Reflexiones en voz alta sobre la confianza, la desconfianza y la

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CELEBRACIÓN 10 AÑOS DE DIPLOMADO JUNGUIANO EN LA PUC
REFLEXIONES EN VOZ ALTA SOBRE LA CONFIANZA, LA DESCONFIANZA
Y LA DUDA COMO ARTICULADORAS DE CONCIENCIA
Ps. María Paz Abalos barros
Analista Junguiana, IAAP
Al pensar en un aporte para esta celebración de 10 años del diplomado Junguiano,
me resultó imposible soslayar los tiempos complejos que vivimos donde se apela, desde
muchos sectores, a la necesidad de volver a confiar como respuesta a la creciente
desconfianza en personas, entre personas, y en instituciones fundamentales para nuestra
convivencia. Se suma a lo anterior, el inevitable rememorar del tiempo del profundo
quiebre del alma nacional en que nos encontramos, más allá de la voluntad personal de
querer hacerlo, al acercarnos a un nuevo septiembre en nuestra vida como país.
Oportunidad de nuevas conciencias, elaboraciones y asimilaciones de lo sombrío.
Quiero centrar mi aporte en tres puntos:
1. En la base de la crisis de confianza está la crisis de la verdad y el reconocimiento
personal, social, institucional de esa verdad.
2. Rescatar la función de la duda como trasfondo de la polaridad confianzadesconfianza. La duda como función articuladora de conciencia.
3. La oportunidad de crecimiento que nos ofrece esta crisis de confianza.
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Fractura como expresión de un cambio evolutivo
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Reconocimiento del otro y su dolor – Empatía Profunda
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¿Qué hacer?
Ps. Mª Paz Abalos Barros / Analista Junguiana IAAP / [email protected]
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1. Crisis de la verdad en la base de la crisis de desconfianza generalizada
Lo que está en crisis no es la confianza sino la verdad... por ejemplo, en los casos de
abuso sexual que se han develado en el último tiempo y que nos han remecido como
comunidad humana, el mayor problema en torno a la confianza no ha sido el abuso en sí
mismo con lo grave que éste es, sino la reacción que hemos tenido ante la apertura de las
situaciones de abuso.
El abuso, en cualquiera de sus expresiones, sobretodo en la expresión de abuso
sexual de un menor o el abuso de alguien indefenso, daña el núcleo de la confianza en
ese campo de relación y tiñe los otros vínculos significativos. En el abuso sexual a un
menor, otro humano con la tarea de cuidar al cachorro humano y mostrarle las claves
básicas de convivencia y humanización, niega las diferencias y las responsabilidades
éticas que de ahí emanan, y utiliza ese vínculo de confianza para sus fines personales y
perversos, entendiendo por esto la traición a la cualidad del vínculo. Es un drama que
despertará emociones y vivencias muy importantes, para quien lo sufre, para sus
cercanos y para el colectivo humano donde se produce, entre ellas la desconfianza básica
como trasfondo en lo interpersonal.
La misma dinámica la apreciamos en otros campos como el político, y en nuestra
historia reciente, en la participación del estado en violaciones inimaginables de los
derechos humanos en personas detenidas y por lo mismo indefensas que bajo ningún
pretexto se explican y comprenden... y, en nuestro presente, algunas puntas de iceberg
como han sido la colusión de farmacias, el caso La Polar, el abuso de información
privilegiada, la poca transparencia de isapres y afp, instituciones que tienen en sus manos
nuestra salud y nuestra vejez, etc.
Probablemente todos o casi todos, salvo psiques muy ingenuas, podemos comprender,
con algún esfuerzo y de cara a nuestras propias sombras, que la naturaleza humana es
muy compleja y aunque quisiéramos que todos fuésemos bien intencionados, honrados,
éticos y trabajáramos para el bien común, eso no está garantizado. Habrá siempre un
porcentaje de sociopatía en la comunidad humana de la que cuidarnos. Y, aún
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más común que personas con esta grave distorsión, habrá muchas personas que
claudicarán en su capacidad de pensar por sí mismas por la responsabilidad que de esta
actitud emana.
