LAS BIBLIOTECAS HUMANÍSTICAS, EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y POLÍTICOS DE LOS PUEBLOS Felipe Meneses Tello* Introducción Como punto de partida resulta pertinente señalar que en la infraestructura bibliotecaria de un país existen, en la esfera de las bibliotecas especializadas, instituciones que mantienen servicios bibliográficos científicos y humanísticos. Ambos, sin dudad alguna, representan en cada uno de sus ámbitos de trabajo, importantes apoyos para el almacenamiento, organización y difusión del conocimiento, con el propósito final de coadyuvar en la generación de estudios originales y acrecentar así el cúmulo de escritos y publicaciones en las diferentes áreas del saber. Sin embargo, en el caso del papel que representan las bibliotecas sobre humanidades en la sociedad, al igual que las científicas, no se limita a la producción y crecimiento del conocimiento impreso, sino que los resultados de sus servicios documentales transcienden en ocasiones para propiciar serias transformaciones sociales en determinados contextos. Muestra de estos resultados es el fenómeno conocido como revolución, ya sea social o política. Acorde con esta perspectiva, las bibliotecas humanísticas tienen la función de seleccionar, adquirir, organizar, preservar y diseminar la información de materiales del organismo al que pertenecen. Empero, en el cumplimiento de estas tareas, tanto los grupos de usuarios de las instituciones en donde se hallan las bibliotecas, como los estudiosos foráneos interesados en los acervos que guardan estos recintos culturales, se ven beneficiados para el desarrollo de sus estudios e investigaciones, producto de sus inquietudes e intereses intelectuales. En atención a este principio, debemos reconocer que las unidades documentales de esta índole ocupan un sitio relevante como bibliotecas especializadas. Comento esto porque es común que algunos colegas nacionales y extranjeros, al tratar de estudiar aspectos teóricos sobre éstas, consagran más atención a las del área científica. Prueba es la abundante literatura sobre el tópico, ya se trate de escritos monográficos, estudios en memorias de congresos o artículos de revista. Actualmente en México se encuentran importantes bibliotecas que mantienen y desarrollan colecciones especializadas en los diversos campos humanísticos y sociales, que por su riqueza y calidad de acervos son consideradas como las principales de América Latina. En este rubro destacan aquellas que se hallan en los diferentes institutos y centros de investigaciones de la Coordinación de Humanidades de la UNAM. No obstante, siempre la creación y la apertura de más bibliotecas de esta naturaleza en México y el mundo es un acontecimiento que merece especial atención, pues es un hecho que estas unidades culturales colaboran en la formación espiritual del *Facultad de Filosofía y Letras hombre, y de la sociedad que se encuentra empeñada en indagar, en saber más para dar a conocer a sus semejantes nuevas ideas o enfoques más profundos sobre tópicos candentes de la época o temas supuestamente fuera del interés intelectual general, concernientes a concienciar a colegas y a comunidades amplias para provocar profundas transformaciones en la sociedad. Las bibliotecas en el quehacer de personajes célebres Es cierto que gran parte de la historia la hacen las clases sociales de un pueblo, pero también es verdad que en las páginas de los aconteceres de la humanidad se encuentra una variedad de insignes intelectuales, de preclaros líderes políticos y de ilustres protagonistas revolucionarios que han participado de manera relevante en ciertos periodos de la vida de sus países, y que han contribuido a cambios de fondo a nivel nacional e internacional. En algunas de estas personalidades, estudiando su vida y obra, podemos encontrar que la biblioteca ha representado un papel primordial en la creación de sus tesis y teorías en que fundamentaron su quehacer revolucionario, y abundaron y apoyaron sus producción de escritos destinados para alcanzar sus anhelos de transformación social. Existen innumerables ejemplos en torno a cómo las bibliotecas, en este caso con acervos humanísticos y sociales, han influido en la labor intelectual de importantes personajes. Son también representativas las muestras en el sentido de cómo algunos investigadores han tomado como referencia, parcial o totalmente, el uso de las bibliotecas para estudiar la trayectoria de algunas personalidades ilustres que han participado de manera significativa en el acontecer social de la nación a la que pertenecieron. Asimismo se conocen situaciones de cómo algunos hombres, consagrados a la política principalmente, han encontrado en las bibliotecas humanísticas, como instituciones culturales progresistas que resultan ser en los periodos de intensas luchas ideológicas, un apoyo estratégico para el desarrollo de sus labores de avanzada social. Con el propósito de ilustrar el presente escrito, a continuación se hace alusión a dos grandes individualidades que destacan en este sentido. Vladimir Ilich Uliánov En mi opinión el ejemplo más notable está representado por la figura de Vladimir Ilich Uliánov, mejor conocido en el mundo bajo el seudónimo de Lenin. Más notable por la cantidad