La aportación voluntaria, ¿es pastoral?

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La aportación voluntaria,
¿es pastoral?
Una reflexión pastoral sobre la sostenibilidad
económica de nuestros centros
Oscar Alonso
EDELVIVES
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La aportación voluntaria,
¿es pastoral?
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ÍNDICE
1. Entre lo voluntario y lo imprescindible........................................................ 5
2. Algunas apreciaciones iniciales para asegurarnos
de que hablamos de lo mismo........................................................................... 6
3. Algunos datos a tener en cuenta para evitar opiniones
sin fundamento y demagogias............................................................................ 9
4. V
entajas y desventajas de la aportación voluntaria
en los centros. ................................................................................................................ 10
5. Y, ¿qué tiene que ver la aportación voluntaria
con la pastoral?, digo yo.......................................................................................... 12
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La aportación voluntaria
La aportación voluntaria,
¿es pastoral?
«Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad
humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los
derechos y libertades fundamentales. Los poderes públicos garantizan el
derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. La enseñanza básica es obligatoria y gratuita. Los poderes públicos garantizan el
derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la
enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados y
la creación de centros docentes. Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los
principios constitucionales. Los poderes públicos ayudarán a los centros
docentes que reúnan los requisitos que la ley establezca».
(Constitución Española, Artículo 27)
1. Entre lo voluntario y lo imprescindible
A menudo, muy a menudo, parece que hay conceptos que pertenecen a universos e imaginarios totalmente diferentes y, hasta cierto punto, incompatibles. Dos
de estos universos son la economía y lo pastoral. Y, más concretamente, la llamada «aportación voluntaria» que en la gran mayoría de centros religiosos concertados realizan las familias para el sostenimiento y mejora de la educación en
dichos colegios y, en definitiva, para el cumplimiento de los fines propios de las
entidades titulares. Evidentemente la economía, no sólo la de la salvación de la
que nos habla la teología sino la de todos los días, tiene mucho que ver con la
pastoral, al igual que tiene mucho que ver con ella la política, la ecología, la justicia y la solidaridad.
Llevo tiempo preguntándome si esa aportación, apellidada «voluntaria», pero
calificada como imprescindible en este momento educativo-social, tiene algo
que ver con la pastoral de un colegio católico, si es pastoral, si dice algo, mucho
o poco del compromiso de las familias que eligen libremente los centros, o simplemente es algo que pertenece al ámbito más economicista de la educación, a
lo monetario del asunto, al foro interno de cada cual y no tiene nada que ver con
la razón de ser y el modo de ser más y mejor de nuestros centros católicos en
este momento crucial de nuestra historia.
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En la puerta de los colegios, en las cafeterías aledañas y en los innumerables
grupos de wasap de padres y madres, de la aportación voluntaria se dice de
todo. Bueno, para ser realistas y justos, se dice casi siempre todo lo que no
corres­ponde con la realidad y que juega con datos mezclados con opiniones,
con «a mí me han dicho», «yo sé de una familia que», «pues si eso sucede yo dejaré de pagar», «aquí cada cual inventa algo para sacarnos dinero», «si todos nos
ponemos de acuerdo esa medida se tendrá que quitar», «en el colegio público
donde van mis sobrinos no piden nada»… y un sinfín de frases célebres que,
aunque fá­cil­men­te desmontables, hacen surco en la credibilidad y verdaderas
razones del por qué a estas alturas los colegios religiosos concertados hemos
de seguir solicitando a las familias su colaboración, también en lo económico,
para poder mantener, mejorar y seguir presentes en el mundo educativo elegido
por miles de ellas.
Por supuesto, también hay miles de familias que desde el primer día entendieron su compromiso con el centro estando presentes en las convocatorias, echando una mano donde ésta haga falta y aportando puntual y voluntariamente la
cantidad necesaria para que el centro en el que se educan sus hijos siga siendo
posible y sostenible.
Curiosamente, al intentar guardar este documento en el ordenador, no me permite guardarlo con el nombre que lleva «La aportación voluntaria, ¿es pastoral?»,
pues lleva dos interrogantes. Sólo me deja nombrarlo así: La aportación voluntaria, es pastoral.
