EJES TEMÁTICOS

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EJES TEMÁTICOS
EJES TEMÁTICOS
1. MEMORIA HISTÓRICA, RECONCILIACIÓN Y
POSCONFLICTO.
2. CULTURA DE LA PAZ.
3. NUEVA RURALIDAD COMO ESCENARIO
PARA LA PAZ.
4.MUJER Y PAZ.
5. REPENSANDO DEMOCRACIAS.
EJE TEMÁTICO 1
MEMORIA HISTÓRICA RESPONSABILIDAD SOCIAL,
RECONCILIACIÓN Y POSTCONFLICTO.
Conseguir un acuerdo de paz requiere largas horas de esfuerzo y dedicación, es un trabajo
arduo y difícil, no exento en muchas ocasiones de verdaderos actos de heroicidad por parte
de las partes implicadas. Como apunta Galtung en su teoría de las 3R, terminada la guerra,
hay que reconstruir, reconciliar y resolver. Esto se refiere no sólo a los edificios y estructuras,
sino a la base misma de la estructura de la sociedad y los grupos sociales, que son las personas y sus interacciones. De ahí la importancia de quitar los escombros producidos por la
destrucción. En esta tarea, el recuerdo de los acontecimientos, cuando se transmite con
resentimientos a otras generaciones, se convierte en un obstáculo para edificar la paz.
Somos sujetos históricos, es decir, fruto de la Historia y a la vez hacedores de Historia. Fruto
de ella porque, si la historia hubiese sido distinta, el presente sería distinto y nosotros no
existiríamos. El pasado es irrevocable, a pesar del lastre negativo que pueda tener la Historia
(injusticias, insolidaridad, matanzas, imposiciones, genocidios, etc.), y nosotros somos fruto
directo de una situación histórica concreta. Y somos hacedores de Historia porque, cada
acto que desempeñamos en el presente como personas o como grupo, institución o especie,
está configurando el futuro.
La Carta de la Paz, dirigida a la ONU, en sus puntos I y II manifiesta que los contemporáneos
no tenemos ninguna culpa de los males acaecidos en la Historia, por la sencilla razón de
que no existíamos. ¿Por qué, pues, debemos tener y alimentar resentimientos unos contra
otros si no tenemos ninguna responsabilidad de lo acontecido en la Historia? Es obvio que
nadie se puede considerar culpable ni víctima de algo cuando todavía no existía, ¿Por qué
seguir en un pasado cuando sólo somos responsables del presente? Un futuro en paz no
será posible manteniendo rivalidades pasadas, rivalidades históricas, sino impulsando diálogos democráticos que ayuden a relativizar ideas. Transmitimos resentimientos absurdos
que se mantienen en el imaginario colectivo a través de la familia, de la educación, del
lenguaje, de tópicos, de conmemoraciones y levantan recelos, susceptibilidades, prejuicios,
y estereotipos fáciles en su transmisión, que generan odios étnicos, sociales, culturales,
etc., y que dañan la convivencia entre los diferentes grupos en una sociedad multicultural
y entre los países.
Hemos heredado una historia con sus héroes, sus victorias y derrotas, la historia de un país
se estudia, demasiadas veces, desde la perspectiva de nosotros frente a los demás, pero
no debemos ser esclavos de esta historia tradicional. Se puede optar por una historia sin
resentimientos, reconciliadora, sin prejuicios, que esté al servicio de la paz. Una historia
que no hable de vencidos ni vencedores, superando lenguajes heredados y aceptando que
no existe una Verdad, una realidad, sino muchas y que las interpretaciones pueden coexistir
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EJE TEMÁTICO 1
MEMORIA HISTÓRICA
RESPONSABILIDAD SOCIAL,
RECONCILIACIÓN Y POSTCONFLICTO.
otras visiones diferentes. Podemos modificar el lenguaje de los libros de historia llenos de
comentarios, sin ningún análisis, que establecen culpables e inocentes y que generan, por
partes iguales, orgullo y desprecio entre los grupos, memorias sacralizadas enfrentadas a
memorias humilladas; caldo de cultivo para mantener rencores y resentimientos, perturbando las relaciones entre personas y pueblos. Podemos elegir entre vivir anclados en el
resentimiento o bien, en la reconciliación.
