SUICIDIO - Universidad de Salamanca

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Revista de Psicoanálisis, Psicoterapia y Salud Mental Vol. 3 nº
7, 2010
SUICIDIO
Fco Javier de Santiago Herrero1
Mº Montfragüe García Mateos2
SUICIDIOS PÚBLICOS
Todos recordamos, aunque solo sea por el film “Mar adentro”, el suicidio de
Ramón San Pedro o el más actual de Craig Ewert con record de audiencia del 96 %
anual del canal británico Sky.
Menos celebre fue el del 12 de diciembre, del pasado año, donde un joven de 19
años, norteamericano del estado de Florida, se suicidó frente a una cámara web que
retransmitió en directo su muerte a través de Internet. El joven muchacho lo había
anunciado 12 horas antes. Sufría una fuerte depresión y se tomo un cocktail de
narcóticos, benzodiacepinas e hipnóticos. Miles de internautas intentaron disuadirle de
su intención de quitarse la vida, pero hizo caso omiso. Se entregó a ojos de los nómadas
del ciberespacio a la majestad de la muerte.
De entre sus últimas palabras podemos entresacar:
“Me odio a mi mismo y odio vivir (…) he decepcionado a todo el mundo y siento que
nunca cambiaré o mejoraré”.
El padre aseguró que era un buen muchacho y que últimamente estaba mejor, a
la par mostró su indignación porque nadie retirara el video de Internet o al menos no lo
hubieran emitido. Tuvieron 12 horas para impedir la emisión.
Todo ser viviente tiene un odio instintivo a la muerte ¿cómo podemos llegar a la
resolución consciente de morir? (Suzuki, 2007, p. 135) “Cuando la muerte es inevitable
hacemos todos los intentos posibles para salvarnos. Morimos sólo cuando estamos
1
2
Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Salamanca
Profesora de la Universidad Pontificia de Salamanca
1
agotados. El suicidio es más bien una anormalidad. Pero la realidad es que sólo el
hombre comete suicidio. (Ibid). Encontramos solo en la biología un tipo de suicidio
celular a favor de la comunidad en la “apoptosis”.
Los animales inferiores y las plantas, no afirman conscientemente la vida que está en
ello, sino que simplemente viven y luchan por prolongar ese estado de cosas
inconcientemente. Nosotros, seres humanos, somos conscientes de esta lucha y a causa
de esta consciencia desarrollamos toda clase de imaginaciones sobre la vida y la muerte.
(Ibid, p. 135)
En el suicidio es el intelecto el que plantea la cuestión, pero no es el intelecto el que la
responde. Como dice Suzuki es la intuición la que ve directamente dentro de la vida, y
toda comunicación que procede de esta función nunca se puede describir
definitivamente (Cf. Suzuki, 2007). Y si bien muchos sentimientos sufren el desgarro de
tener que ponerlos en palabras más aun cuando el inconsciente se eleva por encima de
las limitaciones individuales. En esos momentos es probable que la muerte pierda por
completo su aguijón (Ibid p. 54). Nos encontramos pues o ante la locura más total o ante
el momento más auténtico y veraz de un ser humano, el “satori” japonés. Aunque si
bien el Satori significa acercarse a Dios, derribar las barreras que nos separan del
mundo natural, el problema es que el auténtico Satori nace de un sentimiento de
gratitud mientras que el suicidio es la total ingratitud proveniente del estrechamiento del
mundo y de la mente. Tradicionalmente en Japón la vergüenza o el deshonor eran
motivos más que suficientes para quitarse la vida (Cf. Oshima,H 2007). El sentimiento
de culpabilidad que invadía a un nipón cuando no había cumplido con sus deberes
morales con la sociedad era tan grande que prefería morir que vivir con dicho pesar.
Aquí me gustaría ya hacer una precisión, el sentimiento de culpa no es lo mismo que la
vergüenza. Sentimos culpa cuando de alguna forma sentimos que nos hemos fallado a
nosotros mismos, mientras que sentimos vergüenza cuando nos damos cuenta que
fallamos a los demás. Este dato es muy importante sobre todo de cara a las psicopatías,
aunque claro está también de cara al que es psicópata consigo mismo.