Y no está mal, porque en realidad antes de presentar algunas razones, cifras y
justificaciones fundamentadas, desde este sexto párrafo afirmo y defiendo que, sin
lugar a dudas e interpretaciones, la aportación voluntaria es pastoral en nuestros centros. Y no sólo porque las familias sin recursos o pocos recursos no se han
de preocupar de ella, porque ya nos ocupamos nosotros de cubrir su parte haciendo
visible nuestra propuesta pastoral, sino porque tener el colegio abierto es pastoral y
todo cuanto en él sucede está empapado de dicho fundamento, estilo y dinámica
pastoral. Intentaré en las líneas que siguen fundamentar este posicionamiento.
2. Algunas apreciaciones iniciales para asegurarnos
de que hablamos de lo mismo
La expresión «aportación voluntaria», tan maltrecha últimamente por motivos, todo sea dicho, bien alejados del ámbito educativo, en castellano tiene un
significado claro: aportación significa «cosa que se aporta o conjunto de bienes
aportados para el logro de un fin». También significa «contribución o ayuda», y
voluntaria significa «que nace y se hace por espontánea voluntad y no por
obligación o deber».
Unidas, sustantivo y adjetivo, la expresión «aportación voluntaria» significa, sin
interpretar nada, «cosa que se aporta o conjunto de bienes aportados para el
logro de un fin que nace y se hace por espontánea voluntad y no por obliga6
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ción o deber». Ese es su significado original y tal cual continúa siendo en la actualidad, a pesar de que para no pocas personas sea una especie de invento, en
realidad innecesario, para justificar lo injustificable.
Por eso se me ocurre que lo que debemos hacer en este momento, antes de
definir mejor qué es la aportación voluntaria en un centro concertado católico, es
dejar claro qué no es la aportación voluntaria. De ese modo:
— La aportación voluntaria no es una especie de impuesto revolucionario,
según el cual si pagas te vamos a defender, a tratar bien, a quererte más, a no
incordiarte con otros temas y cobros, pero si no participas, acabarás pagando
las consecuencias. Nada más lejos de la realidad, por supuesto. Ni es un impuesto ni es revolucionario. Es una invitación solidaria y comprometida con
el centro.
— La aportación voluntaria no es un capricho, no es un invento de los religiosos y religiosas de los últimos tiempos para ver si así obtienen más y mejores
resultados económicos de la gestión de los centros educativos. Evidentemente, todo el mundo con un mínimo conocimiento de lo que es un colegio hoy,
sabe que ni es fruto de los caprichos ni es un negocio. Es una propuesta de
sostenibilidad compartida.
Durante muchos años miles de religiosos, religiosas, hermanas y sacerdotes
han trabajado sin descanso en y por la escuela católica. Todos los beneficios de
su trabajo iban a parar a una caja común que hacía posible la mejora de las instalaciones, la formación de los claustros, la ampliación y adaptación de los espacios, la renovación de las zonas deportivas y de ocio en los centros… y un sinfín
de actuaciones cuyos beneficiarios eran única y exclusivamente los educadores,
los alumnos y sus familias.
Con el paso del tiempo este ingente número de religiosos, religiosas, hermanas y sacerdotes presentes en las obras educativas ha ido disminuyendo y,
aunque todavía hoy buena parte de los recursos que tienen las Instituciones Titulares Religiosas (Órdenes, Congregaciones, Sociedades de Vida Apostólica,
Compañías, etc.) los siguen invirtiendo en los centros educativos, es evidente
que no pueden destinar a las obras educativas tanto como en otros tiempos
destinaban.
Se hace necesario, también por este motivo, una reflexión de las familias sobre
nuestra participación en el sostenimiento de estas obras en las que queremos
que nuestros hijos reciban la mejor educación posible, la que queremos para
ellos y en la que nos parece que tenemos que comprometernos en todos los ámbitos, también en el del sostenimiento y mejora de los centros educativos.
— La aportación voluntaria no es tampoco un modo de privatizar lo público,
porque siendo verdad que el dinero que sostiene la escuela, la pública y la concertada, es dinero «público», también lo es que ese dinero es posible gracias a
la aportación tributaria de todos (ese sí que debe ser «dinero de todos para
todos»).
