¡Cómo olvidarnos de Marshall! - Instituto de Economía y Finanzas

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Actualidad Económica ISSN 2250-754X (en línea)
¡Cómo olvidarnos de Marshall!
Alberto José Figueras
q
Introducción
Durante el año que ha finalizado, el para nosotros convulso año 2002, se cumplió el 160 aniversario
de Alfred Marshall, que llegó al mundo el 26 de julio de 1842, en Clapham, en la Inglaterra que vivía el
esplendor de la supremacía mundial que el destino le había reservado, cuando por un azar histórico, en
la década de 1810, al mismo tiempo, “desaparecían” sus dos antiguos rivales, Francia, vencida en los
campos de batalla; y España, con la disolución de su imperio de ultramar, al que Inglaterra había
temido casi obsesivamente. Se abría la época del “caballero inglés”, un lujo de la hegemonía pues
hasta entonces tan atildado caballero había dedicado sus esfuerzos al tráfico “negrero” y a la
piratería..., aunque en un eufemismo se decía que era “corsario”.
Esos fueron los tiempos de Marshall. En este rincón del recuerdo (que hemos transitado en otros
momentos a propósito de otros autores) evocaremos su pensamiento.
I. Su Vida
Alfred Marshall fue un producto del típico mundo victoriano, ciego creyente en que la ciencia
proveería la felicidad para todos. El mundo académico-científico vivía algo así como una misión laica,
con una implícita visión inmanente del mundo.
Nació en el núcleo de una a
f milia galesa de clérigos protestantes. Su padre, William, era un
hombre severo y, correlativamente, de honestidad intachable. Se desempeñaba como cajero del Banco
de Inglaterra, en donde, en 1851 obtuvo un préstamo para enviar a su hijo al Merchant Taylor's School
como necesario paso para llegar a Oxford, e iniciar estudios clericales. Pero no resultó éste el camino
elegido por Alfred, que se inclinó por las "ciencias", e ingresó en Cambridge en 1861. Allí, estudia
matemática con el fin de dedicarse a la física molecular. Idea que luego abandonaría.
Se graduó en 1865, a los 23 años, e inició su carrera docente dando clases de matemática en
el Clifton College. Su camino hacia la economía es reseñado por el mismo Marshall, y transcripto por
Keynes: "De la metafísica pasé a la ética(...) leí la “Political Economy” de Mill y (...) en mis vacaciones
visité los barrios pobres de varias ciudades, pasando por una calle tras otra mirando a la cara de esas
pobres gentes. A continuación decidí hacer un estudio tan completo como pudiera de economía
política.”(Keynes, “Ensayos Biográficos”)
A los 24 años viaja a Alemania y se contacta con la Escuela Histórica de W. Roscher, lo cual
influye decisivamente en su modo de "hacer economía", tan distinto del esquema de teoría pura de
Walras. Regresa de Alemania contratado en Cambridge como profesor de ciencias sociales (por
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entonces se hablaba de “ciencias morales”).
En 1875 viaja a los Estados Unidos, en donde se interiorizó de las propuestas
proteccionistas que eran la política económica, por entonces, del país del norte; y a su sombra
elabora sus ideas sobre comercio internacional, expuestas en "Pure Theory of Foreign Trade"(1879),
que tendrán forma definitiva, en 1923, en "Money, Credit and Commerce".
A los 33 años, en 1877, se casa con una de sus ex alumnas, Mary Paley, con quien en sus
primeros años compartiera la autoría de una obra: "The Economics of Industry,"(1879), que según su
esposa "contenía en germen mucho de lo que luego fueron los Principios". A causa de los reglamentos
vigentes, al contraer matrimonio debió renunciar a su cátedra en Cambridge.
Obtiene, entonces, un cargo en el University College de Bristol, donde se desempeña como
director y profesor de economía. En 1883, sucede a Arnold Toynbee (tío del famoso historiador
homónimo del siglo XX, autor de “Estudio de la Historia”) como profesor en el Balliol College, en Oxford,
para estudiantes originarios de la India. En 1885, suprimido ya el requisito de soltería, regresa a
Cambridge, dictando su clase inaugural, una nota “epistemológica”, que titula "El estado actual de la
economía" (The present position of economics). Allí expresa que la economía es un método para
descubrir verdades y no un cuerpo de verdades concretas.
Desde su sitial docente influyó poderosamente en sus discípulos, y por su interposición, en
nosotros mismos. Cuenta Terence Hutchison que sus obligaciones alcanzaban las 45 horas anuales de
clase..., lo cual deja perfectamente claro que la tarea de pensar (particularmente cuando las
preocupaciones son de índole intelectual más que de mero especialista) no es muy compatible con la
hiperactividad en que algunos creen. Piense amigo lector que las exigencias que hoy nos alcanzan,
sólo en horas de aula (sin contar informes, programas, planificaciones, cursos de postgrado,
exámenes masivos, proyectos, etc. etc. entonces ausentes), triplican los deberes pautados en el
mundo decimonónico. ¿Hace falta investigar el porqué se genera el "stress" moderno?
Abandonó la cátedra luego de 23 cursos, al jubilarse en 1908. Pero siguió en actividad
intelectual. Su producción total llegó a 7 libros y 74 artículos. Falleció el 13 de julio de 1924, rodeado
del respeto de sus colegas.
II La economía neoclásica en perspectiva
Antes de proseguir con Marshall, es muy conveniente una visión en perspectiva, evaluando las
corrientes neoclásicas y su “convergencia”. Durante las tres últimas décadas del siglo XIX, la corriente
principal de la economía sufrió una serie de alteraciones drásticas. En 1870, una ortodoxia clásica
desgastada, típicamente representada por los “Principios de Economía Política” (1848) de John Stuart
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Mill, aún luchaba por mantener su predominio. Pero ya para 1900 los nuevos vientos habían barrido de
manera concluyente la vieja ortodoxia e instalado un cuerpo de pensamiento, que sin embargo de
ningún modo era homogéneo ni monolítico, pero al que se suele hacer referencia como "la economía
neoclásica". Los historiadores del pensamiento económico tienden a considerar que las varias
escuelas separadas que componen la revolución neoclásica hicieron sus contribuciones
dentro de un consenso ampliamente compartido. Pero esto exige un comentario.