A pesar de todas estas cuestiones preliminares del suicidio como irracional y
exclusivo de la raza humana este ha estado presente en toda nuestra historia: Sócrates,
en Santo Tomás un parasuicidio bulímico, al santo hubo que hacerle una mesa especial
2
para su hermosa panza, su lema “No hay pecado hasta el desmayo”, Virginia Wolf, John
Kennedy Toole y un largo etcétera de almas que descansan en el circulo séptimo que
Dante reserva para las victimas de suicidio.
Para Romero y Fabregat (1988) las tasas de suicidio parecen ser una buena
medida del estrés cultural en una comunidad (p. 36)
•
Católicos y Judíos son los que presentan tasas más bajas de suicidio, por lo tanto
se puede considerar a la religión como menos intropunitiva. Realmente el mito
religioso es la primera manifestación de la ciencia que, además ha sido de gran
utilidad para la humanidad. Al convertir la necesidad en contenido de la Ley, los
mitos dieron lugar a un código de conducta moral que, por fortuna, duerme aún
en nuestro inconsciente3 (Saotome, 2006, p. 82). Por otro lado suicidarse es
pecado.
•
En Europa es más frecuente en países de habla germana y países del Este
(Hungría) y más baja en países tradicionalmente católicos (Italia o España).
•
Hay etnias, como las árabes donde es infrecuente, así como los sentimientos de
culpa y de autodepreciación depresiva.
•
Estados Unidos se sitúa a mitad de una escala internacional de tasas de suicidio
seguido de éxito (Slaby-Lieb- Tancredo, 1978)
•
Los solteros se suicidan dos ves mas que los casados,
•
Los divorciados y viudos 4 veces más que los casados.
•
Las mujeres lo intentan más veces que los hombres, pero éstos últimos lo hacen
con más éxito.
Otro tipo de suicidio que pasan muy desapercibidos serían los de aquellas personas
propensas a todo tipo de accidentes, los suicidas inconscientes, siempre magullados,
siempre rotos., etc.
Suicidas famosos
El suicidio ha sido un hecho que siempre ha estado presente a lo largo de la historia de
la humanidad. Varios personajes famosos de la actualidad y del pasado se han
suicidado:
3
M. Saotome emplea la palabra subconsciente que desechamos aún en su cifra textual por errónea dentro
de la cultura psicoanalítica.
3
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Alberto Santos
Dumont
Anibal Barca
Alejandra Pizarnik
Andres Caicedo
Adolf Hitler
Alberto Greco
Alfonsina Storni
Anna Nicole Smith
Ángel Ganivet
Anne Sexton
Raúl Barón Biza
Bernd Alois
Zimmermann
Bud Dwyer
Capucine
Cesare Pavese
Cleopatra VII
Charles Boyer
Dana Plato
Dorothy Dandridge
Elliott Smith
Emilio Salgari
Empédocles
Érika Ortiz (hermana
de Letizia Ortiz)
Eva Braun
Ernest Hemingway
François Vatel
Fernando Canales
Freddie Prinze
Getúlio Vargas
Gilles Deleuze
George Eastman
George Reeves
George Sanders
Guy Debord
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Heinrich Himmler
Horacio Quiroga
Hideto Matsumoto
Ian Curtis
James Whale
Jeanne Hébuterne
Jean Seberg
Jim Jones
John Kennedy Toole
Jorge Cuesta
Jorge Mistral
José Asunción Silva
José Manuel
Balmaceda
José María Arguedas
Judas Iscariote
Kurt Cobain (no
probado)
Leandro N. Alem
Leopoldo Lugones
Lisandro de la Torre
Luis Hernández
Luis Ocaña
Lupe Vélez
Marco Antonio
Mariano José de
Larra
Marilyn Monroe
(versión)
Marina Tsvetáyeva
Maye Brandt
Michael Hutchence
María Mercedes
Carranza
Mary Kay Bergman
Mirko Saric
Miroslava Stern
Mónica Santa María
Smith
Nerón
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Nick Drake
Nino Ferrer
Pablo de Rokha
Paul Celan
Pedro Armendáriz
Per Yngve Ohlin
Petronio
Pier Angeli
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Rodolfo de
Habsburgo
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Robert E. Howard
Visión sociológica
El sociólogo francés Emile Durkheim en su obra El suicidio (1897), señala que los
suicidios son fenómenos individuales que responden esencialmente a causas sociales.