Si horribles y atroces son ciertos episodios en la historia; más compleja y difícil es la tarea
de remontar y reconstruir una sociedad que ha de construir la paz sobre un pasado reciente
aterrador. Muchos grupos, culturas, pueblos y naciones se encuentran siempre en una permanente tarea de reconciliación.
La construcción de una sociedad pacífica no pasa necesariamente por el olvido, es más,
el horror reciente vivido no puede ser olvidado, y es tarea de la humanidad el recordarlo
para no volver a repetirlo jamás. La construcción de la paz pasa por tener memoria, y ser
capaz de construir futuro a partir de las distintas memorias. La reconciliación, sin embargo
implica una actitud activa de voluntad de reconciliación que nos permita vivir realmente
la paz. Reconciliarse es ser consciente y tener conocimiento del pasado; y desde aquí ser
capaz de descubrir en el hijo recién nacido del verdugo la misma inocencia que en el hijo del
masacrado.
Reconciliación, como dijo Dr. profesor Reyes Mate, en el primer Congreso, es un proceso
que empieza en la memoria y acaba en el perdón. La memoria es justicia, porque es memoria de la injusticia, es decir, la memoria reconoce el conflicto, abre heridas. Y no sólo
reconoce el conflicto, sino que entiende que el presente, más o menos apaciguado, está
construido sobre esas injusticias, es decir, sobre víctimas. “Hacer justicia a las víctimas”
significa responder de las injusticias o daños causados. Empieza un largo proceso de suturar
las fracturas, recuperar a las víctimas y verdugos, superando la condición de vencidos y
vencedores.
Nuestra historia o nuestras historias de violencias, son largas y parecen escritas desde la
conquista y la colonia incluso. En Colombia hablamos de 50 años de violencia pero antes de
esta eran otras. Y los procesos no han terminado. Nuestras historias se entrelazan con un
presente difícil, complejo. Los hijos de la violencia no han terminado de nacer y este hecho
hace que el reto de desarmar la historia implique respuestas más audaces. Vemos con esperanza el fin del conflicto, y nos proyectamos a un futuro donde la tarea será la paz.
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MEMORIA HISTÓRICA
RESPONSABILIDAD SOCIAL,
RECONCILIACIÓN Y POSTCONFLICTO.
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO
• El postconflicto… es más doloroso que la guerra misma
• Ya han comenzado unos procesos. No es cuestión de acabar con el conflicto para iniciar
la siguiente fase… el tránsito es matizado.
• Hay una prioridad: preparar a la gente para el postconflicto…
• Hay que matizar un poco la temporalidad del conflicto. Los referentes históricos de la
violencia son del pasado e incluso de nuestro presente.
• ¿Cómo zanjar en el presente, el punto de ruptura entre un ayer violento y un mañana
pacífico?
• ¿qué implicaciones tiene recordar para no repetir errores, pero recordar sin resentimiento?
• ¿Cuáles son las claves para contar una historia de la violencia sin violencias?
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CULTURA DE LA PAZ.
En los albores del siglo XXI, América Latina entra a esta era, en medio de procesos sociales
cargados por violencias de diferente índole, marcadas y posibilitadas por un coctel nada
prometedor: La incapacidad de los estados para garantizar la seguridad, una larga tradición
de injusticias y abandonos de las instituciones sobre los grupos más vulnerables, una historia de
desigualdades sociales, vacíos éticos en los lazos de convivencia y de construcción de lo
social, prácticas informales e ilegales que han sobrevalorado la intolerancia, las relaciones
ilegales y lenguajes violentos… Sin embargo, en medio de este escenario complejo y desalentador, aparecen de aquí y allá algunos procesos y experiencias emergentes que proponen alternativas esperanzadoras en esta tarea de construir la paz. Los diferentes grupos
humanos que conforman la diversidad latinoamericana, especialmente las generaciones
jóvenes, han comenzado a demostrar y reflejar en sus prácticas, el hastío por estas formas
violentas de la sociedad. Pequeñas comunidades han explorado y avanzado en formas colectivas de organización social que rechaza a los diferentes actores del conflicto y proponen
prácticas que construyen nuevos imaginarios de identidades de paz. Empresas brasileras
basadas en principios de legitimidad y filantropía, mujeres en Mozambique que se levantan
contra la guerra y organizan la comunidad, grupos campesinos heterogéneos que se declaran
comunidades de paz en Colombia; las experiencias de planeación colectiva territorial en
países de Europa… son algunos ejemplos de brotes emergentes de esos “laboratorios locales de Paz”, que suceden principalmente en el tercer mundo, con grupos humanos que
históricamente han sido desfavorecidos.
