Los últimos días de la URSS

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Los últimos días de la URSS
Pedro Brieger
INTRODUCCION
Cualquier lector de diarios o revistas soviéticas anteriores a 1985 encontraba desplegado
ante sí un panorama extraordinariamente alentador: el nivel de vida no dejaba de
aumentar, superando,
incluso, al de los países capitalistas desarrollados; el bienestar abarcaba a todas las clases
sociales, y nunca faltaba la sonrisa de una mujer para corroborarlo. Hoy en día ocurre todo
lo contrario. Los medios masivos de comunicación no cesan de descubrir pobreza, hospitales
en pésimas condiciones, vidrieras vacías, trenes que no funcionan, represión. Parecería que
los años de apología del sistema soviético deberían ser exorcizados una y otra vez. Todos
critican. Al visitante del Museo de la Revolución, en Leningrado, la guía le contará que la
culpa de todos los males que aquejan a la sociedad soviética es de los bolcheviques. Cinco
años antes, la misma guía no hubiera ahorrado alabanzas al comunismo.
La soviética es, en la actualidad, una de las sociedades más efervescentes. La
gente quiere discutirlo todo. Hay 75 años de historia, de vida, para repensar. Los archivos se
revisan y existe un afán desmesurado por conocer los detalles de las acciones de cada
gobierno, a partir de 1917. Los soviéticos quieren saber qué se discutió en aquel momento,
qué propuestas alternativas existieron y, muy especialmente, quiénes fueron los opositores
al stalinismo.
La gente está ávida por escribir su propia historia. Desde el comienzo de la perestroika
y la glasnost, las secciones del correo de lectores de todos los diarios se ven desbordadas
por decenas de miles de cartas; la población quiere opinar y critica abiertamente al partido y
a sus funcionarios, denuncia la corrupción, la mafia, la
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pobreza. Como prácticamente no existe familia que no haya sido afectada por el terror
stalinista, éste es uno de los temas “favoritos” en la prensa. Los hijos y nietos de
desaparecidos o fusilados en las décadas del veinte y del treinta, continúan —¡cincuenta
años después!— su campaña por la rehabilitación del buen nombre y los ideales de sus
familiares. Los sobrevivientes de los campos de concentración de Stalin se reúnen para
asentar en la memoria colectiva su trágica experiencia personal. Se trata de personas
mayores que, pese al sufrimiento, se movilizan para que la sociedad en su conjunto no
olvide. El semanario NOVEDADES DE Moscú dedica páginas enteras a la discusión de la
propia historia. La ‘irreverencia” en la crítica no tiene límites, y pocos gobiernos en el mundo
se ven tan hostigados por los medios de comunicación como el soviético de hoy.
Nuestro objetivo es contribuir a la comprensión de un proceso que dejará su sello
en el siglo XXI que comienza, tal como la Revolución de 1917 marcó al siglo XX. Una vez
más, los acontecimientos en la Unión Soviética, o Rusia, influyen sobre el devenir de la
humanidad. Toda revolución tiene diferentes interpretaciones políticas, analíticas, históricas,
filosóficas, morales y éticas. Toda interpretación depende del lugar y del momento en que se
realiza.
Para comprender la mentalidad que los dirigentes y el pueblo soviético se han forjado en
estos últimos noventa años, hemos estudiado su propia visión del mundo. Lo hemos
realizado como docentes de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, en
el seminario ‘Teorías sobre la transición al socialismo”, dirigido por el profesor Emilio
Cafassi. En nuestras investigaciones, hemos revisado los escritos de los fundadores del
marxismo, Marx y Engels; de los líderes de la revolución de 1917, Lenin, Trotsky, Stalin,
Alejandra Kollontai, Bujarin y otros, y de aquellos que —desde el mismo campo
ideológico— criticaron las medidas adoptadas desde octubre de 1917, en especial los de
Rosa Luxemburgo y Karl Kautsky. Además, es imposible comprender la historia de esos
años sin tomar en cuenta la amplia bibliografía historiográfica existente, como la
monumental historia de la revolución’
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de H. Carr o las biografías de Trotsky y Stalin escritas por Isaac Deutscher. Para nuestro
análisis, consideramos de fundamental importancia —en primer lugar— de los soviéticos,
fueran éstos adherentes u opositores a la perestroika en todas sus líneas o tendencias
políticas “Siempre critiqué las estúpidas ideas occidentales cobre la misma (perestroika)
—dice el escritor soviético Zinoviev, residente en Munich—. La estupidez consiste en que
los estudiosos de acá ven en todas las la dirigencia soviética el deseo de reestructurar a
manera de la democracia occidental.” (Novedades, agosto de 1989)Creemos que es
preciso atenerse a la rigurosidad histórica y ética, a fin de no deformar datos o sucesos
para acomodarlos a una visión global preexitente. Solamente así es posible comprender
los acontecimientos cambiantes y las personalidades que hicieron la historia de la Unión
Soviética y que la hacen hoy. Esto implica, también, el uso de la terminología
que ellos utilizaron y utilizan para referirse a los políticos y sociales. Basta recordar que
la Segunda Guerra Mundial aparece en los textos soviéticos y el lenguaje cotidiano
como la ‘Gran Guerra a” contra el nazismo. Asimismo, hoy en la URSS se enfrentan
“conservadores” y ‘liberales”, ‘izquierda” y ‘’derecha’’ pero la calificación no es
equivalente a la tradicionalmente conocida. Así, los liberales (o demócratas) y la
izquierda son —en el marco soviético— quienes impulsan con fervor la economía de
mercado y el capitalismo, mientras que la derecha y los conservadores desean mantener
el régimen actual. Paradojas de la historia, en la Unión Soviética actual ser ‘’comunista”
implica ser de derecha.
Para nuestro trabajo hemos recurrido a la prensa soviética
muy especialmente al semanario NOVEDADES De MOSCU que se edita en varios idiomas
y se difunde en 140 países.
A partir de 1985, esta publicación se convirtió en vocero entusiasta de la perestroika y la
glasnost, y su tirada rusa de dos millones de ejemplares se agota rápidamente. Antes en
la URSS no lo leía nadie; era un mero órgano propagandístico del régimen y servía para
envolver la verdura,
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en el supuesto caso de que se consiguiera verdura.
Para completar el análisis, resulta de suma importancia tomar en cuenta opiniones vertidas
fuera de la Unión Soviética por quienes favorecen la reconversión capitalista basada en la
economía de mercado, y por aquellos que aún creen en el socialismo más allá y a pesar de
la experiencia soviética. Entre todo el material disponible, revisamos principalmente
NEWSWEBK, TIMES y U.S. NEWS
& WORLD REPORT, de los Estados Unidos; EL PAIS,
BLANCO Y NEGRO, CAMBIO 16 y TIEMPO, de España; LE MONDE e INPRECOR, de Francia y,
por supuesto, la prensa argentina en todos sus matices. Muchas entrevistas y artículos que
citamos aparecieron originariamente en ruso en periódicos y revistas de la URSS. A fin de
facilitar la lectura, señalamos solamente su origen, aun cuando los hayamos tomado de
revistas y libros publicados en otros idiomas.
En tiempos de revolución, los hechos se suceden con gran velocidad, los hombres
públicos rotan en sus funciones y cambian una y otra vez de posturas; en consecuencia,
frecuentemente se hace difícil identificarlos con precisión. En nuestro caso, para no
confundir al lector, cuando mencionamos a alguien lo hacemos con el cargo que ocupa en el
momento en que emite sus declaraciones.
Muchas preguntas quedarán sin respuesta. No pretendemos contestarlas todas
pero sí que el lector formule nuevos interrogantes y los resuelva según su propio criterio.
Agradecemos las lecturas críticas de Roberto Rapalo y de la periodista María Cecilia
Barro Gil. También a Víctor Ares de la agencia de prensa Novosti que gentilmente nos
permitió consultar los materiales recién llegados de la Unión Soviética.
PEDRO BRIEGER,
Bs. As., noviembre de 1991
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UN GOLPE DE ESTADO MUY
PARTICULAR
Alexander Karbainov: Hoy los servicios secretos se sienten mas que nunca al servicio
de lo sociedad (...) creemos que con estas reformas conseguiremos superar el mito
que, ya sea en el interior como en el exterior de la Unión Soviética, rodea a este
servicio secreto (...) Actualmente los servicios secretos, en la Unión Soviética, y en
todas partes, tienen que ser empleados en la defensa de los Derechos del Hombre.
Abmat Rafat: Sin embargo se habla cada vez con más frecuencia de la posibilidad de
un golpe de los militares y de la KGB contra la perestroika...
Alexander Karbainov: Es cierto que la situación en la Unión
Soviética no es nada fácil, pero tampoco es tan difícil y frágil
como más de uno lo ha intentado pintar. De otra forma, yo no
hubiera podido dejar Moscú para conceder entrevistas por toda
(Entrevista de Ahmat Rafat a Alexander Karbainov, Jefe de
Relaciones Públicas de la KGB. Publicado en la Revista T1emipo,
Madrid, 5 de agosto de 1991)
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Domingo 18 de agosto de 1991. A pesar de la inestabilidad reinante en su país, el
presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Mijail Gorbachov, ha tomado
vacaciones y se encuentra lejos de Moscú, a orillas del Mar Negro.
A las 5 de la mañana, en su datcha de Crimea, el mandatario descubre que los
teléfonos no funcionan. El jefe de seguridad de la presidencia, le comunica que se ha
formado un Comité Estatal de Emergencia (CEE), y le advierte que no puede salir dela casa
ni recibir visitas. Está aislado. A los que pretenden tomar contacto con él, se les informa que
está enfermo. Rápidamente se da cuenta de la situación; se lo explica a su esposa Raisa, a
su hija Irene y a su yerno Anatoli. No está dispuesto a aceptar ningún tipo de presiones ni a
firmar su renuncia.
Recién en las primeras horas del lunes 19, en Moscú, la opinión pública toma
conocimiento de la situación, por medio de un comunicado del vicepresidente de la URSS,
Guennadi Yanaiev. En él se afirma que Gorbachov es incapaz de continuar en sus funciones
por motivos de salud.
El CEE alera al pueblo soviético: sobre el país “pende una amenaza mortal” pues la
política de reformas de Gorbachov “está en un atolladero”. Se declara el “estado de
emergencia” por un lapso de seis meses.
Columnas de tanques y carros blindados comienzan a movilizarse hacia el centro
de Moscú. Estratégicamente se van apostando al frente de las más importantes oficinas
gubernamentales, también en plazas y carreteras. Intentan dominar toda la ciudad. Algunos
se acercan a la “Casa Blanca”, sede del Parlamento ruso. Los legisladores exigen que sea
convocado un Congreso Extraordinario del Soviet Supremo de la URSS.
A las 9, un portavoz del Parlamento, que preside
Boris Yeltsin, declara que la destitución de Mijail Gorbachov
representa un golpe de estado.
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El Comité de Emergencia prohíbe las manifestaciones. Sin embargo, la gente empieza a
ocupar las calles de Moscú. Yeltsin, de pie sobre uno de los tanques que rodean el
Parlamento Ruso, llama a una huelga general y declara anticonstitucional el estado de
emergencia.
Se imponen rígidas restricciones a los medios de comunicación- Las oficinas de agencia de
noticias TASS, del diario IZVESTIA y del semanario NOVEDADES de Moscú se encuentran
rodeadas por tropas del ejército.
Por la tarde, el presidente del Soviet Supremo de la URSS, Anatoli Lukianov, acusado de
simpatizar con los golpistas aprueba que esa máxima instancia legislativa sea convocada a
sesión extraordinaria el 26 de agosto, para considerar la situación.
Boris Yeltsln decide desmovilizar la KGB y todas las unidades militares implicadas en el
golpe, y anuncia que toma el control de todas las operaciones que se realicen en territorio
ruso.
El vicepresidente Yanaiev anuncia que Gorbachov
descansa en Crimea a causa de una. ‘fatiga acumulada’.
Durante las primeras horas del martes 20, el presidente de los Estados Unidos, George
Bush., anuncia que no reconocerá al gabinete de emergencia que ha desplazado a Mijail
Gorbachov y no oculta su fastidio con los hombres de la CIA que no le han dado señales
claras sobre la crisis soviética.
Esa misma madrugada llueve copiosamente en Moscú, lo que no impide . que miles de
moscovitas permanezcan en las calles rodeando el Parlamento ruso para evitar que los
tanques lo tomen por asalto.
Al mediodía, alentados por la resistencia civil, los legisladores rusos exigen que se organice
en veinticuatro horas como máximo, un encuentro entre Yeltsin y Gorbachov. También, que
en un plazo no mayor de tres días, especialistas de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) le realicen un chequeo médico.
Los sindicatos, por su parte, reclaman que se le permita a Gorbachov hablar por televisión.
Uno de los conjurados, el primer ministro Pavlov, víctima de una crisis de hipertensión
arterial, es reemplazado.
A las 21:30 se declara el toque de queda en Moscú.
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Al caer la noche, comienzan a oírse disparos cerca del Parlamento Ruso. Las personas que
se habían convocado desafían el toque de queda y permanecen en las calles. Los tanques
comienzan a movilizarse. Algunos manifestantes les arrojan botellas molotov y construyen
barricadas para Impedir que avancen. En vano: uno de los defensores del Parlamento muere
aplastado por un blindado. Otros caen en las escaramuzas.
“¿Qué hacen —increpa la multitud a los jóvenes soldados—, disparan contra sus propios
hermanos rusos?”.
Amanece. Los tiros cesan. Soldados y manifestantes se abrazan bajo la lluvia. Eduard
Shevardnadze, ex ministro de Relaciones Exteriores, llama a la desobediencia civil, al tiempo
que le reprocha a Gorbachov haberse ido de vacaciones y abandonar su puesto, luego de
reiteradas advertencias sobre la posibilidad de un golpe.
A las 11 de la mañana del miércoles 21 se abre la sesión extraordinaria del Parlamento ruso.
Los diputados honran con un minuto de silencio a los caídos durante la noche. La dirección
del Partido Comunista de la URSS exige ver a Gorbachov.
El dispositivo militar comienza a relajarse. Casi como una rendición, uno de los golpistas, el
jefe de la KGB, le propone a Boris Yeltsin viajar juntos a Crimea para ver a Gorbachov.
Recién por la tarde se produce el primer contacto telefónico con Gorbachov. Si bien
disminuye la tensión, todavía reina el desconcierto y la ansiedad por conocer el paradero de
los autores del golpe de estado. Algunos dicen que ya están bajo arresto; otros, que se
fugaron en avión. Las tropas comienzan a alejarse lentamente de la ciudad. Se levanta la
censura en radio y televisión y concluye el estado de sitio.
Alas siete de la tarde, Gorbachov despega de Crimea rumbo a Moscú.
“Es una mentira decir que Mijail Gorbachov está mal de salud. A lo sumo sufre
de lumbago. Su reemplazo es, por lo tanto, anticonstitucional. En las primeras horas del
lunes he llamado
a los ciudadanos de Rusia a la resistencia contra este Comité ilegal.
Preparamos un plan para impedir la toma de nuestro inmueble. Pero es el pueblo de Moscú
el que — con su determinación— lo ha impedido.”
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De esta manera, con emoción y firmeza habla Boris Yeltsin, la tarde del 21 de agosto, en la
sesión extraordinaria del Soviet Supremo de la República Rusa, reunido en la “Casa Blanca”.
A las 2 de la mañana del jueves 22, el avión, que transporta a un presidente cansado y
desaliñado, aterriza en Moscú. El golpe ha fracasado.
Ineptitud, falta de proyecto político, manotazo de ahogado, desatino, suicidio político.
¿Parodia? Muchos calificativos se han utilizado en el intento por comprender lo que comenzó
el de 19 agosto a las seis de la mañana, en Moscú, y finalizó 72 horas más tarde.
¿Qué querían los golpistas? Difícilmente pueda atribuírseles un proyecto definido. Además,
apelaron al recurso actualmente más desprestigiado en la Unión Soviética: la fuerza militar.
Como parte integral de una sociedad sumida en una profunda crisis política, Ideológica y
ética, donde ningún sector puede imponer un proyecto claro, consensuado y definido, la
intentona golpista estaba condenada al fracaso. Las características de este golpe de estado
—si es que puede llamárselo así— fueron muy particulares, y todavía existen muchas
preguntas que no han encontrado respuestas satisfactorias. ¿Creían, realmente, que podían
mantenerse en el poder?
En primer lugar hay que señalar que casi la totalidad de los proyectos políticos de grupos o
individuos provenientes del PCUS reivindican la perestroika. Tanto Gennadi Yanaiev— líder
de los golpistas— corno Yeltsin y Gorbachov son hombres surgidos del PCUS; cada uno de
ellos —a su manera— quiere impulsar reformas en la Unión Soviética. La pregunta central es
qué tipo de reforma, a qué ritmo, y a qué precio. Para algunos, la perestroika representa la
posibilidad de construir un Estado capitalista; para otros, algunas reformas cosméticas que
les permitan perpetuarse en el poder; por último, una minoría considera que abre la puerta
a un nuevo tipo de socialismo. A diferencia de lo que ocurría con los refusniks (opositores)
de la década del setenta u ochenta —como el científico Andrei Sajarov —, los que hoy se
disputan cuotas de poder surgieron del seno de la burocracia. Este hecho marca a fuego su
accionar
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político y su actual confusión en la búsqueda de nuevos horizontes ideológicos.
‘’EI golpe fallido —escribe la periodista Miriam Horn— fue sin duda uno de los más
asombrosos actos de ineptitud en la historia. “(US & WORLD REPORT, 2 de septiembre de
1991). Los tanques rodearon el parlamento ruso sin cortar su comunicación al exterior ni la
electricidad o el agua. Boris Yeltsin llamó a la desobediencia civil por televisión y por medio
de la agencia TASS, que pertenece al Estado. El ejército no dispersó a la multitud que —
salvo en momentos excepcionales, como cuando Boris Yeltsin congregó en la calle a 150 o
200 mil— por lo general no pasaba de las veinte mil personas, una cantidad fácil de reprimir
para un ejército poderoso. Los choques violentos fueron escasos y los muertos se cuentan
con los dedos de una mano.
“Es esto un golpe de estado?”, se pregunta irónicamente Alain Faujas, el corresponsal del
diario parisino LE MONDE (21 de agosto de 1991). También el soviétologo Jerry Hough,
profesor de la Universidad de Pensilvania, quien insiste en que este golpe encierra muchos
misterios. “¿Es o no es un golpe de Estado?” (TIEMPO, Madrid, 26 de agosto de 1991
)¿Hubo ineptitud o falta de proyecto político?
En su comunicado oficial, los golpistas denuncian que “fuerzas extremistas
emergieron para tratar de liquidar a la Unión Soviética, desmantelar el estado y tomar el
poder a todo precio” (LE MONDE, 20 de agosto de 1991). Esto no impide que se lamenten
una y otra vez por el precario estado de salud de Gorbachov y anhelen su rápida
recuperación.
En la crisis por la que atraviesa la Unión Soviética ya no hay instituciones
monolíticamente unidas. El aparato estatal controlado por el partido se encuentra
fragmentado en varios grupos opuestos que se disputan su hegemonía, pues el control de
este aparato implica una gran cuota de poder político y económico (miles de edificios,
coches, imprentas, periódicos, etc.). El principal apoyo de los golpistas —el ejército— sin el
cual difícilmente pudieran triunfar, se encuentra sumido en una crisis profunda al igual que
toda la sociedad soviética. En sus filas conviven quienes regresaron derrotados de
Afganistán y los que portan orgullosamente las medallas de la “Gran Guerra Patriótica”
contra el nazismo. Viejos cuadros que usan al ejército como horma para “moldear” a la
juventud y jóvenes
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que intentan evadir la obligación de cumplir con el servicio militar. Están los que quieren un
ejército
fuerte
y
centralizado
y
los
que —desde
las
repúblicas— pugnan por
el
establecimiento de ejércitos propios. Los que abogan por una reducción drástica de la
industria militar e impulsan su reconversión civil, y los millones que ante esta propuesta
temen perder el trabajo. Los que permanecen en las filas del partido y quienes lo han
abandonado. La fragmentación explica por qué, durante el golpe, varias unidades especiales
del Ministerio del Interior (OMON) se negaron a colaborar, y por qué muchos oficiales de alto
rango se mantuvieron neutrales.
La profunda división en todos los estratos de la sociedad también se ve reflejada
en los golpistas: al segundo día, Pavlov (primer ministro) y lazov (ministro de Defensa) se
retiran de la escena ‘por problemas de salud’. Ahora bien, ¿cómo imaginaban estos hombres
los diferentes escenarios en caso de triunfar ? Es fácil deducir que una de las posibilidades
era un modelo similar al de la era Breshev: reestablecimiento del rol dirigente del partido,
marcha atrás en cuanto a la separación de las repúblicas y reconstrucción de la economía
centralizada. Todo en nombre de la perestroika. El problema es que —en ese caso—
probablemente tendrían que enfrentar la oposición de la mayoría de la población soviética,
rusa y de otras nacionalidades. Reformar la economía con apoyo popular e internacional ya
es dificultoso, retornar al viejo modelo sin el consenso de la población se toma todavía
mucho más complicado.
No faltaron los periodistas desfachatados que preguntaron a los golpistas si habían
recibido consejo de Pinochet...
A causa de la crisis política y de la falta de apoyo concreto, Yanaiev continúa
elogiando a Gorbachov, “mi amigo que, espero, volverá con nosotros una vez restablecido y
con el que recomenzaremos a trabajaren la vía de la democratización que él ha trazado” (LE
MONDE, París, 20 de agosto de 1991). De esta manera, Yanaiev busca reconocimiento e
intenta demostrar que en realidad el traspaso del poder es una continuidad política con los
proyectos de su “amigo”. Nadie le creyó.
“Los golpistas —ironiza el escritor español Manuel
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Vázquez Montalbán— ofrecen a Occidente casi una parodia del retrato perfecto de conjura
comunista a la vieja usanza: el jefe de la KGB, el responsable del complejo militar industrial,
el ministro de Defensa y unos cuantos comunistas malparados, de esos comunistas de
película de Hollywood anticomunista. (TIEMPO, 2 de septiembre de 1991)
De manera muy contradictoria, los golpistas toman medidas para suprimir las actividades
de los partidos políticos, sindicatos y organizaciones de masas, pero permiten el
funcionamiento del Parlamento ruso. Prohíben la realización de mítines, manifestaciones y
huelgas, pero observan pasivamente a la multitud que rodea los tanques e impide su
avance por las calles céntricas. Salvo a Gorbachov, no arrestaron a ningún líder político. No
se aseguraron el control de la Capital ni del aeropuerto, que funciona casi con normalidad;
los medios de prensa extranjeros continúan informando al mundo y los noticieros soviéticos
transmiten el mismo lunes 19 el llamado de Yeltsin a la resistencia. ¿Ineptitud? Resulta
difícil creerlo tratándose de la experimentada KGB.
Pocos periodistas logran establecer contacto directo con los líderes golpistas. Uno de ellos,
el corresponsal del PERIÓDICO DE CATALUÑA en Moscú, afirma que Guennadi Yanaiev “no
parecía seguro del éxito de la operación en la tarde del lunes” (TIEMPO, 26 de agosto de
1991). Al parecer, ni ellos mismos creían en su triunfo. Según Eduard Shevardnadze, el
ex-ministro de Relaciones Exteriores, los golpistas “se dirigían a la gente como antes de la
perestroika,
vivían
en
las
cavernas’
(TIEMPO,
2
de
septiembre
de
1991).
No
comprendieron que la Unión Soviética había cambiado. Alan Ulam, director del Centro de
Investigaciones sobre la Unión Soviética de la Universidad de Harvard, opina que “el
alcance tan avanzado de las reformas políticas y económicas dificultará durante mucho
tiempo el éxito del golpe o el eventual retomo a una dictadura centralizada como la que
existía antes de la era Gorbachov” (TIEMPO, 26 de agosto de 1991)
Como si esto fuera poco, por primera vez en décadas sectores de la población salen a la
calle a protestar, instigados por sus líderes y encabezados por Boris Yeltsin. Sin embargo,
contrariamente a la imagen que los medios de comunicación irradian entre el 19 y el 23
de agosto, el fracaso del golpe se debe al conjunto de los factores que
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hemos explicado anteriormente y no a la movilización popular, que es un elemento más —
importante por cierto— pero no el central. Las ediciones de Time y NEWSWEEK, que
cubrieron los acontecimientos con expertos sovietólogos, informan sobre 150 mil o 200
mil manifestantes principalmente en Moscú y, en menor medida, en Leningrado —
segunda ciudad por su importancia- y las repúblicas bálticas, que inmediatamente
declaran su independencia.
