LA IMPORTANCIA Y EL DEBER DE PROBAR. LA IMPUTACION: Es el caso de una niña que nace sana y que tras ser dada de alta la madre, la niña permaneció internada y finalmente contagiada de meningitis en el hospital, falleciendo. Se invoca que el contagio se debió a la presencia de una bacteria conocida como pseudomona y que la misma no debió existir en el hospital si se hubieran adoptado las medidas de seguridad necesarias para eliminarla. Como tales medidas no se adoptaron o fallaron y siendo el contagio intrahospitalario considera que el nosocomio es responsable y por ende también el Estado demandado. Asimismo se argumenta que por esa época se conoció el caso vastamente difundido de que en ese hospital se dio el fallecimiento de 11 bebés por la presencia de una infección de meningitis, que ello causó la intervención de varias autoridades de la Provincia y otras.Hecha esta presentación el único tema en discusión para los Jueces que dictaron la sentencia definitiva fue la atribución de responsabilidad, que para el perito médico designado no estaba fuera de cuestionamientos. Si bien no es a este auxiliar de la justicia a quien le corresponde hacerlo, el Tribunal hizo propio su dictamen pues el Estado demandado no produjo una sola prueba, (estando en mejores condiciones de hacerlo) , tendiente a demostrar de qué manera cumplió adecuadamente su deber de adoptar precauciones y concretamente con que medidas el Hospital previno de una infección que es una amenaza suponible en el medio hospitalario (la existencia de la bacteria pseudomona). Así el experto había señalado que “La sepsis neonatal intrahospitalaria debida a Pseudomonas es siempre una expresión de falla de las condiciones ambientales de asepsia y antisepsia que deben cumplirse siempre e inexcusablemente en los establecimientos hospitalarios y para lo que hay estrictas normas nacionales e internacionales en lo que respecta a su prevención y tratamiento una vez detectada”. Es el típico supuesto en el que el factor de atribución de responsabilidad es el subjetivo, en los que, en principio, sería exigible al reclamante la acreditación de la culpa del personal auxiliar del establecimiento. Pero la exigencia impuesta en general al acreedor (el que demanda, el que imputa) de acreditar la culpa del deudor ( en este caso el Centro asistencial que debe defenderse) puede tomarse excesiva en supuestos de obligación tácita de seguridad de los establecimientos médico-asistenciales, pues las características de esta obligación accesoria lleva a considerar que quién la asumió debe soportar la carga probatoria de su cumplimiento. Se ha entendido que ese principio general no descarta la moderna concepción dinámica de la prueba y en los casos como el presente en que la actividad del personal encargado de las tareas de control y prevención de infecciones en algunos aspectos ni siquiera es de incumbencia del cirujano controlar cómo han sido realizadas, no cabe duda de que la prueba no puede ser impuesta al paciente por la situación de inferioridad en que comunmente se encuentra, sino a la entidad asistencial que está en mejores condiciones de aportar elementos de juicio demostrativos de que su personal ha cumplido diligentemente con las exigencias que la medicina hospitalaria impone en la actualidad como medios preventivos adecuados contra la propagación de infecciones. Una vez acreditado el incumplimiento y que éste obedeció a una infección hospitalaria, era exigible al ente asistencial demandado la prueba de que no hubo culpa de su parte, o más bien de parte de sus dependientes o del personal auxiliar del que se sirve en las tareas de desinfección de los ambientes, asepsia de instrumental y aparatología, higiene del paciente y del personal interviniente en la cirugía, y especialmente respecto de quien supervisa y coordina las medidas de prevención adecuadas. No es este un caso fortuito pues ello puede definirse como un hecho extraño y este requisito no se da cuando se trata de un “vicio” de la cosa o bien de la mayor dañosidad que se sigue de su uso o empleo. De ahí que el deudor que emplea para cumplir con su deber para con el acreedor una incubadora de su propiedad –en el caso del centro asistencial - o un tipo de anestesia o instalaciones en deficiente estado de esterilización o un bisturí en malas condiciones, no puede liberarse probando su no culpa. Debe, a esos fines, demostrar el caso fortuito, el hecho extraño, y ello es imposible cuando se trata de cosas de su propiedad, que emplea para cumplir, pero que tienen en su estructura o en su estado de conservación o de higiene el germen o el origen del daño. El vicio o riesgo de la cosa no es, por lo tanto, un “hecho extraño”, sino un hecho propio, del cual hay que responder.