Audiencia Provincial de Segovia, Sección 1ª, Sentencia de 9 septiembre de 2010, Ponente: Reyes Sainz de la Maza, Rafael de los. Nº de Sentencia: 52/2010 Nº de Recurso: 53/2010 Jurisdicción: PENAL Texto En la ciudad de SEGOVIA, a nueve de Septiembre de dos mil diez La Audiencia Provincial de esta capital, integrada por los Ilmos. Sres. D. Andrés Palomo del Arco, Presidente, D. Ignacio Pando Echevarria y D. Rafael de los Reyes Sainz de la Maza, Magistrados, han visto en segunda instancia la causa de anotación del margen, procedentes del Juzgado de lo Penal de Segovia, seguido por un presunto delito continuado de injurias a cuerpos y fuerzas de seguridad en concurso ideal con dos delitos de injurias y otro delito de injurias frente al acusado Roberto , mayor de edad y cuyos demás datos y circunstancias constan ya en la sentencia impugnada, representado por el Procurador Sr. Galache Díez y asistido de la Letrado Sra. Castro Fuentes, Marta, con la intervención del MINISTERIO FISCAL, en representación de la acción pública, y como acusación particular Agapito , mayor de edad y cuyos demás datos y circunstancias constan ya en la sentencia impugnada, representado por la Procuradora Sra. Pérez Muñoz y asistido del Letrado Sr. Sáez Chillón, Dionisio, en virtud de recurso de apelación interpuesto por acusado Roberto , como parte apelante, y también como parte apelada EL MINISTERIO FISCAL y la acusación particular Agapito , en el que ha sido Ponente el Ilmo. Sr. Magistrado D. Rafael de los Reyes Sainz de la Maza. ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- Por el Juzgado de lo Penal de Segovia, se dictó sentencia con fecha de doce de abril de dos mil diez , que declara los siguientes HECHOS PROBADOS: " Se declara probado que el 7 de diciembre de 2006, el acusado Roberto , mayor de edad, con DNI NUM000 , sin antecedentes penales, colocó por el interior de una cristalera situada en la parte superior de la puerta del garaje sito en la calle Bruno Ortega nº 4 de la localidad de El Espinar, unas letras de gran tamaño pegadas para que se leyeran desde exterior que ponían: "ALKALDE & TTE. ALKALDE. VIOLADORES, BANANEROS, COBARDES. POLICIA& G. CIVIL". Al día siguiente el Cabo de la Guardia Civil con TIP nº NUM001 en averiguación de los hechos anteriores, se puso en contacto telefónico con el acusado diciéndole éste que iba a haber más carteles del mismo tipo y que, como hay libertad de expresión, lo iba a dejar puesto en su sitio, relatándole además un suceso anterior relacionado con una multa, afirmando que en aquel caso la Guardia Civil realizó un parte "embustero, cobarde y marrano", que se quejó a la Dirección General de la Guardia Civil y se hizo "un simulacro de investigación" y que tuvo que poner en su sitio a un cabo, un número, un suboficial, al TTe. Coronel según creía, refiriéndose a un agente de la GC como "sinvergüenza y borracho" y diciendo que se realizan documentos falsos, y que Agapito el cabo de la PL "va mintiendo". El día 9 de diciembre el acusado modificó la inscripción situada en la cristalera de la puerta del garaje, sustituyendo la anterior por otra en la que se leía textualmente "PICOLETOS, MIENTEN, AMENAZAN, FALSEAN DOCUMENTOS, NECIOS Y COBARDES, QUE ASCO". Esta inscripción se mantuvo durante los días 9 y 10 de diciembre, y la retiró el día 11. Sobre las 11:14 horas del día 10 de diciembre, el Cabo de la Guardia Civil con NUM002 , en su condición de Secretario del atestado que se estaba instruyendo con motivo de estos hechos, hablo con el acusado para indicarle que se presentara en el cuartel para tomarle declaración, y, a lo largo de la conversación el acusado le dijo: "que está harto de la actitud chulesca de la Guardia Civil", "que va a haber más carteles", "que la Guardia Civil había cometido un abuso ilegal y cobarde" "que habían mentido y falsificado" "que cuando le llama la guardia civil esta en una actitud chulesca", "que los del Ayuntamiento son unos mafiosos y unos corruptos", "que el cartel de la Guardia Civil era para dentro de dos semanas, pero que lo adelanto por la llamada del cabo". El 12 de diciembre el acusado coloco en el mismo lugar una nueva inscripción que decía "CABO JAVI, VIOLAS, MIENTES ANTE EL JUEZ, Y AUN ASI PIERDES, PINOCHO", referida al cabo de la Policía Local Agapito . También el día 12 de diciembre el acusado remetió a través de un buro fax, un escrito dirigido al Comandante del Puesto de la Guardia Civil de El Espinar en el que se contienen las siguientes expresiones: "No me dan miedo ni voy a dejar que sigan estercolando