Cuando cae la oscuridad sobre Londres

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cómo estaba de salud, y mientras me contaba
una serie de achaques que tiene debido a su
avanzada edad, no sé porqué me dio el
impulso de tocar sus ojos, que casi siempre
tiene cerrados. Al cabo de varias semanas
recuperó la vista, pero ya he dicho que yo no
tengo nada que ver con eso, es simplemente
la propia naturaleza la que lo curó.
—Pero también hemos recibido el
testimonio de un hombre, cojo de
nacimiento, que dice haberse curado gracias a
usted.
—No es cierto, yo no hice nada, Frankie
es una de las personas que colaboran en
nuestra ONG, yo sólo he sido y sigo siendo
un amigo suyo. Uno de los muchos amigos
que tiene porque a pesar de sus desgracias
tiene mucho sentido del humor y es muy
gracioso.
—Bueno, he oído hablar de más casos
pero sé que vas a seguir negándolo, háblanos
de tu ONG y de tu vida en general, tengo
entendido que eres informático.
—Sí, bueno, aunque ya no me dedico a
eso. Estudié ingeniería informática en la
Universidad de Columbia, y luego estuve
trabajando para una empresa como
programador durante tres años, hasta que tuve
un ataque al corazón.
—Eres muy joven para tener un ataque al
corazón, ¿no?, y estás muy delgado.
—Yo siempre he padecido de arritmia
cardíaca y de taquicardia.
—Cuéntanos lo del ataque al corazón,
¿fue muy grave?
—Sí, fue grave. Estuve durante casi un
minuto clínicamente muerto. Tuve lo que se
llama una experiencia cercana a la muerte.
Primero me vi a mi mismo flotando en el
techo, a dos metros y medio por encima de
mi cuerpo, después vi a mis difuntos abuelos
sonriéndome dentro de la habitación del
hospital, cerca de los médicos que intentaban
reanimarme dándome descargas con el
desfibrilador, y luego vi una especie de túnel
blanco que atravesaba el techo de la
habitación y que parecía muy largo. Yo me
sentía muy bien, como nunca antes me había
sentido en mi vida, la paz, el bienestar y la
alegría me inundaban por completo por lo
que, sin dudarlo, me introduje en el túnel
blanco. Al final del túnel había un anciano
con el cabello y la barba blancos, y vestido
también con una túnica blanca, que me dijo
que tenía que volver a la Tierra, que aún no
había llegado mi hora, que todavía me
quedaban muchas cosas que hacer…
—¡Vaya, es impresionante! ¡Nos tienes
en ascuas! ¿Qué pasó luego?
—Pues nada, simplemente, los médicos
consiguieron que mi corazón volviera a latir,
y volví a mi cuerpo, volví a la vida terrenal.
—Me imagino que al pasar por esa
situación extrema cambió tu forma de ver la
existencia, y tu vida cobró un nuevo sentido.
—Sí, totalmente. Yo no sé si Dios existe,
o no. Ni si ese anciano vestido con túnica
blanca, como dicen algunos era San Pedro
guardando las puertas del cielo, pero sí estoy
seguro que existe otra vida después de la
muerte.
—¿Crees en la reencarnación, David?
—Pues también soy agnóstico respecto a
eso. Ni creo, ni tampoco dejo de creer…
—¿No será que eres un poco pasota?—
Le preguntó el periodista sonriendo.
—¡Ja, ja, ja, ja! , sí puede ser, un poco.
—Bien, cuéntanos que sucedió en tu vida
a partir de ese momento.
—Pues que decidí crear una ONG para
ayudar a los más necesitados. Así que con el
tiempo, dejé mi trabajo de informático, y me
dediqué plenamente a la tarea de ayudar a los
indigentes sin techo, y a otros pobres de
Nueva York.
—¿Cuál es el nombre de su ONG?
—Se llama ASF, Ayuda Sin Fronteras.
Aunque en un principio empezamos por
Nueva York, ya tenemos otras delegaciones
en Chicago, Los Ángeles, Houston y Méjico,
y con el paso de los años planeamos tener
delegaciones por todo el mundo, allí donde
más se necesite, donde haya más barrios
marginales y más focos de pobreza. Dentro
de dos horas tengo que tomar un vuelo a
Londres. Allí tengo que inaugurar una nueva
sede, organizarla y dar una conferencia. Más
adelante pensamos crear otras sedes en
Egipto y en la India.
—¿Estarás mucho tiempo en Londres?
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