Antes de la Primera Guerra Mundial las distintas escuelas siguieron su obra con poca
fecundación internacional cruzada. Marshall en Cambridge (Inglaterra); Walras, y luego Pareto, en
Lausana (Suiza); Menger y Böhm-Bawerk en Viena (Austria); J.B. Clark en los Estados Unidos,
siguieron adelante con su obra, cada uno según su propia línea. Ha llegado a sostenerse que entre
las dos guerras mundiales las distintas tendencias del neoclasicismo se mezclaron naturalmente, como
consecuencia de flujos internacionales de ideas más vigorosos, formando un cuerpo de ideas que ha
dominado a partir de entonces el pensamiento angloamericano. Desde esta perspectiva, la ortodoxia es
vista como absorbiendo benéficamente esas diversas escuelas. Así, el "subjetivismo" de los primeros
austríacos y el sistema de "equilibrio general" de Lausana, se habrían unido con la línea principal de la
economía marshalliana y clarkiana para producir lo que hoy se piensa y enseña.
Pero el estudio cuidadoso de las distintas escuelas que funcionaban antes de la Primera
Guerra Mundial revela que las diferencias que las separaban probablemente eran muchas. Es
cierto que todos los grandes economistas posteriores a 1870 estaban tratando de reformular la
economía según líneas que reconocían el rol del consumidor, la utilidad marginal y el papel de la
demanda en los mercados; pero salvo en los austríacos de Viena, este énfasis llegó a subordinarse a
otros temas más dominantes. Para los walrasianos y los marshallianos, la teoría económica se fue
definiendo cada vez más hacia la derivación de "las condiciones para el equilibrio de los mercados".
Estrictamente, las distintas escuelas no hicieron contribuciones al desarrollo de un
cuerpo de entendimiento ya compartido comúnmente. Antes bien, fue la dominante línea
anglosajona, que surge en Marshall, la que asimiló importantes propiedades de la economía
walrasiana y algunas ideas de otras tradiciones. A la vez, la percepción de la nueva economía
"industrial", vista como un "proceso" de mercado, (tal como ya la visualizaban los Clásicos) quedó, en
cierto modo, relegada pese a los esfuerzos iniciales de Marshall. Pudiendo decirse que, ya hacia 1940,
la visión dinámica del proceso de mercado (competitivo), presente en los Clásicos (ortodoxos,
como Ricardo; o heterodoxos, como Marx) y en los “austríacos” (como Schumpeter e incluso Von
Mises y Hayek), había quedado ajena a la perspectiva de la corriente principal.
III. Influencias Recibidas
Marshall es un ecléctico y su trabajo una síntesis: la celebérrima síntesis marshalliana. Su
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metodología, se puede decir, resulta un encuentro del método abstracto de Ricardo, la apreciación de
los hechos del historicismo alemán de Roscher (que contacta en su viaje a Alemania de 1868) y un dejo
sociológico de Comte, combinado con su formación matemática y su preocupación metafísica y social.
No fue hombre proclive a los reconocimiento intelectuales. En la introducción a los "Principios"
sólo reconoce los créditos de Smith, Ricardo, Mill y, en cierto modo, la influencia de Cournot y Von
Thünnen. Sin embargo, como afirma Schumpeter, su estructura teórica es fundamentalmente la misma
que la de Jevons, Menger y Walras.
"Todo el mérito que pudiera haber en el descubrimiento del principio de la utilidad marginal es
de Jevons; el sistema de equilibrio general es de Walras; el principio de sustitución y la teoría de la
productividad marginal es de Thünnen; las curvas de demanda y oferta y la teoría estática del
monopolio son de Cournot (así como el concepto, aunque no el nombre de elasticidad-precio); el
excedente del consumidor es de Dupuit; el método gráfico de presentación es también del mismo
Dupuit o, de lo contrario, de Jenkin” (Schumpeter, 1971)
En definitiva, y al igual que en el caso de Keynes en su momento, había pocos elementos
nuevos en su obra. Amalgamó las ideas de Jevons (aunque sistemáticamente lo negó, así como la
influencia austríaca) con la teoría de la producción de los Clásicos, que le llegaba a través de Mill. La
síntesis queda expresada en su celebérrimo párrafo en el cual plantea la analogía de “las tijeras”.
"La misma razón tenemos para discutir si es la hoja superior o la inferior de unas tijeras la que
corta un papel que para investigar si el valor (léase precio) está regido por la utilidad (como afirma
Jevons) o por el costo de producción (como sostiene Mill) " (Lo agregado en los paréntesis son
aclaraciones didácticas de esta nota).
En definitiva, la famosa tijera gráfica de Marshall (el cruce de oferta y demanda) no son, y mal
que le pese a nuestro biografiado, sino el diagrama ya representado por Fleeming Jenkin (profesor de
ingeniería en Edimburgo) en su ensayo "The Graphic Representation of the Laws of Supply and
Demand, and their Application to Labour"(Edimburgo, 1870). Allí Jenkin realiza un diagrama
absolutamente similar a los actuales, con la sola excepción que utiliza el eje de las ordenadas para
representar las cantidades y el horizontal para los precios, enunciando el principio:"En un mercado y
momento dados, el precio del bien será aquel en que se corten las curvas de oferta y demanda".
Aunque, en virtud de la escasa proclividad de Marshall a publicar, y considerando que sus
"Principios" circularon durante años como notas de aula, difícil es establecer prioridades(1), pero el
antecedente de Jenkin es claramente definitivo.
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IV. Método Expositivo
Marshall llegó a la economía con un bagaje de matemático profesional, que fuera su tarea
docente original. Sin embargo, paradójicamente, o quizás por eso mismo, desconfió de su aplicación
cabal y a ultranza en el análisis económico. Según Pigou, esta actitud surgía de considerar que las
influencias operantes en las situaciones económicas reales son tan numerosas (y, nosotros
agregaríamos, algunas absolutamente imposibles de mensurar, como las expectativas) que, si se las
introdujese a todas, el aparato matemático no podría operarse eficientemente.
No obstante en el prólogo a la primera edición afirmaba entre otras cosas: (1) su creencia en la
conveniencia del análisis en el margen (o sea de los cambios o valores incrementales); (2) la
conveniencia de un cierto instrumental formal; (3) pero con la preeminencia del análisis conceptual.