de bibliotecas nacionales y extranjeras que utilizó a lo largo de los años de su niñez, de su juventud, de la prisión, de la deportación, del destierro, de la emigración y del periodo de su régimen; así como por el impacto que tuvieron aquellos fondos bibliohemerográficos en la formación, desarrollo y consolidación como intelectual, revolucionario, político y jefe de Estado. Resulta difícil para un escrito de la extensión requerida para un artículo, hacer incluso un resumen sobre los diferentes acervos humanísticos que utilizó Lennin para sus labores, primero como estudiante, después como revolucionario y más tarde como presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Quienes han consultado sus obras completas o leído algunas bibliografías1 sobre aquel hombre originario de la región eslava de Simbrik, habrán podido advertir que la biblioteca particular o familiar nunca le fue suficiente para la realización de su trabajo, como consecuencia siempre optó por acudir a estudiar en diferentes bibliotecas institucionales una gran variedad de fuentes de información o, durante los periodos de restricciones impuestas por el gobierno zarista debido a su conducta subversiva, procuró documentarse a través de su familia y compañeros de lucha que le enviaban por correo el material de estudio que él solicitaba en atención a sus inquietudes ideológicas. Existen obras muy interesantes, tanto en ruso, como en ingles y español, que muestran la labor de Lenin como usuario asiduo de las unidades de información especializadas en el campo de las humanidades. Las antologías que sobre su quehacer como estudioso en las bibliotecas se han publicado, 2 las biografías amplias y detalladas,3 y documentos de diversa naturaleza que se han dado a conocer, como por ejemplo su correspondencia familiar,4 son testimonios que hacen evidente la importancia que tuvieran las bibliotecas humanísticas en el proceso intelectual de Lenin. Al respecto, Lebedinsky, al presentar los métodos de estudio e investigación que el prinicpal líder bolchevique practicaba, señala: Lenin tenía su biblioteca personal y su archivo siempre dispuestos, siempre a mano para todas las notas predispuestas, siempre a mano para todas las notas necesarias, para abordar el trabajo en todas las ramas de sus múltiples actividades. [Pero, además] se trasladaba de un lugar a otro para conseguir bibliografía. Habla del sistema de bibliotecas cantonales suizas, que solicitaban libros a otras bibliotecas. En Rusia, en la cárcel y el destierro, seguía usando las bibliotecas, valiéndose para ello de sus colaboradores. Las bibliotecas le ofrecían catálogos completos y en ellos podía ver el conjunto de lo editado, es decir, que no quedaba librado a los hallazgos ocasionales. Permanentemente clamaba por libros; sin libros no se puede vivir decía siempre. En sus cartas recuerda que en Siberia encontró la biblioteca de un rico comerciante. Además pedía diarios, revistas especializadas, censos y catálogos de libros para comprar.5 Entre las bibliotecas que produjeron un impacto considerable en el trabajo del líder principal de la vieja guardia de la Revolución de Octubre cabe destacar las siguientes: de Rusia las bibliotecas de las universidades de Kazán, Petesburgo y Moscú, la de la Academia de Ciencias, la de la Sociedad Económica Libre (ambas localizadas en San Petesburgo) la del Museo Rumiántsev (centro que en 1925 se transformara en la Biblioteca Estatal de V. I. Lenin), la de la Sociedad Jurídica de Moscú y la de la Academia Socialista de Ciencias Sociales, localizada ésta también en Moscú. En el extranjero destacan: la del Museo Británico, la de la Sociedad de Lectura de Ginebra, la Real de Estocolmo, la Nacional de Francia, la de la Sorbona, la Estatal de Berna y la Cantonal de Zürích, entre muchas otras. Ahí, en esos recintos culturales, Lenin estudió, consultó y analizó una cantidad enorme de conocimientos, los que resultarían ser su principal arma en los combates revolucionario para derrocar al zarismo. Gracias a las unidades de información señaladas, Vladimir Ilich Uliánnov incrementó y pulió su intelecto del que siempre echó mano para apoyar sus escritos y publicaciones. Importantes libros y una fecunda variedad de artículos en revistas y diarios, legales e ilegales, fue el producto generado a través de la visita, cotidiana comúnmente, a esos centros del saber. Todo el cúmulo de estudios publicados por aquel hombre ruso representó la guía fundamental del pueblo exsoviético y de muchas otras sociedades que han deseado el sistema del socialismo como tipo de vida y gobierno. El apoyo que recibió Lenin, a lo largo de su existencia, de los servicios bibliotecarios especializados en el campo humanístico y social se refleja indudablemente en la producción intelectual que legó al mundo. En atención a esta premisa resulta interesante y digno evocar que los precursores (Herzen, Bakunin, Bogdánov, Axelrod, Plejánov, entre otros),6 contemporáneos y continuadores (Lunacharski, Krúpskaya, Trotsky, etc)7 de Lenin fueron excelentes lectores y hacedores de material impreso en diversas modalidades y, como consecuencia, asiduos usuarios de bibliotecas de diversa naturaleza, en especial de aquéllas con acervos humanistas y sociales. Asimismo no hay