera con
otras personas y formar un equipo de aprendizaje.
Así surgieron estas conferencias, con duración
de una hora y media, realizadas en diferentes bares de
la ciudad. “Decidí que quería un bar porque es un lugar para el encuentro. Un lugar donde estamos todos”,
asegura Smith. Las temáticas suelen girar alrededor de
conocimientos sobre teatro, música, cine, literatura,
ciencias sociales y problemas o asuntos coyunturales.
Mauricio Velásquez Hurtado, artista plástico y
profesor de Eafit, es una de las 25 personas que asisten a las sesiones semanales de Lo doy porque quiero.
“Deberíamos tener más espacios así y regresar a esto:
poner una toalla, comer uvas, tomar vino, comer queso y hablar para aprender, como se hacía en el ágora
(…) Si yo sé de algo, ¿cómo podría no socializarlo? Es
importante presentarle a la gente nuevas tesis, nuevas
miradas”, expresa.
asuntos legales
de la Cultura libre
El tema de la Cultura libre abre de nuevo el debate
entre dos intereses: por un lado está el acceso público
a la información y al conocimiento y, por otro, las garantías prestadas a los autores de determinadas obras
o creaciones.
De acuerdo con la abogada Sara Peralta, la propiedad intelectual se divide en derechos de autor y en
propiedad industrial, esta última aplica para tangibles.
De manera que conferencias como Lo doy porque
quiero no son objetos de la propiedad industrial; sin
embargo, sí tienen derechos de autor y es la única forma de protegerlas. Estos, a su vez, se clasifican en dos
vertientes: derechos morales y derechos patrimoniales
de la obra.
Según María Alejandra Echavarría Arcila, abogada, magíster en Propiedad Intelectual de la Universidad Pontificia Bolivariana, los derechos morales no
se pierden nunca, puesto que siempre le serán reconocidos al autor de la obra, mientras que en la Cultura
libre los derechos patrimoniales “sí comienzan a sufrir
cuando el autor no cobra por la publicación de su creación y yo, como usuaria, tengo acceso público a ésta”.
De esta forma no se exigirían las remuneraciones o regalías que contienen los derechos patrimoniales.
Tanto Echavarría Arcila como César Mazo, comunicador audiovisual e investigador en cibercultura,
consideran “una utopía” pensar que todo funciona
a través de una libre cultura y en creación colectiva.
“Son totalmente justificables las medidas para proteger los derechos de creación, porque la filantropía es
ilusoria y más en un mundo como el nuestro”, asegura
la abogada.
El comunicador audiovisual, por su parte, se
pregunta: “¿Hasta dónde hay que compartir para que
sea justa la libertad de contenidos? ¿Los creadores y
artistas pueden vivir de sus capacidades aunque no se
pague por el acceso a sus obras? No lo creo, porque
¿de dónde sacan los recursos?”.
Licencias de creación
colaborativa (CC)
Las licencias Creative Commons (CC) surgen para que
las obras o creaciones intelectuales lleguen fácilmente
al público. Han crecido con la filosofía de Cultura libre,
en la medida en que a través de éstas se contribuye
en la difusión de múltiples obras sin tener que pagar
grandes sumas de dinero y con la opción de modificar
la obra y masificarla luego de aplicarle cambios.
De acuerdo con María Alejandra Echavarría Arcila, las personas que licencian sus obras con Creative
Commons deciden de manera voluntaria qué usos se
le dan a su creación y qué requisitos se deben cumplir (uso, reproducción, comercialización). “Hay ciertos
trámites, pero no tienen la rigurosidad que se encuentra en un contrato de cesión de licencia tradicional”.
La ventaja que destaca Laura Betancur Alarcón
en relación con estas licencias contenidas en copyletf,
es que es un modo más flexible de proteger las obras,
es que sólo son reservados algunos derechos, no todos, como en el caso de copyright.
Por el momento, los resultados son inciertos, lo
que es innegable es que ahora son más los que aprovechan la red para continuar con la propagación de
una filosofía que durante la última década se ha fortalecido y hoy reúne a personajes de todos los ámbitos para compartir y, con ello, aportar a una sociedad
con acceso más fácil a obras que la enriquezca como
colectivo, con las licencias necesarias para aprender y
retroalimentarse a través de la libre cultura.
