Las condiciones durante la República.

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Paretti, Luigi, El Mundo Antiguo; del 1200 a.C. al 500 d.C., en UNESCO, Historia de la Humanidad, T. 11,
Barcelona, Planeta, 1966, págs. 408 ss.
[408] 1 LA SITUACIÓN SOCIAL EN ROMA
Hemos hablado ya de las causas y la historia de la caída del poder real en Roma; también de las más antiguas
magistraturas colegiadas, un praetor maximus y un praetor minor (de prae-ire, es decir, «jefes»), que tenían el apoyo de
cargos menores. En tiempos de crisis excepcional, el poder se daba, por la duración de una campaña o por seis meses, a
un dictador, ayudado por un magister equitum. La caída de los reyes extranjeros tuvo graves resultados en los aspectos
económico y social. Se perdió la hegemonía del Lacio, cuyo establecimiento había sido obra de la monarquía; la agricultura
[409] se deterioró, porque se hizo imposible mantener las costosas obras de avenamiento efectuadas por los príncipes
etruscos. El pueblo se vio apretado en una estrecha zona de tierra que había sido dividida en lotes tan pequeños que era
frecuente estar al borde del hambre; tanto el comercio marítimo como el de tránsito a través del Lacio quedaron
paralizados, con el resultado de una escasez de oro y también de materias básicas para las nacientes industrias. El
patriciado, sin embargo, se había constituido en una casta cerrada y pudo mantenerse. Su poder procedía de la posesión
de grandes fundos y de clientes agregados a cada individuo y familia; además, tenía en sus propias manos la totalidad de
magistraturas, cargos sacerdotales, tribunales y mandos del ejército.
La plebe quedó dividida gradualmente en dos secciones, que a veces colaboraron, pero otras no lo hicieron. Una consistía
en los plebeyos más ricos, frecuentemente dientes o dependientes de los patricios; esta sección quería igualdad política,
es decir, paridad en el voto y la elegibilidad para todos los cargos. La otra sección estaba formada por los dueños de lotes
de tierra insuficientes, así como por los que carecían totalmente de tierra y los desocupados, cuyas reivindicaciones eran
esencialmente económicas y sociales. Estas dos facciones libraron batalla, pero la primera, aunque siempre pudo contar
con el apoyo de la segunda, se mostró a veces despreocupada por los intereses de sus aliados.
La primera secesión armada de la plebe en el 494 Ilevó a la creación de los tribuni plebis, dos en número, que eran
magistrados privados de los plebeyos y asumían la protección de la clase. Fueron declarados «sacrosantos», en cuanto
los plebeyos se obligaban por juramento a defender su inviolabilidad con cuantas fuerzas pudieran disponer; se les agregó
como tesoreros dos aediles plebeyos, conocidos como «cereales». Los tribunos presidían asambleas de aquellos plebeyos
que estuvieran alistados en tribus (los posteriores comitiá tributa) y, en el 492, una asamblea así obtuvo entregas de grano
del gobierno para afrontar un período de hambre. Una de las demandas más urgentes, determinada por la recurrente
hambre de tierra, fue la división entre los plebeyos de las innecesariamente grandes extensiones de ager publicus
ocupadas por los patricios. Los patricios se resistieron a esto hasta la muerte y, en el 486, ejecutaron al pretor Espurio
Casio porque se había declarado en favor de una nueva distribución.
Entre el 482 y el 471, se introdujo un nuevo sistema de «centurias», en un esfuerzo por establecer una profunda
separación entre los plebeyos ricos y los pobres. 2 La población fue dividida en centurias, agrupadas por calificaciones del
censo en cinco «clases», fuera de las cuales estaban las centurias de los «caballeros», formadas con los primeres urbis.El
sistema fue dispuesto de modo que, en los comitia centuriata, las centurias de los caballeros y las de la primera clase (en
la que estaban alistados los plebeyos ricos) reunieran más de la mitad del total de unidades de voto. Como reacción frente
a esto, el número de tribunos fue elevado en el 471 3 a cinco y en el 457 a diez, números que correspondían a los de las
clases, con cada una de las cuales, pues diferían en censo y propósitos, estaban ligados uno o varios tribunos; esta
iniciativa, sin embargo, tuvo escaso resultado. En el 456, los plebeyos llevaron a cabo con éxito un plebiscito para una
nueva distribución de la tierra del Aventino, con indemnización para los patricios desposeídos. Durante muchos años, a
partir del 462, los patricios se resistieron a una propuesta de nombramiento de decemviri, cuya misión sería redactar un
código escrito de leyes; esta junta fue finalmente designada en el 451, con suspensión por un año de todas las otras
magistraturas. Cuando, al término del año, se vio que sólo habían sido redactadas diez tablas, se convino en designar un
Ya que se trata de un texto transcrito del original, se ha indicado el número de la página entre paréntesis cuadrados. M.C.
La tradición romana, de modo principal, atribuyó la formación de las centurias a Servio Tulio, rey a mediaos del siglo VI. Pero tanto la fecha como
el motivo de su creación son muy discutibles y es improbable que se haga más luz sobre esta cuestión. Para un resumen de opiniones
contradictorias, véase H. H. Scullard, A History of the roman World, 753-148 BC (2° edición, Londres, 1951).