que olvidar el ejemplar trabajo intelectual que desarrollaron Marx y Engels, pensadores fundamentales que influyeron en el quehacer de Lenin y en sus compañeros de lucha, leamos: Marx [...] sabía a Goethe de memoría, leía a Esquilo en el original, cuya admiración por Shakespeare era ilimitada, leía dos otres novelas al mismo tiempo y buscaba refugio en el álgebra como otros en los crucigramas, y hasta escribió un “Calculo infinitesimal”. “Soy una máquina condenada a devorar libros”, escribía a su hija Laura en 1868. Marx y el marxismo son creaciones de una Intelligentsia académica que frecuenta las bibliotecas ramonea por las librerías, diarios, periódicos, editoriales, y hasta escuela de partido, cuyos cuadros y cultura constituyen una densa infraestructura en cuyo centro está la universidad [...].8 Acorde con lo anterior, es posible señalar que una de las características que hay que admirar y elogiar de Lenin y sus seguidores que eran unos verdaderos aficionados al uso de las colecciones bibliográficas humanistas, por esto se afirma que: [...] los viejos bolchevisques estaban constituidos en su abrumadora mayoría, por intelectuales que [...] viajaban mucho y leían y escribían intensamente. El miembro medio del temprano Politburó, indudablemente, escribía más libros que el profesor de economía medio. Hasta Stalin escribió varios libros, que cuidó de que tuvieran muchos lectores. Los primeros bolcheviques estaban dominados por intelectuales que, evidentemente, creían en la regla: “publicar o perecer”.9 Hace 124 años (1870) que nació Vladimir Ilich Uliánov y hace 70 años (1924) que dejó de existir. Sin duda que es uno de los personajes que más han influido en el curso de la historia contemporánea, por tal motivo, acorde o no con las ideas que legó a la humanidad, su labor en el ámbito de las bibliotecas humanísticas no puede ser ignorada, pues es un pasaje importante en la vida de un hombre que ha dejado hondas huelas en las páginas de la historia. A Lenin no lo debemos considerar como un mito ideológico o como un horizonte político que se fue con el acontecer de su tiempo. Lo debemos tener presente como hombre culto y fuerza moral para tomarlo como un usuario ejemplar de las bibliotecas humanísticas. José Vasconcelos En México se identifica a José Vasconcelos como un hombre que desde edad temprana entra en estrecha relación con el mundo de la letra impresa. Se tiene noticia que de su madre recibía libros como regalo; en vez de la ropa que recibían sus hermanas también en calidad de obsequio. De esta manera, a través de la línea materna, Vasconcelos se inició en el ambiente del libro, pues además de aquellos presentes bibliográficos, tenía la oportunidad de acudir constantemente a la pequeña biblioteca humanística que se poseía su madre. Esta experiencia hace que en su obra Ulises Criollo manifieste lo siguiente: [...] recapacitaba una noche sobre mi saber y al consumar el recuento de los libros leídos pensaba: ningún niño [...] ha leído tanto como yo. Tal vez entre los niños de la capital habría alguno que hubiese leído igual, pero de todas maneras era evidente que estaba yo llamado a manejar ideas. Sería uno al que se consulta y se sigue.10 La lectura de obras humanísticas que practicó Vasconcelos desde su infancia fue un placer que fortaleció su espíritu y lo preparó e indujo para el liderazgo.11 Fue lo que le permitió, como él lo reconociera, ser lo que fue, un hombre culto que siempre estuvo en contacto con las bibliotecas. Son diversas las remembranzas que hace Vasconcelos en sus escritos sobre aquellos del conocimiento que utilizó en el norte del país, en donde le tocó vivir parte de sus primeros años. Empero, durante su estadía en Campeche, la Biblioteca del Instituto Campechano fue la que le dejó muy gratos recuerdos y amplias satisfacciones intelectuales, y la que habría de dejar profunda huella en el quehacer y pensamiento de aquel hombre que se empeño en mejorar la educación y la calidad del servicio bibliotecario nacional,12 para éste último inspirado en las medidas tomadas por Antonio Lunacharski, Comisario de Instrucción Pública, y Vladimir Ilich Uliánov en la Unión Soviética a favor del acceso del pueblo a los bienes culturales.13 Al referirse Vasconcelos a la biblioteca de aquel instituto, apuntó: El santuario del Instituto era la biblioteca. Entraba en ella con emoción parecida a la que me producían las iglesias [...] El derecho de usar aquella biblioteca fue para mí don mayor que el de asistir a clases. Nunca había tenido a mi alcance tal cantidad de libros. Los leía con la avidez del que va adquiriendo un viciio que subyuga.14 Se podría continuar con el análisis de varios testimonios que el propio Vasconcelos escribió en sus obras autobiografías15 sobre el uso de varias bibliotecas, pero se prolongaría demasiado este trabajo y no es la intención reiterar lo que algunos de los colegas citados ya han escrito magistralmente en torno de esta figura nacional. Por tal motivo, antes de terminar con el ejemplo de este pensador, cabe mencionar que cuatro fueron las bibliotecas que más influyeron en el desarrollo intelectual de aquel hombre: la del Instituto Campechano, la de la Preparatoria Nacional, la Nacional de México y la del Congreso de los Estados