Asistencia letrada al condenado a pena privativa de libertad Antonio

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Asistencia letrada al condenado a pena privativa de libertad
Antonio J. OUTEIRIÑO FUENTE
Julio C. PICATOSTE BOBlLLO
Aun conscientes de la riqueza y complejidad de los problemas que el
tema es susceptible de convocar, inabarcables en el limitado propósito de
una comunicación, la oportunidad de este 111Congreso no debe pasar
por alto, cuando menos, un recordatorio o llamada de atención sobre
cuestiones que por su importancia deben ser abordadas o planteadas
abiertamente por cuanto que a su dimensión de estricta técnica jurídica se
sobreponen otras consideraciones relativas a la salvaguarda de derechos
fundamentales que están en juego. Si el artículo 24.2 de la Constitución
dice que todos tienen derecho a la defensa y a la asistencia de letrado, no
hay razón ni limitación legal alguna para restringir tal derecho a solo las
fases de instrucción y plenario; la actividad punitiva del Estado no se
agota en aquellos períodos del procedimiento penal, sino que se extiende
y materializa en la fase de ejecución que, con independencia de las
diferentes tesis doctrinales sobre su naturaleza, no puede dejar de ser
entendida como actividad jurisdiccional en la medida que supone hacer
ejecutar lo juzgado, lo cual viene expresamente comprendido dentro del
ámbito de la potestad jurisdiccional tal como la enuncian los artículos
117.3 de la Constitución y 2.1 de la ley Orgánica del Poder Judicial;
además hay que tener presente que en la ejecución de la pena interviene
la figura del Juez de Vigilancia como órgano jurisdiccional de control y
tutela incardinado en dicha fase. Es claro que no ha de dudarse en admitir
que allí donde hay una actividad jurisdiccional debe quedar garantizado,
con todas sus consecuencias, el principio de defensa. Se trata, por otro
lado, de una actividad que, auxiliada por la administración penitenciaria,
se ejerce sobre una persona en estado de privación de libertad,
circunstancia que, por ello, deberá acuciar el interés en evitar que los
derechos fundamentales no afectados por la sentencia no se vean
menoscabados por la situación carcelaria; en este sentido el texto del
artículo 25.2 de la Constitución es terminante cuando dice que el
condenado a pena de prisión que estuviese cumpliendo la misma gozará
de los derechos. fundamentales de este Capítulo (derechos y libertades),
excepción de los quese vean expresamente limitados por el contenido del
fallo condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria.
El tenor administrativo penitenciario de inevitable presencia, y aun
protagonismo, en el período de cumplimiento de la pena a nadie puede
servir de excusa o coartada para desentenderse de aquellas deficiencias
que afloran al momento de ejecución de penas de prisión cuando resulta
afectada la integridad de los derechos fundamentales, que pueden verse
comprometidos si no se aviva y mantiene la atención sobre las
incidencias de la expresada fase de cumplimiento (la que, por cierto,
desde el punto de vista de los resultados deja incumplida, diríase que
escandalosamente, los logros y fines de reeducación y resinserción que el
artículo 25.2 de la Constitución impone; tan radical apartamiento del
mandanto constitucional, como pone de manifiesto una realidad diaria de
todos conocida, obliga a ser especialmente exigentes y cuidadosos en el
tratamiento de la ejecución penal).
la experiencia permite advertir que una vez ha recaído sentencia
condenatoria el abogado defensor singularmente el que actuó en turno de
oficio da por finalizada su labor y se desentiende ya de toda intervención,
rompe la relación con su cliente y pierde contacto y conocimiento de todo
posterior acontecimiento penitenciario del que fuera su defendido; a partir
de la sentencia el condenado queda abandonado a su suerte
penitenciaria verdaderamente desasistido de asesoramiento y,
seguramente, de toda incitación o invitación a hacer uso de asistencia
letrada en un período durante el cual, sin duda alguna, podrá precisar de
consejo y asesoramiento, tanto en los casos en que le sea dada
audiencia como en las hipótesis de defensa cuando de produzca
conculcación de sus derechos. Aparece, pues, un evidente e injustificado
desequilibrio entre las fases de instrucción y enjuiciamiento que miran al
pronunciamiento de la sentencia, y aquella otra de cumplimiento de la
pena que atiende a la ejecución del fallo; si en aquellas está cubierta la
necesidad de defensa, en esta última se instala la soledad del recluso
frente al sistema penitenciario y trámite ejecutivo de la pena; y no vasta
con aspirar a una sentencia justa, hay que pretender, también, una
«ejecución justa», que es derecho del condenado. Durante la ejecución
de la pena se producen propuestas y decisiones de las autoridades
administrativas, así como resoluciones judiciales de relevancia en la vida
penitenciaria del condenado, a través de las que se desarrolla, en medida
de no poca importancia, un tramo más de la individualización de la pena,
en la que, por consiguiente, actúa la administración penitenciaria y el Juez
de Vigilancia (en ocasiones el Tribunal sentenciador), además de la
presencia del Ministerio Fiscal, pero todo ello con la virtual ausencia de la
intervención de letrado (no promovida por el penado, las más de las
veces, por desconocimiento) quedando así prácticamente yerma una
tarea de asesoramiento y, en su caso, defensade derechos de innegable
trascendencia dado que la pena a lo largo de su desenvolvimiento
ejecutivo va a ir, como se dijo, marcando hitos individualizadores; no se
olvide, en este punto, que la pena no se distingue sólo por su duración,
sino por su mayor o menor contenido punitivo.