La pregunta central sigue siendo qué pensaban los ocho millones de moscovitas
que no salieron a la calle, y también el resto del país, habitado por más de 250 millones de
personas. ¿Apatía política? Aunque es probable que la inmensa mayoría se haya opuesto al
golpe, la periodista Miriam Horn afirma que un 25% de la población lo apoyó (US NEWS &
WORLD REPORT, 2 de setiembre de 1991). Los llamados de Yeltsin (con la ayuda de algunos
periodistas de la CNN) a la huelga general no tuvieron eco y la población se quedó en casa.
“Pero si el golpe fue una farsa —piensa David Seppo— fue seguido de un show digno
de Broadway, con fuegos artificiales, despliegue de una gigantesca bandera rusa pre
revolucionaria en la Plaza Roja, estatuas derribadas profesiona/mente por obreros de
la construcción y un coro de 100 mil personas para aclamar a la nueva estrella, Boris
Yeltsin, quien habría derrotado ¡a las fuerzas del Mal casi él solo, por su voluntad de
lucha por el Bien. Los símbolos son cruciales en política, y la política soviética
contemporánea a nivel popular se compone casi enteramente de símbolos.” (INPRECOR, París, 25 de agosto de 1991)
La elección del 19 de agosto como fecha del golpe no fue al azar. Al día siguiente
debía firmarse un acuerdo de unión con las repúblicas, lo que representaba la última gota
que los Conservadores podían tolerar, en un vaso colmado hasta el borde por la crisis
económica, social y política.
Desde el XXVII Congreso del partido, celebrado en julio de 1990, la
situación ha empeorado. El ala conservadora sufre un serio revés: su máximo
representante, Ligachov, es rechazado por la mayoría. Boris Yeltsin abandona el
partido para comenzar su carrera política independiente, enfrentando a Mijail
Gorbachov. El año transcurrido presagia el desenlace; más de uno lo ha prevenido,
Boris Yeltsin y Mijail Gorbachov no dejan de sacarse chispas...
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UN AÑO DE
ENFRENTAMIENTOS
“En el cierre del XXVIII Congreso del Partido, Gorbachov pronunció estas
palabras: ‘El PCUS vive y vivirá haciendo su aporte histórico al progreso de nuestro país, al
progreso de la civilización mundial’. Yo quisiera decirle al Presidente y SecretarioGeneral:
Apiadense de nuestros oídos y de nuestras almas.
Sería mejor que el PCUS dejáse de hacer su aporte histórico al
progreso de nuestro país: ¡Ya ha aportado bastante! ¡Dios salve a la civilización mundial de
los aportes del PCUS!
(Etena Bonner , viuda del científico Andrei Sajarov; Novedades
de Moscú, 29 de julio de 1990)
E1 XXVIII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética comienza el 2 de julio de
1990 en el marco de un creciente enfrentamiento entre radicales y conservadores. Un mes
antes, Boris
Yeltsin ha sido elegido presidente de la República de Rusia. Por primera vez desde la década
del veinte aparecen plataformas de grupos opositores a la dirección del partido. En los
aquellos años, miembros del Comité Central formaron la “oposición de izquierda” y,
posteriormente, la “oposición unificada” para luchar contra Stalin, pero fueron derrotados.
Ahora, como entonces, el eje central de las reivindicaciones pasa por la democratización del
partido y la sociedad, aunque sus principales líderes, León Trotsky ayer y Boris Yeltsin hoy,
representen proyectos políticos muy diferentes.
En los noventa, surgen la “Plataforma Democrática”, que impulsa la
radicalización de las reformas, y la “Plataforma Marxista”, que critíca tanto a liberales como
a conservadores. Gorbachov —con mucha dificultad— controla la situación en el Congreso y
aumenta sus atribuciones legales a pesar de los embates provenientes de todos los sectores.
Mientras por un lado los critíca duramente, por el otro busca la manera de conformarlos.
Increpando a los conservadores dice: “Una de las serias causas que explican
por qué muchas cosas se nos dan con tanta dificultad es la resistencia a los cambios que
oponen el sector burocrático en las estructuras administrativas y las fuerzas sociales
relacionadas con él (...) intentan defender su posición conservadora enarbolando el pendón
de la lucha por los intereses del pueblo, por la pureza de los principios ideológicos”. Frente a
los radicales afirma: “No
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debemos hacer la vista gorda ante el surgimiento en la sociedad de fuerzas que nos
empujan hacia el régimen burgués y condicionan la salida de la actual situación compleja
por la opción capitalista del país.” (INFORME POLITICO DEL COMITÉ CENTRAL DEL PCUS, 2
de julio de 1990)
Por otra parte, señalar el crecimiento de la producción de cereales, carne, leche,
televisores, grabadores, heladeras y otros bienes de consumo es un guiño hacia los
conservadores: el rumbo sigue siendo correcto, “no nos apartaremos del socialismo”. Pero al
momento de elegir secretario adjunto, propone a un liberal y logra derrotar al principal
representante de los conservadores, Egor Ligachov.
Para los radicales no es suficiente, y no están dispuestos a seguir avalando las
ambivalencias de Gorbachov. El director de las escuelas del partido en Moscú, Shostakovsky,
ataca directamente los fundamentos de la sociedad soviética: “Sí—dice—, el pueblo siguió
las consignas de los bolcheviques en 1917. Las continuamos formulando sin cesar, 73 años
más tarde: la tierra a los campesinos, las fábricas a los obreros, el poder a los soviets, la
paz para todos los pueblos. Pero no las concretamos. La tierra pertenece al estado, es decir
que no tiene propietario; las fábricas pertenecen a la burocracia; el poder pertenece al
partido y la paz entre los pueblos no existe en absoluto. Les voy a recordar otra consigna de
Octubre: pan para los hambrientos. Hoy cobra una nueva y trágica actualidad. ¿Por qué?
(...) debemos declarar honestamente: ¡Pueblo de la Unión Soviética!, el partido lamenta
profundamente sus errores; no te forzará nunca más a aceptar su voluntad, y te pedirá
siempre tu opinión en lugar de cometer abusos en tu nombre.” (INPREC0R, 14 de setiembre
de 1991)
Gorbachov refuerza su poder al ser elegido presidente y conformar su gabinete con una
mezcla de liberales y conservadores. Shevardnadze y Medvedev por un lado; Rizhkov, lazov
y Kriutchkov, futuros golpistas, por el otro.
Pero los proyectos son irreconciliables. Liderados por Yeltsin, Popov y Sobtchak muchos
delegados liberales ven al partido como el principal freno a la perestroika y
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renuncian públicamente. “Estamos abandonando el partido y no la perestroika” dice Andrel
Nuikin después de 35 años de militancia partidaria (NOVEDADES DE Moscú, 8 de setiernbre
de 1991). Conversando con Shosakovsky, el periodista Len Karpinski cuestiona el abandono
del partido por parte del grupo “plataforma democrática”, “porque este movimiento nació
dentro de la estructura del PCUS como una asociación de comunistas demócratas, que no se
oponían al partido como tal, sino a los comunistas conservadores.” (NOVEDADES DE Moscú,
22 de julio de 1990)
Dos días despúes de concluido el congreso, varios grupos liberales organizan una
imponente manifestación antigubernamental en las calles de Moscú, que congrega a más de
400.000 personas. Aunque su composición es heterogénea, las consignas las unifican: “El
PCUS al basurero de la historia”, “liberemos a Rusia de los bolcheviques”, gritan los
manifestantes. Entre los oradores se destaca el publicista Yuri Schekochijin, porque advierte
que el país se encuentra en el umbral de un golpe de Estado derechista. Por esos mismos
días, los trabajadores mineros de diversas regiones del país están en huelga y exigen la
dimisión del gobierno. La vida social y política entra en un proceso de franca polarización.
¿Y qué opina la gente? Una encuesta realizada por el Centro
Nacional de Estudio de la Opinión Pública (CNEOP) revela que la mayoría apoya las
propuestas liberales y no tiene grandes esperanzas depositadas en el partido. Un 52% de los
encuestados no está satisfecho con Ligachov; sólo un 18% considera que el PCUS es la
única fuerza capaz de sacar a la sociedad de la crisis, y el 74% cree que el PCUS debe
cargar con la responsabilidad por los errores cometidos en los últimos 70 años. Elena
Bonner, viuda del científico Sajarov, piensa que tanto la derecha como la izquierda le temen
a la movilización popular, única posibilidad que tiene el pueblo de demostrar su voluntad
(NoVEDADES DE Moscú, 29 de julio de 1991). Un líder minero expresa así sus temores: “ya
veo cómo nos van a conducir lentamente hacia la propiedad privada. Puede ser que alguien
intelígente logre comprar partes de la mina. No lo
23
envidio. El capitalismo entrará en Kouzbass.” (RABOCHAYA TRIBUNA, 8 de junio de 1990)
Aunque parezca lo contrario, liberales y conservadores son partidarios de la
perestroika, sólo que su ‘interpretación’ difiere radicalmente. Los liberales apoyan un programa radical que permita la introducción de la economía de mercado en el marco de una
rápida reconversión capitalista del país. Proponen la democratización de la sociedad
quitándole el poder y las atribuciones al partido, y abogan por la independencia de las
repúblicas. Aunque los liberales no constituyen un bloque homogéneo —en sus filas existen
divergencias respecto a los ritmos y a las formas—, sus propuestas son aceptadas por la
mayoría de la población.
Los conservadores mantienen el control sobre las instituciones del estado y el
partido; por lo tanto, se oponen a la disolución de la Unión. Consideran que toda
reconversión debe tomar en cuenta sus intereses y permitirles ejercer un control político y
económico sobre las reformas. Apoyan la perestroika siempre y cuando puedan ser sus
principales beneficiarlos. Se trata de una lucha por la hegemonía, en un proceso que aún no
ha concluido y donde la expresión “transición hacia el mercado” es una fórmula vaga: para
algunos significa control popular de la producción y para otros convertirse en capitalistas. De
todas maneras, el sentimiento generalizado es que la economía de mercado traerá consigo
una vida mejor (PRAVITESTYENNY VESTNE, N° 34, 1990). Esta es la razón por la cual la
población apoya a los liberales, aunque subsistan las dudas con respecto a las consecuencias
sociales de la economía de mercado. Estas dudas y el temor al costo social, aunado a la
estructura de la economía soviética, impiden que la economía de mercado se imponga.
Gorbachov recibe presiones de ambos lados; sus propuestas avanzan y retroceden según la
relación de fuerzas y la presión popular.
El ministro Abalkin dice que la transición a la economía de mercado se hará en un
máximo de seis meses.
Gorbachov y Yeltsin se ponen a elaborar conjuntamente
24
un documento para establecer un nuevo tipo de Unión entre las repúblicas, garantizándoles
una mayor independencia respecto del pasado. Los liberales entienden que Gorbachov ha
adoptado definitivamente sus proyectos.
El 24 de setiembre de 1990 el Soviet Supremo le otorga a Gorbachov poderes
especiales que lo facultan para introducir por decreto la economía de mercado. Los
conservadores temen una aceleración de las reformas. Los liberales, la concentración de
poder en manos del presidente, quien ahora designa “a dedo” los miembros del Consejo de
Ministros. Son todos hombres, doce de ellos rusos; diez ocuparon altos cargos en la
jerarquía partidista. Como siempre, cada uno entiende los decretos a su manera.
En medio de la incertidumbre, comienzan a circular rumores sobre un posible golpe
de estado. ¿Quiénes lo intentarán? Probablemente sectores del ejército ligados a los
conservadores. La designación como ministro de Defensa del general Dimitri Yazov —
considerado un demócrata— tranquiliza a la población. Sin embargo, un grupo de militares
nucleado en la agrupación “Escudo” alerta sobre el riesgo real de un golpe de Estado urdido
por quienes ocupan altos cargos en las fuerzas armadas, el Ministerio de Defensa, personas
que representan los intereses del complejo industrial-militar, y la KGB. Afirman: ‘ Es
imposible prever todas sus variantes pero, naturalmente, nadie lanzará la consigna ¡abajo la
perestroika!. Al contrario, dirán que la perestroika corre peligro, que el aventurero
Gorbachou llevará a
el país a la ruina, que socavo la economía, traicionó los ideales del
socialismo, etc.” (NOVEDADES DE Moscú, 16 de setiembre de 1991). Algunos se preguntan
si los soldados efectivamente dispararán sus armas contra el pueblo. Otros, en cambio,
sostienen que ante la crisis económica y los sangrientos conflictos étnicos en algunas
repúblicas, el propio pueblo podría exigir un estado de emergencia impuesto por un régimen
militar, para garantizar el orden y la tranquilidad.
Yeltsin anuncia su intención de permitirle a los jóvenes realizar el servicio militar
en sus repúblicas de origen,
25
desintegrando —de facto— las poderosas fuerzas armadas, con el objetivo de crear un
ejército profesional.
La economía continúa en crisis. Las declamaciones y los programas no terminan de
concretarse y ninguna fuerza política puede garantizarlos. Los máximos líderes parecen
navegar entre propuestas y excusas. Los ministros se suceden uno tras otro.
En las repúblicas se fortalecen los sentimientos independentistas y Gorbachov se
encuentra atrapado. El líder de la perestroika intenta llegar a un acuerdo con las repúblicas
que les otorgue mayor autonomía, pero no puede aceptar la desintegración de la Unión
Soviética. La Federación Rusa, constituida en república soberana, aprueba el 12 de
setiembre de 1990 el plan de reformas presentado por el economista Shatalin, denominado
de los “500 días” (de transición rápida al mercado). El programa aprobado contradice al del
primer ministro Rizhkov, más conservador y elaborado por el poder central. En realidad,
ambos programas impulsan la economía de mercado, pero el de Rizhkov es más cauteloso
por temor a que los estallidos sociales impidan su aceptación general.
El comité organizador del II Congreso de los mineros rechaza la propuesta. “¿Para
qué necesito ese mercado —se pregunta un delegado— si no va en el sentido de mis
intereses, si pierdo las ventajas sociales y la seguridad del empleo? (...) Estamos inquietos
porque el programa de Shatalin exigiría un poder presidencial fuerte. Hace poco tiempo,
proclamábamos la democratización de la sociedad y la autogestión.” (KOMSOMOLSKAYA
PRAVDA, 4 de octubre de 1990)
En este marco, la apropiación de los recursos naturales se convierte en un tema
álgido. El oro y los diamantes que se encuentran en territorio ruso, ¿a quién pertenecerán?
¿A la Federación Rusa? ¿A la región autónoma dentro de la Federación? ¿A los trabajadores
de las minas? ¿Al poder central?
Alexandr Yakovlev —consejero y amigo de Gorbachov y uno de los principales
impulsores de la perestroika
26
— opina lo siguiente: “Jamás podremos conservar íntegra a la URSS imponiéndole la
voluntad del Centro. Pero sí podemos conservarla y consolidarla como una federación
voluntaria democrática de estados soberanos e iguales en derechos” (NOVEDADES DE
Moscú, 21 de octubre de 1990). Las variantes que aparecen como posibles son tres: 1)
Impedir la disgregación por la fuerza; 2) suscribir un tratado igualitario entre las
repúblicas; 3) otorgarles la independencia según la voluntad de sus habitantes. El gobierno
oscila entre las diversas posibilidades, pero las minorías tienen su propia dinámica
independiente del poder central. Las repúblicas, en especial las del Báltico (Letonia,
Lituania y Estonia), quieren separarse de la URSS lo antes posible.
El 15 de octubre Gorbachov recibe el Premio Nobel de la Paz. Su figura crece ante los ojos
de los principales líderes de los países desarrollados. Para la población soviética, en
cambio, el premio no representa un progreso en su vida cotidiana; no soluciona sus
problemas. “La situación es más que seria —afirma Gabriíl Popov, hoy alcalde de Moscú—.
Si no se procede de inmediato a llevar adelante cambios reales, el país explotará. (...)
Vemos que la libertad, suficiente para derrocar el régimen del socialismo burocrático, no
rinde para formar una nueva sociedad. (...) Ahora, por ejemplo, se lucha en tomo de la
propiedad
estatal. ¿A quién y sobre qué base pertenecerá ésta en definitiva? ¿Se imagina
usted la envergadura de los choques y la resistencia de diferentes fuerzas en este
dominio?” (NOVEDADES DE Moscú, 21 de octubre de 1990) El 13 de noviembre, ante
oficiales soviéticos, Gorbachov alerta acerca del riesgo de un baño de sangre si no se
preserva la unidad económica y militar del país. Su objetivo es retomar la ofensiva política
y “radicalizar las reformas sociales” para encontrar una salida a la crisis. El semanario
Novedades de Moscú organiza en diciembre una mesa redonda entre sus periodistas, para
analizar la situación política. Algunos son miembros del partido; otros, lo han abandonado.
La discusión refleja el estado de ánimo y las diversas posturas de los liberales:
“,L1egará a ser el nuevo gabinete con su programa no
declarado un gobierno de confianza para los pueblos del país?” (Yuri Rizhov)
27
“La línea de Gorbachov últimamente apunta a alejar del poder real a todos los
órganos electos. (...) Por otra parte, pronto aparecerá el problema de la revisión de
fronteras entre las repúblicas soviéticas. Todos lo temen, pero ya resulta imposible
conservar el estado actual.” (Galina Starovoltova)
“Quizás tenga una idea estratégica absolutamente distinta: formar un gabinete
presidencial para romper la resistencia del complejo militar-industrial y de todas las capas
burocráticas que apoyan el gobierno de Pdzhkov”. (Len Karpinski)
“En las complicadas relaciones entre Gorbachov y Yeltsin el Tratado de la Unión
hace las veces de una especie de anzuelo. Hace un mes, cuando hubo indicios de la
reconciliación, Yeltsin aceptó apoyar el tratado, lo cual responde al interés de Gorbachov. Lo
beneficia a tal punto que está dispuesto a tolerar cualquier ‘disparate’ del parlamento de
Rusia. La negativa directa de Yeltsin será mortal para la propia idea del tratado. (...) Creo
que por lo contrario se está produciendo un golpe militarizado oculto. Las fuerzas
conservadoras buscan apoyarse en el ejército.” (Yuri Levada)
“Los norteamericanos tienen interés en descomunizar nuestro país, en liquidar el
peligro de revanchismo comunista, pero de ningún modo en ver desaparecer del mapa un
estado íntegro ni debilitar nuestro poder central. “(Alexandr Tsipko)
“Muchos todavía se horrorizan por la sombría expresividad de palabras como
‘descomposición de la Unión, desintegración del imperio’. (...) Lo que sucede con la Unión
Soviética no es descomposición ni desintegración, sino una nueva creación, un nuevo
nacimiento. (...) Según todas las evidencias, en el grupo Soyuz (conservadores en el parlamento) ha arraigado definitivamente la convicción de que no se puede esperar de Gorbachov
acciones resueltas capaces de prevenir la desintegración de la Unión. Pese a todas las
concesiones hechas en los últimos tiempos bajo la presión desde la derecha, los de este
grupo están convencidos de que el presidente es incapaz de tomar medidas drásticas y,
28
por ejemplo, disolver uno o los tres parlamentos de las repúblicas bólticas.” (Alexander
Guelman)
El 20 de diciembre, Eduard Shevardnadze, ministro de Relaciones Exteriores,
renuncia a su cargo y denuncia el avance de fuerzas que quieren imponer una dictadura.
Una semana después, en el Soviet Supremo se vota para elegir el vice-presidente de la
URSS. La mayoría rechaza la candidatura de Guennadi Yanaiev, presidente de los sindicatos
soviéticos. Sólo la Intervención de Gorbachov posibilita su elección, aunque con muchas
dificultades y resistencias. Además de Yanaiev son promocionados a puestos claves
representantes de los sindicatos, las Fuerzas Armadas y la KGB. El primer ministro Rizhkov
es reemplazado por Valentín Pavlov, quien —se dice— es opositor a las reformas radicales.
Las repúblicas bálticas están cada vez más cerca del estallido y se convierten en un
nuevo desafío para el gobierno. El 4 de enero, el general Moissiev declara a la agencia TASS
que “ningún soldado más será enviado en el futuro a las repúblicas bólticas”. Tres días
después, 2.000 paracaidistas llegan a Vilna, la capital de Lituania. Su objetivo: restaurar la
Constitución soviética. El día 11 toman por asalto la sede del ministerio de Defensa y del
Partido Comunista Lituano. Gorbachov se ve atacado y presionado por los sectores ultra
conservadores de las fuerzas armadas, que toman la ofensiva ante un Centro impotente y
paralizado por las reivindicaciones nacionalistas. El ministro de Defensa Dimitri Iazov le
ordena a sus subordinados que “atenúen el carácter agresivo contra Gorbachov”. El coronel
Petrushenko piensa: “en el fondo(Gorbachov) está con nosotros...” (Novedades de Moscú, 6
de enero de 1991)
Con posterioridad a los acontecimientos, el ministro de Defensa y el de Interior,
Boris Pugo, justificarán la represión por la “dictadura burguesa” y las “leyes antidemocráticas” impuestas por el gobierno lituano. (INPREC0R, París, 15 de enero de 1991)
Si Gorbachov no se arriesgaba a una intervención
29
directa se debía especialmente a la necesidad de mantener su ‘imagen” ante Europa y
Estados Unidos para conseguir fondos. En enero estalla la Guerra del Golfo y la nueva
coyuntura le permite actuar: mientras apoya la coalición ‘multinacional” contra Irak, reprime
en Lituania. Algunos parlamentarios estadounidenses protestan, pero nadie les presta
atención. Con todos sus defectos, en Washington prefieren a un Gorbachov “fuerte”, capaz
de contener el caos de una eventual desintegración de la URSS.
La represión en el Báltico enfrenta a los liberales con Gorbachov. Yeltsin lo ataca
duramente por poner en peligro la democracia. Gabriil Popov se pregunta “¿quién le otorgó a
los militares el derecho a cumplir órdenes de no se sabe qué comités de salvación?”
(NOVEDADES DE Moscú, 20 de enero de 1991). Anatoly Sobchak —hoy alcalde de San
Petersburgo, ex-Leningrado— afirma de manera tajante que “Gorbachov dejó de ser el
demócrata y reformador de antes” (NOVEDADES DE Moscú, 27 de enero de 1991)
No es la primera vez desde el comienzo de la perestroika que las fuerzas armadas
reprimen en las repúblicas. Ya habían intervenido en Sumgait (Azerbaiyán) en 1988; en
Tiblisi, la capital de Georgia, en 1989; en Baku, la capital de Azerbaiyán, en 1990. Pero la
situación ahora es diferente. El enfrentamiento entre liberales y conservadores está a punto
de estallar, la figura de Gorbachov se ha deteriorado notablemente, la economía se estanca,
y en las repúblicas el sentimiento generalizado es que el Centro no los puede gobernar.
Los conservadores preparan su ofensiva. El primer ministro Pavlov alerta contra
una guerra financiera que bancos occidentales estarían preparando con el fin de derrocar a
Gorbachov y al gobierno. Para muchos, esta acusación significa un retorno al enfrentamiento
con Estados Unidos y a la ‘guerra fría”, y un rechazo total a la nueva mentalidad de la
perestroika.
En un intento por evitar la desintegración de la URSS, el 17 de marzo Gorbachov decide
impulsar un referéndum respecto del mantenimiento de la unión política y económica entre
las repúblicas. Los lituanos se adelantan y organizan
30
uno por su cuenta donde la pregunta es: “¿está usted por un estado lituano, República
Democrática independiente ? ”. Gorbachov lo declara ilegal pero más del 84% de la
Población lituana participa; el resultado es un 90,5% en favor del sí.
