en el proyecto educativo lasallista

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7.2- La cortesía y la urbanidad:
en el proyecto educativo lasallista
1- Introducción:
El proyecto educativo lasallista se expresa ciertamente en la Guía de las
Escuelas, pero también en las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana y en las
Reglas Comunes de los hermanos… en todos está presente el modelo de
persona humana que desea logarr: es el del hombre honesto y digno del siglo
XVII. Como ya sabemos por otra parte, el hombre honesto debe tener buenas
maneras, da muestras de modestia y compostura, de calma y de mesura,
busca el equilibrio justo evitando los excesos y los extremos. En resumen, tiene
un control perfecto de sí mismo en todas las ocasiones.
2- Texto:
“El maestro… procura que los alumnos estén siempre sentados, que tengan el
cuerpo derecho, que miren hacia delante, ligeramente vueltos hacia el
maestros; que sostengan sus libros con las manos y que lo miren de continuo;
que tengan los brazos y las manos colocados de tal modo que pueda verlos;
que no se toquen unos a otros con los pies o con las manos… que tengan
siempre los pies colocados con modestia… que los que escriben no echen
sobre la mesa al dar la lección, y que no tengan ninguna postura
inconveniente.” (Guía de las Escuelas 11,3,12).
3- Comentarios:
De la teoría a la práctica
Cuando De la Salle escribió las “Reglas de cortesía y urbanidad cristiana” no
hizo concesiones a la moda, ni tampoco a un cierto estilo de su época. Este
texto era como la columna vertebral de su proyecto educativo, buscando lo
mejor para los hijos de los artesanos y los pobres. Si la influencia de esta obra
sobrepasó el marco de las escuelas lasallistas, no fue éste su objetivo principal.
No tiene que resultarnos extraño el que haya una estrecha convergencia entre
este libro y la “Guía de las escuelas”. Lo mismo pasará con otros escritos de La
Salle.
Un objetivo común
Teóricamente la urbanidad y la cortesía figuraban en todas las escuelas
elementales de la época. En la práctica se podían tener serias dudas sobre las
posibilidades reales de poder llevar adelante ese programa. Muchos maestros
carecían de la preparación necesaria para ello.
De La Salle había aprendido esta simbiosis entre la cortesía y la urbanidad en
su familia y durantes los años de estudios en Reims y París. Así se había
criado, y no concebía que sus maestros pudieran actuar de otra manera en las
escuelas. La relación con los primeros maestros que se le juntan, no fue fácil
precisamente por esta razón.
Sin entrar en detalles, vamos a recordar que una de sus primeras
preocupaciones en 1679 fue la de iniciar a la primera comunidad de maestros
en este estilo de vida y de relaciones. Y esta misma preocupación la tiene en la
formación de los novicios y de los nuevos maestros. Tenían que dar ejemplo de
un comportamiento cívico y cortés en todos los ámbitos de la educación.
Las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana como hilo conductor de la
Guía de las escuelas
Los destinatarios de las “Reglas de cortesía y urbanidad cristiana” y los de la
“Guía de las escuelas” no eran exactamente los mismos. De La Salle destina
las Reglas de cortesía a toda la sociedad, sin distinguir de clases o categorías
sociales. La Guía se dirige a los maestros que educan a los hijos de los
artesanos y los pobres, que son la clientela habitual de sus escuelas. Son los
hijos del pueblo que jamás tendrán la oportunidad de recibir ciertas
orientaciones sobre el modo de hacer a la hora de subir o bajar de una carroza,
ni tendrán la suerte ni el placer de aprender cómo se bebe el vino en un
banquete, o como cortar la carne en el plato..., y así muchas otras cosas que
podemos leer en las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana.
Por eso dice el autor que las Reglas de cortesía y urbanidad es necesario
aprenderlas cuando se es joven, si se quieren adquirir y conservar ciertas
costumbres y hábitos.
Cierto que el noveno y penúltimo nivel del aprendizaje de la lectura se titula:
“De la urbanidad”, y dice:
“Cuando los alumnos sepan leer perfectamente tanto en francés como en
latín, se les enseñará a escribir y, apenas empiecen a escribir, se les hará
leer el libro de las Reglas de cortesía.