Dichas experiencias, tales procesos, ponen sobre relieve la tarea crucial que tenemos de
construir nuevos paradigmas de convivencia que no solo garanticen formas no violentas de
interacción sino que además propongan nuevos imaginarios éticos y simbólicos que aseguren la
construcción de la paz como cultura en este siglo. Lo problemático de este asunto y lo que
a su vez lo hace interesante, es que esta tarea ha de ser una apuesta colectiva que involucre
las iniciativas personales así como el compromiso institucional por “desarmar” los modelos
referentes que refuerzan los estándares violentos de nuestra sociedad y nuestro pensamiento. ¿Cómo hacer para construir y valorar la paz, cuando la palabra, el pensamiento y
la acción son violentos, cuando el ejemplo y la enseñanza promueven el resentimiento y la
venganza? Es claro que en este propósito se requiere más de creatividad, iniciativa y riesgo
colectivos, que de modelos preestablecidos.
Clas formas de establecer la relación de autoridad en círculos laborales, familiares o educativos, las prácticas informales al margen de criterios legales; la manera como acostumbramos a afrontar las diferencias o conflictos con otros; constituyen facetas de la interacción
social que están ineludiblemente atravesados por trazas que replican una cultura de violencia
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EJE TEMÁTICO 2
CULTURA DE PAZ.
violencia y que por consiguiente se constituyen en lastres para la consolidación de la paz.
Estos procesos los aprendemos de la experiencia, los incorporamos a nuestras visiones de
mundo, y los reproducimos sistemáticamente en la interacción de las redes sociales que
establecemos.
Por lo tanto, desde la perspectiva cultural debemos romper con este círculo de retroalimentación negativa y transformarlo en un círculo virtuoso que nos conduzca a hacer las
paces y a consolidar una cultura donde la paz es un referente primordial. En un escenario
donde se hacen cada vez más visibles procesos de cese a conflictos, dinámicas de desmovilización armada, mejoramiento de las condiciones económicas, procesos de reparación y
restitución; vale la pena repensar las razones para vivir juntos. Es claro que el postconflicto
no es simplemente un estado de ausencia de guerra, sino que en nuestro caso se constituye
en una tarea por construir. Las generaciones jóvenes que viven y padecen en la actualidad
de forma directa o indirecta las consecuencias sociales de la violencia, necesitan nuevos
horizontes de sentido, nuevas semánticas sociales que garanticen que la paz sea duradera,
valiosa, y no negociable.
Caminar hacia el postconflicto y hacia una cultura de la paz requiere una apuesta por repensar
las dinámicas educativas de la sociedad. Necesita procesos propositivos para construir
espacios donde los ciudadanos sepan convivir juntos, en medio de su diversidad y multiculturalidad; donde las apuestas colectivas tengan mayor impacto que las decisiones que
responden a intereses personales; donde las identidades colectivas sean tan o más valoradas
y reconocidas como las individuales. Es necesario repensar incluso, la función social de
la educación formal en todo nivel. Cambiar las didácticas y el enfoque de los contenidos;
repensar los acompañamientos, contar la historia no tratada como combustible para los
resentimientos sino como camino recorrido para la paz; resignificar el lenguaje y las relaciones entre géneros; crear verdaderos escenarios de interacción participativa, formar
en la resolución pacífica de conflictos… todos estos son entre muchos otros, ejemplos de
acciones institucionales que debemos garantizar.