El 19 de febrero en un discurso difundido por la televisión nacional Yeltsin decide retomar
la iniciativa, enfrentar a Gorbachov y exigirle la renuncia “Los hechos parecen mostrar —
dice- que el Centro no le permitírá a las repúblicas ir hacia la independencia (...)Gorbachov
lucha por el poder personal absoluto. Conduce al país a la dictadura, bautizándolo
cortésmente gobierno presidencial Tomo mis distancias de esta postura y de la política del
presidente y exijo su renuncia inmediata. Tengo confianza en Rusia y los llamo, queridos
ciudadanos de Rusia, a creer en nuestra Rusia.” (KOMSOMO~KAYA PRAVDA, 22 de febrero
de 1991)
El 22 de febrero sus partidarios se lanzan a las calles con la consigna “Gorbachov renuncia
y “abajo el PCUS”. Al día siguiente los conservadores responden con una manifestación
donde se grita “el pueblo y el ejército están unidos y “Rusia sí, Yeltsin no”. Gorbachov no
participa pero entre los manifestantes se encuentran Boris Pugo, Dimitri Yazov y el
presidente de la KGB, Vladimir Kriutchkov. El día 24, los liberales salen nuevamente a la
calle para gritar “no a la Unión Soviética’ (NOVEDADES DE Moscú 3 de marzo de 1991).
El 27 de febrero, Gorbachov acusa a los “demócratas” —especialmente a Yeltsin y Popov—.
de tratar de destruir la Unión e intentar restaurar el capitalismo por medio de tácticas
“neobolcheviques y extra parlamentarias (TRUD, 1 de marzo de 1991). Días después
buscará reconciliarse con los liberales “razonables», no con los “aventureros’’, instando a
un acuerdo nacional en torno del PCUS (TRUD, 2 de marzo de 1991).
Por su parte, Boris Yeltsin firma un tratado bilateral entre Rusia, Ucrania, Bielorrusia y
Kasajstán con el objetivo de sabotear el tratado impulsado por Gorbachov, que contempla
el mantenimiento de la Unión. El 9 de marzo le pide a sus militantes que sigan el ejemplo
de los mineros
31
en huelga y declaren “la guerra a la dirección del país que nos lleva por un pantano y
actúa menos y menos democraticamente. (GAZETTE, Montreal, 9 de marzo de 1991)
La guerra abierta ha sido declarada. Los radicales no están dispuestos a aceptar el giro
conservador de Gorbachov en los últimos cuatro meses, en los que éste rechazó el plan
Shatalin, nombró a los conservadores en puestos claves del gobierno, reprimió en el
Báltico y le otorgó mayores poderes a la KGB para investigar delitos económicos. Los
liberales consideran que se trata de un ataque contra la expansión del sector privado.
Además, Gorbachov crea patrullas conjuntas de policía y ejército en las ciudades, y limita
los alcances de la glasnost en la televisión nacional.
Pero, ¿qué puede hacer Gorbachov, que sigue oscilando entre las fracciones del
partido y la presión popular? ¿Debe aceptar el plan Shatalin, que en 500 días promete
solucionar la crisis económica? Gorbachov juzga a este plan aventurero y poco creíble.
Además, cree que su aplicación provocaría un estallido social y una drástica reducción del
Estado, base de su propio poder. ¿Debería entonces movilizar a la población?, ¿convocar a
una
discusión
general
sobre
los
diversos
proyectos?,
¿ampliar
los
mecanismos
democráticos de participación a nivel local y nacional?, ¿acentuare el control social sobre
cada uno de los pasos futuros?
El 23 de abril de 1991 se llega a un acuerdo con algunas repúblicas sobre el futuro de
la Unión. El documento conocido como “Declaración de los nueve más uno” (Las 9
repúblicas, Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguizistán,
Tayikistárn y Azerbaiyán, más el poder central) privilegia a las que respeten el marco
económico y político de la Unión Soviética, pero otorga amplias libertades a las repúblicas.
Yeltsin lo apoya para darle un contenido opuesto a Gorbachov, quien lo firma porque
necesita “mostrar” el acuerdo en la reunión de los “Siete Grandes”, en Europa, y porque
comprende que es el último recurso para impedir la disgregación.
32
Al margen quedan Lituania, Estonia, Letonia, Moldavia, Georgia y Armenia, pues consideran
que su declaración de independencia es incompatible con cualquier tipo de tratado de la
Unión.
El 12 de junio, en elecciones libres y compitiendo con varios candidatos, Boris
Yeltsin es elegido presidente de la Federación Rusa. El 58% de los votos le ratificó la
popularidad obtenida en los últimos meses y significa su consolidación política. Ahora
controla legalmente la república, mientras Gorbachov ha sido elegido solamente por
instancias legislativas, sin elecciones. En su campaña previa, Yeltsin ensalzó el nacionalismo
ruso, prometió crecimiento económico y restauración de las propiedades de la Iglesia
Ortodoxa. Sus competidores fueron, entre otros, el ex-primer ministro Rizhkov, apoyado por
el Partido Comunista Ruso y el aparato militar, y el candidato de Gorbachov, Vadim Bakatin,
que no alcanzó a inquietarlo. Los otros candidatos ni siquiera son votados en el ejército.
Gorbachov, al frente del poder central, se encuentra muy debilitado y se convierte en una
suerte de “rehén” de Yelstin, quien pasa a controlar la república más rica y poderosa de la
URSS. La pelea por el poder comienza.
El 20 de julio de 1991, Boris Yeltsin suprime por decreto los comités del Partido
Comunista en las fábricas y en la administración estatal. El 30 de julio el presidente Bush
llega a Moscú para encontrarse con Gorbachov. Ese mismo día, Yeltsin reconoce la
independencia de Lituania; ‘‘pura coincidencia”, dice. Acto seguido, declina la invitación a
una reunión oficial entre Bush y la cúpula soviética; no está dispuesto a compartir media
hora de conversaciones con los conservadores Pavlov, primer ministro, y Iazov, ministro de
Defensa (LE MONDE 1 de agosto de 1991).
Para el 20 de agosto se prepara el nuevo Tratado de la Unión de Estados
Soberanos, lleno de ambigüedades y sujeto a múltiples interpretaciones. Los conservadores
sienten que el control del país se les escapa de las manos. El consejero y amigo de
Gorbachov, Alexandr lakovlev lo abandona. “Quiero prevenir a la sociedad —dice— que un
grupúsculo stalinista influyente se ha formado en el seno del
33
núcleo dirigente del partido y prepara una revancha socia!, un golpe de estado y la toma del
poder en el seno del partido.” (LE MONDE, 18 y 19 de agosto de 1991). Los militares lo
desmienten.
El lunes 19 de agosto de 1991 a las seis y veinte de la mañana, la agencia TASS
anuncia que Mijail Gotbachov, “incapaz de asumir sus funciones por razones de salud”, se
retira del gobierno.
34
3
Boris Yelstin
Versus
Mijail Gorbachov
“Tanto Gorbachov como Yeltsin —opina el historiador Andrei Gariun, autor de una
biografía de este último— son figuras de transición. La democracia comenzará cuando
ambos se hayan ido. No en vano Moisés hizo dar vueltas a su pueblo durante 40 años
por el desierto para que ninguno de los que habían salido de Egipto llegara vivo a la
tierra prometida.”
EL PAÍS, Madrid, 16 de junio de 1991
Después del XX Congreso del PCUS, en 1956, comenzó la condena a Stalin y al
denominado ‘‘culto a la
personalidad”. Si bien salieron a la luz los ‘excesos” del stalinismo,
las voces disidentes más críticas estuvieron, por lo general, fuera de los altos estratos del
PCUS. Se destacaron, entre otros, los historiadores Roy Medvedev y Andrei Amalrik, el
general Piotr Grigorenko, los poetas Ginzburg, Bukovskl, Evtushenko, y el científico Sajarov.
Ellos difundían lo que se silenciaba oficialmente por medio de los conocidos samizdat (publicación propia), que circulaban clandestinamente y parodiaban la sigla oficial gosisdat,
apócope de GOSUDARSTVENOE IZDATELTSVO (Publicaciones del Estado). Así se pudo
conocer, por ejemplo, sobre la represión militar en Novocherkask, en 1962, contra una
movilización de protesta por el alza de precios. Hoy, esa historia se reconstruye en la prensa
oficial.
Amalrik, autor de ¿SOBREVIVIRÁ LA UNION SOVIETICA HASTA 1984?, decía que los
obreros sienten amargura por no tener ninguna participación en la fábrica (...) A todos les
provoca mucha ira la desigualdad de ingresos. Los bajos salarios, las viviendas austeras, la
falta de bienes de consumo esenciales”. Un año después de la fecha prevista por Arnalrik
comienza la perestroika, impulsada por el nuevo secretario general del PCUS, Mijail
Gorbachov, que accede al cargo el 11 de marzo de 1985. Ahora, las críticas en lo
ideológico, político, económico e incluso histórico, provienen de la cúpula partidaria. En
cierta medida, salvando las circunstancias históricas, se retorna al período entre 1917 y
1923, cuando en el partido se discutía absolutamente todo, se organizaban corrientes de
opinión y se expresaban posturas contrapuestas. Hoy, las máximas figuras de este proceso
son Mijail Gorbachov y Boris Yeslin. Para comprender el presente enfrentamiento entre los
dos líderes, es necesario analizar de qué manera se combinan las circunstancias políticas y
las características personales. No es indispensable ser inteligente, ambicioso o “loco” para
llegar a la cumbre; todos los líderes son producto de una época determinada y de un
momento muy especial. Si son capaces de decir y hacer lo que la sociedad reclama en ese
preciso instante, probablemente pasen a la historia; si no, quedarán marginados en el
anonimato. Pero para el surgimiento de un líder hace falta otro factor: una crisis política,
social, ideológica o económica, según las circunstancias. Gorbachov surge en plena crisis
del modelo breshneviano, denominado hoy por los soviéticos de “estancamiento”. Yeltsin
surge en momentos en que la perestroika parece no avanzar ni retroceder.
38
Cuando Gorbachov llega a la cima del partido no cuenta en su haber con grandes
“logros”. No participó en la revolución de 1917 ni en la posterior guerra civil, no jugó un
papel en las purgas stalinistas y ni siquiera en la “Gran Guerra Patriótica”. Representa a la
generación poeststalinista de funcionarios con educación universitaria, que rechaza el terror
de la década del 30. Aspira a la estabilidad y al bienestar, pero comprende que la sociedad
está estancada, que la economía no crece mientras que, en Occidente, la revolución
tecnológica está en su apogeo. Es un representante del ala tecnocrático-modernista de la
burocracia estatal partidaria. Su principal objetivo al plantear la perestroika y la glasnost, en
un primer momento, es que el sistema funcione mejor sin modificar su estructura
sociopolítica. La perestroika (reestructuración, refundación) nace como reforma radical en el
plano económico. La glasnost (transparencia, es decir información más sincera, más realista
y completa) es una necesidad política para permitir el acceso de toda la población a las
distintas corrientes de pensamiento existentes. Sólo la discusión abierta puede acelerar el
progreso en todos los ámbitos. A medida que desde el gobierno se impulsan mcdi-
38
das de apertura, la población reacciona y se moviliza. En febrero de 1986 se realiza el
primer congreso partidario (XXVII) en tiempos de perestroika Lo que comienza como una
transformación económica va dejando paso a una crítica global del sistema. Las denuncias
sobre corrupción general en la época breshneviana Implican una crítica a los privilegios de
los dirigentes partidarios, las famosas tiendas especiales, las salas reservadas en hospitales,
las datchas (casas de campo) y los viajes al extranjero. Una anécdota de la época cuenta
que en un banquete para funcionarios, Gorbachov quiso saber su precio. Cuando los
responsables avergonzados sacaron cuentas y le dijeron la cifra, Gorbachov propuso dividirla
entre los invitados El resultado fue 50 rublos por persona, la cuarta parte de un salario
medio o de la pensión de un jubilado (1). En ese mismo congreso surge la figura del jefe del
Comité Urbano del PCUS de Moscú, Boris Yeltsin. Allí, Yeltsin dijo que “en las condiciones
actuales, la autoridad inobjetable, la pretensión de que el dirigente siempre es impecable,
la ‘doble moral’, son inadmisibles Por fin en el CC del PCUS debe elaborarse un sistema de
periódica rendición de cuentas de todos los diligentes y de todos los niveles (...) Los
delegados me pueden preguntar¿ por qué no lo dije cuando intervine en el XXVI Congreso
del partido? Bueno. Puedo contesta rfrancamente: creo que entonces me faltaron coraje y
experiencia política» (NOVEDADES DE Moscú, abril de 1989)
Yeltsin es uno de los primeros en reconocer abiertamente su pertenencia a esa
capa privilegiada y también los fracasos de la misma. Sin ser responsable directo del
“estancamiento’’, pues tenía un puesto menor en el aparato burocrático asume sus
responsabilidades. No generaliza ni se queda en frases Vagas; dice:”yo tuve la culpa”. La
mayoría de los actuales dirigentes se interna en un pasado abstracto utilizando a Breshnev,
Jruschov o Stalin como responsables individuales, eludiendo la crítica global al sistema. Esta
postura ética le permite a Yelstin ganar el reconocimiento popular: no es de los que se
esconden entre las sillas del aparato; para él, del dicho al hecho no hay mucho trecho. Toma
contacto directo con la gente en
39
las calles e impulsa la perestroika en la vida cotidiana. Cuando se comienza a discutir la
reducción del aparato partidario, Yeltsin la concreta. Cuando se discute el problema de la
escasez de alimento, él se preocupa para que en las ferias de la ciudad no falten víveres.
Cuando se piensa en elecciones abiertas y con varios candidatos, Yeltsin sale a las calles a
recoger apoyo, algo que ya había hecho antes de la perestroika, en Sverdlovsk, su región de
origen. Las iniciativas de Yeltsin chocan con el partido por su estilo atrevido y nuevo. Si
antes el dirigente era entronizado, los soviéticos descubren ahora que hay uno diferente,
que es como ellos. Yeltsin utiliza el transporte público, renuncia a las provisiones especiales,
hace cola en las tiendas, se inscribe en el policlínico distrital. Sus detractores dicen que esto
es pura demagogia para ganar fama. Es posible, pero es el único dirigente que lo hace.
El periodista Vitali Tretlakov considera que Yeltsin “habla de igual a igual con los de
arriba
y
los
de
abajo,
destruyendo
las
barreras
jerárquicas
que
tanto
fastidian,
especialmente a los de abajo” (NOVEDADES DE Moscú, abril de 1989). La propia dinámica
de sus acciones lo lleva a criticar la lentitud con que se desarrolla la perestroika
El 11 de noviembre de 1987, Yeltsin es desplazado de su cargo de secretario del
PCUS en Moscú. Según el periodista inglés Martin Walker “Gorbachov ha sacrificado a Yelstin
para salvarse a sí mismo” (THE GUARDIAN, 22 de noviembre de 1987). Con declaraciones
que recuerdan épocas pasadas, Yeltsin reconoce sus “errores”: “Estoy de acuerdo con las
observaciones críticas formuladas hoy sobre mi persona (...) Debo decir que tengo corno
siempre una fe absoluta, la de un comunista, en la línea general del partido y las decisiones
del XXVII congreso (...) no hace falta decir que creo en la reestructuración,
y no puede
haber dudas al respecto. Lo declaro con toda franqueza ante ustedes, los comunistas que
han trabajado dos años conmigo en la misma organización del partido. Y cada uno de mis
actos que sea contrario a mi declaración debe naturalmente provocar mi expulsión del
partido.” (PRAVDA, 13 de noviembre de 1987). Todavía la glasnost no ha penetrado en el
alma de los soviéticos.
40
En noviembre de 1987, Yeltsin es ‘liberado’ de su puesto como miembro suplente del Buró
Político. En épocas pasadas, eso hubiera significado por lo menos la desaparición política o el
exilio interno. Por primera vez en la historia de la URSS, sucede todo lo contrario. A medida
que Yeltsin es relegado dentro del partido aumenta su popularidad, lo que refleja la
profunda aversión hacia el PCUS. Defender al partido es tarea de Gorbachov.
Gorbachov tiene la responsabilidad de presentar la perestroika ante los soviéticos y el
mundo.
Internamente
debe
mediar
entre
los
diversos
sectores
del
partido,
las
reivindicaciones nacionalistas, la apertura política y el nuevo rumbo económico. Corno jefe
de Estado, viaja mucho al exterior y logra revertir la imagen que se tenía de los soviéticos.
Su propuesta de desarme nuclear es recibida calurosamente en Europa, epicentro del
enfrentamiento Este-Oeste. Su libro PERSTROIKA, NUEVAS IDEAS PARA NUESTRO PAIS Y EL
MUNDO, se convierte en un best-seller. Es el primer líder soviético que toma distancia del
lenguaje tradicional: “Como es sabido —decía Nikita Jruschov— hay una tesis marxista
leninista que dice que mientras exista el imperialismo, las guerras serán inevitables (...)
Mientras en el globo terráqueo exista el capitalismo, las fuerzas reaccionarias, que
representan los intereses de los monopolios capitalistas, seguirán tendiendo a las aventuras
bélicas y a las agresiones, podrán intentar el desencadenamiento de la guerra” (INFORME AL
XX CONGRESO DEL PCUS, 1936)
No se trata solamente de una cuestión de terminologías. El análisis de Gorbachov difiere
radicalmente del de Jruchov: ‘Conocemos y tenemos en cuenta el gran papel representado
por los Estados Unidos en el mundo moderno; valoramos la contribución de los
norteamericanos a la civilización, teniendo en cuenta los intereses legítimos de esa nación y
nos damos cuenta de que sin los Estados Unidos es imposible erradicar la amenaza de una
catástrofe nuclear y asegurar una paz duradera. No tenemos ninguna intención malévola
hacia el pueblo norteamericano. Estamos listos y deseosos de cooperar en todas las áreas
posibles.” (PERESTROINA, NUEVAS IDEAS PARA NUESTRO PAIS Y EL MUNDO). Sin
41
embargo, en la misma obra también afirma: “Nos dirigiremos hacia un mejor socialismo en
lugar de alejamos de él. Decimos esto con honestidad, sin tratar de engañara nuestro
propio pueblo o al mundo. Cualquier esperanza de que comencemos a construir una
sociedad diferente, no socialista, y de que nos pasemos al otro campo, es irreal y fútil.
Aquellos que en Occidente esperan que abandonemos el socialismo, se sentirán
desilusionados.”.
La profesión de fe de Gorbachov respecto del socialismo o comunismo es
permanente, pero es difícil creer que se deba a un convencimiento ético e ideológico. En
ocasiones, para conformar a los conservadores, dice que el mercado es la negación del
socialismo. Cuando lo cree útil para dirigirse a los liberales, el mercado deja de ser
incompatible con el socialismo. Las contradicciones teóricas son el producto del stalinismo,
la falta de discusión y el empobrecimiento del pensamiento marxista. El pragmatismo de
todos los dirigentes desde la época de Stalin, fruto de la visión de un marxismo escolástico y
vulgarizado, lleno de citas fuera de contexto, sólo sirve para justificar a la burocracia. Basta
repasar las discusiones profundas de los líderes soviéticos entre 1917 y 1923, para percibir
el abismo teórico que existe entre aquellos dirigentes y los actuales. De todo esto se deduce
que Gorbachov todavía es “comunista” para no perder el apoyo del aparato partidario y
estatal, y siempre que no lo arrastre la corriente liberal.
Yeltsin, al chocar con el partido, está en una situación que le permite desprenderse
del comunismo con mayor facilidad. Es más, para lograr el apoyo popular no hay nada mejor
que llegar a esta conclusión: si comunismo es el modelo soviético hay que condenar al
comunismo. Cuando en febrero de 1989 propone elecciones multipartidarias y lo vuelven a
suspender, su popularidad no decrece; por el contrario, se incrementa. Las protestas logran
imponer su candidatura en las elecciones de marzo para el Congreso de Diputados del
Pueblo. El resultado es espectacular, más de cinco millones de moscovitas lo votan, lo que
representa el 89,4% de la población de la ciudad. Yeltsin y Andrei Sajarov constituyen un
verdadero rente opositor dentro del Congreso.
42
Exigen el pluripartidismo y la presentación pública de todas las plataformas políticas, y se
convierten en los abanderados de la lucha contra los privilegios de la burocracia. Por esa
época, Sajarov todavía desconfiaba de Yeltsin porque éste provenía del aparato partidario, y
consideraba que su popularidad era fruto de su condición de perseguido. (EL PAIS, 16 de
junio de 1991)
La figura de Yeltsin comienza a acaparar la atención fuera de la Unión Soviética. Lo
ven como el ‘niño terrible” de la perestroika. En setiembre de 1989 es invitado a los Estados
Unidos para dictar conferencias en varias universidades. El corresponsal del diario
REPUBBLICA de Italia, Vittorio Zucconi, comenta acerca de su vida privada durante el viaje.
Con los honorarios se habría dedicado a comprar los videos de Rambo y a consumir whisky.
El diario PRAVDA reproduce el artículo para atacarlo, otros periódicos lo defienden y dicen
que invirtió el dinero obtenido para comprar jeringas descartables y equipos médicos que no
se fabrican en la URSS. La Unión Soviética parece girar alrededor de su persona.
El viaje es importante para Yeltsin. Le permite codearse con políticos de la primera
línea y deslumbrarse ante las “maravillas” del capitalismo. Reconocerá que ha cambiado en
un día y medio “todas las impresiones sobre los Estados Unidos, el capitalismo y los
norteamericanos” que se había formado durante años. Frente a la Unión Soviética donde “la
economía está en crisis, las finanzas están en crisis, las nacionalidades están en crisis y
donde el nivel de vida no ha aumentado en cuatro años de perestroika (...) el capitalismo no
solamente no está podrido, como dicen a menudo, sino que está prosperando.” (EL PAÍS, 12
de setiembre de 1989)
Las posturas de Yeltsin reflejan la ideología de la burocracia que se acornoda según
las circunstancias. “Fui criticado mucho cuando dije que el comunismo para no es más que
un sueño dorado y que no estaba dispuesto a seguir hablando de
él”(NOVEDADES DE
Moscú, enero de 1990). Su pragmatismo le permite saltar de un extremo a otro sin que esto
le provoque una crisis personal.
43
En cambio, los viejos conservadores se sienten profundamente afectados. Toda su vida
política y privada está siendo cuestionada, sus valores, el partido, el ejército que derrotó al
fascismo durante la “Gran Guerra Patriótica”. Se preguntan si nada de lo que hicieron sirvió.
Gorbachov ha abierto la caja de Pandora. De ella ha salido Yeltsin. “Si Gorbachov
no hubiera tenido un Yeltsin lo tendría que haber inventado” escribe el propio Yeltsin en su
autobiografía publicada en 1990. Su discurso es contradictorio pero eso no parece afectar a
la mayoría de la población, presa también de la gran confusión que reina en el país. Así, en
su lucha contra todo vestigio de “totalitarismo bolchevique’, Yeltsin puede, por un lado,
exigir una profunda democratización de la sociedad, y por el otro, reivindicar los colores de
la bandera zarista como si ésa fuera un símbolo de la democracia.
Yeltsin es el político que mejor interpreta el sentimiento popular y, cuando es
necesario, sabe acomodarse. La dinámica del cuestionamiento lo lleva a radicalizar sus
propuestas de reforma política y económica. La perestroika deja de ser “más socialismo y
más democracia” según la versión original de Gorbachov. Yeltsin la interpreta como el rápido
paso hacia el capitalismo.
“¿Por qué critico al actual programa de gobierno? Pues, porque este programa no
pasa de los esquemas viejos y no incluye los mecanismos de traspaso a la economía de
mercado. No existe un programa claro y comprensible (...) sólo tomamos medidas
paliativas, accedemos a compromisos, que sólo nos conducen a un callejón sin salida (...)
Con la situación actual, con el sistema que existe, se necesita otro Gorbachov. Si entre el
pueblo y el aparato él se decide por el pueblo, y en su posición se registra un giro a la
izquierda, entonces, no veo otra figura.” (NOVEDADES DE Moscú, enero de 1990)
Ahora bien, ¿qué piensa Gorbachov de Yeltsin? En la revista NOVEDADES DE
LA UNIÓN SOVIETICA, figura la siguiente apreciación: “¿Qué recibimos de él? Sólo críticas y
muchas. Bueno, todo miembro del CC, todo diputado tiene derecho a criticar.
