“ ACTITUD SOSPECHOSA EN LA TAREA PREVENCIONAL DE LAS FUERZAS DE SEGURIDAD EN MATERIA DE LUCHA CONTRA EL NARCOTRÁFICO”. El presente trabajo, como se podrá advertir en su recorrido, tratará de analizar la ya antigua, pero a la vez actual controversia, que se dirime entre el conflicto de intereses que se plantea la sociedad, pues por un lado existe el deseo de una rápida y eficiente ejecución de la ley, solicitando reproches penales más duros y por el otro, conservar todos y cada uno de los derechos y garantías consagrados en la Constitución Nacional. Cuestión esta que ha sido objeto de distintos pronunciamientos jurídicos, y opiniones doctrinarias. Es así, que hoy en día reina un estado de inseguridad muy preocupante y cuyos efectos repercuten directamente en los distintos individuos que conforman la sociedad en general, habida cuenta que la actividad delictiva ha ganado mucho terreno respecto de las garantías que el Estado debe brindar a la sociedad en cuanto a su seguridad. Pues, entrando en el tema que nos ocupa, “actitud sospechosa” abarca la totalidad de las conductas tipificadas en nuestro ordenamiento legal en materia penal, y no solamente la que en este trabajo se estudia respecto de la ley de drogas; ya que la misma consiste en un “ individuo cuya conducta o antecedentes inspiran sospecha o desconfianza”, es decir funciona como alarma de una eventual producción de una acción antijurídica, la cual debe despertar y estimular la actividad de prevención estatal, y ésta deberá ser lo suficientemente eficaz, a los efectos de lograr su cometido, sin vulnerar las garantías consolidadas en nuestra carta magna; tarea que a todas luces no resulta sencilla, a modo que se revisen las estadísticas de jurisprudencia que revelan un gran número de nulidades dictadas a favor de personas involucradas en distintos delitos, originadas en fallas de la prevención. Una de las problemáticas que debe enfrentar hoy el Estado, se relaciona con la dinámica con que se desarrolla la actividad delictual, pues, las normas que rigen el derecho penal y procesal penal son estáticas y se desactualizan, permitiendo que el delito encuentre las fallas del sistema y las haga jugar en su favor ante una mirada inerte de la sociedad que no encuentra respuestas de los organismos estatales. Ante este panorama, claro está, que en nuestro ordenamiento legal vigente existen normas que asignan a las Fuerzas de Seguridad facultades y atribuciones a su función de investigar y prevenir delitos; tales como los artículos 183, 184 inc. 5°, 230 , 230 bis y 284, inciso 3° del Código Procesal Penal. Ahora bien, ¿es suficiente tal normativa para los fines que fueron creadas?, ¿pueden los agentes preventores cumplir la tarea asignada en base a estas herramientas otorgadas por ley?. Que, antes de entrar en el estudio de las figuras descriptas ut-supra, conviene aclarar términos como “sospecha razonable”, causa probable, que conforman el conjunto de indicios vehementes o similares de prueba de culpabilidad, y para ello recurro al Dr. Julio O Selser, cuando afirma que : “ El test de la sospecha razonable es menos riguroso que el de la causa presunta, el control debe tener un nivel mínimo de justificación objetiva. La presencia de una persona, de pie, sola, en una “zona de alta criminalidad”, no basta para fundar una sospecha razonable y específica de que está realizando una actividad criminal, pero las características del lugar son importantes para determinar si las circunstancias generan suficiente sospechas para merecer una investigación. “ Una persona tiene derecho a ignorar a un policía que se le acerca y a seguir su propio camino. La huida no provocada es el opuesto al acto a “dedicarse a sus propios asuntos”, si bien no necesariamente indica la participación en una actividad criminal. En “TERRY” la Corte de Estados Unidos reconoce que los policías pueden controlar a las personas para comprender ciertas ambigüedades de sus conductas- si los funcionarios no descubren hechos que den lugar a la existencia de una causa judicial