Nuestros niños, niñas y jóvenes; nosotros mismos, necesitamos favorecer espacios y construir redes relacionales de convivencia donde la paz sea una premisa, donde la tarea por
garantizarla, sea asunto de todos y no de unos pocos, donde la diferencia no sea obstáculo
sino oportunidad, donde la dignidad humana se constituya en el eje central de la cultura y
del desarrollo. Cualquier espacio de interacción social es un campo listo para arar y comenzar a sembrar procesos pacíficos, la familia, la escuela, la vecindad, las redes sociales, las
comunidades virtuales… ningún espacio debe ser excluido, ningún sujeto debe ser privado
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EJE TEMÁTICO 2
CULTURA DE PAZ.
de su responsabilidad
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO
¿Cómo recrear o construir un nuevo lenguaje para la cultura de la paz? ¿Es posible, y de
qué manera sería; cambiar las prácticas sociales que reproducen violencias? ¿Qué función
social cumple hoy la educación formal y cómo repensarla? ¿Cómo entender la ciudadanía
para la paz? ¿Qué papel tienen los medios de comunicación? Qué hacer con las redes sociales?..
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EJE TEMÁTICO 3
NUEVA RURALIDAD COMO ESCENARIO PARA LA
PAZ
En los países en vías de desarrollo, frecuentemente nos encontramos con la gran disparidad y diferencia entre los sectores urbanos y las zonas rurales. Mientras las ciudades crecen,
usualmente incontrolada y desordenadamente, y generan mejores oportunidades para sus
habitantes en términos de empleo, servicios públicos, educación y planes de vivienda social,
entre otras alternativas económicas y culturales. Los campos se empobrecen y se excluyen
del desarrollo. Esto se refleja en una oferta educativa limitada en su infraestructura física y
tecnológica, docentes con bajos niveles de formación y en otros casos presencia intermitente de los mismos, ocasionando procesos de enseñanza de baja calidad; desconexión de
los campos de los centros urbanos, explicado en parte por la deficiente malla vial, generando
problemas de movilidad de las personas y aislamiento de los mercados. El acceso a los servicios públicos es prácticamente inexistente, escasea frecuentemente la energía eléctrica,
el agua potable y la interconectividad, entre otras cosas. Así, el espejismo de la ciudad se
torna una razón halagüeña para migrar, lo que resulta en mayores cinturones de miseria
en las ciudades y el abandono del campo. Estas situaciones pueden, incluso, comprometer
seriamente la seguridad alimentaria dado que las actividades rurales se abandonan y los
campesinos migran a las urbes bajo la ilusión de un mejor bienestar, sin dimensionar que
su experiencia y habilidades para el trabajo no encuentran demanda en ciudades donde la
actividad económica obedece a otras vocaciones. Lo anterior ha significado que la capacidad
productiva del campo disminuya y que los países importen bienes y mercancías que por
tradición eran producidos internamente. Por tanto, esta población migrante que llega a las
ciudades se ubica por razones naturales en las zonas de mayor concentración de población
pobre, ahondando los cordones de miseria urbana.
Así mismo, los países de la región que vivieron o aún viven conflictos armados internos
tienen en las zonas rurales el principal escenario de la violencia y a los campesinos como
el botín de guerra, quienes por diferentes circunstancias se convierten en la mayoría de los casos
en combatientes de los diferentes grupos y quienes optan por otras alternativas en los
desplazados de sus territorios. Buena parte de las guerrillas del siglo XX se nutrieron de
población campesina pero, de la misma manera, los soldados de las fuerzas regulares
tuvieron o tienen origen campesino. En el caso colombiano, también se ha configurado una
realidad rural signada por la persistencia del conflicto que ha estado acompañada de una
redefinición del campo que no se puede entender al margen de la violencia, el tráfico de
armas, del narcotráfico, la expropiación de tierras, el desplazamiento forzado y voluntario
del campo.
En este sentido, ha sido también común que los temas agrarios y de tierras estén presentes
en buena parte de las luchas y las reivindicaciones de grupos y organizaciones ilegales pero
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EJE TEMÁTICO 3
NUEVA RURALIDAD COMO ESCENARIO
PARA LA PAZ
pero también en las legales.
No es extraño, entonces, encontrar que las diferencias entre lo urbano y lo rural se sustentan en
una brecha cada vez más amplia y que distancia más a las poblaciones en realidades como
la educación, el acceso a los servicios de salud, a la infraestructura para el comercio, la
vivienda, y los servicios públicos esenciales, los servicios financieros, los derechos sociales,
económicas, culturales y ambientales Los campesinos siguen siendo poblaciones vulnerables y frecuentemente utilizadas como parte de las clientelas políticas, que se basan en
estas condiciones para seguir ahondando su pobreza y vulnerando aún más sus derechos.