Unidos.16 Si bien no son especializadas en el campo de las humanidades, para ese entonces ya contenían ricas colecciones sobre los diferentes campos humanísticos y sociales. Las bibliotecas en los cambios sociales Atendiendo a los diversos pasajes de la historia universal se puede afirmar que las bibliotecas con acervos sociohumanísticos han sido escenarios importantes durante periodos de severas crisis sociales o de progresos sustanciales en diversos lugares del planeta. Es decir, en ocasiones han sido fieles aliadas de los grandes pensadores, como se ha manifestado anteriormente; y otras veces, y como consecuencia de lo señalado, han contribuido a la gestación, desarrollo y consolidación de grandes movimientos sociopolíticos, entre los que destacan los violentos cambios de gobierno a los que comúnmente se les llama revolución, fenómeno que representa, en ciertos casos, grandes esfuerzos del libre espíritu humano. Brinton17 en su obra intitulada Anatomía de la revolución distingue a grandes rasgos dos tipos de revoluciones: 1. Las que se realizan en nombre de la libertad, fraternidad e igualdad (por ejemplo la francesa, 1789; la rusa, 1917 y la mexicana, 1910) y 2. Las que se hacen con el fin de imponer autoridad, disciplina y poder (por ejemplo en España, 1936; Alemania, 1933; Chile 1973). A las del primer tipo se les puede denominar revoluciones sociales y, a las del segundo, revoluciones políticas. Gouldner por su parte las clasifica como: 1. Las desarrolladas con éxito y 2. Las que han sido un fracaso. Para este autor, las características de las primeras son cuando: a se logra que el viejo aparato estatal sea destruido y b se produce una importante transferencia de la propiedad; para este estudioso, ambos tipos de revoluciones pueden ser burguesas o proletarias; las primeras son aquéllas cuando benefician a la clase burguesa, media o adinerada, es decir, ponen a su disposición más medios de producción; las proletarias son cuando la transferencia de la propiedad adopta la forma de una colectivización de la propiedad privada manejada por el Estado.18 Uno de los teóricos sobre este problema, de nombre Drabkin, manifiesta que “el concepto de revolución social no es aplicable en el proceso revolucionario en su conjunto”.19 Acorde a la literatura con relación a este tema, se puede decir que los expertos sobre la teoría de las revoluciones quizás nunca lograrán publicar escritos definitivos, en virtud de que aún están en proceso algunas conmociones sociales y otras, posiblemente, estén por producirse. Por lo tanto, intentar hacer una clasificación de movimientos sociales de este carácter, implica una profunda reflexión, tomando como referencia el conocimiento de las múltiples experiencias revolucionaras, con el fin de hacer nuevas interpretaciones y generalizaciones, pues las condiciones históricas en que se desarrollan siempre son diferentes. Para propósito del presente estudio, es suficiente la clasificación general de Brinton. Es decir, por un lado, hay revoluciones liberales y democráticas y, por otro, autoritarias, reaccionarias y conservadoras. Ambas clases de revoluciones, según nos muestra la historia, han impuesto serias pruebas a las bibliotecas humanísticas institucionales y particulares. En el caso de los cambios sociales modernos, destinados a establecer un tipo de gobierno de carácter liberal, los grupos de presión, esto es, ciudadanos organizados en sociedades de diversa índole con propósitos especiales para conseguir sus fines de cambio, comúnmente están integrados por intelectuales inconformes, que disienten y que adoptan actitudes críticas frente a las situaciones que vive la sociedad a la que pertenecen. Son estos hombres los que asumen el compromiso de atacar con rigor, a través de profundos estudios y escritos que publican en medios legales o ilegales, el aparato gubernamental, con el anhelo de generar una completa transformación social; y para que produzcan una amplia y acertada literatura acorde a sus intereses es menester que lean y analicen una gran variedad de fuentes impresas sobre asuntos políticos, económicos, sociológicos, históricos y filosóficos, entre otros. Indagando las tareas a las que se consagró la inteligencia prerrevolucionaria francesa, rusa, cubana y mexicana en sus respectivos contextos históricos, se detecta que escribir, publicar, enseñar, propagar y agitar fueron los quehaceres comunes. Recurriendo nuevamente a las reflexiones de Brinton que al respecto apunta: Observamos que en nuestras sociedades prerrevolucionarias los diversos descontentos, las dificultades específicas motivadas por las condiciones económicas, sociales y políticas [...] van invariablemente acompañadas por una abundancia de escritos y discursos acerca de ideales de un mundo mejor [...] Descubrimos que las ideas constituyen siempre una parte de la situación prerrevolucionaria [...] Sin ideas no hay revolución.20 Para abundar un poco más, resulta pertinente citar nuevamente a Gouldner para extraer de su obra la opinión siguiente: El modo fundamental de influencia usado por la Nueva Clase [La intelectualidad] y característico de ella es la comunicación: escribir y hablar. [...] La Nueva Clase obtiene lo que desea, pues, principalmente por la retórica, por