"Siguiendo a Cournot y en menor grado a Von Thünen, fui inducido a conceder una gran
importancia (...) no tanto a las cantidades totales, como a los incrementos de cantidades, y a sostener
que en particular, la demanda es una función continua (...). No es fácil formarse clara idea sin la ayuda
de símbolos matemáticos o de diagramas. El uso de estos últimos no requiere especiales
conocimientos (...) habiéndose utilizado como ilustraciones en las notas al pie de esta obra (...) y
pudiendo omitirse" (Marshall, Prólogo de los “Principios”).
De tal modo, las gráficas fueron remitidas a las notas y las ecuaciones al Apéndice
Matemático (que presenta 25 “notas”, ya que hay denominaciones “bis”, con unas 20 páginas). Es
decir, que los “Principios” cumplen aquella declaración de Ortega y Gasset, “la claridad es la cortesía
del filósofo”. El texto conceptual era el eje de la argumentación. Las formalizaciones sólo enriquecían
pero nada agregaban.
En las "Memorials", colección de documentos privados editadas post-mortem (1925), se lee:
"Las aplicaciones más útiles de las matemáticas a la economía son las de carácter breve y sencillo,
con pocos símbolos pero que arrojen luz brillante sobre alguna parte pequeña del andar económico.
Esto es más eficaz que representar las infinitas complejidades de la economía"
La más conocida opinión marshalliana sobre el uso de la matemática, también se halla en las
"Memorials", en la reproducción de su carta de 1906 a M. Bowley: "(...) un buen teorema matemático
muy probablemente no sea una buena exposición de economía; y (debiendo aplicarse) las reglas
siguientes: (1) emplee las matemáticas como lenguaje taquigráfico más que como herramienta de
investigación; (2) aténgase a ellas hasta que haya finalizado; (3) traduzca al inglés (4) ilustre con
ejemplos de la vida; (5) queme las matemáticas (...). Creo que Ud. debería hacer todo para impedir que
se emplee las matemáticas cuando el idioma (natural) es tan breve como el matemático".
(1)
Si bien, considerando que Marshall comenzó a ejercer la docencia en "ciencias morales" desde fines de 1868,
es muy poco probable que haya elaborado su tijera diagramática (al menos públicamente) antes que Jenkin...¡que
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Su posición se comprende más acabadamente si se recuerda el trasfondo sociológico, y
conceptual en general, de su percepción social. Como dice Schumpeter: "aparece en todo momento
una sociología económica del capitalismo inglés (...) que se apoya en bases históricas sólidas (...) tal
vez sea ésta una de las causas por las cuales no ha surgido en Inglaterra una oposición
institucionalista".
La visión marshalliana del fenómeno social se encuadra en su idea biologista más que
mecánica. La sociedad es un órgano que cambia, y este cambio continuo (bajo la suposición de la
presencia de una mecánica darwiniana de supervivencia del más fuerte) encierra un "progreso"
presunto. Esto se percibe claramente cuando explica su idea de la mecánica de la competencia. Su
concepto se trasluce en el lema que hiciera famoso Darwin "natura non facit saltum"; y que figura
debajo del título mismo de su obra magna.
Contrariamente a lo que habitualmente se cree, emparentaba nuestra disciplina más con la
biología que con la física. En los “Principios”, en el primer capítulo sobre "Organización
Industrial"(1)cita más de media docena de veces los darwinianos términos de supervivencia del más
"preparado" (the survival of the fittest) o "lucha por la vida". Sin duda que el ambiente darwiniano(2),
influyó en los economistas (no sólo en Marshall), como la economía había ayudado al esbozo de la
teoría darwiniana, a través de Malthus.
Y si bien es cierto que la ausencia de saltos, es decir la continuidad justifica la aplicación del
"análisis matemático" newtoniano, la visión biologista que subyace, difícilmente puede encerrarse en
formulaciones matemáticas (¿Cómo puede saberse, más allá de una postulación hipotética de carácter
meramente heurístico, a qué expresión formal responden nuestra preferencias, o nuestras
expectativas?... ¡si es que responden a alguna!).
Para mayor claridad escuchemos al propio Marshall en el prólogo de la primera edición: “La
noción de continuidad es común a todas las escuelas modernas de economía, ya estén influidas
principalmente por la biología, como las representadas por las obras de Herbert Spencer, ya por la
historia y la filosofía, como son las representadas por la Filosofía de la Historia, de Hegel, y por los
estudios éticohistóricos más recientes. Estas dos clases de influencias han afectado, más que
cualquier otra, la esencia de las opiniones manifestadas en el presente tratado; pero la forma de éstas
ha sido principalmente influida por las concepciones matemáticas de la continuidad, tal como se
publica en 1870!
1
El primer capítulo sobre “Organización Industrial” es el VIII, pero también dedica al tema los capítulos IX; X, XI
y XII.
(2)
Se lo consideraba como un “ejemplo” científico a imitar, pese a que sus proposiciones sean difícilmente
contrastables en términos de Popper, lo cual favorece una sistemática presencia del "principio de tenacidad"(o
hipótesis ad hoc). Prueba de ello es que el evolucionismo hoy mantiene el núcleo de la teoría, aunque su
operatoria, desde Devries, se basa en la discontinuidad, en los saltos. ¡Todo lo opuesto a lo postulado por Darwin,
en su “natura non facit saltum”!
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representan en la obra ``Principes Mathématiques de la Théorie des Richesses´´, de Cournot”.
Además, pese a la idea general, que todos quienes estudiamos economía hemos tenido en
nuestros inicios, en el sentido de que el análisis marshalliano es de estática (dado la cláusula ceteris
paribus), el autor, como dice Blaug, insiste en que lo esencial de los "Principios" está la dinámica;
y, por sobre ella (pero en realidad incluyéndola), en la visión organicista que ya hemos comentado.
Lo cual queda reflejado en la expresión de Marshall: "La Meca del economista se encuentra en la
biología económica más que en la dinámica".