deben dejar que la persona siga su camino”. “ El comportamiento nervioso evasivo es otro factor pertinente para determinar la razonabilidad de una sospecha. Y la huida precipitada es el acto perfecto de evasión a revisar. Si una conducta policial fue apropiada , los tribunales no cuentan con estudios empíricos sobre inferencias de comportamiento sospechoso, y esta Corte no puede razonablemente exigir certeza científica cuando no existe, por lo tanto, la determinación de que una sospecha es razonable debe basarse en el sentido común, en inferencias sobre el comportamiento humano”(1) . Vale decir, entonces, que confrontan conductas humanas con el sentido común del policía y como éste interprete dichos comportamientos dentro de determinadas circunstancias de modo, tiempo y lugar, lo que implica que aquel agente de las fuerzas de seguridad deberá contar con una preparación más que satisfactoria, a los fines de llevar adelante su tarea sin producir menoscabo en las garantías constitucionales. DIFERENCIA DE REQUISA CON EL ALLANAMIENTO. La primera de ellas, tiene como objetivo buscar cosas o elementos que se relacionen con un delito (tenencia de estupefacientes ,por ejemplo), mientras que el allanamiento, no sólo comparte esa finalidad sino que además pretende detener a persona o personas involucradas en la actividad ilícita, objeto de aquellos actos procesales. Al respecto, debemos recordar como principio general, que el Código Procesal Penal de la Nación al reglamentar el art. 18 de la Constitución Nacional , establece que la autoridad “competente” para llevar a cabo un arresto o requisa es el juez, y sólo admite como excepción que se delegue dicha facultad en la autoridad de prevención, cuando existan razones fundadas en circunstancias de peligro o urgencia.(2) “Pues, bien si a los jueces para autorizar la requisa de una persona se les exige “ motivos suficientes para presumir que oculta en su cuerpo cosas relacionadas con un delito”, al personal policial no puede exigírsele menos, la norma ( art. 230 bis del C.P.P.N.) es muy clara al precisar los dos supuestos que en forma concurrente deben darse, la presencia de “ circunstancias previas o concomitantes” y que se practique en la vía pública o en lugares de acceso público”, por lo tanto habrá que verificar en cada caso si los estándares referidos por el ordenamiento legal se han cumplido. Estos estándares constituyen verdaderas garantías secundarias, frente a las garantías primarias ( arts. 14,18,19 y 75 inc.22 de la C.N .), y permiten reaccionar frente al ejercicio arbitrario del poder estatal.(3) Cabe destacar, que la incorporación efectuada por la ley 25.434 del art. 230 bis al código de forma no constituye un cheque en blanco a favor de la prevención para realizar detenciones y requisas indiscriminadas. Cuando el agente de prevención se encuentre ante el supuesto de procedencia previsto por la ley, es necesario que pueda describir y fundamentar cuales fueron las conductas o actos que generaron sospechas de encontrarse ante un cuadro predelictual, habida cuenta que toda medida de coerción importa una injerencia estatal de rango constitucional, y se debe asegurar que tal intromisión no se ha realizado de manera arbitraria. Es decir, :” Las razones justificantes del proceder policial deben existir al momento en que se lleva a cabo. Ello es así, pues de lo contrario, razones de conveniencia se impondrán por sobre los derechos individuales previstos en la ley fundamental” ( C.S.J.N. ; W 29 XXXVII “ Waltta, César Luis y otros s/ causa 3300, rta. 21/0972004, Voto Dr. Maqueda). Que, hasta aquí, se debe tener en cuenta que, las facultades otorgadas a la prevención policial mediante el art. 230 bis del C.P.P.N. , funcionan como excepción del principio general que exige la orden judicial para requisa y/o arresto de personas, y que al igual que los magistrados, los preventores deben dar suficiente motivación, y razones que justifique su proceder bajo el peligro de caer en arbitrariedades que afecten los derechos individuales del