3 Estas y otras fechas de los primeros tiempos republicanos son en su mayoría las dadas por Tito Livio.
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segundo colegio para el 450, esta vez con la mitad de sus miembros plebeyos; sin embargo, después de redactadas otras
dos tablas, se tropezó con la oposición de patricios y plebeyos (por razones contrarias) y el funcionamiento de la junta fue
interrumpido por la violencia. El resultado de este trabajo fue una serie de leyes que se ajustaban a las condiciones arcaicas de un pueblo entregado a un tipo atrasado de agricultura y que poseía muy severas nociones de derecho y moral. Sin
embargo, se logró la sanción de una ley que prohibía aplicar la pena capital a cualquier ciudadano sin un juicio del pueblo,
principio que fue refirmado en el 449 por una de las leyes sancionadas por los pretores Valerio y Horacio, a efectos de que
ningún magistrado pudiera pronunciar la sentencia de muerte sin la posibilidad de provocatio (apelación al pueblo), Otra
decisión de estos pretores declaró que cualquiera que hiciera daño a un tribuno o cualquier otro magistrado plebeyo
quedaba «fuera de la ley».
En el 445, Cayo Canuleyo propuso abolir la prohibición de matrimonios entre patricios y plebeyos y, después de acalorado
debate, la propuesta fue aprobada. Otra propuesta fue la de que se eligieran cada año un pretor patricio y otro plebeyo,
pero la decisión sobre ella fue aplazada hasta la [411] terminación de la guerra entonces en curso, y al año siguiente (444)
fue suspendida la elección de pretores. 4 Sus poderes fueron entregados a tribuni militum cuyo número (3, 4, 6 u 8) variaba
de año en año, de acuerdo con las necesidades de las guerras que se estaban librando simultáneamente contra muchos
estados extranjeros; estos tribunos eran elegidos, por su capacidad técnica, entre los patricios, pero desde fines de siglo
también se eligió a plebeyos. Entretanto, para evitar irregularidades en la tasación de las calificaciones censales, que
influían en el empadronamiento de las clases y en la determinación de las obligaciones fiscales y militares, los patricios
instituyeron a nuevos funcionarios llamados «censores», quienes tenían que censar cada cuatro o cinco años. En el 421,
fueron incluidos plebeyos entre los quaestores aerarii, que guardaban el tesoro del Estado; y, en el 406, el stipendium
militar fue fijado a un tipo que permitió a los plebeyos más pobres procurarse sus propias armas y evitar una ruina completa
en las largas y frecuentes guerras del período.
Debe decirse algo sobre las relaciones exteriores de Roma y los métodos que utilizó para mantener la nueva hegemonía
que estableció en el centro de Italia en el siglo V. Después de derrotada la «coalición latina», Roma hizo, en el 493, una
alianza defensiva con los latinos en términos de igualdad (la foedus Cassianum), pero, con el mando reservado a
generales romanos. Esto significó que las conquistas de Roma en el sur y el este fueron comunes a las dos partes de la
alianza; de esto se originó el concepto de «colonias latinas» , así como la forma que adoptaron estas colonias, en las que
los dos pueblos participaban a partes iguales. Los hérnicos, con quienes se concluyó una nueva foedus en el 486, fueron
admitidos como una tercera parte. Pero más adelante, cuando Roma tuvo que defenderse sin ayudas contra los sabinos y
los etruscos y pasó luego a conquistar el territorio de estos adversarios, fue natural que se fundaran colonias puramente
romanas, con colonos alistados en las tribus rusticae («tribus rurales») de Roma. Por tanto, la nueva hegemonía fue
desigual: el poder de Roma fue absoluto en Etruria y el país de los sabinos, pero en el sur ejerció un condominio con otros
pueblos.
LA EVOLUCIÓN INTERIOR HASTA LA PRIMERA GUERRA PÚNICA
El sitio y saqueo de Roma por los galos en el 390 a. C. (según la cronología griega, el 387-386) no supuso solamente la
pérdida de la mayor parte del ejército romano y el incendio de las calles, sino que fue seguido de la revuelta de muchos
aliados; fueron éstos los etruscos, los volscos y los ecuos, así como buena parte de los latinos y hérnicos. Esta gente, que
había comenzado a temer a su poderoso aliado y deseaba prevenir el riesgo de verse transformada en satélite, juzgó que
el repentino hundimiento del prestigio de Roma proporcionaba una buena ocasión para separarse y revisar sus tratados.
Fue bueno para Roma que cierto número de ciudades y colonias se mantuvieran leales, pues éstas no sólo formaron un
anillo defensivo, sino que erigieron barreras que rompieron la continuidad territorial de los enemigos.
Roma, pues, reanudó con vigor su obra de conquista imperialista y, al cabo de medio siglo, hacia el 325 poseyó, directa o
indirectamente, todo el centro de Italia. Sus dominios iban, en la costa del Tirreno, de Sutrium (Sutri) y Nepete (Nepi), en el
norte, a Nuceria Alfaterna (Nocera Inferiore), en el sur y, en la costa del Adriático, del valle del Aterno al norte de Apulia.