Ilustración: Thomas Restrepo Cardona, Módulo Imagen Ilustrativa, Diseño Gráfico - UPB
CONTEXTO No. 36
CRÓNICA 15
Abril 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
Yarumalito:
la escuela de la felicidad
Catalina Rodas Quintero / [email protected]
Investigar los hongos es una de las actividades preferidas de los niños. Mientras los buscan para fotografiarlos o dibujarlos, cuentan al profe sus hallazgos.
Foto: Catalina Rodas Quintero.
Una escuela para soñar y sonreír pareciera sacada de la imaginación, pero al
mundo se le voló un loco y apasionado
profesor que quiso romper las estructuras tradicionales y convertir la educación en un juego. De allí que, en la vereda Yarumalito, del corregimiento de San
Antonio de Prado de Medellín, existe la
escuela de la felicidad.
Después de un recorrido de 40
minutos desde el parque de Prado y de
pasar cerca de casas campesinas, granjas porcicultoras, vacas, ojos de poeta y
borracheros, mientras el sol se le va colando a las montañas y pintando el cielo
de naranja, los 20 niños llegan a la escuela en buseta antes de las 7 a.m. para
empezar a construir un conocimiento
autónomo y contextualizado, junto con
Ignacio Lopera González, o mejor Nacho, profe y director de la escuela Yarumalito.
Entre cipreses y el sonido de los
pajaritos se ve una casa multicolor, los
muros de la escuela fueron pintados por
sus habitantes estudiantiles con arcoíris, nubes, flores y animales. Los niños
tienen entre seis y doce años, cursan
desde primero hasta quinto y comparten el mismo salón. La escuela tiene dos
aulas, una para la clase y la otra para el
Museo natural, además de la cocina y la
oficina de Nacho.
Ignacio Lopera González es flaco, con el pelo castaño y los ojos cafés
con bordes entre grises y azules. Es licenciado en Educación Especial de la
Universidad de Antioquia. Al terminar
los estudios se dedicó a la carpintería y
a la colección de juguetes, “pero con la
llegada de la apertura económica, empezaron a llegar juguetes mucho más
bonitos y más baratos, por lo que obviamente la gente dejó de comprar en
mi taller”.
En el 2006 se presentó al Ministerio de Educación para el Concurso de
Méritos y quería que le asignaran una
zona rural para tener más libertad de
expresar sus sueños. Y comenzó a trabajar en Yarumalito, donde “encontré
mi felicidad”. Quería que la educación
tuviera impacto no sólo en los estudiantes, sino que también influyera en
la comunidad, porque cuando llegó a la
vereda se encontró con problemas de
seguridad alimentaria y afectación en
los ecosistemas, debido al monocultivo
de pinos. Según Nacho, la mayoría de
los terrenos de la vereda es propiedad
de Cipreses de Colombia, que otorga
unas casas en comodato, en las que los
campesinos no pueden cultivar porque
dañan la tierra para la industria de madera.
Y su idea de impactar la comunidad se ha logrado. Un ejemplo para
graficar lo dicho está representado
en Alejandra Tobón, estudiante de 11
años, quien empezó sus estudios con
dificultad porque no tenía un acompañamiento, pues su papá trabajaba todo
el día y ni sus hermanos ni su mamá sabían leer, y ahora es la profesora de la
familia. “Yo les estoy enseñando a leer,
ellos ya están aprendiendo a reconocer
las letras, lo que les falta es juntarlas”,
cuenta Alejandra. Este es un caso de orgullo para Nacho, porque asegura que
afianza la solidaridad en la familia.
Aventuras
¡Al salón, al salón!, es la voz de llamado
para hacer el Momento común, que es
un ritual de encuentro al inicio del día.
Los niños cuentan sus historias cotidianas, sus experimentos e investigaciones; se comparte un cuento o se hace
una relajación en el bosque. A lo largo
de la jornada aparecen preguntas de los
niños que son expresión de su curiosidad y espontaneidad:
¿En qué país es que le gusta la música a
las culebras?
¿Por qué nuestro planeta se llama Tierra si tiene más agua?
En Yarumalito se busca que los niños disfruten la educación y reconozcan su
territorio para que cuiden su fauna, su flora, su historia y su comunidad.
Foto: Catalina Rodas Quintero.
Profe, adivine cuántas zanahorias me
comí ayer.
¿En los satélites hay personas?
¿Por qué si Colombia tiene petróleo,
acá venden la gasolina más cara que en
otros países? ¿Cómo los ve pues?
¿Dentro de Marte qué hay?
Profe, si a un astronauta le da diarrea,
¿qué hace?