ciudadano. Empero, estas excepciones al principio general surgen del mismo Código Procesal de la Nación , el cual autoriza, a la prevención, bajo ciertas circunstancias y condiciones mediante su art. 227 a efectuar el allanamiento sin orden judicial, mientras como ya vimos, por medio de su art. 230 bis a realizar requisas personales. Si bien es cierto que la actuación prevencional será revisada en el ámbito judicial, quién es el órgano encargado de su control, no es menos cierto que dicho control no es ajeno a la controversia reseñada al principio del trabajo, por lo que hay numerosa jurisprudencia que ha confirmado la actuación de las fuerzas de seguridad, y no menos pronunciamientos en su contra, es por ello que uno de los objetivos del Estado debe ser el perfeccionamiento en la formación de los preventores en su tarea, a fin de estar preparados ante diversas circunstancias y evitar luego el cuestionamiento del trabajo realizado. Que, como prueba de ello, se pueden analizar distintos pronunciamientos de nuestro máximo tribunal, respecto de la actuación prevencional en el marco de la prevención de delitos tipificados en ley de estupefacientes. CASOS CONCRETOS RESPECTO DE LA ACTIVIDAD PREVENCIONAL. 1)“ Fernández Prieto, Carlos Alberto y otro s/ infracción ley 23.737” ( causa n° 10.099- Recurso de Hecho- CSJN-12/11/1998. El hecho, objeto de autos, tuvo fecha el 26 de mayo de 1992 a las 19:00 hs., cuando en circunstancias en que miembros del personal policial de la sección “ Sustracción de Automotores” recorrían la jurisdicción de General Pueyrredón, ciudad de Mar del Plata, observaron que circulaba un vehículo marca Renault 12 con tres sujetos en su interior en “actitud sospechosa”, razón por la cual lo interceptaron e hicieron descender a los ocupantes y lo requisaron en presencia de testigos habiéndose hallado “ladrillos” característicos de picadura de marihuana tanto en el baúl como en el interior del vehículo. Asimismo se incauto un arma y proyectiles que se encontraban en el baúl. Al confirmar la sentencia condenatoria, el tribunal a quo admitió la validez de la requisa del automóvil y la posterior detención de éste a consecuencia de haberse encontrado en aquél objetos vinculados con la perpetración de un delito. Consideró que “ la requisa efectuada en autos tuvo su origen en un estado de sospecha previo que animaba a los funcionarios policiales , en circunstancias en que resultaba imposible requerir una orden judicial previa, y que dicho proceder se llevó a cabo sin conculcar garantía o derecho individual alguno”. La recurrente sostuvo que la sentencia apelada vulnera el art. 18 de la Constitución Nacional , toda vez que a su criterio el “a quo” realizó una interpretación del art. 4° del Código de Procedimientos en Materia Penal violatoria de aquella garantía, ya que los indicios vehementes de culpabilidad que se mencionan en la norma procesal-para habilitar a las fuerzas policiales a detener a una persona sin orden judicial- no pueden asimilarse al “ estado de sospecha” al que se alude en el fallo impugnado. Consideró que ”sólo cuando existan actuaciones sumariales previas podrá efectuarse una detención y requisa sin orden...”. Además se agravió de la omisión de describir en que consistió la actitud sospechosa, entre otros. Pues, finalmente la Corte Suprema de Justicia de la Nación , confirmó la sentencia apelada, con fallos en disidencia de los Dres. Carlos Fayt y Enrique Santiago Petracchi, esgrimiendo entre varios fundamentos los siguientes: “ El examen de las especiales circunstancias en que se desarrolló el acto impugnado resulta decisivo para considerar legítima la requisa del automóvil y detención de los ocupantes practicada por los funcionarios policiales. Ello debido a que éstos habían sido comisionados para recorrer el radio de la jurisdicción en la específica función de prevención del delito y en ese contexto interceptaron un automóvil en “ actitud sospechosa” de la presente comisión de un delito, sospecha que fue corroborada con el hallazgo de efectos