Fue la empresa de hombres como Lucio Furio Camilo, y de otros que le ayudaron en la tarea o la continuaron, concebir un
nuevo vasto sistema de organización en el que todos los antiguos métodos de tratar a aliados y derrotar a enemigos, hasta
entonces utilizados empíricamente y sin distingos por los romanos, fueron empleados juntos conforme a principios bien
La tradición llama anacrónicamente cónsules a los pretores, utilizando el nombre adoptado en el 366, por la misma razón se dice que los tribuni
militum posteriores son consulari potestate
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definidos. Era esencial impedir que ciudades que habían sido puestas en la órbita de Roma reconstruyeran coaliciones
políticas o militares contra la ciudad madre. Al mismo tiempo era importante relacionar, individualmente, el trato de cada
ciudad con los servicios o los daños que hubiera ofrecido o hecho a Roma y que todas ellas comprendieran que su
posición legal y material no quedaba fijada para siempre, sino que podía cambiar para bien o para mai, según fuera la
futura conducta que tuvieran. Se establecieron, pues, diversos grados de condición, como los peldaños de una escalera,
que cada cual podía subir, pero también bajar. Era igualmente deseable interponer regiones de un tipo entre las de otro, de
modo que se fomentara la emulación y se frustraran las combinaciones hostiles; por otra parte, los ciudadanos romanos
que habían sido asentados individualmente (viritum) en comarcas conquistadas debían quedar asegurados por la
fundación, junto a ellos, de colonias compactas, dispuestas a defender a sus vecinos y a salvaguardar la posesión por
parte de Roma de los territorios en cuestión. Pero la tarea más importante fue ligar los pueblos conquistados a Roma con
lazos cada vez más fuertes y ampliar el núcleo [412] representado por el elemento dominante en proporción al tamaño de
sus dominios. Roma manejó este problema del modo más liberal y humano posible. 5 Los pueblos que se mostraron más
amigos y eran más afines en raza a Roma fueron gradualmente admitidos en la plena ciudadanía romana; en cambio, para
los pueblos leales de raza relativamente distinta se ideó un nuevo método experimental, conforme al que se respetó en
parte su autonomía, con el que adquirieron una especie de semi ciudadanía. Este último método no infringió la estructura
de la potencia dominante, que conservó la plena iniciativa en las esferas política y militar. Estas varias formas de condición
deben ser ahora examinadas con más detalle.
La primera concesión de ciudadanía romana a un aliado fue la hecha por Camilo a Tusculum: el primer asentamiento de
romanos en territorio conquistado, en las primeras dieciséis «tribus rurales» se remonta al 495; en el 318 se formó la
vigésimo séptima de estas tribus. En ellas solía empadronarse también a los habitantes de cualesquiera comunidades
existentes (como Tusculum, Aricia o Lanuvium) a las que se hubiera concedido la ciudadanía romana. En las tribus rurales
que carecían de poblado y en comarcas donde la localidad más próxima estaba demasiado distante, Roma organizaba
aldeas donde pudieran celebrarse reuniones, mercados y ceremonias religiosas. Se las llamó conciliabula y a ellas fueron
agregados varios foros a lo largo de los principales caminos. Ambos tipos de fundación fueron frecuentemente los núcleos
de donde surgieron nuevas poblaciones.
Junto a las tribus había una nueva serie de colonias, tanto romanas como latinas. Las primeras estuvieron originalmente
situadas tanto en el interior como en las costas, pero en tiempos posteriores fueron generalmente marítimas. Estaban
compuestas de ciudadanos romanos, instalados a veces en lugares donde había existido una anterior comunidad y a veces
en lugares nuevos; a cambio de los deberes de defensa- que asumían sus ciudadanos eran eximidos del servicio militar
ordinario. Estos ciudadanos, aunque siempre considerados como parte del pueblo romano, disfrutaron de cierto grado de
autonomía; tenían también sus propios magistrados, inspirados en los de Roma, con funciones limitadas en las esferas
administrativa, financiera y judicial. El nombre de «colonia latina» , en cambio, se dio a una localidad formada por no
romanos y también por romanos que optaban por participar en ella. Lo último fue posible en los primeros días, pues las
colonias latinas disfrutaban de una mayor autonomía y esto parecía suponer una condición más favorable en una época en
que la plena ciudadanía no incluía, como incluyó después, un conjunto de ventajas y privilegios. La condición de estas
colonias fue, por consiguiente, análoga a la de los cives sine suffragio (ciudadanos sin derecho de voto) mencionados a
continuación. Porque Roma no enviaba colonias a las ciudades más amigas, sino que les daba una recompensa por sus
servicios; entre ellas, aunque todas eran llamadas municipia, algunas tenían plenos derechos de ciudadanía y otras
quedaban sine suffragio, to cual suponía que sus habitantes no podían votar en Roma ni convertirse en magistrados
romanos. Eran autónomas, con sus propios magistrados y consejos y en considerable medida con su propia organización
judicial; tenían además derechos de connubium y commercium (derechos de matrimonio y de comercio) con Roma. Sólo
después esta condición favorable se convirtió en la práctica en una disminución de derechos.
El professor Ch. Th. Saricakis protesta contra el use de palabras como éstas para describir la política romana. Cita a Taübler, Imperíum Romanum
(Leipzig. 1913. Pág. 239), en apoyo de la opinión de que Roma fue siempre puramente egoísta. Tiene razón al recalcar que, en la segunda mitad
del siglo III en adelante, Roma mostró una brutalidad que escandalizó a los griegos contemporáneos cfr. Polibio, XI, 5, 6) y una falta de escrúpulos
en la diplomacia que ha escandalizado a la mayoría de las generaciones posteriores. Sin embargo, en su anterior política en Italia, aunque
indudablemente concebida en propio interés y por consiguiente amoral, fue notablemente previsora; carecía de fundamento (véanse lar labras
atribuidas al imperador Claudio por: Tácito, Annales, XI; 24) afirmar que el trato liberal que dio a tribus y ciudades conquistadas, en su primer
período por lo menos, constituyó el cimiento su prolongado dominio.