Hannah Arendt, con su polémica tesis sobre la banalidad del mal a propósito del juicio
a uno de los cerebros del exterminio de seres humanos por parte de otros seres humanos
durante la segunda guerra mundial, nos devuelve lo que depositamos en esos que
llamamos “monstruos”, alejándolos de nosotros los humanos normales y nos dice que
muchos de los que imaginamos como personas monstruosamente enfermas, por lo que
hicieron o permitieron, simplemente fueron personas normales, que no se atrevieron a
pensar por sí mismas.
Margareth Trotta, cineasta que nos trae la figura de Hannah Arendt en su reciente película
sobre esta filósofa, reflexiona sobre el heroísmo de pensar por sí mismo:
“Tal vez no es heroico pensar en tiempos normales, pero quizás en tiempos dictadura,
cuando eres forzado a seguir las reglas e ideas de aquellos que te rigen, llega a ser una
suerte de acto heroico pensar con independencia, con tu propia capacidad y mente” (von
Trotta, Arte y Letras El Mercurio, 25 agosto 2013).
Agregaría que pensar por sí mismo es siempre un acto heroico... y es un imperativo
ético en tiempo de crisis... en tiempos de elaboración de crisis como el que estamos
atravesando.
En crisis de apertura de realidades abusivas la respuesta esperada, además del dolor y
acompañamiento de quienes han sido víctimas, es revisar los controles normales a cualquier
actividad humana donde la asimetría de poder es fundamento de la relación.
¿Cómo entendemos que la desconfianza que ha emanado de vivencias puntuales y
concretas se generalice al punto de escuchar que no se puede confiar en nadie? La
desconfianza generalizada se va instalando, a mi juicio, ante la impotencia que genera el ver
una respuesta de negación inicial del abuso, una respuesta ambigua, carente de empatía
verdadera por las víctimas, llena de recovecos antes de acercarse, tímidamente, a un reconocimiento del dolor experimentado por quien lo ha sufrido.
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Las Instituciones humanas se han protegido en tanto institución abandonando la única mirada que
nos puede ayudar a dar pasos en conciencia, maduración y humanización: el más pequeño, la más
pequeña, el débil en la ecuación de poder, el que nos convoca desde su sufrimiento.
En el campo eclesial, lo vivido esta última década sobretodo, nos ha permitido avanzar como Iglesia
Católica en la respuesta a las realidades de abuso sexual y de abuso de conciencias en el
acompañamiento pastoral, pero aún se aprecia una respuesta más reactiva que propositiva y el intento
de control de daño hacia la institución más que de acogida sincera y comprometida. Ciertamente lo que
hoy tenemos es mil veces mejor que hace poco tiempo atrás... tenemos mayor conciencia lo que se
traduce en acciones concretas y en una mayor protección de nuestros niños, niñas y jóvenes.
Sin embargo, creo que aún nos falta dimensionar profundamente lo que el ocultamiento o la
minimización de la verdad de lo ocurrido y sus consecuencias, provoca. Es esto lo que termina por
decepcionar y despertarnos a un mundo donde la promesa de cuidado y protección se viene abajo.
Sin verdad no hay reconocimiento que dignifique el dolor y no se encuentra el camino hacia
reparaciones significativas, tanto de quien ha sido víctima, como del abusador y del colectivo humano
que ha puesto su confianza en algunas instituciones.
En medio de esta crisis, tanto en el llamado a volver a la experiencia previa de confianza total, el
paraíso, como en la declaración de desconfianza absoluta en todo, se anida un deseo infantil que
requerimos superar. Las personas, las instituciones no somos perfectas... asumir esta realidad básica
nos permite salir de una polarización que entraña ingenuidad y conciencias infantiles. Jung llama a
esto una vuelta a lo endogámico, a lo incestuoso de lo indiferenciado.
Transitamos desde una confianza infantil en personas e instituciones a una descalificación total,
igualmente infantil: no se puede confiar en ningún cura, son todos abusadores o los políticos son
todos iguales, corruptos, los empresarios ven sólo sus intereses... la enojada desconfianza total no
sólo habla del dolor y la decepción ante la caída de aquello donde se depositaba la fe, también
habla de la falsa ilusión de un lugar donde depositar una fe ciega.