V. Un aspecto significativo: el análisis parcial y las condiciones de equilibrio
Para los neoclásicos el funcionamiento del mercado empieza con el estudio de los
comportamientos individuales, así de consumidores como de productores. Es el llamado individualismo
metodológico que suele exasperar a sus opositores (en especial al marxismo, que trabaja por definición
con agregados: las clases sociales). Este camino de la economía nos ha alejado de otras ciencias
sociales, como la sociología (que trabaja con grupos), tornando difícil, y por momentos imposible, el
diálogo interdisciplinar.
En ese contexto, y como vimos, en Marshall, la demanda por sí misma sólo explica una parte
de la formación de los precios en el mercado, que es el objetivo final. Tan importante como los
consumidores son los productores, dispuestos a vender bajo ciertas condiciones. No obstante, la
explicación del comportamiento es análoga: los consumidores obtienen una utilidad (decreciente) por la
cual pagan; los productores sufren una desutilidad (creciente en el margen) por la cual exigen una
compensación. Estas simples consideraciones proporcionan la materia prima para construir las curvas
de demanda y de oferta de mercado (en esta última, alejándose de la línea de la Escuela Clásica, el
“sacrificio” que se considera no reduce los costes sólo al trabajo sino que abarca la totalidad de
los servicios productivos).
La preocupación de Marshall está en los mercados. Si bien es conocedor de la
interdependencia general de las partes del sistema económico (como se refleja en la nota XXI del
Apéndice Matemático), también es consciente de que cuando se trata de predecir efectos en el
equilibrio por un cambio en un parámetro, el anális is general o de interrelaciones (ya desarrollado por
Walras) se torna de muy difícil manejo. Por eso recurre a una alternativa más accesible: el método de
análisis parcial, que limita las relaciones a algunas variables muy próximas, considerando
arbitrariamente a las demás como constantes. Práctica ésta que se opera bajo la cláusula "protectora"
ceteris paribus, tan difundida entre los economistas, incluso aunque en ocasiones no se la mencione
ya (lo cual, por otro lado, es lo habitual y predominante en otras disciplinas que no suelen explicitar tan
insistentemente los supuesto de sus teorías).
Sus razonamientos se basan en empresas pequeñas (que se insertan en conjuntos de
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empresas, llamados “industrias”) y en consumidores individuales. Cada empresa, y cada consumidor,
es tan pequeño que su conducta no repercute sino sólo infinitesimalmente en el mercado. A su vez,
cada “industria” no es lo suficientemente grande como para influir en el resto del sistema económico.
Por otra parte, cada mercancía absorbe solamente una insignificante proporción del gasto total de los
consumidores. De esta forma, es posible considerar como datos todas las influencias que
provienen de otros sectores (de allí la idea de “parcial”); y por otro lado las variaciones de la
producción y precios no ejercen influencia sobre los agregados totales (es decir, sobre el Ingreso
Nacional).
VI. Sus Principales Contribuciones:
Si bien sus contribuciones que aquí reseñaremos son diversas y dispersas, se encuentran
preferentemente en su opus magna, “Principios de Economía” , en donde al estilo de la época divide
sus más de 700 páginas de texto en seis “libros” (en realidad, “partes”, con un total de 55 capítulos) y
13 apéndices (doce conceptuales y uno matemático). El libro I (cuatro capítulos) es un examen
preliminar; el libro II (cuatro capítulos) trata nociones fundamentales (riqueza, capital, etc.); el libro III
(seis capítulos) es un estudio de las necesidades; el libro IV (trece capítulos) expone los agentes de
la producción, el libro V (con quince capítulos) presenta el “mercado” (demanda, oferta y equilibrio), el
libro VI (trece capítulos) trabaja el problema de la distribución del ingreso desde el ángulo
microeconómico; y cierran los apéndices (con una extensión de unas 100 páginas).
q
La Elasticidad:
Como hemos visto Marshall pulió y popularizó los desarrollos que le antecedían sobre la demanda,
mejorando instrumentos, sencillos pero poderosos (como siempre argumentó que debían ser), entre
ellos quizás el más famoso sea la elasticidad. Los antecedentes son tan lejanos como Gregory King
en su escrito, circa 1695, o Charles Davenant (quien difundiera la "Ley de King" en su "Uso de la
Aritmética Política" de 1698).
Henri Guitton sostiene que el máximo escritor fisiócrata Anne Robert Jacques Turgot, en un
escrito de 1768, hacía referencia implícitamente al concepto de elasticidad; y añade que fue Antoine
Augustin Cournot el que en 1838 (en su "Recherches sur les principes mathematiques de la théorie
des richesses") presentó el instrumento; por ejemplo cuando trata lo concerniente a ciertas relaciones,
da una ecuación que indica la respuesta de la función que expresa el valor total de lo vendido, y que en
su punto máximo tiene una elasticidad igual a menos uno, o sea con presencia de máximo “gasto total”
(es lo que en su homenaje, se denomina "punto de Cournot", aunque el término prácticamente ha
desaparecido de los textos). A su vez, Jenkin había hablado del concepto en el ensayo de 1870, ya
mencionado. Como noción estadística, la elasticidad reconoce la paternidad cercana de Engel (aunque
en elasticidad-ingreso) en su trabajo de 1857 y de Schwaben, en 1868.
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Como vemos, la elasticidad no era nueva como concepto , aunque sorprendentemente
Keynes citando a Mary Paley, sostiene en los "Memorials"(u Obras Escogidas) que se le ocurrió a
Marshall en 1881, en Palermo (Italia), bajo un quitasol, mientras descansaba (lo cual sugiere que las
buenas ideas no pueden brotar serenamente en un mundo académico acelerado y cercado por
exigencias burocráticas). Sin embargo aunque Keynes reconoce que "la idea de que la demanda puede
responder a un cambio en el precio en una extensión que puede ser más o menos que proporcional era
familiar en las discusiones del siglo XIX sobre la relación entre la oferta y el precio del trigo" (es decir,
que se trataba de la ley de King), atribuye a Marshall la total paternidad de la expresión
algebraica [que simbolizó como
e=
dx dp
:
x p
; siendo “x” la cantidad demandada y “p” el precio] y,
también, de la determinación diagramática mediante la tangente geométrica a la curva de demanda
en el punto en que se mide la elasticidad. Como salvedad para el juicio del lector, Marshall expuso la
elasticidad "sin insinuar que la idea fuese nueva".
