Héctor Zagal Ese imbécil no soy yo JUS CONTEMPORÁNEOS 2 Zagal, Héctor Ese imbécil no soy yo / Héctor Zagal. — México : Jus, 2010. 88 p. ; 23 cm. ISBN: 978-607-412-021-9 1. t. M863.44 ZAGH.c. Biblioteca Nacional de México PRIMERA EDICIÓN, 2010 © Héctor Zagal D. R. © 2009 Editorial Jus, S. A. de C. V. Donceles 66, Centro Histórico 06010 México, D. F. Comentarios y sugerencias: 01 (55) 9150-1466 / 01800-2001080 [email protected] Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra —por cualquier medio— sin el permiso previo y por escrito del editor. ILUSTRACIÓN DE PORTADA: José Pablo Escamilla DISEÑO DE PORTADA: Gregorio Cervantes Formación y cuidado editorial ISBN: 978-607-412-021-9 IMPRESO EN MÉXICO / PRINTED IN MEXICO 3 A Mariana, in memoriam 4 Prólogo ENSAYO DE CONFESIÓN PÚBLICA Redacté este libro a partir de algunas entradas de mi blog. Ignoro cómo comenzó el movimiento bloguero; algún día estudiaré sus orígenes. Por lo pronto, me contento con una confesión pública: por qué tengo un blog. 1. Porque soy viejo y si no me subo al carro de la tecnología me quedaré atrás, cuidando cadáveres. 2. Porque soy vanidoso. 3. Porque me gusta escribir y creo que esto me obliga a ejercitar los dedos a diario. 4. Porque el blog me permite publicar tonterías y suprimirlas al siguiente día. 5. Porque, aunque llevo un diario donde me desahogo, hay asuntillos que pretendo ventilar (padezco una especie de exhibicionismo literario). 6. Porque espero sacar algún provecho económico del blog (¿alguien me quiere invitar a colaborar en su revista?) 7. Porque creo que existe Dios y, por lo tanto, hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados… Esto significa que si escribo un blog es porque cuento con la voluntad permisiva de Dios. De lo contrario, llovería fuego y azufre sobre mi cabeza. 5 Mediocridad dorada: autobiografía AUREA MEDIOCRITAS 1. Acostumbrarse a viajar en clase turista. Excepcionalmente, y por acumulación de millas, volar en business class. 2. Que la gente no te reconozca al llegar a un restaurante. 3. Hacer filas como cualquier otro ciudadano. 4. Renunciar a los hoteles de gran turismo y contentarse con los de cinco estrellas. 5. No beber champaña, salvo Viuda de Clicquot y eso en contadas ocasiones. 6. Ordenar vinos chilenos en los restaurantes. 7. No tener chofer. 8. No salir en la sección de sociales. 9. No ganar el premio Nobel de Literatura. Es más, ni siquiera el Villaurrutia. 10. No ser invitado por Harvard o Heidelberg a dictar un ciclo de lecciones magistrales. 11. No comprar tapetes persas tejidos por manos de niños pequeños. 12. Estar satisfecho con hablar un poco de inglés y dos o tres palabras de francés y alemán. 13. No tocar el violín ni el piano. 14. Resignarse a que Anagrama jamás publique nuestras novelas. 15. Dejar de hacer abdominales para recuperar la talla 30 de hace un par de años. 16. Saber que jamás recuperaremos los niveles de triglicéridos, colesterol y glucosa de nuestra adolescencia. 17. No gastar en cremas contra las arrugas. 18. Disfrutar del clima templado de la ciudad de México. 19. Saborear la comida chatarra. 20. Rentar películas de acción los fines de semana. MATRIMONIO Y MORTAJA, DEL CIELO BAJAN “Uno no se casa con quien quiere, sino con quien puede”, sentenció uno de mis amigos pesimistas, el más pesimista de todos, más pesimista que yo. Desde el punto de vista aristotélico, la máxima de mi amigo no es descabellada. Podemos querer lo imposible, querer lo que no depende de nosotros, querer la inmortalidad y hasta el triunfo de un equipo de futbol de segunda división en un torneo internacional. Todos los hombres queremos casarnos con Nicole Kidman; nadie sensato delibera, sin embargo, si ha de casarse con ella o no. Desear y deliberar son verbos emparentados, pero con