Las sociedades presentan ciertos síntomas patológicos, ante todo la integración o
4
regulación social ya sea excesiva o insuficiente del individuo en la colectividad. Por
tanto el suicidio sería un hecho social.
Durkheim comienza su estudio con una definición de suicidio como: «Todo caso de
muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por
la víctima misma y que, según ella sabía, debía producir este resultado». Ejemplo de un
acto positivo: dispararse en la cabeza; ejemplo de un acto negativo: rehusar a ingerir
cualquier medicina hasta dejarse morir.
Durkheim distingue cuatro clases de suicidios:
1. suicidio egoísta, típico de sociedades deficientes o carencia de integración social
2. suicidio anómico, característico de falta de regulación social (anomia), o sea, las
normas sociales no son interiorizadas como propias por parte del individuo
3. suicidio fatalista, cuando existe un alto grado de regulación social
4. suicidio altruista, característico de sociedades con alto grado de integración
social.
EL SEPPUKU
Morir Isagi Yoku es uno de los pensamientos más queridos por el corazón
Japonés. Isagi Yoku puede traducirse como “sin dejar de pensar”, “con clara
conciencia” (…) “no con disgusto” “en plena posesión de la mente” y otros sentidos
análogos. El japonés odia encontrarse con la muerte de manera indecisa y lenta. (Cf.
Suzuki, 2007)
La primera precisión terminológica la deberíamos hacer en torno al popularizado y mal
denominado Hara Kiri, según Yoshimura Kenichi (1998), miembro de la Nihon Bujutsu
Token Hozon Kyokay esta es una expresión de Hara wo Kiru, que viene a indicarnos la
acción de cortar el vientre pero que de por sí sola no indicaría el acto o la acción de
suicidio (Cf. Planellas, 2002). Si se me tacha de exceso de celo en esta precisión
advierto a que la misma no es al azar pues cuando analicemos el suicidio en occidente
veremos como de las investigaciones y de los meta-análisis han surgido distinciones
finísimas en torno a ¿qué es suicidio?, lo que no lo es, lo que es solo un intento, una
fantasía, una tentativa, etc.
5
Lo que si tiene de cierto el vocablo Hara Kiri, es que significa literalmente
“cortar el vientre”. Un Japonés dirá que ama o que odia con el Hara o Saika Tanden,
dirá que su vientre es feliz porque en él asienta el alma (cf. Rios, 2008). Y esto no nos
tiene que sorprender lo mas mínimo. Por un lado cada cultura ha conectado los humores
y el alma en alguna parte del cuerpo, así tenemos a los Semitas que lo ubicaban en el
hígado, Descartes en la glándula pineal, ¿acaso es más científico colocarlo en el
corazón?. Como apunta Inazo Nitobe (2004) los neurólogos modernos hablan del
cerebro abdominal y pelviano para designar los centros nerviosos simpáticos que se
encuentran en estas zonas y que están fuertemente afectados por cuestiones
psicológicas.
TIPOS DE SEPPUKU
Chugibara: Suicidio como prueba de lealtad al señor (Chugi: lealtad)
Junshi: Suicido de acompañamiento al señor o maestro en su muerte. También llamado
Oibara.
Kanshi: Suicidio como protesta por un acto injusto efectuado por un superior.
Sokotsu shi: Suicidio expiatorio, provocado por una imprudencia o un error grave.
Munen Bara: Suicidio de mortificación, realizado ante un resentimiento, odio o
enemistad. También denominado Funshi.
Kaizoebara: Suicidio asistido por un Kaishaku nin4
Tsumebara: Como forma de responsabilizarse de los errores laborales o por haber
descuidado las obligaciones.