Fiel a su prudencia en la aplicación matemática, se mostró cautelosos en el uso del
instrumento, en especial en el caso de la oferta, aduciendo que dependería fundamentalmente del plazo
de consideración.
En la misma referencia mencionada de Keynes se lee "no creo que Marshalll haya hecho a
los economistas un servicio más grande que el de introducir explícitamente la idea de
elasticidad".
Desde Marshall se ha abierto un amplio abanico de aplicaciones colaterales del
concepto, desde la elasticidad de sustitución de los factores hasta la elasticidad de las expectativas.
q
La sistematización de la demanda
DH
DH´
A
B
DM
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Su construcción suponía que un determinado número de condiciones (parámetros) no se
alteraran, cubiertas con la cláusula ceteris paribus. Una de tales condiciones es el ingreso (o como
suele escribirse en castizo la "renta"). Pero es evidente que en el planteo, aunque no lo aclare, se está
hablando del ingreso monetario pues al alterarse los precios (como acontece a lo largo de una curva de
demanda) se altera en paralelo el ingreso real del demandante. Es así que puede hablarse de dos tipos
de demanda: (a) la marshalliana , con el ingreso monetario como parámetro; (b) la hicksiana, con el
ingreso real como parámetro. Esto último exige una compensación en el ingreso monetario que permita
al consumidor permanecer en el mismo nivel de utilidad que antes del cambio de precios, dando lugar
así a una curva de "demanda compensada" (Hicks, A Revision of Demand Theory, 1956). Esta curva de
demanda de Hicks que sólo contempla el "efecto precio" presenta una menor elasticidad que la
marshalliana, y para cualquier cambio de precio (hacia el alza o hacia la baja) el impacto en las
cantidades es menor. Es preciso señalar que tanto la curva de Hicks como la de Marshall "dibujan" en
el espacio "precio-cantidad" un conjunto de situaciones de equilibrio del consumidor. Y para cada
situación de equilibrio del demandante en Marshall (un punto de su curva DM, por ejemplo A) se
corresponde un equilibrio de Hicks (un punto de su curva DH). Esto significa, si lo analizamos
detenidamente, que por cada curva de Marshall existen infinitas curvas de Hicks, que le intersectan en
sus diversos puntos (vgr. DH en A, y DH' en B).
q
Teoría y Factores de la Producción
A medida de que el sistema productivo se tornaba más complejo, comenzó a discutirse cuáles
eran los agentes (o factores) que realmente generaban la producción. Esto ya era una inquietud en los
tiempos escolásticos del medioevo, ya que según quieénes fueran los participantes sería la distribución
del producto que respondería a justicia. ¡y en aquel mundo lo primordial era la "justicia"..., al menos
inquirirse por ella!.
Petty, que en esto se mostró filosóficamente aristotélico, afirmó que "El trabajo es el padre y
principio activo, así como la tierra la madre" ("Treatise of taxes and Contributions", de 1662). Cantillon,
un siglo más tarde, inicia su "Essai sur la nature du commerce" con un párrafo que indica su propósito
de buscar principios generales a partir de algunas proposiciones de partida: "La tierra es la fuente
donde toda riqueza se produce. El trabajo es la forma que la produce; y la riqueza no es sino el
sustento y las comodidades que hacen agradable la vida".
Como se ve, no se menciona el capital. Luego llegan a escena los fisiócratas, quienes incluso
niegan al trabajo el carácter de productivo, salvo cuando se aplica a la tierra (considerada la única y
verdadera fuente). Así Turgot escribe: "El agricultor es la única persona cuyo trabajo brinda más que lo
que insume".
Se consolida, aunque con matices, una dualidad de actores: tierra y trabajo. Pero al par, al
analizar la distribución del producto, los Clásicos, con Smith a la cabeza, distinguieron tres grupos
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económicos (o "funciones"), que ellos llamaban “órdenes”: terratenientes, trabajadores y capitalistas. A
cada uno de ellos le correspondería una porción del producto. Comenzaba a perfilarse la triple
remuneración (renta, salario y beneficio), concordante con la tríada de agentes productivos.
Se suele aceptar que Cantillon ha sido el primero que utilizó el término empresario
(entrepreneur). Siguiendo su opinión Say remarcó la función empresarial, distinguiéndola de la del
capitalista propiamente dicho, que aporta el financiamiento. Pero subsistía la cuestión: ¿Quién
combina los agentes mencionados?.
En Gran Bretaña, la idea de Cantillon-Say no prendió, al menos hasta J.Stuart Mill. Ni Smith,
Ricardo o Senior siguieron la conceptualización de Say. Fue el segundo de los Mill, John Stuart, quien
avanzó en el uso del concepto “empresarial”. Pero recién Marshall sentó su definitiva presencia en
la teoría. Postuló ya la tríada tradicional de factores, tierra, trabajo y capital (que aún subsiste
merced a su manipulación formal en esquemas simplificados) y agregó el cuarto factor, aquél de
Cantillon y Say, y que llamó la "organización empresarial", efectuada por la figura del "manager" (o
empresario gerente). Esta distinción, aunque útil en áreas como administración de empresas, ha tenido
poco éxito en economía, habida cuenta de que resulta tan sólo una clase singular de "trabajo", el de
iniciativa, conducción y control.
No obstante, la figura del "manager" (o empresario gerente) juega un papel central en algunas
consideraciones marshallianas, como la idea del ciclo vital de las empresas, en la que funda su
autor el optimismo en cuanto a las posibilidades de permanencia del orden competitivo, aun bajo
rendimientos crecientes a escala.
El ciclo vital se conecta con su idea "biologista" del sistema económico. Las empresas no
podrían persistir como monopolista (aunque sí llegar a serlo) pues su propia vida va adosada a la de
sus "empresarios". Y el ser un empresario no es para Marshall un lugar común. Así escribe:
"Las capacidades requeridas (...) son tan grandes y numerosas que muy pocos pueden
contarlas en alto grado"; y agrega,"El hijo de un hombre de negocios parte con tantas ventajas que
podría esperarse que (...) se funden exitosas dinastías hereditarias (...). Pero no es así".