significados distintos. El individuo prudente reconoce que Nicole no está a su alcance. Por eso no la considera dentro del ámbito de sus opciones fundamentales. El imprudente, por el contrario, 6 se atormenta a sí mismo considerando sus “posibilidades” matrimoniales. No es raro que, por andar en esos paseos ficticios, olvide lo que tiene enfrente. ¿Resignación? Algo hay de eso, aunque prefiero llamarlo sano realismo. ¿Pesimismo? Para quien no es aristotélico, por supuesto. Sin la fina distinción entre querer y deliberar, el hombre casado se encuentra con que su mujer no es fruto de una amorosa elección, sino el resultado de una selección negativa. Dado que Nicole Kidman no está a mi alcance, ni Fulanita, ni Sutanita, ergo me caso con x, donde la señora x es un elemento del modesto conjunto “de las que me hacen caso”. Este hombre se siente víctima del mercado o, peor aún, de la lucha por la supervivencia. Los machos alfa, los más aptos, se casan con la Nicole Kidman en turno y dejan las sobras a los machos beta. Este hombre tiene una pobre estima de sí mismo. No se considera arquitecto de su vida, sino un albañil que construye un jacal según las indicaciones de un maestro de obras. Desarrollé esta idea frente a mis estudiantes de ética. Las chicas añadieron un matiz: también el macho alfa se casa con quien puede. Sólo ellas se casan con quien quieren. YO QUÉ MÁS QUISIERA 1. Querría ser gourmet, pero me falta dinero y me sobran triglicéridos. 2. Querría ser novelista, pero me falta talento y me sobran competidores. 3. Querría ser atlético, pero me falta voluntad y me sobra grasa. 4. Querría ser rico, pero me falta astucia y me sobra lirismo. 5. Querría ser filósofo analítico, pero me falta rigor y me sobran metáforas. 6. Querría ser liberal, pero me falta espíritu crítico y me sobran dogmas. 7. Querría ser conservador, pero me sobran pecados públicos y me faltan prejuicios. 8. Querría ser virgo, pero ya no se puede... porque nací en diciembre. 9. Querría ser veraz, pero digo mentiras. 10. Querría escribir algo ingenioso, pero son las nueve y media de la noche de un lunes y, además, no se me ocurre nada... EL TRÁGICO INICIO DE CLASES Mañana comienzan las clases de primaria y secundaria. El domingo previo al inicio del nuevo curso es fúnebre para cualquier niño. Esas noches, mi madre se desvelaba forrando con papel verde y plástico transparente decenas de cuadernos y libros. Al otro día tenía que cargarlos en la mochila a punto de reventar. ¿Por qué las escuelas gustaban del verde?: uniformes, paredes, cuadernos. Todo era verde cenizo. Un verde de pintura de aceite. Verde que te odio verde. Para hacer más llevadera la tragedia, mis padres me compraban algún estuche colorido para lápices o una mochila nueva. La ilusión de estrenar algo mitigaba el sufrimiento. Bien pronto, sin embargo, las maestras arrancaban la escasa ilusión que lográbamos forjarnos. En tercero y quinto de primaria sufrí a Miss Elda. Una mujer de unos treinta años. Morena, mal encarada y con barros. Me regañaba por mi pésima caligrafía. En tono apocalíptico, 7 aquella arpía profetizaba que, si no mejoraba mi letra, jamás terminaría mis estudios. Quisiera toparme con ella y restregarle mi título de doctorado. Ahora vivo de escribir y mi letra sigue tan fea como entonces. Supongo que ella seguirá martirizando niños en el Instituto Héroes de la Intervención o el Centro Educativo Juan Jacobo Rousseau. Otro de los engendros del Colegio Carnegie era Miss Bebita. Supongo que se llamaba Genoveva. Utilizaba un peinado alto, maquillada con polvos blancos y rosas. Dizque tocaba el piano. Nos mantenía de pie durante una hora, obligándonos a cantar canciones mexicanas. Supongo que habrá ido a dar a uno de los círculos de la Comedia de Dante, donde los