44
Pero me parece que el potencial de Yeltsin como político no es
grande. Conozco su programa y el contenido de sus discursos. Dan la impresión de ser un
disco rayado, siempre se repiten las mismas ideas: los dirigentes políticos están viviendo sus
últimos días, han agotado sus posibilidades, se han distanciado del pueblo, y así
por el
estilo (...) Pienso que Boris Yeltsin se ha entusiasmado mucho con las ideas destructivas. Lo
que nos hace falta hoy son acciones concretas, y no consignas ni promesas. (octubre de
1990)
Al analizar la figura de Yeltsin, Mijail Maliutin, profesor de la Escuela Central del
PCUS, equidistante de conservadores y radicales, afirma que ‘‘es un miembro de la nomeriklatura que se ha rebelado contra ella. A la población le gusta ver un burócrata
rebelarse contra la burocracia, pero no lo percibe como un dirigente independiente. Es hábil
para criticar, pero no tiene ningún programa constructivo.’’( INPRECOR 20 de abril de 1990)
Si bien las actitudes democráticas de Boris Yeltsin resultan impactantes para la
sociedad soviética, es improbable que haya podido desprenderse por completo de su pasado
partidario en un período tan corto. Valen Romanov, segundo secretario del OBKOM (Comité
provincial de construcción del partido) de Sverdlovsk, donde Yeltsin fue primer secretario
entre 1976 y 1985, piensa que ‘cuando tenga que estabilizar la situación, y en nombre de la
causa, Yeltsin barrerá a todos los politicastros que hoy le estorban, no importa el color que
tengan. Ahora no puede dejar de hacer demagogia. Debe ganar popularidad.’ (EL PAIS, 16
de junio de 1991)
En el capítulo anterior hemos explicado de qué manera los enfrentamientos entre Gorbachov
y Yeltsin condujeron al levantamiento golpista. La rivalidad entre ambos personajes tiene
facetas personales además de políticas: Los dos buscan mantener y acrecentar su poder, y
sus aspiraciones entran en conflicto permanente. Al ubicarse Yeltsin al frente de la
Federación Rusa, debilita de hecho al poder central que controla Gorbachov. El golpe del 19
de agosto confirma esta apreciación.
45
A lo largo de estos dos últimos años, en varias oportunidades Gorbachov y Yeltsin
acercaron sus posiciones y volvieron a enfrentarse en la discusión de los temas centrales de
la crisis soviética: el paso a la economía de mercado y la autodeterminación de las
nacionalidades. La glasnot también los enfrenta, ya que mientras Gorbachov siempre es
elegido por el parlamento sin intervención popular, Yeltsin participa de tres procesos
electorales abiertos y en los tres gana por amplio margen. Así, en marzo de 1989, es elegido
diputado por Moscú para integrar el Congreso de Diputados Soviéticos; en marzo de 1990,
diputado del nuevo parlamento de Rusia y, en junio 1991, presidente de Rusia.
Cuando Gorbachov se alía con los conservadores y frena las reformas, Yeltsin opta
por la confrontación. En realidad, la esencia del enfrentamiento es el futuro control de la
perestroika y por ende de la sociedad. Tatiana Zaslavskaya, la conocida economista
impulsora de reformas aún antes de que se hablara de perestroika, piensa que la cuestión
central es saber quiénes conformarán la nueva clase de empresarios. “Algunos dicen: a
partir de la nomenklatura. Otros son demócratas y luchan para que esta clase se constituya
con la gente mas enérgica y la mas talentosa, independientemente de los grupos actuales a
los que pertenecen.” (IZVESTIA, 17 de diciembre de 1990).
¿Pero cómo se llegó a la perestroika?
46
4
LAS CLAVES DE LA PERESTROIKA
“De 1957 a 1959, el volumen de la producción industrial de los países socialistas se
elevó en el 37,1% mientras que la producción
industrial de los países capitalistas sólo
aumentó en un7,4%. En ese mismo tiempo, la producción industrial de la URSS se
incrementó en el 23%, en tanto que la norteamericana tan sólo subió el 4,6%.
(Nikita Jruschov, Hacia nuevas victorias del Movimiento Comunista Internacional
MUNDIAL, 6 de enero de 1961)
“En los últimos quince años, la taso de crecimiento de la renta
nacional declinó en más de la mitad y para comienzos de los
ochenta había caído a un nivel cercano al estancamiento económico. Un país que alguna
vez se había acercado rápidamente a las naciones avanzadas del mundo comenzó a perder
posiciones. Además, la brecha en la eficiencia de producción, calidad de los productos,
desarrollo científico y tecnológico, la producción de tecnología de punta y el uso de técnicas
avanzadas, comenzó a extenderse, y no a favor nuestro.”
(Mijail Gorbachov, PERESTROIKA NUEVAS IDEAS PARA NUESTRO PAIS
Y EL
MUNDO,1987)
47
E1 XX congreso del PCUS, realizado en 1956, es el primer intento de reformas después de la
muerte de Stalin en 1953. En aquel momento, las esperanzas se cifran en el nuevo
secretario general, Nikita Jruschov que denuncia el denominado “culto a la personalidad”. El
prestigio de la Unión Soviética crece gracias a la “desestalinización”, hay ilusiones de
producir una reforma profunda, el país se desarrolla económicamente y los famosos
Sputniks comienzan a surcar el espacio para orgullo de los soviéticos. El crecimiento es real.
Sin el apoyo financiero de un Plan Marshall, la Unión Soviética se ha recuperado de la
catástrofe de la Segunda Guerra Mundial que le costó veinte millones de muertos y la
destrucción completa de muchísimas ciudades. Se ha convertido en la segunda potencia
industrial del mundo. Los pronósticos son alentadores pero desmedidos. Las ilusiones duran
poco.
Las promesas grandilocuentes de Jruschov de igualar e incluso superar al
mundo capitalista, especialmente a los Estados Unidos, quedan en promesas y se generaliza
el descontento. Las expectativas, alimentadas por la propaganda, eran grandes y la
contradicción entre el discurso oficial y el nivel de consumo al alcanzado es evidente. Si no
se avanza, se retrocede.
Por esa época, el economista belga Ernest Mandel, que se dedica a estudiar en detalle
las características de la economía soviética, considera que “el retraso del desarrollo de la
industria de bienes de consumo sobre el de la industria de bienes de producción constituye
una característica general de la planificación soviética en la época stalinista. Resulta de una
elección de prioridades fríamente establecida por los dirigentes de la URSS
49
Según Malenkov, de 1929 a 1953 se invirtieron 638.000 millones
de rublos en la industria pesada y 193.000 millones en el sistema de transportes, frente a
solo72.000 millones en la industria ligera (...) El nivel de vida del ciudadano soviético queda
muy por debajo del nivel posible, dado el grado de desarrollo actualmente alcanzado en la
Unión Soviética. La industrialización se ha realizado en primer lugar a expensas del nivel del
consumo de las masas.”
(TRATADO DE ECONOMÍA MARXISTA, 1962)
En este punto se encuentra una de las claves para comprender la crisis actual. Hay
una contradicción real entre el desarrollo económico global y el potencial existente, que
permitiría un desarrollo aun mayor. La transformación de un país semifeudal y atrasado de
comienzos de siglo a una potencia industrial, implica también una modificación en la
conciencia de sus habitantes. Para ver los resultados de la economía soviética, hay que
compararla, en primer lugar, con los planes declamados y, en segundo, con el nivel de
desarrollo alcanzado por los países capitalistas. En 1961, se dice que hay que alcanzar a los
EEUU; en 1976, los objetivos en la producción son menos ambiciosos que los que figuraban
en los planes de 1961.
El ciudadano soviético, que aún considera una conquista de la revolución el derecho al
pleno empleo, a la educación superior y a la salud gratuita, ya no compara con el
feudalismo zarista sino con los países capitalistas desarrollados que están en plena
revolución tecnológica y que, supuestamente, iban a ser eclipsados por el socialismo.
Entre 1964 y 1974, la economía y el nivel de vida siguen creciendo pero a un
ritmo lento y —a pesar de que los líderes afirman lo contrario— se produce un estancamiento.
Gorbachov
es
quien
mejor
lo
define: “En
cierta
etapa
—eso
se
vuelve
particularmente claro en la última mitad de los años setenta— sucedió algo que resultó a
primera vista inexplicable. El país comenzó a perder impulso. Los fracasos económicos se
volvieron más frecuentes. Comenzaron a acumularse las dificultades y se multiplicaron los
problemas sin resolver. Elementos de los que nosotros
50
llamamos estancamiento y otros fenómenos ajenos al socialismo comenzaron a
aparecer en la vida de la sociedad Una especie de mecanismo de freno’ afectaba el
desarrollo social y económico ~ (PERSTROIKA NUEVAS IDEAS PARA NUESTRO PAÍS Y EL
MUNDO, 1987)
El estancamiento es el producto de la imposibilidad de responder a todas las necesidades
económicas al mismo tiempo. competir en la carrera armamentista en la época de la
“Guerra de las Galaxias’’ incrementó el consumo masivo y las inversiones productivas
Debido al sello dejado por la represión estalinista, ni Jruschov ni Breshnev (que asume
en 1966) necesitan recurrir a métodos tan extremos. Salvo los “disidentes’’ que atraen la
atención mundial por sus internaciones en “hospitales psiquiátricos la población adopta
formas de lucha pasivas que, por lo general, no favorecen su organización política
Se
producen actos de sabotaje en las empresas, aumenta el ausentismo laboral, los ritmos de
producción decrecen, y los soviéticos se refugian en la evasión personal apelando a
diversos medios de los cuales el más común es el alcoholismo.
Los ciudadanos que han accedido a una educación superior están Particularmente
descontentos y son conscientes de que su propio desarrollo depende de la discusión abierta,
sin ningún tipo de censura y de que el régimen autoritario constituye un obstáculo para su
formación científica Basta recordar que en la Unión Soviética hay cerca de un millón y medio
de investigadores que representan la cuarta parte del total de científicos del mundo (Ernest
Manciel, ¿A DÓNDE VA LA URSS?,l989) También los sociólogos, historiadores economistas,
escritores, artistas Plásticos, poetas directores de teatro y cine, periodistas y demás
intelectuales están
ávidos de una apertura política. No es para menos, a partir de 1917, el mundo cultural ha
sido muy enaltecido en la sociedad soviética y la influencia de los “trabajadores de la
cultura’’ es importante. En este sentido, resulta significativa la carta que el disidente Leonid
Plioutch envió en 1977 a los partidos comunistas de España, Francia e Italia sobre la crisis
en la Unión Soviética,
y que no obtuvo ninguna respuesta:
‘‘En la época de revolución científica y técnica que. vivimos, una gestión burocrática y
policial de la economía ha conducido a los países del Pacto de Varsovia a una impasse
económica y política (.. .) El desinterés moral, la comprensión del vínculo entre la ineficacia
del trabajo de las empresas y la ausencia de libertad, conducen a la intelligentsia técnica a
protestar contra el orden establecido, a luchar por la libertad de información y de expresión,
etc. (...) La única solución racional para salir de la crisis económica es la democratización de
la producción, de la gestión económica, es decir, una cierta descentralización de la
producción, un sistema de gestión y de planificación más flexible (participación de los
trabajadores en la dirección de las empresas y en la planificación, independencia de los
sindicatos, libertad de huelga, realización del principio leninista de control por los tra-bajadores, sistema científico de organización de la producción, de planificación, de remuneración
del trabajo, etc.). Jruschov había hecho tentativas de una cierta democratización dentro de
la economía, Kossiguin ha ido más lejos.
“Pero sin democratización política (respeto y ampliación de la Constitución), la
democratización económica está inevitablemente condenada a perecer, porque dentro de
una atmósfera de miedo y de arbitrariedad burocrática y policial, cualquier reforma termina
por degenerar. Nosotros, opositores marxistas soviéticos, es justamente sobre este principio
que nos fundamos para llegar a nuestras posiciones de lucha, lucha que desarrollamos ante
todo por los derechos políticos, y en esta lucha nos unimos con aquellos cuyo combate tiene
por único objetivo hacer triunfar esos derechos (libertad de palabra, de prensa, de
manifestación, de asociación); es decir, los demócratas políticos, los movimientos nacionales
(derecho de las naciones a la autodeterminación), los movimientos religiosos (libertad de
conciencia).
“El movimiento democrático reúne cada año más tendencias ‘disidentes’ en torno a la lucha
por un estado de derecho, por el respeto a la Constitución, la ampliación de esta
Constitución a la luz de los principios de la Declaración
52
Universal de los Derechos del Hombre, dentro de la perspectiva de que se autorice la
existencia de otros partidos y el derecho de huelga (...) El triunfo de las ideas del
comunismo, se transforma en nuestros días en derrota. A consecuencia del monopolio
impuesto sobre el pensamiento, el marxismo oficial se ha estancado, se ha metamorfoseado
en una nueva forma mitológica. Un marxismo paralizado que no se desarrolla, ni se
cuestiona a sí mismo a partir de las leyes dialécticas, deja de ser marxismo. Es posible
analizar los otros elementos que incluye la noción de ‘socialismo’. Pero la característica
dada, muestra bien que en la URSS el socialismo no existe (...) el miedo a la verdad jamás
aportó ninguna contribución, ni a la lucidez de pensamiento, ni al desarrollo de la ciencia, ni
a la lucha por una sociedad mas justa.” (INPRECOR, 14 de abril de 1977)
Ahora bien, ¿cómo se llegó a esta situación? En primer lugar, por el dominio
político de una capa burocrática que controla la sociedad en todos los ámbitos, públicos y
privados. Su permanencia en el poder y la prohibición de cualquier tipo de organización
alternativa, permitió que durante décadas esta burocracia Impusiera su proyecto político. En
nombre del socialismo, argumentando ser los continuadores de la revolución de 1917 y de
sus valores éticos y morales, estos hombres se perpetuaron en el poder para defender sus
privilegios; los que ahora Yeltsin denuncia una y otra vez.
Esta capa burocrática forma una pirámide integrada por unas 400.000 personas,
incluidos los altos mandos de la poderosa KGB. En la cúspide se ubica la denominada
nomenklatura. La burocracia monopoliza el poder económico al controlarla gestión estatal —
que produce el 80% del producto nacional— por medio de la selección de funcionarios leales
y obsecuentes. El trabajador no tiene ningún poder de control sobre la producción, a pesar
de que ése fue uno de los postulados centrales de la revolución de 1917.
La burocracia se diferencia claramente de la burguesía. El sistema capitalista está basado en
una clase social —la burguesía— que es propietaria de los medios de producción y cuyo
objetivo permanente es acrecentar su ganancia,
53
para lo cual necesita trabajadores. Sin burguesía no hay capitalismo, como sin nobleza
feudal propietaria de la tierra no hay feudalismo. Pero como la burocracia no es una clase
social, su objetivo es cumplir con un plan que permita la reproducción del sistema
garantizándole sus beneficios. Por eso, planifica la economía principalmente en función de
defender su posición y acceder a bienes de consumo. A los burócratas, por no ser
propietarios directos de las empresas, no les importa el máximo rendimiento de los
trabajadores pues no obtienen ganancias monetarias. Ellos no son propietarios, son
administradores. Temen que cualquier cambio pueda desplazarlos del lugar que ocupan, y
desconfían de la capacidad individual y colectiva, pues amenaza su permanencia en los
cargos burocráticos. De esta manera, se produce un conflicto de intereses entre esta capa
social y la sociedad en su conjunto, que necesita cambios constantes para progresar. Existen
innumerables ejemplos de despilfarro de recursos humanos y materiales a causa de una
planificación que se debe llevar adelante aunque no le sirva a la mayoría de la población. A
su vez, cada burócrata regional o local también busca cumplir con las indicaciones de sus
superiores y ganarse, así, un lugar en la capa privilegiada de la sociedad.
“Durante la dictadura estalinista —continúa diciendo Mandel en su TRATADO DE
EC0NOMIA MARXISTA— las tareas de construcción eran esencialmente extensivas. Se
trataba de crear la infraestructura de una gran potencia industrial moderna, ante todo,
copiando empresas y técnicas extranjeras. Había mano de obra en abundancia. Su
capacidad de resistencia había sido reducida al mínimo por medio del terror y de la
atomización de las masas. Es cierto que la tensión social era enorme, pero el régimen
respondía a ella con olas sucesivas de represión a gran escala. Los resultados se compraban
con enormes despilfarros, con sacrificios que fácilmente se hubiesen podido evitar; no eran,
por ello, menos impresionantes. La calidad era sistemáticamente sacrificada en aras de la
cantidad, mas ésta parecía crecer de
54
acuerdo a la lógica irresistible de progresión geométrica’’ Por ejemplo, en ese marco no es
de sorprender que la planificación indique que “hay que” comprar repuestos en una ciudad
a 100 Km. de distancia de Moscú, aunque puedan obtenerse en Moscú ahorrando tiempo,
transporte mano de obra, etc. Comprarlo en Moscú implicaría romper una cadena donde el
burócrata al frente de la fábrica a 100 Km. de distancia no podría cumplir con las normas
que él “debe” cumplir. En este círculo vicioso todos se ayudan; y al final, cada uno
mostrará
orgulloso que cumplió con lo suyo, recibirá algún beneficio y seguirá
reproduciendo el sistema. Las consecuencias inevitables son el despilfarro, el desinterés y
la mala calidad. Así, según el diario TRUD, en la URSS hay cuatro personas más para
arreglar las máquinas que para construirlas (11 de noviembre de 1965).
Esta “lógica’’ irracional del sistema se traslada también a las inversiones. Se realizan
“grandes proyectos’’ que una vez finalizados son imposibles de poner en funcionamiento
porque la tecnología utilizada ya es obsoleta. Sin embargo, quien lo planificó obtuvo, en su
momento, reconocimiento personal y político.
Según PRAVDA del 4 de noviembre de 1988, los depósitos frigoríficos de Moscú pueden
almacenar el equivalente a 19 contenedores de carne, pero llegan 200 todos los días. El
contenido del resto (181) se pudre en algún lugar (o se vende en el mercado negro), y en
los últimos veinte años no se ha construido ni uno más. Este es uno de los ejemplos que
mejor explica la aparición de circuitos paralelos de distribución de los productos, dando lugar
a la organización del trabajo en “negro” y al mercado ilegal.
Cuando se elaboran las estadísticas de consumo, el referente-como
es lógico suponer— es la carne que llega a Moscú antes de su distribución La presentación
de una realidad sin problemas —opina Gorbachov.... fue contraproducente: se había
formado una brecha entre la palabra y la acción, que produjo la pasividad pública y el
descreimiento en los eslogans que se proclamaban Es natural que esa situación diera por
resultado una brecha en la credibilidad: todo lo que era proclamado en las tribunas e
impreso en los periódicos y libros de texto fue cuestionado.’’ ( Perestroika, Nuevas Ideas
para Nuestro País y el Mundo, 1987)
55
Las falsas estadísticas ocultaban la irracionalidad del sistema. Pero la glasnost
permite la investigación crítica e independiente. Una de las grandes “sorpresas” es el alto
grado de pobreza de amplios sectores de la población. Una investigación de NOVEDADES DE
Moscú, publicada el 11 de marzo de 1990 y realizada en base a datos oficiales del año 1988
obtenidos por el Comité Estatal de Trabajo, revela la existencia de 41 millones de personas
cuyos ingresos son inferiores a los 78 rublos, cantidad considerada mínima para cubrir las
necesidades de subsistencia. En Tadzhikia, el 58,6% de la población vive con menos de 75
rublos mensuales; en Uzbekia, la cifra llega al 44,7%. Estonia, Lituania y Letonia son las
repúblicas en mejor situación, ya que menos del 4% de la población vive en la pobreza. De
acuerdo con todos los datos oficiales de años anteriores, en la Unión Soviética la pobreza no
existía. Tan sólo un año antes de la investigación, Gorbachov afirmaba de manera
contundente que “la posibilidad de hambre y desnutrición ha sido eliminada para siempre de
nuestro país. Ese había sido el flagelo de Rusia durante siglos. En términos de dieta rica en
calorías, la Unión Soviética se cuenta definitivamente entre las naciones desarrolladas”
(PERESTROIKA, NUEVAS IDEAS PARA NUESTRO PAÍS Y EL MUNDO, 1987)
Mientras la sociedad soviética atraviesa por una etapa de “estancamiento”, los
países capitalistas desarrollados están en plena revolución tecnológica. Sin embargo, sería
falso afirmar que la URSS se encuentra globalmente al borde de la miseria. Muchos de los
descubrimientos de los científicos soviéticos se aplican en el mundo capitalista, la industria
militar es de alta calidad, y cuando se utiliza esa calidad en la industria civil de bienes de
consumo, los resultados son óptimos. Hace algunos años, la administración Reagan intentó
sabotear un acuerdo entre la URSS y los países de Europa Occidental por el cual éstos
recibirían gas natural soviético, negándole a Moscú tecnología sofisticada. En menos de dos
años la industria soviética pudo recuperarse y cumplir con los contratos
56
demostrando que inversión y desarrollo son, siempre, el fruto de una opción política. La
diferencia principal con los países europeos es que, en la URSS, las innovaciones
tecnológicas permanecen restringidas a algunos ámbitos y no se generalizan a la sociedad
en su conjunto. Los soviéticos Gordon y Klopov en su libro ¿QUÉ PASÓ? señalan que “en la
primera mitad de la década del 80 se estaban utilizando cerca de 800 mii computadoras (en
EEUU) y en la URSS, aproximadamente 50 mil”. La contradicción entre el más alto nivel de
desarrollo en algunos rubros y el subdesarrollo en otros, es consecuencia de décadas de
inversión dirigida al sector productivo en desmedro del área de bienes y servicios. La
planificación centralizada y controlada por la burocracia durante años fue, en realidad, una
planificación sin criterios racionales.
“Se estaba produciendo una situación absurda — afirma Gorbachov—. El mayor
productor del mundo de acero, materias primas, combustibles y energía, tiene déficit de
ellos, debido al derroche o a la ineficiente utilización. Uno de los mayores productores de
granos para alimentos tiene que comprar millones de toneladas de cereales por año, para
forraje. Tenemos la mas grande cantidad de médicos y camas de hospitales por millar de
habitantes y, al mismo tiempo, hay notorias deficiencias en nuestros servicios de salud. Con
sorprendente exactitud nuestros cohetes pueden encontrar el cometa Halley y volar a
Venus, pero codo a codo con esos triunfos científicos y tecnológicos, hay una evidente falta
de eficiencia en el uso de los logros científicos para las necesidades económicas y muchos de
los artefactos domésticos soviéticos son de mala calidad.” (PERESTROIKA NUEVAS IDEAS
PARA NUESTRO PAÍS Y EL MUNDO, 1987)
Cuando en 1984 comienza a abrise la discusión en el seno de la sociedad, el correo de
lectores de Sov~rsi~ip~ KUL’TURA refleja el rechazo generalizado a la burocracia:
“Ellos son los privilegiados que no hacen gran cosa y reciben coches, televisores, etc. y
nosotros somos la masa. Nos piden que trabajemos mucho, ¿para qué?”
La pregunta que se hacen hoy los soviéticos es nodal:
¿esta situación es el producto de la revolución de 1917?
57
5
LOS BOLCHEVIQUES
EN EL PODER
Estos días se puede leer en la prensa occidental que en este
país es la primera vez en 70 años que el parlamento se reúne en
condiciones democráticas Esto es inexacto. En los primeros
años del poder soviético , los congresos de souiets y el comité
ejecutivo central de la Unión, donde yo fui elegido, se desenvolvieron en condiciones
perfectamente democráticas (...) Le daré
un ejemplo: en la noche del 23 al 24 de febrero de 1918, cuando
quedaban pocas horas antes de la expiración del ultimátum
alemán, hubo una reunión del Comité Ejecutivo (...) me permitieron tomar la palabra en
nombre de la fracción bolchevique, a
mí, un soldado que no tenía todavía veinte años (...) De lo que
ocurrió con Stalin en el poder ni vale la pena hablar (...) Hoy ten- go 91 años y estoy
inmensamente feliz de haber vivido tanto para asistir al restablecimiento de los principios de
la democracia y para ver el primer congreso de diputados del pueblo de la
URSS.”