Shinju: Significa literalmente “dentro del corazón”, pero un dentro del corazón
simbiótico de manera que si abriéramos el corazón de la persona solo nos
encontraríamos con el otro, en el sentido del enamoramiento mas pleno. Vendría a ser
un suicidio doble por amor. Sweard (1988) nos indica, desde un punto de vista
antropológico, que una de las diferencias del Shinju con el seppuku sería que mientras
en este último el suicida actuaba siguiendo el código del bushido y dependiendo de
determinadas jerarquías seguía determinados rituales, en el Shinju el suicidio respondía
mas ha una huida por el dolor de no poder vivir sin la persona amada. En el doble
4
Mezcla de ayudante y ejecutor. Kaishaku= atender Nin= persona. Dicho sea de paso nadie quería serlo
porque se jugaba mucho en dar un mal corte y no ganaba nada.
6
suicido siempre que interviniera un hombre y una mujer debía ser primero la mujer la
que se quitara la vida. En el caso de dos hombres este debía ser simultáneo.
Suicidio femenino: Las niñas una vez llegaban a la pubertad, con la menarquia recibían
también un Kaiken (puñal de bolsillo), que les serviría para defenderse y lo contrario en
su caso. Esta arma la debían llevar siempre en su pecho y se consideraba una vergüenza
el no saber como utilizarla como arma suicida. Es decir, aunque no supiera anatomía
debía conocer el punto exacto donde debía cortarse el cuello. Las mujeres no tenían que
pasar por el duro trance de cercenarse el abdomen. Eso sí en aras al mas estricto
puritanismo debían atarse las piernas con un cinturón de manera que fuese cual fuese su
triste agonía el cadáver se debería encontrar siempre en la postura mas pudorosa
posible. Muerta pero con las piernas decentemente dispuestas.
El kaiken se clavaba de delante hacia atrás haciendo una diagonal de 3 o 4
centímetros desde la derecha hasta la columna vertebral y según fuera la condición
social se empleaba un cuchillo más o menos noble. Por ejemplo una mujer de alta
sociedad nunca se suicidaría con un cuchillo de cocina por muy deshonrada o deprimida
que estuviera al mismo tiempo sólo las mujeres de clase social baja doblaban el cuello
hacia el hombro derecho y se seccionaban la yugular pero no se hacían el corte
anteriormente citado.
Sobre las cartas del suicida o del que va a morir ya nos encontramos en el periodo
Kamakura (1185-1184) bajo la influencia del zen y sus seguidores la costumbre de dejar
un poema de despedida conocidos como “el poema que se va con la vida”. Se trata de
poemas no muy contemplados objetivamente pero que reflejan la actitud del pueblo
japonés frente a la muerte, frente al asunto más serio al que uno debe enfrentarse y al
que se le debe prestar toda la atención. Algunos de estos poemas han sido escritos
incluso en medio de actividades bélicas y quienes carecen de esta sensibilidad son
considerados en el país nipón como los seres más incultos e incapaces. Sensibilidad y
goce desinteresado denominado fûryû.
TERMINOLOGÍA CIENTÍFICA
Mc Hugh y Slavney (2001) lo definen como la conducta de buscar activamente la
autodestrucción y la intensidad de su amenaza contra la vida varía entre los individuos
que la muestran.
7
En USA es la novena causa de muerte y es la responsable de 30.000 muertes
cada año. A eso hay que añadirle miles de intentos que fracasan pero que dejan a los
pacientes dañados.
Kesel y Grosman (1965) proponen que no se hable de suicidio sino de
autoenvenenamiento deliberado, en su caso, y autolesión
deliberada. Con ello se
pretendía evitar el término de “tentativa de suicidio” que solo era considerado como tal
si el sujeto a la hora de escoger el método para su destrucción asociaba la letalidad del
mismo o no. De esta forma se consideraría una tentativa de suicidio el tomarse una caja
de Almax o después de comer meterse en la bañera esperando un corte de digestión, al
mismo tiempo tampoco se considerarían estos autoenvenenamientos deliberados o
autolesiones deliberadas. En fin, términos que más que el ojo clínico, el sentido común
presupone ya de por sí. Para arrojar más luz sobre el fenómeno, expertos de nuevo
americanos como Rovenley a la cabeza en 1988 proponen que hay que diferenciar entre:
1.- Criterio autoinflingido
2.- Criterio de propósito
Citerio autoinflingido: cuando existe evidencia de que la muerte fue autoinflingida.
