“Príncipe entre los monumentos emeritenses” lo denomina

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“Príncipe entre los monumentos emeritenses” lo denomina Menéndez Pidal,
arquitecto que dirigió su reconstrucción desde 1964. No sólo su monumentalidad le
hace merecedor de este calificativo: por un lado, el comienzo de su excavación en 1910,
marca un hito en la arqueología emeritense; por otro, es el único edificio que tras su
recuperación ha vuelto a cumplir su función original, celebrándose en él, desde 1933, el
Festival de Teatro Clásico.
Las representaciones efectuadas en estos edificios no responden, especialmente,
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a los gustos del público que decantó sus preferencias por los espectáculos de circo y
anfiteatro. Desde el teatro, construido por intereses políticos, la autoridad realiza una
eficiente propaganda de ella misma y del modo de vida romano, tanto a través del
propio edificio –grandiosidad de su otra, epígrafes e iconografía-, como por los
mensajes que desde su escenario se pueden transmitir. En Emérita Augusta fue el cónsul
Marco Agripa el promotor de su construcción, inaugurándose entre los años 16-15 a. de
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Las distintas partes del teatro romano de Mérida.
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C., según se deduce de las
inscripciones situadas sobre las
dos puertas de acceso a la
orchestra.
El uso del teatro durante
varios siglos hizo necesarias
algunas reformas. Así, hacia el
año 105. Se levantó el actual
frente de la escena, que se volvió
a reformar entre los años 333 y
335 junto con la vía que rodea la
fachada.
Debido en gran medida a
la implantación oficial del
cristianismo,
que
considera
inmorales las representaciones
teatrales, el edificio va dejando de
utilizarse hasta su abandono total.
Con el paso del tiempo algunas de
sus
estructuras
se
van
derrumbando y cegando con la
tierra, manteniéndose visible,
durante siglos, sólo la parte
superior del graderío con las
Plantas del teatro y alzado del Sceane Frons.
bóvedas hundidas. Para los ojos
del pueblo eran siete grandes asientos, las Siete Sillas, donde, según la leyenda, se
sentaron otros tantos reyes moros para deliberar sobre el destino de la ciudad.
Concebido el edificio dentro del plan urbanístico de la ciudad, se ubica en uno
de los extremos del recinto amurallado.
El graderío –cavea-, con una capacidad para 6000 espectadores, se construyó, en
parte, aprovechando la ladera del cerro de san Albín. Se accede a esta zona siguiendo la
vía que rodea la fachada del edificio. En ella se abren trece puertas que comunican con
el interior.
El graderío se
halla dividido en tres
sectores,
separados
por unos pequeños
muros, que responden
a la diferenciación
social de la época. El
inferior, ima cavea,
dispone de veintidós
gradas y seis puertas
en su parte superior
que se comunican con
un
corredor
semicircular
que
facilita la salida por
dos puertas situadas en
Vista de la cavea y sus niveles.
los extremos.
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Un pequeño espacio que corta el centro de las tres gradas inferiores, se ha
interpretado como un santuario de culto imperial.
La media y summa cavea –media y superior- poseen cada uno cinco filas de
asientos, siendo las últimas las que se conservan en peor.
La orchestra –en la que se situaba el coro-, pavimentada con losas de mármol,
está rodeada de tres gradas de honor reservadas para las autoridades. En su frente, un
pequeño muro con alternancia de tramos curvos y rectos la separa del escenario.
En el suelo del escenario –pulpitum- que estaría cubierto originalmente con
madera, existen unos orificios en los que se colocarían los mástiles del telón y demás
infraestructuras escénicas.
Tanto artística como arquitectónicamente, el frente de la escena es la zona más
espectacular del teatro. Sobre un basamento de sillares recubierto de mármol, reposan
dos cuerpos de columnas de orden corintio en las que se combina el mármol azulado de
sus fustes con el blanco
de basas y capiteles.
Sobre cada cuerpo de
columnas se dispone un
entablamento
con
arquitrabe,
friso
y
cornisa
ricamente
decorados. Un gran
muro
revestido
de
mármol cierra la escena.
Entre
las
columnas, una serie de
esculturas –réplicas de
las originales que se
El teatro a principios del siglo XX, antes de su excavación.
hallan en el Museo
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Cavea, orchestra y Scenae Frons.
Nacional de Arte Romano- completa la decoración: Ceres, Plutón, Proserpina y estatuas
con togas unas y con corazas otras, que se han interpretado como retratos imperiales.
Tres puertas permiten la entrada de los actores a la escena a través de este frente,
una central –valva regia- y dos laterales –valva hospitalia-.
Una serie de dependencias adosadas s los extremos y a la parte posterior del
frente eran utilizados por los actores y técnicos de las representaciones.
Tras la escena, se construyó una gran zona ajardinada rodeada de pórticos con
columnas –peristilo- que sirvió como área de esparcimiento.
Al fondo, en eje con la puerta central de la escena, se sitúa una pequeña
habitación dedicada, según se deduce de los hallazgos allí realizados –entre otros la
cabeza velada de Augusto, al culto imperial.
En uno de los extremos del peristilo, en un nivel superior, se pueden ver los
restos de las letrinas.
Al oeste del peristilo, se ocupó parte del espacio del teatro, aún estando éste en
uso, por una casa que conserva pavimentos de mosaicos. Se accede a ella por un
vestíbulo que comunica con un patio rodeado de columnas y pilastras. Se abren a éste
una serie de habitaciones, de las que destacan las terminadas en ábside. La mayor de
ellas, se decoró con pinturas murales que representan figuras humanas a tamaño natural.
Vista aérea del teatro y el anfiteatro en una fotografía aérea de los años treinta.
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Texto extraído de una publicación del propio recinto arqueológico.
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