con cobardía mis derechos", " de manera zafia buscaron que no pareciere amenaza con el paupérrimo uso del verbo invitar y solo produce pena su intentona", refiriéndose a los Guardia Civiles como "individuos armados del grupo que ya con anterioridad ha violado reiteradamente nuestra propiedad y nuestros derechos", calificando la invitación a retirar los carteles como "invitaciones de Corleone" añadiendo "No ofendo con estos cartelitos -advertí a su cabo que habrá más- puesto que no ofende quien llama mentiroso a unos mentirosos ...Uds. Con total cobardía mintieron, violaron, agredieron, prestaron falso testimonio a los jueces (quienes por cierto, me dieron la razón desoyendo sus mentiras verdinegras) buena parte de los miembros de ese Puesto me dirigen miradas retadoras y chulanganas tratando de intimidarme (dígales que lo dejen.. solo dan risa los pobrecines), colaboran en denuncias falsas y asimismo denuncian mintiendo" y "¿Siguen los cabestros difamándome al atribuirme un anónimo sobre la GC...?" "Abandonen la connivencia con las nauseabundas ¿autoridades? de ese pueblo, ustedes y los que se han viento a reír de nuestros derechos en y desde su Dirección General de Guzmán el Bueno. Otros que tal bailan de apestosos y cobardes" calificando de "mafiosa" a la Policía espinariega "ya sabe denuncias falsas +pérdida de punto sy el carnet al carajo... machotes valientes" terminando con la denominación de "picoletos" y con la frase "ESTAMOS HARTOS DE SU CHULERÍA ILEGAL, COBARDE Y DE ABUSONES DE PATIO DE COLEGIO. De que nos violen, ¿enterados?". SEGUNDO.- El fallo de dicha sentencia apelada literalmente dice: "FALLO: Debo condenar y condeno al acusado, Roberto , como autor de un delito de injurias a Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del art. 504.2 del Código Penal en concurso ideal del art. 77 con dos delitos de injurias de los arts. 208 y 209 del mismo texto legal a la pena de 17 meses de multa con una cuota diaria de 10 euros con la responsabilidad personal subsidiaria en caso de impago. Y por otro delito de injurias también de los arts. 208 y 209 del Código Penal a la pena de multa de cuatro meses con una cuota diaria de 10 euros con la responsabilidad personal subsidiaria en caso de impago. El acusado indemnizará a Evelio , Julio y Agapito en la cantidad de 1.000 euros a cada uno de ellos en concepto de daños morales. Cantidades que devengarán el interés establecido en la L.E.C. Todo ello con imposición al acusado de las costas procesales, sin inclusión de las de la acusación particular." TERCERO.- Notificada dicha sentencia a las partes y al Ministerio Fiscal, por parte del acusado Roberto , representado por el Procurador Sr. Galache Díez y asistido de la Letrado Dª. Marta Castro Fuentes, se interpuso recurso de apelación contra dicha resolución. CUARTO.- Habiéndose tenido por interpuesto dicho recurso, se dio traslado del mismo al resto de las partes, para evacuar el trámite conferido para alegaciones, quien al hacerlo, impugnó el citado recurso, EL MINISTERIO FISCAL y la acusación particular Agapito , representado por la Procuradora Sra. Pérez Muñoz y asistido del Letrado D. Dionisio Sáez Chillón, tras lo cual se remitieron las actuaciones a esta Audiencia Provincial. QUINTO.- Recibidos los autos en este Tribunal, registrados, formado rollo y turnado de ponencia, se señaló para Deliberación y Fallo del citado recurso. FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO: Formula la representación procesal de Roberto recurso de apelación contra la sentencia dictada por el Juzgado de lo Penal de Segovia en el Procedimiento Abreviado nº 487/09 , por la que se que se le condenaba como autor de un delito de injurias a Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado del art. 504.2 del CP, en concurso ideal con dos delitos de injurias de los arts. 208 y 209 del citado cuerpo legal, y como autor de otro delito de injurias de los arts. 208 y 209 del CP , alegando los siguientes motivos de impugnación: 1º) Indebida aplicación de los arts. 504.2, 208 y 209 del CP , por desequilibrio con los hechos objeto de denuncia y falta de prueba de los elementos del tipo; 2º) Falta de denuncia del ofendido y por tanto del requisito de perseguibilidad exigido para las injurias de los arts. 208 y 209 del CP en relación con D. Evelio y D. Julio; 3º) Infracción por inaplicación del art. 20 de la CE; y 4º) Falta de prueba de los elementos esenciales del tipo imputado e infracción del art. 24 de la CE por inaplicación del principio in dubio pro reo. SEGUNDO: Aduce el recurrente al exponer el primer motivo de impugnación, que si bien reconoció los hechos, sin embargo no reconoció el ánimo de injuriar, sino el de criticar, aunque fuere cáusticamente; que ni siquiera los propios ofendidos lo manifestaron así; y que las expresiones manifestadas y recogidas en Sentencia no son graves, de manera que siendo aceptables incluso en medios radiofónicos, sin embargo para él constituyen un delito; apunta que otros términos habitualmente proferidos incluso a Fuerzas de Seguridad o políticos, no encuentran reproche penal. El motivo de impugnación debe ser desestimado en base a la extensa y acertada argumentación contenida en la Sentencia impugnada, que es plenamente compartida por esta Sala. La doctrina jurisprudencial viene exigiendo para poder apreciar la comisión del delito de injurias, la concurrencia de dos requisitos o elementos: uno objetivo, comprensivo de las expresiones proferidas o acciones ejecutadas en deshonra, descrédito o menosprecio de otras personas, fácilmente constatable por su objetividad; y otro de índole subjetivo o intencional, que exige que las frases o actitudes hayan de responder a un propósito específico de ofender, vilipendiar, desacreditar, vejar, menospreciar al sujeto pasivo del mismo, que es el denominado “animus iniuriandi”, configurador del elemento subjetivo del tipo injusto. Como expone el Ministerio Fiscal en su escrito de impugnación del recurso, el Tribunal Supremo ha señalado que la diferencia entre las injurias graves y las leves constitutivas de falta, - o incluso de la inocuidad de las expresiones vertidas o proferidas, - es circunstancial, correspondiendo al ponderado criterio judicial trazar la línea delimitadora entre las mismas, atendiendo al contenido de las expresiones y a las circunstancias de personas, tiempo, de lugar, ocasión etc. (STS 22 May. 1991, 19 Feb. 1992, 21 May. 1996 , entre otras). Y en el supuesto de autos, se comparte el criterio judicial que las calificó de graves, al tener en cuenta la insultante significación de las mismas, su reiteración y el daño susceptible de causar, en lo que obviamente influyó el hecho de haber sido expuestas durante varios días en una calle de una población pequeña. Por otra parte, no consta que las expresiones expuestas por el acusado en la cristalera de su garaje fueran consecuencia de una retorsión, de modo que pudiera afectar a la gravedad de aquéllas. A esta Sala se le escapa qué otras expresiones dirigidas a legítimos representantes democráticos de la localidad y a los integrantes de la Policía Local o de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, - en este caso, la Guardia Civil, pudieran ser más ofensivas, teniendo en cuenta que se trata de quienes deben velar y hacer respetar y cumplir las leyes y el Ordenamiento jurídico en general. Al Alcalde, Teniente de Alcalde y a la Policía y a la Guardia Civil se les tachó de violadores, bananeros y cobardes; a los integrantes de este último cuerpo además se les insultó utilizando el término peyorativo de "picoletos", diciendo también de ellos que eran mentirosos, amenazadores, falsificadores de documentos y necios. Al Policía Local Agapito se le insultó también llamándole violador y mentiroso, ridiculizándolo al aplicarle el apelativo de "pinocho". La expresión "bananero" es otro término peyorativo que hace alusión al estereotipo de República bananera. Aplicado a un país, lo define como políticamente inestable, empobrecido y atrasado, fundamentalmente por el alto nivel de corrupción de sus gobernantes - normalmente dictadores, - y de todos aquellos otros servidores del régimen o cercanos al poder, en el que la desobediencia de las leyes, las irregularidades, las arbitrariedades y los sobornos a los que se somete a los ciudadanos por parte de aquel círculo de poder, y en el que se suele incluir al cuerpo policial y militar, es moneda habitual de cambio y práctica corriente que afecta a todos los aspectos de la vida cotidiana. Este término continúa siendo usado en muchas ocasiones para describir de manera despectiva a ciertos gobiernos. Desde luego aplicar tal adjetivo a las primeras autoridades locales y a la Policía Local y a la Guardia Civil, no puede ser más ofensiva, insultante o deshonrosa. Lo mismo puede decirse del resto de las expresiones que se expusieron en la cristalera del garaje del recurrente a la vista de los vecinos. Y ante la evidencia y gravedad de los insultos, que son objetivamente por sí mismos deshonrosos, difamantes y desacreditadores de las personas o