vinculados con el tráfico de estupefacientes y habiendo así procedido, comunicaron de inmediato la detención al Juez. “Por ello, los planteos de la defensa no pueden prosperar, puesto que no se advierte ninguna irregularidad en el procedimiento de la que pueda inferirse violación alguna al debido proceso legal, más aún, si se tiene en cuenta que los preventores, una vez que interceptaron el automotor, requirieron la presencia de testigos para requisarlo, uno de los cuales relató que en su presencia se secuestraron armas y efectos del interior del auto”. “ Que, la interpretación que propicia el recurrente del art. 4° del Código de Procedimientos en Materia Penal prescinde así del significado constitucional de sus términos y de las restantes normas del ordenamiento procesal penal, de las que resulta que en supuestos como el de autos en que la detención se realiza por parte de la prevención policial, las garantías constitucionales en juego se resguardan mediante la regularidad del procedimiento cumplido , según el examen de todas las circunstancias que lo rodearon conforme a las constancias de autos y la comunicación inmediata al juez ( arts. 4° última parte, 183,184, 364 del Código citado), recaudo que se halla cumplido en la presente causa”. “Bajo los supuestos enunciados, cabe concluir expresando que el acto de detención se efectuó dentro del marco de una actuación prudente y razonable del personal policial en el ejercicio de sus funciones específicas, en circunstancias de urgencia, sin que se halle probada ni mínimamente la vulneración de la norma reglamentaria del art. 18 de la Constitución Nacional.” “En armonía con estos principios, carece de razonabilidad el argumento basado en que la detención y requisa sin orden judicial únicamente puede prosperar en los casos en que existan “ actuaciones sumariales previas” “ Que asimismo, resulta conveniente recordar que los jueces tienen el deber de resguardar, dentro del marco constitucional estricto, “ la razón de justicia, que exige que el delito comprobado, no rinda beneficios” ( caso “ José Tibold” ; Fallos: 254:320, considerando 13). Como se podrá advertir, en este caso la C.S .J.N., aprobó la actuación de las fuerza de seguridad actuante, en razón de la correcta aplicación por parte de esta, de las normas procesales que autorizaban su proceder, sin ocasionar menoscabo a las garantías constitucionales. Sin embargo, como se verá, y lo anticipáramos ut-supra, ocurre que se producen actividades prevencionales, con resultado exitoso, en cuanto al hecho de hacer cesar el delito o impedir que éste se inicie, pero que en definitiva quedará trunco el reproche penal- a sus supuestos autorespor cuestiones que afectan al debido proceso. 2)Corte Suprema de Justicia de la Nación- P.C ., M.E.- 03/05/2007, publicado en DJ. 27/06/2007, 621-La Ley 06/08/2007,8”. HECHOS: El día 10 de mayo de 2002, a las 22.15 hs., en el destacamento Cuello dependiente de la Comisaría 40 de la Estanzuela , departamento Godoy Cruz, el cabo Luis Rosales recibió una llamada anónima, en donde una mujer informaba que en la calle Lago Hermoso y Laguna Villarino había dos jóvenes en actitud sospechosa. Con ese dato, Rosales se dirigió a la zona, interceptó a dos personas, las detuvo, las condujo al destacamento, y una vez allí las requisó encontrando entre las ropas de quién resultó ser M.P.C. Un envoltorio de papel celofán con 0,635 gramos de marihuana- según pericia de autos. La defensa oficial planteó dos cuestiones: 1) la nulidad de la detención, requisa y posterior secuestro de la droga en poder de su defendido, por falta de orden judicial y, en su defecto, por ausencia de los requisitos de urgencia, necesidad, causa razonable y sospecha suficiente; 2) el hecho de haber prescindido del testimonio del cabo Campos, quién se hizo cargo del procedimiento y a quién el imputado le manifestó que el material secuestrado lo habían encontrado tirado en el piso y que no le pertenecía, como asimismo otras cuestiones tales como la discordancia entre el acta de procedimiento- la versión de un testigo y la del oficial que la labró.