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Nadie está obligado a matricular a sus hijos en ninguna escuela que no sea de
su agrado y la aportación voluntaria en la escuela concertada quizás es sólo la
punta de un iceberg que reclama que haya más justicia en el reparto de los
fondos públicos destinados a la educación. Y, en ningún caso, se puede afirmar
que la aportación voluntaria es un modo de privatizar lo que es de todos. Es, en
todo caso, una propuesta inteligente y respetuosa que pretende hacernos
ver que las cosas no se mantienen del aire. Y que el compromiso de las familias
con la educación de sus hijos va más allá de acudir a alguna reunión durante el
curso.
— La aportación voluntaria no es un modo de mantener colegios sólo para la
élite, es decir, no es algo que propicie que las familias sin recursos no puedan
acceder a la escuela concertada religiosa porque no van a poder hacer frente a
los pagos «voluntarios». Eso es absolutamente falso. En miles de colegios
católicos, las propias instituciones titulares de los mismos cubren infinidad
de necesidades de su alumnado y de las familias. La élite y el evangelio no
son fácilmente compatibles, simplemente por un tema de principios, de
opciones y de posicionamiento vital.
— La aportación voluntaria no es un modo de mantener lo específico religioso de los centros concertados, no es una cuestión de identidad ni de perpetuación o defensa de la misma, es una cuestión de justicia. Desde luego
quien piense que la evangelización depende única y exclusivamente del dinero
que las familias aportan en un colegio católico está tremendamente equivocado y mal informado. Lo específico religioso de los centros católicos fundamenta sus identidades institucionales, sus proyectos educativos, sus planes
estratégicos… todo. No es algo que se mantenga si hay o no recursos, es algo
fundante, constitutivo y constante.
— La aportación voluntaria no es, en último lugar, una razón más para diferenciarnos de la educación pública. La escuela concertada no considera a la
escuela pública de menor categoría. La escuela concertada religiosa es una
propuesta educativa más, no la única ni la mejor.
Es una propuesta con rasgos propios abierta a las familias y a los alumnos que
quieran ser, formarse y educarse en ella, sabiendo que el evangelio y todo cuanto
de él se desprende está en la base de lo que se es, se hace y de cómo se hace en
los colegios.
Es curioso ver cómo en muchos colegios públicos los profesores pasan a los
padres notas en las que indican el pago de gastos de material porque con la dotación que tiene el centro público no les llega… pero a eso no se le llama aportación voluntaria se le llama compra de material escolar. Y la gran mayoría de la
gente paga. Sería bueno saber qué ocurre con los que no pagan y cómo se gestionan esos casos. Asimismo, existen colegios públicos (cada vez más) en los que
se solicita una aportación económica voluntaria (a veces también denominada
«cuota de servicios complementarios») porque la financiación pública es insuficiente y llega con retraso.
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Todo esto no tiene nada que ver con la aportación voluntaria que en los centros
concertados religiosos existe. Y si en algún centro concertado se diera alguna o
varias de estas premisas, sería sin duda motivo de denuncia justificada. Nadie
pide sin necesidad. Nadie debería pedir si al hacerlo no es transparente, ni se
justifica, ni es realmente necesario.
Si echamos un vistazo al evangelio, cuando Jesús habla de la oración afirma
que si necesitamos algo lo pidamos y se nos dará (Lc 11,9). Es cierto que una cosa
es orar y otra contribuir, pero quizás esto nos esté recordando que también necesitamos llevar a la oración la realidad, necesidades y propuestas de nuestros
colegios. Habrá que revisar nuestro modo de pedir, nuestra manera de compartir con las familias las necesidades que tienen los centros para que estas
lo vean y se comprometan más en su sostenibilidad y mejora.
3. Algunos datos a tener en cuenta
para evitar opiniones sin fundamento y demagogias
Si nos asomamos a la LOE, encontramos las siguientes afirmaciones importantes a tener en cuenta, resumidas por Luis Centeno, Director del Departamento
Jurídico de Escuelas Católicas: el artículo 88 de la LOE, titulado «Garantías de
gratuidad», establece en su apartado 2 que «las Administraciones educativas dotarán a los centros de los recursos necesarios para hacer posible la gratuidad de
las enseñanzas de carácter gratuito».