Por tanto, a su entender la eficiencia de las empre sas, digamos su éxito, nace y declina
con sus "fundadores" (aunque luego languidezcan por años). Quizás esta realidad no sea hoy tan
común en los países centrales, ya que allí más que fundadores está presente un staff tecnocrático que
selecciona a sus managers sucesores; pero resulta bastante descriptiva en sociedades intermedias,
como la Argentina, con importante presencia de empresas familiares y "capitanes de industria".
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La Teoría de la Distribución
La distribución del producto surge como un derivado de la teoría de los precios de los bienes y
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servicios productivos en el equilibrio de largo plazo. En su elaboración Marshall aportó el concepto de
cuasirrenta, que explica la retribución a los factores fijos en el corto plazo (móviles en el largo);
resultándole pues útil para determinar la remuneración de los factores de oferta inelástica (excluida la
tierra), en especial el capital a corto plazo.
Hay que recordar que Marshall perseguía erradicar la pobreza, lograr una "justa" distribución del
ingreso y continuar con el crecimiento por entonces consolidado en Inglaterra. Esa justicia distributiva
podría perseguirse por una igualitaria distribución del ingreso, lo que llevaría a igualar las utilidades
marginales sobre una base monetaria. Pero, a entender de Marshall, no permitiría acumulación (ahorro)
por falta de incentivos al existir sólo individuos iguales con idénticos ingresos. Lo cual iría en contra del
objetivo de crecimiento.
Esta contradicción que conducía a Marshall a aceptar una dosis de desigualdad para obtener
una dosis de libertad y crecimiento, lleva a Joan Robinson, por el contrario, a un análisis estatista: para
que haya ahorro suficiente, éste tendrá que ser previo a la distribución, de donde se desprende que el
ahorro debe ser colectivo y si el ahorro se hace colectivamente, el capital debe poseerse
colectivamente.
Son interesantes las reflexiones de Pigou acerca de su maestro, al que reemplazó con sólo 31
años de edad. No hay suficientes datos, dice, para ofrecer una respuesta sobre lo que Marsahll habría
pensado acerca de la política de pleno empleo y del socialismo. Si bien la "eventual actitud de Marshall
frente al aspecto igualitario del socialismo, tal como se manifiesta en los años cincuenta, son de
naturaleza incierta; no tengo ninguna duda de que hubiera simpatizado con la inclinación general hacia
el socialismo; pero tal como están las cosas quizás no se hubiera inclinado por llevarlas más
adelante". Entendemos que con estas palabras Pigou quiere decir que Marshall se inclinaba por una
distribución más igualitaria del ingreso disponible pero no veía con buenos ojos el socialismo en lo
referente a la propiedad (Pigou 1969, pari passum ).
Marshall creía que las grandes fortunas tenderían a desaparecer en una creciente equiparación.
Así escribió: “los ingresos de la clase media están creciendo más de prisa que los de los ricos; los de
los artesanos más que los de los profesionales y los de los obreros no calificados más que los de los
artesanos". Esta percepción subjetiva (no había estadísticas confiables) le hacía ser personalmente
optimista.
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La Economía del Bienestar
El principal aporte de Marshall a la economía del bienestar ha sido su tratamiento
pormenorizado del "excedente del consumidor". Este concepto ya había sido desarrollado cabalmente
por Jules Dupuit, con la alusión de la "utilidad que les queda a los consumidores", pero como
sabemos la influencia de este ingeniero francés (al menos reconocida) en el universo económico ha sido
magra, a punto tal que gran número de economistas ni siquiera conoce su nombre.
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En el Libro III, Capítulo VI, de los "Principios", Marshall define el excedente del consumidor
como el exceso de lo que pagaría el consumidor por sobre lo que en efecto paga por un determinado
bien (o servicio). Sin embargo, quizás la idea más clara está en Dupuit cuando afirma, que es la
cantidad adicional que puede extraerse del consumidor mediante precios discriminatorios por unidad.
En términos gráficos, resulta ser la diferencia entre el área encerrada bajo una curva de demanda (hasta
un nivel dado de cantidades) y el gasto total teóricamente erogado, según la curva de demanda, para
obtener ese nivel de producto. Pero he aquí que la curva de demanda de Marshall exagera la variación
de bienestar (que proporciona la caída en el precio) al no mantener constante el ingreso real (sin
embargo, el error en que se incurre al tomar el excedente del consumidor como medida del cambio en
el bienestar, en vez de la variación equivalente o la compensadora, es despreciable).
En base a su tratamiento de los excedentes del consumidor y del productor (que es su
equivalente en el campo de la producción) defendió el sistema de mercado libre con argumentaciones
más fundadas que aquéllas de los Clásicos. Su preferencia se sustentaba en que sólo bajo la
operatoria de mercado libre la suma de excedentes es máxima. Este principio sigue guiando, en
líneas generales, la economía del bienestar, que recibió bautismo con el famoso trabajo de su discípulo
predilecto (y amigo), A.C. Pigou, de 1912, "Wealth and Welfare" (pero que habitualmente conocemos
con el título de su versión más famosa, la de 1920, "The Economics of Welfare").
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Economía Internacional
Siguiendo a Mill, que en cierto modo fue su guía, analizó los factores que determinan el precio
final del intercambio de un bien entre dos países. Los Clásicos habían trabajado el problema
considerando sólo los costos (es decir, la oferta). Ricardo había sostenido que la relación de cambio (o
términos del intercambio) se encontraría en un punto intermedio entre las relaciones de precios internos
vigentes en cada país. Mill incorporó conceptualmente las consideraciones de demanda. En definitiva,
el pensamiento ricardiano, que afirma que la oferta constituye la base única para el cambio, fue
superada por Mill, mostrando que también en el movimiento internacional de bienes tiene validez la ley
de oferta y demanda. Los costos comparados sólo fijan los límites dentro de los cuales se determina el
precio final.
Marshall trabajó diagramáticamente el tema, elaborando las curvas de “demanda recíproca” o
“curvas de oferta del comercio internacional” (ya que cada país posee su curva de demanda recíproca, y
la oferta de un país A no es sino el volumen de demanda del otro país B (es decir, que resulta la cabal
expresión de la ley de Say en el comercio internacional), en el caso de un modelo de dos países), y el
precio se fija a la altura en que las demandas mutuas coincidan (se corten); concluyendo que
teóricamente en el intercambio internacional el país más “pequeño” se ría el más favorecido,
habida cuenta de que el precio de intercambio se fijaría más próximo al precio interno del país mayor,
por una obvia razón del peso proporcional en la “demanda total” del bien comerciado.