Osea se sabe a ciencia cierta que se mató y se mató él. (Autopsias, testigos, cartas, etc)
Criterio de propósito: cuando existe evidencia explícita o implícita de que el sujeto
quería y sabía que iba a matarse. Y esto se puede saber:
•
por expresiones verbales o no verbales
•
despedidas, ensayos, reconocimiento del deseo de morir, etc.
Vamos que los expertos es de juzgado de guardia.
Quizá más afinado sea el concepto de “parasuicidio” descrito por Kreitman (1969,
1970, 1977) donde el sujeto no tiene directamente la intencionalidad de morir, digamos
conscientemente, pero preconscientemente e inconscientemente sabe que su conducta
autolesiva por la dosis es mortal, o su propensión al accidentalismo es tan sospechosa
que debería ser analizada en su caso. El primer de los ejemplos sería el de las
toxicomanías, ese suicidio lento y diario tanto goce del ser.
Si bien con el Almax, hablamos de histeria, de Dora que le deja una carta al
padre advirtiéndole de sus ideas suicidas, en el alcoholismo vemos algunos casos de la
búsqueda de la teta femenina en los abrevaderos de melancólicos llamados bares.
Plagados de suicidios se encontraba Ernst Lanzer, El hombre de los lobos (su hermana
Anna se suicida con 22 años tras una ingesta masiva de mercurio), su mujer Teresa le
propuso un suicidio compartido, etc.) Ligamos aquí entonces suicidio con en patología.
8
En este punto los estudios mas relevantes los realiza Robins (1981), y refutados con
iguales conclusiones por Hariis y Barradough (1997). Todos estos psiquiatras mediante
historias retrospectivas describen que el 95 % de los suicidios tenían un trastorno
psíquico diagnosticable:
•
Depresión mayor (el más común)
•
Esquizofrenia
•
Trastornos de pánico
•
Alcoholismo (si bien muchos alcoholismos suelen ser un síntoma de una
melancolía)
•
Trastornos de personalidad
Rodríguez Pulido y González de Rivera (2000) llegan a las siguientes conclusiones:
Datos comprobados empíricamente:
1.- Los que se van a suicidar comunican de alguna manera sus intenciones antes de
actuar. En este aspecto estoy como psicoanalista de acuerdo, pero no del todo. Pues
considero que es una verdad parcial al menos de cara al que no ve. Cuando se quiere ver
se ve, es como aquel forense que en la fase probatoria de un juicio sobre una persona
que ha matado a 22 lo diagnostica de psicópata; es un diagnóstico fácil, lo difícil es
diagnosticarlo antes de que mate a esas 22 personas, con el suicidio pasa lo mismo. Una
vez cometido siempre hay alguien que dice, claro cuando fue a la peluquería nos quería
decir que se quería morir guapo, y tiene razón pero nadie puede leer el pensamiento. No
hay autopsias de la verdad, además el oficio de ser gurú debe ser bastante cansado.
2.- Casi todos los suicidas sufren alguna enfermedad mental significativa, depresión
mayor, esquizofrenia y alcoholismo. Cuestión que tampoco veo aplicable a los nobles
bushi japoneses.
3.- La desesperanza indica suicidio de manera más significativa que la depresión.
4.- Las crisis de pánico y el trastorno de angustia predispone al suicidio.
Creencias probadas pero clínicamente repudiadas
1.- Las crisis alimentarias por si solas no implican mayor riesgo de suicidio
2.- El suicidio es probable que se produzca en el aniversario de la muerte del ser amado.