instituciones a las que se dirigen, el ánimo de injuriar está ínsito en ellos y se deduce de su propio sentido y contenido. Como la doctrina del Tribunal Supremo ha tenido ocasión de precisar en numerosas ocasiones (STS de 2 Dic. 1989, y 12 y 19 Feb. 1991, 28 Mar. 1995 , entre otras muchas) determinados vocablos o expresiones por su propio sentido gramatical son tan claramente insultantes o hirientes, que el ánimo específico se encuentra ínsito en ellos, poniéndose al descubierto con su simple manifestación, - lo que puede predicarse en el presente supuesto ante las expresiones utilizadas por el acusado, - de manera que corresponde a quien los utiliza acreditar que le movía otro ánimo diferente al de injuriar. No puede tomarse en consideración la alegación del recurrente referente a que su actuación vino motivada por un ánimo de criticar, y no de injuriar. Adujo en su escrito de defensa que todo fue una crítica a la actuación, o más bien dicho, a la falta de actuación de los agentes de la autoridad y de los responsables del Ayuntamiento, ante la situación que consideraba injusta y perjudicial a sus derechos e intereses, de no solventar el que de manera reiterada los usuarios de la vía pública y los servicios del propio Ayuntamiento obstruyeran el acceso a su plaza de garaje, Desde luego de la utilización de los vocablos enumerados anteriormente no se desprende una crítica, aunque se califique de cáustica, a esa falta de actuación de la Policía Local, Guardia Civil o representantes del Ayuntamiento, sino más bien un afán de vilipendiar e insultar. También refiere un episodio ocurrido el día 5 de enero de 2.005 para justificar su actuación y crítica, tras solicitar el auxilio de la Policía Local y de la Guardia Civil para que quedare despejado su acceso al garaje, con el resultado de ser incluso sancionado por estacionar indebidamente el vehículo mientras estaba a la espera de que se solucionare el problema. Dicha sanción fue posteriormente anulada por un Juzgado de lo Contenciosoadministrativo de Madrid. Nuevamente hay que decir que las expresiones utilizadas exceden de la crítica. Insiste en afirmar que fueron numerosas las irregularidades y falsedades cometidas, que además fueron puestas de manifiesto en el Procedimiento Abreviado seguido para la anulación de la sanción; pero lo cierto es que en ningún momento la Sentencia dictada refrenda su valoración de los hechos; sólo anula la sanción por considerar que, a pesar de que su vehículo se encontraba en un lugar donde no se podía estacionar, no apreciaba culpabilidad en el recurrente, ni consideraba su maniobra como de estacionamiento; sólo se ponía de manifiesto una clara divergencia a la hora de interpretar los hechos. Una de las acepciones de la palabra violador podrá ser la de infractor de la Ley, pero si no se matiza da lugar a equívoco, y cualquier persona puede entender o identificarla con agresor sexual; necio es igualmente entendido como un insulto en el contexto en el que fue utilizado; el calificativo de cobardes ninguna alusión hace a lo que supuestamente se pretende criticar; bananeros, picoletos o pinocho, son términos de por sí peyorativos e insultantes; en ningún momento se ha acreditado la realidad de las supuestas amenazas proferidas o la falsedad de los documentos aportados que puedan justificar los apelativos de amenazadores o de falsificadores. Por tanto, ninguna aplicación indebida de los arts. 504.2, 208 y 209 del CP se observa se hubiere cometido por la Juzgadora de instancia, siendo obvio que concurren los requisitos exigidos por la Jurisprudencia para poder apreciar los delitos por los que el recurrente fue condenado. Se ignora a qué expresiones se refiere el recurrente cuando afirma que incluso otros términos habitualmente proferidos a Fuerzas de Seguridad o a políticos no encuentran reproche penal; también si tales supuestos hechos fueron objeto o no de denuncia. Como ha quedado expuesto, el posible reproche penal dependerá de las circunstancias; y desde luego la frecuencia en el uso de expresiones insultantes similares no da la medida o el criterio de lo que debe ser sancionable. TERCERO: Alega el recurrente al exponer el segundo motivo de impugnación, que D. Evelio y D. Julio ya habían sido apartados de sus cargos con mucha antelación, no sólo a la celebración del Juicio, sino durante la instrucción, por lo que entiende que tendrían que haberse personado como acusación particular; que se debe entender que tanto uno como otro renunciaron a la acción civil y penal ejercitada por el Ministerio