La fe no está reñida con el conocimiento... así como la confianza no está reñida con la
desconfianza y la duda. Quiero citar aquí un texto de la nueva encíclica: Lumen Fidei,
donde el Papa Francisco expresa que el ser humano tiene necesidad de conocimiento, tiene
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necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante:
“La Fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda
en una bella fábula, proyección de nuestros deseos de felicidad, algo que nos
satisface únicamente en la medida en que queramos hacernos una ilusión. O
bien se reduce a un sentimiento hermoso, que consuela y entusiasma, pero
dependiendo de los cambios en nuestro estado de ánimo o de la situación de
los tiempos, es incapaz de dar continuidad al cambio de la vida”. (Lumen Fidei,
24)
2. Confianza, desconfianza y la duda como articuladoras de conciencia.
Hay una forma de acercarse al tema de la confianza y la desconfianza que es central y
nos refiere a las vivencias primeras. Sabemos por experiencia acumulada que si hemos
vivido la experiencia básica de madre-padre- otros cuidadores, suficientemente buenos en
su potencial de cuidarnos , amarnos y reconocernos, como nos recuerda Winnicott, se
instaura con una alta probabilidad esa confianza primaria o básica que funcionará como
una especie de plataforma, de fundamento, sobre el cual sostendremos nuestras vivencias
posteriores. Igualmente se instala su opuesto, la desconfianza normal, como trasfondo que
nos permite cuidarnos de aquello que nos puede dañar.
Aldo Carotenuto (2011) nos dirá que “El trabajo psicológico, desde el Extremo Oriente
hasta todo el Occidente, se basa precisamente en la búsqueda y la reconstrucción de esta
plataforma, cuando está ausente - (o cuando se ha perdido agregaría) – Esto es lo que trata
de significar la expresión del lenguaje común: [debo reconquistar la confianza, debo volver a
creer].” ( Carotenuto, A. Amar Traicionar. Paidós, 2001)
Otra forma de acercarse al tema, especialmente cuando hablamos de realidades
distintas a estas experiencias primeras, es a través de la duda reivindicándola como una
posibilidad humana central y que articula procesos de conciencia. Sobre ella quisiera
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profundizar.
Hablar de confianza o desconfianza es implícitamente decir que despejé la duda o
instalé la duda en mi interior. Dudar estructura conciencia... nos permite iniciar el camino
hacia la toma de posición personal conscientemente asumida y, por lo mismo, posición
que se ejerce con responsabilidad y a la que se le puede demandar responsabilidad en sus
consecuencias.
En el Mitologema de Eros y Psique, a Psique le es dada una sorprendente experiencia a
cuenta de no ver ni dudar de Eros, su amante. Psique es curiosa y, desde esa vivencia se
abre a escuchar los comentarios de sus hermanas, tremendamente celosas de su suerte,
dejando así abierta la puerta a la duda. Ella se instala y la invita a resolver su dilema: ¿es
realmente Eros el más bello de los dioses o es un monstruo horrible?.... dicho de otro
modo, ¿confío en eros a ciegas o desconfío de eros a ciegas?... ¿confío en la AFP y en las
Isapres a ciegas o desconfío de ellas a ciegas?... ¿confío en la verdad oficial a ciegas o
desconfío de ella a ciegas?... ¿confío en los político y empresarios a ciegas o desconfío de
ellos a ciegas?... en muchos textos sobre este mito, se habla de la desconfianza que se
instala en el corazón de psique... personalmente tiendo a creer que psique ni confío ni
desconfío, simplemente dudó.
Si hubiera confiado la historia mítica no habría dado para tanto texto interpretativo, confió,
dejó de ver a sus hermanas celosas, y vivieron felices para siempre, ciegos ambos... lo
mismo si hubiera desconfiado, desconfió y se salvó arrancando de noche junto a sus
hermanas del horrendo monstruo que la engañaba, al que nunca vio...
Psique duda, suspende el juicio y, con poca conciencia aún de lo que implicará en
su vida, toma el camino de informarse, de investigar por sí misma, de averiguar... si es
hermoso ¿por qué no verlo por mí misma?, ¿por qué eros me niega mi propia visión a
cambio de permanecer conmigo para siempre?... y si es un monstruo horroroso, con el
cual mantengo encuentros de noche muy plenos, ¿no podré decidir por mí misma si huyo o me
quedo?