Nacho puso un video llamado
Del átomo al universo, y cuando el viaje
iba por la Vía Láctea, una niña preguntó:
profe, entonces ¿dónde está mi diosito?
Rata, murciélago, águila, gavilán,
alacrán, cabeza de búho, pájaros, mariposas, cucarrones, marranos bebés,
patas de gallina, patas de erizo, son los
animales o partes de ellos que se encuentran en el Museo natural, ubicado
en estanterías de uno de los salones.
Los estudiantes y las personas de la comunidad llevan a la escuela los animales muertos que se encuentran en los
caminos o en las montañas, con el fin de
conservarlos y hacer un reconocimiento
de las especies del territorio.
La tenia que hay en el museo
es una donación de un estudiante que
entró al baño en la escuela, sin darse
cuenta la expulsó y al verla se alarmó
y comenzó a gritar: “¡Profe, profe, en el
baño hay una culebra!”, Nacho la sacó
del baño, y gracias al formol aún se conserva en uno de los estantes.
También hay otro estante con
nidos de gulungo, de colibrí y de tórtola. Los niños son expertos en el tema y
explican a qué animal pertenece cada
nido, y ciertas características como dónde los encontraron y cuántos pájaros
podrían vivir en ellos.
Una actividad que tienen en la
escuela es la Ecogira, en la que los niños
guían un recorrido por los nacimientos
de agua de la quebrada Doña María y
por los bosques nativos y de pinos. Han
aprendido y explican a los visitantes
que en el primero hay biodiversidad y
cierran los ojos para escuchar el canto
de los pájaros y el sonido del viento.
En el segundo los sonidos son escasos
porque no hay tantos animales y explican el impacto de los monocultivos en
la vereda.
Otro de los proyectos que tienen en Yarumalito es La huerta de la
esperanza. Arriba de la escuela hay un
espacio dedicado a la siembra de especies alimenticias o medicinales y llevan
desde sus casas las plantas que tienen
sembradas sus papás. También construyeron el Álbum ambiental Yarumalito
con fotografías de la fauna y flora de la
vereda, tomadas por los niños con cámaras prestadas por la escuela. A los estudiantes autónomos se les premia con
caramelos para que lo llenen. En este
proceso encontraron una libélula que
no había sido reportada en Colombia.
El objetivo es “reconocer que la
vida sucede allá afuera, para estudiar
la vaca hay que ir a la vaca y no leerla como un concepto de libro”. Como
complemento del álbum, para la generación de conciencia ambiental, está la
campaña de reciclaje llamada Cuidemos
el planeta. Llevan el material inorgánico
de las casas para clasificarlo y venderlo,
“el planeta te lo agradece”, repiten cada
que un niño lleva algún material.
Con estas acciones lo que busca
Nacho es “liberar a los niños de la escuela porque lo que hace es devolverle
al Estado seres aplacados. Yo quiero seres críticos y una educación que transforme la cultura y dignifique la existencia humana; una escuela democrática,
con estudiantes empoderados de su
territorio para que lo defiendan”.
Y a pesar de que defensores de
la educación tradicional ven a Yarumalito como una escuela sin sentido porque
“para qué ir al bosque a buscar hongos
o mariposas”, él cree que la única forma
de transformar esta Colombia es a través de cada niño curioso que quiera investigar, “yo prefiero cuadernos vacíos
pero mentes llenas”.
16 Reportaje gráfico
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013
Cielos en el atardecer
Pablo Andrés Monsalve Mesa
/ [email protected]
Rojos, amarillos, rosados, morados, azules y otras tonalidades despiden el día.
Cuando entra la noche, en las diferentes regiones del mundo, el sol, las nubes y la
atmósfera convierten el cielo en un gran lienzo que, día tras día, se transforma en
una obra de arte que nunca será igual. Estos son atardeceres en Colombia, Brasil,
Bolivia y Perú. Lo mágico es que todos son distintos. Sin embargo, creados por el
mismo sol y el mismo cielo.
Cuando se mira con calma una puesta de sol en el mar, en las montañas, tras un
bosque o desde nuestra propia casa, el alma y la mente se dan un descanso y el ojo
se maravilla con la energía que rodea a la tierra. Detengámonos por cinco minutos
y asombrémonos con una pintura que nunca se repetirá.
Amazonas, Brasil
Amazonas, Perú
La Guajira, Colombia
Salar de Uyuni, Bolivia
El Carmen de Viboral, Colombia
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