Por su parte, el artículo 117 apartado 1 señala: «La cuantía global de los fondos
públicos destinados al sostenimiento de los centros privados concertados, para
hacer efectiva la gratuidad de las enseñanzas objeto de concierto, se establecerá
en los presupuestos de las Administraciones correspondientes».
Su apartado 3 inicia diciendo «en el módulo, cuya cuantía asegurará que la enseñanza se imparta en condiciones de gratuidad». La LOE, al igual que las leyes
anteriores, reconoció la obligación de la Administración de dotar a los Centros
privados concertados de la financiación necesaria para llevar a cabo la impartición de la enseñanza en condiciones de gratuidad.
Si echamos un vistazo a algunas publicaciones recientes, cruzados los datos de
fuentes oficiales (Estadística de las Enseñanzas no universitarias Curso 2011-12
(EDUCABase. MECD) y Estadística del Gasto público en educación Año 2012.
MECD) y del Servicio de Estadística de Escuelas Católicas, en el año 2012 el gasto público medio por alumno en la enseñanza concertada fue de 2.818,26 €,
mientras que en la enseñanza pública fue de 4.842,31 €. Esto supone una diferencia de 2.024,05 € por alumno.
Si desapareciera la enseñanza concertada católica (cuestión propuesta por alguna formación política), las Administraciones públicas tendrían que incrementar
el presupuesto anual en educación en 2.849.772.242,49 €, resultado de aplicar
dicho «ahorro/alumno» por el número total de alumnos escolarizado en la escue9
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la concertada católica. A estos miles de millones de euros habría que sumar el
resto de concertada de los Centros no confesionales.
Además, el «Informe 2014 sobre el estado del sistema educativo» aprobado por
el Consejo Escolar del Estado, sobre datos del INE, afirma que la Administración
educativa sólo aporta el 57 % de los ingresos de los Centros privados concertados. El resto lo tienen que aportar los propios titulares o las familias, como donaciones o cuotas por actividades.
El propio Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte lleva meses informando
públicamente de que está elaborando un mapa del gasto público por puesto escolar y enseñanza, con datos aportados por todas las Administraciones educativas, cuyos resultados no terminan de ver la luz, ¡qué curioso!
Cuando uno lee estos datos tiene tres opciones: aceptarlos, ignorarlos o intentar demostrar, faltando a la verdad, que son falsos. Este sería el caso de un informe publicado bajo el título «El coste de la plaza escolar en la pública y en la concertada. Desmontando un mito interesado», cuya conclusión era que la diferencia
de gasto entre el puesto escolar en la pública y en la concertada era de un 1 € (a
esta conclusión se llegaba con la premisa de que las ratios profesor/unidad,
salarios y jornada del personal docente fuesen iguales en ambas redes, lo cual es
una quimera hoy por hoy).
A este informe se pueden sumar las innumerables personas que afirman, quizás desde la más absoluta desinformación, que la escuela concertada y los fondos públicos destinados a la misma son la razón del evidente deterioro de muchas escuelas públicas, intentando así culpabilizar a los demás de algo que tiene
sus causas en otro sitio, en visiones, opciones y acciones educativas muy politizadas y, del mismo modo, tremendamente falsas, injustas e interesadas.
4. Ventajas y desventajas de la aportación voluntaria
en los centros
A continuación, de modo sintético y visual, me gustaría resumir las principales
ventajas que tiene el hecho de que en los centros exista la aportación voluntaria
y, por otro lado, las desventajas que se derivan de la ausencia de la misma.
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Ventajas
de la aportación voluntaria
en los centros
Desventajas
derivadas de la falta
de aportación voluntaria
en los centros
1. Gracias a la aportación voluntaria
que realizan los padres y madres de
los alumnos se llevan a cabo
proyectos de innovación pedagógica
que la Administración Educativa no
financia.
1. Pérdida de nivel educativo en todas
las etapas académicas y
anquilosamiento en modelos
pedagógicos que no responden ya a
la realidad educativa del alumnado.
2. Gracias a la aportación voluntaria
que realizan los padres y madres de
los alumnos existe una dotación de
nuevos medios de enseñanza para
los centros educativos.