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Esto significaría analíticamente que a la Periferia (o país “pequeño”) le resulta más ventajoso
ejercer el comercio que al propio Centro (o país “dominante”). Proposición que ha sido duramente
criticada, sobre todo por la línea heterodoxa del “intercambio desigual” (Arghiri Emmanuel, Samir
Amin, Anward Saik y el argentino
Oscar Braun); o la del “deterioro de los términos de
intercambio” (de Singer y Prebisch), quienes sostienen que el comercio internacional es perjudicial
para los países menos desarrollados.
En otro aspecto en el cual Marshall fue pionero es en el análisis atinente a lo que hoy
conocemos como la condición de Marshall-Lerner (que asevera que el balance de pagos mejorará si
la suma de elasticidad de demanda de importaciones y de la demanda extranjera por sus exportaciones
es mayor que la unidad). Cierto es que cuando se refiere a estos aspectos piensa en sus curvas de
demanda recíproca y en el “equilibrio real”, pero parecería perfectamente permisible trasladar su análisis
a la esfera monetaria. Aunque sin datos concretos, sólo por la percepción directa de la realidad, y pese
a su gran cautela, escribió en “Money, Credit and Commerce” (de 1923), “(...) bajo las modernas
condiciones industriales, la demanda total de cada uno de los países por los bienes del otro es
relativamente elástica”; y esto, por tanto, le permitía ser optimista en cuanto a la presencia, en los
hechos, de efectos favorables de una devaluación sobre el balance comercial.
q
Teoría Monetaria
Según Keynes, Marshall escribió en 1871, dos trabajos no publicados en su momento (en
realidad no verían la imprenta en vida de su autor): "Ensayo sobre el dinero" y "Nota matemática
sobre el valor de la moneda". Si bien ambas obras han tenido escasa difusión posterior, revelan el
pensamiento que sobre el tema Marshall transmitió en sus clases, orientando el parecer de la Escuela
de Cambridge.
En estos trabajos se presenta por primera vez el enfoque de los "saldos reales", o sea de lo
que hoy se conoce como "enfoque de cartera". Si aceptamos la fecha dada por Keynes, en función de
la datación del manuscrito de puño y letra de Marshall, estaríamos frente a la primera versión
microeconómica de la teoría cuantitativa .
Pareciera que estos trabajos de Marshall se habrían generado no por preocupaciones de índole
de política monetaria sino de reflexiones exclusivamente académicas, en un intento de conciliación de
los enfoques del costo de producción y de la teoría cuantitativa. Es de mencionar, no obstante, que
como miembro de la Comisión Parlamentaria contribuyó con tres informes (en coautoría) sobre el tema
:”Respuesta al cuestionario sobre la depresión”(1886), “Memorándum y Testimonio ante la Comisión de
oro y plata”(1887) y “Testimonio ante el Comité monetario de la India”(1899).
J.S. Mill en los capítulos VIII y IX del Libro III de sus "Principios de Economía Política" (de
1848) discute el valor del dinero, sosteniendo que resulta, en última instancia, definido por el costo
de producción de los metales preciosos (valor "natural", o precio de largo plazo); si bien en el corto
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plazo, el valor del dinero se explica por la teoría cuantitativa . Es en esta línea milliana que
trabaja Marshall.
Uno de sus aportes, a entender de Laidler (1991), es el abandono de la velocidad de circulación
(propia de la ecuación cuantitativa), y su sustitución, como concepto, por la luego llamada formulación
de la "k" de Cambridge, en donde se sostiene que la demanda de dinero depende de la riqueza
(según el escrito de 1871) o del ingreso (según escritos posteriores).
"El contraste entre la versión de Cambridge de la teoría cuantitativa y otras versiones
neoclásicas no se encuentra en una diferencia de énfasis en los factores institucionales frente a la
elección individual entre las causas(...). Se encuentra más bien en el hecho de que los teóricos
cuantitativistas tradicionales, incluyendo a Fisher, pusieron la velociadad de circulación del dinero en el
centro del análisis, en tanto que los economistas de Cambridge abandonaron esta idea.” (Laidler, 1991)
La teoría cuantitativa data del siglo XVI (la Escuela de Salamanca), y con distintos
refinamientos llegó al siglo XIX. La originalidad de Marshall, pues, no está en su exposición sino en su
enfoque microeconómico de diversificación de cartera, conocida como la "versión Pigou" (o de los
saldos reales). Si bien Schumpeter apunta a Walras como el predecesor de este enfoque en "Éléments
d'économie politique pure" (de 1886)(2), quizás -digo sólo quizás- sería más justo atribuir esa
precedencia a Marshall y denominar a la versión como "versión de Cambridge", "de los saldos
reales" o "de Marshall-Pigou".
Es preciso agregar que en Méndez Ibisate (1993) se demuestra que Marshall no postuló
como caso general de la teoría cuantitativa una demanda de dinero en forma de hipérbola
equilátera, ya que tal situación implica una elasticidad unitaria, o sea con cambios equiproporcionales
(que concluyen en una identidad o tautología), ya que estrictamente hablando, dice Méndez Ibisate,
Marshall acepta cambios en el nivel de precios proporcionales pero no igualmente proporcionales (hay
entonces ausencia de elasticidad unitaria).
VII. Marshall y la macroeconomía
Debemos recordar que en la tradición neoclásica, que reina absoluta desde 1870 hasta el cierre
de los años treinta, lo que hoy conocemos como macroeconomía se trataba en el capítulo de la teoría
monetaria y de las finanzas públicas.Por tanto, queda evidenciado que las opiniones de Marshall, en
cuanto a la actividad agregada, también deben buscarse en sus reflexiones sobre la moneda, que
hemos presentado en acápite separado.
Hecha esta aclaración, digamos que Marshall defendió implícitamente la ley de Say,
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Aunque Walras tuvo dificultades para integrar la teoría monetaria en su equilibrio ge neral, y recién tuvo
solución en su esquema en la cuarta edición, la de 1899
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sosteniendo que no es racional que se produzca una filtración hacia saldos estériles, por ser estos no
remunerados. Además, como en la corriente neoclásica general, sostenía que la igualdad entre
ahorro (filtración del circuito del gasto) e inversión (gasto compensatorio) estaba asegurada por la
tasa de interés en el "mercado de fondos prestables".