la persuasión y la argumentación, mediante la publicación y el diálogo. Por consiguiente, los intereses políticos y económicos de la Nueva Clase dependen de su permanente acceso a los medio de comunicación, [las bibliotecas por ejemplo], particularmente los medios de comunicación de masas [las colecciones hemerográficas principalmente], y institucionales que protegen su derecho a publicar y hablar. de las libertades 21 Acorde con lo anterior, se puede deducir que los intelectuales que tienden a ser líderes, rebeldes o de otra naturaleza, necesitan manejar gran cantidad de información para la generación de ideas que plasmen en escritos destinados a su publicación, y toda esa magna labor forzosamente requiere del apoyo de las bibliotecas humanísticas. En la situación de las transformaciones sociales, tendientes a imponer un régimen autoritario y reaccionario, resultado de un golpe de estado por ejemplo, resulta necesario recordar que en ciertos periodos las bibliotecas humanísticas, por la naturaleza de sus colecciones, han sido víctimas de la barbarie de algunos gobiernos, fascistas principalmente. En este sentido se puede manifestar que esta clase de dictaduras sienten un intenso temor por estas fuentes de información. Las experiencias vividas en Alemania en tiempos del poder de Adolfo Hitler y en Chile durante el gobierno de la Junta Militar presidida por Augusto Pinochet, nos debe poner en estado de alerta a todos los interesados por este tipo de sitios culturales, para prevenir eventualidades que nadie puede asegurar nunca se repetirán en algún rincón del planeta. La devastación de bibliotecas humanísticas en países que les ha tocado el infortunio de enfrentar situaciones de rigurosa represión e intensa destrucción, como los mencionados, muestra la fuerza y la capacidad que tienen en determinados contextos históricos estos centros bibliográficos en la transformación social de los pueblos. Acontecimientos como el de Chile, después del golpe de estado perpetrado el 11 de septiembre de 1973, se han debido a que las bibliotecas humanísticas como recintos destinados a preservar acervos de gran versatilidad de pensamientos políticos, han tendido a ser los lugares idóneos en donde algunos estudiosos de prestigio y de talla internacional, que han pugnado por la liberación de sus pueblos, ya sea por la vía pacífica o armada, han logrado sistematizar sus reflexiones de fondo para crear literatura legal o ilegal, con el fin, por un lado, de enfrentar y dar batalla a los grupos opositores y, por otro, de atraer y ganar a nuevos militantes para intensificar sus campañas revolucionarias de agitación y propaganda o, si es el caso, iniciar el derrocamiento de la dictadura correspondiente. Se distinguen cuatro fases en que las bibliotecas humanísticas participan y colaboran en los sucesos en que ciertos grupos de intelectuales con virtudes políticas y revolucionarias pugnan por cambios sociales de diversa naturaleza. La primera es aquélla cuando este tipo de centros bibliográficos coadyuvan en la formación, académica o autodidacta, de los futuros líderes. La siguiente fase es cuando, a través de sus servicios, apoyan los estudios y análisis, para ser publicados, de los líderes ya consolidados o listos para entablar la lucha destinada a provocar los cambios. La fase tercera es cuando se encuentra el proceso de cambio; en las situaciones de destitución del sistema de gobierno, es cuando, por la censura y la represión que practica el régimen en turno, se corre el riesgo de que sean destruidos parcial o totalmente esta clase de instituciones culturales. La última fase es la de apoyar, en caso de haber triunfado la revolución, el desarrollo de los ideales sociales y políticos por lo que se combatió, incrementado los acervos y mejorando los servicios, tal y como sucedió en la antigua Unión Soviética. La historia nos enseña que en algunas pugnas sociales estas bibliotecas han logrado pasar la prueba de las cuatro etapas señaladas; en otras ocasiones han llegado hasta la segunda o tercera. Ejemplos de estas transformaciones sociales completas en que han coadyuvado las bibliotecas humanísticas los encontramos en países en donde se han originado las principales revoluciones del presente siglo: la ex Unión Soviética (1917), la República Popular de China (1949), la República de Cuba (1959), Mozambique (1975) y Nicaragua (1979). Procesos inacabados son los de Chile (1973) tras el derrocamientos de Salvador Allende y, en Centroamérica, El Salvador (1991) con los acuerdos de paz entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno de Alfredo Cristiani. Para los líderes intelectuales que han participado en las diferentes empresa revolucionarias o en los diversos frentes de liberación en el mundo, las bibliotecas han sido el centro de abastecimiento de ideas, por lo tanto, valga la comparación, han representado una de las principales trincheras de lucha,22 pues es ahí donde se nutre la inteligencia para planificar, organizar, coordinar, dirigir y producir sus escritos que coadyuvan a la agitación y propaganda, tareas fundamentales para distribuir la información relativa a orientar las actividades de los militantes y emprender la futura campaña insurgente. Los intelectuales como usuarios