Prende una lámpara de aceite y realiza una investigación de campo... mira por sí misma... Eros es
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aún más hermoso de lo que imaginaba y en su conmoción derrama un poco de aceite caliente sobre
Eros... Eros despierta... y sabemos cómo sigue la historia... Psique pierde la conexión ingenua con Eros,
Eros pierde la conexión ciega con psique, y tanto ella como Eros deberán vivir un largo recorrido de
maduración de sí mismos y de ampliación de sus respectivas conciencias antes de volver a encontrarse.
3. La crisis actual de confianza como una oportunidad
La inconciencia y la ignorancia producen mucho daño, mientras que el buscar, mirar por sí mismo,
informarse, comprometerse activamente, nos vuelve sujetos responsables. Batallamos en esta tarea
contra nuestras propias resistencias como nos recuerda Hannah Arendt, no sólo las del sistema que nos
prefiere ciegos, luchamos contra nuestras resistencias al trabajo penoso de mayor conciencia por lo que
preferimos la ilusión neurótica, los equilibrios de compromiso, la satisfacción alucinatoria del deseo,
antes que enfrentar la realidad, nuestra realidad, y volvernos agentes activos y no pasivos en nuestra
vida.
Uno de los peligros significativos para la individuación señalado por Jung en Símbolos de
Transformación es eludir el trabajo de la conciencia y maduración por la inercia de permanecer en un
estado mental infantil. Jung cita al filósofo y moralista francés, Françoise de La Rochefoucauld (16131680), quien se refiere a esta inercia como una pasión:
“De todas las pasiones, ninguna nos resulta tan desconocida como la pereza; es la más
ardiente y la más maligna de todas ellas, pese a que su violencia sea insensible y estén muy
escondidos los perjuicios que causa. Si consideramos atentamente su poder, vemos que en
todos los se adueña de nuestros sentimientos, intereses y placeres: es la rémora que tiene
la fuerza necesaria para detener los más grandes navíos; es una bonanza más peligrosa
para los asuntos más importantes que los escollos y las más grandes
temp estades. El sosiego de la pereza es un encanto secreto del alma
que suspende repentinamente las más ardientes empresas y las más tenaces
resoluciones; para proporcionar en fin, la verdadera semblanza de esta pasión,
hay que decir que la pereza es como una beatitud del alma que la consuela de
todas sus pérdidas y le remplaza todos sus bienes”
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La crisis actual es una oportunidad para un paso más en el proceso de madurez
humana... y no nos es posible crecer si no sostenemos la tensión actual que genera la
polarización confianza-desconfianza. La invitación es a observar este momento histórico no
sólo como una crisis parcial a resolver sino como la fractura entre un estado previo de
mayor ingenuidad que llega a su fin y en la crisis nos anuncia el paso a otro momento
evolutivo. No hay otra salida que vivir lo más lúcidamente posible esta fractura.
La confianza menos ingenua y más madura nos supone, además de la vivencia, el
ejercicio de la razón y el discernimiento, y tiene a la capacidad de dudar como la
articuladora de este ejercicio. Como lo humano en cualquiera de sus expresiones es sólo
humano, necesitamos educarnos para discernir dónde depositar nuestra confianza.
Confiar, desconfiar, dudar son articuladores de conciencia. Demonizar la desconfianza nos
vuelve ciegos. Jung reconocerá en el fanatismo, que no duda ni por un segundo de su
posición, una sobrecompensación de la duda... Una desconfianza normal donde la duda
permite mirar inteligentemente lo que está frente a nuestros ojos da paso a vivencias de
confianza adulta. Esta confianza no pone la responsabilidad total en el otro, sea persona o
institución, mantiene una cuota significativa de responsabilidad sobre uno mismo... “me
sedujiste.... Y yo me dejé seducir”...
Educar para confiar suena más atractivo que educar para dudar y para imaginar lo
inimaginable. Sin embargo eso hacemos desde hace mucho tiempo como humanidad cuando
prevenimos a nuestros niños/as ante el peligro de extraños. Educamos para que observen y
ante la duda busquen nuestra protección.