5
Los pueblos que siguieron siendo socii estaban ligados a Roma por un tratado. Algunos tenían foedera aequa (tratados
sobre bases de igualdad), con obligaciones defensivas, pero con el derecho a decidir la paz o declarar la guerra por propia
cuenta, aun que estaban constreñidos a dar paso por sus países a ejércitos romanos. Estos pueblos eran pocos en número
y estaban en su mayoría alejados de Roma. Algunos de ellos tenían que proporcionar ayuda en cuotas convenidas, por
tierra y mar. Pero la mayoría de los foedera eran iniqua (instrumentos unilaterales ideados en interés de Roma, sin ningún
intento de igualdad). Estos aliados estaban obligados a proporcionar contingentes militares organizados como tropas
auxiliares bajo prefectos roma nos; no se les permitía hacer la guerra o nuevas alianzas y, si se veían envueltos en
disputas, tenían que aceptar el arbitraje de Roma. Aparte los socii, había pueblos ligados por indutiaeo treguas voluntarias;
otros más respondían a la condición de una relación general de amicitia (amistad). La permanencia de esta última relación
variaba, pero normalmente incluía la obligación de no ayudar a los enemigos de Roma.
LAS LUCHAS ENTRE PATRICIOS Y PLEBEYOS
Veamos ahora la reorganización interna que Roma experimentó durante este medio siglo. El desastre gálico había iniciado
de nuevo la lucha por una definición de los respectivos poderes y funciones de patricios [413] y plebeyos, con nuevos
ataques de los plebeyos contra el monopolio patricio de las magistraturas y los altos cargos. Sus demandas fueron
aceptables desde el principio para patricios ilustrados como Furio Camilo y constituyeron la base para el intento de tiranía
efectuado por Manlio Capitolino. Después que los tribunos las sostuvieron con fervor durante un período de diez años,
tuvieron finalmente como resultado la aprobación de las «leyes licinias» en el 367 a. de C. Estas leyes redujeron las
deudas, limitaron a 500 iugera la extensión de tierra pública que pudiera poseer una sola familia y pusieron fin al mandato
de los tribunos militares. De nuevo fueron designados dos magistrados principales anuales al estilo de los anteriores
pretores, pero hubo modificaciones importantes y en adelante fue posible para los plebeyos ejercer el cargo. Los nuevos
magistrados, a los que se llamó «cónsules», eran un colegio regular en el que cada miembro tenía los mismos derechos
que el otro y podía vetar la acción de su colega (intercessio); cada uno de ellos estaba facultado para convocar al senado o
al pueblo con objeto de que lo orientaran y ambos podían estar ausentes de Roma en la conducción de la guerra, pues la
administración de justicia en la ciudad fue confiada a una nueva autoridad, el praetor urbanus. Al principio, es cierto, los
patricios, movilizando a sus clientes y provocando disturbios, pudieron impedir durante una serie de años después del 366
la elección de cualquier plebeyo. Sin embargo, en el 356 nos encontramos con el primer dictador plebeyo y en el 351 con el
primer censor plebeyo; por otra parte, plebeyos y patricios ejercieron los cargos en años alternados como aediles ceriales
(lugartenientes de los cónsules para la policía de la ciudad, la inspección de los mercados, la guarda del tesoro y otras
funciones). Esto incorporó a los Miles plebeyos al sistema regular del Estado y, de modo gradual, los tribunos quedaron
convertidos en una de las organizaciones naturales del Estado. Se les permitió convocar al senado y hablar y formular
propuestas en sus reuniones; más adelante, los plebiscitos ratificados por el senado fueron reconocidos como equivalentes
a leyes estatales.
También se atribuye a Furio Camilo la reorganización del ejército, en el que la falange fue reemplazada por el más flexible
orden de batalla «manipular». Era una formación entrelazada en tres líneas, cada una de ellas con un distinto tipo de arma,
adecuado a la edad del hombre y a la tarea que tenía que cumplir. El lugar de un hombre en campaña estaba determinado
por consideraciones técnicas, ya no por la riqueza.
A los plebeyos ricos, es cierto, les interesaba la obtención de igualdad con los patricios dentro de una constitución que
seguía siendo un baluarte oligárquico de los opulentos, nobles y plebeyos. Sin embargo, se tomaron algunas medidas en
ayuda de las clases inferiores. En el 357 se rebajó el interés de los préstamos y en el 352 los deudores en mora recibieron
adelantos de fondos del Estado. Todo fue demasiado poco para quienes estaban dedicados a luchar en las guerras que
libraba Roma por la posesión del centro de Italia y veían cómo desaparecían mientras tanto sus medios de vida. Después
de¡ fracaso de una rebelión del ejército, que trató de apoderarse de las tierras de Campania, fueron sancionados el mismo
año (326) una serie de plebiscitos. Según Tito Livio, se estableció en ellos que «los préstamos a interés quedaban
prohibidos, que nadie podría ejercer de nuevo el mismo cargo hasta transcurridos diez años, que nadie podría ejercer dos
magistraturas en el mismo año y que ambos cónsules podrían ser plebeyos». El mismo autor declara que este año «fue
para la plebe romana como un segundo comienzo de libertad, porque se puso término al encarcelamiento por deudas».