conciertos de Kiss a todo volumen la atormentarán por toda la eternidad. Teníamos dos directoras. Una para español y otra para inglés. La de inglés se llamaba Miss Scarger, una anciana gorda y regañona. Entre mis amigos estaba Scott Corrales. Un muchacho medio mulato, de Puerto Rico, que hablaba más inglés que las profesoras. Un tipo agradable. Sabía mucha historia de Roma y de ovnis que, por aquel entonces, estaban por invadir la tierra. He pensado que debería encontrar a los dueños del Colegio Carnegie y demandarlos por el daño que me causaron. Mi sueldo no me alcanza para pagar terapias y psicotrópicos. ESTUDIANTES Del inédito cuaderno 16 de Catalanes y otros semidioses, de mi maestro Fernando Inciarte Kleinfingerübung (En dos variantes). (Primera:) —Siempre he tenido un respeto excesivo por mis alumnos. Instintivamente, siempre he creído que estaban a mi altura. —¿Y lo estaban? —Sí. —Entonces, ¿por qué excesivo? —Por eso. (Segunda:) —Yo siempre he temblado ante mis estudiantes. —¿Por qué? —Porque, instintivamente, siempre creí que estaban a mi altura. —Y ¿lo estaban? —No. —Entonces, ¿por qué temblar? —Porque yo estaba a la de ellos. UN CUENTO DE NAVIDAD Finalmente los virus pudieron más que mi cuerpo y caí agripado. Me siento fatal. Supongo 8 que hoy por la noche me visitarán los tres espíritus de la navidad. Cuando llegue el de la navidad venidera le preguntaré por el futuro de la bolsa de valores. Así no moriré solo. La especulación financiera me garantizará la compañía de mis deudos. UNA MAÑANA DE DOMINGO EN LA ALAMEDA Hoy por la mañana Omar y yo paseamos en el parque de Los Venados, literalmente un paseo dominguero. Rentamos un carro-bicicleta, cuatro ruedas, cinco asientos —uno al frente, para el bebé—, dos cadenas, dos frenos, un volante y un toldito para guarecernos del sol. El parque estaba lleno, salpicado de puestos ambulantes y servicios de optometristas pagados por el PRI y el PAN. Conducir el armatoste aquel entre tantos obstáculos requería destreza. Después de tres largas vueltas, el chamaco se subió a los juegos: una montaña rusa en miniatura y una especie de pulpo saltarín. Evidentemente, permanecí abajo; mi estómago no está para esos trotes. Finalizamos la mañana zampándonos un helado de vainilla; el mío, light. El parque olía a clase media: padres con sus hijos que salían a divertirse un rato, familias jóvenes y optimistas. La gente está ávida de esos espacios públicos, parques arbolados, donde se pueda comer un algodón de azúcar o, sencillamente, donde poder sentarse en una banca mientras los niños se entretienen con la pelota. En los centros comerciales también se puede pasear, pero la presión por comprar asfixia. Salir con las manos vacías de un mall equivale a confesarse un fracasado. Deambular entre aparadores es como aquel ejercicio de Gandhi: dormir entre dos mujeres bellas y desnudas sin siquiera tocarlas. El Mahatma practicaba la prueba para fortalecer su voluntad. Allá él. Quienes entramos a las tiendas —seguramente con las tarjetas saturadas— carecemos de los arrestos de aquel hombre. Queremos matar el tiempo, no cultivar la ascética. Definitivamente es mala idea dominguear en un centro comercial; el parque es una opción digna de tomarse en cuenta, uno de esos placeres propios de la mediocridad dorada. PLACERES DE ALTO RIESGO Se reactivó mi gastritis. Sufro. Retomé la dieta atroz e inmisericorde: frutas, verduras, poca grasa, nada de irritantes, cero alcohol. ¡Ay de mí! El miércoles por la noche llegué con hambre a mi casa. Encontré en la cocina un plato de papaya recién partida. Mientras gozaba de ese pequeño y dulce placer, pensé en Luis Xavier a quien le da asco la papaya. ¡Pobre hombre! Se pierde de uno de los pocos placercillos lícitos en este valle de lágrimas. Eso sí, su