(3) El imputado fue condenado a un mes de prisión en suspenso y multa por el delito de tenencia de estupefacientes para consumo personal; la defensa interpuso recurso de casación , el cual fue rechazado, entonces la Cámara de Casación Penal en la queja por recurso federal denegado, se remitió a lo sostenido por el juez de sentencia en cuanto a que la ley autoriza expresamente a la policía a efectuar requisas urgentes, con sujeción al art. 230 del Código Procesal Penal de la Nación , dando aviso inmediato a la justicia, situación que se habría dado en la causa, pues la policía actuó debido al llamado de un vecino que no se identificó y quién dijo que había dos sujetos que se comportaban en forma extraña. Así el funcionario interceptó a dos jóvenes, uno de los cuales tenía en la mano un objeto brillante que resultó ser un destornillador. Es por eso que los condujo a la comisaría, donde los revisó, encontrando en poder de uno de ellos el sobre con marihuana. Se citó la doctrina del Tribunal que postula que en lo referente a las excepciones que legitiman detenciones y requisas sin orden judicial, debe darse relevancia especial al momento en que tuvo lugar el procedimiento y a la existencia de razones urgentes para corroborarlo, hasta el punto en que se han convalidado arrestos sin mandamiento judicial, practicados a la luz del día y en lugares públicos. Se agregó que la requisa y posterior detención -realizados bajo amparo de las normas procesales- resultaron legítimas, en atención a la noticia anónima y a la circunstancia de que esas dos personas estaban a altas horas de la noche en un lugar conflictivo y en actitud dudosa. Y pese a la escasa luz, el policía, al pasar cerca de uno de los jóvenes percibió que llevaba un destornillador en la mano , y alcanzó a escuchar que uno alertaba a otro diciéndole “ ojo”. Estas cosas fundaron la razonable sospecha para que la autoridad procediera, con el resultado del hallazgo de estupefacientes entre las ropas del imputado.” Hasta aquí, la C.N .C.P. , entendía que la actuación de la prevención se ajustaba a derecho, respetándose el debido proceso y las garantías constitucionales, en virtud de haberse dado los requisitos exigidos por la ley para hacer jugar la excepción de proceder sin orden judicial, en consecuencia, confirmaba lo resulto por el a quo. Empero veamos, luego de que la defensa interpusiera recurso extraordinario, que opinión tuvo al respecto el Máximo Tribunal. La Corte Suprema de Justicia de la Nación , haciendo suyo los fundamentos del Sr. Procurador Fiscal, resolvió revocar la sentencia apelada y absolver a M.E.P.C. por el delito de tenencia de estupefacientes para consumo personal. Los principales argumentos consistieron en que: “ en este caso concreto, el conjunto de los actos preventivos cumplidos por el policía Luis Rosales, esto es la aprehensión del imputado, su traslado a la dependencia policial, la requisa y el secuestro de la droga supuestamente en su poder, carecen de los estándares mínimos y la calidad procesal exigida por las leyes del caso. De una lectura de las constancias, surge que el proceso que culminó con la sentencia condenatoria de P.C., tuvo como única fuente, base y sustentación, la versión solitaria del policía Luis Rosales. “En efecto, Rosales es quién atiende la supuesta llamada anónima, quién emprende la búsqueda de los sospechosos, quién intercepta a dos jóvenes, uno de los cuales habría tenido un destornillador en la mano, quién los conduce al destacamento, quién les hace mostrar sus pertenencias, entre las que se habría encontrado una escasa cantidad de marihuana. Pero hay otras falencias, por ejemplo, no consta el secuestro del destornillador, ni declara justamente, la otra persona que habría visto la droga en poder del imputado, esto es, el agente Miguel Perla, supuestamente presente en el destacamento al momento del hallazgo (fojas 36). De esta manera, el acta policial que inicia las actuaciones no dió cuenta directamente de las