Entretanto, el progreso de la conquista llevó a cambios constitucionales. La asamblea del pueblo, en sus centurias, se
estaba haciendo menos representativa de la voluntad de los ciudadanos porque muchos de ellos vivían muy lejos de la
ciudad. Al mismo tiempo, los cónsules estaban frecuentemente fuera de Roma por largo tiempo, en campañas, Fue, por
consiguiente, inevitable que la dirección de los asuntos públicos se centrara en el senado, un cuerpo que estaba
compuesto de los mejores hombres de todas las facciones, elegidos a conciencia por los censores, y en condiciones de
asegurar la estabilidad y la continuidad de una política. Los senadores salían principalmente de las más ricas a ilustres
familias patricias y plebeyas, las que producían generales y diplomáticos, legisladores y administradores. Sin embargo, el
endurecimiento de la tradición tendió a producir un tipo uniforme entre sus miembros, y se creó así una oligarquía
gobernante agrupada en torso a un reducido número de familias. Esto frustró la iniciativa de ton individuos y contuvo
cualquier intento de imponer una dictadura, pero también debilitó el poder de los magistrados, que eras ya también
demasiado escasos para abarcar el creciente número de asuntos y las nuevas tareas que estaban surgiendo a cada paso.
Porque el aumento de los problemas políticos estuvo acompañado de nuevos problemas de una clase económica. [414] La
destrucción de bosques, con la resultante erosión de la capa superior del suelo, estaba cambiando el carácter de los
distritos más próximos a Roma, haciéndolos pasar de tierra arable a tierra de pastos, y se hizo esencial conquistar nuevas
tierras para la producción de cereales. Al mismo tiempo, estaba circulando con más amplitud la moneda de bronce y, con
ella, se estaba elevando el nivel de vida de los ricos, pero tan clases menos acomodadas se veían ante precios más altos y
mayores deudas. Esto fue compensado en parte por las ocupaciones que procuraba el resurgimiento de¡ comercio de
tránsito y de la pequeña industria.
Al término del siglo IV, la lucha política había revelado en Roma tres partidos políticos principales. El primero, que en esta
época tuvo a su representante típico en Quinto Fabio Máximo Ruliana, fue estrechamente patricio a intransigentemente
conservador, opuesto a cualesquiera nuevas concesiones a la plebe. El segundo, un partido moderado representado por
Apio Claudio, se pronunció por una calificación censal directa para el ejercicio de los derechos políticos y civiles, y se
mostró dispuesto, por consiguiente, a conceder un lugar entre las clases privilegiadas (compuestas principalmente en este
tiempo por terratenientes, tanto patricios como plebeyos) a nuevos ricas que habían hecho sus fortunas en el comercio y la
industria; por razones tradicionales, sin embargo, las cargos religiosos estuvieron confinados a (a antigua nobleza. El tercer
partido estaba compuesto de plebeyos ilustres como Decio Mus. Procuraba utilizar alas plebeyos, fuera cualquiera su
condición social, para quebrantar a los optimates y estaba dispuesto a sostener las demandas de (os más humildes entre
fa plebe
.
LA CRECIENTE IMPORTANCIA DEL SENADO
Mientras Apio Claudio fue censor, y más adelante durante su consulado, la posición social de las clases más pobres
mejoró mucho con su empleo en la construcción de la vía Apia y el acueducto apiano (Aqua Appia). Además, los miembros
más ricos de la plebe, que par carecer de bienes territoriales habían sido confirmados en la clase más baja del censo y no
estaban empadronados en tribus, se aseguraron en este tiempo el empadronamiento en la tribu de su elección y en el
grupo del censo que correspondía a su verdadera condición económica en la sociedad. Esto permitió al Estado gravarlas
proporcionalmente y constituyó una medida [415] particularmente favorable para hijas de libertos; muchos de éstos eran
extranjeros de buenas familial que habían servido como esclavos en las más nobles y ricas casas de Roma y
representaban, por consiguiente, la sección más culta y dinámica entre los plebeyos.
Los aristócratas, dirigidos par Ruliano -que fue censor en el 304-, consiguieran Iimitar la influencia de tas nuevos
ciudadanos confinándolos en las «tribus urbanas», con el argumento de que tales personas eran esencialmente residentes
de la ciudad. Esto permitió a los aristócratas preservar su libertad de maniobra en el empleo de sus clientes de las tribus
rurales. Sin embargo, no impidió cierta cantidad de nuevas incorporaciones a la clase gobernante, como la vemos en fa
carrera de Cneo Flavio (hijo de un liberto Ilamado Annío), quien logró ser elegido para varias magistraturas y se convirtió
en senador en recompensa por sus servicios como escriba de Apio Claudio. Había redactado una lista, que podía ser
consultada por todos, de los días fastos en los que cabía obtener justicia, y publicado un folleto que contenía las acciones
o normas procesales para los pleitos, lo cual había sido hasta entonces atribución secreta de los pontífices, que la habían
empleado según les agradara.
El poder del pueblo y de sus comicios para limitar las decisiones arbitrarias de sus magistrados continuó creciendo, al igual
que la penetración de los plebeyos en los diversos cargos. Desde el 362, algunas de los tribunos militares en las legiones
habían sido designados por voto popular: en el 321, el número se elevó a doce y, en et 311, a dieciséis, de un total de
veinticuatro tribunos en cuatro legiones. En este último año los duoviri navales (comisarios encargados del equipamiento y
del mando de la filota) también fueron elegidos por et pueblo. En el 300, el tribuna Ogulnio y su hermano Gnea lograron
que los cargos religiosos quedaran al alcance del orden plebeyo: el número de miembros de los colegios de pontífices y
augures fue elevado en coda uno a nueve, de los que cuatro pontífices y cinco augures fueron plebeyos.
También en el 300, la lex Valeria prohibió la flagelación o ejecución de un ciudadano sin apelar al pueblo.