2. Falta de dotación imprescindible
para poder educar hoy de modo
efectivo, eficaz y eficiente.
3. Gracias a la aportación voluntaria
que realizan los padres y madres de
los alumnos es posible el
mantenimiento de las instalaciones
en condiciones óptimas (las
Administraciones Educativas no
cubren los gastos mínimos para el
mantenimiento de los centros
educativos concertados).
3. Envejecimiento y deterioro
progresivo y acelerado de todas las
instalaciones e infraestructuras
educativas (aulas, zonas comunes,
zonas deportivas específicas, zonas
dedicadas a la investigación y al
estudio, espacios orantes y
litúrgicos…), con el inevitable cierre
de las mismas a medio y largo plazo.
4. Gracias a la aportación voluntaria
que realizan los padres y madres de
los alumnos es posible en ocasiones
atender al alumnado con
Necesidades Educativas Específicas
y cubrir los apoyos y las
sustituciones necesarias que la
Administración Educativa cada vez
cubre menos.
4. Privación de servicios necesarios
para poder atender a los alumnos
con Necesidades Educativas
Específicas y para poder cubrir las
necesidades de personal que se dan
a lo largo del curso y que sin ellos es
imposible mantener una calidad
educativa y profesional propia de un
centro educativo.
5. Gracias a la aportación voluntaria
5. Sin la aportación de las familias los
que realizan los padres y madres de
centros poseen unas estructuras
los alumnos los centros cuentan con
organizativas de mínimos, que viven
una dotación real para poder
y justifican su actividad con el
organizar la estructura y dinámica
«siempre se ha hecho así» y que no
organizativa de los mismos para bien
son capaces de promover un
de toda la comunidad educativa.
liderazgo directivo, educativo y de
gestión acorde a los tiempos en los
que vivimos.
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5. Y, ¿qué tiene que ver la aportación voluntaria con la pastoral?,
digo yo
Curiosamente decidí escribir estas líneas a partir de un dato que me causó cierto
asombro. Bueno, para ser realista, mucho asombro. Resulta, por un lado, que todas
las instituciones religiosas que se dedican a la educación y tienen centros educativos concertados, llevan años realizando campañas de sensibilización y concienciación con las familias de los alumnos, intentando transmitir con ellas la
situación económica en la que se encuentran los centros y la necesidad de que las
familias contribuyan voluntariamente al mantenimiento y mejora de las escuelas.
Me consta que los inicios no fueron fáciles. Sé lo que nos ha costado en algunos centros en los que jamás se pidió nada. Conozco las dificultades para realizar
la invitación a realizar la aportación voluntaria cada año. Veo cómo en muchos
centros, el número de familias que apoyan al centro con el pago de la aportación
ha aumentado muchísimo. Y también contemplo con tristeza cómo hay centros,
equipos directivos, profesores, padres y madres que no se lo creen, que piensan
que no es justo y que no les corresponde hacer de cobradores y/o pagadores por
algo que creen que ya está pagado de antemano.
Por otro lado, me preocupa un dato: un número significativo de miembros de
las comunidades educativas de los centros concertados religiosos que tienen a
sus propios hijos e hijas en el centro en el que trabajan, no pagan la aportación
voluntaria por ellos. Este dato no deja de ser sorprendente. Aquí conviven muchas razones históricas en muchos casos, ya que las instituciones han gestionado el tema de la aportación voluntaria de los diferentes miembros de las comunidades educativas de muy diferentes maneras, y en no pocas ocasiones dichas
medidas más que facilitar la información, la trasparencia y el compromiso han
promovido sin querer lo contrario, dificultando la visibilidad y el conocimiento de
la realidad económica de los centros y la necesaria colaboración de todos para su
sostenibilidad. ¿Qué razón existe para esto? ¿Es que los hijos e hijas de los miembros de las comunidades educativas son más o diferentes que los hijos e hijas de
los otros padres?
A mí personalmente me parece que esta conducta es, conociendo la situación
de la enseñanza religiosa concertada en nuestro país y en su centro en particular,
cuando menos, revisable. Los profesionales que trabajamos en la educación
concertada religiosa sabemos que todo se fundamenta en un proyecto educativo enraizado en el evangelio, o mejor, en una persona: Jesús de Nazaret.