circunstancias objetivas del procedimiento, atestando las comprobaciones y relatando los hechos a medida que ocurren, sino que se transformó en una transcripción a posteriori de la versión brindada por el cabo Rosales. No se documentó el presente, sino una versión del pasado, expresada por quién no era ajeno, precisamente, al procedimiento. Y, si es verdad que todo se inició por una denuncia anónima que informaba que unos jóvenes se encontraban “ en actitud sospechosa” y “ golpeando las puertas de los domicilios del Barrio Fusch”, así como que uno de ellos llevaba un destornillador en la mano, entonces podemos advertir que hay una discordancia entre el motivo aparente de la detención y el proceso que se terminó incoando por la tenencia de una escasa cantidad de marihuana, lo que priva de dirección y exactitud a la actividad prevencional. En consecuencia, considero que es improbable que se den aquí las excepciones de los artículos 284, 230 bis y 231 “in fine” del Código Procesal de la Nación , y del art.1° de la ley 23.950, por cuanto no existen constancias irreprochables que permitan determinar que nos encontramos ante una situación de flagrancia, o “indicios vehementes de culpabilidad”, o que concurran “ circunstancias debidamente fundadas que hagan presumir que alguien hubiese cometido o pudiese cometer un hecho delictivo o contravencional”, o “circunstancias previas o concomitantes que razonable y objetivamente permitan justificar dichas medidas respecto 8alguna) persona”( conforme precedente “ Daray”, Fallos:317:1985) La mera existencia de una denuncia anónima y la alegación del policía de que uno de los dos jóvenes detenidos llevaba en su mano un destornillador que no fue secuestrado no son razones suficientes, en este caso, para que nos encontremos dentro de los conceptos de “causa probable”, “sospecha razonable” o “razones urgentes”, tal como los ha delineado la jurisprudencia del tribunal , y así se desencadene lícitamente el procedimiento policial. Al contrario de lo resuelto por la mayoría del Tribunal en el precedente “ Fernández Prieto”( Falos:321:2947), aquí la “totalidad de las circunstancias” nos permite concluir en que no se respetaron las garantías constitucionales del imputado. Tan así es que en aquel caso hubo testigos del secuestro de la droga en el automóvil en el que viajaban los imputados, y en éste no hubo testigos ni de la aprehensión ni de la posterior requisa. Y no sólo eso, sino como ya se dijo, al parecer actuó un solo policía, porque el restante, que tal vez estuvo en el destacamento al momento de la incautación, no declaró en el proceso. Tampoco puede equipararse este caso al precedente “Flores Nuñez”, en donde los policías justificaron la requisa personal de la imputada en el estado de nerviosismo y en su presencia en el vestíbulo de un hotel en que estaba registrada como pasajera, datos estos que surgen de un acta de secuestro en la que intervinieron dos testigos (Fallos: 321:3663), ni al del precedente “ Tumbeiro”, donde se daban una multiplicidad de elementos que no se dan en este caso: se trataba de un patrulla policial comisionada para recorrer el radio de la jurisdicción en la específica función de prevenir el delito, y,por otro lado, los policías dieron varias razones para justificar porque el imputado fue encontrado en actitud sospechosa ( Fallos: 325:2485). Y lo mismo puede predicarse de los antecedentes “Monzon” y “ Szmilowsky”, donde también actuaron sendas comisiones policiales: la primera, destinada a prevenir el delito en el radio jurisdiccional de la Estación Mitre del Ferrocarril, y la segunda, se trataba del grupo Delta 34 del departamento Operaciones Metropolitanas de la Superintendencia Drogas peligrosas. Además hubo testigos del secuestro de los estupefacientes, y los funcionarios dieron ciertas explicaciones de porque la actitud de los prevenidos les resultó ab initio sospechosa ( Fallos : 325: 3322: y 326:41).” “Por lo tanto, debe aplicarse aquí la conclusión del juez Enrique Santiago Petracchi, en su voto en disidencia del precedente de Fallos. 