Abordar los temas del Desarrollo Rural Integral es punto obligado de las agendas de las
sociedades en desarrollo, si de verdad quieren generar oportunidades para todos, cerrar
la brecha de la inequidad, fortalecer la democracia, y lograr la seguridad y la soberanía
alimentaria. Los temas territoriales que se imponen como esenciales para el desarrollo
conllevan asuntos como propiedad de la tierra, participación política, capacidad de decisión
de las comunidades y contextos sociales y económicos que permitan el “buen vivir” en las
zonas campesinas. La nueva ruralidad es, por tanto, uno de los escenarios más importantes
para construir la paz en el siglo XXI y generar sociedades más equitativas y democráticas.
Los aspectos señalados se sustentan en una “revalorización de lo rural”, desde la cual lo
rural se entiende como una nueva y mejor calidad de vida, como una oportunidad para “ser
y estar mejor”. Un volcar la mirada y reconocer que la sostenibilidad de las urbes depende
de la re significación del campo y del campesinado, del retornar a éste con condiciones
para potenciar el desarrollo de actividades productivas armoniosas con el medio ambiente,
con infraestructura económica y social que permita el mejoramiento de la calidad de vida
de sus pobladores, y de un ambiente de paz y de reconciliación que permita avanzar en la
construcción de nuevos escenarios donde el ciudadano rural encuentra oportunidades y
libertades para crear alternativas de desarrollo sustentable.
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO
• ¿Qué implicaciones culturales ha de tener la visibilización y promoción de la “ciudadanía
rural”?
• ¿Qué variables o elementos sociales políticos o económicos están detrás de los procesos de
restitución de tierras y reingeniería del agro, como factor para la paz?
• ¿Cómo entender esa “nueva” ruralidad en el escenario de construcción de paz?
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EJE TEMÁTICO 4
MUJER Y PAZ
Hoy, en bastantes partes de nuestro planeta, se acepta, al fin, la total igualdad del hombre
y la mujer en su dignidad humana. Y se acepta, asimismo, las consecuencias sociológicas
que de ello se derivan: acceso de la mujer a todos los niveles, tanto en la educación como
en los campos profesionales, así como en la igualdad de oportunidades y retribución, etc. Y
se les abren, de par en par, las puertas de la investigación científica, del arte, de la política...
Se ha visto, también, que muchas ocupaciones que se creían propias o exclusivas de uno u
otro sexo, lo eran sólo por condicionamientos culturales..
Sin embargo, esta igualdad en la dignidad y quehaceres no borra las diferencias entre
hombres y mujeres en su peculiar anatomofisiología, en sus propios aspectos hormonales y
bioquímicos, con las lógicas y normales repercusiones que todo ello tiene en las respectivas
psicologías y comportamientos. Por ejemplo, desde el mayor funcionamiento del hemisferio
derecho cerebral en las mujeres, hasta el mayor aporte de elementos para la procreación
que hay en su óvulo. Puede afirmarse pues, que aún siendo, en lo fundamental, iguales
los dos sexos en dignidad y libertad, tienen, tanto el varón como la mujer, un “plus” propio y
distinto. Es importante, por consiguiente, estudiar en qué consisten estos “pluses”, y
tenerlos en cuenta para la correcta organización social. Hombres y mujeres se necesitan y
se complementan; no sólo para el engendramiento, sino también en los campos culturales,
artísticos, laborales y de organización de la sociedad.
Uno de los aspectos trágicos de los conflictos actuales es que, las niñas y mujeres, sufren de
manera cada vez más intensa y desproporcionada, las consecuencias de la violencia. A pesar
de que ellas, ni inician ni desarrollan las guerras, se han convertido en el blanco directo de
los ataques, en muchos casos para humillar al adversario y romper la moral y resistencia de
sociedades enteras.
Se estima que cerca del 90% de las víctimas de guerra en la actualidad son civiles, la mayoría de
ellos mujeres y niños, en contraste con lo que sucedía hace un siglo, cuando el 90% de los
que perdían sus vidas era personal militar. La violencia contra la mujer es una de las armas
más destructoras de las guerras y los conflictos actuales.
Hay una gran paradoja: las mujeres son las primeras víctimas de los conflictos violentos, y
también son el elemento clave para solucionarlo. Posiblemente de ahí el interés en doblegarlas y dejarlas heridas física y espiritualmente.