(Entrevista a Ivan lakovlevitch Vratchev, quien participó en la
revolución de 1917 y cuya firma figura en el decreto de formación de la URSS, publicada en
ARGUMENTI 1 FAKTI, el 24 de junio
de 1989. En la época de Stalin, Vratchey pasó varios años en la
Cárcel).
59
Cuando los bolcheviques liderados por Lenin y Trotsky toman el Palacio de Invierno en
Petrogrado, pocos imaginan que podrán mantenerse más de unos pocos días en el poder, y
menos aun que
de allí en más cambiará el curso de la historia mundial.
Con muchos ideales y poca experiencia, los revolucionarios rusos destruyen los cimientos de
uno de los imperios más poderosos y despóticos. Se consideran los continuadores de la gran
revolución social burguesa de 1789, en Francia, que le arrebató el poder a la monarquía y
destruyó el viejo orden feudal. En aquella oportunidad, el progreso político y social pudo
concretarse gracias a que las fracciones de la pequeña burguesía jacobina (Dantón, Marat y
Robespierre) impulsan la revolución hasta el final.
Así, siguiendo el modelo histórico francés, los socialistas rusos debaten a principios de siglo
el carácter de su revolución que, en primer lugar, debe acabar con la monarquía, ser
democrática y realizar la reforma agraria. En segundo lugar, se proponen construir una
sociedad socialista que supere la democrático-burguesa surgida con la Revolución
Francesa.
En 1898, en el exilio, nace el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) influenciado
por las ideas socialistas y marxistas. En 1903, se produce la ruptura en el POSDR entre una
mayoría (bolcheviques) dirigida por Lenín y una minoría (mencheviques) liderada por
Martov. Las discusiones giran en torno de las fuerzas sociales que impulsarán la revolución
y la organización partidaria.
El imperio zarista se ha desarrollado durante siglos expandiendo
sus fronteras,
ocupando nuevos territorios y
61
poniendo a decenas de pueblos bajo el dominio del poder central ruso. De manera muy
particular para la época, el imperio combina diferentes características socioeconómicas en
un mismo territorio. Está poblado principalmente por campesinos de diversas nacionalidades
que viven, a principios del siglo XX, en condiciones de servidumbre y extrema pobreza,
similares a las del siglo XVII. Treinta mil grandes propietarios poseen tantas tierras como 50
millones de campesinos, lo que provoca una larga sucesión de levantamientos en el campo
que, en 1861, obligan al zar Alejandro II a abolir la servidumbre. El imperio no se encuentra
entre los países desarrollados de Europa; no ha tenido “su” Revolución Francesa. Por otra
parte, el capital financiero europeo industrializa rápidamente la economía rusa construyendo
grandes fábricas del nivel de las que se encuentran en los países capitalistas. Allí se
concentra una gran masa de trabajadores venidos del campo. Estas fábricas son “islas” de
alto desarrollo capitalista en medio de un “mar” de atraso semifeudal. En 1917, hay casi tres
millones de trabajadores
industriales muy politizados en las principales ciudades del país
(en Petrogrado, el 89% sabe leer y escribir).
La combinación de este desarrollo desigual en un mismo país provoca grandes discusiones
respecto del carácter de la revolución y de la intervención en ella de las diferentes clases
sociales. Al analizar la estructura socioeconómica rusa, más evolucionada que la de Francia
en 1789 o que la de Alemania en 1848, los revolucionarios rusos se preguntan: ¿Es posible
que la burguesía rusa pueda llevar adelante la revolución democrático-burguesa, derribar a
la monarquía y eliminar los vestigios del feudalismo? Llegan a la conclusión de que el
desarrollo de un país atrasado no es la simple repetición histórica y económica de los países
más avanzados, con un retraso de cien o doscientos años. La burguesía rusa, ahora, es
incapaz de repetir lo realizado por su similar francesa o alemana. Si los avances tecnológicos
del capitalismo son implantados por los países desarrollados en una estructura social feudal
o semi-feudal como la rusa, transforman radicalmente la estructura social y por ende los
proyectos políticos y económicos de las clases sociales.
62
Las contradicciones políticas se agudizan en 1917, especialmente por la Primera
Guerra Mundial, que desgasta al imperio. El 8 de marzo cae la monarquía y la burguesía
liberal asume el control del Estado, coronando como primer ministro de un Gobierno
Provisional al príncipe Lvov. Pero las condiciones están dadas para que en menos de nueve
meses todo el panorama político se transforme radicalmente. Las viejas clases dominantes,
la nobleza y la monarquía están sumamente desprestigiadas y desgastadas, luego de siglos
de opresión. La miseria en el campo y la posesión de la tierra son las cuestiones centrales a
resolver.
Entre 10 y 14 millones de campesinos son movilizados para una guerra en la que
no quieren participar. Mueren 8 millones y, además, pierden unos 2 millones de caballos—su
principal medio de trabajo— que también fueron ‘movilizados”. Los soldados “votan con los
pies” y se escapan del frente, hartos de la guerra. Cuando los bolcheviques reivindican la
paz son acusados de traidores a la patria y de agentes alemanes. Todos los demás partidos,
y especialmente la burguesía liberal, están a favor de la continuación de la guerra.
Las nacionalidades, que representan el 57% de la población del imperio zarista,
proclaman en veinte lenguas su ansia de liberación. Los bolcheviques son los únicos que
reivindican la autodeterminación de los pueblos.
Entre febrero y octubre de 1917 se intensifican las huelgas, la producción industrial cae en
un 40% y el hambre azota las ciudades y el campo. En ese período, el partido bolchevique
crece de manera impresionante. Paralelamente se crean los soviets, como organismos
independientes del Estado que agrupan a todos aquellos que luchan contra la monarquía y
la burguesía. Su representatividad crece con el correr de los meses y se constituyen en un
verdadero poder alternativo. Su estructura es profundamente democrática y sus miembros
revocables por
63
simple voto. En realidad, existe una situación de “doble poder”. Aún no se sabe cuál de
ellos prevalecerá.
Edward H. Carr, uno de los mejores historiadores de la Revolución Rusa, así describe la
situación en los meses posteriores a aquel febrero; “El sentimiento común a obreros y
campesinos, a la vasta mayoría de la población, era de inmenso alivio ante el alejamiento de
un íncubo monstruoso, sentimiento que venía acompañado de un profundo deseo de
conducir sus propios asuntos a su manera, y de la convicción de que esto era posible (...) Se
trataba de un movimiento de masas inspirado por una ola de inmenso entusiasmo
y por
visiones utópicas de la emancipación de la humanidad de las cadenas de un poder remoto y
despótico, y que no estaba interesado en los principios occidentales de democracia
parlamentaria y gobierno constitucional proclamados por el Gobierno Provisional (...) Por
toda Rusia se extendieron los soviets locales de obreros y campesinos. Algunas ciudades y
distritos se auto proclamaron repúblicas soviéticas. Los comités obreros de fábrica se
atribuyeron el ejercicio exclusivo de la autoridad en su campo. Los campesinos se
apoderaron de la tierra y la repartieron entre ellos. Y todo lo demás se eclipsaba ante la
demanda de paz, de poner fin a los horrores de una guerra sangrienta y sin sentido (...)
Este movimiento general de revuelta contra la autoridad le parecía a la mayor parte de los
bolcheviques un preludio del cumplimiento de sus sueños sobre un nuevo orden social; no
tenían ningún deseo de detenerlo ni los medios para ello.” (LA REVOLUCIÓN RUSA: DE
LENIN A STALIN, 1917-1929)
Con las consignas de “Pan, paz y trabajo”, los bolcheviques preparan la insurrección para
que coincida con la apertura del II Congreso de los Soviets y para que éste
asuma el poder
real.
En ningún momento se piensa que es el partido el que debe gobernar. El 25 de octubre de
1917 a las 10 de la mañana, el Comité Militar Revolucionario, adjunto al Soviet de
diputados obreros y soldados de Petrogrado, emite un comunicado redactado por Lenin:
“El Gobierno Provisional ha sido depuesto. El poder
del Estado ha pasado a manos del Soviet de diputados
64
obreros y soldados de Petrogrado, del Comité Militar Revolucionario, que encabeza al
proletariado y a la guarnición de Petrogrado.
“La causa por la cual luchaba el pueblo: la propuesta inmediata de una paz democrática, la
abolición de la pro piedad de los terratenientes sobre la tierra, el control obrero sobre la
producción, la creación de un gobierno soviético. está asegurada.
“¡ Vi va la revolución de los obreros, soldados y campesinos!”
El periodista norteamericano John Reed describe el ánimo reinante en el Palacio de Srnolny
desde las primeras horas de la mañana: “Varios soldados recién llegados del frente
aportaron el saludo entusiasta de sus regimientos... Por fin, Lenin se levantó. Apoyándose
en el borde de la tribuna, paseó sobre la concurrencia sus ojuelos parpadeantes,
aparentemente insensible a la inmensa ovación, que se prolongó durante varios minutos.
Cuando ésta se terminó, dijo simplemente:
—Ahora pasamos a la edificación del orden socialista. Nuevamente estalló en la sala una
formidable borrasca humana.” (DIEZ DIAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO)
Para finalizar, Lenín dice: “¡Viva la revolución socialista mundial!”
Los bolcheviques creen que pueden avanzar rápidamente hacia el socialismo porque
cuentan con el apoyo popular.” Durante
la transición del capitalismo al comunismo —
escribe Lenin en 1917, influenciado por las grandes movilizaciones y antes de la toma del
poder— la represión todavía es necesaria, pero ahora es la represión de la minoría
explotadora por la mayoría explotada. Un aparato especial, una máquina especial para la
represión, el ‘Estado’, es todavía necesaria, pero ahora es un Estado transicional. No es
más un Estado en el propio sentido de la palabra; ya que la represión de la minorías de
explotadores por la mayoría de los esclavos asalariados de ayer es comparativamente tan
fácil, una tarea simple y natural que será mucho menos sangrienta que la represión del
levantamiento de los esclavos,
65
siervos o los asalariados; y a la humanidad le costará mucho menos (...) Sólo el comunismo
hace
que
el
Estado
sea
absolutamente
innecesario,
ya
que
no
hay
nadie
para
reprimir,’nadie’en el sentido de una clase...” (EL ESTADO Y LA REVOLUCION). Esta era, en
esencia, la definición de lo que los revolucionarios rusos llaman la “dictadura del
proletariado”, dictadura de las mayorías sobre una pequeña minoría. Pero la realidad sería
muy diferente.
Las viejas clases dominantes y la burguesía se organizan de inmediato para
derribar al gobierno de los soviets. No están dispuestas a aceptar la experiencia socialista. Si
bien los bolcheviques son conscientes del rechazo que produce la revolución en las clases
gobernantes en Europa, están convencidos de que la atracción que ésta ejerce provocará
levantamientos populares que derribarán a los gobiernos capitalistas y acabarán con la
guerra. Entonces, las naciones más desarrolladas apoyarán económicamente la construcción
del socialismo en la Rusia atrasada.
La Revolución Rusa efectivamente atrae a millones de trabajadores europeos que
adhieren fervorosos a las ideas socialistas. Se le ha quitado la tierra a los terratenientes, se
ha nacionalizado la industria, la banca y el comercio exterior; los trabajadores han
constituido sus órganos representativos, los soviets. A pesar de su atraso económico, la
Rusia revolucionaria es el primer país en reducir la jornada laboral a ocho horas y en
dictaminar la prohibición del trabajo para los menores de 16 años. La mujer tiene los
mismos derechos que el hombre: puede votar y ser elegida, a igual trabajo igual salario, se
le otorga protección social antes y después del parto, también a las madres solteras.
Además, se fundan comunas sobre bases socialistas y las naciones oprimidas se liberan del
imperio. Estos hechos tienen un poder de atracción muy grande en Europa y el resto del
mundo.
Sin embargo, lo que los revolucionarios no toman en cuenta —tal vez por exceso
de idealismo— es la ayuda militar que las principales potencias, enemigas de Rusia durante
la guerra mundial, le brindarán a los contrarrevolucionarios, los “blancos”, para derribar al
gobierno “rojo”. El ejército alemán ocupa casi toda Ucrania.
66
Las tropas inglesas, francesas y norteamericanas ocupan el puerto de Murmansk en la
frontera con Finlandia. Los japoneses desembarcan en abril de 1918 en Vladivostok. Si en
octubre de 1917 había solamente io mil ~guardias rojos” para defender la revolución de las
viejas dases dominantes, en 1921 el Ejército Rojo cuenta con cinco millones y medio de
soldados. La guerra civil es devastadora.
El 3 de marzo de 1918 los bolcheviques firman la paz con Alemania A pesar de las
condiciones leonínas impuestas por los alemanes, después de muchas dudas y discusiones
acceden a firmar el tratado de Brest-Litovsk El Estado Soviético pierde el 34% de su
población; el 32% de sus tierras cultivadas; el 54% de su industria, y el 89% de sus minas
de carbón.
La producción en la gran industria decae abruptamente, de 3 millones de obreros en 1917,
quedan 1,2 millones en 1921. Muchos están en el frente. Moscú pierde el 44,5% de su
población y Petrogrado un 57,5%. Además, los trabajadores y los cuadros partidarios más
calificados y politizados se integran a la administración del Estado, los soviets y el ejército.
Las epidemias, el hambre y el frío provocan 9 millones de muertos; 350 mil más caen en
los combates. El 50% de la producción industrial es robado para su venta en el mercado
negro. La tierra expropiada a los grandes terratenientes no es colectivizada según los
primeros planes sino que se divide y se entregan pequeñas parcelas a los campesinos, lo
que desfavorece la producción agrícola en gran escala. El pequeño agricultor produce para
su consumo y desabastece las ciudades en plena guerra civil.
Estos obstáculos representan el principal escollo para la construcción del socialismo. Hay
que recordar que, según Marx, una condición indispensable del socialismo, como
contrapartida del capitalismo donde las riquezas se concentran en pocas manos, es la
abundancia material, principalmente de bienes de consumo repartidos a toda la población.
Socialismo en miseria no es socialismo, y en la Rusia de 1917 hay miseria, como producto
del insuficiente
67
desarrollo tecnológico e industrial en la ciudad y el campo, y de las guerras (mundial y
civil). Además, el entusiasmo revolucionario de 1917 ha decaído después de años de
guerra. Cunde la desmoralización, el agotamiento y, por ende, la despolitización general.
Como si esto fuera poco, el cerco tendido por los países capitalistas europeos se cierra: a
pesar de que el gobierno soviético está dispuesto a pagar los alimentos en oro y al
contado, no entra a la URSS ni una hoja de lechuga.
La destrucción del viejo aparato estatal en el marco de la guerra civil es una fuente
de problemas inesperados. Los bolcheviques están realizando la primera experiencia en la
historia de una revolución socialista y lo hacen en condiciones netamente desfavorables. En
este caso, el referente histórico es la Comuna de París de 1871, donde los ingresos de los
funcionarios no eran mayores a los de un obrero calificado, y donde éstos eran elegidos y
revocables en sus cargos según la voluntad de los electores. Esto era así para evitar la
burocratización a partir de los cargos con privilegios materiales. Sin embargo, lo que en la
Comuna aparecía como ‘ideal no lo era para la Rusia revolucionaria. La necesidad de poner
en marcha la economía y la administración obliga al nuevo gobierno a recurrir a
funcionarios del régimen anterior, y también a técnicos calificados que buscan un lugar en
el estado soviético como forma de acceder a una posición social encumbrada. Para salir del
atraso, era indispensable industrializar el país. De otra manera, se corría el riesgo de que
los trabajadores soviéticos se sintieran atraídos por el nivel de vida de los países
capitalistas. El partido intenta controlar la situación pero, lentamente, comienza el proceso
de fusión entre partido y estado.
Entre 1917 y 1921, el partido se encuentra en debate
casi permanente en todos sus niveles, y sus principales líderes forman tendencias internas
sobre puntos específicos, o fracciones que cuestionan la línea global de la conducción. Las
discusiones son álgidas y casi nunca existe la unanimidad. Se cuestiona la paz con Alemania,
el papel de los sindicatos, la economía, el ejército y el rol
68
de los soviets. En vísperas del X Congreso partidario, concertado para marzo de 1921,
estalla una rebelión de marineros de la Armada Roja con base en Kronstadt. Se trata de los
mismos marineros que habían sido honrados como héroes de la revolución y que ahora
exigen mayores libertades y critican el férreo control del estado por parte del partido. Sus
posturas son muy similares a las de una fracción partidaria, la “oposición obrera”. La
represión contra los marineros de Kronstadt es muy violenta y marca un punto de inflexión.
A partir de este hecho, los medios de comunicación de las principales capitales del
mundo lanzan una nueva campaña contra el gobierno soviético. Se dice que los
levantamientos anti-comunistas ganan las ciudades, que los bolcheviques huyen, que Lenin
fusila a Trotsky y viceversa, etc. etc. “La experiencia de todas las revoluciones de los siglos
XVIII, XIX y XX —dice Lenin en el X congreso— demuestra con absoluta claridad y de modo
convincente que, si se produce el mas mínimo debilitamiento de la unidad, de la fuerza e
influencia de la vanguardia revolucionaria del proletariado, estas vacilaciones no pueden
conducir sino a la restauración del poder y de la propiedad de los capitalistas y los
terratenientes”. En este clima, el X Congreso toma una de las decisiones más importantes
de la historia del Estado de los soviets. Lo que comienza como una medida circunstancial,
producto de la realidad concreta de ese momento, marcará a fuego el desarrollo posterior
del Estado, hasta la disolución del PCUS en 1991. “El Congreso -dice el PROYECTO DE
RESOLUCIÓN SOBRE LA UNIDAD DEL PARTIDO, redactado por Lenin— declara disueltos y
ordena disolver inmediatamente todos los grupos, sin excepción, que se hayan formado
sobre la base de una u otra plataforma. El incumplimiento de esta disposición del Congreso
acarreará la inmediata e incondicional expulsión del partido.”
Una vez cercenada la discusión dentro del partido, la limitación inevitablemente se desplaza
al resto de la sociedad. Los partidos monárquicos y de la burguesía han sido disueltos, pero
hasta 1921 varios partidos opositores (menchevique de izquierda, socialista revolucionario,
anarquista) han podido desarrollar sus actividades con la condición de no aliarse
militarmente con los “blancos”.
69
Existen incluso algunos soviets donde aún se realizan elecciones abiertas y que son dirigidos
por miembros de estos partidos opositores. Sin embargo, aunque la ley no lo estipule y la
Constitución de 1918 no diga una sola palabra al respecto, la Unión Soviética se convierte—
de hecho—en un régimen de partido único. Es bajo la dirección de Stalin que la medida
transitoria y tomada en un momento muy especial se convierte en ley. Resulta imposible
encontrar un solo texto de los teóricos marxistas (Marx, Engels, Kautsky, Lenin, Trotsky,
Rosa Luxemburgo) que indique que el socialismo o el comunismo son sinónimo de partido
único.
Había ocurrido lo que Rosa Luxemburgo tanto temiera y contra lo que ya había
alertado en 1918. Encarcelada por el gobierno alemán y con la poca información que tiene
en su poder, redacta una serie de artículos de elogio y crítica implacables a los bolcheviques.
‘Pero con el sofocamiento de la vida política en todo el país —escribe— también la vida de
los souiets se paralizará cada vez más. Sin elecciones generales, libertad de prensa y de
reunión sin restricciones, sin una libre lucha de opiniones diversas, la vida desaparece de
todas las instituciones públicas, se convierte en una vida aparente y lo burocracia pasa a ser
el único elemento activo. La vida pública lentamente se duerme, algunas docenas de
dirigentes del partido de energía inagotable y de idealismo sin límites dirigen y gobiernan,
pero entre ellos dirige en realidad sólo una docena de cabezas privilegiadas, mientras que
una élite de la clase obrera es convocada de vez en cuando a asambleas para asentir con
aplausos a los discursos de los jefes y para votar por unanimidad a favor de las resoluciones
presentadas: en
el fondo, pues, el dominio de una camarilla, una dictadura, pero no la
dictadura del proletariado, sino la dictadura de un puñado de políticos, es decir, una
dictadura en el sentido burgués, en el sentido del poder de los jacobinos (el aplazamiento de
los congresos de los soviets de tres o seis meses!) (...) La libertad sólo para los partidarios
del gobierno, sólo para los miembros de un partido —por muy numerosos que
70
puedan ser— no es libertad. La libertad es siempre únicamente la del que piensa de otra
manera (...) Más todavía: en unas condiciones como éstas ha de aparecer la barbarización
de la vida pública: atentados, fusilamiento de rehenes, etc.’ (LA REVOLUCIÓN RUSA)
Aunque los postulados de Rosa Luxemburgo fueran tal vez demasiado idealistas para
una situación de guerra civil que recién comenzaba, su asesinato el 19 de enero de 1919
impidió que se convirtiera en el espíritu crítico de la revolución, cuando más falta le hacía.
LA REVOLUCIÓN RUSA se publica recién en 1922.
La represión política impide que los blancos puedan reorganizarse políticamente, pero
también favorece la des-politización de los obreros y campesinos, principal fuente de apoyo
de los bolcheviques. Tal cual lo había predicho Rosa Luxemburgo, el partido toma el control
absoluto del estado. Dentro del partido, el control lo ejerce su secretariado y allí está Stalin,
el Secretario General. Lenin, gravemente enfermo, intenta, en 1923, luchar contra el poder
de Stalin y lo descalifica en su testamento; pero ya es demasiado tarde, Lenin muere en
enero de 1924.
Trotsky es el único de los dirigentes importantes que intenta frenar el creciente control
del partido sobre la sociedad en su conjunto, sin lograrlo. Lo que lo enfrenta con Stalin no es
una mera rivalidad personal; ambos encarnan proyectos políticos antagónicos. Stalin está
convencido de que se puede edificar el socialismo en un solo país. Trotsky, continuando la
tradición marxista, considera que
—dadas las características del imperialismo y su dominación a escala mundial— es
imposible establecer, a largo plazo, una sociedad sin clases, sin estado, sin ejército y sin
dinero en un solo país mientras sobreviva el capitalismo, al que deberá enfrentar. La
revolución es solamente el comienzo de la transición al socialismo. Trosky considera que,
para tal fin, es indispensable la rápida industrialización, única manera de desarrollar el
campo y lograr el apoyo masivo de los campesinos. Toda oposición a Stalin es literalmente
barrida del mapa. El historiador Roy Medvedey asegura que entre 1927 y 1929 hay un
millón de
71
exiliados o presos por contrarrevolucionarios y trotskistas(ARGUMENTI 1 FAKTI, N ° 5,
1989).
Algunos de los camaradas de Trotsky lo instan a sublevar a las masas y utilizar al Ejército
Rojo por él creado. “Antes mártir que verdugo”. Para él , les responde, esos medios de
lograr el poder se contraponen con los fines para los que desea ese poder. Es consciente de
que utilizando los métodos de Stalin, se convertiría, aún contra su voluntad, en un nuevo
Stalin. Llega a la conclusión de que la Unión Soviética se ha convertido en un estado obrero
burocráticamente deformado Si bien se conserva la estructura económica básica de la
sociedad creada por la revolución, una capa surgida de la misma se ha apropiado del poder
político. De los 24 miernbros que constituían el Comité Central del partido bolchevique en
1917, sólo uno sigue allí en 1938:
Stalin. Casi todos los demás son fusilados por el Generalísimo. A su más acérrimo enemigoTrotsky - Stalin lo destierra y, en 1940, envía un agente a México para asesinarlo.
La Nueva Política Económica (NEP) introducida al finalizar la guerra civil permite el desarrollo
de la pequeña industria privada y el ingreso de capitales extranjeros. En seis años se logra
revertir el estancamiento producido por las guerras. En el campo se permite el libre
comercio del excedente agrícola y el enriquecimiento de algunos sectores campesinos. Esto
contradice los principios de la revolución, y las concesiones, producto de la situación generada, causan problemas serios. Entre 1927 y 1928, los campesinos ricos (kulaks)
desabastecen las ciudades. Stalin lo resuelve a su manera: después del 1° de febrero de
1930, millones de kulaks son deportados. De esta manera implementa la colectivización
forzosa del campo.