Fiscal, al no haber manifestado su voluntad de continuar con la reclamación, ni haber prestado declaración sobre la misma; que la referencia a ambas personas se produjo como consecuencia de ser los responsables de las competencias de resolución del expediente tramitado con motivo de una multa de tráfico impuesta, como se desprende del hecho de haber sido posteriormente anulada, y por tanto con motivo de su función pública y con ánimo de criticar. Dicho motivo de impugnación también debe ser desestimado. Y es que conforme a lo establecido en el art. 215 CP, si bien nadie podrá ser penado por calumnia o injuria sino en virtud de querella de la persona ofendida por el delito o de su representante legal, sin embargo cuando la ofensa se dirija contra funcionario público, autoridad o agente de la misma sobre hechos concernientes al ejercicio de sus cargos, se podrá proceder de oficio. El propio recurrente expuso en su escrito de recurso, que las referencia a D. Evelio y D. Julio – a la sazón Alcalde-Presidente y Teniendo de Alcalde del Ayuntamiento de El Espinar, - se produjeron “como consecuencia de ser los responsables de las competencias de resolución del expediente administrativo tramitado”, es decir, que se vertieron contra autoridades y por hechos concernientes al ejercicio de sus cargos, por lo que era factible la actuación de oficio del Ministerio Fiscal. A ellos no se refirió por sus nombres en la primera de sus "exposiciones", sino por sus cargos ("Alkalde" y "Tte Alkalde"). Por otro lado, las circunstancias para poder actuar de oficio deben darse en el momento de ocurrencia de los hechos e independiente de que con posterioridad cambien o desaparezcan, al igual que la concurrencia o no de los elementos integradores del tipo. No hay que perder de vista que los hechos que se enjuician ocurrieron durante diciembre de 2.006, no habiéndose acreditado que en tales fechas ya no ejercieran como autoridades locales. Tampoco puede entenderse que renunciaran a la acción civil y penal ejercitada por el Ministerio Fiscal, por no haber manifestado su voluntad de continuar con la reclamación, ni haber prestado declaración sobre la misma. La renuncia en todo caso debe ser expresa y terminante. Por lo demás, baste lo dicho en el anterior fundamento jurídico y lo que se expondrá a continuación. No se duda de que no pueda ser criticada la actuación de personas que ejercen funciones públicas, incluso con expresiones que puedan inquietar o disgustar a sus destinatarios; lo que ocurre es que tal libertad de expresión o crítica no ampara el insulto. CUARTO: Al exponer el tercer motivo de impugnación, aduce que en el presente caso se presenta un conflicto con la libertad de expresión contenida en el art. 20 de la CE, que se ejerce frente un agente de la Policía Local, Alcalde y Teniente de Alcalde, es decir, las fuerzas vivas de una pequeña localidad, por tratar de denunciar la lesión de otro bien jurídico. Se invoca la STC 104/1.986 . Dicho motivo de impugnación debe ser igualmente desestimado. Como establece el TC en su Sentencia 39/2005 de 28 de febrero , «si bien la legislación penal otorga una amplia protección a la buena fama y al honor de las personas y a la dignidad de las instituciones mediante la tipificación de los delitos de injuria y calumnia, este Tribunal ha declarado reiteradamente que el reconocimiento constitucional de las libertades de expresión y de información ha modificado profundamente la forma de afrontar el enjuiciamiento de los delitos contra el honor en aquellos supuestos en los que la conducta a considerar haya sido realizada en ejercicio de dichas libertades, pues la dimensión constitucional del conflicto hace insuficiente el criterio subjetivo del animus iniuriandi tradicionalmente utilizado por la jurisprudencia penal para el enjuiciamiento de este tipo de delitos que ahora, con arreglo a la doctrina de este Tribunal, no basta por sí solo para fundar una condena penal por un delito de injurias (SSTC 104/1986, de 17 de julio; 107/1988, de 25 de junio; 105/1990, de 6 de junio; 320/1994, de 28 de diciembre; 42/1995, de 18 de marzo; 19/1996, de 12 de febrero; 232/1998, de 30 de diciembre; 297/2000, de 11 de diciembre; y 2001, de 15 de enero). Ello entraña la necesidad de que el enjuiciamiento se traslade a un distinto plano, en el que el Juez penal debe examinar, en aquellos casos en los que se haya alegado el ejercicio legítimo de las libertades del art. 20.1 a) y d) CE , si los hechos no han de encuadrarse, en rigor, dentro de ese alegado ejercicio de