de las bibliotecas humanísticas En atención al papel que desempeñan los pensadores sociales en el desarrollo de sus naciones, éstos, como usuarios de as bibliotecas humanísticas, deben ser atendidos por el personal de estas organizaciones culturales de manera especial, ya que se trata de un tipo de estudiosos excepcionales que se encuentran empeñados en construir el conocimiento necesario para formular y originar cambios sociopolíticos profundos. La atención especial hacia esta clase de generadores de ideas progresistas, se justifica plenamente por el nivel de reflexión que mantienen constantemente y por la pugna que llevan a cabo para mejorar las condiciones de las mayorías sociales. Desde esta perspectiva, el conocimiento social que se almacena y organiza en las bibliotecas especializadas en el campo de las humanidades es, como opina Coradi, experto en sociología del conocimiento, “un instrumento para alcanzar la libertad individual y colectiva”.23 Esto es, el valor social de los contenidos de los acervos bibliográficos humanísticos tienen la capacidad de coadyuvar al planteamiento de nuevas estrategias del comportamiento humano 24 que origine un nuevo orden nacional e internacional. Se puede afirmar entonces que los cambios y acciones de fondo en el marco social y político se apoyan, en gran medida, en el conocimiento derivado de las abstracciones de la intelectualidad que acude a las bibliotecas humanísticas. Por esto, este tipo de centros son indispensables en la labor de las grandes personalidades e imprescindibles para el impulso de las corrientes epistemológicas sociales que desarrollan los usuarios asiduos al estudio y análisis de las colecciones bibliográficas sobre ciencias sociales y humanidades. Se dice que el intelectual “se siente feliz entre las ideas, le gusta detenerse en ellas, comentarlas, preocuparse por las mismas, destruirlas para luego volver a construirlas, jugar con ellas, vivir y morir por las mismas”.25 y este complejo proceso requiere forzosamente del uso constante de los materiales documentales que conservan las bibliotecas sobre humanidades. Es cierto que los grandes pensadores tienen en sus hogares sus propias colecciones bibliográficas,26 pero esto no impide que acudan, por diversas circunstancias, a las unidades de información bibliográfica pertenecientes a organismos de diferente naturaleza. Mills, como intelectual, opina: “tenemos la misión de indagar continuamente “,27 y esta actividad virtuosa, propia de los generadores de ideas, los induce a convertirse en usuarios constantes de los servicios bibliotecarios especializados en las áreas del saber de su interés. De esta manera las bibliotecas se hacen indispensables como fuentes de investigación para el desarrollo del quehacer de los diversos tipos de intelectuales: revolucionarios, políticos, académicos, etcétera. La biblioteca humanística tiene entonces la misión de atender con especial énfasis al intelecto humano que integra y desarrolla el discurso de la razón y la indagación, la sensibilidad e ingenio para crear y construir un mundo mejor. Es decir, el bibliotecólogo tiene el deber de brindar servicios de excelencia a los usuarios que presentan de raciocinio extraordinario, una pericia brillante de investigación y una habilidad sobresaliente de esclarecimiento. Así, las bibliotecas de este género en el ámbito de las ideas de los pueblos seguirán colaborando como uno de los principales recintos institucionales que coadyuven a no propiciar el anti-intelectualismo entre los estudios, entendiéndose este fenómeno como el resultado de la falta de información y conocimiento sobre los aspectos sociopolíticos que se desarrollan en los diferentes sectores de la sociedad.28 esto podría considerarse como una de las grandes responsabilidades de las unidades bibliográficas con colecciones humanísticas y uno de los objetivos de trabajo del “bibliotecólogo político”. Para impedir dicho fenómeno, es indispensable tener presente los sucesos más representativos para considerarlos en el desarrollo de colecciones y ubicar con precisión quiénes son los usuarios intelectuales con virtudes de líderes políticos y revolucionarios. Los servicios de esta bibliotecas deberán ofrecerse oportunamente para aquellos usuarios que tienen como tarea el hacer del conocimiento impreso más saber oral y escrito, pues como dice Zaid, “la crítica letrada es obra de una minoría que tiene algún poder: cuando menos el de escribir y dar a conocer sus escritos”.29 Desde otro punto de vista, los bibliotecólogos con espíritu democrático que están al frente de los recintos bibliográficos humanísticos tienen la responsabilidad de brindar la mejor de sus servicios a la intelectualidad que participa activamente en el desarrollo de la conciencia sociopolítica de su nación, motivados fundamentalmente por el principio de que los intelectuales son la voz de los sin-voz,30 es decir, el pueblo, el cual comúnmente sufre de una desinformación crónica y como consecuencia una precaria intervención en el proceso de la organización del conocimiento teórico indispensable para generar críticas de fondo y denuncias que den forma sistemática a una estrategia de lucha tendiente a producir transformaciones sociales. Desde esta panorámica, el