La represión se generaliza, el stalinisrno toma cuerpo en todos los ámbitos de la sociedad.
Cuando Hitler utiliza la expresión socialismo, nadie se confunde; para el mundo- salvo
contadas excepciones- socialismo pasa a ser sinónimo de stalinismo. Esto también es cierto
para las minorías nacionales, que habían visto en la revolución de 1917 el comienzo de una
era de la libertad.
6
EL ESTALLIDO DE
LAS NACIONAUDADES
Decimos. y con razón, que en nuestro país el problema de las
nacionalidades está resuelto. la revolución abrió el camino hacia
la igualdad de derechos de las naciones no sólo en el terreno
Jurídico, sino también en lo socio-económico, con un aportación
extraordinaria para nivelar el desarrollo económico, social y
cultural de todas las repúblicas y zonas, de todos los pueblos.
La amistad de los pueblos soviéticos es una de las máximas
conquistas de la Revolución de Octubre. Constituye, de por sí.
un fenómeno único en la historia universal. Y por lo que a
nosotros se refiere, es uno de los principales pilares en que
descansan el poderío y la solidez del Estado soviético.
(Mijail Gorbachov, OCTUBRE Y LA PERESTROIKA, LA REVOLUCIÓN CONTINÚA, 2 de
noviembre de 1987)
—salvo contadas excepciones— socialismo pasa a ser sinónimo de stalinismo. Esto también
es cierto para las minorías nacionales, que habían visto en la revolución de 1917 el
comienzo de una era de libertad.
72
6
EL ESTALLIDO DE
LAS NACIONALIDADES
‘Decimos. y con razón, que en nuestro país el problema de las
nacionalidades está resuelto, la revolución abrió el camino hacia la igualdad de derechos
de las naciones no sólo en el terreno
jurídico, sino también en lo socio-económico, con un aportación
extraordinaria para nivelar el desarrollo económico, social y
cultural de todas las repúblicas y zonas, de todos los pueblos.
La amistad de los pueblos soviéticos es una de las máximas
conquistas de la Revolución de Octubre. Constituye, de por sí,
un fenómeno único en la historia universal. Y por lo que a
nosotros se refiere, es uno de los principales pilares en que
descansan el poderío y la solidez del Estado soviético.
(Mijail Gorbachov, OCTUBRE Y LA
PERESTROIKA, LA REVOLUCIÓN
CONTINUA , 2 DE NOVIEMBRE DE 1987)
73
La posible firma del tratado de la Unión, el 19 de agosto de 1991, fue, como ya se dijo, una
de las causas del golpe militar. Lo
que está en juego es el mantenimiento en un marco
único de la Unión de
Repúblicas Soberanas (antes Socialistas) Soviéticas con o sin perestroika. El problema es
mucho más complejo de lo que parece, pues el entrecruzamiento de pueblos y etnias no se
corresponde siempre con territorios claramente delimitados.
Un estudio realizado por el Departamento de Problemas de Relaciones Interétnicas del
semanario NOVEDADES DE Moscú, publicado el 17 de marzo de 1991, puntualiza tres zonas
de grandes conflictos:
1) El Occidente, de corte netamente europeo, está compuesto portas tres repúblicas
bálticas (Estonia, Letonia y Utuania), Moldavia, Ucrania y Bielorrusia. La separación es
fuente de controversias, ya que hay zonas de residencia compacta de personas que hablan
lenguas distintas a la oficial, lo que es un producto del desplazamiento de rusos hacia las
repúblicas. Existe el temor a la discriminación por razones étnicas y el enfrentamiento se
da entre aquellos que exigen la independencia total y quienes aspiran a la autonomía y
aceptan la integridad territorial de la URSS.
2) El Cáucaso (Georgia, Armenia y Azerbaiyán) está habitado por pueblos que se han
mezclado en varias oportunidades a lo largo de los últimos 150 años. Muchas regiones
fueron divididas quedando en ellas bolsones étnicos que se disputan la legitimidad del
territorio. Pueblos que fueron expulsados de su tierra en la época zarista y, posteriormente,
por el régimen stalinista, reclaman hoy el derecho a la repatriación.
75
3)
En Asia Central (Turkrnenistán, Kirgizzia, Tadkizia y Uzbekistán) y Kazajstán viven unos
60 pueblos mezclados con diferentes idiomas y tradiciones. El cristianismo y el Islam están
muy arraigados
y no
siempre conviven en armonía. Los conflictos por parcelas
territoriales son parte de una lucha que tiene por objetivo recibir mejores condiciones de
ayuda del centro. El estudio señala que “las fronteras territoriales prácticamente
jamás
coinciden con las fronteras étnicas. Tales fronteras no pueden coincidir ni siquiera en los
mapas ya que ninguno de los pueblos vive de manera absolutamente compacta. No es
posible que por un lado de la línea haya personas de una nacionalidad, y en el opuesto sólo
de la otra.”
La sovietóloga francesa Héllene Carrere d’Encausse,autora del libro IMPERIO EXPLOSIVO.
REBELIÓN DE LAS ETNIAS EN LA URSS, afirma, por su parte, que hoy existen en la URSS
tres tipos de conflictos:
1) Conflictos violentos entre grupos étnicos que derivan en confrontación con las
autoridades centrales cuando éstas intervienen con sus fuerzas armadas y no logran
solucionarlos.
2) Choques políticos por demandas de independencia real, como es el caso en el
Báltico, que atentan contra el poder central.
3) La crisis rusa, alimentada por sectores nacionalistas que consideran que
demasiado han ayudado ya a los pueblos más pobres, y frenado el desarrollo ruso. (NOVEDADES DE Moscú, julio de 1989)
¿Por qué estalla la crisis de las nacionalidades cuanto todavía en 1987 Gorbachov
decía que el problema estaba resuelto?
La perestroika permitió que estos problemas salieran a la luz con toda su fuerza, en cada
región según sus particularidades. Sin embargo globalmente las reivindicaciones pueden
resumirse en tres grupos: de orden cultural y lingüístico, de orden socioeconómico y
ecológico, y reivindicaciones políticas, que apuntan a denunciar las anexiones territoriales y
los crímenes del stalinismo durante la Segunda Guerra Mundial.
76
El problema idiomático afecta a todas las nacionalidades porque, durante décadas, el ruso
tuvo prioridad en desmedro de las lenguas autóctonas. Basta señalar que el 78% del total
de los libros publicados en la URSS están en ruso. (Ernest Mandel, ¿ADÓNDE VA LA URSS?).
‘Nos han repetido sin cesar —dice Iván Drach, presidente del Movimiento Popular
Ucraniano— que
la gente había perdido sus raíces étnicas, su nacionalidad, y su madre patria, únicamente
porque hablaban ruso. Pero, hablar inglés o francés no transforma a los canadienses o
congoleños en ingleses o franceses
(Inprecor, 21 de Diciembre de 1990)
En ocasión de un reportaje de fines de 1990, uno de los fundadores del Partido Verde
soviético —Vadirn Damye— afirmó que “en las repúblicas no rusas las cuestiones ecológicas
están evidentemente ligadas a las reivindicaciones nacionales”. En efecto, cuando el poder
central decide construir reactores nucleares fuera de la Federación Rusa—como prioridad del
país en su conjunto—, sin tomar en cuenta la opinión de las nacionalidades, para las
poblaciones autóctonas este hecho se convierte en sinónimo de opresión nacional. Cuando
se produce un desastre como el de TChernobil en Ucrania, son los ucranianos los primeros
afectados; para ellos, el culpable es el “centro” ruso.
La crisis económica que ya hemos explicado se traduce, en las repúblicas, como fracaso ruso
y el sentimiento que surge es que cada república, por sus propios medios, obtendría mejores
resultados. El director de NOVEDADES DE Moscú, Egor Iakovlev, considera que el hambre es
un factor fundamental del deseo independentista; la soberanía política está ligada a la
soberanía económica. (2 de setiembre de 1990).
Al permitir la perestroika un amplio margen de libertad, en las repúblicas la primera
consecuencia fue la expresión del sentimiento nacional y del deseo de independencia; especialmente porque consideran que el régimen soviético es la continuación del zarismo. ¿Lo es
realmente?
La expansión del imperio zarista fue también la persecución implacable de los pueblos
que no eran rusos,
hablaban otros idiomas y tenían costumbres diferentes.
77
Hábilmente, el zar logró azuzar unos contra otros evitando su unión contra el poder central.
Los socialistas rusos, desde sus comienzos, inscribieron en su programa de
revolución
socialista el apoyo a las reivindicaciones nacionales. Por su parte, Marx consideraba que la
génesis del problema nacional era social, por lo que una vez erradicada la explotación del
hombre por el hombre” desaparecería
La opresión nacional en el Manifiesto Comunista ya lo había planteado: “Abolid la
exploración del hombre por el hombre
y aboliríais la explotación de una nación por otra”. Pero fue
Lenin quien más profundizó el análisis de la cuestión
nacional al estudiar el desarrollo del capitalismo en Rusia.
“El programa nacional de la democracia obrera exige: abolición incondicional de
todos los privilegios para todas las acciones y para todos los idiomas, solución
absolutamente
libre y democrática del problema referente a la auto deterrminación política de las naciones,
es decir, a su separación
como Estado; promulgación de una ley general para todo el
país, según la cual toda medida que establezca algún
privilegio para una de las naciones, menoscabando la
igualdad de derechos de las naciones o los derechos de una
minoría nacional, es declarada ilegal y queda derogada.”
(NOTAS CRÍTICAS SOBRE EL PROBLEMA
NACIONAL, 1913)
En 1914, al referirse a la cuestión lingüística, Lenin
se preguntaba: “Es necesario un idioma oficial obligatorio?
Una sola cosa no querernos; el elemento de imposición. No queremos llevar a la
gente al paraíso a golpes de garrote(...)
Los marxistas rusos consideran que no debe haber un
idioma oficial obligatorio único.” (PROLETARKAIA PRAVDA, 18 de Enero de 1914)
Hay que tomar en cuenta las condiciones en las
cuales los bolcheviques discuten la cuestión nacional en
1914: las potencias europeas y asiáticas están en plena expansión colonial. Es suficiente con
observar, en los mapas de la época, los dominios de Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos,
Bélgica, Italia, Turquía, Rusia y Japón.
Los socialistas rusos parecen de otro planeta. Discuten si
debe o no haber un idioma obligatorio mientras las grandes
78
potencias se “regalan” o disputan África y Asia y se aprestan a pelear por el dominio de
Europa.
Hay un tema que se debate especialmente: la persecución a los judíos. El imperio
zarista utiliza la cuestión judía para desviar el descontento generalizado que existe en su
contra; el único movimiento popular “autorizado” es el que maltrata y persigue a los judíos.
Este grupo distribuye masivamente el panfleto “Los Protocolos de los Sabios de Sión”,
acerca de una supuesta confabulación judía para dominar al mundo. Allí se acusa a los
judíos de luchar contra el zar luego de que, en marzo de 1881, la militante judía Hessia
Helfman participa en el atentado contra Alejandro 11, Entre 1881 y 1882, casi 200
comunidades judías son atacadas en Ucrania, y el punto álgido de las persecuciones es la
ciudad de Kishinev (Moldavia) donde, en abril de 1903, la policía secreta del zar desata un
pogrorn matando a 47 personas y dejando más de 600 heridos (Nathan Weinstock, EL PAN
DE LA MISERIA). La palabra rusa pogrom (disturbios con muertes) llega por primera vez a
los oídos del mundo.
Las persecuciones influyen sobre la formulación del pensamiento
bolchevique, y en 1914 Lenin redacta uno de los primeros proyectos de ley sobre la igualdad
de derechos de las nacionalidades, en el que propone que “queden derogadas todas las
leyes, disposiciones provisionales, anexos alas leyes, etc., que pongan restricciones a los
judíos en cualquier orden de la vida social y política.” (PUT PRAVDI, 28 de marzo de 1914)
Al triunfar la revolución, la cuestión nacional es uno de los temas centrales. El 16 de
noviembre de 1917, el periódico PRAVDA publica la Declaración de los derechos de los
pueblos de Rusia:
“En la época del zarismo los pueblos de Rusia eran incitados los unos contra los otros. El
resultado de esta política es conocido: masacres y pogroms por un lado, esclavitud de
pueblos por el otro (...) El Consejo de Comisarios del Pueblo ha resuelto guiarse por los
siguientes principios:
1- Igualdad y soberanía de los pueblos de Rusia.
79
2. Derecho de los pueblos de Rusia de disponer de ellos mismos, hasta la separación y
constitución de un estado independiente.
3. Supresión de todos los privilegios y limitaciones, nacionales o religiosos.
Si los cambios sociales son resistidos por las viejas clases dominantes, la posibilidad del
desmembramiento del imperio les resulta inaceptable. Su caída representa el fin de siglos de
dominación, y la “entrega” de territorios de la “patria” a manos enemigas. No podría se de
otra manera—piensan—-, ya que los bolcheviques están dominados por los judíos.
Cuando Lenin le ofrece a Trotsky la cartera del Interior éste le pregunta: “.Convendrá, será
provechoso dar a nuestros enemigos este arma suplementaria, vale decir, la de mi origen
judío?”. Lenin se indigna: “Estamos llevando a cabo una gran revolución internacional, ¿qué
sentido pueden tener tales tonterías?” (León Trotsky, MI VIDA)
Sin embargo, el tema no puede obviarse en las condiciones de la Rusia zarista, donde los
odios raciales están profundamente arraigados. Lenin llega a proponer, incluso, que en
algún momento roten, al frente del Estado, un ruso, un georgiano, un ucraniano, etc. En el
gobierno de aquel entonces hay pocos rusos, a diferencia de lo que ocurrió en estos últimos
años. Pero la prueba a pasar está íntimamente ligada a la guerra civil y la agresión
extranjera. Los bolcheviques creen que para ganarse el corazón de las nacionalidades deben
romper con la tradición avasalladora del “gran ruso chovinista”
El Programa del partido deja claro, en 1919, que “Con el objetivo de sobrellevar la
desconfianza de las masas laboriosas y de los países oprimidos frente al proletariado de los
estados que oprimen a estos países, es necesario suprimir todos los privilegios de todo
grupo nacional, establecer una igualdad completa de los derechos de todas las nacionalidades, reconocer el derecho a la secesión de las colonias y naciones no soberanas (...) el
proletariado de las naciones que ha oprimido a otras naciones debe ser particularmente
prudente y prestar atención particular a la supervivencia del
80
sentimiento nacional entre las masas trabajadoras de las nociones oprimidas o no
soberanas. Sólo una política así permitirá crear las condiciones de una unidad realmente
durable y voluntaria entre los elementos nacionalmente diferenciados del proletariado
internacional, como lo ha probado la experiencia de la unión de una serie de repúblicas
soviéticas nacionales alrededor de la Rusia soviética.’’
Entre 1917 y 1921, el tema de las nacionalidades
gira en torno de dos ejes:
1) La revolución y la posterior guerra civil producen una división muy profunda
en todos los pueblos que conformaban el antiguo régimen zarista. Mientras muchos apoyan
a los bolcheviques, otros luchan encarnizadamente contra el nuevo poder.
2) Al caer el imperio zarista, todos los países limítrofes acrecentar sus
reivindicaciones territoriales y son apoyados por las principales potencias europeas que
buscan destruir la revolución. Así, en 1918, la República independiente de Armenia es
barrida por los turcos. Georgia obtiene el apoyo de Alemania que está interesada en el
manganesio y controla las vías férreas que traen el petróleo de Baku, la capital de
Azerbaiyán; también intenta controlar la Rusia soviética y Turquía. Las tropas inglesas se
instalan en Baku desplazando al gobierno bolchevique, pero deben retirarse el 10 de mayo
de 1919 dejando a los italianos, que también se retiran poco después.
Cuando se firma el tratado de Brest-Litovsk, el 3 de marzo de 1918, la URSS
cede Polonia, Ucrania, Letonia, Estonia, Lituania y la Rusia Blanca. Además de las grandes
pérdidas económicas que esto implica, representa desprenderse de un cuarto de su
población. El imperio otomano recupera ciudades que había perdido durante la guerra rnundial e incluso algunas que había perdido en 1878.
A pesar de la guerra civil, la agresión exterior y todas las complicaciones, el
tema nacional aparece como una “obsesión» en Lenin. Rosa Luxemburgo —quien ya había
tenido largas discusiones con Lenin respecto a la independencia de Polonia— lo critica
duramente; ahora es ella la que parece inflexible.
81
“La fórmula del derecho de las diferentes nacionalidades del imperio
ruso a determinar por
su cuenta
sus destinos incluida la separación estatal de Rusia’ proclamada una y otra vez con
doctrinaria obstinación era un grito de guerra peculiar de Lenin y sus camaradas (...) Lenin y
sus camaradas contaban obviamente con que no había ningún medio más seguro para
vincular a la causa de la revolución socialista, a la causa del proletariado socialista, a las
muchas nacionalidades alógenas del imperio ruso, que garantizarles en nombre de la
revolución y del socialismo la más extrema e ilimitada libertad para disponer
de sus destinos (...) Mientras que Lenín y sus camaradas actuaron,
según sus principios, como defensores de la libertad nacional, ‘hasta la separación estatal’
de Finlandia, Ucrania, Polonia, Lituania, de los países bálticos, de los caucásicos, etc., otros
tantos fieles aliados de la revolución rusa; el espectáculo al que hemos asistido ha sido el
contrario: una detrás de otra, todas esas ‘naciones’ utilizaron la libertad que se les acababa
de regalar para declararse enemigos mortales de la revolución rusa y aliarse con el
imperialismo alemán para llevar bajo su protección la bandera de la contrarrevolución
incluso a la misma Rusia.”
(LA REVOLUCIÓN RUSA)
Lenin duda: conceder la independencia de todas aquellas minorías que lo deseen,
permite a los “blancos” y a las potencias europeas hacer pie en amplios territorios para
destruir la revolución. Restringir ese derecho implica continuar la política imperial zarista,
conocida como “prisión de pueblos”. El dilema es muy grande y Lenin no quiere transar;
está dispuesto a arriesgarlo todo para mantener los principios que lo inspiran. Pero en el
partido, no todos comprenden la cuestión de la misma manera. Al frente de la cartera de las
nacionalidades está nada menos que Stalin, el “Comisario de los Pueblos”. Más que comisario, será carcelero.
Entre 1921 y 1923 se suceden conflictos en algunas regiones y el gobierno
soviético los resuelve interviniendo militarmente. En general, la intervención combate a las
tropas extranjeras y blancas, pero también a los gobiernos que no aceptan el poder
bolchevique. Se inicia un proceso
82
de “sovietización” que para muchos es sinónimo de “rusificación” y continuación de la
política zarista.
El historiador francés Moshe Lewine, en su libro LA ÚLTIMA BATALLA DE LENIN, describe
cómo Lenin, ya gravemente enfermo, intenta enfrentar la política de Stalin sobre la cuestión
nacional y sus tendencia represivas. El testarnento del líder de la revolución, ocultado por
Stalin durante años, dice claramente: ~‘Soy muy culpable, creo, ante los obreros de Rusia,
de no haber intervenido con suficiente energía y rudeza sobre la famosa cuestión de la
autonomía, llamada oficialmente, si no me equivoco, cuestión de la Unión de las Repúblicas
Socialistas Soviéticas (...) se pretende que era absolutamente necesario unificar el aparato.
¿De dónde vienen estas afirmaciones? ¿No es el mismo aparato de Rusia, que, como ya dije
en un número precedente de mi periódico, nosotros le tomamos prestado al zarismo
limitandonos
a revocarlo y pintarlo ligeramente de un barniz soviético?”
El XlI Congreso del PCUS se realiza en el mes de abril de 1923, todavía en vida de Lenin. La
represión a los georgianos es tema de álgidas polémicas entre sus participantes.
Especialmente crítico es Cristian Rakovsky, Presidente del Consejo de comisarios del pueblo
de la república de Ucrania, quien ya en 1922 había polemizado duramente con Stalin
respecto de la cuestión nacional: “Hay que decirlo abierta y honestamente en un congreso
del partido. La cuestión nacional es una de esas cuestiones que nos prometen una guerra
civil si en nuestra actitud nosotros no demostramos la sensibilidad y comprensión
indispensables (...) No se olviden que en 1919 camaradas autorizados declararon al
congreso del partido que no había mas una cuestión de nacionalidades (...) ¿Vamos a
obligar a los georgianos a aprender el ruso como lo hacían los gendarmes del Zar? (...)
¿Vamos a enviar a los chekistas (servicio secreto) para verificar que los no-rusos aprenden
el ruso?”
Con la consolidación de Stalin —de origen georgiano pero “rusificado» en el poder, se
acaban los debates; de ahora en más soviético será sinónimo de ruso. La colectivización
forzada tiene una doble repercusión en los campesinos:
83
además de las consecuencias sociales, las deportaciones son percibidas como un genocidio
ruso contra las minorías nacionales, especialmente en Ucrania. En Kazajstán, la población
autóctona se reduce en un 50%.
Las persecuciones religiosas son parte de este proyecto; se cierran mezquitas,
iglesias y sinagogas. Pero los líderes religiosos que son encarcelados en la década del
treinta, son liberados posteriormente durante la guerra y llamados a exhortar a los pueblos
a sumarse a la lucha antinazi en la “Gran Guerra Patriótica del pueblo ruso”. El
resurgimiento religioso, hoy, refleja el desprestigio de la política oficial durante décadas.
“Hay tantos fieles porque se perdió la fe en los dirigentes” decía una joven en un reportaje
de la televisión española (TVE, 21 de setiembre de 1991).
La Segunda Guerra Mundial es un nuevo punto de inflexión en la cuestión nacional.
Numerosos pueblos sufren las consecuencias de ser “sospechosos” de colaborar con el
enemigo. Si bien es cierto que esta colaboración en algunos casos existió, pueblos enteros
son deportados hacia el extremo oriente soviético, especialmente los tártaros de Crimea,
que nunca dejan de exigir la rehabilitación de su buen nombre y que lo consiguieron
parcialmente en época de Jruschov.
Las deportaciones, las anexiones del Báltico, los desplazamientos de fronteras y las
puniciones colectivas, han dejado huellas en la conciencia de las nacionalidades. Hoy, el
despertar del letargo no es más que una actualización de problemas que existieron y fueron
ocultados por la ideología oficial.
La perestroika abrió la caja de Pandora también en el tema de las nacionalidades. A
diferencia de lo que ocurre en las grandes ciudades rusas como Moscú y Leningrado, en las
repúblicas se realizan movilizaciones populares masivas donde las consignas que se levantan
se refieren a reivindicaciones nacionales. Su magnitud es tal que los dirigentes de los
partidos comunistas locales se ven obligados a apoyarlas para no ser “barridos” por la
población. Para estos dirigentes, lo más importante sigue siendo
84
mantenerse en el poder. Altos funcionarios de larga data abrazan hoy en día las ideas
nacionalistas (y pro-capitalistas), contra lo que predicaron durante décadas.
Millones de rusos se han desplazado a las repúblicas, producto de la política
stallnista que buscaba Implantar bolsones rusos para cambiar la composición demográfica y
evitar el resurgimiento de los nacionalismos, en especial en las regiones ocupadas durante la
Segunda Guerra Mundial. Estos rusos, si bien fueron utilizados como vehículos de la
‘rusificación”, no necesariamente gozan de privilegios económicos o políticos . La socióloga
Tatiana Zaslavkaya sostiene que los rusos tienen complejo de inferioridad frente a las
minorías nacionales. Algunas de estas minorías de gran cohesión histórica y religiosa, como
los musulmanes, se sienten efectivamente superiores a los rusos. (Ernest Mandel, ADÓNDE
VA LA URSS). URSS). Es más, uno de los temas de discusión, en estos días, es si los más
oprimidos por el stalinismo fueron las minorías o los rusos. A pesar de ser la nación
dominante, los rusos no tuvieron privilegios durante el zarismo ni durante el stalinismo o la
época de Breshnev. Además según piensan, tuvieron que ayudar a las repúblicas en
desmedro de su propio desarrollo autónomo.