¿Acaso Jesús no pasó la mitad de sus días de camino y predicación, avisando de
los peligros de aparentar lo que uno no es, de lo insólito de cargar pesados fardos
de leyes y obligaciones sobre los hombros de los demás, de lo peligroso que es
que a las palabras no les acompañen hechos?
Pues he aquí la relación que existe entre la aportación voluntaria y la pastoral en
un centro católico. ¿Cómo vamos a convencer a los demás de la importancia
que tiene la contribución de todos al bien común de las escuelas en las que
estudian nuestros hijos si nuestra vida y testimonio hablan de otra cosa?
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Me gusta decir cuando hablo del compromiso por la justicia que este es una
parte integrante y fundamental de la misma fe y no una mera consecuencia de ésta.
Nuestros centros no son sólo los edificios y las instalaciones que tienen sino,
fundamentalmente, los educadores que los hacen posibles, aquellos que en
ellos trabajan por un mundo más justo, más educado, más parecido al Reino.
Cuando uno se encuentra con una situación como la que he descrito más arriba
se pregunta qué estamos haciendo en pastoral para no haber logrado que todos
los de casa, primero, y los que vienen, después, entiendan la trascendencia que
tiene en nuestros colegios el hecho de comprometernos, también económicamente, con la marcha de los proyectos que nos hacen seguir haciendo escuelas
que educan a las personas desde la alegría del evangelio y la vocación de servicio
a los otros.
La aportación voluntaria también es pastoral. Reclama de los educadores,
en primer lugar, un compromiso con el Proyecto Educativo de los centros. Reclama de los educadores que tengan siempre presente ese principio de la escuela
católica que afirma que «todo el que evangeliza educa, pero no todo el que educa
evangeliza». Y eso, lógicamente, tiene consecuencias. Y la primera de ellas es el
testimonio de vida.
Afirma J. Martín Velasco que «el testimonio refleja el absoluto de Dios como no
puede reflejarlo ninguna otra realidad». Lo que se gasta de tanto decirlo resulta a
veces nuevo y sorprendente cuando se hace o se pone en práctica.
Las circunstancias actuales retan de forma especial lo testimonial. En esta
cultura líquida y de la fragmentación no es fácil ni necesario seguir el camino que
va del hecho significativo hasta la motivación profunda que lo genera. Surge la
admiración, el respeto, pero un problema pastoral actual es que pocas cosas
parecen tener un verdadero sentido interpelador. En nuestro caso, el tema de
la aportación voluntaria es evidente que ha de provocar algo en el «cliente» (interno y externo), que ha de ser interpelador e interpelante.
De nuevo cito a Martín Velasco: «La evangelización, antes de ser acción y tarea,
es la dimensión del ser mismo del cristiano y de la comunidad derivada del hecho
de creer. Es necesario partir y buscar una personalización efectiva y afectiva de
la experiencia de fe en los miembros de la comunidad evangelizadora. Porque
sólo lo que se ha visto, oído y palpado puede ser objeto de anuncio y testimonio». Estas palabras son para nosotros una verdadera llamada de atención.
Un reto que podemos y debemos asumir. Un horizonte al que nuestros colegios,
educadores y familias debemos caminar.
Encontré hace poco un modo bonito y sencillo, posibilitante y agradecido de
hablar a los educadores y a las familias de la aportación voluntaria en un centro.
Decía lo siguiente:
—P
uede que falten datos...
— Puede que no sepas que la aportación voluntaria se puede incluir en la Declaración de la renta...
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— Puede que no sepas que menos del 30% de las familias del colegio abonan la
aportación voluntaria...
— Puede que no sepas que gracias a ese casi 30% este curso hemos arreglado el
vallado del pequeño patio de 3 y 4 años además de poner proyectores y pantallas en 9 aulas...
— Puede que ni te imagines lo que seríamos capaces de poder haber hecho con
el 70% restante... Puede que no seas consciente de que gracias a la aportación
voluntaria cada verano decidimos cuántas mejoras podemos realizar...
— Puede que no entiendas que es fundamental para el futuro de nuestros alumnos tener familias implicadas...
— Quizás hayamos hablado muchas veces de lo que tal aportación voluntaria supone...