trabajo bibliotecario humanístico exige dedicación, disciplina y responsabilidad militantes, pues se encarga de documentar las funciones del intelectual en la ejecución del consenso con los grupos sociales no dirigentes. En suma, la importancia del acervo epistemológico que seleccionan, adquieren, organizan, conservan y difunden las bibliotecas humanísticas radica, durante las diferentes fases de cambios sociales, en: [...] ligar la lucha revolucionaria con un nuevo y más alto nivel de reflexión teórica. Este esfuerzo es muy importante en nuestros países ya que observamos el fracaso de muchas experiencias liberadoras por la insuficiencia del conocimiento teórico y por el empirismo ciego con que dichas experiencias han sido y son conducidas. [...] sin teoría revolucionaria no [debería] haber movimiento revolucionario.31 Sin duda que el indispensable conocimiento teórico sociopolítico es menester buscarlo, para moldearlo cuantas veces sea necesario a través del trabajo de los intelectuales, en las estanterías de las bibliotecas humanísticas. Por esto cuando se comenta que “lograr la revolución exige no solamente desearla sino plantearla con inteligencia; [pues] no se puede ser únicamente pasional sino también lúcido”,32 es menester acudir al reconocimiento que representan estas instituciones bibliotecarias especializadas en el ámbito de la sociedad, principalmente en el trabajo que realizan los intelectuales empeñados en alcanzar transformaciones sociales de fondo. En el mismo orden de ideas, los intelectuales acomodan el futuro al pasado y reproducen el pasado en el futuro, abstracción permitida por el profundo amor a los libros33 y por el respetuoso, sistemático y frecuente uso de los servicios bibliotecarios institucionales y acervos bibliográficos particulares propios o de amigos sobre ciencias sociales y humanidades, que ofrecen la materia prima más preciada por estos hombres: el conocimiento impreso en diversos soportes de información documental. La gran gama de contenidos temáticos, el enorme cúmulo de reflexiones individuales y colectivas que guardan esta naturaleza de bibliotecas, así como la eficacia de los servicios y, en ocasiones, la comodidad de los recintos es lo que atrae, paralelamente por las necesidades y hábitos de estudio e investigación, a la inteligencia más preclara de los pueblos a utilizar estas unidades de servicio documental especializado. El complejo trabajo de la intelectualidad de hacer de la evidencia y de la práctica cotidiana, conocimiento teórico, con el fin de producir disertaciones críticas, emancipadoras, hermenéuticas, alinadoras y políticas que ayuden al alcance de sus ideales, requiere necesariamente de la participación activa y del apoyo profesional de los bibliotecólogos que están al frente de los diversos centros bibliográficos humanísticos. Esta participación deber estar motivada por el hecho de que es el intelectual el tipo de usuario que más provecho adquiere de éstos, y por el beneficio cultural, social y político que hereda, a través de sus ideas y escritos, a su nación y a la humanidad. Conclusión Las bibliotecas que albergan colecciones humanísticas cumplen la misión de concienciar el espíritu del hombre y prestan un servicio estimable en las diferentes etapas por las que atraviesan los diversos y complejos procesos de revoluciones y reformas sociales, provocados por excepcionales estudiosos que preparan su intelecto a través del análisis y consulta de las fuentes de información, y que anhelan alcanzar el triunfo de sus principios ideológicos para los que se preparan tenazmente durante toda su vida. Desde esta perspectiva, las unidades documentales que se nutren con materiales del área de humanidades son uno de los principales espacios de los intelectuales con cualidades de caudillos, que se preocupan por mantener el liderazgo en todo lo que concierne al ámbito sociopolítico que les rodea. Estas bibliotecas, como expresiones culturales, sin duda continuarán participando en la formación de la conciencia social del hombre con virtudes de intelectual, líder y revolucionario. Así, gracias a estos centros bibliográficos, eminentes personalidades seguirán preparándose para legar a la humanidad más escritos y publicaciones, reflejo de sus ideas y aspiraciones. Es decir, las bibliotecas de esta índole continuarán siendo escenarios y protagonistas en los idearios seculares de lucha, consagrados a fomentar la justicia, la libertad y la igualdad, por ende, también a la formación de un orden mundial más equilibrado. Aunque algunas revoluciones, quizás las más legendarias, han fracasado, estas derrotas no indican de ningún modo que ya no brotarán más movimientos similares, pues mientras existan dictaduras militares y regímenes incapaces de establecer una verdadera democracia, siempre existirá la posibilidad de que se creen nuevos movimientos sociales, armados o pacíficos, pero ambos con el firme propósito de crear un nuevo orden mundial. En este sentido, los intelectuales continuarán formándose, entre los muros de estas bibliotecas, para tratar de asumir el papel de caudillos y dirigir las transformaciones sociales que consideren necesarias en su entorno. Si Trotsky consideró en su teoría social a los bibliotecarios como