los derechos fundamentales protegidos en el citado precepto constitucional, ya que, de llegar a esa conclusión, la acción penal no podría prosperar puesto que las libertades del art. 20.1 a) y d) CE operarían como causas excluyentes de la antijuridicidad de esa conducta (STC 104/1986, de 13 de agosto, reiterada en las SSTC 105/1990, de 6 de junio; 85/1992, de 8 de junio; 136/1994, de 9 de mayo; 297/1994, de 14 de noviembre; 320/1994, de 28 de diciembre; 42/1995, de 18 de marzo; 19/1996, de 12 de febrero; 232/1998, de 30 de diciembre). Es obvio que los hechos probados no pueden ser a un mismo tiempo valorados como actos de ejercicio de un derecho fundamental y como conductas constitutivas de un delito (TC SS 2/2001, de 15 de enero; 185/2003, de 27 de octubre)». Por tanto, lo primero que debe examinarse es si las palabras expuestas por el acusado en la cristalera de su garaje y que se recogen en los hechos que se declaran probados, se encuentran justificadas por el legítimo ejercicio del derecho de libertad de expresión, como defiende. Tanto el Tribunal Constitucional como el TS han reiterado el valor preponderante de las libertades del art. 20 de la Constitución. Como se declara en la STC 39/2005 antes citada, cuando las libertades de expresión e información operan como instrumentos de los derechos de participación política, debe reconocérsele, si cabe, una mayor amplitud que cuando actúan en otros contextos, ya que el bien jurídico fundamental por ellas tutelado, que es también aquí el de la formación de la opinión pública libre, adquiere un relieve muy particular en esta circunstancia, haciéndoles especialmente resistentes e inmunes a las restricciones que es claro que en otro contexto habrían de operar. Igualmente se dice en esa STC que, en estos casos, quedan amparadas por las libertades de expresión e información no sólo las críticas inofensivas o indiferentes, sino otras que puedan molestar, inquietar o disgustar» (STC 110/2000; en el mismo sentido, STC 85/1992, de 8 de junio, y SSTEDH, de 7 de diciembre de 1976, caso Handyside contra Reino Unido, y de 8 de julio de 1986 , caso Lingens contra Austria). En esa misma línea, el propio Tribunal Constitucional considera (STC 101/1990, de 11 de noviembre) que las libertades del art. 20 de la Constitución no sólo son derechos fundamentales de cada ciudadano, sino también condición de existencia de la opinión pública libre, indisolublemente unida al pluralismo político, que es un valor fundamental y requisito de funcionamiento del Estado democrático, que por lo mismo trascienden el significado común y propio de los demás derechos fundamentales. Coincide esta doctrina del Tribunal Constitucional con la que emana del TEDH, que en su Sentencia 38/2004, de 27 de mayo , caso Vides Aizsardzïbas Klubs contra Letonia, al interpretar el artículo 10, declara que la libertad de expresión constituye uno de los fundamentos esenciales de una sociedad democrática y una de las condiciones primordiales de su progreso y del desarrollo de cada individuo; y con la salvedad del párrafo segundo del artículo 10 , no sólo comprende las «informaciones» o «ideas» acogidas favorablemente o consideradas como inofensivas o indiferentes, sino también aquéllas que chocan, ofenden o inquietan; así lo quieren el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura sin los cuales no existe una «sociedad democrática; y como precisa el artículo 10 , el ejercicio de la libertad de expresión está sometido a ciertas formalidades, condiciones, restricciones y sanciones que deben no obstante interpretarse estrictamente, debiendo establecerse su necesidad de forma convincente (Sentencia de 23 de septiembre de 2.004 , caso Jersild contra Dinamarca). Como igualmente tiene declarado el Tribunal Supremo en Sentencia de 26 de abril de 1.991 , la libertad de expresión tiene la jerarquía propia de una garantía esencial de un Estado en el que se reconoce a la libertad y al pluralismo político el carácter de «valores superiores de su ordenamiento jurídico» (art. 1 CE) y que, consecuentemente no puede excluir el derecho a expresar las ideas y convicciones cuando éste aparezca como un interés preponderante sobre el honor, particularmente cuando se trata de la formación de la opinión pública en cuestiones político-estatales o sociales. A pesar de ello, no obstante la trascendencia y el carácter preponderante que se debe atribuir a la libertad de expresión, reconoce la propia CE en su art. 20.4 que no es un derecho ilimitado y absoluto, y que existen límites por el