Este libro contiene todos los deberes, tanto referidos a Dios, como a los
padres, y las normas de cortesía y urbanidad cristiana. Está impreso en
caracteres góticos más difíciles de leer que los caracteres franceses.” (Guía
de las Escuelas 3,9,1-2).
Pero la iniciación en la cortesía y urbanidad no se limita a esta lectura. Habría
resultado algo demasiado retrasado y poco eficaz. Leyendo la Guía de las
escuelas se cae en la cuenta de que las Reglas de cortesía y urbanidad
constituyen una exigencia constante en las actitudes, relaciones y
comportamientos de los alumnos en la escuela y fuera de ella. Es algo que ya
se vive antes de descubrirlo teóricamente.
A partir de aquí se ve un paralelismo entre las Reglas de cortesía y urbanidad y
la Guía de las Escuelas. A modo de ejemplo queremos sugerir la lectura
comparada de lo que se dice en los dos textos a propósito de: la compostura y
cuidado del cuerpo, la forma de hablar y pronunciar, la postura educada
cuando se está sentado, del cuidado y limpieza de los vestidos, los modales en
la comida, el modo de comportarse en la calle...
El modelo humano que propone
Gracias a estos elementos de comparación, se capta rápidamente el modelo
social que está detrás de las normas y prescripciones: es el del hombre
honesto y digno del siglo XVII. Como ya sabemos por otra parte, el hombre
honesto debe tener buenas maneras, da muestras de modestia y compostura,
de calma y de mesura, busca el equilibrio justo evitando los excesos y los
extremos. En resumen, tiene un control perfecto de sí mismo en todas las
ocasiones. Es la manera de ser de la burguesía que surge con fuerza en estos
siglos, en la era del comercio y de la industrialización.
A nosotros hoy, en el siglo XXI, este modelo puede parecernos demasiado
“compuesto”, rebuscado y hasta enojoso y muy alejado de las formas un tanto
libres y hasta extravagantes que pasan hoy por ser moneda corriente.
En aquel entonces, el hombre educado no era repelente, porque sabía
mantenerse abierto, cercano, y evitaba toda ostentación. Su manera de
comportarse se fundamentaba en el respeto de sí mismo y del otro. Y, como ya
hemos dicho en otras ocasiones, esta manera de conducirse la encontraba
bien fundada y justificada cuando se mira al hombre con una mirada de fe.
Para comprender la postura de La Salle no hay que olvidarse de las
motivaciones espirituales interiores en que fundamenta el cómo comportarse.
Es lo que quiere que consigan sus alumnos, según lo expresa en la Guía de las
escuelas.
Maestros bien preparados
Sería muy esclarecedor establecer un paralelismo entre las Reglas de cortesía
y urbanidad cristiana, la Guía de las Escuelas y la Regla del formador de
maestros noveles, a veces titulada como tercera parte de la Guía de las
escuelas.
Para el futuro maestro, el conseguir un comportamiento honesto y digno
consiste ante todo en eliminar lo ridículo y extravagante, el nerviosismo, la
negligencia y superficialidad... en la manera de vestir, hablar, andar, en su
manera de estar y presentarse delante de sus alumnos.
En conclusión
Cuando se piensa en la enorme diferencia que había en el siglo XVII entre el
modo de vivir de la gente del pueblo, y el de la pequeña minoría culta y rica, se
puede apreciar hasta qué punto era ambicioso el proyecto que De La Salle
tenía para los hijos de los artesanos y los pobres. Conseguirlo les permitiría
situarse con toda normalidad entre la burguesía, que a menudo se
vanagloriaba de sus buenos modales.
Detrás de esta concepción optimista de las posibilidades de los alumnos
pobres, y del tipo de educación diseñado para conseguirlo, se entreve una
empresa difícil, ciertamente seductora y hasta puede ser que utópica. Pocos,
pero significativos, son los testimonios de la época que nos permiten verificar si
la empresa tuvo realmente éxito.
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