No es casual que en el marco de estas discusiones reaparezca el nacionalismo
ruso, alimentado de una u otra manera por todos los que aspiran a la independencia total de
la Federación Rusa. La organización nacionalista de extrema derecha “Pamiat ha crecido
notablemente, y sus consignas xenófobas hoy son declamadas a los cuatro vientos. Lo que
antes se decía veladamente: “primero los rusos” o “maten a los judíos”, en la actualidad
puede decirse sin tapujos.
Debido a los desplazamientos demográficos, en Letonia sólo el 54% de la población
es de origen letón y en Estonia, el 40% tiene como lengua materna al ruso. Muchos
analistas, al ver que en Letonia se reivindican figuras fascistas del 30’, como el general
Ulmanis, y que en Utuania se “rehabilita” a criminales de guerra nazis, se preguntan si
también los rusos serán perseguidos en las
85
repúblicas independientes, por revanchismo. Hasta el momento, y a pesar de que el temor
tiene bases reales, esto es difícil de predecir.
Una
investigación
a
cargo
del
profesor
Yuri
Levada
muestra
tendencias
contradictorias entre los propios rusos que habitan las repúblicas. Mientras que un 41% de
los habitantes de origen ruso en el Báltico está a favor de la separación, un 50% está en
contra (entre los autóctonos el 91% está a favor), Lo interesante es que mientras un 91%
de los rusos del Báltico está a favor de algún modelo de socialismo, sólo un 5% favorece el
capitalismo. Es probable que consideren que un régimen capitalista no respetará sus
derechos de futura minoría. (NOVEDADES DE Moscú, 14 de octubre de 1990)
A diferencia de las otras repúblicas, la Federación Rusa no puede declarar
unilateralmente su independencia, porque en su seno se encuentra el poder central que
existe, justamente, gracias a la unión de repúblicas. Por otra parte, en la Federación Rusa
existen regiones autónomas que han comenzado un proceso de discusión respecto a su
posible independencia de Rusia, ignorando al mismo tiempo al poder central.
Antes y después del golpe de agosto, todas las discusiones y los conflictos entre
repúblicas, regiones, etnias, pueblos y religiones giraron en torno de la libertad nacional,
cultural, idiomática y económica. La pregunta central sigue siendo de qué manera podrán
lograrlo. La interdependencia económica de las repúblicas en el sistema soviético ha
afectado a muchas de ellas, que dependen económicamente del centro y difícilmente puedan
sobrevivir sin él. Una consecuencia de la política nacional, por la cual cada república cuida lo
suyo, es el presente desabastecimiento de productos básicos que no se envían de una
república a otra (TVE, 24 de octubre de 1991).
Es difícil predecir el futuro de la Unión Soviética, especialmente por la rapidez con
que se suceden los acontecimientos. Podemos aventurar cinco grandes bloques de conflictos
que podrán o no cruzarse entre sí, según las circunstancias.
86
1) En el occidente, el panorama se divide en dos:
a) El conflicto en el Báltico. Allí la principal reivindicación es la independencia nacional
en rechazo a la anexión soviética durante la Segunda Guerra Mundial. La pregunta es
si las repúblicas bálticas podrán sobrevivir como naciones independientes. Por ahora,
confían en la ayuda que puedan recibir de Europa y Estados Unidos, que apoyan su
independencia. Sin embargo, el periodista Daniel Vernet considera que estas
repúblicas “tenían en el resto de lo que era la URSS un vasto mercado para sus
productos industriales, que son ampliamente superiores a las normas Soviéticas, pero
que corren el riesgo de ser un poco pobres en los países occidentales” (LE MONDE, 30
de agosto de 1991). ¿Podrán los países bálticos integrarse a la Europa capitalista o se
convertirán en países del “Tercer Mundo” a pesar de su ubicación geográfica? En
Lituania, todavía se sigue usando el rublo como moneda oficial y el dólar ya se instaló
en el mercado negro. Una tonelada de petróleo le cuesta hoy a Lituania 1,5 dólares.
Si Rusia llegara a subir el precio a niveles internacionales, para Lituania sería
catastrófico, dice Kestutis Glaveckas, uno de los responsables de la reforma en
Lituania (AGENCIA REUTER, 23 de octubre de 1991).
b) Ucrania, Moldavia y Bielorrusia pasan por una etapa de enfrentamiento con la
Federación Rusa y el centro, por la gran cantidad de rusos que habitan allí. Según el
periodista Jacques Amalric, el mismo Boris Yeltsin amenazó con “revisar las
fronteras”; es decir, quitarles parte de sus territorios en caso de que proclamen
unilateralmente la independencia (LE MONDE, 7 de setiembre de 1991).
2) En el Cáucaso, los conflictos inter-étnicos son los que marcan la etapa actual.
Como en cada república hay mezcla de etnias, se han exacerbado los odios que llevan
a persecuciones mutuas. Muchos armenios ‘llegaron al Cáucaso en 1915, a raíz del
genocidio de 800.000 de sus hermanos en Turquía, y su llegada modificó la composición étnica de la región. Ya hubo pogroms contra armenianos (cristianos) en Baku
(Azerbaiyán) y contra aseries (musulmanes chiítas) en Armenia.
87
Kazajstán pertenece a esta categoría porque el sentimiento nacional kazaj comienza a
despertar, aunque este grupo representa tan sólo el 40% de la población entre más de cien
étnias, además de los rusos y los ucranianos. ‘Nuestro país —dice el escritor kazajo Tahavi
Ajtanov—fue el destinatario de los exiliados de todos los regímenes, del zar y de Stalin. Hoy
nos vierten los residuos nucleares después de haber masacrado silenciosamente poblaciones
con las experiencias atómicas (...) A comienzos de los años 50, nuestra intelligenstia fue
decapitada por la represión y hoy nos convertimos en una minoría en nuestro propio país.
“(LE MONDE 10 de setiembre de 1991)
3)
En Asia Central existe por ahora una relativa tranquilidad política, aunque algunos
analistas piensan que es la calma que precede la tormenta. Uzbekistán, Turkrnenistán,
Tayikistán y Kirguizistán están poblados mayoritariamente por musulmanes, preocupados
por cohesionar los sentimientos religiosos antes que los nacionalistas (cNN, 23 de octubre de
1991). El conflicto con el poder central o con los comunistas conservadores queda entonces
relegado a un segundo plano. La reaparición masiva de la práctica musulmana es
espectacular y masiva, observa el investigador francés Olivier Roy, al regresar de un largo
viaje por la región (LE MONDE, 28 de agosto de 1991).
¿El sentimiento religioso será tan fuerte como para intentar un acercamiento político
con Irán y Afganistán, o primarán las ventajas económicas que les otorga un Tratado de la
Unión?
4)
La Federación Rusa es la más grande de las repúblicas, y es hoy el principal escollo
a un nuevo tratado que pueda unirlas en el marco de un solo estado. Las amenazas del
‘hermano mayor” pueden significar, para muchas repúblicas, la continuidad del dominio
imperial ruso que viene a reemplazar al poder soviético. Rusia tiene el suficiente poder
económico como para imponerle condiciones alas repúblicas, sean o no independientes;
claro que si no lo son su subordinación será mayor. No es casual que sus principales líderes,
el presidente (Yeltsin), el alcalde de Moscú (Popov), y el de Leningrado (Sobchak), se
opongan
88
a la disgregación total de la URSS, más allá de declaraciones a favor de la independencia de
las repúblicas. Cuando se trata de Moldavia, “temen” por el futuro de los rusos si ésta se
une con Rumania; a Ucrania, le “recuerdan” los 10 millones de rusos que viven en su
territorio. En este sentido, Sobchak es claro y tajante: “Muy rópido, las repúblicas —que no
saben demasiado qué hacer con su independencia y que tienen dirigentes a menudo
inexpertos— han comprendido que les conviene mcis optar por una Unión flexible con un
Gorbachov debilitado a su cabeza, que encontrarse frente a una Rusia dirigida por un
Yeltsin” (LE MONDE, 7 de setiembre de 1991). El temor a la hegemonía rusa explica también
el apuro de algunas repúblicas para declarar su independencia después del golpe y formar
sus propios ejércitos.
5) El Centro —más como centro político que como región geográfica— quedó
debilitado después del golpe. Frente al ascenso de Yeltsin y los reclamos independentistas,
busca una forma de lograr la firma de un Tratado que una las repúblicas. La habilidad del
Centro —léase de Gorbachov— para maniobrar y sobrevivir como tal, es lo que hasta ahora
evita la disgregación. Sin embargo, aún no se ha encontrado una fórmula que permita la
transición a una nueva Unión Soviética, federada —corno el futuro mercado común
europeo— o como unión de regiones autónomas. Por ahora, el Centro ha pasado a ser codirigido desde la Federación Rusa, y el enfrentamiento Gorbachov-Yeltsin es el símbolo de
un período de transición que, para algunos, finalizará cuando se disuelva totalmente la
URSS.
El profesor Mijail Maliutin temía, un año antes del golpe, que los enfrentamientos
fueran muy duros en el caso de que no se concretara una solución de compromiso a corto
plazo: ‘La variante mas probable en el oeste de la Unión Soviética es una latino
americanización —la aparición de ‘repúblicas bananeras’—, una libanización en el Caucaso
una ‘afganización’en Asia Central. Debemos hacer todo lo que este a nuestro alcance para
que esos problemas sean resueltos lo mas pacíficamente posible. Pensamos, por lo tanto,
que las secesiones deben hacerse lo mas rápido posible.
89
Si no, asistiremos a una extensión de la experiencia afgana. Terminaremos en una unión
militar de Repúblicas Soviéticas.” (INPREC0R, 20 de abril de 1990)
Los gobiernos de los países capitalistas desarrollados apoyan la independencia de las
repúblicas bálticas, europeas por excelencia, para debilitar a la segunda potencia mundial.
Empero, están muy lejos de favorecer la independencia de todas las repúblicas soviéticas y
la desintegración total de la URSS, que dejaría el control de armas nucleares en manos de
líderes desconocidos, inestables y con posturas políticas que cambian de la noche a la
mañana. En la Unión Soviética, la cuestión nacional sigue íntimamente ligada al futuro
económico de la perestroika. Para revertir la crisis todos los dirigentes esperan la ayuda de
los países capitalistas y del Banco Mundial; pero si la Unión se desintegra, ¿a quién
ayudarán?
90
7
¿SOCIALISMO O CAPITALISMO?
“Convertir el capitalismo en socialismo es muy fácil, tan sencillo
como romper huevos para hacer una tortilla. Pero convertir el
socialismo en capitalismo es bastante más complicado; algo así
como querer sacar los huevos de una tortilla”
(Vadim Bakatin, nuevo jefe de la KGB después del golpe y exministro de Interior. Tiempo Madrid, 2 de setiembre de 1991)
‘La economía de mercado, en su primera etapa, tiene mas
posibilidades de resultar un castigo por los pecados del sistema
de planificación central que un boom.”
(Henry Kissinger; Clarín, 15 de septiembre de 1991)
91
En los capítulos anteriores, hemos analizado los diferentes aspectos de la crisis que
llevaron al golpe del 19 de agosto.
Todos, sin excepción, están íntimamente ligados
entre sí por la cuestión económica. De ella depende el futuro de la Unión Soviética en
un aspecto clave: su estructura social. Las discusiones sobre el tema, revelan la
existencia de un amplio abanico ideológico, de donde se pueden extraer tres grandes
bloques que se disputan el espectro político. El primero, abrumadoramente mayoritario
entre los dirigentes y la población, favorece la rápida transición a una economía de
mercado capitalista.
El segundo, impulsado por sectores del aparato partidario, cuenta con el apoyo de
vastos sectores y propone reformas que “retoquen” el antiguo régimen sin afectar su
esencia. El tercero propone rescatar los verdaderos principios del socialismo y avanzar
hacia una sociedad autogestionada.
Desde el comienzo de la perestroika, han sido varios los hombres que han manejado
la economía e intentado impulsar los distintos proyectos de reforma económica. Entre
ellos, podemos citar a Aganbeguian, Abaikin, Shataun e lavlinsky, todos muy capaces
y muy versados en las teorías económicas pero que, hasta ahora, todos han fracasado
en el intento. Ni siquiera la ayuda de Graham Allison, profesor de la universidad de
Harvard, pudo mejorar lo~ resultados. Una de las causas de este fracaso es — sin
lugar a dudas— la confrontación entre los distintos grupos de poder; sin embargo, la
razón principal está en la dificultad para concretar la transición al capitalismo. El
historiador Yuri Afanasiev, uno de los hombres más conocidos de la perestroika,
piensa que “el programa de privatización es el problema mas difícil de nuestra época.
No
92
tenemos una idea precisa sobre el mecanismo de privatización. Tampoco existen fuerzas
capaces de asegurar de manera competente la concordia civil.’ (NOVEDADES DE Moscú, 23
de setiembre de 1990)
Esto quiere decir que los problemas fundamentales
son dos: Cómo hacerlo y cómo garantizar el éxito de la
reforma sin que se produzcan estallidos sociales.
Las reformas económicas son, antes que nada políticas. Esté en juego el rol de la propiedad
y del partido y la posible resistencia de la población.
La revolución de 1917 transforma la estructura jurídica y social de la antigua Rusia. La
nacionalización y estatización de la industria, la banca, la salud, la educación, el comercio
interno y externo, y la agricultura (tierra e instrumentos de trabajo), así como los
mecanismos de planificación centralizada vigentes durante décadas, dificultan cualquier tipo
de cambio. Para revertir esta situación es necesaria otra revolución o una versión soviética
del ‘Plan Marshall”
La pregunta clave sigue siendo ¿qué clase social podrá realizar estos cambios? Hasta ahora,
ningún sector ha tenido capacidad financiera para comprar las industrias más importantes y
comenzar la reconversión. Los mecanismos de mercado no aparecen de la noche a la
mañana. Para que haya competencia es indispensable que los poseedores de los medios de
producción inyecten sus mercancías al mercado. Y éste es justamente el problema, ¿quiénes
serán esos poseedores de los medios de producción? La vida ha cambiado en la Unión
Soviética, pero no alcanza con MacDonald’s
y Pepsi para que exista capitalismo.
Los funcionarios del partido y aquellos que lo han abandonado, gozan de privilegios
materiales, fruto de años de poder. Sin embargo, pocos han logrado acumular suficiente
capital-dinero como para convertirse en la ‘locomotora que empuje hacia el capitalismo”,
como suele decir Gorbachov. Este hecho permite comprender por qué Yeltsin puede exigirle
a Gorbachov
radicalización de las reformas, pero es incapaz de realizarlas cuando accede a la presidencia
rusa por amplia mayoría, con amplio consenso y grandes condiciones objetivas a su favor.
El plan de los
“500 días” del ministro de Economía Shatalin no se pudo
94
concretar porque los asesores de Yeltsin no supieron cómo hacerlo. El urgente llamado a las
inversiones extranjeras responde a la necesidad de encontrar a alguien que pueda implantar
el capitalismo, pero tampoco ha tenido éxito.
Por otra parte, todos acuerdan en que el paso a la economía de mercado
perjudicará a grandes sectores de la población, y son pocos los que están dispuestos a
realizar las transformaciones contra viento y marea. Los primeros pasos se manifiestan en el
cambio del lenguaje cotidiano:
“el concepto propiedad privada ya no despierta un terror sagrado”, dice el economista
soviético Igor Birman, hoy presidente de la firma consultora The Foundation for Soviet
Studies, en Washington (NOVEDADES DE Moscú, 15 de abril de 1990).
Sin embargo, repartir la propiedad estatal no será fácil. La nacionalización de las
propiedades del PCUS después del golpe va en contra de su distribución a manos privadas.
“Se requiere, entonces, un mecanismo de violencia administrativa —dice Gabriil Popov—. A
decir verdad, el país necesita el poder del orden. En cuanto ese poder se establezca,
recibiremos las necesarias decenas de miles de millones de dólares, ya que el occidente
comprende perfectamente la necesidad de salvamos.” (NOVEDADES DE Moscú, 21 de
octubre de 1990)
El mensaje privatizador es diferente al utilizado en las sociedades capitalistas y es
motivo de interpretaciones contrapuestas. Para algunos representa lisa y llanamente la
transferencia a manos privadas. En los últimos dos años han aparecido millonarios, todo un
descubrimiento para la sociedad soviética. Algunos se jactan de ello, como Artiom Tarásov,
que llegó a la redacción de NOVEDADES DE Moscú para una entrevista saludando y
diciendo: “Soy millonario”.’Lo dijo —comentó el periodista— como si tal cosa, sin orgullo y
sin temor, como si hubiera señalado que era miembro del sindicato” (febrero de 1989). Las
encuestas muestran a una opinión pública dividida respecto de este fenómeno. Ante la
pregunta ¿qué opina usted de la aparición legal de millonarios?, un 49% responde que no
tiene nada en contra, pero un 48% dice que sí, “porque ese dinero no puede ser ganado
honradamente.” (NOVEDADES DE Moscú, 18 de marzo de 1990)
95
Para los obreros de las grandes industrias, la economía de mercado y las privatizaciones
significan que ellos serán los futuros propietarios y ejercerán el control de la producción. Las
sucesivas huelgas de los mineros no se hacen para frenar las reformas sino para
impulsarlas, claro que defendiendo sus propios intereses. Así, reclaman una mejora de las
condiciones sociales, el derecho a un departamento después de diez años de trabajo, la
reducción del personal administrativo y la facultad de determinar la forma de administración
o de propiedad sobre los medios de producción: estatal, cooperativa, mixta, de arriendo.
También quieren ejercer el control sobre los productos fabricados, incluyendo su
exportación. Es lógico que lo entiendan así, ya que durante años criticaron la ineficacia de la
burocracia estatal y exigieron la socialización
de las propiedades y no su privatización, que es parte de la ofensiva ideológica liberal de la
última década.
No son pocos los que piensan que habría que dividir toda la propiedad estatal y repartirla
equitativamente entre la población, incluso algunos medios de comunicación pregonan esta
postura, como única garantía de un reparto justo.
Leonid Grigoriev, del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la
Academia de Ciencias de la URSS, plantea algunos problemas que considera prácticamente
irresolubles:
‘¿Cómo se dividirán los bienes? ¿En partes iguales?”. Afirma que no se puede establecer un
criterio que contemple a toda la población y que las simplificaciones ‘aparentemente” justas,
en realidad son variantes imposibles. De hecho, lo es la privatización en un país socialista.
(NOVEDADES DE Moscú, 9 de diciembre de 1990)
Las privatizaciones ya han comenzado, pero las dificultades no se hacen esperar cuando
éstas derivan en escándalos financieros. La empresa ANT fue creada para impulsar a la
reconversión de la industria militar en industria civil. Ateniéndose a la lógica del mercado y
la ganancia, los directivos encontraron más fácil y lucrativo dedicarse a la compra de
materiales militares para revenderlos en el extranjero que dedicarse a la producción.
‘Se transformará el síndrome de la ANT en un duro golpe contra
la empresa libre nacional en nacimiento?”, se pregunta el periodista Victor Loshak
(NOVEDADES DE Moscú, 25 de marzo de 1990).
96
La ofensiva ideológica liberal cuenta con la ventaja de aparecer como única alternativa
válida y creíble frente a la planificación burocrática de las últimas décadas. Sin embargo,
debe enfrentar sentimientos muy arraigados en la conciencia popular: el colectivismo, el
derecho al empleo, la estabilidad de precios de ciertos bienes de consumo básicos y de los
alquileres. La liberalización de los precios en cierta medida “blanquea” el mercado negro.
donde la libertad de mercado” ya existe hace años.
La dificultad radica en que el consenso ideológico no se traduce en la práctica. “imaginemos
que nuestro líder decide introducir el mercado —reflexiona el historiador y escritor liberal 1.
Kliamkin—
¿Podrá hacerlo con el apoyo de las masas?
Seguramente no? Nuestra población se opondría en un 80%. El mercado significa la
diferenciación de ingresos e intereses (...) El problema es nuestra clase obrera:es socialista
y la reivindicación fundamental del socialismo es la igualdad. Para
los trabajadores, la reforma económica es un medio de atacar la justicia social”. Según
Kliamlçin, la modernización de la economía y la justicia social son incompatibles; por lo
tanto, considera esencial desmantelar las viejas estructuras políticas que frenan los cambios,
“no para desarrollar la democracia sino para reforzar el poder del dirigente de ¡a reforma”
(INPREC0R, París, 6 de abril de 1990). Por eso, no es extraño que algunos líderes liberales
reivindiquen el modelo económico de Pinochet, considerando que era totalitario en política
pero no en economía (KOMSOMOLSKAYA PRAVDA, 2 de febrero de 1991).
La democracia —para muchos liberales— es una reivindicación fundamental en la lucha
contra la burocracia del Partido pero incompatible (y prescindible) con una economía de
mercado.
Mejorar las condiciones de vida implica estabilidad de precios, justamente lo contrario de la
economía de mercado. “E! sistema de mercado supone la libertad de precios —dice el
economista Otto Lacis—. Sin embargo, no dejamos de gritar al unísono: ¡no toquen los
precios! Es como si hubiéramos inventado una rosa sin espinas. Pero el mercado es una rosa
con espinas.” (RABOCHAVA TRIBUNA, 27 de marzo de 1990)
Las reformas del mercado propuestas por todos los
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97
sectores liberales intentan revertir lo que los soviéticos llaman “igualitarismo”, distribución
de ingresos independientemente del trabajo efectuado y sus resultados, permanencia hasta
la jubilación en el puesto de trabajo y una amplia cobertura social. Ahora se busca distribuir
los ingresos según el trabajo realizado (a mejor trabajo, mejor salario), restringir las
subvenciones estatales, permitir que los precios reflejen los costos y la competencia en
función de la oferta y la demanda. De esta manera —están convencidos—, el estímulo
monetario dinamizará el sistema en base al interés de los más calificados por mejorar la
calidad de los productos, ya que su permanencia en el trabajo dependerá de ello.
El temor de los trabajadores a la economía de mercado es real y se expresa abiertamente:
“Nos enseñaron la fórmula: de cada uno según su capacidad, a cada uno según su trabajo
(que debería ser el principio rector de la reforma). ¿Significa esto que un joven dirigente de
cooperativa, un jugador de fútbol o un músico de rock ganarán cifras fantásticas, y alguien
como yo, que ha conocido la guerra, el frío y el hambre y ha trabajado 44 años recibirá
algunas migajas? (...) Una fábrica crece y se enriquece bajo el nuevo sistema económico
que hace trepar los precios. En esta fábrica un mecánico gana bien, incluso muy bien, ya
que su salario depende de las ganancias. (...) Pero también hay fábricas más pobres, que
producen bienes esenciales para la sociedad, pero en las que los precios no pueden ser
elevados en el mercado. La fábrica es pobre y el mecánico que realiza las mismas
operaciones que su colega de ¡a otra fábrica también es pobre. Trabajo igual, vidas
diferentes. Escuché en la radio que tenemos 40 millones de pobres. ¿Qué pasará en el
futuro? Nuestro país será dividido entre una clase de ricos y una clase de pobres?”
(SOCIALIST- CHESKAYA INDUSTRIYA, 2 de julio de 1989)
Durante décadas, el repudio a los privilegios de los burócratas fue moneda
corriente en la mayoría de la población, ¿qué hace pensar que aceptarán a la ligera la aparición de nuevos privilegiados con otro ropaje ideológico? Al comienzo de la perestroika,
Gorbachov no se cansaba de repetir que “el bienestar de los trabajadores dependerá de la
capacidad de los gestores. Los trabajadores deberán, entonces, tenerlos medios reales de
influir
98
las decisiones de los directores y controlar sus actividades” (PRAVDA, 28 de febrero de
1987>. Eran tiempos en los que afirmaba que la perestrojka era “más democracia y mas
socialismo”.
¿De qué manera, entonces, se puede implantar el capitalismo, impedir la injerencia
de los trabajadores y evitar un estallido social? Los liberales aún no han no han encontrado
respuesta a estas preguntas, y sus indecisiones a la hora de introducir el “capital
modernizador’ hacen fracasar los planes económicos una y otra vez.