3.- El sentimiento subjetivo del clínico y su intuición ofrecen una guía aceptable para la
prevención del suicidio. En este sentido el verdadero problema que se le plantea al
clínico no es tanto el de valorar la autenticidad sino la intensidad del deseo de morir y,
por lo tanto, del deseo de vivir para evitar el paso al acto (J.L.Anber, 1971 citado en Ey
9
H. Bernanrd y P. Brisset Ch, 1989). En una situación de aviso de suicidio el clínico
siempre debe valorar el grado de tensión que queda al terminar la sesión en entrevista.
Si el paciente es capaz de plantearse alternativas al acto suicida como el comprometerse
con la terapia sería un factor más que positivo frente a la asistencia ambulatoria (Slaby y
Tancredo, 1978)
Creencias aceptadas pero desacreditadas empíricamente
La mejoría del estado de ánimo y la disminución de los signos psicóticos disminuye el
riesgo.
VARIABLES COGNITIVAS
•
La desesperanza como expectativa cognitiva es un precursor y predictor más
importante que la depresión (Becas y cols. 1990)
•
El alcoholismo
•
En las depresiones graves, en los primeros días que empieza a evidenciarse
resultados positivos del tratamiento antidepresivo (González de Rivera,
1992), lo atribuye a que ha desaparecido la inhibición psicomotora. En otras
palabras que antes no tenía fuerzas ni para tirarse por la ventana y una vez la
recupera se tira. Pero podemos a modo de hipótesis plantear otra y no es más
que el sujeto encontrándose mejor se dice a sí mismo “y una miércoles voy
yo a pasar de nuevo por lo mismo”, sobre todo si se trata de pacientes
bipolares. Y otra más, pensemos que saliendo del estado melancólico sería
iluso esperar una recuperación de un estado psicótico a un estado más o
menos neurótico o sano conflictuado. No es difícil que en la recuperación, lo
que en psiquiatría de denomina periodo intercalar con ausencia de síntomas
entre un episodio depresivo y otro esa ausencia de síntomas sea falsa.
Siguiendo a Abraham (1924) podríamos decir que el paciente salta de la
melancolía a una neurosis obsesiva de carácter expulsivo nada permeable al
mundo de los afectos y sentimientos. Ese vacío, ese nihilismo, quizá sea lo
que se denomina desesperanza pero no como expectativa sino como
experiencia vital catastróficas y existencial que de forma aberrante inunda al
sujeto.
En nuestras filas psicoanalíticas la carta más famosa quizá fue la de P. Federn
que se suicidó en su sillón de analista de un disparo en la cabeza. Dejó una carta a su
hijo diciéndole que tuviera cuidado con el arma, en la recamara todavía quedaba una
bala y para colmo la carta estaba firmada como el Sargento de Freud. Más discreto fue
10
en su suicidio Victor Tausk. Este nació en Zslina (Eslovaquia), de aguda inteligencia.
Se casa con Martha Frish, estudia Derecho- En 1906 el matrimonio y el derecho se van
a hacer gárgaras. Martha regresa sola a Viena. Victor se decide a estudiar periodismo y
literatura, incluso teatro y en 1907 sufre una afección pulmonar y un ataque de
depresión nerviosa que le lleva a un internamiento. Posteriormente se pone en contacto
con Freud y estudia Medicina y psiquiatría. En 1912 mantiene relaciones con Lou
Andre Salome aunque éste era 18 años menor que la misma. Llega la primera guerra
mundial. Le pide análisis a Freud y este le deriva a su vecina Hellen Deustch (Bregase
18). Victor se enamora de Hilda Loewi, pianista y expaciente 16 años menor que él. Lo
tiene todo en su contra- El 3 de Julio de 1919 se consuma la tragedia. Se suicida
ahorcándose (40 años) y dándose un balazo en la sien al mismo tiempo (Acevedo,
1977). Ambos a pesar de su muerte prestigiosos psicoanalistas del mundo de las
psicosis en momentos en los que trabajar con psicóticos con la palabra era una
verdadera batalla de samurais.