La crisis actual nos pone ante un desafío mayor. ¿Cómo nos educamos para mantener esa
observación cautelosa, no paranoide, ante los cercanos, aquellos que por el rol que ejercen en
nuestras vidas se acercan al espacio íntimo? ¿Cómo sostener una sana relación con las
instituciones que prometen cuidarnos, hacerse cargo de nuestras necesidades, escuchar lo
que queremos, sin caer en la tentación de la ilusión de entregarnos a una matriz con un
canto de sirena muy atractivo y a la vez muy engañoso? Confiar con los ojos bien abiertos.
Educar la confianza supone entregar información y claves de discernimiento, y quien
discierne es quien permite en sí mismo la pregunta que cuestiona.
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La confianza nos remite a la experiencia de fe... confío en ti, tengo fe en ti... pero no
debemos perder de vista que junto a la fe camina la razón, y no me refiero sólo al ejercicio
intelectual sino a la razón que involucra la experiencia de todos los sentidos para ponderar en
qué y en quién pongo mi fe. Razón y fe, menos romántico que fe ciega o confianza absoluta,
pero más maduro y responsable como propuesta de camino humano.
La confianza como resultado del ejercicio humano de evaluar y discernir, supone una
suspensión, al menos temporal, de la incertidumbre respecto a las acciones de los demás.
Cuando
alguien
confía
en
el
otro,
cree
que
puede
predecir
sus
acciones
y
comportamientos. La confianza, por lo tanto, simplifica las relaciones sociales y entrega a
quien se deposita esa confianza una tremenda responsabilidad ética que no permite
ampararse en los límites difusos de la ley. Aunque no esté penado por la Ley, en nombre
de la confianza, no está todo permitido.
La confianza empieza a recuperarse en la transparencia de la información, en los
canales de participación real en la toma de decisiones, en los espacios para disentir,
conversar, proponer. No se confía en lo que no se conoce, y sólo conociendo se puede
tener una opinión, para finalmente comportarse de una determinada manera.
Restaurar confianzas supone como condición básica restaurar la verdad como norte... y
sólo es posible si se reconoce el dolor.
“¿Cómo es posible que un sufrimiento que no sufro yo, ni me concierne, me afecte
inmediatamente como si fuera mío, y con tal fuerza que me lleva a la acción?” Pregunta de
Schopenhauer que gustaba hacer y hacerse Joseph Campbell, para quien esto es algo
misterioso. No es algo desconocido muchos/as han dado con la respuesta como el Padre
Hurtado por nombrar uno entre nosotros. La reacción y respuesta inmediata, representa la
urgencia de una revelación metafísica que nada expresa mejor que la frase: “ESO QUE VEO EN
TÌ, ESO SOY”
Esto presupone la identificación con algo distinto de uno mismo, una penetración de la
barrera entre personas nos dirá Campbell, de modo que el otro/a ya no sea percibido como un
extraño indiferente sino como una persona: “en la cual sufro, a pesar del hecho de que su piel
no envuelve mis nervios”.
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Esta visión fundamental nos dirá este filósofo Alemán, revela que “mi propio ser interno
genuino existe realmente en toda criatura viviente... y es la base de esa compasión sobre
la cual descansa toda virtud auténtica, es decir altruista, y cuya expresión se encuentra en
toda buena acción”.
“Ser movido por la compasión”, entendida así, como: “eso que veo en ti, eso soy”... es una
tremenda revelación espiritual de la que aún estamos como humanidad arañando las primeras
capas. Revelación que trae como consecuencia una rebelión a lo establecido, cuando ello
oprime, y la necesidad de introducir verdad, novedad y cambio en las formas en que nos
relacionamos.
Actualmente la compasión se ha devaluado, es un concepto al que se le ha privado del
sacrificio, su base fundamental, y se le ha cargado de un sentimentalismo indiferenciado. Ha
sido absorbido por la televisión y revestido de una tremenda vaguedad en tiempos de sismos y
lluvias intensas.