El mismo Shevardnadze intenta alertar mirando al futuro: “Muchos rusos votaron
por Yeltsin en la pasada primavera bajo la impresión de que no permitiría el alza de precios
(...)pero las reformas económicas de Velísin todavía no se han producido (...) Primero debe
garantizar la cosecha, cortarlas huelgas y poner comida y bienes de consumo en las tiendas,
para que en los próximos 18 meses el ciudadano común llegue a la conclusión de que él ha
mejorado sus vidas. Sino lo logra, fracasará. Yeltsin puede llegar a ser tan impopular como
Gorbachov lo es ahora.” (NEWSWEEK, 2 de setiembre de 1991)
Muchos comparten esta preocupación, “¿Qué dirán los mineros si suben los precios
del pan? ¿Y
los campesinos en cuanto al encarecimiento de la calefacción?’, se pregunta el
periodista Vladimir Gurevich (NOVEDADES DE Moscú, julio de 1989). Antes existían
controles para evitarlo. ¿Y qué pasará con los desocupados? Según el informe del Comité de
Estadísticas del estado (GOSKOMTAT) del 28 de febrero de 1990, hay 13 millones de
personas que no participan en la producción social; 4,3 millones de mujeres son amas de
casa; 4 millones de habitantes están en el servicio militar y otros 4 sin trabajo por diversas
razones. Estas cifras se verán seguramente acrecentad~ con las reformas; todos los economistas aseguran mayor desocupación en el futuro, además de inflación. Entonces,
probablemente sean aún más lo que prefieran los cupones de racionamiento a los negocios
llenos de mercaderías que no pueden comprar porque no tienen dinero (RABOCHAYA
TRIBUNA, 18 de abril de 1990).
Muchos dirigentes “admiran” la eficacia del modelo de Pinochet; otros —como el asesor de
Gorbachov, Petrakov— lo formulan de un modo más sutil: piensan que “no se
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puede pedir la opinión de la gente sobre temas que no conocen”
(MOSCOVSKIE NOVOSTI, Nº 22, 1990)
El conjunto de estas ideas refleja profunda desconfianza y temor con respecto a la opinión
de la población. En este sentido, los conservadores y los demócratas no se diferencian, a
pesar de sus proyectos antagónicos. Es imposible predecir qué harán unos y otros frente a
la oposición de los trabajadores que parecen decididos a no ceder.
Una nueva carnada de jóvenes propone el “retorno” a las fuentes del socialismo.
Algunos pocos se encuentran dentro del PCUS; el resto compone una amplia gama de
organizaciones sociales y políticas surgidas a partir de la perestroika. Estos jóvenes son
ecologistas, socialistas, feministas, marxistas o anarquistas y, en su mayoría, no formaron
parte de la burocracia dirigente ni ejercieron cargos de poder. Su actitud crítica hacia los excomunistas que hoy se regocijan con la caída de lo que antes consideraban el “paraíso” no
es ambigua sino clara y contundente. Coinciden, en este sentido, con el historiador Isaac
Deutscher quien, cuarenta años atrás, afirmaba: ‘Tras romper con la burocracia en nombre
del comunismo, el hereje llega a romper con el propio comunismo. Proclama haber descubierto que las raíces del mal eran mucho mas profundas de lo que en principio había
imaginado, aun cuando el trabajo realizado para descubrir estas ‘raíces’ puede haber sido
muy vago y superficial. Ya no defiende al socialismo frente a los abusos y la falta de
escrúpulos; ahora defiende a la humanídad frente a los mitos socialistas. Ya no se contenta
con tirar el agua sucia del baño de la revolución rusa para salvar
al bebé; descubre que el bebé es un monstruo que hay que
estrangular.” (RUSIA EN TRANSICIÓN, 1957)
La búsqueda de un camino socialista basado en la democracia, lleva a los jóvenes
a “redescubrir” la historia oculta durante tantos años, especialmente aquella forjada por los
opositores al stalinismo. Por primera vez, en la Unión Soviética, dos generaciones se
encuentran, y con posturas políticas similares a las de los sectores de la izquierda occidental
anti-stalinista. “Los trabajadores no Henen ninguna razón para considerar
justo (como el resultado de leyes económicas universales) el hecho de ser tratados como
Las cosas, como mercancías que pueden ser utilizadas y después
echadas a la calle según el criterio del mercado”, dice la sovietóloga francesa, Catherine
Samary, autora del libro EL
MERCADO CONTRA LA AUTOGESTION, LA EXPERIENCIA YUGOESLAVA, en respuesta a las
preguntas del semanario ARGUMENTI 1 FAKTI.
A la pregunta : “Usted se opone a
la planificación hipercentralizada y al
mercado. En este caso, ¿qué salida propone?’
Catherine Samary responde: “La opción no es entre el mercado (que se supone traerá
eficacia y democracia, lo que es válido para
aquellos que tienen dinero y un empleo) y la protección social (con una planificación
burocrática
ineficaz y la ausencia de libertades democráticas.
Esta es una falsa alternativa que debe ser rechazada. No estoy contra el mercado como tal.
Estoy contra la dictadura del mercado, tal cual estoy en contra de la dictadura de la
burocracia, contra la visión del mercado como remedio milagroso. Un mercado es necesario
pero bajo el control de la sociedad. La primera solución es la democratización económica, la
autogestión.”
(2 de diciembre de 1989).
Quienes se oponen al capitalismo ya la burocracia se basan en los propios argumentos
de los que favorecen la economía de mercado, que no niegan el costo social que implica el
paso al capitalismo. Su propuesta —hoy— aparece como la más difícil de implementar, pues
aún no existen experiencias de este tipo
y su aplicación implica una amplia participación popular para determinar cómo se tomarán
las decisiones políticas y económicas. Si se habla de rentabilidad, preguntan, ¿se la evaluará
inmediatamente en un año, en cinco? ¿La rentabilidad responderá a la necesidad de la
población? En la economía de libre mercado cada uno puede invertir cómo y dónde quiere,
¿significa esto que si existe avidez por determinados artículos de consumo, como vaqueros,
walkmans o autos modernos, se los producirá en gran escala en desmedro del saneamiento
de la infraestructura sanitaria o educativa? Más aún, ¿quién tomará la decisión?, ¿el que
posea capitales e invierta para ganar más en el menor tiempo?
La nueva carnada de jóvenes se opone al sistema capitalista que se basa primero y
principalmente en la búsqueda de la ganancia y, como contrapartida, propone retomar las
demandas populares y diseñar un modelo
101
económico cuyo objetivo central sea la satisfacción de las necesidades de toda la población.
Con la tecnología existente en la URSS es posible satisfacer ampliamente estas demandas,
en especial si se realiza la reconversión de la industria militar—que representa el 35% del
presupuesto federal según el semanario NOVEDADES DE Moscú del 24 de abril de 1991—
hacia la fabricación de materiales de construcción, comunicaciones, transportes, bienes de
consumo, etc.
Ahora bien, ¿es posible el desarrollo a gran escala sin la reducción del nivel de
vida? Distintas personalidades que bregan en favor de la autogestión, distribuyeron en septiembre de 1990 un documento que previene acerca del “retorno de un capitalismo ruso de
los monopolios, semifeudal, autoritario y salvaje”. Proponen, en cambio, “un financiamiento
prioritario de la tecnología que no implique un despilfarro de las materias primas y los
recursos energéticos (...) congelar la construcción de centrales nucleares y
Eliminar r progresivamente la energía nuclear y otras
industrias que deterioran de modo irreversible la naturaleza.” (INPREC0R, París, 9 de
noviembre de 1990)
Para que esto sea posible, la planificación debe evitar el despilfarro en base a la
organización racional de la industria, sin el “secreto” de las patentes privadas que retrasan
la producción (mientras unos se roban a otros), sino, por el contrario, introduciendo las
innovaciones técnicas en todos los ámbitos productivos. Es preciso eliminar los gastos de
lujo que durante años acumularon los burócratas: las famosas casas de campo (datchas),
los sirvientes o el alcohol, que representa sumas fabulosas. Pocos aceptarán racionalmente
que se gaste más en la producción de vodka que en la investigación científica, médica,
educativa, o en la preservación ecológica. Durante décadas, los trabajadores se sintieron
una pieza sin sentido en un engranaje dominado por los burócratas. Su participación directa
en las decisiones, ¿podrá liberar fuerzas positivas que impulsen a los trabajadores a
aumentar la producción y reducir el costo de las mercancías, evitando el despilfarro o el
trabajo a desgano en aras de un mejor nivel de vida?
El golpe del 19 de agosto abrió una nueva etapa de
discusión en cuanto a las alternativas económicas y sociales; pero en otras condiciones.
102
8
EL ENIGMA
“La prensa soviética le iba inventando (a Yeltsin) los apelativos
de radical, imprevisible y turbulento, y la occidental los aceptaba sin preguntas. Ahora, mas
de un sofisticado político europeo
tendrá que reflexionar sobre el trato abiertamente grosero que
dio al presidente ruso para halagar así a Gorbachov (...) Claro
que estos desprecios sólo han servido para que los rusos se sientan
aún más identificados con este político que, como ellos
mismos, es tratado de rudo, grosero y poco civilizado por los
presuntuosos amigos de Occidente (...) lo cierto es que si Europa
desea seguir tratando con Rusia, debe empezar a comprender
que sus habitantes son mucho más parecidos al ruso puro Boris
Yeltsin que a Mijail Gorbachov; que más bien parece un ruso
neoyorquino con bufete de abogado en Manhattan.”
(Alberto Sotillo, Revista BLANCO y NEGRO, 1” de septiembre de
1991)
E1 golpe del 19 de agosto, ¿ha cambiado a la Unión Soviética? ¿Fracasaron realmente los
golpistas? Estos son algunos de los enigmas que aún quedan por resolver. Si los golpistas
buscaban desestabilizar al régimen, deteriorar aún más
la relación entre las republicas, y evitar el apoyo económico internacional —manteniendo el
clima de inestabilidad— han tenido éxito. Si intentaban volver a consolídarse en el poder,
han fracasado. El panorama es aún incierto.
Cuando Gorbachov vuelve de su arresto domiciliario, muchos analistas vaticinan su
desaparición política frente a la figura ascendente de Boris Yeltsin, convertido en el nuevo
‘superstar’
de la política. Ya hemos analizado los momentos claves del golpe, la pregunta es qué pasará
con todos aquellos que lo apoyaron activa o tácitamente. Muchos de ellos han vuelto a
ocupar cargos en distintos estratos políticos, económicos y sociales; los inescrupulosos y sin
principios siempre caen de pie, dice un viejo refrán En la Unión Soviética, algunas personas
lamentan que esto sea así; temen que estos personajes sean los nuevos golpistas de
mañana. ‘Y ahora —piensa Evgueni Jramov— los casos del general KriuchkoV, del mariscal
Yazov y otros jefes militares pueden pasar a cargo de la Fiscalía militar! Se trata de la
misma
fiscalía que ya les ha dado carpetazos a decenas y centenares de denuncias de torturas y
maltratos perpetrados contra soldados novatos” (NOVEDADES DE Moscú, 1 de setiembre de
1991). En Ekaterimburgo
se intenta revocar a Viadimir lsákov, diputado y Consejo de la
República del Soviet Supremo de Rusia, por apoyar el golpe.
—“Ustedes tienen derecho a revocarme —dice lsákov—, pero yo no caeré antes de
que suene el disparo.” (NOVEDADES DE Moscú, 22 de setiembre de 1991)
La disolución del Partido Comunista es fundamental para comprender el futuro de la
URSS. Yeltsin, con poderes plenipotenciarios, ‘obliga” a Gorbachov a renunciar al
partido que le servía de sustento político, y comienza a gobernar por decreto.
105
El PCUS es prohibido, se cierran varios periódicos y las voces opositoras son acusadas de
comunistas. Yeltsin obtiene facultades especiales por un año para introducir las reformas
económicas (PAGINA/ 12,2 de noviembre de 1991). Ahora, aprovechando la situación
creada por el levantamiento militar, se realiza un golpe palaciego, sin tanques, para
concentrare! poder en pocas manos. ‘El cadáver del totalitarismo —piensa Stepán Klseliov—
impone sus reglas de juego a los vivos: practicar denuncias, destruir monumentos, cerrar
los periódicos de la oposición y expropiar a los expropiadores (...) Los tanques de los
golpistas fueron frenados en agosto. En septiembre,
A juzgar por todo, los muertos han
cambiado de táctica y asaltan la “Casa Blanca’ desde adentro (...) Los virus del totalitarismo
cayeron en un terreno abonado y se reproducen enérgicamente, devorando las células sanas
del nuevo sistema político. Es imposible erradicar la nomenklatura.” (NOVEDADES DE
Moscú, 29 de setiembre de 1991)
¿De qué manera funcionará la democracia con la caza de brujas? No todos los
miembros del PCUS lo integraban para formar parte de la burocracia y gozar de las tiendas
especiales, los viajes, las casas de veraneo, etc. Algunos creían en los ideales del
comunismo; a otros, el carnet les permitía encontrar trabajo o publicar sus libros, sin llegar
a ser cómplices de la burocracia ni de! aparato represivo. En realidad, el problema es que el
PCUS era el único partido que funcionaba como tal.
En
la
actualidad,
los
liberales
o
demócratas
están
reunidos
en
diversas
agrupaciones y actúan de manera independiente; tienen divergencias entre sí y no
conforman un bloque homogéneo capaz de lograr el apoyo de la mayoría de la población.
Algunos piensan que el mercado traerá la democracia; para otros, la democracia traerá el
libre mercado.
Por otra parte, Gorbachov se ha debilitado y la perestroika en su conjunto está
siendo cuestionada. Una investigación y encuesta de Yuri Levada refleja que “solamente la
minoría evidente (23%) de todos los sectores de la población (excepto algunos grupos de la
intelectualidad) estaría dispuesta a apoyar los cambios iniciados en 1985 (...) La conciencia
de masas carece de historicidad y valora los acontecimientos de los
tiempos pretéritos a través del prisma
de las preocupaciones y desilusiones de hoy
(...)Entre los sentimientos reinantes en la sociedad predominan el cansancio, el desconcierto
y la desesperación, acompañados de la nostalgia por el orden o, más concretamente,
106
por la figura capaz de asegurarlo.”
(NOVEDADES DE MOSCU 22 DE SEPTIEMBRE DE 1991)
¿Quién será esa figura y qué orden traerá? ¿Yeltsin encarna la mano fuerte por haber
combatido a los golpistas o por querer radicalizar las reformas? ¿Qué pasará con los
jóvenes que en estos últimos seis años han sido educados en la perestroika? Algunos
piensan que son apolíticos y solamente les inculcan el afán de hacer dinero. “Hay algo que
me preocupa —afirma Egor Yakovlev, quien dirigiera durante cinco años NOVEDADES DE
Moscú para pasar, luego del golpe, a hacerse cargo de la cadena de radio y TV es-tatal—.
Se da una nueva vuelta de destituciones y nombramientOs, tal vez, la rnós amplia en la
época de las reformas. Y vuelven a ocupar los cargos los mismos representantes de la
generación de los 60, la misma generación que se va. Es penoso y alarmante.”
(NOVEDADES
DE Moscú, 8 de setiembre de 1991)
Resulta difícil creer que los conservadores se alejarán de la política renunciando a toda una
vida de cargos y privilegios. Después del golpe, se reorganizan en diferentes agrupaciones y
en torno de algunos periódicos, para continuar desde allí su batalla política. Si bien están muy
desprestigiados ante la opinión pública, aún conservan grandes cuotas de poder en el aparato
estatal y en el ejército de todo el país. En diferentes regiones de la URSS, los miembros de la
KGB ahora forman grupos especiales que combaten la delincuencia; claro está que con los
mismos métodos del pasado (NOVEDADES DE Moscú, 15 de setiembre de 1991). ¿Y qué
pasará con los miles de soldados que regresan de los países del ex-bloque oriental?,
¿encontrarán trabajo o vivienda?
¿Se puede continuar hablando del futuro de la Perestroika? El proceso iniciado en 1985 para
lograr “más
socialismo y más democracia” se ha transformado en transición al capitalismo. De todas
maneras, cualquiera sea el rumbo
elegido, éste depende principalmente del éxito o fracaso de la gestión económica.
La esperanza de los liberales es la ayuda de Occidente. ¿Expresión de deseos o realidad?
Hasta ahora, expresión de deseos con una gran dosis de ingenuidad; les cuesta comprender
por qué Occidente no los ayuda. El ministro de Relaciones Exteriores Boris Pankin
reiteró el pedido de 100 mil millones de dólares, argumentando que esa suma fue
“fácilmente” concedida para financiar la Guerra del Golfo (ROUGE, París, 12 de septiembre
de 1991) Pero los gobiernos capitalistas y los banqueros de occidente no razonan de la
misma manera.
107
Según el semanario NEWSWEEK existen dos líneas de pensamiento en los Estados Unidos.
Una está a favor de la ayuda a la URSS porque considera que la asistencia económica
aliviaría la dolorosa transición
hacia la economía de mercado y evitaría la inestabilidad.
Además,
este grupo sostiene que el Partido Comunista no está ya en
posición de desviar los fondos
para utilizarlos con otros fines.
Quienes se oponen, en cambio, consideran que la economía de mercado debe funcionar
antes de que se le conceda a la URSS ayuda financiera, y que los Estados Unidos no están
en situación de realizar grandes inversiones. Afirman que, de hacerlo, el dinero invertido
sería dinero perdido (NEWSWEEK, 2 de setiembre de 1991). Por otra parte, quienes se
oponen a la ayuda quieren saber, antes que nada, cómo cobrarán los 70.000 millones de
dólares que les debe la URSS. El ingreso al Fondo Monetario Internacional es significativo,
pero no determina automáticamente la concesión de préstamos. Si se concedieran estos
préstamos, ¿quién los administraría? ¿LOS mismos que durante años aprovecharon los
estratos del poder para acrecentar sus privilegios?
En julio de 1991, antes del golpe, Gorbachov participó de la reunión de los “Siete grandes”
(cumbre que reúne a los países más industrializados del mundo). Allí “la exposición original
de Gorbachov duró una hora y no faltaron las preguntas de los Siete, a veces muy directas.
El jurado se puso de acuerdo con antelación para reconocer los méritos de este alumno
diferente de los otros (especialmente en razón de esa extraña universidad marxista donde
realizó sus estudios).” (LE MONDE, 19 de julio de 1991) Pero el acuerdo de seis puntos
sobre la ayuda a la URSS es vago, y los capitales no son los que los soviéticos esperaban.
Los “Siete” ponen como exigencia que funcione la economía de mercado y que exista
estabilidad suficiente como para garantizar las ganancias de las futuras inversiones;
condiciones éstas que no existían antes del golpe ni después.
El politólogo Konstafltin Pleshakov piensa que “incluso si los líderes occidentales deciden
hacer mas sustancial la ayuda económica, los círculos de negocios no otorgaron dinero. El
golpe de agosto gritó al mundo entero sobre la increíble inestabilidad del régimen de
Gorbachov y, dejando de lado el dulce mareo de la victoria, también sobre la debilidad de
los demócratas.” (NOVEDADES DE Moscú 8 de setiembre de 1991)
La inestabilidad se refleja día a día en la inflación y el
108
aumento de precios. Solamente en el mes de agosto se imprimieron tantos billetes como en
todo 1990 (TVE, 31 de octubre de 1991); el 23 de octubre de 1991 unos 50 mil moscovitas
manifestaron en contra del alza de los precios y exigieron aumentos salariales.
El economista liberal Gregori Yavlinski —de los más radicales en sus propuestas
económicas— ante una pregunta sobre los plazos del saneamiento de la economía,
respondió: “Si de manera adecuada elaboramos los principios de la alianza, entonces será
un año, año y medio” (NOVEDADES DE Moscú, 22 de setiembre de 1991). Pero los
soviéticos no pueden ni quieren esperar.
Es imposible saber quién canalizará el descontento popular. Algunos grupos ligados
a la burocracia intentarán, seguramente, demostrar las ventajas del régimen anterior; otros,
podrían indinarse hacia los grupos fascistas como Pamiat, También es posible que parte de
ellos termine acercándose a la iniciativa de la “nueva izquierda”, que acaba de formar el
Partido del Trabajo. En este nuevo partido confluyen diputados del Soviet de Moscú,
representantes del Partido Socialista, de la Federación de Sindicatos de Moscú, y de la
Confederación de anarcosindicalistas.”Nos oponemos a romper con las tradiciones de justicia
social, de democracia, de humanismo y de amistad entre las naciones, que han aparecido en
el seno del movimiento socialista ruso durante su siglo de existencia”, dice el economista
Alexandr Buzgalin, adhiriendo a la nueva iniciativa. (PRAVDA, 20 de setiembre de 1991)
“Valorando las perspectivas del nuevo partido —escribe Viadirnir Konstantinov— no se debe
atribuir un significado demasiado grande a la alergia frente a las ideas socialistas que se
observa en la sociedad después del putch. Mañana, cuando comiencen a realizarse las
medidas tendientes a reanimar la economía, incluidas las impopulares, las cuales implicarán
el aumento del desempleo y el descenso del nivel de vida, mucha gente cambiará su actitud
hacia estas ideas y los partidos que las representan.” (NOVEDADES DE Moscú, 22 de
setiembre de 1991)
Disuelto el PCUS, en la Unión Soviética existe una situación particular: los partidos
políticos son pequeños y ninguno tiene el suficiente poder y reconocimiento como para
lograr el apoyo que se requiere para poder gobernar. “Tuvimos un sistema de partido único
—dice Eduard Shevardnadze— ‘y estaba esta fuerza poderosa, el Partido Comunista, que era
un asunto de
109
17 millones de personas. El partido garantizaba equilibrio en ¡a sociedad, aunque tal vez no
en el mejor sentido. sentido. El partido se fue, esa fuerza no existe mas. ¿Es esto bueno o
malo? ¿Quién llenará el vacío? (CNN, 21 de setiembre de 1991). El hecho de que la
población haya salido a la calle a para frenar a los golpistas no implica un apoyo
incondicional a la figura de Yeltsin o a su proyecto socioeconómico. Gorbachov maniobra
como puede desde un Centro muy debilitado y las repúblicas aún no saben si
les conviene mantenerse en la Unión.
Termina una época. Un sistema que corrompió los ideales de emancipación humana se
desmorona. Sin embargo, el fin de una pesadilla no es el fin de todas las pesadillas. Muchos
asocian el fin del sistema que durante 70 años rigió la URSS con el fin del marxismo, del
socialismo, del comunismo, y el definitivo triunfo de otro sistema político: el capitalismo.
Cabe preguntarse si esto es realmente así.
Las dos grandes guerras de este siglo, que provocaron más de 100 millones de
muertos, fueron producto del capitalismo. El capitalismo también es responsable del
colonialismo en Asia, África y América; del fascismo y el nazismo con sus hornos
crematorios, y de las dictaduras militares en América Latina que tienen en su haber más de
100.000 desaparecidos. Al capitalismo se debe, además, la muerte de 16 millones de niños
por año en el Tercer Mundo, por enfermedad o hambre, y la miseria del 80% de sus
habitantes; el apartheid y la aparición de las armas nucleares y químicas capaces de destruir
vanas veces el planeta.
¿Estos fenómenos, no continuarán provocando levantamientos populares en la
búsqueda de una sociedad más humana? Por otra parte, ¿puede atribuírsele a Marx o a los
ideales del socialismo el régimen stalinista? ¿Hay alguien que se atreva a responsabilizar a
Jesús por las persecuciones de la Inquisición? ¿Acaso habría que desechar el progreso que
implicó para la humanidad la Revolución Francesa por los posteriores crímenes de Napoleón,
o negar la importancia de la emancipación de los Estados Unidos por Hiroshima y Nagasaki?
Las grandes convulsiones que hoy tienen lugar en la Unión Soviética permiten
avizorar un mundo diferente y, aunque todavía haya muchos a quienes les resulta difícil
aceptarlo, por ahora los interrogantes respecto del futuro de la humanidad son más
numerosos que las respuestas.
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INDICE
Introducción
1. Un golpe de estado muy particular
2. Un año de enfrentamientos
3. Boris Yeltsin vs. Mijail Gorbachov
4. Las claves de la perestroilça
5. Los bolcheviques en el poder
6. El estallido de las nacionalidades
7. ¿Socialismo o capitalismo?
8. El enigma
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