Freud en Duelo y melancolía (1915-1917) plantea la hipótesis de que el suicidio
manifiesta la agresividad dirigida primitivamente contra el objeto de amor perdido y,
secundariamente dirigida contra sí mismo. A fin de cuentas nos viene a decir que un
masoquista no es más que una persona que ha fracasado en su intento de ser sádico. Y
que el suicida realiza dicho movimiento bidireccional, al no poder satisfacer la
agresividad sobre el objeto la dirige sobre sí mismo. Luego a la larga el suicidio no sería
más que un homicidio simbólico.
Herbert Hendin (1965) postula:
1.- El suicidio como represalia o revancha tras un abandonoÆ Lo que hace el sujeto es
de forma ilusoria controlar la situación de rechazo experimentando una sensación de
omnipotencia a través de la muerte. “A mí nadie me abandona, me voy yo”.
2.- El suicidio como asesinato reflejoÆ sería el paso al acto como expresión de la lucha
interna contra el deseo de matar.
3.- El suicidio en el que la muerte se convierte en una reuniónÆ tras la muerte de una
persona muy significativa para el sujeto.
4.- El suicidio en el que la muerte es un renacer, donde la perdida de la vida borra todo
tipo de fracasos y aporta la ilusión de un recomenzar la reunión con el objeto. Sería una
variante de la anterior.
5.- El suicidio donde la muerte es un castigoÆ suicidio de inmolación al objeto, como
única forma de recuperarlo. Mecanismo frecuente del melancólico y el delirante.
11
6.- Suicidio en el que el paciente se creía ya muertoÆ Sería una muerte emocional,
típica del Síndrome de Cotard, aunque igualmente puede aparecer en la melancolía.
Quizá quede muy bien reflejado este tipo de pensamiento psicótico y despersonalizante
en los versos de 1918 de Juan Ramón Jiménez en su De eternidades:
“Yo no soy yo
Soy este
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido,
el que calla, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo
muera”
El psicoanalista español Angel Garma ha dado a conocer sus variedades.
La
pérdida
del
objeto
libidinoso
es
una
causa
del
suicidio.
El suicida quiere desaparecer de la vida, de la misma manera que, para él, ha
desaparecido el objeto libidinoso. Existe una cierta identificación con el objeto perdido
y con la suerte acaecida sobre este objeto. Todo se puede expresar a través del siguiente
diagrama: pérdida del objeto libidinoso... deseo del Yo de recuperar el objeto perdido...
Identificación del Yo con el objeto perdido... suicidio.
Imposibilidad
de
recuperar
el
objeto
perdido.
El suicidio también se considera como acción de autosadismo intenso. El Yo realiza una
acción
agresiva
contra
sí,
de
tal
fuerza
que
consigue
destruirse.
Con mucha seguridad psíquica donde es más intenso el peligro de suicidarse es en la
melancolía. Recordemos que las relaciones afectivas del melancólico con los objetos del
mundo exterior siempre son ambivalentes y la ambivalencia ocasiona, con alta
frecuencia, conflictos que conllevan a la pérdida del objeto libidinoso, originada por
motivos reales o constitucionales, causa el mecanismo de la depresión psicógena.
Agresión del ambiente contra el Yo... Sentimientos agresivos del Yo contra el
ambiente... Vuelta de la agresión contra el Yo... suicidio. Imposibilidad de realizar la
agresión.
La agresividad incide de manera especial en la muerte provocada por sí mismo, el
mundo circundante que lo presiona y lo martiriza despierta en el sujeto sentimientos
agresivos que no pueden ser satisfechos, toda vez que no puede luchar contra el miedo
en
que
se
halla
sumergido
y
descarga
la
agresión
contra
él
mismo.
12
La agresividad dirigida contra el propio individuo, puede ser agresividad enrutada
contra el exterior. El suicida al matarse se libera de la agresión del medio en que vive, lo
que representa para él un triunfo, toda vez que el medio que lo oprime se ve defraudado
en
sus
designios.