A nivel internacional y sobre todo en los estamentos que trabajan en la reconstrucción de
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EJE TEMÁTICO 4
MUJER Y PAZ
sociedades rotas por un conflicto armado, cada vez se reconoce y valora más las aptitudes
que tienen las mujeres y que las hacen imprescindibles, en las etapas del proceso de paz.
Durante los conflictos, las mujeres asumen la función fundamental de garantizar la
subsistencia de la familia en medio del caos y la destrucción y participan activamente en el
movimiento en favor de la paz a escala comunitaria, fomentando la paz en el seno de sus
comunidades. Las mujeres son capaces de colaborar entre ellas y de comunicarse a través
de barreras y brechas que separan a las partes enfrentadas.
Las mujeres están mejor preparadas y con más aptitudes que los hombres para prevenir
y resolver conflictos, porque saben mejor que nadie el precio de éstos. En medio de las
tremendas desigualdades sociales que han configurado diferentes sociedades como las
latinoamericanas, han sido preferencialmente las mujeres, maestras, voluntarias, religiosas,
trabajadoras sociales, madres; las que han hecho presencia indiscutible en medio de los
grupos marginales como agentes de soporte, de apoyo, de asistencia social, de resistencia
y de cambio. Durante generaciones, las mujeres han desempeñado el papel de educadoras
por la paz, tanto en las familias como en la sociedad. Las mujeres han sido primordiales en
mantener sociedades y comunidades que estaban colapsadas no sólo por el conflicto, sino
también por la pobreza y la indigencia. Crystal Eastman, pionera de las sufragistas dijo que
“Las mujeres son madres, o madres potenciales; por esto tienen un sentido más íntimo del
valor de la vida humana y por esto tendrán más capacidad y determinación…. Un grupo de
mujeres para parar la guerra, que un grupo de hombres”. (1915)
En los años recientes, en las dinámicas y procesos de postconflicto y postguerra, se ha
develado el rostro de la mujer como primera víctima de la violencia. Una víctima paciente
que además había sido invisibilizada o negada, pero que siempre ha estado en medio del
conflicto, caminando entre la guerra, llorando sus muertos, sufriendo en silencio. Los movimientos de mujeres que se han levantado para reclamar justicia, para pedir reparación, son
apenas el asomo de otro hecho que debemos develar igualmente, que debemos reconocer
y honrar; y con el que debemos contar de forma clara para lograr la paz: la mujer ha sido
desde siempre, una artesana de tejido humano, una agente de reconstrucción social, una
maestra del perdón y una protagonista de la Paz. Su trabajo, su lucha, su resistencia, su
persistencia en diferentes escenarios y contextos, ha estado allí, presente, comprometida,
invisible la mayoría de las veces pero contundente en sus resultados.
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EJE TEMÁTICO 4
MUJER Y PAZ.
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO
• ¿cómo reconocer proactivamente la función social de la mujer, hacedora de paz, que
implicaciones tiene este reconocimiento en la construcción de la Paz?
• Además del activismo evidente de la mujer en la tarea de la paz, ¿qu protagonismo o
liderazgo debemos tener en cuenta?
• ¿Qué elementos políticos, sociales, culturales debemos repensar, reorientar, reconocer,
para que la acción femenina en la dinámica social para la paz tenga un mayor impacto?
• Es suficiente solamente con las acciones de discriminación positiva de ofrecer más espacios de participación para la mujer? O hay algo más en la configuración de la organización social que debemos repensar para la paz?
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EJE TEMÁTICO 5
REPENSANDO DEMOCRACIAS.
A lo largo de la historia moderna, prácticamente desde el descubrimiento de América, hasta
nuestros días, las dinámicas sociales geopolíticas se han caracterizado por la búsqueda
de procesos que logren subordinar o alinear a cada vez más grupos sociales en más regiones
a una misma lógica de mercado y de relaciones de poder. Dichos procesos han tenido
diferentes nombres en la historia: conquista, colonia, evangelización, imperialismo, desarrollo, subdesarrollo, modernización y globalización (De Sousa 2002). Este proceso, al cual
los científicos sociales han denominado de modernización, ha implicado la apuesta por el
intento de universalizar dinámicas sociales, valores y conocimientos, que en la actualidad
se han reconocido, cada vez con más claridad, como regionalismos dominantes. La ciencia,
la religión, las dinámicas de mercado, han jugado un papel decisivo en este marco de modernización que a pesar de sus promesas no ha logrado alcanzar los ideales supuestos para
la sociedad.