respeto debido a otros derechos fundamentales y en concreto hace expresa referencia al derecho al honor. Esto ha sido recogido también en Sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Así, en la STC 39/2005 de 28 de febrero se dice que el valor especial que la Constitución otorga a las libertades de expresión e información no puede configurarse como absoluto, puesto que, si viene reconocido como garantía de la opinión pública, sólo puede legitimar las intromisiones en otros derechos fundamentales que guarden congruencia con esa finalidad, es decir, que resulten relevantes para la formación de la opinión pública sobre asuntos de interés general, careciendo de tal efecto legitimador cuando las libertades de expresión e información se ejerciten de manera desmesurada y exorbitante del fin en atención al cual la Constitución les concede su protección preferente (STC 171/1990, de 12 de noviembre). Igualmente se declara que ello no significa en modo alguno que, en atención a su carácter público, las personas objeto de crítica queden privadas de ser titulares del derecho al honor que el art. 18.1 CE garantiza (SSTC 190/1992 y 105/1990). También en este ámbito es preciso respetar la reputación ajena (art. 10.2 CEDH, SSTEDH caso Lingens, de 8 de julio de 1986 y caso Bladet Tromsø y Stensaas, de 20 de mayo de 1999), y el honor, porque estos derechos constituyen un límite del derecho a expresarse libremente y de la libertad de informar (TC SS 232/2002, de 9 de diciembre; 297/2000, de 11 de diciembre; 49/2001, de 26 de febrero; y 76/2002, de 8 de abril). Se sigue diciendo que desde la STC 104/1986, de 17 de julio , se ha establecido que, si bien el derecho a expresar libremente opiniones, ideas y pensamientos dispone de un campo de acción que viene sólo delimitado por la ausencia de expresiones indudablemente injuriosas sin relación con las ideas u opiniones que se expongan y que resulten innecesarias para su exposición (TC SS 105/1990, de 6 de junio), no es menos cierto que también se ha mantenido inequívocamente que la Constitución no reconoce en modo alguno un pretendido derecho al insulto. La Constitución no veda, en cualesquiera circunstancias, el uso de expresiones hirientes, molestas o desabridas, pero de la protección constitucional que otorga el art. 20.1 a) CE están excluidas las expresiones absolutamente vejatorias; es decir, aquellas que, dadas las concretas circunstancias del caso, y al margen de su veracidad o inveracidad, sean ofensivas u oprobiosas y resulten impertinentes para expresar las opiniones o informaciones de que se trate (SSTC 107/1988, de 8 de junio; 1/1998, de 12 de enero; 200/1998, de 14 de octubre; 180/1999, de 11 de octubre; 192/1999, de 25 de octubre; 6/2000, de 17 de enero; 110/2000, de 5 de mayo; 49/2001, de 26 de febrero; y 204/2001, de 15 de octubre . El Tribunal Supremo igualmente se ha pronunciados sobre los límites al derecho a la libertad de expresión; y en la Sentencia de 26 de abril de 1.991 , se dice que el derecho a la libertad de expresión no alcanza a justificar intervenciones en el derecho al honor que afectan al núcleo último de la dignidad de las personas, que el ordenamiento jurídico sustrae a toda injerencia de parte de terceros. La singular significación de este ámbito de la personalidad determina que su afectación resulte en todo caso innecesaria, pues siempre será posible verter las opiniones más hirientes sin afectar el aspecto del honor que coincide íntegramente con el núcleo intangible de la dignidad de la persona. Consecuentemente, cuando la expresión del menosprecio se extiende a este núcleo último y más estrecho de la persona en cuanto tal, el ejercicio del derecho fundamental de la libertad de expresión resulta claramente contrario al principio de proporcionalidad y, por lo tanto, también innecesario, dado que el ejercicio de este derecho, como todos, está no sólo sometido al límite, más o menos flexible, que expresamente contiene el art. 20 CE , sino también, al respeto de los fundamentos del orden político y de la paz social que establece el art. 10. 