Por otro lado, adelantándose a Keynes (que sólo continuó en esto su pensamiento), aceptó la
inestabilidad económica (prosperidad y depresión) no por ausencia del mecanismo de la ley de
Say (que, en definitiva, se sustenta en los precios relativos) sino por la psicología de la comunidad
de los negocios, proclive por naturaleza humana a olas de optimismo (que generan burbujas) y de
pesimismo (que las hacen estallar).
"En la fase ascendente se ha concedido el crédito, con cierta alegría despreocupada (...), en
tales momentos se puede obtener beneficio en casi todo, aún sin capacitación especial (...), aunque es
probable que la caída sea al principio ligera, cada nuevo movimiento a la baja de precios hará
desaparecer la confianza (...)" (Marshall, “Principios”).
VIII. Ecos a la distancia de los años
Muchos sostienen que Marshall sufrió, increíblemente, un constante temor al fracaso
académico, al ridículo intelectual; y de allí su famosa morosidad en dar a imprenta sus escritos. Pero,
en paralelo, quizás como su causa, quizás como su consecuencia, su actitud solía deambular por
la soberbia, como algunos párrafos transcriptos por Keynes en sus "Ensayos Biográficos", permiten
avizorar. Otra manifestación es su renuencia a la hora de los créditos intelectuales; si bien, en el
prólogo a la octava edición (la última en vida, de octubre de 1920) agradece las revisiones que de la
primera edición hiciera John Neville Keynes, así como las “asistencias” técnicas de E. Cannan, F.
Edgeworth, A. Pigou, Taussig y H. Sidgwick.
Tal como el lector ya ha apreciado, esta nota no es un escrito de juicios ditirámbicos sobre
Marshall, antes bien resulta una reflexión crítica que intenta ubicarlo en la gran corriente del
pensamiento económico; y entonces ¿Por qué no podemos olvidarlo?. Sin duda por haber sentado
las bases definitivas del "status científico" del análisis económico con su tratado de 1890 y con
su presencia en el mundo académico de habla inglesa (que ya se perfilaba en el “predominio” mundial).
Tuvo una gran preocupación por dar a la economía un contexto de estudio y de intercambio de
ideas favorable. Así, en primer lugar, y antes de publicar su texto más famoso, se esforzó por constituir
una línea independiente de economía dentro del programa de ciencias sociales de Cambridge, junto con
otros profesores como Sidgwick o John Neville Keynes. Esta intención cristaliza finalmente al crearse
una escuela de economía independiente hacia 1903. Previamente había contribuido a dar realce a la
disciplina al lograr que una sección de la British Association deviniera, en 1890, en la Royal Economic
Society.
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Fue un catalizador, el más influyente economista en el período de formación de la profesión en
el mundo sajón (así como Richard Theodore Ely lo fue exclusivamente en el entonces reducido
ámbito de Estados Unidos). Su ascendiente sobre el pensamiento americano llegó temprano con
Taussig, en la línea escandinava con Gustav Cassel y en Italia con Panteleoni; y de allí en más...
Se ha dicho que, en cierto modo, “todos somos keynesianos", y si esto es cierto en el caso de
la teoría de Keynes,
con mucha más razón, puede afirmarse que "todos tenemos un duende
marshalliano"(incluso el propio Keynes)(3).
Vale cerrar estas líneas con una valiosa cita de Marshall: "Mientras atribuyo universalidad al
esquema de razonamiento económico, no la atribuyo a los dogmas económicos. Este no es un
cuerpo de verdades concretas, sino una máquina para el descubrimiento de la verdad concreta". Un
pensamiento para el recuerdo.
Bibliografía:
•
Ballivián Calderón, R. (1972), El capitalismo en las ideologías políticas contemporáneas, P aidós, Bs.As.
•
Blaug, M. (1985); Teoría económica en retrospección, FCE, Madrid
•
Ekelund E. & E. Hébert, (1992); A History of Economic Theory and Method, MC.Graw Hill, NY 1991
•
Hornia, Juan Manuel (1967); La elasticidad en la teoría y en la política económica, Ed.Organización Perito
Mercantil, Bs.As.
•
Hutchison, T.(1967); Historia del Pensamiento Económico, Gredos, Madrid.
•
Keynes, J.M.(1992); Ensayos Biográficos: políticos y economistas, Ed.Crítica, Barcelona.
•
Laidler, D.E. (1991); Marshall and the Development of Monetary Economics, en R.J. Whitaker(comp),
Centenary Essays on Alfred Marshall, U.P., Cambridge.
•
Marshall, A. (1934); L´industrie et le commerce, Ed. Giard, París.
•
Marshall, A. (1936); Economía Industrial, Ed.Revista de Derecho Privado, Madrid.
•
Marshall, A. (1949); Obras Elegidas, FCE, Bs.As.
•
Marshall, A. (1957), Principios de Economía, Aguilar, Madrid.
•
Marshall, A.(1960); Money, credit and commerce, Ed.Kelley, N.York.
•
Méndez Ibisate, Fernando (1993); Aspectos macroeconómicos del pensamiento de Marshall: la teoría
monetaria, Revista de Historia Económica, Madrid.
•
Mill, J.S. (1961); Principios de Economía Política, FCE, Mex.
•
Pigou, A.C. (1969), Alfred Marshall y el pensamiento actual, Juárez Editor, Bs.As.
•
Schumpeter, J.A. (1963); Diez Grandes Economistas, Ed. Occidente, Barcelona
•
Schumpeter, J.A. (1971), Historia del Análisis Económico, Ariel, Madrid
3
Es interesante recordar que “duende” viene de “dueño”. Efectivamente, en los tiempos de conformación de
nuestro idioma, se decía “dueño de casa”, y en forma apocopada “duen de casa”, y al abreviar dicha frase quedó
sólo “duende”. Dicho de otro modo, metafóricamente Marshall se adueñó de nosotros en la dimensión que
nosotros nos “apropiamos” de su pensamiento
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