321:2947, en cuanto a que “ en virtud de la doctrina de esta Corte en materia de exclusión de prueba, cabe declarar que ni la detención, ni la requisa, ni los elementos secuestrados como consecuencia, debieron haber dado origen a la instrucción de la causa ( Fallos: 308:733 ; 310:1847 y 2384, entre otros). Por todo lo expuesto, considero que V.E. Puede revocar la sentencia apelada y, en ejercicio de la facultad conferida en la segunda parte del art. 16 de la ley 48 ( usada, verbi gratia, en el precedente de Fallos: 308:733) absolver a M.E.P.C. por el delito de estupefacientes para consumo personal- Buenos Aires, agosto 31 de 2006- Luis Gonzales Warcalde.” Que, como ya anticipáramos, finalmente la Corte Suprema de Justicia de la Nación , hizo suyos los fundamentos del Señor Procurador Fiscal y absolvió al imputado del delito que se le enrostrara. CONCLUSION Como se puede advertir, en ambos casos, el máximo Tribunal examinó la actuación de la prevención, evaluando su comportamiento respecto de las normas procesales que permiten su intervención; si se daban las circunstancias que habilitaban la excepción a la regla, y por último si su proceder no vulneraba garantías del debido proceso consagradas en la Constitución Nacional. En el trabajo comparativo, tenemos que en el caso n°1 se convalidó lo actuado, en base a los fundamentos allí esgrimidos, y por el contrario en el caso n° 2, fue duramente cuestionado el procedimiento llevado adelante en esas actuaciones. Más allá de los cambios que pueda sufrir la jurisprudencia, en virtud de conceptos amplios o restrictivos en la interpretación de las normas legales que facultan a las fuerzas de seguridad a actuar, cuando las circunstancias así lo indiquen, éstas deberán poner énfasis, de modo tal que su intervención se haga conforme a derecho, pues este es el punto. Nadie puede negar, que en días actuales, la sociedad ve amenazados sus derechos respecto a la vida, a la propiedad, a la libertad, etc., ya que el incremento del delito ha instaurado, en todo el territorio argentino, una sensación de inseguridad que a su vez ha modificado desde la fisonomía de las propiedades hasta las costumbres y comportamientos de los ciudadanos, ergo dependerá de los organismos estatales combatir esta amenaza, y desde luego que las fuerzas de seguridad y prevención del delito tiene un rol protagónico en esta empresa, por lo que insisto, habrá que actuar de manera eficaz y conforme a derecho a los fines de obtener un total éxito en la tarea encomendada, ya que de lo contrario podría resultar un despropósito, el hecho de evitar o hacer cesar la comisión de in delito, si luego se declara un procedimiento nulo y todo el esfuerzo cae en saco roto, con el peligro de enseñar al malhechor cuales son las fallas cometidas. Entonces, las facultades y atribuciones para prevenir el delito mediante la normativa legal vista y analizada en párrafos anteriores están, la obligación de utilizarlas correctamente al servicio de la comunidad también. En este sentido, considero que no se puede hacer un listado de las características que enmarquen la “actitud sospechosa” propiamente dicha, el detectarla dependerá exclusivamente del olfato del agente preventor, y de su capacidad para percibirla, empero desde luego, que una vez iniciado el proceso por el cual la actividad estatal intervenga en el curso de libertades individuales, el mismo Estado deberá ejercer un control de legalidad de su propia actuación. Rafael Alberto Vehils Ruiz Secretario de Fiscalía General Fiscalía General de Instancia Única de Catamarca 1) Julio O. Selser : “ Allanamiento y detención de personas sin orden judicial en la jurisprudencia Federal Argentina y Norteamericana. Garantías procesales y regla de exclusión.”. 2 y 3) Voto de la Dra. Angela Ledesma ( Cámara de Casación Penal Sala III- 11/10/2006 M.G.R. s/rec. Casación – La Ley online sup.penal mayo 2007. 4) Dictamen del Sr. Procurador Fiscal ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación Dr. Luis S. González Warcalde