Cuando me refiero al sacrificio como base fundamental de la compasión, estoy tomándolo
en dos sentidos:
- En el sentido de morir a nosotros mismos, a la visión desde nuestro yo y para nuestro
yo, de modo de elevarnos a esa visión que revela que compartimos la misma naturaleza
humana con todas las personas... y lejos de mirarnos unos a otros con temor, con recelo,
con vergüenza, aceptemos la humanidad que nos conforma.
- el sacrificio también en el sentido de volver sagrado algo... el sentido común asocia
sacrificio a sufrimiento, ciertamente el yo sufre si le pedimos morir a su sola perspectiva... pero
más allá de eso, el sacrificio es volver sagrado algo, base de la compasión... volver
sagrada la mirada que conecta con una realidad hasta ese momento desconocida y volver sagrada la
acción que emana del re-conocimiento que provoca esa mirada.
Necesitamos dar la cara a las pobrezas colectivas que tienen desequilibrado a nuestro país y a la
humanidad y que se expresan en muchas partes en lo que llamamos crisis de confianza... aquí el
dinamismo de la alteridad nos remece... no será posible el encuentro honesto entre nosotros si el eje de
la relación está equivocado y el abuso en cualquiera de sus expresiones es permitido.
Mirar y sostener la tensión actual es un imperativo ético que invita a hacerse cargo de los límites y
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pobrezas personales... antídoto al peligro de inflación psíquica que emerge de crisis no bien llevadas...
aquí se trata de encarar la propia omnipotencia y reconocerse vulnerables, es aceptar plenamente la
encarnación propia y de todo lo que me rodea... salir de la concepción idealista que busca la mejor
pareja, la mejor comunidad, la mejor institución, el mejor colegio, el mejor partido, la mejor candidata,
el mejor hijo, para aceptar la encarnación de estos sueños... con conciencia, volvernos a una
experiencia de conexión profunda con todo lo humano:
“Aunque tu piel niña, niño, mujer, hombre abusada/o, cesante, estudiante municipal, indigente,
anciano con Alzheimer, homosexual/lesbiana, empresario, político, religioso, drogadicta/o,... aunque tu
piel no envuelve mis nervios sufro en tu sufrimiento porque eso que veo ahí, en ti, eso también soy yo”
Profunda solidaridad con lo humano, propuesta revolucionaria en el sentido de remover y
levantar los fundamentos sobre los cuales basamos nuestras relaciones interpersonales.
¿Qué hacer frente a esta crisis de confianza, de verdad, de información verídica, de
conocimiento, de participación real?
No tengo respuestas sólo la convicción de que cada uno, cada una, está llamado a sostener esta
tensión y buscar caminos... resistiendo la tentación de no pensar por el dolor que nos puede traer,
reflexionando y no sólo vociferando o doliéndonos de cómo ha cambiado el mundo... antes éramos más
confiados, sí, pero más ingenuos.
Eduardo Galeano nos entrega una sencilla receta para tiempos como los nuestros y ante
la pregunta acuciante ¿Qué puedo hacer para ayudar a construir un país mejor, una
humanidad mejor?
“Son cosas chiquititas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del
subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no
expropian las cuevas de Alí Baba. (y, podríamos agregar, no acaban de un
plumazo con la crisis de confianza, de veracidad, de representatividad, de
participación...) Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan
en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla aunque
sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es
transformable”.
(Eduardo Galeano)
"Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la
vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces
como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo
sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma."
C.G. Jung
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Campbell, Joseph, 2002: Tú eres eso. Emecé Editores.
Carotenuto, Aldo, 2001: Amar Traicionar. Paidós.
Jung, C.G.: O.C. Editorial Trotta. España
Galeano, Eduardo, 1992: Ser como ellos y otros artículos. Catálogos.
Fernández, Samuel, 2013: La Fe: ¿obstáculo o estímulo para la vida
humana? Artes y Letras. El Mercurio. Domingo, 7 de julio. 2013
Von Trotta, Margareth; El Mercurio: Artes y Letras, 25 agosto de
Ps. Mª Paz Abalos Barros / Analista Junguiana IAAP / [email protected]
Página 12
2013, E11. Película sobre Hannah Arendt.
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