soldados de la revolución,34 desde un punto de vista particular, las bibliotecas especializadas en el campo de las humanidades son, además de trincheras de lucha, recintos en donde se preparan los cerebros destinados a ser los líderes revolucionarios responsables de efectuar las transformaciones sociales. Desde este punto de vista, los libros y los demás materiales documentales son las armas de diverso calibre que los bibliotecólogos y personal auxiliar deben manejar con habilidad para ponerlos a disposición en el momento oportuno y así colaborar en los cambios que la sociedad demande por sus principios y anhelos democráticos, encabezados y representados por la intelectualidad. NOTAS 1 Walter, Gérard, Lenin, Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1975,488 p. Quizá esta bibliografía sea una de las más representativas, escritas y publicadas fueras de la ex Unión Soviética. 2 En ruso destaca la obra: V. I. Lenin, bibliotiechnoine dielo [V. I. Lenin y el asunto bibliotecario], Moskva, Izdadielstvo Knizhnaya Palata, 1987,655 p. En inglés: Lenin and library organization, Moscow, Progress Publisher, 1983, 126 p. 3 Véase por ejemplo: Shub, David, Lenin, Madrid, Alianza Editorial, 1966, 2 vols.; Weber, Hermann, Lenin, Barcelona, Salvat, 1986, 177 p. 4 Lenin: correspondencia privada, Barcelona: Editorial Fontamara, 1975, 351 p. 5 Lebedinsky, Mauricio, Notas sobre la metodología del estudio y la investigación, México, Editorial Cartago, 1985, p. 80. 6 Lane, David, Las raíces del comunismo ruso: un estudio histórico de la socialdemocracia rusa 1898-1907, México, siglo XXI, 1977, 270 p.; Berlín, Isaiah, Pensadores rusos, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 174-228. 7 Fitzpatric, Sheila, Lunacharski y la organización soviética de la educación y las artes (19171921), México, Siglo XXI, 1977, 400 p.; Kunestskaya, L.; C. Mashtkova, Krúpsakaya, Moscú, Editorial Progreso, 1979, 412 p.; Deutscher, Isaac, Trotsky, obra en tres volúmenes. El profeta armado 1987, 491 p.; El profeta desarmado 1989, 442 p.; El profeta desterrado 1988, 485 p., México, Editorial Era. 8 Gouldner, Alvin W., El futuro de los intelectuales y el ascenso de la nueva clase, Madrid, Alianza Editorial, 1985, p. 82. 9 Ibid., pp. 78-79. 10 Vasconcelos, José, Ulises criollo, México, Promesa, 1979, p. 33. 11 Rodríguez, Adolfo, “José Vasconcelos y las bibliotecas: pensamiento y acción”, en José Vasconcelos: de su vida y obra, textos selectos de Jornadas Vasconcelianas de 1982, México, UNAM, 1984, pp. 200-211. 12 Véase en especial: Sametz de Walerstein, Linda, Vasconcelos el hombre del libro: la época de oro de las bibliotecas, México, UNAM, 1991, 227 p. 13 Fell, Claude, “La multiplicación de bibliotecas”, en José Vasconcelos los años del águila (1920-1925): educación, cultura e iberoaméricanismo en el México posrevolucionario, México, UNAM, 1989, PP. 512-521. 14 Vasconcelos, José, op. Cit., p. 77. 15 Las obras autobiográficas son: el Ulises criollo, que se refiere a su niñez, educación y primeras actividades políticas; La tormenta, que comprende los años revolucionario; El desastre que abarca la etapa como secretario de Educación Pública; y El preconsulado, relato de su campaña presidencial del año de 1929 y de sus subsecuentes exilios. 16 Rodríguez, A., op. Cit., p. 203. 17 Brinton, Crane, Anatomía de la revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 8. 18 Gouldner, Alvin W., op. cit., p. 25. 19 Brabkin, J. S., Las revoluciones sociales, México, Ediciones de Cultura Popular, 1980, p. 19. 20 Brinton, Crane, op. cit., pp. 58-59. 21 Gouldner, Alvin W., op. cit., pp. 90-91. 22 Machel, Samora, “Hacer de la información destacamento avanzado de la lucha de clases en la revolución”, en Comunicación y transición al socialismo: el caso de Mozambique, México, Ediciones Era, 1981, pp. 133-145. 23 Corradi, Juan E., “Sobre conciencia y poder moderno”, Los intelectuales y el poder, México, Secretaría de Educación Pública, 1972, pp. 166-189. 24 Fernández Santana, Isabel, “La información científica en ciencias sociales”, Ciencias de la Información, vol. 23, no. 3, sept. 1992, pp. 167-178. 25 Schlesinger, Arthur, “El intelectual y la sociedad norteaméricana”, op. cit., en ref. 23, pp. 30-35. 26 Véase por ejemplo: Casas-bibliotecas de mexicanos (bibliotecas privadas), México, UNAM, Gobierno del Estado de Guerrero, 1992, 151 p.; Biblioteca personal: 51 escritores, Javier Aranda Luna, compilador, México, Cal y Arena, 1989, 126 p. 27 Mills, Wrigth, “La responsabilidad política de los intelectuales”, op. cit., en ref. 23, pp 30-35. 28 Careaga, Gabriel, “Los nuevos inquisidores y el poder”, op. cit., en ref. 23, pp. 120-206. 29 Zaid, Gabriel, De los libros al poder, México, Grijalbo, 1988, p. 16. 30 Gómez Hinojosa, José Francisco, Intelectuales y pueblo: acercamiento a la luz de Antonio Gramsci, San José, Costa Rica, DEI, 1989, p. 239. 31 Arriarán, Samuel, “La filosofía política de Adolfo Sánchez Vázquez”, Cincuenta años de exilio español en México, México, Embajada de España, 1991, p. 143. 32 Gómez Hinojosa, José F., op. cit., p. 183. 33 Gouldner, Alvin W., op. cit., p. 71. 34 Baker, William and Jitka Hurych “Trotsky´s vision of librarians”, en American Libraries, vol. 22, no. 11, dic. 1991, pp. 1030-1032.