Pongamos de manifiesto algunos supuestos donde la asistencia de
Letrado tiene interés para el penado. Uno primero., de especial relieve,
puede sobrevenir como consecuencia de una reforma legislativa del
derecho sustantivo penal que impone la revisión de sentencias para
adaptar la parte dispositiva de las mismas a las consecuencias derivadas
de la nueva configuración de los tipos penales y sus penas, cual ocurrió
en la pasada modificación del Código Penal por Ley Orgánica 8/1983 de
25 de junio; se revisa de oficio, renovándose la anterior actuación
jurisdiccional del Tribunal sentenciador que puede modificar el fallo; la
mera audiencia del condenado no puede suplir -ni debe excluir- la
necesaria asistencia técnica que proporciona la intervención de Letrado
para el caso de que sea indebidamente denegada la revisión de la
sentencia o cuando la actualización del fallo con modificación del
«quantum» de pena se realice con error en perjuicio del penado.
Ya en el terreno propio de la ejecución y en extremos que suelen
considerarse doctrinal mente como de ejecución pura, la intervención del
abogado podría cumplir el objetivo de asistencia y defensa, entre otros,
en los siguientes supuestos:
• Refundición de condena de la regla 2.· del artículo 70 del Código Penal.
• Acumulación de penas previstas en el artículo 59-c del Reglamento
Penitenciario.
• Beneficios penitenciarios que pueden suponer acortamiento de condena,
como la reducción de penas por el trabajo del artículo 100 del Código
Penal.
• Concesión y revocación de la libertad condicional.
En materia de tratamiento habría que hacer referencia, por ejemplo, al
momento de la emisión del informe pronóstico final del artículo 67 de la L.
O. General Penitenciaria o las actuaciones de la administración
penitenciaria relativas a la clasificación, progresión y regresión de grado,
toda vez que en ellas podrían producirse apreciaciones que estuvieran
viciadas de arbitrariedad, frente a las cuales ha de proveerse del
adecuado sistema de asistencia técnica al alcance del penado.
Con mayor obviedad se mencionan aquellos casos en los que existe un
procedimiento sancionador seguido contra el recluso en el que debe
quedar absolutamente proscrito toda posibilidad de indefensión; el artículo
130.1 a) del Reglamento Penitenciario exige que en el pliego de cargos
se ha de hacer constar al interno la posibilidad de asesoramiento durante
la tramitación del expediente y aunque no se hace referencia expresa al
asesoramiento del Letrado, así habrá de interpretarse a la luz del artículo
24 de la Constitución. Obligado es recordar que ya en Sentencia de 3 de
octubre de 1983 el Tribunal Constitucional entendió que cuando la
Administración actúa en uso de la potestad sancionadora ha de reconocer
y cumplir como límites de su actuación el respeto de los derechos de
defensa reconocidos en el artículo 24 antes citado, que son de aplicación
a los procedimientos que la Administración sigue para imposición de
sanciones.
Medidas que se propugnan para garantizar la
efectiva posibilidad de asistencia letrada en la
fase de ejecución penal
1.· Al margen, por supuesto, de los casos en que intervenga el letrado de
libre designación del penado, se propiciará el nombramiento de abogado
de oficio para la asistencia del condenado en lo concerniente a la fase de
cumplimiento de la condena. En este sentido, se debe recabar el interés
de los Colegios Profesionales sobre la cobertura de asesoramiento y
defensa en dicho período y la posibilidad, incluso, del establecimiento de
un turno especial de asistencia al recluso.
2.· Además de hacer constar al penado su derecho a asesoramiento en
los casos concretos en que se instruya contra el mismo expediente
sancionador, deberá ser claramente instruido, con ocasión de iniciar su
nuevo «status» al dar comienzo la ejecución de la pena, del derecho a
contar con asistencia de Letrado para asesoramiento, en general, con
relación a su estado, así como en aquellos trámites en los que le sea
concedida audiencia.
3.· Conveniencia de articular una regulación procedimental, si quiera sea
mínima, referida a la fase de ejecución que complete la actual y exigua
normativa contenida en los artículos 983 y siguientes de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal.
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