gusto es consistente, también le disgustan el plátano y la guayaba. ¿Qué tienen en común estos tres frutos tropicales?: no admiten extremos. Sólo se pueden comer en su punto, en especial la papaya. Un poquito verde, resulta insípida; si madura de más, apesta. Cada papaya tiene su día y su hora. Ni antes ni después. Disfruto los placeres de alto riesgo, esos en los que uno ha de atinar, sin concesiones a la medianía. Los mediocres prefieren el vino tinto al blanco, porque un “mal tinto” se puede beber; un “mal blanco”, en cambio, es impotable. Pobres, carecen del espíritu de fineza, se 9 contentan con manzanas y merlots. FELIZ CUMPLEAÑOS MATERIALISTA; MATERIALISTA, ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! Fragmento de conversación con mi asistente, a quien le pago de mi bolsillo: —Doctor Zagal, ¿qué quiere que le regale de cumpleaños? —Que seas feliz… No, mejor que me invites un café… No, mejor que no cobres un mes de sueldo. EL CAZADOR CAZADO Me topo con J., personaje libidinoso, descreído y mordaz, pero inteligente y, sobre todo, de buen corazón. Intercambiamos los saludos de rigor y le pregunto: —¿Cómo le hago para ganar más dinero? —Doctor, pregúntese cómo le debe hacer usted para ser más feliz con el dinero que ya gana… GUAYABERAS Y CORBATAS Mi amigo, el joven novelista Íñigo Jáuregui, voló hoy por la mañana hacia Mérida. Allá se encontrará con otro joven escritor, el ensayista Julián, de cuya amistad puedo también pavonearme. Les hice un pequeño encargo: comprarme mil pesos de guayaberas. Supongo que me alcanzará para dos, una de algodón puro y otra con mezcla de fibra sintética (quiero suponer que no se gastarán en alcohol el dinero del mandado). Comencé a utilizar guayaberas hace cuatro años. Al igual que los mexicanos de mi generación (nací en 1962 d.C.), guardo cierta prevención contra esa prenda, pues nos trae los ingratos recuerdos de Luis Echeverría. Ese presidente convirtió la guayabera en el símbolo de un nacionalismo pintoresco, chauvinista, autoritario y corrupto. Vencí mis prejuicios durante una visita que hice a Yucatán. Ahí me di cuenta de que la única manera de vestir fresco y con prestancia es la guayabera. Resulta increíblemente cómoda. Lamentablemente, en la capital de México nos afanamos en utilizar corbata a lo largo de todo el año, incluso durante la época más calurosa. El resultado es el incremento de los malos olores en las oficinas y del mal humor en la ciudad. Pocas escenas hay tan ridículas como un ejecutivo con corbata Hermès, atascado en su coche, a la mitad del periférico, bajo un sol radiante que le chamusca el cerebro. Me objetarán que quienes pueden pagar dos mil pesos por una corbata traen chofer y aire acondicionado. Concedo. Pero todos sabemos que, a la hora de la verdad, el sol de primavera es bastante democrático: hace sudar incluso dentro del automóvil más lujoso. No me disgustan las corbatas. Encuentro en ellas el encanto de lo inútil y superfluo. El punto es que la corbata es como el abrigo: no conviene en todas las estaciones del año. Para colmo, en muchos lugares, la corbata es un instrumento de trabajo, es el yugo que la burguesía nos cuelga a los empleados de segundo nivel. 10 ¡Ah, opresores! Ustedes los ricos se reservan las guayaberas para las bodas en Cuernavaca, para las grandes fiestas en los jardines tropicales, para las vacaciones en la playa. Mientras tanto, a nosotros, los empleadillos, nos ahorcan con la corbata, símbolo de nuestra sumisión, de nuestra condición de siervos de gleba. Ignoro de dónde vengan las guayaberas. Supongo que provienen de Cuba, donde la antigua aristocracia vestía con unas filipinas muy parecidas a nuestras guayaberas. Esto no soluciona el enigma: ¿qué demonios hacen las filipinas en Cuba? Lanzo una conjetura: Cuba y las Islas Filipinas fueron colonias españolas hasta 1898. Pero, entonces, ¿por qué los andaluces no usan guayaberas ni filipinas? El verano de Sevilla bien justifica una colección de tales prendas. EMBAJADORES Hace unos días recibí a la representante diplomática de un pequeño país africano. Una mujer distinguida y educada, que hablaba un francés elegante, vestida con un traje de colores y una especie de pañoleta amarrada en la cabeza. Lucía una hermosa gargantilla de oro que combinaba con su piel morena y con sus ademanes firmes y estilizados. Toda una embajadora. Narró historias impresionantes sobre su país: la principal causa de muerte es la malaria, muchas mujeres caminan una hora para llegar al pozo de agua más cercano, el analfabetismo y la desnutrición aquejan a casi toda la población. Luego me tocó a mí hablarle de México. Por unos segundos sentí la satisfacción de vivir en un país con una economía estable, sin guerras, con un mínimo de infraestructura. Al concluir la ceremonia, lleno de optimismo, acompañé a la señora a su coche. De regreso a mi oficina me topé con un puesto de tacos, de esos que abundan a las salidas de las estaciones del metro. A un costado del tendajón de lámina había una cubeta con los platos de plástico rojo, grasientos, flotando en agua gelatinosa y turbia. El suelo, tapizado por cuadritos de papel de estraza, pringados de salsa. Un par de microbuses destartalados, con sus choferes cínicos y arrogantes, completaban la decoración. Entré a mi despacho. Abrí el pequeño servibar. Me serví un escocés en las rocas y me puse a releer El inmortal de Borges. EL PESO DE LA FAMA Hace unos días asistí a una reunión con personas muy importantes, de ésas que salen diariamente en el periódico y en la televisión. El asunto tiene su encanto… por unas horas. Debe ser difícil vivir pendiente de lo que dicen los demás. La esclavitud de la imagen. Pensar que para tales individuos no hay nada privado: ni sus tristezas, ni sus alegrías, ni sus grandezas, ni sus enfermedades, ni sus pecados. Horacio no andaba tan equivocado cuando elogió la mediocridad dorada: aurea mediocritas. PENSAMIENTOS POSITIVOS 11 Pongamos amor, fuerza, actitudes positivas, para que el libro de cada uno tenga un final feliz en la vida. Yohana García Llegó a mis manos el libro de Yohana García: Francesco. Una vida entre el cielo y la tierra de Editorial Lumen, México, 2002. En la solapa viene una pequeña semblanza de la autora: Yohana García es metafísica, profesora en terapias alternativas y máster en programación neurolingüística (PNL). Trabaja desde hace años con pacientes con fobias. Es facilitadora para cambiar las sensaciones y los pensamientos negativos en positivos. Creó su propio estilo y transformó la PNL en una PNL espiritual. Yohana cree que la verdadera magia está en uno, y ella en sus sesiones y seminarios, simplemente es la guía que muestra dónde tiene cada persona sus tesoros interiores. En mi nuevo libro usaré una nueva semblanza: Héctor Zagal es metafísico, profesor en terapias platónicas y máster en redacción de discursos e informes varios (REDIV). Trabaja desde hace años con estudiantes psicópatas. Es facilitador para cambiar las sensaciones y los pensamientos positivos en negativos. Héctor cree que la verdadera magia está en el bolsillo de cada uno. En sus sesiones y seminarios, él simplemente es el conducto por donde se vacían las chequeras de cada persona. 12 Ese imbécil no soy yo de Héctor Zagal, SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN MARZO DE 2010 EN LOS TALLERES DE FUENTES IMPRESORES, S. A., CENTENO 109, COL. GRANJAS ESMERALDA, DELEGACIÓN IZTAPALAPA, 09810 MÉXICO, DISTRITO FEDERAL. EN SU COMPOSICIÓN SE UTILIZARON FUENTES DE LAS FAMILIA GARAMOND. EL TIRO CONSTA DE MIL EJEMPLARES. 48