En este mismo contexto han crecido y se han desarrollado los modelos de gobierno, la
comprensión de lo político y las dinámicas de control y administración de lo social, de lo
público y de las apuestas de construcción de los estados. En este escenario, las sociedades
modernas se erigieron sobre las premisas de la racionalidad, la justicia, la libertad, la no
discriminación, el progreso para todos. Paradójicamente, los modelos que ostentaron la mayor
oportunidad de garantizar el alcance de estos ideales, como los modelos democráticos, han
mostrado y demostrado su incapacidad para lograr tales cometidos; más aún han decaído
en problemáticas sociales más profundas y dramáticas. Hoy por hoy, las sociedades han
producido muchas más riquezas que décadas atrás, pero también se han concentrado en
porcentajes de población mucho más reducidos y excluyentes. En el período de la segunda
postguerra se han desarrollado múltiples conflictos armados entre naciones, los cuales han
cobrado más víctimas que todas las de la segunda guerra mundial. Las brechas sociales
se han tornado abismales, no solo en cuanto a riquezas materiales sino en relación a las
posibilidades de acceso y calidad en servicios, en procesos educativos y en oportunidades
de desarrollo.
Estamos en el período de los bicentenarios de las independencias de las naciones latinoamericanas. Nuestros países han emprendido un camino lento, a diferentes velocidades con
muchas tensiones, en la construcción de democracias que permitan alcanzar tales ideales
propuestos como consigna para la modernidad occidental. Pero a través de esta ventana
de los doscientos años, podemos ver grandes disparidades, injusticias, violencias que la
región ha enfrentado, en buena parte por los coletazos y traspiés en la construcción de
procesos que bajo la idea de democracia ha disfrazado a veces nuevas formas de marginalidad
y de exclusión. . Donde el ejercicio de la política se ha especializado en manipular la opinión
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EJE TEMÁTICO 5
REPENSANDO DEMOCRACIAS.
pública con ilusiones fáusticas y sueños de oropel ¿no han estado acaso estos gobiernos
“seudodemocráticos”, detrás del origen de diferentes violencias en nuestro continente? En
la actualidad tenemos un reto evidente: es posible que bajo el principio de participación y
del “gobierno del pueblo” se pueda reconciliar lo que es irreconciliable y se pueda deshacer
lo que se ha amarrado mal a lo largo de estas historias?
La realidad nos muestra que las naciones latinoamericanas, al igual que como sucede con
otros países del globo, han producido dinámicas de participación en el plano de lo local,
que dan muestras de nuevas formas de integración y de participación en lo social. Grupos
humanos, identidades sociales han emergido poco a poco, mostrando sus compromisos
colectivos, a través de formas novedosas de participación social directa, a veces en conflicto
con los modelos institucionalizados de los países, pero con una fuerza enraizada en sus
tradiciones, de una parte, y en la posibilidad de conectarse con las dinámicas globales, por
otra. Los procesos de desmovilización, las amnistías, los pactos locales y globales por la no
violencia, la manifestación global de apoyar iniciativas como la Carta a la Paz dirigida a la
ONU, son múltiples y pequeñas muestras de que la comprensión de los modelos democráticos tradicionales, se han reconfigurado y han sido permeados por esta misma dinámica
democrática de participación directa de grupos de personas que ya no solo se conforman
con los modelos representativos, sino que se sienten protagonistas de los hechos sociales
de nuestro presente.
Pensar la paz, en nuestro contexto, implica, por tanto, pensar en los procesos de participación, en la inclusión de la gente, de manera real y concreta, de atender y entender estos
movimientos emergentes de discursos e identidades alternativas, no solo como eventos
marginales o coyunturales sino como síntoma claro de una nueva estructuración social.
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO
En medio de una globalización con diferentes ritmos y valores, con la consolidación de
procesos socioculturales, cada vez más diversos y plurales, la Paz, debe ser parte de la
reflexión de la pregunta de nuestros tiempos: ¿Cómo vivir juntos?
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