Sin embargo, estas reformas fueran insuficientes para que la constitución se hiciera democrática. Fueron esencialmente los
plebeyos ricas -la nueva nobleza de la riqueza, incluidos hombres que servían en la caballería a sus propias expensasquienes se aseguraron la elección a manos militares, arrebataron cargos y privilegios a la nobleza de nacimiento y
conquistaron apoyo en los comicios. Estos comicios, como el cuerpo de ciudadanos estaba tan disperso por territorios
alejados de Roma y como el ciudadano ordinario no tenía derecho a proponer medidas ni siquiera a hablar, se hicieron
cada vez menos representativos de los intereses generales de las masas. Sería equivocado considerar las últimas luchas
entre patricios y plebeyos antes de la primera guerra púnica como un conflicto de clases entre ricos y pobres; un conflicto
así existió, como lo hemos mostrado, pero no dejó huella definida en la historia. En realidad, los patricios y plebeyos que
estaban luchando por el poder eran todos esos miembros de las clases más ricas, y el desenlace no fue una victoria de
una sección sobre la otra, sino la formación de un poder dual compuesto por el senado, donde la antigua nobleza siguió
teniendo superioridad, y los comicios, dominados por las familias plebeyas más poderosas. En términos generales, el
Estado romano fue en este tiempo una plutocracia, fueran nobles o plebeyos sus gobernantes.
Las clases más pobres de la plebe fueron cada vez más olvidadas y tuvieron que librar sus propias batallas. Sus penurias
debieron de llegar a los últimos extremos cuando, a pesar de la intervención del Estado para aliviar el hambre del 299 y las
pestes del 295 y del 293 y a pesar de las multas y otros castigos impuestos a los usureros, la lucha estalló de nuevo con tal
violencia que, en el 287, la plebe se apartó. Quinto Hortensio logró aplacarla con la seguridad de que el senado daría su
ratificación preliminar a todos los plebiscitos, que así adquirían la fuerza de leyes. El primer plebiscito que se convirtió
automáticamente en ley de este modo fue uno que interesó alas clases más pobres, en cuanto canceló ciertas deudas y
redujo otras. Pero el funcionamiento subsiguiente de la medida de Hortensio favoreció principalmente a los plebeyos ricos,
la clase que en el 280 logró que fuera elegido el primer censor plebeyo.
La ascensión al poder de esta nueva nobleza del dinero tuvo su efecto en la economía en general y contribuyó al
constructivo esfuerzo que puso a Roma en el mismo nivel que las más grandes potencias del Mediterráneo, ya como
dueña de la península italiana. Una indicación de este rápido desarrollo fue la aparición de moneda de plata de acuñación
romana en el 269. 6 En el campo constitucional se manifestaron otros efectos, como el creciente desvío de los principales
magistrados respecto al senado. Como las guerras se libraban en este tiempo por largos períodos y a gran distancia de
Roma, comenzó la práctica de prolongar los mandos más allá de un año, y esto hizo que magistrados se independizaran
cada vez [416] más del senado, aunque también permitió que el senado les atribuyera la culpa de cualquier derrota. Al
mismo tiempo, el senado se estaba convirtiendo más efectivamente que nunca en la fuerza motriz del Estado. Era el único
órgano capaz de ejercer con alguna continuidad la política y de superar Las consecuencias de la rotación anual de
cónsules y pretores. Era también el gran repositorio de experiencia técnica, ganada en la variedad de campos en que sus
miembros habían mandado o funcionado de otro modo. Al final, el senado se atribuyó el mérito de toda victoria y toda
proeza y de esta manera realzó tanto la medida como la permanencia de su propio prestigio.
Entretanto, los métodos que tenía Roma de ejercer su dominio estaban experimentando un cambio gradual. Cuando en el
264 el gran organismo político del Estado romano y sus aliados abarcó toda la península, de Pisa y Ariminum al estrecho
de Messina, sólo aproximadamente la cuarta parte de esta zona comprendía territorio ciudadano y tierras bajo el dominio
directo de romanos, una décima parte pertenecía a Latinos y colonias latinas y todo el resto (un territorio tres veces mayor
que el del ager romanus) estaba en manos de «aliados». Esto indica indudablemente una alteración en el sistema de la
«escala». Habían sido suspendidas Las concesiones de ciudadanía romana y la creación de tribus rurales; las colonias
romanas se estaban haciendo menos frecuentes; había un aumento tanto en la cantidad de territorio confiscado para su
conversión en ager publicus como en el número de tratados de alianza. En parte, por lo menos, el cambio era debido a tres
cosas. Estaban entrando en la gran organización política razas diferentes, cuya asimilación suponía un proceso más lento
y difícil; ciertos pueblos deseaban un grado mayor de autonomía; y muchos de Los recién llegados vivían tan lejos de
En un informe clásico, H. Mattingly y E. S. G. Robinson, Proceedings of the British Academy, 1933, sostuvieron que el denarius romano regular no
apareció hasta el 187. Pero el doctor Mattingly mostró posteriormente (Journal of Roman Studies, 1945, pág. 65 y sigs.) que la fecha dada por el
profesor Pareti es de la primera plata (drachmae) acuñada en Roma.
6
Roma que los beneficios de la ciudadanía romana tenían que ser para ellos desdeñables en la práctica. La nueva política
consistió en orientar a los diversos y distantes pueblos de Italia hacia Roma mediante el use de existentes tratados de
alianza y la desintegración de las antiguas ligas políticas. Así comenzó la unidad cultural y política de la península que se
describe en el capítulo 1 de esta segunda parte.
LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES DESPUÉS DE LAS GUERRAS PÚNICAS
Desde el comienzo de la campaña en Sicilia, las ciudades de la isla que se habían unido a Roma voluntariamente o bajo
presión fueron obligadas a proporcionar suministros regulares y soldados pare la guerra. Estaban ya en todo caso
acostumbradas a pagar tributo a la potencia dominante, que antes de la intervención romana fue las más de las veces
Cartago, si bien algunas de las ciudades fueron tributarias de los mamertinos y otras de Siracusa. Cuando, por
consiguiente, tanto durante la guerra como después de la paz del 241 Roma efectuó una organización provisional de las
panes conquistadas de la isla, que estaban administradas por uno de los quaestores classici, colocó deliberadamente a las
ciudades en un nivel inferior y eludió cualquier proceder que hubiera podido tender a igualar a vencedores y vencidos,
como la función de colonias, la concesión de la ciudadanía global o selectivamente o el empleo de sicilianos en el ejército.
Conforme al principio de que las ciudades serían tratadas de un modo que reflejara su comportamiento durante la guerra,
algunas permanecieron en una relación de tratado y estuvieron exentas de tributo, una segunda clase fueron liberae et
immunes (libres y exentas de tributo, aunque con la obligación de entregar la décima parte de su producción) y una tercera
clase, las decumanae (sometidas al diezmo), tuvieron que suministrar la décima parte gratis y otras mediante pago.
Finalmente, en la tierra confiscada a ciudades que se habían rebelado, como Roma no quería por el momento que se
instalaran en ella ciudadanos romanos, se arrendaron lotes a sus antiguos dueños; estas ciudades se llamaron censoriae.
Estos arreglos podían ser alterados en detalles y así ocurrió en muchas ocasiones. La primera fue en el 222, cuando,
después de conquistar panes de Cerdeña y Córcega y de dividirlas en sólo dos categorías (decumanae y censoriae), Roma
hizo una ordenación definitiva de las tres islas como provinciae. A los cuatro pretores dotados de imperium existentes en la
época (dos urbanos y dos peregrine [extranjeros en Roma]) fueron agregados otros dos, uno para Sicilia y otro para
Cerdeña y Córcega; el distrito en el que ejercían el mando fue llamado «provincia», porque esta palabra denotaba la esfera
específica del poder de cada magistrado. Pero los nuevos pretores tenían facultades excepcionales en relación con las
antiguas. Combinaban las funciones militares de un cónsul con las funciones judiciales de un pretor; estaban exentos de
los frenos de la colegiación, ya que sólo había uno por provincia, y tenían un dominio absoluto sobre bienes y personas, al
no existir ni veto tribunicio, ni intercessio, ni provocatio. Roma había renunciado, pues, a unir al pueblo de las dos grandes
islas con la nación italiana. [418] En lugar de seguir el plan generoso establecido por Furio Camilo, estaba aplicando a sus
conquistas de fuera de la península los métodos de las eparquías cartaginesas.
El largo y azaroso curso de la primera guerra púnica, librada tan lejos de la patria, contribuyó mucho a alterar las vidas y
aspiraciones de los súbditos de Roma. Durante muchos años, los ejércitos estuvieron en contacto con pueblos civilizados
de cultura diferente, aprendiendo a especular, gastar su dinero, emplear sus ocios y adquirir posesiones; todos estos
nuevos hábitos estaban cambiando sus caracteres y haciéndolos más refinados. Los más audaces entre los modestos
propietarios, cuando regresaban para hallar sus tierras descuidadas, hipotecadas o vendidas, no estaban dispuestos a
convertirse de nuevo en campesinos y a caer tal vez en la condición de jornaleros; se lanzaban a una existencia más
aventurera, como negociadores viajeros o como algo parecido a marinos piratas. Los latifundistas, por su parte, una vez
que absorbieron estas pequeñas heredades por ejecución y tomaron arbitrariamente posesión de grandes extensiones de
ager publicus, se convirtieron en dueños de vastos latifundios y prefirieron utilizarlos para pastoreo y agricultura,
empleando para este fin a los esclavos adquiridos como resultado de la guerra y la piratería. Entre tanto, los plebeyos ricos
-y también los nobles en posesión de bienes líquidos- no solamente tuvieron oportunidad para aumentar sus intereses en el
comercio y la industria ligera, sino que se dedicaron también a ocupaciones como la piratería, los préstamos de dinero, la
recaudación de tributos, los servicios al ejército, el comercio en países distantes y el tráfico de esclavos.
Los comicios del pueblo adquirieron una inopinada importancia durante estos años. En el 264, por ejemplo, en alianza con
el cónsul Apio Claudio Caudex, presionaron para que se enviara ayuda a los mamertinos; en el 241, insistieron paras que
se reanudara la discusión sobre condiciones de paz; y una actividad análoga puede advertirse más adelante, cuando, en el
223, concedieron a Cayo Flaminio Nepote el honor de un triunfo que le había sido negado por el senado. En cambio, el
proceder egoísta del senado debió de estar en ascenso durante buena parte de este período. Sólo así podemos
explicarnos que Roma no hiciera amplias concesiones de ciudadanía a sus aliados, que contribuían con tantos recursos
vitales a las guerras y conquistas, y aplicara un método de gobierno tan poco liberal a sus provincias, que se estaban
convirtiendo en praedia populi romani.