1 CE . Por otro lado, la STS de 14 de febrero de 2.001 declara que el ejercicio de la libertad de expresión - como también el derecho a la información, - no puede justificar sin más el empleo de expresiones o apelativos insultantes, injuriosos o vejatorios que exceden del derecho de crítica y son claramente atentatorios para la honorabilidad de aquél cuyo comportamiento o manifestaciones se critican, incluso si se trata de persona con relevancia pública, pues la Constitución no reconoce el derecho al insulto (TC SS 105/1990, 85/1992, 336/1993, 42/1995, 76/1995, 78/1995, 176/1995 y 204/1997). Aplicando la doctrina jurisprudencial anterior al caso de autos, es cuestión esencial determinar si el ejercicio de la libertad reconocido en el art. 20 CE por parte del acusado cumple con las exigencias del principio de proporcionalidad y si se manifiesta o no constitucionalmente legítimo. Pues bien, por más que se examinen y se pongan en relación con la intencionalidad que manifestó el acusado le guiaba al hacerlo, - criticar la pasividad y las actuaciones irregulares que estimaba habían realizado el Alcalde y Teniente de Alcalde de El Espinar, el Cuerpo de la Guardia Civil y el Cabo de la Policía Local Sr. Agapito respecto del problema referente al bloqueo o imposibilidad de uso de su plaza de garaje, - no puede sino concluirse que, como se expuso con anterioridad y se expresa en la Sentencia de instancia, las expresiones utilizadas para con todos ellos resultan completamente ofensivas, insultantes, vejatorias y atentan al honor y a la dignidad de las personas e institución aludidas, por lo que, en este caso, el ejercicio del derecho fundamental de la libertad de expresión es contrario al principio de proporcionalidad y, por lo tanto, absolutamente innecesario, superándose con mucho lo que pudieran considerarse como críticas hirientes, molestas o desabridas, de manera que lo expresado en modo alguno puede quedar justificado por el legítimo ejercicio del derecho de libertad de expresión. Del tenor literal de las expresiones nada subyace sobre esa posible crítica que dice el acusado que realizó al exponerlas en la cristalera de su garaje, sino sólo insultos y descalificaciones gratuitas y desproporcionadas que resultan innecesarias si lo realmente perseguido fue el denunciar una actuación que consideraba contraria a Derecho, cuestión que por lo demás no ha llegado a acreditar, más allá de su falta de culpabilidad en los hechos que motivaron la sanción que se le impuso y que quedó definitivamente anulada. QUINTO: Por lo que se refiere al último de los motivos de impugnación alegado, se aduce que falta la acreditación del animus iniurandi y de dolo, siendo su intención la de criticar; que el Sr. Evelio no supo responder a la pregunta de cuáles de las expresiones le produjeron la afección indicada por el Ministerio Fiscal, que sonrió al preguntársele si se sintió ofendido por llamarle "bananero", y que nada dijo sobre el dolo; que el Sr. Julio no llegó a declarar; que lo que quedó acreditada a través de la testifical de Dña. Asunción fue la animadversión de la acusación particular hacia el imputado, y que las expresiones que el Sr. Agapito profirió no concuerdan con los principios legales ni con una recta conducta moral, planeando un oscuro velo sobre la motivación de su denuncia. Sobre la existencia del animus inuriandi y dolo en la actuación del condenado baste lo expresado ya con anterioridad. Y la posible animadversión que el acusador particular tuviere hacia él, en nada afecta. A lo más podría restarle valor probatorio a lo que declarase en el Juicio. La objetividad de los hechos probados en los que se basó la condena no ha sido cuestionada; incluso fueron reconocidos por el propio condenado; y en cualquier caso, tampoco fue tomada en consideración a tales efectos la declaración del propio acusador particular, puesto que ni siquiera llegó a declarar en Juicio. Las razones por las que llegare a presentar su denuncia, por muy ruines o abyectas que pudieran ser, no empecen a la tozudez y realidad de los hechos, que es precisamente lo que debe ser objeto de valoración y prueba. SEXTO: De conformidad con lo establecido en el art. 239 de la LECr , las costas procesales se impondrán al recurrente. FALLAMOS Que debemos desestimar y desestimamos el recurso de apelación formulado por la representación procesal de Roberto contra la Sentencia de fecha 12 de abril de 2010 dictada por el Juzgado de lo Penal de Segovia en el Procedimiento Abreviado nº 487/09 , condenado expresamente al recurrente al pago de las costas procesales causadas en esta alzada. Así por esta sentencia, que será notificada a las partes en legal forma haciéndoles saber que contra la misma no cabe recurso ordinario alguno, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. PUBLICACIÓN.- Leída y publicada fue la anterior sentencia por el Ilmo. Sr. Magistrado Ponente D Ignacio Pando Echevarria, estando el mismo celebrando Audiencia Pública en el día de la fecha, certifico.