El suicida, también pretende influir con su muerte en el ambiente que lo circunda. El
suicida cree que el suicidio provocará muchas reacciones afectivas entre las personas
que conviven con él y el pensar en la calidad e intensidad de dichas reacciones es otro
de
los
motivos
que
lo
llevan
a
suicidarse.
El suicida quiere vengarse del ambiente que ha causado su resolución desesperada. Sabe
que con su muerte se paraliza la agresión del ambiente hacia él y que su muerte es un
permanente
rechazo
al
exterior.
Adler considera el deseo de venganza del ambiente como el factor más trascendental en
la psicología del suicidio y dice: “De ese modo se origina en el inconsciente una
situación en la que se desea la enfermedad y hasta la muerte, en parte para amargar a los
familiares y en parte para hacerles comprender el valor de la vida del que habían tratado
mal. Según mi experiencia, esta constelación es el fundamento corriente de los casos y
tentativas de suicidio”.
PROBLEMA ÉTICO
No sería muy adecuado hacer dos grupos uno de tratamiento y otro sin tratamiento a ver
cuantos se suicidan, para demostrar lo adecuado o no del tratamiento, así como para ver
como si de una rata de Skinner se tratara qué hace el sujeto que se va o no a suicidar.
INSTRUMENTOS DE MEDIDA
No obstante para los interesados en suicidiología tendrían como instrumentos de
evaluación:
1.- Inventario de Beck para la depresión (BDI)
2.- Estimador de Riesgo de Suicidio (Motte y cols, 1985)
3.- La Escala de Riesgo de Suicidio (Ross) elaborada por Poldinger y cols (1969)
4.- Índice de Suicidio Potencial (IPS) de Zung, 1973, 1974
5.- Escala de Propósito Suicida (SIS) de Beck, 1981
6.- Escala de Ideación Suicida (SSI) de Beck 1974
7.- Escala de Depresión de Beck (BHS), 1975
8.- Escala de Riesgo de Repetición de Buglass y Horton, 1974
13
9.- Evaluación de las Funciones del Yo EFY de L. Bellak, 1984
LA LEY
1.- En muchos países como España si un suicidio puede ser evitado por otra persona,
debe hacerse. En caso contrario podría ser considerado como un caso de omisión del
deber de socorro, lo que está tipificado como delito en diversas legislaciones. Este
hecho es justificado en que un intento de suicidio podría ser debido, por ejemplo, a un
estado de locura transitorio, a un estado depresivo muy grave u otras situaciones
análogas.
2.- El seguro civil es necesario a la hora de hacer psicoterapia.
CONCLUSIONES
Del término de “vacío” oriental llegamos a la conclusión que en la mente del suicida
pesa el sentimiento de que “no es más grande aquel que mayor lugar ocupa, sino quien
más vacío deja” (Rios, 2008). Ese vacío esconde una venganza la de no haberse sentido
querido como a uno le hubiera gustado que le quisieran y por ello de forma póstuma nos
deja en la mas terrible de las incertidumbres.
Me gustaría acabar llamando a todos los presentes y recordarles aunque solo sea de paso
lo que debemos recuperar en el anonimato del diván.
“Con la prisa por llegar a estar plenamente desarrollados, hemos desdeñado
absolutamente la cualidad más importante que el niño tiene y que nosotros tuvimos, que
es la fe, la fe en un ser desconocido”. (Suzuki, 2007.p. 126). “No se trata de desarrollar
lo que ya ha sido desarrollado sino de recuperar lo que se ha dejado atrás, aunque haya
estado con nosotros, en nosotros, todo el tiempo y nunca se haya perdido o se haya
distorsionado sólo por la inadecuada manipulación que se ha hecho de ello”. (ibid. P.
126)
Con un poquito de esa fe en esa persona quizá desconocida, fantaseada, como es
el analista, muchos que en su momento pensaron en dejarnos hoy nos escuchan, a otros
no llegamos a comprenderlos pero siempre permanecerán con nosotros. Perdonar a los
que no os entendí.
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[email protected]
Dr. Fco Javier de Santiago Herrero
Universidad de Salamanca. Facultad de Psicología
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Henry Collet, s/n 3007- Salamanca (Spain)
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