— Quizás le hayamos dado vueltas y vueltas a esta posibilidad de ayudar económicamente al colegio...
— Quizás vemos mejoras evidentes en nuestras instalaciones...
— Quizás no hemos sido suficientemente motivadores...
— Quizás es posible que podamos quitarnos de algún otro gasto y generar una
bonita inversión... Quizás necesitemos empujar entre todos...
— Quizás si animo a otra familia, ya seamos dos...
— Quizás no he pensado lo suficiente en lo relevante que es que todos ayudemos
a nuestro colegio...
— Quizás esto sea sólo un bache que poco a poco, entre todos, vamos a superar...
— Puede que no hayas tardado ni medio segundo en leer el listado de mejoras que
hemos podido realizar…
— Quizás y sólo quizás, consigamos cambiar este texto el próximo curso.
Me pareció un modo atrevido, trasparente y sugerente de hablar de la importancia de la aportación voluntaria. Quizás pueda servirnos y tomemos nota.
Por todo ello, la pastoral de un centro católico tiene todo que ver con la
aportación voluntaria y viceversa. Con esta aportación y con todas las restantes iniciativas que se llevan a cabo en los centros. Igual que las familias se vuelcan cuando se realiza cualquier campaña solidaria y se visualiza claramente que
es fácil sensibilizarles para tales fines, debemos buscar el modo de sensibilizarles y hacerles ver que la solidaridad comienza siempre en la propia casa,
en el propio contexto… que curiosamente suele ser el más complicado porque
lo tenemos demasiado cerca, porque estamos inmersos en él.
Nuestros centros educativos son católicos, son centros en los que se realiza
una propuesta explícita del proyecto de vida de Jesús de Nazaret y todo cuanto
se propone, se planifica y se realiza tiene su raíz en un Proyecto Educativo Insti14
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tucional que se nutre del evangelio y de lo que este propone en todos los ámbitos:
personal, social, espiritual, solidaridad, justicia, servicio… Cuando una cuestión
como esta recae sobre todos, entonces se hace vida esa expresión de «la
pastoral somos todos».
Seguramente estamos llamados a comunicar mejor, a compartir más, a
ser —si cabe— más trasparentes, a vencer los miedos de decir lo que somos y
cómo hacemos las cosas, a pedir sin temores y a transmitir de un modo nuevo lo
que nos hace ser lo que somos: escuelas católicas del siglo xxi.
Afirma el jesuita Toni Catalá que «no puede haber un lenguaje de transmisión
de la fe que no sea implicativo: si el que quiere evangelizar no se implica vitalmente en sus afirmaciones y no es capaz de narrar su historia a vueltas con la Buena
Noticia, su palabra será totalmente irrelevante en una cultura saturada de mensajes; sólo lo que tiene el sabor de lo vivido implica al oyente». Más claro no
se puede decir.
Las instituciones educativas religiosas con colegios concertados tenemos claro que en nuestra misión y en nuestras tareas educativas y evangelizadoras, hay
que articular, de modo significativo, las dos manifestaciones de la experiencia
cristiana: la experiencia del encuentro con el Señor Jesús, amigo que siempre
está a nuestro lado y hace brotar lo mejor de nosotros mismos, y la experiencia
de la solidaridad, de la contribución al bien común, de la proyección social, de
la acción transformadora de la realidad y de la vida de las personas.
La aportación voluntaria es una cantidad voluntaria mensual que abonan las
familias cuyos hijos estudian en los centros concertados, con el fin de ayudar al
sostenimiento del colegio y a la mejora de sus instalaciones y servicios, en cumplimiento de los fines de las entidades titulares. Es una muestra más del compromiso de las familias y de los educadores que tienen hijos en los centros
en los que trabajan para que nuestras escuelas sigan ofreciendo un servicio siempre más cálido y de más calidad. Un compromiso que lo dice todo de
todos y que revierte siempre en el bien de la educación de los alumnos.
Ojalá comprendamos que esta aportación es, además de voluntaria, necesaria, imprescindible y un signo precioso y muy significativo del compromiso
de todos los que optamos por la escuela religiosa concertada por la educación
integral de nuestros hijos.
Oscar Alonso Peno
Área Pastoral Fundación Educación Católica
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