Hasta cuando sus conquistas a ambos lados del Po la dejaron, dentro de la misma península, con vastas extensiones de
tierra pública a su disposición, la política oficial no fue distribuirla en adjudicaciones individuales a ciudadanos necesitados,
sino obtener dinero para el tesoro arrendándola a los habitantes indígenas, como lo había hecho con las tierras de
censoriae civitates en las provincias. En el 232 esta política fue violentamente combatida por Cayo Flaminio Nepote, quien
llevó a cabo un plebiscito que dividió entre miembros de la plebe romana las tierras situadas al sur de Ariminum, que
habían sido usurpadas a senones y picentinos. Unos quince años después, el mismo Flaminio logró otro plebiscito que
prohibió a los senadores la posesión de naves mayores que las necesitadas para transportar los productos de sus propios
fundos, «porque todo tráfico por parte de los senadores fue considerado como indigno».
Un nuevo espíritu se manifiesta en la política de Roma durante el cuarto de siglo en que Escipión el Africano y la facción
del senado que lo apoyaba ejercieron normalmente el poder. Es visible en el 202, cuando se dictaron condiciones a
Cartago después de su derrota. No se crearon nuevas provincial en África y Escipión rechazó la propuesta de sus
consejeros de que se destruyera la ciudad de Cartago y se exigiera la rendición de Aníbal. En lugar de esto, Roma
estableció un equilibrio de poder entre el pequeño Estado, que era todo lo que se dejó de Cartago, y el reino númida de
Masinisa, agrandado hasta sus dimensiones originales, con uno y otro reconociendo la alianza y la protección de Roma.
Tenemos, pues, un retorno a la antigua ideología, una extensión de la supremacía por medio de alianzas con Estados que
reconocían a Roma como cabeza. No era únicamente un concepto más generoso que el de gobierno directo de territorio
provincial (o de colonial, para emplear un término moderno); también evitaba el esfuerzo militar que suponía la segunda
política de mantener sometidos con la ocupación armada a los países conquistados y procuraba a los ex enemigos la
oportunidad de colaborar con Roma en el campo cultural y de defender a sus propios países frente a bárbaros invasores de
zonas más remotas. La misma política se siguió, durante el mandato de Escipión y sus amigos, cuando, en el 196, después
de la derrota de Filipo V, se permitió a Macedonia que siguiera siendo un Estado aliado a independiente, reducido a su
posición original en relación con Grecia, pero capaz de cumplir su función de civilizar y tal vez inclusive de anexarse los
países del norte de los Balcanes. El programa corolario de esto [419] fue el de dar libertad a los griegos y de reconocer su
libertad para el futuro. Verdad es que esto fue considerado por muchos romanos como un medio de impedir en la región
balcánica la formación de grandes potencias que pudieran desafiar a la misma Roma y de promover en cambio el
desarrollo de un gran número de diminutos Estados helenísticos, con un equilibrio de poder, y todos ellos amigos de Roma
y orientados hacia ella. Sin embargo, Roma no buscó en modo alguno un gobierno directo de una clase provincial ni un
protectorado en el que se viera automáticamente complicada. Según lo entendían Tito Quincio Flaminino y sus partidarios,
sólo se trataba de una política desinteresada y moral. Además, se aplicaron los mismos principios cuando el reino
seléucida fue vencido y desmembrado, pues tampoco en este caso hizo Roma esfuerzo alguno para imponer el gobierno
directo.
Pero Escipión también se mostró consciente de otros problemas no resueltos en la organización política y social de Roma.
Uno era el del proletariado ciudadano, del que puede decirse que había perdido a sus protectores naturales, los tribunos de
la plebe, desde que el senado había logrado atraerse a estos funcionarios. La pobreza de este proletariado ofrecía un
fuerte contraste con la riqueza del Estado y con la de la aristocracia senatorial y la de la burguesía ecuestre. Escipión
promovió una serie de distribuciones de grano y concedió tierras a sus veteranos en España, Sicilia, Cerdeña y África.
También consiguió leyes para adjudicaciones en gran escala, en Bruttium, Lucania y Apulia, de tierras confiscadas a
aliados que se habían revelado durante la guerra contra Aníbal; procedió igualmente a asentar a otros grupos de hombres
sin tierra, bien en nuevas colonias latinas, bien como refuerzo de fundaciones anteriores, bien en una gran agrupación de
nuevas colonias de ciudadanos en las costas de Italia. Como añadidura, trató de dar satisfacción a aquellos ciudadanos
más ricos (caballeros y libertos) que se quejaban de que su condición política no estaba de acuerdo con su calificación en
el censo y de que sus empresas padecían a causa de que no se les otorgaba el debido reconocimiento público. El senado,
guiado por Escipión, permitió a los libertos acomodados que se empadronaran en la tribu de su elección y concedió a los
caballeros lugares reservados en los espectáculos públicos. También prestó atención al fundamental problema de los
latinos y otros aliados italianos, cuyas quejas se referían en primer lugar a que ya no se concediese la ciudadanía romana
a sus ciudades y pueblos; en segundo término, al monopolio romano de los mandos militares. Las gobernaciones
provinciales y las embajadas; y, por último, a su propia incapacidad para participar en diezmos, ingresos de aduanas y
otros impuestos provinciales o siquiera (en una medida importante cualquiera) en el botín de guerra, que no era dividido
entre los soldados, sino enviado al tesoro de Roma. Escipión procuró alguna satisfacción a los descontentos. Fundó un
gran número de colonias latinas en las que fueron admitidos aliados italianos; concedió la ciudadanía romana a los
habitantes de Formiae (Formia), y Arpinum (Arpino); permitió a los campaníos que se empadronaran una vez más como
ciudadanos romanos, privilegio que habían perdido en el 211; y no opuso resistencia a que se instalaran en Roma 12 000
familias latinas, que se aseguraron así la ciudadanía romana, ni (probablemente) a que familias latinas participaran en
colonias romanas.
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